miércoles, 5 de diciembre de 2012

GENIALIDAD ELOCUENTE


Desperté de madrugada todo estaba húmedo y con llovizna de verano re-tardado. Me esperaba una jornada dedicada a la democracia, explorada desde aproximaciones y algunas certezas sobre buen gobierno y derechos humanos, sin embargo, similar a muchos planes del 2012 no evolucionaría a más de eso. Mi estado corpóreo que en este tiempo define el ritmo de mis proyectos, se impuso nuevamente. Y una vez más me refugié en la virtud de la paciencia, mi compañera inagotable, concentrándome en los estadios kantianos, desde esas primeras horas que marca al nuevo día, dejándome invadir por la filosofía positivista desde la perspectiva de este mí tiempo.  

Una llamada hizo que entrelazara recuerdos, afectos, ocupaciones suspendidas. Impulsándome a retomar pendientes para liberarlos hacia su propio derrotero. Cuando me refiero a pendientes, quiero decir que desde hace unos años, cuento con una carpeta electrónica donde he acumulado una serie de reflexiones y artículos en proceso. Descubriendo por enésima vez, que muchos esperan su momento y seguramente algunos quedarán en esbozo[1], similar a escritos de hombres y mujeres que me antecedieron y a quienes me aproximé con esa licencia de quienes hacemos de la investigación una labor cotidiana, hurgando en el pasado, presente y  a veces tentando al futuro.  

Los escritos inconclusos aparecieron ante mí allá por los noventa, de un siglo que ya no existe, como no existe el contexto socio-político, económico y mis percepciones de entonces, parapetada en un edificio por donde no transcurre el tiempo[2], teniendo como telón de fondo al tráfico infernal que día a día afirmaba la selva de cemento,  unas veces más que otras exacerbado por conflictos que movilizaban a la ciudadanía  durante los últimos tres años de un oncenio lleno de oprobio bajo el gobierno de Fujimori y Montesinos[3]. 

Pueda que por ello,  que a los escritos inconclusos bajo formato de cartas, ensayos o pronunciamientos de la Asociación Pro-Indígena (1909-1916),  Dora Mayer, Pedro Zulen, Juaquín Capelo... etc.  los percibí  y catalogué como pensamientos nacientes, suspendidos, inconfesos o subversivos.  Hoy que experimento en primera persona auto-hallazgos de escritos también inacabados, descubro que mis supuestos dejaron de considerar que muchos textos cuando permanecen en formato de proyecto tiene que ver tanto con el significado como su significante en el que fueron inspirados y el contexto desde donde emergen. Dependiendo de ello que: se exprese en signos, permanezcan en condición de reflexión intraducible, acción incontenible o sólo esboso.   

Uno de mis pendientes, que abandonará su estado corresponde a los  misteriosos lazos con los que la vida me aproximó a la  genialidad elocuente de un adolescente apenas inaugurando los catorce años de edad, que se me revelaba como un ser y espíritu fuera de los casos estándar con los que me hallaba cotidianamente cuando combinaba mi labor de investigadora con el de docente.  

Había sido nombrado   en su significado como elocuente en hebreo y a medida que fue develándose su genialidad, mostró que respondía con creces a su significante. En el breve tiempo de dos meses fui iluminada con su elocuencia esclarecedora, es decir, su capacidad para transmitir con claridad  su genialidad transformada en idea aun impregnada de interrogantes,  tendiendo un puente que aproxime nuestras perspectivas y reduzca la brecha generacional. 

Genialidad elocuente, en ese tiempo de nuestra mutua aproximacón, era a momentos distante de la excentricidad o extravagancia, que pugnaba por autonomizarse, unas veces corriendo tras los pasos de Platón y en otros a través de los laberintos de Einstein. Asomándose a diversos planos y dimensiones hasta trascender al espacio y tiempo, o bien detenido en la búsqueda de su cara amigable para la aproximación y comprensión de sus pares, intentando quizás de este modo, hallar un lenguaje compartido como aseguraba frecuentemente “mirar el comportamiento de los hechos desde las leyes de la física es hallar un modo diferente de explicarnos las cosas, rompiendo esta manera de alejar el conocimiento de todos, para hacerlo sólo de algunos”.  

En otros momentos se expresaba intentando  liberar heroicamente  a su espíritu para entroncarla con obras de otras genialidades a los que seguia los pasos. Pretendia expresar su don, en el sentido de hacerlo tangible y real al mismo tiempo que asumía la responsabilidad de “estar aquí y ahora” (Aisemberg y Melamud: 2006, 53)[4], para colocar su conocimiento al servicio y manejo de todos. Presionándose así mismo al descubrimiento de los mecanismos que diera contenido a su elocuencia, hallando en ese proceso su propia misión. A instantes  distraído por su alter ego, con o sin su complicidad, urgiéndole  proveer de tangibilidad a cada idea en proceso. Aun cuando traducirla  era un  desafío movilizador,   también se eregia como trampa, hasta el filo del detenimiento e inmovilidad.

Cuando finalmente su esfuerzo adquiría condición de producto, debía moverse entre  la vorágine competitiva de un escenario definido por tiempo y espacio diferente al del pensamiento con libre albedrio, donde se sentía bien y a gusto, allí donde emerge, crece, se transforma, va y vuelve la genialidad hasta hallar el medio de expresión propia, inconfundible, incuestionable, incontrastable, irrepetible e inalienable.
Mostrándome y mostrándole en términos de Foucault (1986)[5] el modo como lo mundano produce el sometimiento a la forma superior de lucidez y verdad que contiene la genialidad, que se despliega en toda su magnitud pero con límite, cuando es constreñido a los principios de la propiedad privada o truncada sus posibilidades en producto. Puesto que la norma y costumbres sociales lo protegen sólo en un tiempo y espacio no mayor a una década, por su relación directa con la equivalencia del valor material en el que se traduce.
Hasta cuando me hallé con genialidad elocuente, mi labor se concentraba en despertar y apoyar el desarrollo del pensamiento, reflexión, conciencia, ser y hacer de mujeres y hombres diversos como corresponde al mosaico de nuestra composición socio cultural urbana y rural del país. Sea halando desde el frente o empujando desde atrás, dependiendo de donde se ubiquen, dentro de un sistema neoliberal que los distribuye por estratos, difuminando sutilmente a las clases por complejas y complejizantes, pero principalmente para eliminar normativamente las relaciones de unas con otras en aras de la gobernabilidad, que tiene como transfondo la pervivencia de un sistema pese a sus límites.
Ontológicamente el encuentro con genialidad elocuente, me asomó a la docencia con sus propias exigencias, distante a lo desplegado en mi tiempo previo, permitiéndome una vez más validar el principio de aprendizaje permanente como ser. En  correspondencia a mi rol de facilitadora del proceso y método de investigación de las ciencias sociales, él me revelaba la simpleza de los misterios de las ciencias exactas, sin dejar de ser un frágil adolescente ante mis ojos, expuesto a los riesgos que provenía de su potencial incomprendido. Recordándome a momentos mi experiencia menos pedagógica y más materna con Amet, cuya genialidad descubrió su propio derrotero, para unos  poco exitoso por irrentable, pero para sí invaluable, por que le permitía  ser dueño de su propio libre albedrio viviendo a su modo, con los oficios y beneficios a los que lo aproximan y por momentos aleja su genialidad.
Muchas veces me he preguntado las razones por las que los espíritus que traen consigo la genialidad suelen enfrentarse a la fragilidad de la materia y siempre me asombro de lo que puedo hallar al respecto. Lo más destacado en la historia de la humanidad es la convivencia cuasi constante de dos variables: creatividad/padecimiento corporal. Como el que experimentó Beethoven, y aquello compartido por  Mozart, CervantesSaavedra, Van Gogh alrededor de cuyos legados de vida, hoy se intenta comprender el papel de que juega la enfermedad. Los/as entendidos suelen inclinarse en el mayor de los casos hacia el desarrollo de la capacidad de resiliencia en la conducta humana que alimenta la capacidad creadora y genialidad. No falta quienes se inclinan porque la genialidad sólo puede emerger de la enajenación como el que atribuyen a EdgarAllan Poe, Miguel Ángel, Virginia Wolf, Piort Tchaikosvsky, Cari Grand, perspectiva que muchas veces recubre la autocomplacencia para quienes reconociéndose como ‘constante’ se sienten amenazados por la genialidad de personas excepcionales.
A estas miradas y otras que sin duda se vienen desarrollando alrededor de genialidad/padecimiento corporal, mi comprensión intenta seguir su propia ruta excepcional. Estoy convencida que aquello  que estimula a determinadas personas ser fuente inagotable de ideas, ergo genialidad, es su espíritu superior y como tal poseedor de cualidades, exigencias y retos de similar calibre que desborda a su dimensión corpórea de sujeto común, liberándose  a pesar de ella. Lo deseable para  los seres humanos en general, es el equilibrio de las diversas dimensiones de su ser, cosa que no sucede con ninguno, puesto que  una de sus dimensiones inclina el trompo hacia uno u otro lado, aun cuando su esfuerzo está centrado en el equilibrio o giro armónico. Por tanto, no es de extrañar que los casos excepcionales afronten también situaciones excepcionales, siendo importante en uno y otro caso la oportunidad de ser amad@, respetad@, valorad@ y disfrutad@ en su ser, ritmo y tiempo.
Recordar que independiente del don que unos y otros poseemos compartimos un cuerpo dúctil como finito por ello exigente a los adelantos de la ciencia, su intervención y manipulación. Sin duda unos con más premura que otros dependiendo del cristal con que se mire, están quienes buscan liberarse de padecimientos reales, recuperándose de una invasión corpórea. También los que  valoramos los sabores de la vida luego de detenernos y contemplarla. O quienes viven cada día como si fuera el último porque se le ha revelado o han develado los misterios de la vida. Están también quienes recrean necesidades e imperfecciones imaginarias e intentan modificar lo perfecto, extender y confundir al implacable tiempo actuando incontenible sobre nuestra naturaleza finita.
En el caso de genialidad elocuente, hoy se casi nada de sus padecimientos, sólo que existen y producirán en él la resiliencia que muchos otros experimentaron, alimentando su genialidad pero sobre todo esa percepción diferente del mundo de donde emana inagotables ideas y sentimientos profundos de amor por seres no tan excepcionales como él pero sí semejantes que le dan sentido a contenido a cada uno de sus actos.
En este momento agradezco a la vida y sus misterios que permitió conocernos, aproximarnos y asomarnos uno respecto al otro, más allá de lo corpóreo, el espíritu que nos mueve e inspira. En un tiempo como este, donde todo es torbellino, tiene un móvil y está sujeto a constante cambio; aproximarme a su espíritu y abonar en su alma por un breve momento ha sido una experiencia  casi religiosa de docencia.
Por lo vivido, compartido y lo que quede por venir, hoy encenderé una llama que lo llene de energía y recuerde que más allá de nuestro SER persiste la fuente de la espiritualidad que nos acompaña,  proveyendo y acogiendo amor. Amor que enciente e ilumina cada instante de nuestra vida, en el que nos inspiramos, reeditamos y alimentamos día a día, a veces expresamente y otras implícitamente en silencio que es recogimiento.


[1] Develándome que el pensamiento sigue imponiéndose a mi disposición y capacidad de registro
[2] La Biblioteca Nacional en su antiguo local de la Av. Abancay.
[3] A fines del 2012, esperan uno antes que otro ser amnistiado de sus delitos de lesa humanidad que los ha recluido en sus cárceles suigéneris: a Fujimori en un ambientes acondicionado y exclusivo su investidura de presidente de la delincuencia donde despliega su dimensión artística y a Montensinos en los ambientes que el mismo acondicionó para quienes fueron una amenaza pública de gran envergadura.
[4] AISENBERG, Sandra; MELAMUD,  Eduardo Ser índigo: cómo despertar los dones, Editorial Kier, 2006, 159 p.  
[5] FOUCAULT, Michael. Vigilar y Castigar: Nacimiento de la Prisión, ed. Siglo XXI, Barcelona, 2004, 314 p.