sábado, 23 de julio de 2016

CRÓNICA DE UN DÍA, TRAS VEINTE Y CUATRO AÑOS

http://diariocorreo.pe/politica/indira-huilca-afirma-
que-no-tiene-nada-personal-contra-kenji-fujimori-686758/
Era un viernes como hoy, salí temprano de casa, hacia mi rutina de aeróbicos y de allí,  a mi jornada laboral, nominalmente establecida de ocho a cinco de la tarde, pero realmente se iniciaba a las diez y culminaba a la diez de la noche. Y de ser próximo a un evento distrital, fin de semana o vacaciones, cerraba entre la una y tres de la madrugada, no me dejará mentir mi jefa mayor, con quien nos sorprendíamos mutuamente, inquiriéndonos una a otra porqué no estábamos con nuestros hijas(os). 

Recuerdo los últimos tiempos, donde la mística se trocó por el oportunismo, la directora verificaba asistencia y puntualidad en las oficinas de los tres edificios. Y cuando ella salía de mi oficina vacía, yo llegaba con las huellas del deporte en el cuerpo, la  saludaba y punto, muchos me odiaban por “mis tardanzas”, pero ambas sabíamos que era fiel de la balanza. Sin embargo, la mejor testigo de mis horarios fue siempre Gloria M., a quien gané como amiga sobre la desconfianza y el gesto adusto, además de mi irreverencia, compartiendo espacios laborales noctámbulos y viajes de retorno a casa por  la misma ruta.

Fueron tiempos donde me movía en la inestable cuerda del desarrollo, la promoción, política operativa, sobrevivencia, organización de mujeres y la militancia social. Aplicando esa herencia de mi credo religioso, ser levadura en la masa. Tensada una y otra vez con mi temperamento de liderazgo indoblegable. Mi intervención profesional, racional, lógica, estratégica, objetiva e inagotablemente inquieta y creativa.

Ilusa de mí, creyéndome que tenía el control de las variables de intervención que poco cuentan o no cuentan para nada, en el trabajo de promoción para la actuación de otros seres y sus historias. Si acaso no fuera suficiente estaba el contexto social, impregnado en todo ese tiempo por el conflicto político dentro del país, donde el terror se hizo parte de nuestras vidas, colándose por todos los lados.

Ahora con la claridad que proporciona la distancia del tiempo, comprendo que nuestro hacer en la promoción social, sólo fue una micra de influencia en las vidas de mujeres y hombre, pero en aquel tiempo me creía el cuento que de mi trabajo dependía todo, cuanto más me esforzara y entregara, influiría incalculablemente en sus acciones individuales y colectivas.

El contexto de la cobertura de mi trabajo, en aquel tiempo estuvo compuesto por las secuelas de la división distrital de San Martín de Porres, uno de los tres más importantes de Lima, no tanto por su extensión, sino por la consolidada población electoral izquierdista. Una de las últimas medidas del gobierno aprista cerrando su primer gobierno desastroso, fue el golpe certero al bastión izquierdista del ala norte de Lima a través de la creación del distrito de Los Olivos, el 6 de abril de 1989 (Ley 25017), pero sin acierto porque el APRA jamás se consolido en nuevo distrito  ni San Martín,   como lo mostraría la historia, trabajó para el fujimorismo o neofujimorismo.
https://encrypted-tbn3.gstatic.com/images?
q=tbn:ANd9GcSAP3C7bbakdLM_OkdIS5F5pj
FLhnrf_2bdW_ENU1SvwCyKYzrrcQ
Los Olivos, nació de una estrategia política, sin criterio territorial coherente con una nueva  administración y gestión local, menos aún geográficos. Durante los primeros años generó conflictos de pertenencia y pertinencia poblacional re-posicionándose viejos conflictos limítrofes con los distritos vecinos,  superados por la práctica y fortaleza del distrito cercenado. Zonas aisladas como Naranjal e Infantas donde se hallaban las poblaciones de trabajo, además de Cueto Fernandini, Confraternidad y Chillón, cuya problemática se complejizaba con los efectos del fujishock que había profundizado la pobreza en familias de mayor vulnerabilidad y la pobreza en la clase asalariada al igual que la clase media baja. A ello se sumaba el golpe a líderes y sus familiares, con los despidos masivos gracias a la fragmentación sindical y el "fracaso"   de algunas empresas, la cereza de la torta de un ambiente volátil fue  que las zonas periféricas de Lima quedaron atrapados en más de un frente armado: Sendero Luminoso, Rodrigo Franco y el Grupo Colina, desde inicios de los noventa.

Me parece ayer, cuando salí del A.H. Santa Rosa y Cuento Fernandini, tras visitar los comedores populares y conversar con Julia F. Una vez más a travesé el Conjunto Habitacional Cueto Fernandini por sus hermosos pasajes franqueados de jardines. Tras el fujishock, estaban igualados en necesidad con los asentamientos humanos vecinos, incrementado sus comités del vaso de leche y comedores, a nivel distrital de 70 en agosto de 1990, superaban los 150 a diciembre de 1992[1], uno de aquellos comedores era Martha Flores y me dirigí allí. En el camino me detuvo Julia R., quien me dijo: “Katy ¿No te has enterado?, temprano han atacado la casa de Martha y parece que mataron a Pedro”. 

Hablamos mucho, nos abrazamos y sentimos al espectro de la muerte cerca. Sentí que me movía el piso, creí que no se atreverían, creí a pesar de todo que las mujeres de sectores populares estarían a salvo. Ciertamente habían matado en febrero a María Elena Moyano, pero como las mismas mujeres líderes decían, la mataron cuando no era dirigente sino mujer de partido y autoridad política[2] y su partido la confrontó con Sendero, luego la dejó sola. Hasta entonces no se habían metido con las dirigentes, salvo amenazas y  atentados a líderes, que por esa misma característica era puesto en duda, Sendero Luminoso atacaba a matar, en ese momento todo era  pardo  y oscuro, nada era claro. Estaban por todos lados pero no había pasado nada.

Recordé y recuerdo, que luego de una jornada de recorrido zonal con Agustina A., en el Proyecto Confraternidad un hombre, detuvo la camioneta, nos preguntó que buscábamos y al saber que estábamos visitando comedores para mapearlos y establecer su cobertura, dijo que nos escoltaría a cada comedor para mostrarnos su existencia, así lo hizo desde una distancia de cien metros, donde descubrimos que no existían visos de actividad alguna pero el aseguraba su funcionamiento, que por su puesto no discutimos, sólo nos miramos con Agustina.

Cuando nos abordó alcancé a ver sus ojos pequeños inexpresivos, al subir a la camioneta como copiloto dejó ver una pistola en la cintura. Y cuando nos  despidió en los límites  del asentamiento, señaló que podíamos volver cuantas veces quisiéramos siempre que fuéramos nosotras y coordináramos con ellos, preguntamos cómo, respondió que siempre estarían vigilantes. Lo observé con detenimiento, era pequeño, común y corriente, no mayor a 20 años, sin nada que lo distinga, sin nada que lo diferencie, salvo la voz firme, casi mordiendo las palabras y ese brillo en los ojos.

Claro que informé a la institución de lo sucedido, ergo me quitaron movilidad, así que debía ir y salir de la zona en servicio público, escaso por aquel tiempo. ¿Todavía me pregunto por qué lo hice? ¿Por qué no salí despavorida? Iba y volvía en micro, no olvidaré aquellos tiempos, enterrada de polvo en una zona que hasta su invasión había sido tierra de cultivo, cargando el libro de Gorriti sobre Sendero, como era usual leía en los trayectos largos.

Un día de esos, una señora me saludó de lejos a gritos y efusivamente, se me acercó y entre que me abrazaba, susurró al oído: “No voltee ni tengas miedo, le vienen siguiendo los compañeros”. Juntas entramo al local, tras nuestro cuatro hombres, era la asamblea preparatoria del primer encuentro de del CECOPA en el A.H. San Martín parte del proyecto Confraternidad, los cuatro hombres se me acercaron al cerrar la sesión, diciendo que no temiera nada porque mi trabajo era transparente. En septiembre del 1991, se llevo a cabo la elección democrática de cada comedor de base, a sus representantes como dirigentes de la primera Junta Directiva del CECOPA que terminó entrada la noche.

Dos horas después que nos habían embarcado junto a Vilma L.,  Presidenta  de la Comisión Organizadora en ese proceso, mataron al esposo de la presidenta del Comité Electoral que vivía y era dirigenta en la zona, colocando un cartel sobre él como traidor. Aún allí pensamos que no era la dirigente, sino su esposo.

Ese viernes 18 de diciembre de 1992,  a las cinco de la tarde, me convencí que nada ni nadie estaba a salvo, ahora había tocado a Martha Flores y Pedro Huilca[3]. Por ningún lado estábamos a salvo. Durante el velorio quedó claro que no fue Sendero Luminoso ni el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, Martha,  su hija e hijo los vieron  con claridad, habían sido hombres y mujeres de porte militar, mas adelante sabríamos que fue el Grupo Colina, percepción y verdad que se abriría a la luz tras largos años[4].

 “No es sendero ni el MRTA, esa no es la mano que ha matado a Pedro Huilca, es el gobierno hambreador de Fujimori que ha mandado a sus sicarios a quitarle la vida a mi  esposo”, expresa con furia Marta con el puño derecho en alto y aferrada al pantalón del asesinado. “Los asesinos de Pedro fueron ocho, yo sé cómo son, dos de ellos son mujeres que bajaron de dos carros armados de metralletas y que dispararon contra nosotros. Algunos vestían botas y chompas negras. Otra ropa común y corriente. No estaban encapuchados. Así no mata Sendero ni el MRTA. Ha sido Fujimori y su gobierno hambreador. Repite la esposa de Huilca gritando. “Y ha sido Fujimori porque siempre creyó que Pedro fue amigo de Alan García y pactó con Belaúnde, cuando lo que él quería era la mejora de los obreros de la construcción civil. Yo me he cansado de pedir protección y nunca se la dieron. Prefieren custodiar a los ladrones y no a los hombres honrados que sacan la cara por los humildes.” En estos instantes interrumpe su declaración y señala que no hay que creer en Fujimori porque traicionó las esperanzas de los trabajadores” (Martha Flores Citado en OEA-CIDH, 2004, 16).

Hace 24 años fue asesinado Pedro Huilca, en tanto  Indira Isabel Huilca Flores, sólo tenía 4 años, dicen que los niños no entienden, pero esa pequeña niña entendió el peso de la herencia de su linaje, el compromiso social de su padre, la fuerza de su madre para salir a flote sacando fuerza de su dolor y la esperanza de un pueblo.  

Hace 24 años Kenji Miyasawa Fujimori Higushi, tenía 12 años, ingresando a la pubertad aprendía de su padre no las artes orientales, sino las prácticas de hacerse del poder, a través de la dádiva, el clientelaje y engaño. Sin dejar  sus fantasías en sus ratos libres como danzante,  su perro puñete y filmando la calva de su tío Vladimiro. Sin duda pese a triplicar en edad a Indira, fue menos consciente que se iniciaba su  carrera como último emperador,  trepado en el helicóptero presidencial y jugado con el resguardo del padre.

Luego de 24 años hoy Indira y Kenji, e  estuvieron frente a frente, él ungido del poder con el que lo bendice la desmemoria de un sector de la población (1.74% de 18'751,264) y ella, ungida de la esperanza de otro sector (0.15%) y con plena memoria de lo vivido, para recolocarlo en el centro del rito. Él le ha tomado juramento por Dios y la patria, y ella, ha jurado por la memoria del padre y las víctimas de un poder que se creyó intocable.

Junto con Indira y kenji, hay mujeres y hombres jóvenes en cada partido que conforma el poder legislativo, unos con los aprendizajes de la herencia política de sus grupos partidarios, para ser mas de lo mismo. Es el caso de Luciana León y el propio Kenji Fujimori, ambos parte de dos grupos políticos que en el discurso se aleja, pero que en la práctica han adecuado  a sus interese, convivencia y cooperación. Y están los que ingresan al poder legislativo por primera vez,  queriendo hacer la diferencia. 

Indira ha llegado al poder legislativo en las filas de una izquierda con nuevos y viejos líderes, esa misma izquierda que respaldó, creyó y se desencantó de Fujimori. Su fuerza, convicción y desempeño dará cuentas  si con su aporte, el gremio de construcción civil recupere la dinámica y fuerza que tuvo con su padre. Y si su entereza y visión de juventud puede renovar la práctica política de la izquierda. Ha empezado bien, tiene en este momento concentrada la atención de la prensa y a mí me provocó este escrito.




[1] Registrados en la central de comedores autogestionarios del Distrito de Los Olivos (CECOPA)
[2] Burt, Jo-Marie. Los usos y abusos de la memoria de María Elena Moyano. George
Mason. En A Contra Correinte, Vol. 7, No. 2, Winter 2010, pp.165-209. Recuperado de: University https://www.ncsu.edu/acontracorriente/winter_10/articles/Burt.pdf
[3] El Asesinato de Pedro Huilca o por qué debemos recordar a este hombre al menos con un monumento En coypasteilustrado.útero.pe, miércoles, 1 abril 2015https://www.facebook.com/sharer/sharer.php?s=100&p[url]=https://www.facebook.com/utero&p[title]=undefined&p[summary]=undefined&p[images][0]=undefined
[4] OEA-CIDH (2004). Demanda en el caso de Pedro Huilca Tecse (Caso 11.768) contra la República de Perú, 12 de marzo de 2004 Washintong: Organización de los Estados Americanos. Comisión Interamericana de Derechos Humanos. ttp://www.cidh.oas.org/pdf%20files/2004%20VOLUMEN%20I%20SPANISH.pdf