Te sabía hospitalizada con oxígeno desde noviembre en Rebagliati, sin posibilidad de verte, por ti y mis amigas/os hermanas/os enciendo una vela cada ángelus.
Cerrando enero, conversé con mi hermana Lucy, sobre mis
sentires angustiantes en esos días, ese vacío que suelo tener en el estómago
cuando se cerca o se ha producido una pérdida y se asoma el dolor por el
horizonte, ella me miró y dijo: “Es la nueva cuarentena, tenemos miedo por
todos, seguro pasará hay que tener fe y prepararnos”. Yo respondí agradeciendo a mi hermana: “Luz
tu y yo nos tenemos, además de Rodri y Pancho. Temo por mis amigas que viven
sola y nuestra familia temeraria. Temo por las hermanas de la vida como María, Gisela y Carmen que están con oxígeno”.
Suelo mirar los posts principalmente de quienes viven sola/o cerrando mi jornada de madrugada, aun cuando no conversemos, saber que han escrito o sólo un like me tranquiliza. En tu caso el Messenger, para conversar en privado. Acabo de enterarme hace un momento que ya no estás. Quizás dejaste de luchar mientras yo leía SPIRIMAN y te dejaste ir el 1 de febrero de este bicentenario.
Y ese dolor agazapado de hace días se posicionó, mostrándome que nuestros planes de vernos serán como un plan estratégico más no aplicado que suelo descubrir en una que otra consultoría. No supe que hacer, empecé a limpiar por donde pasó Mía, pues este día me quedé en cama, mientras recordaba cual película en blanco y negro cómo nos conocimos, hicimos compañera de luchas y luego amigas. Volví a descubriste en el auditórium, asistiendo a una de las reuniones del Movimiento Amplio de Mujeres en la Casa España, convocada por radio para hacer frente a la política de Fujimori, a propósito de la creación del Ministerio de la Mujer.
Hice memoria de lo compartido en tiempos del oscurantismo, cómo fuimos sumando voluntades de mujeres tan distintas como tú y yo en la lucha contra la corrupción, como levantamos la voz contra el abuso y la dictadura encubierta de Fujimori. Reconocí que fuimos suicidas o quizás osadas por la ignorancia del nivel y extensión de la corrupción, delincuencia e impunidad que había tomado el Estado desplazándonos por terrenos movedizos sin perder el equilibrio.
Te recordé como parte del equipo que me tocó facilitar para la elaboración de la agenda política desde las mujeres para las elecciones del 2000, que te enorgullecía, porque fue producto de un trabajo colectivo de muchas noches juntas de un grupo de mujeres que entregaba su tiempo gratuito, soñando con que su voz sea tomada en cuenta, sin imaginar que antes de exhibirse públicamente sería esquilmada y disputada por quienes se opusieron a su elaboración. Algo que nunca perdonaste, porque sentiste que el discurso de sororidad y justicia entre mujeres era una careta, en quienes habían aprendido hacer política como los hombres con cálculo, amarre, corrupción.
Recordé tus arrebatos ante aquello que creías injusto
o sólo te rosaba, preguntándome cómo nos hicimos amigas siendo tan diferentes y
temiendo siempre tu irreverencia, verbo florido, adjetivación en términos oligarcas
y poses de reina a veces cruzando esa leve línea de la cordura hacia la
enajenación. Y te sentí a mi lado respondiéndome como solías hacer, yo no
terminaba la pregunta y tú tenías la respuesta con ese reflejo genético de los
Ureta: “Querida tú con tus poses de Madre Teresa, bruja y Marie Curie, eres
igual a mí, brutalmente directa y no te andas con dobleces, así que no me jodas haciendo preguntas existenciales”, ahora no hay mas
discusión al respecto, amén así nos hicimos amigas irreverentes.
Recordé nuestra última vez juntas, la bajada
de reyes del 2020, donde te ayudé a desmontar todo tu misterio y los arreglos
navideños de tu departamento. Nuestro intercambio de regalos descubriéndonos
una vez más semejantes. Hablamos tanto, pero tanto, que me desgranaste todo lo vivido
este tiempo con el cáncer. Tu modo de bregar con el sistema y auto curación desconfiando
de la profilaxis de los servicios de salud. El desengaño con las amistades y
tus decretos para quienes tenías enlistada en tu libreta negra.
Te pedí que tiraras por el retrete ese
listado, permitiendo que sea el universo quien se encargue de cobrarles siete
veces siete, su deuda a quien corresponda en su tiempo, con su peso y con igual generosidad del dolor que te produjo. Te pedí que perdonaras, para que no te
tocara ninguna emoción insana porque necesitabas de todas tus energías físicas, emocional, etérea y astral sin bloqueo alguno de canales.
Me miraste y sonreíste diciéndome: “Allí está
la bruja y sor Juana de la Cruz juntas, tomaré en consideración tu pedido, ¿pero puedo pedirle al universo que se cobre con detalle en sus
ingredientes?”. Te dije que así no funciona, que debías desprenderte de todo
apego a alguna emoción que no te proporcionara un bien estar. Y meditamos
juntas, recordando nuestras clases de sanación pránica.
Cuando estuvimos al frontis del edificio de
los Humala Heredia, intenté una vez más que bajaras el tono, pero no te dio la
gana así que gritaste a la policía que hacía guardia en el frontis, que para
eso no pagabas tus impuestos. Me mostraste con la voz en alto para que
todos/as escucharan todas las propiedades en derredor que según tú, habían adquirido
los Humala Heredia, en medio de tu indignación, asomó tu humanidad, diciéndome
que lo único que lamentabas era sus hijo/as tan pequeños debían quedarse sin
padres.
Te dije que no debía ser fácil ser tu vecina, te reíste y me dijiste,
vamos te mostraré. El grifero te saludó afectuosamente, la mujer que paseaba su
perro, te saludó y mostró su bolsa de plástico, dos jóvenes nos cedieron el
pase con respeto y saludo. Me dijiste: “Amiga si permites que algún hijo de
vecino se haga pichi y caca en tu calle, lo hará en tu puerta y hasta en tu
casa.” Entendí tu filosofía de convivencia.
Nos despedimos prometiéndonos ver
más seguido vía virtual y real, porque no sabíamos cuanto de tiempo nos quedaba,
sin que dejáramos de invertir todo nuestro esfuerzo en arrancarle cada tramo a la vida,
te dije cuanto te quería y admiraba por lo fuerte y luchadora que eras. Nos
abrazamos una y otra vez hasta llamar la atención de usuarios/as de la estación
Ayacucho del metro 1, y claro , una vez más soltaste tus perlas: "Y estos estúpidos, ven a dos mujeres abrazarse y ya piensan en lesbianas, tremendos rosquetes reprimidos". Mientras yo moría de risa.
Querida Carmen, te has ido llevándote tu voz
de 100 decibeles, tu risa plena, palabra certera y lisura. Te has llevado tu genio e ingenio para hacerle
frente a la vida y vivirla a tu manera. Ve a la luz, descansa de tanto
despliegue de coraje y fortaleza.
Ve a encontrarte con tu mami como solías llamarla, tu padre, hermano César[1]. Ve a juntarte con el clan Ureta que ya partió, en tanto quienes quedan sienten tu partida, allí donde estén.
Yo me quedo con mis recuerdos, tu sonrisa,
abrazo, nuestra última sesión de fotos, nuestros posts, nuestras conversas por Messenger
a lo largo de un año que nos inmovilizó.
Descansa en paz mujer incansable, mi alter ego, mi semejante.
lindas y certeras palabras describiendo a una gran mujer: CARMEN ROSA URETA GARCIA❤😪QEPD Y QUE BRILLE EN ELLA LA LUZ PERPETUA🙏🏻🙌🏻❤🌹🌈
ResponderEliminarGracias por esta reseña, la describes tal cual. Al leerte hasta he creído escucharla a ella, su voz fuerte, su sarcasmo fino (y muchas veces no tanto) y su risa inigualable, mirándome directo a los ojos muy convencida de tener la razón.
ResponderEliminarLa recordaré siempre y en mi recuerdo iremos a jugar backgammon y recitaremos al mejor estilo del “Poeta Hippie”.
La describes tal cual, tuve el gusto de cruzar mi camino con ella. Somos distintas, pero siempre encontré algo fuerte que me unió a ella, su carácter, su locura festiva.
ResponderEliminarCarmen siempre resaltó, en todo lugar, no solo por su timbre de voz ni el énfasis que le dio a sus palabras. No solo fue cómo lo decía, sino también qué decía.
Buen viaje ya tiene, la paz ya la envuelve. Feliz Carmencita, feliz.