Hoy fui a renovar mi DNI,
tuvieron sumo cuidado en verificar mis datos, mi firma, mis huellas. Por una letra
repitieron dos veces el procedimiento. Dejé
fluir mi pensamiento en voz alta ¿Cómo
era posible que pese a estas medidas se estafara y desposeyera de sus bienes principalmente a adultos
mayores?
El joven servidor público aun con sonrisa a esas horas del día, amable me miró y dijo: “Señora para la maldad y ambición no hay llave que
funcione”. Me despedí y salí pensando, en qué momento y bajo qué condiciones
nos desprendimos de valores que aprendimos desde niñ@s: solidaridad,
reciprocidad, respeto por el otro, obtención de metas y deseos por esfuerzo propio y persistencia.
Respeto y cumplimiento del deseo del padre, madre, adulto mayor mucho más cuando recurren en búsqueda de apoyo
depositando su confianza. Más afianzado en las familias
conservadoras de Lima, tan desmerecido y debilitado en estos tiempos1.
Hasta mediados del siglo pasado, el mundo andino heredero de prácticas pre-hispánicas, solía ser escaso el registro escrito del deseo y la herencia, por ser principalmente oral y colectivo. Las personas honraban la palabra y asumián la decisión de los mayores como normatividad, de modo que la posesiones de tierras, pasaban de generación en generación a través de la voluntad expresada oralmente 2.
Hasta mediados del siglo pasado, el mundo andino heredero de prácticas pre-hispánicas, solía ser escaso el registro escrito del deseo y la herencia, por ser principalmente oral y colectivo. Las personas honraban la palabra y asumián la decisión de los mayores como normatividad, de modo que la posesiones de tierras, pasaban de generación en generación a través de la voluntad expresada oralmente 2.
Los padres expresaban a sus hij@s y la comunidad la disposición de sus bienes asociado con el rito posterior a su muerte, para el que se preparaba y preparaba a la familia en pleno uso de sus facultades. De allí la costumbre de respetar la voluntad del difunto, acorde a costumbres y especificidades de cada zona -con algunas excepciones donde la ambición y codicia vence a las costumbres-. Lo afirmando no niega la existencia de conflictos ancestrales de linderos que generalmente suele ser con el vecino y no con los pariente, porque asumen que el bien entre pariente se queda en familia y discurre en su interior 3.
Sin embargo cuando esos mismos andin@s migran a la costa algo se quiebra
en su interior –en la Lima actual l@s habitantes dejaron de ser desde mediados del siglopasado, limeños, en el sentido estricto de descendientes del curacazgo Limac 4 y el mestizaje de conquistadores hispanos o criollos descendientes de españoles, hoy somos migrantes del interior del país, de primera hasta quinta generación-. De modo que la cultura andina y sus valores se
entretejen como marco de referencia para
la mayoría de sus habitantes, por ello cabe preguntarse:
¿Cómo y
por qué emerge esta práctica cada vez más recurrente de despojo y expoliación
al padre o a la madre tanto en los exiguos limeños como migrantes?
¿Cuáles son los móviles parentales, psicológicos, sociales, culturales, políticos, económicos y religiosos que se transforman en sustento de una práctica de negación de derechos del padre y la madre en su ancianidad?
¿De qué modo se devalúa y pierde el atributo de sabiduría y máxima autoridad del ancian@ que se destaca en la familia andina, donde no existe asilo ni “lugar de descanso”?
"¿Y de qué modo la expoliación, explotación, abuso y robo a la ancianidad se va institucionalizando a medida que nos afinamos en la ciencia y nos declaramos más civilizados?5
Lo primero que nos asalta como respuesta, es sin duda, el profundo individualismo moderno y
desprendimiento afectivo asociado a la era digital.
El desapego, lejos de transformarse en condición para liberar y
permitir el crecimiento del SER, es sinónimo del desprendimiento afectivo,
moral y ético de los vínculos parentales de reciprocidad que aparecen como
obsoletos e incómodos. A cambio se acentúan nuevos apegos: el poder, dinero, posesiones, acceso a bienes y bienestar. Mejor si sucede antes de las tres décadas, aun cuando eso
signifique abreviar procesos propios a
cambio de la apropiación de otros vía la “herencia anticipada” 6. ¿Cuáles son los móviles parentales, psicológicos, sociales, culturales, políticos, económicos y religiosos que se transforman en sustento de una práctica de negación de derechos del padre y la madre en su ancianidad?
¿De qué modo se devalúa y pierde el atributo de sabiduría y máxima autoridad del ancian@ que se destaca en la familia andina, donde no existe asilo ni “lugar de descanso”?
"¿Y de qué modo la expoliación, explotación, abuso y robo a la ancianidad se va institucionalizando a medida que nos afinamos en la ciencia y nos declaramos más civilizados?5
Situación que de no suceder por “voluntad consciente” de los padres, ha de ser por el subconsciente, que en sus sueño de vigilia deciden que es tiempo de delegar, confiar y esperar que hij@s con mayores herramientas y visión velarán gestionarán mejor los bienes familiares y afirmaran el futuro de todos con amor, sabiduría, respeto y equidad. Para despertar bruscamente ante la realidad de haber sido declarado “mentalmente incapacitad@”, sea por haber sido estafados7, algunos bajo la tutela de un hospicio8, la calle o incomunicad@s.9