lunes, 2 de octubre de 2023

RESPUESTAS SOBRE ¿A DÓNDE VAN?

  

Hay días de esos no programados, donde se vive intensamente, sumando decisiones al hilo. Es lo que viví durante 25 horas, incluyendo el momento que decidí compartir una jornada que bien podría ser un thriller cuya cúspide fue toparme con una niña perdida y llegar a casa dentro de un patrullero. 

Mi viaje interprovincial del primero de octubre, está llegando a su fin, de camino a casa veo que Domy, mi amiga cosmetóloga tiene su salón abierto y sólo dos clientes. Me animo a reducir el volumen y los tres colores de mi cabello, puesto que, al blanco y castaño medio, el sol le ha añadido el tono claro de antaño. Puedo con el bicolor, pero me parece mucho el tricolor.

Efecto Mariposa por respuesta

Tenemos tiempo para contarnos de nuestras historias entre no vernos, las ganancias, pérdidas y cambios. Recordamos como hace treinta años peinaba a todas en casa ad portas del matrimonio de mi hermana Lucy, descubriéndonos que hoy, ya somos abuelas. Entre habla y habla, no me percato que cambió mi corte de cabello, en otro tiempo me hubiera frustrado y hasta malogrado mi noche, ahora me veo y digo que no importa, ya volverá a crecer, sin duda esta es una nueva yo. Es noche entrada, nos despedimos cargándonos y encargándonos saludos para nuestras familias

Sigo mi rumbo, al terminar la cuadra, me encuentro con un cuadro de varias personas con rostros alarmados. Me abro camino para continuar, cuando llama mi atención la mirada de un hombre que tiene de la mano a un niño, pregunto: ¿Qué sucede?, él me responde: “Esta niña está perdida y no quiere despegarse de mí”. Varias voces dicen muchas cosas que no escucho, puesto que se alejan.

Le digo: “Si está perdida, llévela a la comisaria que está cerca”, el padre y el niño me mira azorados. Contemplo a la niña de unos 70 centímetros, ojos grandes y cabello negro corto, vestida alegremente como si fuera media mañana de primavera, con polo de manga corta y un globo en la mano, recordándome a mis dos nietas, mientras se mueve nerviosa. Me doy cuenta que el hombre, al igual que las personas que se esfumaron, no quieren involucrarse.

La niña me mira y dice que su casa está muy lejos, que no tiene mamá, la tomo de la mano y pregunto sobre su nombre, ella apenas puede pronunciarlo. En adelante la nombraré Vanessa para protejer su identidad. 

Es grande de tamaño, pero aún muy joven en el lenguaje, no entiendo su media lengua o quizás yo esté sorda con el bendito dolor de oido. Indago su edad y me muestra cuatro dedos. Pregunto por su mamá, vuelve a decir que no tiene, insisto por su papá me dice un nombre.

Animo al señor, “tiene que llevarla con la policía para indicar cómo la halló”, yo lo puedo acompañar para apoyarlo. Cuando menciono policía, Vanessa empieza a llorar. La calmo, le pregunto por qué no quiere a la policía, nos cuenta que la policía le sacó sangre de la cabeza a su tío. Le digo,  “entonces no iremos con el policía, sino con una señora oficial que te llevará con tu mamá”.

Accede, la tomo de la mano y los cuatro vamos camino a la comisaría. Durante el trayecto sigo preguntándole donde estaba, ella dice que estuvo jugando, que quería irse a su casa, pero que es lejos. Hace frío, pero no parece sentirlo, la abrazo. Llegamos a la comisaria, aquella que yo conocía como “comisaría de mujeres”, que nos costó tantas gestiones conseguir. Descubriendo que ya no lo es en nombre, función y hasta composición, sino un centro logístico de la policía.

Al policía de guardia, le pido que llame a una oficial mujer para que se haga cargo de la niña, porque ella teme al policía varón, me dice que no hay ninguna, añade que el señor ni yo podemos irnos hasta que envíen a una patrulla de la comisaría de la Huayrona, seguidamente registran nuestros datos. El niño del señor, que debe tener unos 6 años está inquieto y quiere irse a su casa, el hombre no sabe que hacer, decide llamar a su esposa.

Llega la patrulla, insisto en la necesidad de una mujer policía, me dicen nuevamente que no hay, le digo que la niña teme a los policías hombres y narro nuevamente lo que contó, los dos policías se miran. 

El señor, ya  más calmado explica el punto donde halló a la niña, una avenida grande donde pidió ayuda para cruzar, el parque desde donde supuestamente  podría haber venido estaba lejos del lugar. La niña llora, me abraza y no quiere soltarse, los policías me dicen que debo ir con ella hasta la comisaría que queda a kilómetros. Yo respondo, “sólo si me retornan hasta mi casa”. Los policías están de acuerdo.

En este punto el señor con el niño, ya se han esfumado, subo a la 4x4 negra, Vanessa, sigue aferrada a mí, la acaricio, hablo y la calmo, huele a polvo, sudor y miedo. Pienso en la última vez que me subí a un vehículo similar, un 6 de abril 2001, franqueada con un convoy de tres vehículos de resguardo desde Huari a Suhuas, para resolver las últimas contingencias electorales en el Callejón de Conchucos. Durante el trayecto, cuando estuvimos a la altura de la casa de MamaJuana, no pude resistirme en pedir nos detuviéramos cinco minutos, para abrazarla al igual que este día. El Comandante accedió, ella como siempre la recuerdo toda una matriarca estaba horneando al igual que su amor, me regaló sendas bolsas de pan caliente que todos los soldados y policías devoraron con alegría, mientras comentaban que si hay más casas así se detendrían en cada lugar. Nada es casual todo tienes sentido y contenido, cada acción provoca otra acción.  

Dejo ese recuerdo, cuando el patrullero encendió el vehículo. Le pido por favor, vayamos al parque donde el señor suponía estuvo la niña. La madre, el padre o quien la cuidaba debía estar loca o loco buscándola, imaginando lo peor con tantos niños/as extraviados. Sugiero que si no encontramos a nadie buscándola, vamos a la comisaria. El policía me dice, que depende de mi tiempo, le digo que no hay problema. Vanessa está fundida a mí. Vuelvo preguntar por su mamá, es cuando ella dice un nombre, estoy más tranquila, tiene una madre pero algo pasa entre ellas, que la negó como Pedro hasta tres veces.

Le digo que vamos a ir al parque, que vea por la ventana para que me cuente si es donde estuvo jugando. Cuando llegamos, ella dice: “yo jugaba con juegos”. Vemos luces y juegos mecánicos, allí se desprende y pone en pie, reconoce el lugar, con alegría y seguridad, dice que allí jugaba.

Ya es oscuro, hemos rodeado la tercera parte del parque, se nos acerca un hombre joven pidiendo ayuda al patrullero, porque hay una madre que ha perdido una niña. El policía le pide que llame a la mamá, mientras comenta a su compañero: “seguro ha estado mirando el celular y no a su hija”. Vanessa está inquieta, quiere bajarse, es una niña muy despierta e incontenible me recuerda a Mayu y Puñuy de pequeñas.

Luego de un rato, aparece la madre bañada en llanto, cuenta que fue un minuto de descuido, que tiene tres niños, que la esperemos porque los ha dejado encargados, teme también perderlos. Los policías se miran y me dicen, “señora llámele la atención para que no se vuelva a descuidar”. Les digo tres niños en medio de muchos otros es demasiado y que Vanessa demuestra ser una niña sumamente inquieta, puesto que ya abrió la puerta del carro y se bajó.

Esperamos otros 15 minutos, Vanessa es incontenible, quiere ir a los juegos, aun cuando no ve a su madre. Al final aparece la madre que debe haber bajado al Infierno de Dante una y otra vez en este tiempo. Sigue llorando, la abrazo y tranquilizo. Me besa y agradece, le digo que la halló un señor con su hijo, que no vuelva a salir sola con tres niños a un lugar donde es posible perderlos, que tiene una niña muy saludable e inquieta. En adelante, se ponga de acuerdo con alguien para compartir el cuidado, recordándole que cada día se pierden miles de niñas y niños sin dejar rastro.

Así es como constato, que el rol del cuidado, sigue siendo de un sólo género, desde que somos capaces de cuidar del otro, que no tiene edad, día, ni horario; tampoco cuenta la condición, clase o estado civil; siempre habrá de quien las mujeres nos hagamos cargo, con riesgo que al menor descuido, ser sujeto de sospecha, dolor y sanción social. Hasta cuando aprendamos, enseñemos y compartamos socialmente esta responsabilidad, felizmente son tiempos de cambio.

Al final de esta historia, todas y todos nos sentimos mejor. Valió la pena detenerme y postergar mi sueño, Vanessa halló y retornó con su madre, a quien  le ha retornado el alma. Ambas podrán recuperarse y quizás esta experiencia las proteja de futuros riesgos de perderse. El Patrullero me deja en la puerta de mi casa, todos los que están fuera de la cuadra nos miran, asustados. Es raro que el la policía aparezca sin que lo llamen, y mucho más, que yo, me despida alegremente.

José me abre la puerta, Lucy está angustiada por mi tardanza, mi hija hace fiesta, les cuento y las emociones vuelven a su cauce. Otro es el cuento en mi cuarto, mis dos nietas han tomado mi cama por asalto, una recién convaleciente de un virus no identificado, ergo volveré a cambiar la ropa de cama que ayer mudé. Y rescataré a Mía que ha sido espantada de su reino.

Pero ese ya es otro cuento, sólo diré que mi necesidad de dormir sigue postergándose, el premio al final de la jornada fueron los besos, abrazos, cuentos y engreimientos de mis nietas, el calor de mi familia. Esta madrugada del segundo día de octubre, cuidando de mi madre que aún está lúcida, le cuento sobre su hermana, dice que rezará para que Dios alivie su estado. Entre el ir y venir en su ayuda escribo en compañía y abrigo de Mía, mi hija gatuna que vive a mi ritmo. 

Cierro, enlazando mis cuatro decisiones del primer día de octubre, cuyo milagro unió dos días y tres noches sin agotamiento, nada extraño en si ser y hacer, sólo que antes era de fiesta, viaje y trabajo remunerado. Hoy el universo me permitió, compartir con otras vidas y eventos que fueron entretejiéndose para revelarme parte de la respuesta a una de mis reiteradas interrogantes:

¿A dónde van las niñas y niños cuando se pierden?

Pueda que al igual que esta niña de 4 años a la que he nombrado Vanessa, durante mi narrativa, se encontró por designios del universo con alguien que se ocupe de ella, la calme, movilice la solidaridad, el sistema y la retorne a donde pertenece, esté segura y protegida.  

En caso contrario la niña o niño perdido, primero deambulará, hallándose con muchas  personas indiferentes que apuran el paso, porque ocuparse es invertir su tiempo, priorizando lo "urgente e impostergable" en épocas de inseguridad, profundo egoísmo y mayor infelicidad. Seguramente en estas condiciones una niña o niño perdido se confunda y extravíe más, asustada/o se oculte, sufra un accidente y hasta  muera

Podría ser que la niña o niño, al hallarse en un lugar y momento equivocado, se tope con algún ser monstruoso, quien aprovechando de su miedo e ingenuidad la engañe,  atrape y dañe; haciendo de ella y con ella lo inimaginable.

Lo cierto es que reduciremos estos riesgos, si estamos alertas como padre, madre, hermana, hermano, tía, tío, abuela, abuela, vecina,vecino, advirtiendo más el cuidado de niñas y niños a su ritmo y velocidad. Quizás más de uno de ellas/os haran de este mundo mejor, de aquello que hemos logrado hasta hoy, con tanta violencia, consumismo y egoísmo.

Y cuando nos hallemos con una niña o niño perdido, cada ciudadana y ciudadano, independiente de lo que tengamos entre manos y cómo nos hallemos en primera persona, nos ocupemos solidariamente, teniendo a cambio la recompensa de paz en el alma, habiendo retornado el regalo de amor y sinergia que el universo suele darnos cuando menos lo esperamos.


domingo, 1 de octubre de 2023

LA MAGIA DEL UNIVERSO Y MAMAJUANA

De un tiempo a esta parte, estoy en registro de desgaste, es 2:30 a.m. del domingo primero de octubre y una vez más, mi última molar derecha (47 en número de dentista), eliminó su restauración. Al igual que la impredecibilidad de mis demandas dentales, suelo perder la conciencia del tiempo, en el acto escribo y describo mi estado a mi  actual dentista[1], recibiendo su inmediata respuesta y cita para la mañana. Agradecí al universo vivir estos tiempos sin mediar, día, horario, ni distancia, sólo acceder al canal adecuado hacia el corazón y amor de mi querida amiga Verónica, dos mujeres de distíntas generaciones y ocupaciones, anudadas por la red.

Este primer regalo del universo en madrugada, tiene dos imbricaciones inmediatas: el desgaste personal y desuso social. Sobre lo que es importante reflexionar, porque es parte de nuestra condición humana, más exigente a medida que dejamos de ser jóvenes, en la mayoría sin habernos ocupado desde entonces.

Mi molar en cuestión, tiene historias y so pretexto de ella he vivido “N” aventuras y desventuras con mi sistema bucal. Tras mi primera decisión errónea de adolescente, donde inisistí en la extracción de mi premolar izquierdo, ante el primer dolor, aprendí la importancia de mantener la dentadura.  Al cumplir los 21 años, tiempo donde dicen maduramos racionalmente, decidí invertir mi sueldo de aquel entonces como contadora comercial acertadamente, colocándome tras la primera carie una incrustación de oro que duró hasta el 2008, donde otra carie dio lugar a la restauración con cerámica, de allí a la fecha empezaron mis desgastes, desventuras y aventuras, hoy cuento con una lista de amigas y amigos ligados a la salud bucal.

Soy de esas personas que cuida su salud bucal, así como de quienes han sido o son mi responsabilidad directa o indirecta. Mis pérdidas dentales fueron producto del proceso de aprendizaje en elegir instituciones confiables, buenos profesionales, la evolución de la tecnología y mi propia condición biológica.

Mis fracasos en influir sobre otras personas especialmente adultas, desde mamá hasta mujeres y hombres con quienes realicé educación popular y salud, se deben a la dificultad para modificar hábitos y concepciones de autocuidado. Existe una práctica cultural de salud curativa antes que preventiva, agravado por  la escasez económica, puesto que en el país, el cuidado dental y mental  es uno de los más caros, pero irónicamente cuando esta se produce se limita a lo estético, mercantilizándolo más y frecuentemente en manos de comerciantes todistas, sin especialización ni ética, con honrosas excepciones de quienes son realmente profesionales.

El éxito de la salud bucal, radica en la prevención y oportuna atención como sucedió con mi hija, haciéndome cargo con autoridad, rito e insistencia desde niña, hasta ser superada por ella en su ocupación hacia la perfección personal y familiar. En mis nietas, inculcar el hábito es producto de práctica, juegos, actitud y gesto. Hace poco en una de nuestras conversas, Puñuy enlistaba los “no negociables en su familia”, por curiosidad le pregunté sobre mí, ella respondió en primera, con gesto y palabras: “no soportas que no me lave los dientes”.

Respecto al desuso social de horarios, la simultaneidad del tiempo y reducción de la distancia en la comunicación cuasi los ha difuminado, siendo cuestionable para quienes insistimos en mantener prácticas de urbanidad y convivencia, asociada con nuestro ciclo bio-fisiológico y vital, mientras nos arrastra y arrasa la nueva modalidad de convivencia y tecnologia de la era digital. Sin duda que hay consecuencias de ¿cómo nos impacta?, un tema a investigar. 

En primera persona, ha sido un proceso de aprendizaje constante para no formar parte del museo de dinosaurias/os y responder a nuevos roles que la vida atribuye a veces sin darnos cuenta.

Hasta que se impuso el celular con identificador de contacto, nadie debía llamar por teléfono pasadas las veintidós horas, porque era una falta de respeto. Práctica que fue modificándose primero sólo laboralmente, con mensajes electrónicos y luego voz grabada, que se transformó en registro y constancia desplazando al memorándum especialmente donde no tenía cabida.

Mientras enseñaba a mujeres y hombres profesionales en cursos de especialización continua, tan o más ocupados que yo, aprendí a combinar ambas estrategias, correo con instrucciones y/o material adjunto y luego un mensaje de voz, pidiendo confirmen su recepción, porque pese al adelanto de la tecnología, al principio solía suceder que se “perdía” en la red.

A partir de la segunda década del siglo XX, mis educandos bajo intensa formación me mostraron que en la era digital y la vorágine de la tecnología la comunicación se tornaba ininterrumpida, independiente de aquello se estaba realizando en cada momento del día, a través del mensaje escrito.

Se trataba de profesionales entre 23 y 30 años que estudiaban simultáneamente dos posgrados y más de un idioma entre 14 y 16 horas x 7 días a la semana[2]: una segunda especialización y otra maestría,  siendo mi labor asegurar conclusión exitosa con dos productos adecuados/distinguidos  que les permitiría graduarse en ambas especialidades y acceder por mérito al escalafón correspondiente[3], en este contexto, nuestra comunicación debía ser constante y efectiva. 

Si bien el abuso de esta práctica donde no se produce un beneficio simultáneo y mutuo acuerdo, sino la imposición del poder a modo de control, requiere hoy cerrar la comunicación para tener el espacio de recuperación de la fuerza social en el trabajo asalariado. La apertura entre quienes existe mutua correspondencia es una maravilla, todo depende de qué y quienes requieren comunicación inmediata.

Esta madrugada, también descubrí que no soy la única persona que se devela, resolviendo problemas tal cómo se presentan, en el menor tiempo real. Lo hacen muchas mujeres y hombres, debido a las nuevas condiciones y herramientas. En mi caso de emergencia, debo incluir como valor agregado la construcción de relaciones con aprecio, disposición y amor, fuera del sistema de salud pública. Dios bendiga y el universo retribuya a las personas que combina profesionalidad con humanidad y amor.

Cuidado amoroso que bendice

Me despido de Verónica, aliviada mientras ella a pesar de su propia presión física, acepta sumar en su hacer a una paciente no programada, la bendigo, abrazo y alejo para retornar a casa y cubrir mi ciclo vital de dormir, para dejar que mi cuerpo recupere fuerzas.

Mientras camino, veo que la mañana aun es joven, el sol brilla al punto de quitarme la casaca y pienso en las veces que he postergado ver a MamaJuana, por esta nueva dinámica de vida invertida. Recuerdo su risa, cuento, canto y poder. ¡Necesito verla!. Cambio de rumbo, compro mi refrigerio al igual que algo para ella y Nelva, su ángel cuidadora de este tiempo. Daré una sorpresa a ambas, imagino deben estar solas en domingo, donde Brigite y su madre se disfrutarán mutuamente por algún lado.

En el trayecto entre la mar y el aeropuerto, descubro que los edificios educativos de formación superior se han multiplicado, la educación sigue siendo una mercancía rentable. Pienso que es tiempo de embarcarme en proporcionar formación virtual en planificación, investigación, género, políticas, elaboración de proyectos y tesis, pero sobre todo ética profesional. Pueda que así, contribuya en evitar que este gobierno y congreso, anule definitivamente la oportunidad de crecer profesionalmente a las nuevas generaciones.  

Como en los viejos tiempos, he llegado a mi destino sin anunciarme. Algo así como intervención inopinada de Trabajo Social, felizmente que no soy yo la sorprendida, sino que sorprendo en parte a mi sobrina y primas, están en casa todas las mujeres de tres generaciones, el festejo fue la noche previa, así que comparto la resaca con la bella juventud y hermandad.  

MamaJuana está en su cuarto, pidiendo a Nelva “Waqtallaman puñucamuy” (duérmete a mi espalda), ella se acerca al oído y le cuenta que Catalina la hija de su hermana Dominga la ha venido a visitarla, ella responde “Mi pishgu chaqui” (mi pie de pajarito), mientras levanta la mirada.

Me recuerda, reconoce y nombra, eso es bueno, está en su momento de lucidez. Acercándome lleno de besos a ese rostro tan suave que ha perdido el bronceado andino y enérgico que solía tener y todxs temían en la comarca. Es tan blanco y delicado como el de mi madre, se parecen tanto en el corte de cara, la nariz, los labios, diferenciándose sólo por más y menos arrugas testigos del tiempo que han vivido y bebido.

Con sus 101 años, MamaJuana está dando la batalla siendo ocupación, calor y compañía. Su cuerpo y rostro empequeñecido se siente, sabe y huele a bebé, producto del buen amor y cuidado de Nelva. La acaricio mientras celebro verla tras tanto tiempo. Es hora de su papilla de frutas, mientras yo desfallezco por mi propio metabolismo, aprovecho para hacerme una ensalada de frutas con mi lonchera improvisada, a la par que nos ponemos al día con Nelva, al rato su hermana se suma, mientras Brigit se va a trabajar, una mujer más al cuidado de los demás, puesto que ella es fisioterapista en ESSALUD. 

Con todo lo compartido y conversado, me voy tras una visita médica como dicen Arista y Nelva. Cargando al aroma del amor bebido, el recuerdo de la maestría de Nelva para cuidar, alimentar y comunicarse con MamaJuana, hay que tener pasta para ello y sapiensa. Es la segunda persona que en este día me alecciona sobre el cuidado de otro ser humano con calor y amor, mostrando cómo la vida las ha ido especializando a cada una sea como carrera y/o práctica. En caso de Nelva, primero fue el padre que vivió mucho tiempo con sólo una parte del corazón en función, luego la madre hasta cuasi la edad de mi madre y por los designios del universo hoy con la tía mayor.

A ella no puedo decirle como a otras mujeres que su hacer será ejemplo y reciprocidad de sus hijxs, porque ella decidió prescindir de ello. Pero en cambio, estoy segura que el universo será muy generoso, retornándole setenta veces siete, todo lo que da con desprendimiento, que sin duda saldará con creces todos sus pendientes humanos, como sucede pocas veces con quienes tienen una filosofía y práctica profundamente individualista y le huyen al cuidado de otro ser humano.