domingo, 25 de abril de 2021

IN MEMORIAM PATRICIA HOEMPLER RUIZ

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Patricia Hoempler Ruiz y su sonrisa
Iquitos 14 febrero, Lima 1961- 25 abril 2021
Acabo de conectarme son las 21 horas de este día, luego de agotarme físicamente, tras el baño reparador decido mirar una película y no redes, tengo la cerveza fría que mi buen cuñado ha conseguido porque se me antojó luego de mi trabajo doméstico, al respecto Rodrigo anotó: “Ya ves tía, ahora entiendes por qué los obreros luego de un trabajo agotador necesitan una cerveza fría”. Por su puesto que yo gallega respondí, “no estoy cansada sino antojada, me provoca ese sabor amargo de cerveza”.

Prendo mi laptop, porque no tengo TV desde 2019 y mi CPU está en paro desde hace dos meses a más. La pantalla se queda congelada en las notas rápidas, recién me percato que no he limpiado de cookies, desde que me la regalaron, no me queda otra que limpiar y esperar. Me sirvo un vaso de cerveza, siento la satisfacción de mi antojo amargo, mientras pienso en lo perdida que me encuentro.

No sé  ustedes, pero en este tiempo raro, suelo perder la noción de los días, fechas y hasta los meses, si no tuviera el calendario humano mi hermana Luz, fácil ingresaría al limbo.  Hoy desperté al grito de Luz: “¡el almuerzo está listo!”. Decido no tomar ningún medicamento, pueda ser por eso mi antojo de cerveza. Mientras almorzamos descubro que es domingo y no sábado, tengo alivio de no estar retrasada en pendientes, será y mi domingo de desconexión.

No me mediqué como correspondía, porque ayer fue mi quinto día de batalla entre el pensamiento que se traduce en conocimiento, comprensión, reflexión y registro; asediado por ese enemigo invisible, el dolor de cabeza concentrado en la parte frontal que a momentos me obliga a cerrar los ojos para descender su intensidad y refugiarme en el mantra “Aum sheem, sheem, sheem. Hah Sawaaha”, por cinco minutos. Generalmente con ello lo espanto y sigo, pero esta semana que acaba, estaba perdiendo la batalla. A momentos saboteándome con síntomas del Covid 19, pese a haberme quedado en casa desde el 30 de marzo y salido sólo el domingo 11 de elecciones,  así de loco es nuestra nueva “normalidad”.

Ayer Luz, me vio tan mal que con esa su intuición médica altamente desarrollada, me dijo que podrían deberse a mi tratamiento. Yo alegué que no era posible, mi chequeo fue hace poco y el próximo sería en setiembre, ella me pidió el detalle de las pastillas, se lo di. Luego de realizar todas las investigaciones y consultas, me dijo que podría ser una sobre dosis porque todos mis síntomas se alineaban a ello. Acordamos que buscaré otra opinión sobre mi tratamiento. Por eso hoy decidí tener un domingo libre de todo.

Opté por labores domésticas y de cuidado, desde el baño de mi madre, pasando por limpieza profunda y lavado no programado. Antes de limpiar todo, me hallé con una vela a medio terminar, la encendí agradeciendo por un día más, pidiendo perdón por quienes ya no pueden hacerlo y bendición para quienes se enfrentan en este tiempo al espectro del dolor y la muerte. Mía que es una ser inquieta, juguetona y traviesa observa quieta mi rito como acompañándome en un momento de recogimiento.

La laptop se limpió y es veloz nuevamente, busco conectarme con el sitio de películas, mi dedo con vida propia cliquea el Facebook y a pesar que decidí no mirar redes, este se abre asomándome inmisericordemente a la ventana del espato y dolor, mi amiga Patricia Hoempler Ruiz se suma a una nueva pérdida en las garras del covid 19, el golpe a pesar de ser un espectro conocido a lo largo de 406 días tiene su propio sentido y contenido, mientras lo asimilo, decido despedirme de ella escribiendo, hacerlo  en este tiempo en este blog que cuasi es obituario personal, se ha transformado en mi modo de procesar y dejar ir a mis muertxs.

Conocí a Paty Hoempler, con nombre y apellido para distinguirla de todas las Paty de mi vida, en el último quinquenio del siglo XX durante nuestra cruzada inimaginada para hacer frente a Fujimori, de ello hace más de un cuarto de siglo. Aun recuerdo su notable figura, era una de la más altas de todas las mujeres reunidas y movilizadas permanente ante las medidas de política fujimorista en contra de las mujeres peruanas.

Paty solía regalar sin aspavientos ni regateos, una generosa y enorme sonrisa que mostraba una perfecta dentadura, iluminada por sus grandes ojos brillantes, el cabello lacio, castaño oscuro que le caía hasta el hombro sacudido a momentos por su festiva carcajada. Coherentemente a su notable estatura física y belleza, era una gran ser humana comprometida con la lucha por los derechos de las mujeres, humanos y los animales, su gran amor por los perros era un indicador de ello.

Cuando conocí a las feministas de ese tiempo cada una tenía una peculiar pose y esfuerzo por ser advertida como tal, desde el manejo del cuerpo, su revestimiento, gesto, discurso, actitud y muletilla, evidenciaba esa necesidad de reconocimiento de su feminismo. Yo solía pensar que el tránsito de cada una debió ser no sólo exigente, sino duro y desgarrador que las colocó en esa necesidad persistente como insatisfecha.

En Paty no identifiqué esa peculiaridad, ella sin duda compartió procesos semejantes, pero aprendió a ser feliz siendo quien era, disfrutando de aquello que vivía, hacía y la movilizaba, sin necesidad de ser etiquetada real o simbólicamente como mujer y feminista porque lo era y vivía como tal. Desprendía gran su energía y disposición para hacer, por eso era tan fácil y productivo trabajar con ella en las iniciativas colectivas al igual que en comisiones de trabajo donde aportaba, ponía el hombro, la risa y gracia para concretarlo más allá de lo comprometido.

Paty en el centro, siempre sonriendo.
En las movilizaciones era infaltable, animando, aglutinando y compartiendo, le daba lo mismo ir al frente, en medio o al final, igual su ser se distinguía del resto porque hay mujeres como ella que brillan sin esfuerzo integrando, compartiendo, celebrando. Su gran estatura y personalidad la colocaban frecuentemente abriendo las marchas detrás de la banderola de turno, así que no necesitaba ser parte de las pugnas que otras pequeñas en su ser y/o hacer solían mostrar, cuando esto sucedía ella simplemente se apartaba con su enorme y bella sonrisa, jugueteando con el viento en medio de la muchedumbre.

Tuvimos muchas jornadas de debate, discusión, de posiciones opuestas y hasta deslindes en el tiempo que compartimos experiencias colectivas, no recuerdo momento alguno donde haya adoptado una actitud de confrontación que suponga ruptura, aun cuando siempre tuvo claridad y tomó posiciones en temas como agendas sensibles.

En el campo laboral profesional, tuve la oportunidad de conocer su labor desde mi rol de supervisión, descubriendo que su desempeño se correspondía con su práctica de ser y hacer de dedicación, aporte y compromiso ciudadano, político, feminista y voluntariado. Aquello que realizaba ad honorem con entrega, firmeza, fuerza y energía era potenciado para ser producto altamente calificado, con dedicación y calidad como aporte profesional, mostrando las huellas de una formación sólida y de primer nivel que adquirió en las aulas de la decana de américa en tiempos donde transitar por una universidad era cuasi un milagro y privilegio para las mujeres.

Como mujer Paty estaba satisfecha de ser socióloga, política y feminista; como madre orgullosa y feliz de tener a sus hijas Adriana, Carla y Luciana; tan grandes y bellas como ella en su condición humana, como estaba orgullosa y satisfecha de ser hija, hermana, esposa de su compañero de vida Dante. Demostrando una vez más la correspondencia directa de ese entramado que nos ata a las mujeres y nos permite ser lo que decidimos, así como hacer de nuevos seres semejantes a una tan capaces, conscientes, comprometidas, con pensamiento crítico, comprometido y felices.

Paty a diferencias de muchas mujeres marcadas por las huellas del dolor, la tristeza y frustración producto de una lucha permanente para no morir en el intento de cumplir diversos roles, aprendió a vivir y tomar la felicidad que la vida le dio. Viviendo con plenitud, desprendimiento, generosidad y solidaridad cuando decidió ser parte de la lucha de otras y por otras mujeres como si fuera su propia necesidad y vindicación colocando toda su convicción y vehemencia en cada acto.

Paty, vivió cada día como se presentaba, extrayendo lo mejor de cada situación, colocando todo su amor y energía en cada emprendimiento, evento, compromiso y hacer, que me hace pensar y sentir que tuvo una vida luminosa como es hoy su partida a una dimensión, sin espacio, tiempo ni dolor. Heredándonos ese grano de amor, alegría y felicidad que transmitía para quienes hoy nos quedamos sin ella, sin posibilidad de volver a vernos, abrazarnos y reír conjuntamente.

Por eso, en esta mi despedida, su ser etéreo me inspira a animarla tal como ella lo hizo con cada una y el conjunto de mujeres con quienes compartió parte de su vida.

¡Ve querida Patricia Hoempler!, como solíamos llamarte en colectivo para disfrutar hoy de otra dimensión como ella se presente.

¡Ve Paty querida hacia la luz y eternidad!, como viviste, con confianza, sonrisa, ánimo y espíritu de alegría, a reunirte con las compañeras que te antecedieron.

¡Ve Paty! a unirte con tus seres amados y de luz, mientras te transformas en la luz que acompañarás a tus seres amados que quedan, amigas, compañeras y camaradas de otros tiempos.

Hasta siempre amiga querida, hasta volvernos a hallar como en este tiempo y dimensión.