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viernes, 12 de agosto de 2016

CUANDO PIERDES LA INOCENCIA. #NIUNAMENOS

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Tengo ocho años, estoy recorriendo ese terreno amplio detrás de casa. La  acequia que riega los últimos maizales rebeldes  se ha desbordado. Hay un hilo de agua que humedece la tierra baldía, donde no hace mucho habitaban las hortalizas y  alfalfa. En tanto  las casas se construyen  por todas partes. Más allá atisbo un montículo de ceniza, con   restos de madero que sirven de cono a los hilados en la fábrica vecina de telas.   
Mamá no está cerca, mi fuga hacia esa parte del campo pronto será descubierta, titubeo, no sé si hundir mis manos en el barro o el hollín, ambos me atraen de igual modo. Decido empezar satisfaciendo mi vocación de alfarera, tomo el barro entre mis manos pequeñas, su aroma y textura llena mis sentidos, poco a poco voy dando forma  primero a un pato, luego a un ave, un gato, un plato, una olla, una serpiente.

El sol quema fuerte en lo alto, miro alrededor donde ocultar mis reliquias hasta que sequen, descubriendo que los  sauces moribundos de esa extensión baldía me ofrecen sus cimas como  la mejor caja fuerte, allí subo a mi  preciada carga, con esa agilidad felina que he desarrollado desde siempre. Se rompe un plato y el ala de mi ave, me digo: ¡No importa el plato!, lo haré otro día. Pero mi ave me da   pena. Con esfuerzo  vuelvo el barro al barro y creo nuevamente   un ave,  más grande que todos los otros.  Al descender del árbol, me pregunto si se secará y podrá  volar sin agotarse como las mariposas.

Miro nuevamente al sol, ya es hora del almuerzo, mi madre pronto descubrirá que no estoy. Tomo impulso y voy  al montículo, hundo las manos y hallo mi tesoro, innumerables argollas que han resistido al fuego, podré unirlas golpeando en sus encuentros y hacer  una gran cadena, quizás sirva para un columpio entre los árboles.

De pronto siento que ya no estoy sola, levanto la cabeza y un muchacho en bicicleta se me acerca. Me pegunta que hago sola allí, contesto que no estoy sola. El mira a todos lados,  me dice: ¡No mientas estás sola!  Mira las argollas en mis manos y pregunta: ¿Te gustan las argollas? Yo lo miro en silencio, mientras empiezo a caminar, algo me dice que debo correr, él baja de la bicicleta y camina a mi lado empujándola. Me dice nuevamente, si te gustan las argollas yo tengo muchas en mi casa, estas son restos de aquellos que han quemado los trabajadores de mi padre. Si quieres te regalo nuevas, pero tienes que ir a mi casa. Le digo: “No quiero tus argollas, sino estas que ya no son tuyas”.

El se ríe, lo miro nuevamente y me doy cuenta que es un chico grande, si corro pronto me alcanzará. Le pregunto qué hace él por ahí, porqué no está en su fábrica. Me dice que  me vio desde su balcón, que no es la primera vez que lo hace, que quiere ser mi amigo y quizás darme un beso.

Lo miro frunciendo el ceño y digo: “¡Sólo me dan besos mi mamá, papá y hermanita!, ¿Por qué tú  quieres darme un beso?”. El responde arrastrando las  palabras: ¡Porque.... eres muy linda…! En ese momento escucho la voz de mi madre llamándome,  es el impulso que necesito para dejar de caminar y echar a correr. Y corro, corro, corro como gacela mientras él se queda mirándome a la distancia.

Como  siempre mi madre me reprende por escabullirme de su mirada y amenaza con algo que ya no escucho. Cuando cede en su  enojo pregunto: ¿Mamá soy linda? Mi madre responde: “Con esa cara llena de barro y tizne lo que pareces es una chacarera o minera, ve a bañarte y cambiarte para almorzar”.

Voy corriendo  hacia el espejo y compruebo  que mi madre dice la verdad, mientras me preguntó ¿Por qué aquel muchacho me mintió diciéndome que era linda? La voz de mi tía abuela Rosa Herrera me sobresalta interrogándome: ¿Por dónde anduviste hija? ¿Qué es lo que te ronda por la cabeza?

La veo en el rincón más fresco de la sala, debe tener alrededor de cincuenta y cinco años, está abanicándose del fuerte calor, mirándome  intensamente con esos hermosos ojos azules, su cabello color trigo, piel blanca casi transparente y su bella sonrisa plena. Corro a abrazarla y a sentir su delicioso aroma, hundo la nariz en su cuello. Está en casa significa  que ambas nos fugaremos   hacia la suya, que para mí siempre  es un castillo.

Me abraza, besa y limpia la cara con su pañuelo que  huele a alelíes e insiste en saber lo que me pasa. Nunca tengo secretos con la abuela Rosa, así que le cuento todo. Me mira y sus ojos brillan más que de costumbre. Me aparta de su pecho, coloca  al frente  y dice: “Hija es tiempo de que sepas  cómo es la vida para las mujeres”. Y me cuenta un cuento nuevo, de cómo una linda joven de quince años perdió la inocencia.

“Hace mucho tiempo en un hermoso pueblo,  esta bella joven como son todas las mujeres de quince años,   se fue a trabajar sola al campo, siempre lo  hacía desde niña,  pero ese día  sería diferente, porque ese día  perdió la inocencia. Un hombre salió de su escondite y le arrebató sus sueños  y atacó su cuerpo. Fruto de ese arrebato tuvo una hija  de piel tan oscura como la noche a quien dio en adopción,   ella  no podía cuidar de esa hija,  porque  ella misma no podía cuidarse. A esa joven de quince años le robaron la inocencia en el campo pese a los cuidados de sus padres y su propio cuidado, en un momento que se sentía segura”.

Mi abuela Rosa añade que los ladrones de los sueños de las mujeres no sólo están en el campo sino en todas partes, que no sólo le roban a las jóvenes de quince  sino a niñas de seis, ocho o diez. Inclusive a mujeres que tienen más cuarenta. Unas veces les robaban a la fuerza destrozando su cuerpo como sucedió con  la joven de quince años. Otras veces con engaños y muchas más con amenaza. Mi abuela eleva la voz  diciéndome: "¡Por eso no hay que tener miedo, hay que gritar, correr y pedir ayuda!"

Tras un silencio, mi abuela Rosa se pone muy seria, como siempre que me dice algo muy importante: “Hija, nunca dejes que nadie toque  tu cuerpo, porque  lo más preciado de tus sueños está allí como en un templo. Eres una pequeña mujer, rodeada de  muchos ladrones de inocencia que deambulan por la vida atacando cuando menos una lo espera”. 

La miro  y pregunto: ¿Abuela, a esa joven que perdió la inocencia y regaló a su hija porque era negra, Dios la perdonó? Mi abuela me mira largamente y responde: “Esa niña  de quince años, no regaló  a su hija porque fuera negra, sino  que la entregó a una buena familia para que cuidaría de ella. Porque  a la joven,  le recordaba en todo momento de su vida,  cómo le robaron la inocencia y tampoco  sabía   cuidar a la bebé menos evitar que también a ella le robaran la inocencia.
Cuando la joven de quince años tuvo muchos años más,  se casó, pero la  vida no le volvió a dar una hija con su esposo, sólo tuvo  tres hijos varones. En cuanto a Dios, fue bueno, porque cuando pasó el tiempo, aquella bebé negra creció y era una linda mujer  y la joven de quince  había sanado, Dios las volvió a juntar, porque ambas, tenía otros sueños, mucha fuerza, amor y perdón en sus corazones".

Me miró con lágrimas asomando a sus bellos ojos y me dijo: “Por eso es que tienes una tía negra con un alma blanca, que tú no conoces por el momento. Es  a donde voy las veces que desaparezco. Cuando crezcas más, viajaremos para que la conozcas”.

Ese día perdí la inocencia, la idea de que todos éramos iguales y que podía escaparme hacia el campo baldío. Descubrí que las mujeres estábamos en riesgo por el sólo hecho de ser mujeres, a diferencia de los hombres. 
Descubrí, que las mujeres siempre debíamos ir con mas cuidado, porque si los hombres temían ser robados en sus bienes, dinero y cosas materiales,   las mujeres aun cuando no tuviéramos nada de material, nos robaban unas veces los sueños, otras la salud, la fe y hasta  vida.

Mañana 13 de Agosto del 2016, es el punto de quiebre entre el pasado de violencia y violación sistemática de las mujeres en una  sociedad que religiosa, social, cultural y políticamente asolapó  y sembró de dolor, vergüenza  y abuso nuestras vidas, de nuestras madres, sus madres y las madres de nuestras abuelas, sus abuelas hasta nuestras  ancestras más lejanas.

Mañana  será  el día a partir del cual enfrentemos y cambiemos aquellas  percepciones de tragedia asociado con el nacimiento de hijas mujeres, porque más allá de la perpetuación del linaje, aparecía como   decreto la perpetuación del sufrimiento y nuestra condena al sufrimiento por el hecho de ser mujeres.

Mañana podría ser el punto de quiebre entre la violencia, violación y feminicidio de hoy, que crece, se agiganta y amenaza por devorarnos como sociedad, puesto que pese a las leyes, la lucha y conquista de las mujeres;  la impunidad e injusticia se acentúa.


Mañana pondremos en cuestión un sistema cómplice, donde es insuficiente romper el silencio, reconocer que tenemos derecho a tener derecho, enfrentar el revestimiento cómplice  de vergüenza que nos hacía sentir culpables, recurrir al olvido la desmemoria, con el que el perpetrador o la perpetradora  cuentan y se protegen.

Mañana nos movilizaremos por: #NiUnaMenos  y Si tocan a una tocan a todas, desprendiéndonos del miedo que nos inmoviliza, estimulando la agresividad, el abuso y maltrato, hasta  transformarse en su principal cómplice del feminicida.

Mañana, sueño que sea el inicio de un nuevo tiempo, donde como país podamos decir que peruanas y peruanos, hemos decidido hacerle frente a uno de los principales flagelos que amengua la condición de vida, los sueños y el aporte de las mujeres y hombres que han decidido vivir en respeto, paz y armonía. 

Mañana, podríamos tener la fuerza suficiente para increpar no a una justicia ciega, sino convenida, perversas e indolente que mira hacia un lado manoseando la ley y derechos arrancados para ser simplemente  indiferente, injusta y cómplice ante la violencia sistemática, institucionalizada y simbólica contra las mujeres.

Mañana podremos decir, todas y todos al unísono: #NiUnaMenos 


jueves, 9 de junio de 2016

CICLOS DE MAMÁ Y SUS PLANTAS


Tras  vivirla cuasi toda mi vida, 
con esporádicos  episodios de ausencia, cual  olas de la mar que se alejan sólo pararetornar a su playa a veces lenta, otras presurosamente,
renovando la ternura y afirmando el amor en cada reencuentro.  

Siempre me asombra algo nuevo en mi madre,
a veces tras penosos desencuentros como aquella
media noche tras largas  semanas de ausencia  
casi desfallecí porque había extirpado a mi cálido abrazo nocturno
el intenso e inmenso jazmín que sembré y cuidé con amor.



Este fin de semana   como tantas veces,
fui testigo de su relación   íntima y sublime con la tierra,
apoyada por su clon Lucy al ser menor su vigor de ataño, 
observé a ambas danzar en unisono   el ritmo de la siembra, 
bajo el fulgor  del inti que sólo acariciaba despojado de su brasa.
Una vez más miré la cerca vacía y me dije, 
adiós galán de noche, adiós aguaymanto, adiós rosal, 
que nacieron en primavera,   engrandecieron en verano
revelándose como amenaza o decadencia en otoño,  
para ser sacrificados en invierno por algo que no comprendo.


Mientras capturaba las imágenes me di cuenta que Mamá 
se sobrepone día a día a su dolor para  renacer de sus cenizas, 
primero fue papá, luego uno de los hijos elegidos, 
más tarde el único hermano y no hace mucho la hermana cómplice,
en su siembra la vida retoma su ciclo a su ritmo y promesas.




Sólo en este momento se despejó mi incomprensión doliente, 
Mamá era de esos seres   cuyos  ciclos se atan con sus plantas,
entendí porque  aquella planta que amó y cuidó con entrega
de tiempo en tiempo era desechada y sustituida por otra,  
y cuando menos imaginaba estaba allí nuevamente en su jardín 



En este tiempo donde sana el corazón y su alma adquiere paz 
lo esmeralda y blanco han de partir como su pérdida,
necesita acoger al inclemente invierno con  colores y aromas diversos 
renovando quizás su pacto con la tierra de movimiento y abono 
para crear vida nueva  siempre con  desprendimiento e intercambio.


viernes, 14 de febrero de 2014

DEL AMOR Y SUS ROSTROS


Desde las cero horas del catorce de febrero de este año,  por esos designios del universo celebré el día del amor en sus diversas facetas. Llegó tanatos, esta vez, sin su oscuro ropaje y guadaña, lo hizo vestido de piedad, aliviando el largo sufrimiento de la madre  de Juana, mi amiga, quién la ha sostenido por más de una década. Permitiéndonos reencontrarnos entre  gestos y  rostros solidarios bajo la claridad de la luna llena. Y una vez más ser gregarios ante la trascendencia del amor,  comprometidos y con prospectivas de cooperar como antes, suele suceder con amigas/os de todo una vida, de quienes nos desconectamos por las bifurcaciones de nuestras elecciones y haceres.
Eros se manifestó a lo largo del día diversamente, con signos, símbolos, silencio, reclamos, canto, encanto, su magia ilusionista como suele hacerlo. Agápe, me hizo guiños, festejó, danzó y animó compitiendo por mi atención con Eros,  interrumpiendo, inquietando, mezclando   traviesamente todas las emociones y agitando nuestro ambiente.
Storge me alcanzó con mensajes de texto, llamadas, obsequios y gratitudes que lograron sonrojarme al   adjetivar como  maestría  a mí compartir y aprender de  conocimientos. Philia, me  permitió amar a plenitud,   con oportunidad para  retornar  amor y cuidado  a quién me dedicó sus días, noches y oraciones en un tiempo todavía  tibio de esfuerzo en mi vida, como sucede con las recuperaciones tras la crisis.
Hoy mi hermana Lucy,  ha detenido esa parte de su cuerpo que crea, adereza, sostiene, enjuga, acaricia, cura, da y acoge. Sus manos requieren de vacaciones, cuidado y atención, para impedir una cirugía. El tiempo vuelve, según el libro rosso o el libro del amor según Kathleen McGowan  (2010)  y este es mi tiempo de retorno, que ni se asoma a aquello que ella suele dar, intento imitar sus pasos, su gesto, es mi modo de honrarla. En este preciso momento, es la musa que  inspira a escribir, para liberar mis miedos agazapados, a propósito de las diversas caras del amor, en medio del diseño de un programa educativo para ayer.
A ese rostros del amor que es mucho más que el subyugante deseo, posesión, incrustación,  disfrute de pareja y a veces hasta devoración. Si miramos bien, descubrimos la brillante pupila de ese amor que es inquietud, rebeldía  compañía,  festejo  y celebración, son los amores que entretejemos  con amigas y amigos. Y si avanzamos un paso más nos asomaremos al comulgar de sueños y apuestas colectivas como el baile por el billón de pie, que erradique toda forma de violencia contra la mujer en el país y el planeta. Descubriendo que somos más allá de nuestros deseos e intereses privados una especie colectiva que se distingue por sus pasiones, emocione y sentimientos, extremos: amor/odio, mediados por la conciencia y convenciones que impide devorarnos unos/as a otros/as sea por amor u odio.
Lucy es ese tipo te ser, que te anima a asumir los hechos como se presentan, invitándote  sin palabras a mirar con  cuidado todo el contorno, de arriba para abajo, hacia adentro y afuera, hasta descubrir  que no queda otra cosa que afrontar un nuevo estado, en mi caso de  quietud en estos dos años. Es quien me anima y acompaña en mi proceso de re-aprendizaje  que se acompasa con los nuevos tiempos,  llegando a ser más que el proceso de superación de un impedimento o discapacidad,   la re-definición de   la conciencia  y paciencia reflexiva. De su mano, descubro que somos mucho más que cuerpo,  pero que también somos ese cuerpo sojuzgado, acallado, sometido e ignorado que suele expresarse en su momento, que sólo advertimos su existencia y valor, cuando algo lo resiente o detiene.
Por más de medio siglo viví el día de San Valentín convencionalmente, hasta que en el décimo segundo año del siglo XXI,  todo cambió. Había empezado al igual que este año,  desde sus primeras horas,  abriendo la puerta a Edipo voluntarioso para festejar con Rodrigo de madrugada,  interrumpiendo la edición de imágenes de amigas y amigos que acompañarían la música  portadora de mi regalo virtual de amistad en reciprocidad a todos los recibidos por el día del amor, pero...  ¡vaya sorpresa con  la que me encontré!... ¡Poseía fotos sólo de amigas! y está allí aun esperando su destino.
Esta constatación, fue tema que arrancó nuestra tertulia noctámbula, contrasté  las escasas  amigas y numerosos amigos,  durante mi adolescencia y juventud que se trastocaba inversamente a mi mediana edad, él me decía que a partir de los cuarenta las mujeres se hacen más semejantes por todo lo vivido por tanto se unen mas. Estábamos en esas, cuando fuimos interrumpidos por el llanto de un bebé en la segunda planta, era dos de la mañana, nada extraño, salvo que  ninguna de las tres casas   que nos circundan tenían bebé, y el llanto, claro y fuerte sonó sobre la mesa del comedor donde nos hallábamos.
Temeraria, intenté averiguar  sin éxito, Rodrigo me retuvo con fuerza, impidiéndome subir a  la segunda planta mientras decía: “Lo que sea que se canse”. Cambiamos de tema, celebramos como solemos hacer si estamos noctámbulos, con sendos sándwich de pollo –su preferido- y bebidas en honor a estar juntos y disfrutar del naciente día del amor y la amistad, comentando  que él disfrutaba en ese entonces de amores fugaces, en tanto yo persistía en mis exigencias atentas. Concluimos que lo mejor de todo era estar ahí juntos para festejarnos como pocos lo hacen. No imaginábamos en ese momento que la vida pondría a prueba ese amor y complicidad tornándolo a él en mi Arcángel, asistente, fortaleza, fuente y playa donde encallar mis emociones zozobrantes, en mi papel de dependiente y paciente a lo largo de un tiempo de re-conversión.
Dormí algo y trabajé toda la mañana  mientras, Lucy había preparado el festejo del día en  fhilia,  se antojó pato en punto de amor  e hizo que cancelara mi cita de almuerzo. Celebramos y estaba por  cancelar mi siguiente reunión de las tres, más hice de tripas corazón, abrevié la sobremesa y salí rauda, dejando el celular, la cámara y hasta mi agenda. Me di cuenta de ello en el paradero, estuve a punto de retornar, más la presión por llegar a tiempo y no defraudar a mi joven promesa de genio,   me hizo desistir.
Esperé cinco, diez minutos, ni un colectivo o taxi, decidí hacer conexión y subirme al primer bus que apareciera, craso error no escucharme menos prestar atención a mi voz interior, más adelante volvería muchas veces a este momento en mi etapa de negación y victimización. Era media tarde el bus vacío, casi todos dormitando, para no aburrirme en el trayecto me puse a leer la “Lengua de Santini”. Cuando decido bajarme del bus, recuerdo que el carro estaba detenido y mientras me levanto  miro sin ver, el piso con un terraplén  que iniciaba en la quinta fila de asientos –yo estaba  en la sexta-, cosa extraña porque hasta ese momento era un detalle de los grandes vehículos que se ubican entre la puerta y primera fila.
No recuerdo más, dicen que en situaciones así, suele producirse un shock traumático, yo sólo me veo cogida con la mano derecha, del pasamano derecho a la altura de la quinta fila -donde se iniciaba el desnivel del bus­­-. Y al siguiente segundo, me veo cogida con  la mano derecha, del pasamano detrás del chofer, como en un sueño consciente. Por acto reflejo miro mi pié izquierdo colgando, apenas sostenido por  la piel, cerré los ojos, el  primer pensamiento fue de negación: “Esto no me está pasando a mí”. Abrí los ojos y miro nuevamente mi pie colgado, al mismo tiempo que siento a alguien   sosteniéndome,  simultáneamente emerge mi segundo pensamiento: “¿Qué  estoy haciendo  sin advertirlo,  que debo detenerme  así?”. 
Así es como hace dos años, mis pasos se detuvieron abruptamente  y hoy se desplazan sin la velocidad de ese entonces, tras aquel  accidente de tránsito cuyo detalle recuerdo solo fragmentos,  que suspendió más  de un evento en agenda, mientras fui engullida por aquel dolor  indescriptible, ese que llega sin advertencia. El día del amor se tornó en dolor físico sin precedentes en esta mi existencia, mostrándome  de qué estaba hecho mi cuerpo físico que creí frágil y el modo como eran gobernadas mis emociones por mi mente. Ni un lamento menos una lágrima, en cambio  mil preguntas e innumerables situaciones visualizadas sin mi pie izquierdo.
Miré por tercera vez mi pié  sobre el piso del bus,  fuera de posición como irreal, extraño, inerte. Sólo  mis manos expresaban la intensidad del sufrimiento,  aferradas   a esas manos extraña de los brazos que sostenían mi doliente cuerpo de mujer  rota, más adelante sabría más de la nobleza, solidaridad y civismo de este hombre  joven hasta ese momento extraño que se tornó en mi ángel, algo que deberíamos aprender e imitar si nos encontramos ante un accidente.
Mi espíritu que andaba de vacaciones retornó a  mí, casi simultáneamente con mi conciencia del escenario, acompasada por voces  que clamaban ayuda, vi a otro hombre que se acercó a mi pie herido, cerré por tercera vez mis ojos  y pensé: “Está roto, si algo puede hacer por él será bueno”. Sólo recuerdo la espalda de  alguien con una camisa a cuadros amarillo con negro. Mi ángel me contó al año y medio de los hechos que se trataba de un policía vestido de civil.
El dolor era insoportable, mi ángel trataba de distraerme,    alejar mi mente  del sufrimiento, mientras el cobrador miraba pálido  señalando que los bomberos estaban en camino. Recuerdo la voz distante de una joven mujer preguntándome por un seguro y que debía tener mi tarjeta conmigo. Me volví, la miré sin entenderla, no sé que  vio en mi mirada que se calló al mismo tiempo que un tercer hombre, me decía con celular en mano si quería avisar a alguien. 
Y pensé rápidamente que arruinaría el día de más de una persona, me preocupé por la presión alta de Lucy y mi madre, en Rodrigo que sólo tenía  diecisiete años, en mi hija que acababa de salir de un parto prematuro con alto riesgo, dejé a un lado la predominancia de mi rol del cuidado en un momento extremo,  convenciéndome que debía hablar con mi hija, la había preparado para estas cosas, ella sabía de derechos, seguros y pelearle al sistema, así lo hizo, mediada por su propio estado y el cuidado de mi pequeña Belén.
Hoy sé,  que mi semejante es Lucy, mi hermana, está  hecha a prueba de todo y sobre aquello que no sabe lo aprende acelerado y perfectamente, que puedo contar con ella en altas y bajas, como ella puede hacerlo conmigo. Con ella nuestras diferentes habilidades se complementan, podemos discutir y tener miradas discrepantes sobre un mismo hecho, lo que no nos contrapone sino nos hace pensar más al respecto. Es mi crítica más aguda, pero también quien me anima y sostiene cuando me estanco, en mi caso intento imitarla. De lo que si estamos convencidas ambas es que compartimos, principios, valores, historias, respeto y amor de toda nuestra vida en este tiempo.
El accidente ocurrió poco más de las tres, no sé cuánto tiempo transcurrió hasta ser atendida, sólo sé que fue interminable por lo traumático de mi situación. Antes que los bomberos,  llegó una ambulancia municipal, una mujer joven me colocó el  botín inmovilizador, descendiendo en un punto de mil, mi dolor indescriptible. La madre de mi ángel me pregunto si quería que me acompañara su hijo, yo asentí; él se subió a la ambulancia conmigo, sin dejar de sostener mi mano y animarme. En este punto quiero agradecer expresamente a este ser humano que hace honor al concepto de humanidad.
De él aprendí que todos y todas debemos estar dispuesto a serlo, visualizarnos en una situación de crisis del que seremos testigos en el futuro para detenernos y agotar el apoyo  y acompañamiento hasta asegurar la atención debida,  consecuente con el significado de solidaridad, puesto que somos escasos los que nos detenemos no sólo a auxiliar sino a acompañar a un/a herido/a  sin imaginar lo trascendental que ello puede ser en su vida futura. Si él no hubiera testificado, acompañado  he insistido para superar los vacíos que suelen presentarse -en mi caso  nadie anotó la placa y eso retardó la atención-, sin duda la situación se hubiera complicado más. Lo supe durante mi estadía en la clínica, donde fui testigo de  la diversidad de situaciones inimaginables en que suceden los accidentes de tránsito y el modo en que   las aseguradoras se liberan de determinadas situaciones y secuelas.
Viene a mi recuerdo un hecho de hace muchos años, a la altura de Farmac de la Av. Salaverry, caminábamos varias cuadras con una amiga conversando y un señor adulto mayor venía tras nuestro atento a nuestra conversa. Cuando cruzamos la pista no medimos  la velocidad del auto que vimos antes de Javier Prado,  apresuramos el paso y llegamos a la berma central,  y el señor con menor suerte por un paso detrás,  fue golpeado y lanzado por el auto como tres metros.  Él se levantó y dijo que no pasó nada. Alarmadas detuvimos al auto, -pese a la negativa del señor-,  la responsable del vehículo era una mujer joven que desde un inicio negó su responsabilidad la encaramos y logramos que lo subiera y llevara a emergencia. Nosotras íbamos apresuradas a una reunión,  cuando se fueron, reaccionamos tardíamente,  comentando que debíamos  haberlo acompañado y guardamos incómodo silencio. Ahora soy consciente, que esa es la usual actitud, nos quedamos en el umbral de la solidaridad sin comprometernos por lo urgente.
En el caso de mi accidente, tuve a un ángel que  se hizo cargo de todo. Cuando llegamos a la clínica, me recibió un rostro inexpresivo, interrogándome sobre los hechos, cuando le narré lo mejor que pude. Me miró y dijo: “Ciertamente ha sufrido un gran traumatismo en el tobillo, es lo evidente. No le voy a hacer nada más que colocar una férula,   decidiremos que hacer luego de las radiografías”. Cuando terminó de  colocarme la férula se acercó un interno lo supe por su rostro joven y falta de tino, me miró y dijo: “Mire señora,  en casos como el suyo no queda otra cosa que operar”. En mi mente eso significó inmovilidad y/o pérdida del pie. Me volví hacia  quien sería mi médico principal, hoy mi amigo,  le dije al punto de la histeria que no me operaria. El dijo no me preocupara, que haría aquello  que mostrara la radiografía. Era el hombre número cuatro de ese evento, el que colocaba firmeza a mi reinicio, no fue fácil, me fue diciendo las cosas gota a gota a lo largo de un año y medio  –quien sabe si es una metodología de médico paciente o fue determinado por mi negación inicial a la cirugía-. En el proceso aprendimos uno del otro mutuamente, hoy ocupa un lugar importante en mi corazón y oraciones.
La espera fue una nueva tortura, por dos razones. La primera,  antes que mi familia llegó mi alumno con su madre y padre quienes desanudaron las dificultades, mientras tanto mi joven aprendiz de catorce años en investigación comparativa, se quedaba a mi lado y ante quien me sentía incapaz de  mostrar quebranto.  La  segunda,   mi cuerpo sufriente no había recibido ningún analgésico, mientras el dolor era sostenido,  el cual sólo descendió a las siete de la noche, cuando ingresó la última gota de analgésico en una camilla de internamiento.
Más adelante sabría qué se corresponde con protocolos y tipo de seguro, no voy a quejarme ni victimizarme, tuve mucha suerte a pesar que me tocó el peor seguro, superado con creces por seres excepcionales, desde la corredora que se identificó  conmigo en el quehacer,  orientándome y asistiéndome.  Fui atendida con distinción durante mi internamiento por todo el personal auxiliar y cuidado, adentrándome al estado de la dependencia total. Animada por las compañeras en el dolor y amigas/os que se asomaron. Reconectada  virtualmente por la generosidad de la sabiduría de amigos míos o de mis amigas, sin dejar ni un día la tutoría virtual de un diploma a mi cargo,  junto a la asesoría de tesinas, eso mantuvo mi concentración y fuerza. Asistida y sostenida por mi arcángel mañana, tarde y noche.  Bendecida con el cirujano que me proporcionó el universo, para retornárme la habilidad de sostenerme sobre mis pies luego de tres operaciones. Bien servida y amada por las personas que aliviaron mi dolor y volvieron a darle motricidad a mis pasos, mis mágicas sanadoras y hoy amigas terapeutas del dolor, no menciono a ningunos/as,  porque espero su reacción cuando lean este artículo.
De todo lo vivido aprendí que ante una crisis que te toca, hay otro/a   cerca con uno mayor donde sólo la mutua esperanza y comprensión sostiene. Ciertamente hay varios tipos de seres que llegan a tu vida de formas misteriosas: sólo por un instante, temporadas y toda la vida, pero que todos/as dejan su huella imborrable en ti. Luego de ser tocada por ese magia del amor, dejas de ser la misma en honor a esa energía radiante. Y si tienes como  bendición oportunidad de entretejer lazos, se abre la posibilidad de retornar un ápice de ese significado en sus vidas o sólo ser el elemento catalizador para su propio descubrimiento como sanadoras. Recordar que  requerimos de disponibilidad para ser instrumento cuando nos toque y que nada sucedes por casualidad.
El amanecer del catorce de febrero del dos mil doce, me apené porque mis amigos varones se habían estancado en número a partir del nuevo milenio. Antes de cerrarse el día, Dios y el universo me mostraron que sólo estaban difuminados. Así  que cuidemos con aquello de lo que nos quejamos, puesto que te vienen con creces sólo que no sabes si es a través de goce o sufrimiento, en todo caso es una oportunidad para viajar hacia adentro y re-aprender. A mis amigos varones de la crisis, se han sumado muchos más  durante todo este tiempo, así mismo he recuperado o reconectado con quienes me perdí por los laberintos de la vida,  que me hacen advertir que también en este caso el tiempo vuelve, pueda ser que estemos agotando nuestro tiempo, por cuanto no desperdiciemos,  la oportunidad de contrastar lo que fuimos, soñamos y en que nos transformamos.
Hoy dos años después libero estos recuerdos, para sanar mi espíritu  e intento honrar a quienes a propósito del día D,  de estos hechos, son significativamente importantes en mi vida, permitiéndome afirmar que el catorce de febrero,  no sólo es un día simbólico para celebrar el enamoramiento, alinearse o cuestionar al mercado. Para gran parte de nosotras/os es mucho más, el punto de quiebre para mostrarnos las diversas caras del amor, si estamos atentas/os  y dispuestos/as a tomar la oportunidad de crecer y sumar, en pos de admirar, imitar y hacernos mejores personas. Una oportunidad para ser y hacer de nuestro entorno un lugar de acogida, aprecio y amor.
¡Feliz día del amor en sus diversos rostros!

martes, 8 de enero de 2013

COMPARTIENDO AL CANCER: IN MEMORIAM DE VALOIS Y JACINTO

Cierre e inicio simbólico del tiempo, texto para los balances, pronósticos y parabienes. Ensayé más de uno durante los últimos días del 2012 en formatos varios, primera, segunda y tercera persona, sin lograr conciliar mis diversas miradas que cerraran el texto para compartirlo como suelo hacerlo. Finalmente suspendí esta tarea como aquella del 14 de febrero, optando por responder cada saludo personal de navidad y año nuevo, postergando la reflexión de la amistad, quizás lo concluya y deje fluir en febrero.
Esta primera semana de enero la vivo intensa y concentrada de dolor, que me recoloca en el escenario de las partidas, como el experimentado en Diciembre (2009) del cual queda por registro un artículo en este blog y el  sentimiento que lo inspiró,  hoy que con mayor serenidad. Está más de una fecha cercana, sin embargo fue Mayo del 2007 Junto a Carlos Salazar Peña y Mayo del 2010 durante la partida de Pedro Herrera Herrera, que me sumí   en un silencioso  viaje interno, y mucho más atrás, un tiempo como este -10 de enero de 1996-, donde el cuerpo de papá dejó de ser mediado por la morfina y liberó finalmente a su alma.


En estos días he vuelto a sentir dolor, primero por Valois Vilcapoma -6 de enero 2013- y, esta noche 8 de enero a las 9:00 p.m., con la partida de mi único tío materno Jacinto Herrera Trujillo, el segundo entre cinco sobrevivientes y cuarto en la jerarquía de hermanas/os. Parte para reencontrarse con su esposa tras un tiempo que siempre sintió muy largo –diez y ocho años a punto de cumplirse-, pero que jamás fue suficiente para amainar su amor por ella  o  resignarse a su ausencia, todo lo contrario, esperaba el fin de sus días para estar nuevamente juntos .

Para Valois escribí como reacción primera y colectiva, tratando de digerir el dolor de saber que ya no volvería a verla encarnada:
“Valois querida allí donde te encuentres, se queda conmigo tu sonrisa, gentileza, cariño, ánimo y entusiasmo de siempre, ante mis horarios extensos de lectura o cuando buceaba por los libros aun no disponibles.
Fue tu sabiduría aquella que me hizo comprender la dinámica inadvertida detrás de los anaqueles o a la siniestra del ambiente de la biblioteca de sociales.
Añoro nuestras coincidencias en cierre de largas jornadas invernales donde nuestros pasos acompasados y brazos unidos evitaban que el viento de la avenida central nos elevara.
Confió en que cuando vuelva a caminar en esas condiciones, si bien no me tomarás del brazo, te sentiré en la brisa de la tarde, la fuerza del viento de invierno o quizás en la bruma que suele envolvernos a quienes acostumbramos abandonar el campus cuasi a media noche.
Valois querida jamás pensé que te irías sin volver a verte luego de este largo periodo de detenimiento y pasos lentos que restringió mi desplazamiento al ala norte de la PUCP, tampoco que te irías en tiempos de descanso institucional con discreción como fue siempre tu ser, por eso comparto con las amigas y amigos de tu partida pueda ser que coincidamos en tu despedida “.
Puedo añadir después de haber asimilado el golpe y estado con ella en el tiempo de las despedida, que se fue como vivió amada, celebrada y reconocida por quién era. Rodeada por quienes compartió su vida, a l@s que hoy sin duda nos duele su partida, pero al mismo tiempo se instala en nuestro corazón lo mejor de su recuerdo. Aun estoy conmovida por la afirmación de uno de los hijos que la vida le dio a nombre de de tod@s: “Como todos ustedes saben mi tía fue soltera, pero aquí estamos todos sus sobrinos,  sus hijos, para hacer su voluntad y despedirla…”.
De Jacinto Herrera Trujillo, son escasos los recuerdos de niña y cortos los de adulta. Lo que sé de él es a través de la narrativa de Tía Juana, Margarita y mi madre. Ahora que lo pienso debió ser difícil forjarse una personalidad masculina y mantener armonía parental en medio de matriarcas a toda prueba. Ello explica en parte que la adultez se concentrara en su familia nuclear, para aproximarse a la relación fraternal en la madurez y post viudez. En la narrativa de las hermanas se asoma la imagen del hijo único, engreído por la madre y hermanas, algo contenido por el padre, destino de amor y cuidado parental, retornando a cambio de él una sutil distancia e indiferencia.
En cambio será recordado por ser un hombre profundamente enamorado de su mujer hasta el último de los días de ella (11 enero 1995) y más allá de su presencia corpórea, dispuesto a satisfacer todas sus exigencias con una sonrisa en los labios, al punto que fue su deseo colocaran en su féretro, los vestidos más bellos que aun quedaban de la difunta para que llegara a “la otra vida” con ellos para cambiar aquellos con los que partió.  No sé cómo fue en el papel de padre, sólo sé que a diferencia de muchos andinos de su tiempo no usó la violencia como recurso de formación para sus hijas e hijos, todos se emanciparon jóvenes, sea migrando a la capital de provincia o del país. Pero sé de su ternura con los infantes, viene a mi memoria su canto y baile para entretener con dedicación a mi hermana Lucy de apenas dos años, durante una estadía en casa, será por ello que en los pocos encuentros que tuve con él a lo largo de nuestra vida solía preguntarme sólo por ella "Cómo está niña Lucy", luego por mi madre y padre.
Pueda que los hombres andinos de su época –quien sabe si también los actuales y no andinos- recubrieran sus afectos, vínculos parentales y comunicación, con lenguajes, actitudes y posturas más simbólicas e implícitas que explícitas para dejarlos fluir sólo ante seres preferenciales, no amenazantes o  altamente sensible, como suele ser pareja amada  y l@s niñ@s. Mi tío solía ser discreto con sus gestos y mensajes, a diferencia de las mujeres que todo lo expresan, difunden, confunden, perdonan, olvidan y aman sin esperar retorno.
Valois y Jacinto se fueron de esta vida con pocos días de diferencia, dos seres que nunca se conocieron   se conectaron  en la muerte, enlazados a mi dolor por su partida, haciéndose parte de mi historia sin aun adivinarse. Pero, también compartieron durante sus últimos días la misma fiereza y letalidad que día a día aqueja a más mujeres y hombres en el país y el mundo, me refiero al cáncer. El cáncer, que hasta hoy poco o casi nada se sabe sobre su origen y curación pero sí se tiene mucho registro de sus diversidades, procesos y no discriminación.
Hoy sé, por todo lo que investigué y compartí luego de que partiera mi padre, que el cáncer es una enfermedad a la que tod@s estamos expuestos, somos potenciales candidatos sino portadores, por una y mil razones, pese a su dureza y exigencia puede ser cruel/generoso según como se asuma su presencia en nuestras vidas y en las vidas de aquell@s con quienes está entretejida nuestra vida.
Nuestra actitud ante su presencia, bien  puede  derivar en  la impotencia e incremento de su agresividad, independiente de si la   lucha es fiera para contenerla o rendición total. Está la posibilidad de, asumir el peso de su presencia, tomamos el tiempo que queda para ordenar, disponer y resolver, cerrar pendientes, recanalizar energías obstruidas, disponernos, abrirnos al amor, perdón y esperanza en el terreno que va más allá de la muerte para llegar al fin de nuestra vida en paz y plenitud.
Con papá viví esta experiencia –en dos días serán 17 años de ello- al igual que sus lecciones de valores en mi infancia, hablando de la vida y la muerte metafóricamente volviendo a los cuentos de niña, donde se producía el sincretismo de la religiosidad andino/occidental. Si existiría Shanshamarca (Infierno), allí donde el alma ha de purgar sus culpas hasta gastar sus ojotas de acero. O si habrá que atravesar yawarmayu (rio de sangre) nadando sin saber hacerlo, quién sabe si se logre atravezar descalzo el cashanani (camino de espinas), gracias  al auxilio del fiel perro, quien despejaría las espinas con  la cola, si se ha sido bondadoso en vida con un este animal. O si sería cierto que el purgatorio consistiría en construir todos los días un templo que se derrumbaría a penas culminada la primera misa luego de su construcción.
A veces con posturas más occidentales hablábamos si todos los justos en verdad estarían al lado Dios, y medio en broma él decía: “A mí como santo varón me tocará el lado de San Pedro”, pero nunca tocamos abiertamente, que en verdad se estaba muriendo, al punto que cada capsula de morfina era ingerida por él, pidiendo a Dios que pusiera su mano en ella para curarse.

Si de algo me arrepentí en su momento fue haberme dejado vencer por esa irracional idea que nos hace creer que un enfermo adquiere también incapacidad mental y emocional con la postración, al punto que nos da
derecho a expropiarle su derecho a vivir el tiempo de descuento a su modo y antojo. Este tiempo fue para mi padre ocho meses clavados, tal como pronosticó Ciro Maguiña, mi compañero y amigo, mi médico, mi ángel en ese entonces hoy sin duda de muchos otras personas, quien hizo menos penoso ese trance, por eso y muchas otros gestos estaré en eterna gratitud con él.
Once años después de mi padre, llegó la experiencia con Carlos, produciéndose mi maestría acelerada de relación con un enfermo terminal. Con él sólo tuvimos un mes, así que pese al resquemor del resto hablamos detallada y detenidamente sobre su estado, significado y proceso. Vivimos día y noche, haciendo de ese mes toda una vida, al punto que mi insomnio instalado permitió aliviar las noches a quien le dedicó cada minuto del día, su hermana/madre. Mientras nos reencontrábamos, reconciliábamos, hurgamos en el fondo de cada uno, aceptando aquello que persistía, cambiando aquello que permitía el espíritu e intacto aquello que fue declarado inamovible. Pueda que fueran sus cuarenta años, su modo de haber vivido, nuestra conexión/desconexión lo cierto es que aprendí la lección de mirarle a la enfermedad y la muerte a los ojos, sin que ello signifique que me haya despojado del dolor.
El dolor por humano es un sentimiento que nos recuerda de qué estamos hechos al igual que nuestra finitud. Cercana a él suele asomarse la tristeza, que antes que un sentimiento, es una actitud que suele colarse o asentarse en nuestro ser, dependiendo de cuando sea nuestra necesidad de ella. Algun@s pensamos que estamos preparad@s puesto que somos fuertes, vibrantes como un cascabel que todo lo espanta o imbuidos en aceite donde todo nos resbala. Pero la verdad, no siempre sucede así, yo descubrí que se coló bien al fondo, en algún momento de descuido y se instaló por más de una década,  hasta cuando Rosa Rivero la develó y me apoyo a desprenderme de ella.
Dejé partir a la tristeza cuando asumí que no estaba vacunada contra el dolor y asumí su valor e importancia, la necesidad de expresarlo. Ahora estoy convencida que esta es una buena vía para descubrir la reserva de resistencia que poseemos y de cuanto espacio nos queda para el crecimiento de la voluntad, la fuerza y el alma. Al mismo tiempo que aprendemos día a día a hallar las conexiones para procesarlo y dejar que fluya sin morir en el intento.
Escribir es para mí una de las conexiones, otra encender una vela y orar, por quienes con su partida me recuerdan mi propia finitud, temporalidad, donde cada minuto cuenta para seguir esforzándome en ser mejor persona, sé que esto es más fácil pensarlo, decirlo y escribirlo que hacerlo, pero sé también, que no estoy sola en ese propósito, que los seres de luz de esta y otra dimensiones me acompañan en ese esfuerzo, a cada momento de mi tiempo, adquiriendo las voces y rostros precisos.


lunes, 18 de junio de 2012

REAPRENDIENDO A SER FUENTE Y DESTINO

No es sencillo entender y asumir una situación que abruptamente modifica tu vida cotidiana, primero dices: "esto no me pasa a mí, no puede ser", es el primer estado, la negación. Luego te aferras a pensar que es: "sólo un mal sueño, que pronto despertarás", es la tentación de la fuga al cual los seres humanos recurrimos como mecanismo de protección para mantener el equilibrio emocional.

Sin embargo el mecanismo de defensa cumple un papel efímero, debido a que si se instala y permanece, cruzamos esa línea cuasi impercetible de la enajenación que nos advertía mi profesor de psicopatología, durante el diplomado de psicología, a mediados de los años ochenta.

Cuando te haces consciente que los hechos existen, que debes asumirlo, buscas una explicación, la razón viene en tu auxilio. Y claro, la primera tentación es buscar responsables: el carro, el chofer, el semáforo, el tráfico,  etc. Todos externos a una, es el primer camino fácil por donde transitamos en un momento de crisis.  El segundo pensamiento, para quienes tenemos tatuado en la memoria el sentimiento de culpa, antes de hundirte en la depresión, viene a tu auxilio el olvido, la amnesia temporal, quien sabe si voluntaria, no recuerdas nada hasta el limite con la inconsciencia. 

Algunos(as) lloran se quejan, maldicen hasta transitar al papel de víctima, que justifique su hosquedad, abuso y maltrato de quienes sirven de apoyo, ayuda y literalmente sustitución de la discapacidad. Para mi fortuna, soy poco quejosa y como carezco de experienncia en inmovilidad, todo lo agradezco, mi compañera de día y noche es gracias. 
Y para quienes aprendemos de nuestros errores o situaciones extremas, hacemos uso de nuestra capacidad  de unir, atar, recuperar. De niña era los rompecabezas, como profesional la práctica de deconstruir y reconstruir los hechos permiten hallar las huellas del futuro, allí  es donde surge la esperanza.

En este proceso el sentimiento de dependencia se transforma en compañía, dejando que la experimentes a todo costo. Al cual primero te revelas, luego te incomoda, agota y por momentos se torna doloroso. Cuando todo esto se extingue, como el dolor físico con el que convives, te perdonas y pides perdón.

Agradeces a Dios o los dioses y diosas en quienes crees, por este tiempo lleno de milagros, magia, buenos deseos, amores expresos, gestos elocuentes que escasean cuando no te detienes. Entonces comprendes el sentido de los hechos, el cambio que viene con él y a través suyo. Cobra sentido y contenido la frase “nada sucede por casualidad”, ni más allá de lo que puedes asumir y resolver.

Cuando comprendes que no importa ¿Cómo?, sino que es la nueva situación instalada, es cuando te haces cargo, asumiendo que algo de ti se ha detenido, tomado licencia, se ha dejado escuchar. Es cuando te percatas del papel que venía jugando en tu vida tu perspectiva de la vida y tu propia vida, cuán importante era y es, el modo como ha sido usada y abusada. Es el momento en que te haces consciente de la importancia que tienes tú para ti. Y celebras un compromiso contigo misma(o) por un trato diferente en el futuro. Igual o mayor a aquello que mueve tus días por las(os) otros, llenándote de indignación cuando se trata de una situación de abuso, olvidando que ese abuso lo reproduces sistemática y sostenidamente a esa parte tuya que decidió revelarse, detenerse.

Poco a poco, a medida que transcurre el tiempo, te haces protagonista del nuevo estado, colocas atención a los recursos con que cuentas, las habilidades y capacidades invernantes, las redes construidas, los amores sembrados y los frutos disponibles. Eliges tu mejor sonrisa, te transformas en fuente y destino, estrenas tu disposición, descubriendo no hay dependencia, sólo retorno de buen amor. Te reacomodas, lentamente te haces receptora y fuente de valoración al apoyo, la facilitación, acunas a tuyo doliente, quien pidió licencia y requiere de nuevas fuentes de amor.


Así es como se reaprende, aquello que sucedió hace tanto tiempo que casi se había borrado de tu recuerdo. El modo y tiempo que llevó poner en movimiento cada uno de tus funciones motrices, habilidades, destrezas y capacidades. Cuando valoras cada respiro, movimiento, sensación, pensamiento y sentimiento, descubres cuan mágica es la vida, esa que acostumbramos a recubrir de pretextos. Y te detienes a pensar en las razones por las que siempre has corrido, lo que cuesta detenerte, el modo como dejaste de vivir al tiempo a cambio que te hiciera adicta, cuanto más te eludía más ibas tras él, hasta dejarte arrasar, impidiéndote ser, hacer y estar.

sábado, 20 de junio de 2009

POR QUÉ ARTEMISACAT

Enfermedad y cura, dos principales preocupaciones de la humanidad desde que existe memoria e historia, retando la capacidad humana para no rendirse a los designios del deterioro biológico y los avatares naturales, transformándose en acto de rebeldía humana a su finititud corpórea/natural y al conocimiento del mismo.

El arte de conectar enfermedad/cura, por tanto, será fuente de sabiduría humana que se transforma en poder. El poder proviene del reconocimiento de la enfermedad como algo modificable, que puede ser revertida y no como designio de Dios.

La cura, para ser ejercida necesita que la sanadora o el sanador, esté convencida(o) que la  enfermedad son hechos naturales que afecta al cuerpo, la mente y los sentimientos, ajenos a recompensa o castigo divino. Por cuanto la cura sería un acto humano (de una mujer u hombre) a través de cuyo conocimiento y sabiduría ser recupera la salud, extiende la vida y calidad de la misma.

Acto y arte asociado al conocimiento de la naturaleza, sus bondades y el modo de relacionarse con ella, que pasa por el acercamiento, la obtención y cuidado evitando su depredación como sucedió con las primeras mujeres sanadoras de la historia [1]. En la relación entre las mujeres y la naturaleza, algunas fueron extinguidas como muchas especies naturales, otras han sobrevivido a los avatares de la persecución, desprecio y depredación para persistir hasta nuestros días.

Según Hazletón (2005) [2] curar vendría del arameo asa, vinculado a la idea precursora del concepto cabalístico del tiqqun olam (la curación de los males del mundo), que incluye poder, religión y medicina. Práctica que desde antes de cristo sería un acto fuertemente politizado. La curación, se transformaría con el tiempo en un modo de tener control sobre el cuerpo y sus funciones, transformándose en amenaza del sistema existente especialmente cuando era ejercido por mujeres [3].

En el S. II d.c. el ginecólogo Sorano de Éfeso, registraría una lista de métodos anticonceptivos y abortivos, a través del uso de las plantas. Una de ellas fue el ferula silphitium, descubierta por los griegos al norte de África y extinguida en el S. IV d.c. Otra hierba anticonceptiva era la Artemisa (ajenco o absenta) [4], llamada así en honor de la Diosa Artemisa, que según la mitología griega, además de ser representada como una mujer con roles masculinos, cazadora e independiente, también poseía un atributo principalmente femenino, protectora de la naturaleza, especialmente aquella referida a la reproducción de la especie humana, protegiendo a las mujeres en todo el proceso reproductivo[5].

Históricamente la Artemisa como planta, está asociada a su capacidad de favorecer el proceso reproductivo de las mujeres, proporcionando alivio a los cólicos premenstruales, anticoncepción y parto (Hazletón). De allí que suele atribuirse a las sanadoras que usaban Artemisa,  hechiceras o matronas, poseedoras del conocimiento para aliviar las exigencias del proceso reproductivo, evitar un nacimiento o interrumpirlo [6], mucho antes que se descubriera la píldora anticonceptiva.

La Artemisa como planta, es una de las más nobles, no importa si tiene a favor o en contra tanto la calidad de la tierra como el del agua, suele crecer en suelos pobres y arenosos así como en lugares secos y soleados. Sus pequeñas semillas se ubican generalmente lejos de la fuerza del viento o el recorrido del agua de lluvia. Cuando crece requiere de poco cuidado, por cuanto es fuerte. Florece en verano y se recolecta en otoño, dejándolas secar en lugar sombrío y conservándolas posteriormente en bolsitas herméticas [7] para su uso. En 1890 en Europa, se la llamó el hada verde, porque se descubrió sus poderes embriagadores, siendo preferida por poetas y artistas en sus momentos de inspiración.

Estudios próximos al contemporáneo, le atribuyen condiciones de planta medicinal de la familia de las asteráceas, conocidas por egipcios y heredadas a los griegos, habiendo sido denominada la madre de todas las hierbas en la obra "Tesoro de los pobres" por Maestreo (s.XVI) [8] dadas sus múltiples aplicaciones curativas (ver detalles al respecto en [9]). Así como sus propiedades analgésicos para problemas menstruales, anoréxicos y digestiva [10]. Su importante capacidad de proveer aceites, hace que sea usada en ingrediente como el Wermut (vino blanco aperitivo), nombre que precisamente significa ajenjo en alemán [11].

Durante el siglo XXI, la Organización Mundial de la Salud (2001) recomienda el tratamiento de artemisinina combinada, en países donde la malaria es endémica, a fin de evitar la aparición de parásitos resistentes a esta sustancia natural. El acuerdo entre sectores públicos y privados, junto con la financiación del Fondo Global (organismo internacional creado para luchar contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria) ha permitido la distribución de una terapia combinada basada en la artemisinina en los últimos años [12]. Existen estudios que apuntan a establecer una práctica integral de la medicina, que involucra el reconocimiento y valoración de las diversas culturas en el arte de curar con plantas, por ello reconocen como aporte principal de la cultura china el uso de la Artemisa (Qingashou) cuyas propiedades permitieron superar el paludismo enfermedad endémica en zonas tropicales[13].


Artemisacat es un blog que recupera la imagen simbólica de la práctica humana y bondad de la naturaleza. La sabiduría de mujeres sanadoras, satanizadas, perseguidas y casi extinguidas a partir del siglo XII como brujas y hechiceras [14], simbólicamente subsiste  simbólicamente en la Artemisa como medio de sanación, incluyendo el espíritu de le hereda el nombre.  Es la síntesis del Arte-Conocimiento-Sabiduría-Espiritualidad, que persiste en el tiempo, sobreviviendo a los avatares de prácticas culturales y de poder en sociedades diversas.

Artemisacat intenta ser un tributo simbólico a la producción holística del conocimiento aportando a su condición integral e integradora, desde el testimonio, reflexión, análisis, intercambio y búsqueda de la información, formación y autoformación del conocimiento. Es por tanto, un homenaje a la profundización y expansión del saber, un continuum en la herencia de la sapiensa entre mujeres, desde tiempos inmemoriales.

Artemisacat está asociado al conocimiento y aplicación el arte de curar, dar vida, vivir y decidir sobre su cuerpo, antes que este fuera arrebatado por el poder que hizo del conocimiento -ignorancia  como herramienta de dominación y del poder como mecanismo instaurador del oscurantismo y la ignorancia.

Verano 2004, subida de la Costa Verde a Barranco, Foto: Patricia Doroteo
Artemisacat, nos remite a los orígenes de la desigualdad de género, atribuido a la diferencia biológica, la misma que se transformó en referente de sometimiento y exclusión. Así como al proceso histórico que dividió el mundo de las mujeres y hombres, recluyendo a la primera mitad al espacio privado, invisibilizándola y naturalizado su ausencia del espacio público. Condenándolas a ser ágrafas, desinformadas, sin registro e historia formal. Pese a ello no lograron arrancar nuestra historia y silenciarnos o  menos sabias, nuestra historia está en los bordados, los telares, los platos, nuestro cuento, canto y relato que viajó de generación en generación.

Artemisacat registra el pensamiento de Catalina Salazar Herrera en su condición integral de ser, pensar, hacer, sentir, creer y estar, intentando el registro del sincretismo ancestral e identitaria, de hombres y mujeres que dejaron huellas en la memoria colectiva y personal. 

Sus escritos se provienen de sus aprendizajes y vivencias alimentada por experiencias de encuentro, intercambio y enlace del conocimiento con la práctica. Donde la palabra y memoria  se conjuga con otras diversidades de mujeres y hombres en sus diferentes etapas del ciclo de vida.

Artemisacat, es el intento de graficar, un modo de establecer y construir conexión y diálogo, sea a través del intercambio cotidiano y sostenido, el acompañamiento incidental, el apoyo profesional (presencial o virtual), el reconocimiento de si misma y los/as otros/as en la diferencia. De entretejer en espacios, iniciativas y acciones en favor de contribuir a que este mundo sea acogedor, habitable, noble y cálido
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[1] http://www.lafogata.org/02inter/internacional1/brujas.htm[2] http://www.primeraspaginas.com/capitulo.asp?lib=35
[3]http://webs.uvigo.es/pmayobre/textos/pilar_iglesias_aparicio/tesis_doctoral/cap6_las_mujeres_en_la_historia_del_cuidado_de_la_salud.doc, http://bddoc.csic.es:8080/detalles.html?tabla=docu&bd=HISTORI&id=375184
[6]http://74.125.47.132/search?q=cache:xztW17LycpcJ:www.grupologosula.org/dikaiosyne/art/dik163.pdf+historia+de+mujeres+sanadoras+anticonceptivos&cd=3&hl=es&ct=clnk&gl=pe, http://agendadelasmujeres.com.ar/index2.php?id=3&nota=176[4] La OMS, recomienda al agente activo de la Artemisa, como la mejor opción a largo plazo en el tratamiento de la Malaria.[5] http://es.wikipedia.org/wiki/Artemisa
[7] http://www.panoramacultural.net/Suecia/mPaginas/pSelectRecord.cfm?paginaID=510&categoriaID=45
[8] Maestro Pedro, Julian. Tesoro de pobres, 1644.[9] http://es.wikipedia.org/wiki/Artemisia_absinthium#cite_note-0
[10]http://www.casapia.com/Paginacast/Paginas/Paginasdemenus/MenudeInformaciones/PlantasMedicinales/Artemisa.htm[11] http://www.natureduca.com/med_espec_ajenjo.php
[12] http://e-ciencia.com/blog/noticias/supositorios-de-artemisinina-una-alternativa-como-tratamiento-primario-para-la-malaria-en-zonas-rurales/[13]http://74.125.47.132/search?q=cache:bPaElpKdgxcJ:sisbib.unmsm.edu.pe/bibvirtualdata/libros/2006/ser_medico/cap17.pdf+propiedades+planta+artemisa+oms&cd=25&hl=es&ct=clnk&gl=pe[14]
Montserrat Cabré, Teresa Ortiz (eds.) Sanadoras, Matronas y Médicas en Europa, (Icaria Editorial), 2002.