sábado, 25 de marzo de 2017

CENTENARIO PUCP. DONDE VAMOS Y ESTAMOS ¡SOMOS PUCP!



Hoy 24 de marzo, la PUCP (Pontificia Universidad Católica del Perú) cumple 100 año, en tanto yo 36 de ser parte de ella. Sin duda mi vida y la forma de actuar sería otra de no haber pasado y dejado que ella pase por mí. A veces imagino mi vida sin ella, transcurriendo por la primera vía elegida a los doce años y me miro como veía a mis jefes del área, el departamento o el estudio de contabilidad suspirando por sus sueños, viendo discurrir la vida por la ventana grande o pequeña de su oficina, mientras que la suya seguía el ritmo de las cuentas.

Y también me miro como muchas mujeres de mi generación, sublimando ser madre, santificando ser esposa -más experta si no me he divorciado perdonando más de una infidelidad-, resignándose a ser ama de casa, sin dejar de ser trabajadora, sumando un nuevo rol sobre mis espaldas, gracias a que arrebaté al sistema mi derecho al trabajo remunerado lejos o dentro del hogar. Y con ello ser super woman, eficiente no sólo en la administración de la gestión doméstica en el hogar, sino su proveedora principal, con doble y hasta triple jornada si además fuera dirigente de alguna organización. 

En este tiempo de mi vida, sería esposa abnegada,sometida y "feliz",  divorciada (el noventa por ciento de mi generación lo es) y con mejor suerte viuda (a mis amigas en ese estado les va regio). Madre extendida haciendo que mis hijas(os) sigan estudiando para ser mejor que yo, madre-abuela, cuidando de mis nietas(os) mientras sus padres construyen sus sueños,  pidiendo permiso para mis propios intereses. ¡Y no me gusta!, me revela al igual que a mis ocho años, cuando tras cerrar un libro me prometí a mi modo, no ceder a las  tres "S": "No sería jamás silente, sonsa ni sometida", por cuanto elegí estudiar, pese a quien le pese especialmente a mí. 

Hace algunas semanas, una líder popular me dijo sin decirlo que era una “pituca de la PUCP”, me quedé pensando que los mitos definen como se percibe a las personas. Algunos cogen la hebra de ser una de las universidades más caras del país donde estudiar cuesta mucho dinero y está lejos del alcance de los pobres, por tanto quien estudio en ella es automáticamente "pituca", sin detenerse a imaginar las historias detrás de cada caso.
  
Otros la condenan por su denominación, pues asumen que al ser católica es fundamentalista, ortodoxa y restrictiva. Pueda que sea una de las razones por el que sus siglas PUCP que es su tradicional adjetivo, viene siendo sustituido por "La Cato" en la voz de las nuevas generaciones, siempre que lo escucho me produce algo así como la vulneración a una identidad largamente construida y peleada con uñas y dientes en tiempos aciagos, o por analogía a lo que suele sucederse, cuando alguien me llama "Cata", argumentan que es por cariño, yo creo por manía u obsesión de minimizarlo todo inclusive la voz para nombrarte, porque en realidad quienes me aman se ocupan en nombrarme completa ¡Catalina!. 

Algunos creen que como es particular no le importa la calidad de la educación, sino cuánta renta produce, donde los estudiantes con más dinero tienen más oportunidad que los que no lo tienen. Claro que hay brechas económicas, pero no excluyentes, puesto que las escalas de pago se establecen sobre categorías objetivas y verificables: colegio  y lugar de procedencia, situación socio- familiar, económica. Por ello desde los ochenta hay más oportunidades para quienes tienen alto rendimiento académico, emocional, creativo y social. Independiente de su extracción. Las ventajas se tornan en factor favorable para ser candidato a igualdad de oportunidad a través de becas.  La mayoría de aquellos que he conocido provienen de colegios o universidades públicas y de provincia. 

Esta tendencia que se acentuó entre los ochenta y noventa del siglo pasado, provoco que a inicios de nuevo siglo la tacharon de "popular", unos optaron por dejar el campus y otros dejaron de postular a ella, desplazándose hacia las recientemente creadas universidades privadas para seguir siendo élites. Para otros es el Olimpo del saber, ciertamente les dura la percepción a la distancia, hasta  cuando se acercan a ella, descubriendo que el saber está en cada uno, que se acrecienta por esfuerzo propio y que o el poder existe a momentos en unos y otros, pero el mayor de los tiempos, está disperso en todos(as).

Desde mi relación de adentro, puedo decir que soy octavo superior, en 1981, ingresamos cuarenta y egresamos cinco, tras cinco años de estudio, ni un mes más. Me hice parte de ella, por la puerta grande, ingresando por merito propio   y egresando por propio esfuerzo y tenacidad, pese a contar con todas las desventajas de haber sido una estudiante de colegio nacional no orientado a la educación universitaria sino técnica. 

Me hice PUCP al egresar en 1985, simbólica e irrenunciablemente, haciéndome parte de la Asociación de Egresados PUCP.  Lo hice, venciéndome a mi misma y creciendo en ese reto para asomarme a la complejidad del país y el mundo.   He estudiado en ella con becas, cuando he tenido que pagar por alguna maestría ha sido aquello que se corresponde con mis ingresos, acumulado hasta cuatro especialidades, sin mayores restricciones que mis propias opciones.

Desde cuando empecé a trabajar en ella bajo diferentes formas pude experimentar que cada tiempo y condición es una oportunidad que lo tomas o lo dejas, uno tiene lo que es capaz de producir y decide hacer, pero sobre todo cuando se tiene precisado el ser y hacer. Claro que puede también ser un puesto mas al cual te enquistes haciéndote necesaria(o) y cuasi invisible. O bien tirar tanto de la cuerda hasta que se rompa la tolerancia, de modo que sabes lo que vale cuando lo has perdido y optas por comportarte como la zorra y las uvas. Yo prefiero mi relación de puertas siempre abierta.

La he visto de adentro hacia afuero y de fuera adentro. Nunca fui testigo, ni supe directamente de dobleces respecto a mal manejo, corrupción, restricción de libertades, discriminación ni exclusión. Sólo complejidad, diversidad, diferentes mecanismos, oportunidades y exigencias. Sin por ello, negar los riesgos que posee toda institución regida  por personas, tiempos y tendencias. Las autoridades y académicas(os) más brillantes son los mas accesibles, modestos y siempre prestos al nuevo conocimiento, ellos(as) siguen siendo mis maestras(os).

A la PUCP le debo no sólo la formación académica, sino la afirmación del compromiso conmigo misma, la práctica democrática y no sólo el discurso, la defensa del derecho humano con rostro humano y del mío propio; la defensa y el ejercicio de libertad, la insistencia en la coherencia, la fidelidad a mis principios que no tienen precio ni caducidad. Dormir cada noche agotada pero con la satisfacción de haber hecho aquello regido por la razón, ubicado en el punto de equilibrio de la ética y dictado por el corazón.

La PUCP, me dio y sigue vertiendo la oportunidad de acceso a la universalidad del conocimiento y la diversidad de las perspectivas, como elección de ser y hacer, animando cada nueva inquietud y respaldando mis iniciativas aun cuando ella trascendiera al campus. Permitiéndome ser cada día mejor que yo misma.

En la PUCP, aprendí a valorar lo imperfecto, perfectible y cuasi mágica condición humana, la vocación y compromiso con la sociedad en sus altas y bajas, ofreciendo y poniendo al servicio lo mejor de mi hacer profesional allí donde el viento me lleve, sin dejar de alimentar mi ser. Al punto que me he convertido en amiga de mis maestras(os) como de mis estudiantes, compartiendo más de un punto de coincidencia, de felicidad y sin renunciar a la irreverencia.

De la PUCP soy parte y me siento parte, hago mío sus retos, celebro sus aciertos y crecimiento, me duele sus procesos, revela los tiempos exigentes, me sumo a sus cruzadas que reflejan mis propias motivaciones, disfruto de su existencia, sus ambientes, su estado y clima, sintiéndome segura y en paz cada vez que a ella retorno.


Estoy orgullosa de la PUCP, por haberme formado profesional, social, política, cultural y ciudadanamente en ella. Por fortalecer mi condición humana como cada celebración de  la luz que me hace parte. PUCP, soy yo. Está en mí,  yo estoy en ella. Somos una comunidad que allí donde vamos y estamos ¡Somos!