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martes, 19 de diciembre de 2023

IN MEMORIAN JUANA HERRERA TRUJILLO: MAMAJUANA

Chaquinani de Cementerio a Pomacancha
Has partido Juana Herrera Trujillo, a las dos de la madrugada de este Jueves 14 de diciembre 2023, en Lima la gris y sin garúa, transitando por un segundo año para sumar a tu siglo de vida, al encuentro con tu Dios, con quien mantuviste un pacto especial, asida de tu fe, la mirada y vela de tu hijo e hija, las oraciones de tu cuidadora y los nervios como el celular encendido de quienes te acompañaron en tu partida. 

En esa nueva dimensión, te acogerán los amores que te esperan y tú deseaste tanto. Tu tránsito fue acompañada y rodeada de amor en tu lecho, como tantas veces tú lo hiciste con quienes antecedieron. A unos(as) sosteniendo sus manos misericordiosamente, animándolas a superar su temor para “pasar de esta a otra vida”. Aquellos(as) que no lograban desprenderse de su apego a la tierra, sus posesiones y aceptación de su finitud, orabas en silencio, mientras aliviabas su sufrimiento con tu magia. A quienes, pese a tus esfuerzos y amor, debías dejar partir, bañada en llanto, orabas por su alma de rodillas, asida de tu fe, amor y esperanza de hallarlos en esa “otra vida”, acallando el dolor devoraba tus entrañas.

Camino de Capilla Jirka 
Eras magnífica en tu andar, hacer, parlamento, ironía y reír al mundo. Permitiendo que ese dolor profundo, aflorara de tanto en tanto, en noches de cuentos y encantos, días de acopio de plantas mágicas cuyos poderes y nombres sólo tú conocías. Y en tardes de recogimiento donde te despojabas el sombrero, cruzabas las manos y agradecía por un día más, tus ojos se tornaban brillantes por un instante, recordado a tus difuntas(os) siendo quizás los más dolorosos tu hija “Allma” (2004) y “Capulina” (2010.

Siempre me asombró tu modo de transitar por la vida y encuentro de cara con la muerte, dialogar y contarlo. Cuando era adolescente, eras mi tía mágica, sin miedo y poderosa; pasabas de la narrativa del día, al cuento de tu último avistar o encuentro con espectros, sea al atardecer, la noche previa o sólo hace unos minutos.

A veces con “un alma en pena” de quién había muerto y aún andaba tras sus pendientes, a él o ella no los interrumpías, te santiguabas y dedicabas una oración para que encuentre su camino a la luz. Cuando se trataba de un alma que “andaba recogiendo sus pasos, porque pronto partiría”, cargabas con tu fe y sabiduría para acompañar su tránsito y animar a la familia doliente, advirtiendo del tiempo que tenían para prepararse con sólo con tocar la muñeca del moribundo(a).

Coherente con tu ser y hacer, en tu trato con la vida y la muerte, reeditaste la preparación de tu hermana Mayor Francisca, para recibir con respeto, dignidad y suntuosidad a la muerte tras una vida tomada, aquella que nunca te regaló nada, por lo que le arrebataste cada parte de ella con coraje, decisión y perseverancia.

Tras el entierro de “capulina” (Pedro), nos quedamos solas cuando todas(os) retornaron a lo suyo, ese fue el tiempo donde ambas pudimos vivirnos en conciencia e intimidad profunda, de diálogo, escucha y comprensión, enjugando nuestros dolores, animando nuestro ser, sentir, vivir, pensar, querer, saber y asumir nuestra finitud.

Pudimos sintonizar entre tus 88 y mis 52 años nuestra forma de concebir la vida/muerte de la condición humana. Cuando te conté que solía asombrar o asustar en estos temas a mis interlocutores, afirmando que: “He vivido a mi manera y estoy satisfecha, no me arrepiento de nada, porque he tratado de ser coherente cada día de mi vida, de modo que, si la muerte se asomara en cualquier momento no le pediría ni un minuto adicional, sólo que fuera piadosa”.

Tú me miraste profundo, tomaste mi mano y dijiste “Hay Pichu Chanca, desde cuando naciste con siete meses, luego te salvaste con mis remedios de morir a las dos semanas de esa infección estomacal. Hasta te bautizamos de emergencia en la prelatura de Huari, con mi cuñada Deufilia Peña Espinoza como tu madrina, envuelta en una tela de colores, que compró de la única tienda en ese tiempo. Y cuando te fuiste a tierras extrañas, con pocos meses pegada al pecho de tu madre, supe que vivirías y serías fuerte, nada te tendría, porque siendo tan pequeña habías vencido a la muerte, fuiste a la escuela y te has hecho más sabía que todas en esta vida”.

Luego te quedaste en silencio, mirando tus maíces que crecían erguidos como tú. Respeté ese momento porque sentí que mirabas hacia adentro, en tanto yo recordaba que era la misma historia, que mi madre me contó desde niña cuando me ponía en riesgo por ‘traviesa, incansable y caerme tanto’, pero esta vez en voz de la actriz que sembró su fuerza y fe en mí. Tu voz volvió a sonar y añadiste: “Hija es bueno que estés preparada ante la muerte, pero no la desees, porque parece que cuando es así se tarda más. Desde que murió Allma le he pedido a Dios que me lleve con ella, he preparado todo y no sucede. Sabes que mi cajón lo he prestado tantas veces a quienes se van antes, y sigo estando aquí, hasta que papa Dios lo decida”.

En aquel tiempo, me mostraste tu alma para admirar no sólo tu espera, sino esa capacidad de prepararte espiritual, material y conscientemente que permitió comprobar mis lecturas y conocimiento de la cultura andina en mi quehacer por el país (sobre los ritos de muerte en el mundo andino escribí en este mismo blog en el siguiente enlace[1]).

Cuando murió tu hija Allma, creíste que no soportarías el dolor, porque sentías que tus entrañas estallaban y una parte de tu alma se iba con ella. Con desesperación rogaste a Dios se apiade de tu sufrimiento, esperando que así sea compraste tu féretro, mortaja y dispusiste los animales que se sacrificarían para dar de comer y beber a quienes te acompañarían. Esperando que todo el Callejón de Conchucos acudiría a despedirte, eran más de 200 ahijadas(os) de nacimiento por tu hacer de partera sin incluir, madrinazgo de bautizos, matrimonios, confirmaciones y a quienes arrebataste de las manos de la muerte tanto niñas(os), mujeres y hombres, sin discriminar animales.

Tumba de Allma (Armandina)
Tumba Capulina (Pedro )
















Cuando fuimos a visitar la tumba de Capulina y Allma, trepaste el muro que lo circulaba como si tuvieras 20 años, mostrándome el terreno donde elegiste tu tumba, al lado de tu hija. Allí me pediste que cuando fallecieras, viajara nuevamente para bañarte, vestirte y asegurar que enterraran en ese lugar, te dije entonces cuasi premonitoriamente “con papá Félix, descubrí que temo al frío de la muerte, no podría bañarte. Siendo planificadora entre otras cosas de mi trabajo, mi vida futura es un albur, de estar en mis manos como esta vez, volveré para hacer que tus deseos se cumplan, recorrer tus pasos y los míos durante un tiempo similar”.  

En tu banca de descanso para el caminante
Retornando a tu casa me mostraste tu mortaja, mencionaste el nombre de la familia que debía retornarte el cajón (féretro) prestado, las cosas que querías te acompañen en él, porque considerabas por qué eran “necesarias para la otra vida”. Recuerdo tus palabras como si fuera ayer: “Hija cada noche y amanecer agradezco a Dios por lo vivido, pido por mis hijos y su misericordia para que me recoja en mi casa, caminando, acompañada de la gente que me quiere y respeta. No quiero ir a ningún otro lugar, he conocido otras tierras antes que todos los de aquí y el corazón de la gente. Yo decidí quedarme cuidando lo que es nuestro, sirviendo a Dios y haciendo valer la justicia”.

Atardecer desde de Huamantanga
Ese nuestro día de peregrinas, se hizo tarde y nos alcanzó la noche, mientras reviviste los lugares a donde viajaste, viviste, cómo te iniciaste en medicina tradicional en LLamellín, uniendo el saber de tu madre, abuela y propio. Cómo venciste la afrenta de bruja desde tu propia familia cuando te hacías sabia, hasta hacerte la sanadora del Callejón de Conchucos y su partera.

Viajaste por todo el Callejón de Conchucos desde Huari a Sihuas, de Chavín a Huaraz y Chimbote, para ti fue ampliar tu territorio y la variedad de su belleza, pero igual de pobre y olvidado.

En Barranca te enamoraste nuevamente del amor, descubriste otras posibilidades de vida y las ventajas del idioma español, los trabajos temporales en la Fábrica San José, los campos de Pativilca y Medio Mundo, la pesca en Supe y Huacho. De Caral tomaste el ganado caprino, para mejorar los que había en tu pueblo.

Fue Lima de los 40 del siglo XX que cerró tu aventura migratoria y decidiste retornar y quedarte en tu pueblo. Lima la horrible, te mostró, que no era para ti, vivir entre paredes de 120 m2, ser sierva uniformada para distinguirte de un igual; ganar con esfuerzo un sueldo mensual que desaparecía en dos días, comprar por kilos los alimentos con precios según tu cara y color, ser burla del acento andino, fustigándote a dominar el castellano, pero abrazar más el quechua.

Fuente: Anselmo Reynoso Herrera
Retornaste a tu pueblo con nuevas herramientas para tu hacer y moverte entre el mundo hispano y quechua, recuperar tu aplicación de la justicia ancestral, comunitaria y tu mano hecha ley. Rechazaste así doblar la cerviz, porque tu alma rebelde no te permitió someterte a un trabajo servil, de explotación y discriminación, pero sobre todo cortar la libertad y horizonte de tu alma, en tierras extrañas.

Ennumeraste tus múltiples oficios, cómo te hiciste comerciante, tejedora de sombrero, telar, ganchillo y palitos, mientras me heredabas el crochet que guardabas de mi madre, porque el resto que pasó a ser propiedad de Allma, lo quemaste creyendo que así exorcizarías el dolor de su muerte.

Fuente: Anselmo Reynoso Herrera

Me narraste de cómo aprendiste a amar el trabajo e imponerlo a los tuyos y extraños, a veces siendo incomprendida. Cómo te hiciste la mejor agricultora, abrazaste y defendiste con amor la herencia de tu padre y madre. Cómo te hiciste ganadera, productora y trasformadora de alimento y el cuidado de animales menores. La gran panadera, chichera, cocinera y sanadora. Como curandera y partera, distnguías cuándo ayudar y recomendar el traslado hacia la posta u hospital a dos horas de distancia. Siendo reconocida en tu trabajo comunitario por instituciones públicas, privadas y religiosas.

Nos asomamos a tus amores, cómo los elegiste, conquistaste y los sacaste de tu vida. Tus aciertos y desaciertos como madre de tus hijas(os) y aquellos otro(as) elegidos, sus parejas, sus hijos(as). Y las razones por las que te quedaste, como matriarca amada y temida de Huamantanga, aún me parece escucharte alto y fuerte mostándome tus manos: “Con estas manos he labrado la tierra, sin necesidad de un hombre que me ayude, con ellas he recibido con vida a un nuevo ser, así como he hecho justicia contra todo hombre malo, abusador y ruin. Ellos han probado esta mano negra, incluso delante del Juez, claro que con respeto a la autoridad. Antes de pegar al sinvergüenza de turno, le decía «Con su permiso y perdón señor juez». Con estas mismas manos que he hecho justicia, le pido a Dios por todas las almas y la mía”.

Mamajuana fue la cuarta de seis hermanos(as) nacidos vivos: Francisca, Felipe, Jacinto, Juana, Margarita y Dominga. Tercera que creció con vida y segunda de cuatro hijas mujeres, de Toribio Herrera muñoz y Zaragoza Trujillo Aguirre. Nació en el día antepenúltimo, del quinto mes, en el año 22 del siglo XX, cuando la familia Herrera Trujillo vivía en Pariaucro, Huari.

Fuente:  Anselmo Reynoso Herrera
Su primera pareja fue un hombre elegido por ella, pero subyugado por su clan clasista, racista y sexista, durando la relación el tiempo de gestación y nacimiento de su pimogénito, mi hermano Anselmo Reynoso Herrera que rebautizó como Roberto, por el parecido a su tía paterna. Quien nació a tres meses de Pedro al que nombró Capulina, el hijo de tía Margarita disputándose la primogenitura de los Herrera Trujillo. Ella entre otras gracias, tenía la gran capacidad para los alias, incluyendo a sus hijos e hijas.

De su segundo matrimonio tuvo tres hijos y dos hijas: LLuntu (Francisco), Allma (Armandina), Chuschu (Marcelino), Dici (Diciderio) y Teo (Teófila). La mayor de las mujeres, murió a inicios del siglo XX, su adorada Allma quien se había hecho a su imagen y semejanza, al punto que dominaba todo los saberes y haceres de la su madre, siendo una gran pérdida para ella, su pueblo y comunidad religiosa.  

De izquierda a derecha, Roberto, Mamajuana, Allma y Pedro detrás sonriendo, durante la fista patronal de los 70, (Fuente: Anselmo Reynoso Herrera).

En mi historia, Mamajuana fue agente de sobrevivencia durante mi primera y segunda infancia. Primero sanándome física e inyectándome espiritualmente, mientras mi madre estaba postrada. Segundo, animándola y apoyándola con mi hermano y hermana para que ella se hiciera migrante. Insistió en ello, no una sino dos veces, la primera, con la esperanza que el apoyo familiar le permitiría una nueva vida para ella, sus hijo e hijas que luego de tres años se mostró inviable bajo la servidumbre parental. La segunda, sería la vencida y sin retorno, mamá se asentó como obrera y migrante en una Lima de los sesenta, que dejaba de ser agrícola.

En primera persona, la incursión inicial a Lima como bebé de pecho, evitó que murieran  antes de cumplir tres años de vida por mi vulnerabilidad de nacimiento prematuro, debido a la precariedad y carencias de servicios de salud, condiciones familiares, sociales y económicas en un caserío perdido de los andes, como sucede hasta hoy con muchas(os) niñas(o)s peruanos, donde el Estado está ausente y la pobreza se acentúa.

Con la segunda migración, me liberó de la confusión espacial, los problemas de comunicación y cultura de mi socialización primaria de un mundo urbano al rural, en un contexto de grandes brechas entre dos mundos. Una Lima con rezagos virreinales y un ande feudal, dentro de una república que se debatía entre la herencia colonial y los intereses oligárquicos, con anhelos europeos, mientras transitaba a una tímida industrialización, cargado de prejuicios, explotación, discriminación y exclusión por clase, origen, raza, sexo, lengua, credo y cultura. 

La educación, salud y calidad de vida en el mundo andino brillaban y aún brillan por su ausencia, sólo basta mirar la morbi-mortalidad de niñas(os) antes de 3 años, la desnutrición en menores de 6, el retrazo y deserción escolar, y sin ir muy lejos, los rigores de la pandemia entre 2020-2023, aderezado por instituciones tomadas por la delicuenci y corrupción.

Mi primera imagen simbólica sobre tía Juana, era una suerte de hechicera/ heroína/gigante, como los seres mágicos de mis cuentos y novelas. Construidos a través de la narrativa de mi madre, en su condición de hermana agradecida y recíproca, pues mamá cuidaba y apoyaba a los primogénitos Pedro y Roberto en Lima (quienes fueron mis hermanos mayores); mientras su hermana apoyaba a la abuela Zara, con mi hermano Moisés y hermana Vilma en Huamantanga.

Luego que todas(os) concretamos el proceso migratorio y el asentamiento familiar, tenía hasta tres leyendas claras sobre la tía Juana: a) humana, amada, buena, solidaria, inteligente y sabía para un(os). b) temida, evitada, odiada y envidiada, por su lisura y temeridad para otras(os). c) intrépida, incontenible, fiera, fuerte, firme, justiciera y bella para muchas(os).

Fuente: Anselmo Reynoso Herrera 
Conocí en primera persona y me aproximé al ser de tía Juana, con 12 años, asida de la mano de mi hermano Pedro, tras mi derecho a la identidad. Gracias a ella y el escrito de mi padre político, se hizo posible, si bien no completamente, lo suficiente para culminar mis estudios de educación básica regular.

La realidad de su ser y hacer, me mostró su grandeza, lo maravillosa, inteligente, estratégica y táctica que era. Careciendo de herramientas de lecto-escritura, tenía la seguridad, aplomo, confianza e interlocución necesaria para moverse al interior de un sistema social, cultural, legal, burocrático, discriminador, masculinizado y autoritario como eran las instituciones públicas y los actores de una provincia aun feudal en los años setenta del siglo XX. Transformándose en mi inspiración sobre demanda, negociación y conquista de derechos.

Si las leyendas sobre ella me cautivaron con su imagen simbólica, tenerla como mi abogada y protectora en primera persona, moviéndose con éxito y sin aspavientos en el mundo de adultos, me hizo percibirla como poderosa, invencible, incontenible. Imitándola en su habilidad para relacionarse con tirios y troyanos sin bajar la cerviz. Siendo notable, su práctica para desprenderse del estrés, al renombrar a las personas por su particularidad indiscutible, unido a la narrativa fuerte y clara.

Así es, como personal y conscientemente la asumí como Mamajuana, por ser una tía/madre que se fajaba y compraba el pleito con cuerpo y alma. Por eso me impresionaba la desfachatez de algún migrante igualado(a)  que retornaba con aires de quienes ella tomó distancia, que la llamaran Juana a secas o Juanita como si fuera una niña. 

Una segunda dimensión que descubrí en ese tiempo, fue su capacidad de gerencia y docencia. Realizaba más de una tarea simultáneamente, mientras que con fluidez y firmeza te hacia parte, delegando una actividad acorde a tu edad y capacidad, mostrándote el proceso, sosteniéndote en el aprendizaje, animándote y destinando para ti el producto de tu trabajo.

Para quienes no comprenden la educación del niño(a) en el mundo andino, en contraste con niñas(os) de cristal de este tiempo que sólo usan sus dedos en la pantalla, sería escandaloso. Para mí y tal vez, para quienes tuvimos oportunidad de vivirla y aprender de ella, fue docencia.

En el contexto y la cultura andina bajo la filosofía de “ama kella, ama llulla, ama sua” (no seas ocioso(a), no seas mentiroso(a), no seas ladrón(a); se trata de una educación donde se aprende haciendo, descubriendo el mecanismo, siendo parte activa del proceso y dominando cada actividad. Simultáneamente descubres el valor de ser útil, partícipe y aporte, mientras desarrollas habilidades, en un ambiente aderezado de diálogo, cuento, canto y risa.

Al final de la jornada, gratificado el trabajo compartido y comunitario, con alimentos bien ganados alrededor del fogón, recordando la historia de nuestros antepasados(as), intercambiando novedades del día, contrastado con anécdotas de cada etapa del ciclo de vida. Comprendiendo poco a poco el contenido de comunidad, como unidad colectiva, en sus particularidades y continuidades.

Mi segunda experiencia de convivencia con Mamajuana, fue después de dos años de la primera, durante las vacaciones escolares, en compañía de mi hermana mayor. Era febrero y fiesta de carnavales, celebrado distintamente a la zona urbana, donde la yunza, el baile, canto, serpentina y la machka (harina o talco) eran instrumento de aproximación entre hombres y mujeres para el intercambio, juego y enamoramiento. Que en otros momentos estaba mediado por la distancia.

Allí descubrí en primera persona la magia sanadora de Mamajuana, pese a todo el largo tratamiento médico, de una afección que tuve ese año, no lograba curarme. Ella volcó su sabiduría, aliviando mi salud y transformándome en su fiel creyente, lo que ella tocaba se sanaba.

También descubrí, su gran habilidad para la adivinación y el rastreo, a propósito del extravío de dos ovejas bebés. Fue de película, primero leyó la coca, luego preguntó al cigarro, cerrando con la lectura de maíz, para saber si estaban cerca o fueron llevados a otro pueblo, obteniendo por respuesta que estaban cerca y escondidos. Y si los hallaría, con repuesta positiva.

Tras la lluvia, pensé que no habría huellas, pero fui curiosa junto a ella, descubriendo como identificaba los pasos y los signos de la ruta, hacia el destino de sus ovejitas, hasta encontrarlas. A modo de broma solía decir que ella tenía un acuerdo con Dios, “Si alguien me hace daño a mí, a mis animales o mis seres queridos, beso mi cruz tres veces y recibirá su castigo”, nosotras moríamos de la risa junto con ella.

Luego venía el cuento próximo a la realidad, “A veces Dios está tan ocupado, ahí tengo permiso para hacer justicia con mis manos. Hace poco el Señor X, me insultó a propósito de los problemas de senderos, lo he cogido y puñeteado diciendo esta por decirme negra, esto por bruja, esto por tu falta de respeto, se ha ido escapándose de cuatro. Al día siguiente, nos encontramos cara a cara, tenía el ojo morado; pero se ha sacado el sombrero y con mucho respeto me ha saludado.”

Reía con esa risa cantarina de quien no tiene sentimiento de culpa, sino convencimiento de defensa de sí misma y sus derechos, solía decir: “Yo no he necesitado nunca que nadie me haga respetar, yo me he hecho respetar a las buenas o a las malas. Y cuando he visto algún abuso, no he visto a otro lado ni me he callado, nadie se ha salvado de mi mano, ni siquiera mi compadre. Cuando X le pegó a mi comadre, agarré el soplador [un tubo generalmente de fierro], puse el compadrazgo a un costado diciendo: «con su permiso compadre, a una mujer no se la toca, se la respeta», le he dado duro. Al día siguiente ha venido a pedirme perdón y besar mi mano, diciendo que no sabía lo que hacía”.

Su narrativa era tan fluida, gráfica y clara, que fue la gran cuentista, te atrapaba al punto de introducirte en ellos a sus escuchas. Una de esas noches que compartimos, nos contó sobre las almas, mientras su hija Allma le frotaba la espalda, para aliviar en sus músculos, el rigor del trabajo  tras la extenuante jornada.

Su puerta del dormitorio, era de dos hojas con ventanas a mitad de ellas, la noche cerró y  acentuó el frío, un viento helado ingresó por la ventana abierta amenazando con apagar las velas. Sin dejar de narrar le indicó a mi hermana, que cerrara la ventana, ella obedeció sin perder la concentración en el cuento.

Mamajuana, interrumpió su narración, para indicar a su hija el punto del masaje: “¡Cchay, cchay! (¡ahí, ahí!)”. Mi hermana creyó que le advertía a ella de la presencia de un alma. Dio un grito y salto de gacela, lanzándose sobre la cama. Mientas todas reíamos a carcajadas. Quedando el hecho esculpido en mi recuerdo, riendo nuevamente mientras escribo, espantando en algo mi dolor.

Una muestra pequeña de la narrativa de Mamajuana va adjunto,  contando a mi madre sobre sí misma  durante una de sus visitas a Lima. 

En esa segunda estadía, uno de esos días nos dirigimos hacia Jato, una zona ubicada en la puna entre 4,500 a 5,000 m.s.n.m., donde tía Pancha (Francisca) era dueña y señora absoluta, cuyos límites aparecían incalculables en mi visión adolescente. Allí vivía a veces sola con sus perros, cuando su hija bajaba a estudiar.

Comprobamos en esa visita que era ganadera de equinos, ovinos, caprinos y vacunos que sumaban una gran manada, además de la abundante agricultura de oca, papa, olluco, mashua, linaza, quinua, tawri, habas, y más. Con los que comerciaba y la hacía autosuficiente.

Tía Pancha era una mujer hermosa, corajuda y libre, la mayor de la hermana Herrera Trujillo, cubierto hasta sus ojos por un sombrero blanco de lana, ocultando el brillo de sus hermosos ojos azules y protegiendo su piel nívea del inclemente sol. Con ella descubrí siendo adolescente, que el poder de la fuerza no era atributo sólo del hombre, porque levantaba como si fuera una bolsa, los sacos de alimentos. Enlazaba, mataba y trozaba el ganado en un dos por tres. Sirviéndote un “mate” (plato hondo, de calabaza más grande que el parrillero) lleno de papas, habas y ocas, con un molde de queso, otro de cordero frito y un tercero de cuy entero, que sólo ver te quitaba el hambre.

A propósito de esa visita descubrí, la gran capacidad de clarividencia y premonición de Mamajuana, justo cuando nos dirigíamos a casa de tía Pancha, nos detuvo a ambas hermanas, para advertirnos tratar con cuidado a los caballos sin aflojar las riendas para no terminar entre sus patas, al igual que caminar y no correr por la ladera resbaladiza y traidora, para volver enteras.

Nosotras emocionadas, regias amazonas cruzábamos la llanura de Corral Pampa hacía la puna, mientras nos jactábamos a quién le tocó el mejor caballo. De pronto, el mío tomó la delantera, en seguida el suyo, de trote pasó al galope a punto de derribarla, en medio del susto sólo atiné a gritar, recuerda lo que dijo Mamajuana, ella reaccionó agarrándose como pudo y tensando las riendas, evitando que la primera premonición se concretara. Luego descubrimos que el suyo era caballo y jefe de manada, por eso la resistencia a que la mula que yo motaba le llevara la delantera.

Ya en Jato, extasiadas por el paisaje olvidamos todo, tras empacharnos de las bondades de la tía Pancha. Fuimos hacia la ladera verde, bella y traicionera, nuevamente fue mi hermana quien resbaló y cayó sentada, cual tobogán rodó un largo trecho, que felizmente no provocó rotura alguna (como aquella que hoy sí, supera), sólo un gran susto. Al retorno, fue curada, sanada y bendecida por las manos y magia de Mamajuana, del golpe, susto y corazón desbocado de ese tiempo. Ambas aprendimos queen adelante, lo que ella anunciara era mandamiento.

Ya adulta a mediados de los ochenta, durante mis vacaciones universitarias, retorné con mi madre a casa de Mamajuana, siendo testigo del amor de hermanas, sus reclamos sutiles, esclarecimientos, confidencias, cómo revivían sus tiempos, sus parecidos, diferencias, altas y bajas. Descubriendo que más allá de la vida elegida por cada una y sus posturas respecto a la misma, su modo de expresar felicidad siendo distintos, se conjugaban y acomodaban sin colisionar.

Mientras Mamajuana expelía satisfacción, felicidad y alegría por cada día, independiente de las carencias, exigencias y rigores de la ruralidad, mi madre optaba por los lamentos de la distancia, la fraternidad mediada y la insatisfacción de sentirse extraña en su tierra y desterrada en la ciudad. Ambas a momentos expresaban sus emociones con risas cantarinas y en otros con llanto que enjugaba una de la otra.

Con Mamá y Mamajuana en su cumpleaños
Mi madre solía decirnos de niñas a mi hermana menor Luz y yo, cada que mi hermana mayor no soportaba nuestras invasiones y travesuras: “Por qué no se quieren, nosotras como hermanas somos diferentes Pancha, Juanita, Margarita y yo, pero nunca nos hemos peleado, siempre nos hemos querido, porque hemos salido de una misma caja [vientre]. Inclusive, mi hermano Jacinto siendo hombre, era muy bueno conmigo. Cuando me cansaba de niña, él me cargaba en su espalda, nunca me maltrató. Se alejó y cambió cuando se casó, dedicándose a su familia, porque así tenía que ser. Pancha fue mi madre, ella me crio cuando mamá no estuvo. Con Juana hemos compartido todo, si no fuera por ellas dos, Margarita y Yo no habríamos ido a la escuela, no habríamos sido cómplices, ni andado juntas. En los peores momentos nos hemos consolado”.

Tía Margarita y Mamajuana 1992
Mamajuana a su vez contaba: “Nuestras historias de hermanas unas veces se parecen y otras no, depende de cómo hemos resuelto los problemas de ser mujeres. Pancha al igual que yo, nunca necesitó de un hombre, ella era viajera como papá y ganadera por sí misma. Se casó mayor, sin querer, por insistencia y presión de la familia de él, fue tan mal su experiencia que no quiso volver a casarse, al enviudar siendo joven y con una sola hija. Siempre tuvo en abundancia y nos ayudaba.

Yo era exigente, me gustaban los hombres más guapos, como el papá de Roberto y luego mi esposo. Con el segundo, tuve suerte los primeros años de enamoramiento, todos me envidiaban porque nos amábamos y cuidábamos mucho como cuculis [palomas]. Quizás el error fue casarme con un hombre de la costa, mientras yo amaba la sierra. Él nunca entendió mi amor por la tierra, el trabajo y los hijos, tampoco yo, su deseo por una costa ajena, desolada, pobre y abusiva. Me hice viuda antes que muera, y cuando lo hizo, abracé mi libertad, me buscaron muchos hombres, no más, mis manos son suficientes.

Margarita siempre fue la más sumisa de todas, quiso mucho a su marido, fue detrás de él por todos lados y le perdonó todo hasta el final. Tu madre que es la menor, su belleza y nuestro cariño la hizo presa de sufrimiento en estas tierras, Dios la premió lejos, con un buen hombre como don Felli [Felix], hasta el último de sus días. Tuve a mi hermano Felipe, seguido de Pancha, que murió siendo niño, mi madre no se recuperó. Jacinto mi único hermano hombre vivo, quizás porque éramos todas mujeres,  apenas se casó, se alejó de nosotras y nuestra madre”.

Mamajuana, Mamá, Teo y tía Margarita
En el 2018, por la necesidad de cuidados a su edad avanzada, fue trasladada por su hija menor e hijo a Virgen de Nazaret en Venado Muerto por la sierra de Supe que es capital de la provincia de Barranca del departamento de Lima. Al cuidado de la familia de su Lluntu, su segundo hijo. Era un espacio rural, que se asemejaba al de su casa, pero para su sentir, no era la suya.

Fui a visitarla allí más de una vez. La primera fue en abril, al poco tiempo de su llegada , allí me dijo: “Hay niña Catalina, llegas como el pájaro al vuelo con tu cashpi chaki (pie delgado), te dije que moriría en mi casa mirando mi cielo, chacra, gente y animales, pero no es así, me trajeron con engaños por unos días y no me dejan volver. Ayúdame a subirme al carro y de ahí, todo corre por mi cuenta, todos me conocen”. La consolé, diciendo que estaba cuidada y acompañada, más cerca para que sus hijos, la familia y yo la visitemos.

Me miró con desesperanza, mientras decía: “Así será pues, si tú lo dices, me quedaré en voluntad ajena que nunca quise. Niña Catalina una propone y Dios dispone, dejándome vivir tanto, sin escucharme”. Cada vez que mi vida lo permitía, hacía una visita no anunciada, para retornar con el alma partida y la impotencia de verla desarraigada, silenciada y mirando hacia adentro, porque sus ojos y oído, se iban apagando hacia afuera.

Fue cerrando agosto del 2021, durante la pandemia del covid19, que su salud se resquebrajó, siendo trasladada de Supe al Callao en Lima. Al cuidado de su sobrina Nelva, la hija mayor de su hermana Margarita, siendo sostenida en todo este tiempo por los hijos paridos en sus extremos. Su primogénito Roberto en Lima, entre su ser y hacer de hijo, padre y abuelo. Y Teófila, la última hija desde el extranjero, que en sus facciones se parece más a mi madre, heredado esta condición a su única hija. Contando con el apoyo sostenido de Miguel, quizás en agradecimiento al modo como Mamajuana lo hizo con él y hermanas(os) de niño cuando primero su padre y luego su madre enfermó, dejándolos(as) muy jóvenes en orfandad.

A ellos se han sumado el apoyo de sobrinas(os) que en tiempos de su poder y hacer fueron a su vez beneficiadas(os), sostenidas(os) y protegidas(os) por su amor, fortaleza y valentía. Mostrando la efectividad de la reciprocidad andina, en una sociedad que no se hace cargo de la tercera edad, ocupada en ser corrupta y expoliar los bienes de todas(os) los(as) peruanas(os).


Fuente: Anselmo Reynoso Herrera
Mamajuana vivió un siglo y un año más cumplido, acompañada y celebrada por personas que un día recibieron su semilla de amor. Mi participación en este tiempo, fue más virtual y mediada a través de Roberto, al coincidir con el cuidado de mi madre, compartido y partido con mi hermana Luz.

La vez que pude verla, me despedí, descubriendo que pese a su avanzada inmovilidad, falta de visión y escasa escucha, estaba consciente y lúcida, porque no sólo me reconoció atada a sus recuerdos, también me nombró, escribí detalles al respeto en[2].

El transitar y últimos días de cuidado de Mamajuana, me han permitido, constatar que la vida es un sueño, de idas y retornos, un pañuelo que al doblarse sus puntas suelen encontrarse. Como bien me dijo ella “Una propone y Dios dispone”, más cuando descansa la fuerza, los sentidos levantan vuelo y el poder se diluye, para mostrarnos que tal como nacemos dependientes, una larga vida deseada por muchos(as), nos hace nuevamente dependientes.

En el anverso de la moneda, de una larga vida, se  requiere de cuidado y calidad, fruto de un buen vivir y ser, puede tornarse o no amoroso con cargo y encargo. A Mamajuana la vida le retornó en reciprocidad su bondad y amor, con el cuidado, la compañía y amor de manos de Nelva, la mirada constante de Roberto, el monitoreo de su hija por sobre la distancia, la generosidad sostenida de su sobrino Miguel, así como visitas y apoyos de muchos amores.

El reverso de la misma moneda, muestra que el cambio, la calidad de vida social y económicamente establecida, no necesariamente conjuga con nuestro espíritu y alma, transformándonos nuevamente en recién llegadas(os) ad portas de irnos de esta vida. A veces desarraigadas(os) de aquello que fue el sentido de nuestra vida, independiente de haberse tomado medidas seguras durante el ejercicio del pleno uso de conciencia, la voluntad y decisión propia, en nuestras manos.

Mamajuana no se murió en su tierra santa como pronosticó, pero se enterró en ella, gracias a la generosidad de su sobrino, Miguel que la llevó y forma parte de su rito de despedida con la misma picardía y alegría que Mamajuana. Quedan seguro muchos registros, el siguiente es compartido por Anselmo Reynoso Herrera.



Escribí mi memoria de Mamajuana, desde nuestra historia compartida, que es un pequeño trozo de la larga, fructífera, aleccionadora y humana vida. Mi percepción sobre su ser, pensar, saber y hacer, que deja huella, de quien podría ser la última matriarca de Huamantanga que perteneció y talló la estirpe de mis ancestras, mujeres que su medio, clase, género, cultura, política, religión y rigores de la vida, no pudieron doblegarla, porque ella con su espíritu libre y alma firme, supo hacer sincretismo con poder, toma de decisiones y voluntad, hasta cuando las fuerzas fueron suyas. Aún tras la muerte, el descanso de su cuerpo en su tierra natal y según sus pautas, es su voluntad y se respeta (sobre el duelo andino hay un escrito previo en un artículo 3).

¡Descansa en paz de una larga vida y misión cumplida Mamajuana!

¡Ve a hallarte con nuestros antepasados!

¡Tus seres de luz y ascendidos te acogerán como bien amada!

¡Ve ante ese Dios humano que bien te conoce!

Pueda que no dejes pendiente alguno y saldada tus deudas, cerrando tu ciclo encarnado, para ser un espíritu ascendido, siendo así, espero tu acogida cuando me toque.

Yo me quedo cantando tu canto que es oración y esperanza en medio de la desesperanza de nuestro tiempo y aquello que nos toca después de tí.


 

Esta publicación ha sido revisada, comentada y aportada en datos y detalles, por Anselmo Reynoso Herrera, el hijo primogénito de Mamajuana, en la primera versión, gracias por ello.

 

lunes, 19 de septiembre de 2022

IN MEMORIAM A DENIS SULMONT SAMAIN

Hoy te fuiste Denis Sulmont Samain, se apagó tu sonrisa eterna, la curiosidad de tus ojos, tu hábito francés en el saludo, rebelándose el espíritu y fe de niño que siempre te acompañó. Tu enorme gentileza, paciencia inagotable junto a esa gran curiosidad sociológica para la indagación, el cruce de información, preparación meticulosa de cada exposición o clase, que superaba de lejos a las barreras idiomáticas, consolidándote como uno de los ciudadanos del mundo desde antes de haberse producido la globalización.

Te has ido Denis a inicios de la post pandemia mundial desde el Perú, habiendo nacido como hijo de la II posguerra mundial en Francia. Aleccionándonos también en la partida, que uno no es, de donde nace; sino de donde se hace y yace, con la misión cumplida y el espíritu ligero. 

Has transitado dos siglos, sin perder el asombro y sensibilidad del niño que abre sus ojos a una sociedad en reconstrucción, se hace hombre abrazando el ideal de un mundo nuevo, justo e incluyente, comprometiéndote a ser parte, tomando como medio a la sociología. Absorbiendo y aquilatando, los aprendizajes de una sociedad que había transitado de la monarquía a la república una y otra vez.

Convencido que otro mundo es posible, te embarcaste en la búsqueda de indicios fácticos aproximándote con tu maestro  Alain Touraine a los movimientos sociales de fines de los sesenta en sociedades Suraméricanas y tratando de desentrañar sus complejidades te descubriste franco-peruano (1974) enamorándote de un país remoto a tus orígenes, sincretizando ambas culturas en tu ser y hacer sin necesidad de sustituir a ninguna[1].  

Ha pasado más de tres décadas desde la primera vez que nos conocimos en ADEC ATC, en tiempos donde unas(os) intentábamos y tentábamos deconstruir /reconstruir la historia de las ONG desde sus orígenes, enfrascándonos en el debate de sus vertientes, sin atrevernos a tocar sus horizontes. En cambio, Denis, se hallaba enfrascado en construir una teoría sociológica latinoamericana de los movimientos sociales desde el sindicalismo peruano, soñando en contribuir a la germinación del poder obrero, encarnando su experiencia  académica de la Sorbona y la Universidad Nanterre de París en un contexto  de la naciente V Repúblicade Francesa, en su nueva patria el Perú, sin imaginar que el neoliberalismo había decretado su aniquilación más temprano que tarde.

Mi retorno al mundo académico a partir de 1995, me reencontró con quienes serían mis maestras(os), colegas y amigas(os), de ese mundo privilegiado como es el campus de la PUCP (Pontificia Universidad Católica del Perú), donde suelo sentirme en casa y a salvo. No sé si sucede con todas(os) que experimentamos la vida universitaria en comunidad, en mi caso traspasar el muro que separa el campus de una de las avenidas más transitadas de Lima, significaba dejar todo en la puerta e ingresar a un mundo distinto en ritmos, aromas, vínculos, convivencia y compartir. Sentimiento que solíamos compartir en tiempos de mayor incertidumbre en el país con Denis quien solía llegar en bicicleta tras sortear el monstruoso tráfico, siempre acompañado por su maletín desbordando de contenido y la sonrisa imborrable.

Diciembre 1997

Su compromiso social no se circunscribió a la academia, solíamos encontrarnos en cuanto movimiento de protesta se produjera, sea de respaldo o resistencia en las calles. Nuestra opción por la democracia, los derechos humanos y la paz, era un punto de coincidencia compartida. Como sucedió con aquella vigilia frente a la embajada del Japón cuando se produjo la toma de rehenes del cual guardo registro. Nuestra preocupación por lo que podría pasar, se refleja en los rostros de Máximo Vega- Centeno (de espaldas) Roelfien Haak (inseparable esposa), Denis Sulmot y Narda Henríquez. 

Si alguien dedicó su vida al estudio sistemático y profundo alrededor de un tema como el trabajo desde sus diferentes aristas, fue Denis, a diferencia de la mayoría de académicas(os) que suelen abocarse a los temas de boga. Inició sus estudios de movimientos sociales desde el “gran pueblo joven” que era Chimbote en los sesenta del siglo XX, donde pese a existir dos grandes industrias (pesquera y la mayor siderurgica de acero de la región) la población trabajadora vivía en condiciones extremas. Allí identificó como eje de estudio y análisis del trabajo asalariado, alrededor del cual desarrolló una investigación longitudinal que le permitió aportar a la historia del movimiento obrero durante los años setenta, pasando por el sector minero en los ochenta. 

Consumado el aniquilamiento de los sindicatos por el gobierno fujimontesinista durante los noventa, se dedicó al estudio del trabajo desde la educación e incursionó en la gestión de las instituciones y la responsabilidad social empresarial a lo largo del nuevo milenio[2].

Entre la transición de ambos siglos, se volvieron a cruzar nuestras vidas, él como Coordinador de la Maestría de Sociología, yo como estudiante de la misma, empecinada hallar respuestas y herramientas para comprender lo incomprensible: a) el poder y el empoderamiento, b) la crisis y reinvención de las instituciones, d) la metamorfosis de antivalores en valores (corrupción, pragmatismo, mendicidad y subempleo como práctica aceptada, a cambio de una promesa electoral de honradez, tecnología y trabajo), e) el papel de los actores en cada coyuntura y la configuración de las estructuras, f) la violencia nuestra de cada día en sus diversas formas, instancias y expresiones, entre otros.

Además de la coordinación de la maestría, Denis era nuestro profesor en Sociología de las Instituciones, donde percibí su dedicación, profundidad y meticulosidad en la indagación, preparación y tratamiento de los temas. Eran tiempos de transición en el uso de la tecnología, del retroproyector (un gran aparato pesado que proyectaba láminas transparentes impresas y fotocopiadas) al proyector con Power Point. Inclusive en la actualidad para quién no está entrenado en el uso de tecnología, aplicativos y software es complicado.

En aquel tiempo, era aún más complicado pasar del manejo de un tipo de equipo y herramientas a otros, la mayoría de los profesores contemporáneos de Denis, se eximían de esas labores, sea delegando a sus asistentes (jefes de prácticas) o simplemente omitiéndolos. Él se esforzaba en combinar todas las técnicas de participación como referentes de información y formación había obtenido, aun cuando significara mayor esfuerzo. Su syllabus, no era la fotocopia del año previo con alguna bibliografía actualizada (copy & page hoy) sino un meticuloso programa de estudios que revelaba el trabajo invertido.  

Sus clases me permitieron, enlazar el tema de investigación con mi expertis, logrando el sincretismo de sociología de las instituciones con la experiencia en gestión de proyectos de promoción y desarrollo social con perspectiva de género. Cuando le solicité lecturas de teoría asociadas, me facilitó no sólo la bibliografía, también material que ya había revisado y agotado. De modo que el diseño de investigación de la tesis, estaba concluida antes del primer año de estudios. 

Yo asumía que las(os) 17 estudiantes de mi promoción estábamos en lo mismos puesto que la mayoría era o había sido docente universitario, tenía como base de formación sociología ergo experiencia en investigación, mientras yo sólo había desarrollado trabajos de sistematización e investigación cualitativa de exploración y a lo mucho descriptiva.

En una de las sesiones del curso cuasi cerrando el primer año, yo estaba concentrada en registrar algunas notas, Denis preguntó: “¿Quiénes están en etapa o próximos a empezar el recojo de información?”. Por su puesto yo levanté mi mano, conservando la mirada sobre mis notas. Al sentir un silencio, de esos que se cortan con cuchillo, levanté la mirada, descubriendo que sólo éramos dos con la mano en alto (un compañero rezagado de promociones previas). Ante nuestra sorpresa, Denís anunció que había una oportunidad de beca.

Así es como, tras presentar y aprobarse nuestro plan de tesis, accedimos  a una beca de estudios para el segundo año de maestría de modo diáfano, sin mediar criterios rebuscados y burocráticos. Sumando a nuestra relación académica la administrativa, permitiéndome conocer el profesionalismo, la sabiduría y humanidad de Denis. Los reconocimientos tienen sentido y valor en vida como sucedió en su caso alegrándole el espíritu y alma en el 2008, pueden escuchar su voz. Video PUCP


La vida me ha obsequiado y sigue dando a borbotones la amistad y compañía de seres excepcionales en conocimiento, trato y humanidad, yo los denomino seres de luz, porque iluminan la parte compartida de mi historia. Denis era uno de ellos, con sencillez, proximidad, curiosidad y luminosidad. No olvidaré, su desapego del conocimiento en tiempos donde la información era poder, permitiendo  visibilizar al autor(a) en su diversidad, el acceso del lector(a) a la pluralidad de fuentes, incentivando la práctica del fit back y apertura para el intercambio, análisis y debate.

Todos sabemos de nuestra finitud, pocos somos conscientes y nos hacemos cargo de ello. Denís en un gesto aleccionador de conciencia responsable y consecuente, en el año 2003, nos legó la herencia social de sus investigaciones[3] y los materiales de trabajo, consultado y acumulado a lo largo de sus 35 años de vida académica[4]. Hoy y mañana disponible en la biblioteca de la PUCP bajo la denominación de Colección Denis Sulmont, insumo para el trabajo de las(os) investigadores actuales y del futuro. Su gesto es la expresión del contenido y sentido de maestro. Aquel que está dispuesto a dar e indagar con el aprendiz en tanto que el conocimiento es infinito.

¡Hasta siempre maestro, que con tu ser y hacer me iluminaste e inspiraste en la investigación!

¡Hasta pronto ser eterno y sabio desapegado de todo lo material e inmaterial!

¡Hasta pronto amigo de luz, desprendimiento e inspiración constante!


Descansa en Paz.



[1] https://guiastematicas.biblioteca.pucp.edu.pe/cedoc/denis_sulmont

[2] https://www.academia.edu/14583030/Curr%C3%ADculum_Denis_Sulmont_Samain

[3] https://pucp.ent.sirsi.net/client/es_ES/campus/search/results?qu=&qu=%22Donativo+Denis+Sulmont%22&lm=CCSS

[4] https://guiastematicas.biblioteca.pucp.edu.pe/ld.php?content_id=44454873

viernes, 9 de septiembre de 2022

IN MEMORIAM MERCEDES CAMBORDA VALENCIA


Mercedes Camborda Valencia, amiga, compañera, cómplice, alma blanda y de fe inquebrantable, acabo de saber que partiste a esa dimensión donde se deja de padecer el dolor físico, donde el sistema nervioso deja de transmitir sentimientos, sensaciones, emociones y padecimiento a las diversas dimensiones del cuerpo vivo y nuestra condición humana. Como sucede con la intensidad del dolor que provoca el cáncer, haciendo que aflore en su proceso aquello de lo que estamos hechos(as).  Hoy eres un cuerpo etéreo, que es y se desplaza, como te place.

Conocí a Mercedes allá por los años ochenta del siglo XX, cuando ella apenas había alcanzado la mayoría de edad, se hizo de una profesión inexistente en la era digital de este siglo XXI, gracias a Dora la Computadora. Era una secretaria recién graduada, pero master en cuestiones de trabajo colectivo, comunitario, voluntario y solidario desde la comunidad cristiana de Magdalena del Mar.

Ingresó a la institución donde laboramos juntas por cuasi una década, ella toda su vida, primero bajo el brazo aplastante de una dirección exigente, ambivalente, en proceso de su propio descubrimiento y afirmación. Puesto donde a momentos se sintió acogida y otros sobre cogida. En honor a la verdad, cuasi todas las secretarias que pasaron por el mismo puesto, tuvieron una experiencia similar, desde la heroica Milene, pasando por mi contestaria Roxana hasta la sinuosa Paty, que por poco más se hace de la dirección.

Yo era parte y a momentos coordinadora de un área, donde el poder era resbaladizo al punto que se mantenía bajo la fórmula de coordinación colegiada y dirección rotativa, una invención en la gestión institucional cuando no se puede ceder poder. Un área temida por otras y cada uno(a) de las cien personas a más que laboran en ella, pueda que por estar integrada de mujeres profesionales recién egresadas, con tercio superior, dispuestas a comerse el mundo y tomar el poder por asalto.

Con un método de intervención sistemático de diagnóstico, programación, ejecución, monitoreo, evaluación y sistematización, con resultados esperados e impacto favorable (insumo para nuevos proyectos). En contraste con otras áreas sostenidas en el método de ensayo error,  la educación popular de  aprender haciendo, la exploración y hasta la utopía de la construcción de comunidades como unidades vecinales con servicios colectivos, cuasi Kibustz[1], nunca olvidaré los objetivos de 5 hojas en el área urbana o los festivales de salud.

Como equipo, nuestra capacidad de propuesta e interlocución, nos transformó en área empoderada y hasta zona liberada que debía ser consultada, incluso -por más de una dirección autoritaria-. De modo que mi primera relación con Mercedes quién cumplía directivas de dirección, fueron entre formales, tensas hasta incómodas.  Situación que se modificó al conocernos más y consolidó cuando dejó de ser secretaria de dirección para formar parte de otra área.

Cuando la conocí, me impresionó la síntesis de contradicciones en su ser, como la conjunción aparente vulnerabilidad física, junto a la firmeza de carácter. Su nerviosismo controlado por una sonrisa amplia. Su capacidad de negociación con aparente condescendencia. Su solidaridad y maternalidad, disimulada con la gentileza. Era una joven delgada cuasi a punto de quebrarse, de ojos negros brillantes y traviesos, resaltados con un delineador negro, piel pálida cuasi transparente y cabello profundamente negro. Por eso la rebautice como Morticia (de los locos Adams), a ella le encantaba que la llamara así, de modo que nuestras vidas y amistad se deslizo entre Morticia y Bruja como me nombraba, por el espanto que sintió ante nuestra primera coordinación.

La amistad se expandió cuando dejé la institución, iniciándose nuestras pijamadas, terapias, cuitas, salidas, encuentros y desencuentros. Haciendo camino al andar, lo laboral dejó de ser el centro hasta cuasi difuminarse, salvo las crisis que ponían en riesgo su permanencia o asesoría a sus nuevos proyectos. Yo la calmaba, recordándole que por su fidelidad se había ganado la condición de socia, al que renuncié cuando llegué a mi techo. Recolocando al centro nuestra amistad, sueños, disfrutes y humanidad.


Veníamos de ciertas prácticas comunes y cuasi las mismas historias que nos atraviesas a la mayoría de las mujeres latinas, nacidas a lo largo de la segunda mitad de siglo XX. Ella era la típica mujer que asumió su rol del cuidado del otro a costa de sí misma, en sus diversas manifestaciones. Desde joven puso el hombro en casa, para progresivamente asumir la carga y responsabilidad familiar, además de la comunidad y el compromiso social, que a momentos la desbordaba. Como si no fuera suficiente, se hizo madre putativa.

Con todo su amor, responsabilidad y desprendimiento asumió su rol de madre, aportando a la sociedad una ciudadana y profesional competente, disfrutar del amor recíproco, gozar de la abuelitud por elección, más la adopción de hijo de cuatro patas. Ruta coincidente en estos años.

De lo largamente vivido y compartido, podría escribir tanto, pero tanto… que cubriría más de una trilogía, en recuerdo a su memoria diré que se hizo mujer en términos de Simone de Beauvoir, cumpliendo con los mandatos sociales, culturales y religiosos. Pagando con creces el costo de ser mujer que ama sin medida y fidelidad a prueba de balas.

“«No se nace mujer» quiere decir que no se nace sensible, abnegada, modesta, sumisa, afectuosa etc., es decir, que no se nace con los atributos de la feminidad; pues lo que denominamos masculinidad o feminidad son modos de conducta adquiridos. «Se llega a serlo» expresa que la adquisición de los caracteres secundarios correspondientes al género es un proceso de inculturación que se lleva a cabo a través de la educación. En el caso de la mujer, esta adquisición implica una negación de su trascendencia: lo que se le hace aprender son conductas en las que su libertad constitutiva se ve continuamente coaccionada.” (De Beauvoir, 28, 2015)[*]

Amó a la familia independiente de ser amada o no por ella en igual medida. Amó el trabajo independiente a ser valorada, respetada y reconocida. Amó a las(os) amigas(os) siendo siempre la mejor amiga, sin esperar ser para ellas(os) su mejor amiga. Amó a la comunidad y comulgó con ella, aun cuando la unidad estuviera lejana. Amó a Dios aun cuando él estuviera muy ocupado, para escuchar sus oraciones y amenguar su sufrimiento. Amó y apostó por una sociedad más inclusiva, tolerante y segura pese a sentir como pisa fuerte. Amó y besó tantos sapos, hasta descubrir que sólo eran hombres inseguros, egoístas, pequeños, desgastantes y prescindibles.  De modo que decidió SER ella plenamente.

Con Morticia, ensayé y me gradué de bombera, terapeuta, sanadora y maga, tras los destrozos que su desmedido amor dejaba en ella. Iniciando el nuevo siglo tiré la toalla, planteando como ultimátum que era tiempo de amarse a sí misma, que no le haría mal al universo tomara para ella un cachito de ese amor que prodigaba a diestra y siniestra sin medida. El sacudón y la liberación de cargas por la vida, tuvo resultados que le permitieron  desapegarse, crecer y reinventarse.

Iniciando el segundo decenio del nuevo siglo se graduó como psicóloga, un año después de su hija putativa, había comprendido y asumido que no se puede ayudar sin herramientas, tampoco es posible ayudar a quienes no quieren ni lo piden, de insistir con casos perdidos, sólo significaba hipotecarse. El apoyo profesional, es posible y viable sólo y solo si, es por iniciativa del afectado(a) con su compromiso y bajo su responsabilidad expresa.

“Nunca es tarde para lograr nuestros sueños, tampoco para empezar nuevos sueños ... la vida continua y es bella con todas las dificultades que se dan, sin ella no sería vida...cada día es una nueva etapa a empezar…” (Mercedes Gamborda Valencia, 29 agosto 2011)[2].

Con una segunda profesión y más de dos décadas de experiencia laboral en el terreno de los proyectos sociales se mantuvo en pie, frente a la arremetida del mercado laboral y el empequeñecimiento de aquella gran institución donde permanecía. Vivió las ironías del neoliberalismo, creciendo como profesional en tanto perdía la seguridad como personal administrativo (secretaria) en una ONG (sólo ellos están en planilla)[**]. Ella no arrugó, permaneció a medio tiempo e implementó estrategias para autoemplearse con nuevos proyectos, recuperando, innovando, creando y acertando. Enfrentando y superando las barreras propias del concurso, la competencia desleal, las zancadillas y por qué no, también los celos en un contexto socio-económico- laboral de sálvese quien pueda.

Mantuvo su hacer creando empleo e ingresos para jóvenes con mínima inversión a cambio de logros iguales o mayores a los tiempos dorados de las ONGs. Recurrió a lo que bien conocía en primera persona y sabía hacer, el trabajo voluntario, reconociendo y aquilatando el medio con el objetivo. Sabía que junto a los inventores de pulpines, el trabajo voluntario alejado de instituciones filantrópicas como las iglesias y fundaciones, enmascaba, distraía y deterioraba la práctica pre-profesional de jóvenes   universitarios(as), que en el nuevo milenio debían satisfacer la exigencia del sesigra en el sector público, para posteriormente, acceder y crecer en un puesto profesional en ese sector, pero no había otra estrategia, ante presupuestos mínimos para la gestión del trabajo de promoción con sectores empobobrecidos y sin oportunidades.

Su propuesta y experiencia alcanzó más del impacto esperado, de modo que la institución, transformó como un eje al trabajo con jóvenes y voluntariado, no sólo se replicó en el país, sino trascendió fronteras permitiéndole compartir en los países vecinos[***]. Mi Morticia querida se hizo regional, tenía muchos proyectos bajo el brazo, estaba feliz con su amado sobrino-nieto. Así como su hijo Coquito de cuatro patas, al cual solíamos pasear por la avenida Angamos y Arequipa cuando la ciudad dormía, en noches de pijamadas.

Seguíamos, soñando, riendo, planeando… hasta cuando el día menos esperado el cáncer llegó como regalo de natividad (2019) para instalarse en aquel cuerpo suyo, que sobrevivió a los avatares de ser mujer, profesional, joven y soltera entre dos siglos, con responsabilidades de casada, proveedora, madre, profesional, ciudadana consciente y comprometida. 

Como todo lo que le tocó enfrentar y afrontar en la vida, a Morticia se le entristecieron los ojos por un momento, luego sonrió, decidiendo dar la batalla. Me dijo: “Bruja, es una raya más al tigre, me encuentra de pie, feliz, sin deuda alguna. Hay mucho por hacer es cierto, pero como tú me dijiste un día, toca ocuparme un poco más de mí, hasta cuando sea mi momento”.

Así lo hizo, durante todo este tiempo de pandemia, con servicios de salud restringidos, inmovilidad y todos los factores en contra, Morticia no arrugó, no cedió, se mantuvo firme y se fue como decidió hacerlo. No me queda más que replicar su entereza y despedirla como quería.

Morticia de mi alma, transitaste esta larga batalla sin perder la fe, sonrisa y la fortaleza que la vida esculpió en tu ser a lo largo de la misma, solo pediste que este fuese, un momento de tránsito consciente.

Hoy te fuiste como ser de luz,  desprendida de tu cuerpo adolorida, a través del cual diste todas las batallas, viviste todos los amores, sabores y sinsabores de este tiempo y dimensión.


¡Ve amiga querida de tanto tiempo y muchas vidas!, 
a retomar tu andar infinito sin fatiga, dolor e impedimento.

¡Ve al encuentro del Dios que amas!,
en quien nunca dejaste de confiar, que te acoja en su regazo.

¡Ve Morticia de mi alma con parte de ella!,
hoy adolorida a pesar que mi razón y corazón, bien sabía que partirías.

Descansa en paz.




[*] Beauvoir, Simone de (2015]). El segundo sexo. 6ª ed. Madrid: Ediciones Cátedra Univers!Tat de Valencia, 904 p. [Traducción de Alicia Martorell  del francés:  Le deu.xieme sexe, 1949Éditions Gallimard]. I.S.B.N.: 978-84-376-2233-0 

[**] A partir de 1993 Fujimori abonó a la terciarización e inestabilidad del empleo, las ONGs que en discurso y labor hacia afuera promovían derechos humanos, laborales y derechos de las mujeres, hacia adentro no podía asegurar mínimamente acceso a derechos y seguridad social.

[***] Rodríguez Chávez, Sonia; Alva Córdova, Rodolfo; Camborda Valencia, Mercedes, Bello Bohórquez, Lorgio Edilberto; Robles Matos, Deshanira Aylinn; Gárate Mansilla, Silvia Iris y Mejías Gonzales Amny Raisbel. (Diciembre 2020). Estudio sobre Tendencias, Empleabilidad y Emprendimiento en Jóvenes y Mujeres de Lima Norte Lima: Alternativa, 81 págs.