domingo, 29 de noviembre de 2009

DESDE ADENTRO, VIOLENCIA ENTRE MUJERES

Tenían que ser las Zorras de Abajo, quienes zorrinamente coloquen un tema que suele tratarse unas veces confrontando, otras resistiéndose y hasta colocándolo en paréntesis. Me refiero a las relaciones intragénero, que suele ser sesgado cuando se concentra en el interés por urgar sólo al interior del género femenino, puesto que como sucede con las relaciones humanas, el género masculino no se exime de esta experiencia.

Más allá de colocar en evidencia que la violencia intragéneros de ningún modo es práctica exclusiva de las mujeres, intentaré desarrollar algunas anotaciones al respecto, para no eludir la demanda ladina de las Zorras de Abajo.

Las Motivaciones

Cuando el tema se concentra en urgar las relaciones intra género femenino, cruzado con la variable violencia suele asociarse con algunos intereses inconfesos, entre los que pueden identificarse: a) mostrar que la violencia contra las mujeres no necesariamente tienen como única fuente a los hombres, b) la responsabilidad originaria de la violencia contra las mujeres es de las propias mujeres y c) la violencia contra las mujeres proviene de una práctica autoinfringida en las mujeres.

Mi primera reacción desde adentro, respecto a la violencia entre mujeres, es el reconocimiento de su complejidad, diversidad, simultaneidad y conflictividad, unida a una lectura tapizada de mitos y tabú construido, en un esfuerzo por perpetuar inalterable una situación de violencia contra la mujer, que a la larga, favorece a los intereses de quienes no renuncian a ejercer control sobre el pensamiento, vida, cuerpo y sexo de las mujeres.

Sin duda cada uno de los intereses señalados, pueden llevarnos por caminos sinuosos tratando de psicoanalizar a las mujeres como victimarias/ víctimas, perpetuadoras/ reproductoras o sado-masoquistas, etc. Para ello bastaría obviar que la violencia contra las mujeres tiene como su eje central las relaciones de poder que constituyen y a atraviesan históricamente las relaciones de género en sus diversas combinaciones al interior de las diversas sociedades con los énfasis que se produzca en su interior.

Desde los ochenta, se ha escrito y argumentado al respecto, a estas alturas existe, suficiente literatura teórica a la que puede recurrirse para despejar dudas e interrogantes en este plano (Rubin: 1986[1]; Scoot 1988[2]) y muchos trabajos fácticos como las que constituyen las memorias de l@s diplomado@s del DEG de la PUCP y seguramente las tesis de maestrías de género y algo mas en la UCH y la UNMSM. Un material accesible que permiten ilustrar los argumentos teóricos es el de Rauber: 2003[3], aun cuando no logra agotar la comprensión de los elementos que sustenta las relaciones de violencia contra la mujer, en tanto estos se recrean y reinstalan cotidianamente. Otro documento ágil es el de Meza: 2002[4], en cuyo contenido además de referirse a los principales esfuerzos de Foucault 1980 [5], 1987[6], por aportar a un concepto de poder que trascienda lo jurídico legal hasta instalarse en cada uno de los vértices que conforman la constelación de relaciones sociales de poder que emerge de las partes de un todo, dialoga con el trabajo de una especialista en el tema.

Los Mitos y   tabús

Desde mi perspectiva la violencia de las mujeres entre si, no alcanza la magnitud que suele atribuirle afirmaciones usuales como “no hay peor enemiga de una mujer que otra mujer”, a ello suelo responder parafraseando a Diana Miloslavich, “las mujeres seguimos siendo la parte de los seres humanos que no matamos a nuestras congéneres sin llegar a conocerlas”, cosa contraria sucede en los campos de batalla sean estas guerras, espacios de afirmación identitarias o necesidades constantes de exacerbación de la virilidad.

Siguiendo a Irrigaray (1974)[7] Chodorow (1987)[8], las mujeres no nos odiamos tanto entre sí por naturaleza ni por proceso de autoafirmación identitaria, en la medida que para hacernos mujeres no debemos romper ni con la imagen materna ni el modelo femenino, que según Freud [9], si requieren los hombres. Por cuanto el odio siendo sentimiento humano cuya intensidad está sujeta a la historia colectiva e individual así como a los procesos de cada ser humano, no necesariamente tienen como fuente y destino a las mujeres como género.

Desde mi perspectiva, la violencia intra género femenino, no es otra que la reproducción y afirmación de prácticas socialmente aprendidas, en el caso de las mujeres reforzado por el cumplimiento del rol de reproducción social, conferido social y culturalmente a las mujeres. Debido a nuestro rol de madres, educadoras, cuidadoras, amas, hermanas, tías, abuelas, etc. nos transformamos en sujeto y objeto de ejercicio de violencia consigo misma, aun cuando aparentemente pareciera ser ejercida contra otra mujer en tanto surte un efecto boomerag, es decir retorna a nosotras mismas por el modo como estamos inmersas en las instituciones y relaciones por nuestra condición de género.

Si bien el cumplimiento de un rol socializador sin alterar cánones de poder centrado en los varones nos transforma en instrumento que mantiene, reproducen, recrea y perenniza las prácticas de negación de su condición de sujeto de derecho, ese mismo rol nos abre las puertas y la oportunidad para revertirlo y producir una revolución al interior de las relaciones humanas. Pero ello requiere de cambios profundos en la autopercepción, autovaloración, y empoderamiento de las mujeres en sí mismas y en su condición de género que aun es un proceso incipiente. Debido principalmente a una histórica situación de subordinación, sometimiento e invisibilización que aun persiste.

Procesos inacabados

Hasta no hace mucho, las mujeres no teníamos conocimiento y menos conciencia de tener derecho a tener derecho, es decir asumirnos como sujeto de derecho, sin duda afirmado con el hecho de ser indígena amazónica, andina, negra, iletrada, pobre, etc. Y cuyo proceso de develamiento y superación es aun inicial, puesto que la conciencia de género, es tanto o de mayor reto que la conciencia de clase, social, nación o cívica que tiene siglos en ese empeño. El sentirnos y asumirnos mujeres como sujetos de derechos a penas remite sus inicios hacia 1970 y la de género a 1990.

Cuando suelo tratar estas disquisiciones a cerca del proceso de conciencia crítica y por ende modificación de la condición y posición de la mujer, al interior de las relaciones de género, recurro frecuentemente a la esclavitud que se instauró como sistema y relación, no sólo porque existió un amo, sino también al esclav@, debido a la legitimación de condiciones para hacer que quien es esclav@ asuma y ejerza su condición de tal, poniendo en funcionamiento y perpetuando el sistema de la esclavitud, al punto de creerse por ambos lados que no había otra posibilidad, evidente en la resignación, postergación, rechazo o represión de la libertad, tanto por su implicancia socio-económica y política como por su desconocimiento de cómo manejarse en ella al haberse eliminado en quien es esclavo la imagen simbólica de la libertad. Como bien dice Lora (1986) [10], la subordinación de la mujer subsiste porque a su vez existe una relación que se retroalimenta entre quien subordina y quien es subordinado.

Es decir existe un sistema complejo de relaciones de género de violencia contra la mujer instaurado en nuestra sociedad, que se viene develando lentamente en contraste a un afianzamiento de siglos donde fue (sigue siendo en parte del país y el mundo) como algo natural, privado e ineludible al interior de un sistema patriarcal donde la mujer tiene una condición de minoría de edad y dependencia del patriarca, cuyo valor central es la perpetuación de su linaje. Por ello no es gratuita la devaluación de la mujer desde el nacimiento en contraste con la predilección de un hijo varón en la familia que trasciende al linaje, hasta situarse en una mayor valoración económica, social, cultural, política y religiosa.

América Latina y el Perú en particular, tienen además como ingrediente, al machismo de los hombres, que se sustenta y reproduce en la existencia de un marianismo en las mujeres. El machismo que se ha tornado en un cliché a toda conducta de abuso del hombre hacia la mujer, como concepto central se refiere a la actitud y conducta masculina sexista respecto a la mujer, cuyo valoración es reducido a su condición de objeto sexual/ reproductivo y que a diferencia del patriarcado se produce un desentendimiento y desprecio de la prole, dejando en manos de las mujeres el cuidado, socialización, manutención y construcción identitaria de hijos/as.

En este contexto no es de extrañar que no sólo se haya instalado sino afirmado una practica marianista en las mujeres como contraparte a la conducta machista del hombre, creando dualidades opuestas de imagen femenina respecto a símbolos, roles y atributos prácticos que no admiten variantes, de modo que solo se puede ser madre/santa ó no-madre/puta, basta ver su asidero en el modo como reacciona un hombre cuando ha sido "mentado su madre" por otro. Acerca del marianismo, existe literatura interesante como aquel que lo asocia con síndrome [11] o como el tratado de Stevens: 1977[12].

El marianismo/ machismo, suele refugiarse o fortalecerse en una imagen del padre ausente que radicaliza la conducta masculina en sus extremos, como bien desarrolla Sara-laffose: 1995[13] y otros trabajos como de Miguel y Vargas: 2001[14], Granero [15] o bien el comentario de Borgoña [16] a cerca del aporte destacado de Sonia Montesinos sobre el tema. Percepción y tratamiento que no niega procesos de cambio, pero que evidentemente siguen siendo insuficientes como para desplazar los mitos y tabú.

El efecto boomerang de la violencia entre mujeres

Insistiendo en la idea inicial respecto a la doble repercusión de la violencia entre mujeres que tienen y ejercen poder en cualquiera de sus formas, sin duda va a reproducir las diversidad de violencia experimentada, que adquiere un efecto bumerang, puesto que siendo dirigida a otra mujer, tiende a reforzar y reproducir un sistema de violencia en la que ella está incluida y sometida, si tomamos en cuenta a Foucault (1980) quien argumenta que el poder produce cosas, induce placer, genera saber, produce discursos, es una red de relaciones cuyo función no es exclusivamente reprimir, se produce y reproduce en una relación donde las fuerzas son desiguales, en medio de una multiplicidad de prácticas que generan diversas tecnologías y que atraviesan el conjunto de relaciones sociales.

En este punto quiero retomar los intereses iniciales e implícitos que advertí suelen estar en la base del tratamiento la violencia contra las mujeres desde adentro:

  • El reconocimiento de la existencia de relaciones de violencia entre mujeres, cuyo efectos boomerang nos coloca en situación de en fuente y destino de violencia contra las mujeres, no es condición suficiente para bajar la guardia y menos relativizar la presencia de una práctica sistemática, institucionalizada, estimulada y sostenida socialmente tolerada (subliminal, institucional y simbólicamente), mientras se exacerba una masculinidad de virilidad, avasallamiento, fuerza, imposición, conquista y sometimiento, en contraste con una feminidad frágil, dependiente, obediente, minusválida, vulnerable. Haciendo que el poder se traduzca en practica bajo diversas formas de violencia contra la mujer cuyo efecto mas dramático es la comercialización sexual y el feminicidio.

  • Si bien los roles que cumplen las mujeres en el proceso de socialización de hombres y mujeres, permiten atribuir responsabilidad de la perpetuación de la violencia contra las mujeres desde las propias mujeres, no es tan simple y diáfana tal responsabilidad, en tanto que los roles se proveen de las convenciones, acuerdos, transacciones y mandatos sociales que institucionalizan determinadas prácticas de relaciones sociales y de género social, cultural, religioso y políticamente construidos.

  • La violencia contra las mujeres, como producto de una práctica autoinfringida, sólo puede ser patológica, en tal caso no es privativa de las mujeres sino también de los hombres, sin embargo si está asociado con la escasa autovaloración y baja autoestima, esta suele alimentarse de una constante confirmación socio-cultural y política que distorsiona, menoscaba y devalúa su propia imagen.
La violencia intra género, más allá de sus motivaciones, podría ser un buen pretexto para poner en cuestión los factores a los que alimenta y de donde se alimenta el papel de las mujeres en el Perú de hoy, a ver si una vez por todas, iniciamos un procesos sostenido de conciencia acerca del significado de ser mujer y hombre en nuestros tiempos. Colocar en agenda, aquellas cosas que necesitamos deconstruir y reconstruir. Desenmascarar las prácticas en las que nos parapetamos cómodamente reproduciendo y sosteniendo relaciones de género insanas, mientras nuestro discurso nos desborda, quedando rezagadas nuestras prácticas emancipadoras ya sea por el cansancio de los pasos andados o el peso del temor a perder lo inadecuadamente seguro por conocido ante el espanto de aquello desconocido por construir.

Esto sin duda pasa por el develamiento de mitos, que da paso a conocimientos como los del UCLA [17] a cerca del efecto sanador de la amistad entre mujeres o el monólogo de Mónica [18] o el sitio de experiencias de mujeres en cambio [19], personalmente he experimentado que para entender a una mujer basta otra mujer, sea que exista una relación casual, amical, parental y hasta accidental. Porque muchas veces, sólo necesitamos ser escuchadas y se pongan por solo un instante en nuestro lugar para percibirnos como realmente somos. 
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[1]Rubin, Gayle (1986) El tráfico de mujeres: notas sobre la "economía política" del sexo, pp. 95-145, En: Nueva Atropología -- Vol. 8, N° 30.
[2]Scott, Joan (1988) Gender and the politics of history Introduction, In:Gender and the politics of history -- New York: Columbia University Press, 1988.
[3]Rauber, Isabel (2003) Género y Poder, Argentina, 123 p. http://www.rebelion.org/docs/4523.pdf
[4]Meza Aguilar, Héctor (2002 )Poder, género y psicología social, 32 p. http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/polis/cont/20021/pr/pr7.pdf
[5]Foucault, Michel
1980 Microfísica del Poder, La Piqueta Madrid.
[6]Foucault, Michel
1987 La Historia de la Sexualidad 3, La inquietud del sí, Siglo XX editores, México, primera edición en francés 1984
[7]Irrigaray, Lucy (1974) El espejo de otra mujer,
[8]CHODOROW, NANCY (1984); El ejercicio de la maternidad, Ed. Gedisa, Barcelona. (primera edición en inglés en 1978, Universidad de California).
[9] Freud, Sigmund, Obras completas, Amorrortu Editores: Buenos Aires/Madrid, 1978.
[10]Lora, Carmen
1986 Mujer víctima de opresión portadora de liberación. Instituto Bartolomé de las Casas, Lima: 1985, 163 p. 
[11]http://es.wikipedia.org/wiki/Marianismo, http://es.wikipedia.org/wiki/Machismo, http://science.jrank.org/pages/7838/Machismo.html, [http://www.humanizar.es/formacion/img_documentos/doc_jose_carlos_sindromes_religiosos.doc
[12]Stevens, Evelin
1977 El marianismo, En: Hembra y macho en Latino América, ensayos, pescatello (editor) Editorial Diana, México
[13]Sara-Lafosse Violeta(1995). Familias peruanas y paternidad ausente. Aproximación Sociológioca. El Perú Frente al siglo XXI .1er. edic. Fondo Edit. PUCP.
[14]Miguel R., Rodrigo y Vargas R., Eugenio (2001) Padre ausente y las repercusiones a nivel psicológico en el niño, según diversas perspectivas de análisis, http://www.apsique.com/wiki/DesaPadre_ausente
[15]Granero, Mirtha, El futuro emocional y psicosexual del niño con padres separados. Las influencias del ambiente familiar y su manejo
[16]Alvarado Borgoña, Miguel
El barroquismo del padre ausente, Lecturas de: Madres y huachos. Alegoría del mestizaje chileno, de Sonia Montecino, http://www.antroposmoderno.com/antro-articulo.php?id_articulo=697
[17] Estudio de la UCLA sobre la amistad entre mujeres, http://www.mujeresdeempresa.com/sociedad/021203-la-amistad-entre-mujeres.shtml
[18] http://www.aipeuc-ps.org/index.php?name=News&file=article&sid=155
[19]http://mujeresencambio.wordpress.com/2009/09/14/la-amistad-entre-mujeres/

domingo, 22 de noviembre de 2009

VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES ENTRE DILEMAS Y CERTEZAS

Atardeció y anocheció el 19 de noviembre del noveno año del siglo XXI, la llamada de Sonia lejana, me recordó el costo de la distancia, donde se ennoblece la esperanza y anima la promesa, iluminando futuros días de retorno, que siendo una estación golondrina es suficiente para reconfortarnos. Es de mañana, cuando descubro el mensaje de Sonia, aquella otra que intuyo y aun no descubro más allá de los signos de la virtualidad provocando en mí la imagen simbólica de las sonias.

Reacciono ante el mensaje, intentando sacudirme de esa sensación que siempre eludo a toda costa tropezar, aun cuando sea por azahar. Al ser tan conocida siento su acercamiento invadiendo mi olfato, enfriando mi piel, atrayendo mi mirada, inquietando mi espíritu, confundiendo mis sentidos, antes de tener conciencia cierta de su presencia.

La invitación de mi amiga virtual, me ha colocado ante uno de esos dilemas que nos toca resolver, esos que te generan un estado de levitación en el alma y profundo vacío en el vientre hasta tambalearte, mientras experimentas la ebullición de aquellos pensamientos que siempre te acompañan, fielmente porque no pueden pertenecer a nadie mas, en tanto existen unido a un@, feneciendo su condición de pensamiento cuando se deslizan con las palabras en su vano intento de autonomizarse.

En situaciones semejantes, cuando el espanto me acompaña, suelo reaccionar automáticamente, ignorando su presencia, cruzando la calzada, tomando otro rumbo, perdiéndome en el tumulto. A veces no requiero de tanto esfuerzo, basta sonreírle a la vida, pues cual fantasma espanta niñ@s, huye cuando sonríes, se aleja cuando te ríes, dejan de existir cuando te llenas de gozo, mas no desaparecen, están al acecho del menor descuido, siendo atraídos por la confusión, alimentados por la tristeza, fortalecidos por el desánimo, creciendo con la derrota, afincados por el temor.

Hoy me sorprendió sin espanto ni alegría, me halló entre la cotidianeidad del querer, poder y hacer. Percibiendo todo el día su presencia, aun cuando quise distraerlo con el trabajo pendiente e intenté sumergirme en el urgente, más se ha mantenido persistente así que he de exorcizarlo del único modo que se hacerlo como es deconstruyéndolo, mirando en sus componentes, husmeando en cada parte hasta saber de que está hecho, por qué y para qué, solo así podré liberarlo y liberarme, recuperando mi espacio y desenredarme de sus sensaciones.

La invitación de Sonia llegó precedida de otras invitaciones, cuyas orientaciones desgranan la diversidad de miradas, percepciones, sentimientos y acciones alrededor de un acto social que a diferencia de aquellos que intentamos construir, este existe y posee atributos histórico, sistemático, inclusivo, redistributivo, equitativo, transversal, sostenido, institucionalizado, sostenible, eficiente, posicionado, recreado y trasformado en elemento simbólico cuya efectividad envidian el resto de actos sociales. Se trata pues de la práctica de violencia contra las mujeres, ejercida desde tiempos inmemoriales cuando una parte del ser humano descubrió que su poder se afirmaba en la posesión y control de la otra, incluyendo la negación de su condición humana, transformandola en tributo, regalo, violándola y violéntandola de diversas formas, unas brutalmente exhibidas, y otras, tan sutiles como el avance de la civilidad y la ciencia, al punto de ser sostenidas y reproducidas por las propias mujeres sin siquiera percatarse de ello. Practica en América Latina sostenida desde los cuatro puntos cardinales, reinventándose con cada estación, fortalecidos en su tolerancia y afincada en una cultura machista, de doble moral, desidia, indiferencia e impunidad.

La violencia contra la mujer como acto social con todos los elementos a favor, en este tiempo de dilemas intenta ser despojada de su velo protector. Sonia anuncia la creación de un instrumento destinado a dar dura batalla para arrebatarle sus principales fortalezas, los elementos y condiciones que la mantienen afirmada e intocable con posibilidad de sobrevivir aun a los tiempos de la raza humana, por tanto, su anuncio es una buena nueva para aplaudir, celebrar y apiñarse en el momento que fuera anunciado en detalle, en los ambientes del Congreso de la República donde pocas veces se tocan temas que nos tocan y menos aun nos invitan a estar presentes porque nuestra voz, argumento y decisión fue enajenado hasta hipotercarse en manos de los ciento veinte hombres y mujeres que dicen representarnos sin lograr representarse ni siquiera a sí mism@s.

No hace mucho estuve con las Micaelas, recordándo las rutas de nuestra condena y redención, cuyos vientres parieron a peruan@s sincretizando a propios y extraños, sobreviviendo a la invasión, el rapto, la mercantilización de su cuerpo, la esclavitud de sus vidas y sus descendientes. Venciendo en silencio y con coraje a los esfuerzos por desaparecer todo vestigio autóctono, renaciendo cada aurora aun cuando debía volver a morir con el sol, aquellas a quienes arrebataron sus dioses, su lengua, su linaje, su espacio hasta su piel, más no el pensamiento y la fe.

Su quehacer de este tiempo en los ambientes de los maestros, las irguieron como maestras, sanadoras y sabias. Mostrando la resiliencia hecha carne, donde el dolor las esculpió, la marginación afirmó su identidad, el olvido recreó la cultura para mantener y obsequiar al mundo la mixtura variopinta, generosa, cálida y acogedora del Perú. Hoy están decididas a no cejar en su esfuerzo a ser reconocidas y ocupar el lugar que les corresponde.

Las marías que al hilar y tejer habían decidido dejar de ser marianas, vírgenes, lloronas, plañideras y víctimas, para ser redentoras, precursoras de nuevos sueños y hacedoras de nuevos tiempos, convencidas que enlazando sus manos y uniendo sus voces crearían el torrente incontenible de su existencia y ser, hasta hacerse de instrumentos y compromisos con voluntad de cambio concreto. Al ver que sus tejidos eran raídos y sus esfuerzos despreciados decidieron retomar la agenda antes delegada, en este tiempo han decidido tomando calles y plazas elevando sus cantos y anuncios de no ceder un centímetro en su empeño de erradicar la violencia contra las mujeres, la cita sería ante las oficinas de trabajo del poder legislativo, que olvido legislar aquello que siempre quiso mantener entre las cuatro paredes bajo el rótulo de problema familiar.

Y llegó el llamado de las Giselas, aquellas que no habían sido vencidas por el tiempo ni el olvido, aquellas que tenían presente la tarea insustituible de que nunca más la vida fuera despreciada ni desperdigada, quienes cual ave fénix de las cenizas se elevaron para erguirse justicieras en nombre de los sin nombre, elevar las voces de los gritos silenciados, mostrar los rostros de quienes fueron incinerad@s, recuperar las huellas de l@s desaparecid@s.


Las giselas que en nombre de vida no podían permitir que nuevas vidas fueran desperdiciadas como aquellas que les fueron arrancadas de sus entrañas arrazadas con parte de sus propias vidas.
joven, andina o amazónica, por poseer una fe, o estar bajo sospecha. Las giselas nos convocan para no olvidar que la impunidad es el engendro preferido de las bestias humanas que se alimentan de la desmemoria y la desidia, de la distracción y el agotamiento, la cita sería frente al palacio de la injusticia.

Las Giselas, nos recordaban que la violencia en su forma más execrable había sido traslada hacia el cuerpo de las mujeres, transformándolo en campo de batalla de las guerras que en su forma mas perversa existe sin ser declarada, pero igual y cruel que un holocautos con exterminio sistemático: sea por ser mujer, quechuahablante,


Mientras las floras siempre atentas a nuevas aristas desde donde afloraran amenazas reinventadas hacia las mujeres, nos abrían como siempre su casa para hacer de la causa de la violencia contra las mujeres el texto y el contexto colocando en cuestión las formas de convivencia en la urbe que indiferente a los costos de su desborde mira con tolerancia hasta complicidad las diversas e inimaginables prácticas de violencia contra las mujeres.

Violentadas y violentas en el mundo de la vida, más hostil cuanto más envejece sus ciudades, perdiendo la calma de la madurez, la ternura de la experiencia y la estabilidad de historias vividas. Una urbe donde el feminicidio se desliza desde las cuatro paredes donde se ocultaba, hacia las calles ya no solo solitarias, hoy se apropia con osadía de las vías llenándolas del carmesí, arrebatadas a las mujeres que osaron irrumpir en campos del poder antes vedado, cuya práctica de incorruptuela, las hace vulnerables a la demencia y al sentimiento insano de quienes no sólo tienen licencia para conducir otras vidas a un destino finito o infinito, sino también la oportunidad de arrebatarla a se atrevan a colocar alto a la alevosía y ventaja.

Y estaban las Tarcilas, formadas por Coyas y Kashiri, en su incansable trajín por hacer que sus cuentos, cantos y voces sean escuchados, su aporte reconocido, sus heridas suturadas y sanadas, en quienes la violencia contra la mujer se expresa en el silencio de sus voces.
Mujeres que han sobrevivido a las inclemencias de poderes unos mas insanos que otros según el viento de los tiempos en el trono, que cuasi fueron exterminadas a nombre de la paz y la democracia en pleno siglo XX, que hoy son persistentemente invadidas y violentadas a nombre del desarrollo y la modernidad de los tiempos. Cuya causa no ocupa las primeras planas porque siguen siendo agenda segundaria. A quienes se recurre para ilustrar portadas de turismo exótico o justificar programas de depredación de su hábitad que suelen defender con todas sus fuerzas. Donde la experiencia de violencia contra la mujer que ha mercado sus vidas ha sido y sigue siendo de explotación, abuso, olvido e impunidad.

Convocando al debate y afirmación de una agenda tan amplia y profunda como la huella de los tiempos de olvido y negación que marcan sus historias.
Como dije cuando empecé esta deconstrucción del dilema de no saber que hacer ni a donde ir en medio de una encrucijada de múltiples vías creadas por las mujeres a propósito del día de la no violencia contra las mujeres, me ha mostrado que a donde vaya hallaré en cada espacio y agenda mi propia agenda pendiente y la oportunidad de volvernos a mirar de frente reconociéndonos y haciéndonos una a pesar de ser tan diversas y diferentes, descubriendo que no existe mas dilema que el escaso espacio para aquilatar el peso de cada iniciativa y el valor de todas las iniciativas todas aun insuficientes para ocuparnos de todas las formas de violencia ejercida contra las mujeres.

Por su lado las Marías, habían decidido abandonar su larga espera, donde fueron hilado, enhebrando, tejiendo y entretegiendo el ropaje que debía cubrir a quienes serían llamad@s a elaborar los instrumentos, las decisiones y las medidas que enfrenten directa y decididamente a la violencia contra las mujeres. Las marías que creyeron que sus esfuerzos serian compensados con el respaldo institucional para mantenerse al frente no sólo en actitud de defensa, sino avanzando y aportando hacia propuestas de relaciones humanas saludables de hombres y mujeres, hombres y hombres, mujeres y mujeres, con ejercicio real de igualdad de derechos, oportunidades, valoración y respeto a las diferencias.