jueves, 16 de diciembre de 2021

IN MEMORIAM DE CESAR DARIO PEZO DEL PINO

Tomado del muro de Chery Raguz
Una gran pérdida para quienes lo conocimos, aprendimos de él y beneficiamos de su saber y hacer. Así como para las/os centennials que podrían conocerlo para acudir a él hoy y mañana. Me queda de César Pezo,   su gran y permanente dedicación, desprendimiento y apoyo a jóvenes de las comunidades cristianas de la Vicaría III San Juan de Lurigancho distribuidos en parroquias y capillas.

Conocí a César, como parte del florecimiento y expansión de la teología de la liberación de los setenta, donde jóvenes estudiantes ad portas de hacerse profesionales o recién graduados/as asumían la labor de formación y concientización de sus pares jóvenes en zonas populares de la Lima. Una ciudad cuasi colonial y semi moderna, que empezaba a crecer como urbe hacia sus conos, con sus problemas de sobrepoblación, pobreza y desigualdad. Algunos de esos jóvenes estudiantes trenzaron su opción por los pobres inspirados en la teología de la liberación con su incursión y/o militancia en los partidos de izquierda que en aquel tiempo iniciaron su trabajo político también en las zonas periféricas in crescendo.

Lo hicieron como estrategia para superar la derrota política de las elecciones de 1979, donde las izquierdas obtuvieron una escuálida representación, sus lideres decidieron “bajar a las bases”, un discurso que en parte graficaba su lectura de aquel tiempo[1], donde adjudicaron el escaso respaldo electoral al desconocimiento de la ideología que estaba en la base de su propuesta: comunista sobre una base proletaria, que hasta ese momento era notable, cuyo manejo era principalmente en las universidades y sindicatos.

Las grandes arterias de la capital del país en sus cuatro costados, estaban sembradas de industrias de todos los tamaños. A lo largo de la Panamericana Norte desde el Río Chillón hasta Fiori, se apreciaba tanto la planta nuclear del Perú, algunos laboratorios y cuasi todas las empresas automotrices, no en vano el paradero donde cruza la Av. Izaguirre hasta hoy es conocida como “La Volvo”, aun cuando su lugar es ocupado por el Centro Comercial Metro. En el caso de la Panamericana Sur desde la refinería la Pampilla hasta Chorrillos compartían espacio granjas, fábrica de construcción y viñedos. 

Hacia el este se hallaban las principales fábricas textiles y laboratorios a lo largo de la carretera central. Por el oeste en sus dos venas hacia el mar: la Av. Argentina y Av. Colonial, partiendo la primera desde   la plaza Unión y la segunda desde la plaza Dos de Mayo hasta el Callao hacían gala de diversos tipos de industria. En el puerto del Callao y el aeropuerto, los principales del país, el movimiento de entrada y salida de productos estaba a cargo de obreros/as y empleados/as. El sector de comercio y servicios era apenas el necesario, no existían vendedores ambulantes, sólo pregoneros/as y tamaleros.

Muchos de los futuros profesionales de los setenta que conocí, con el transcurrir del tiempo, abrazaron la política desde los diversos partidos de izquierda, que fueron desmembrándose algunos/as colocándose al extremo de la misma. Otros dejaron su opción por los pobres y de igualdad como sueños de opio juvenil, acomodándose a la derecha adoptando el rol que en su juventud pretendieron cambiar. También hubo quienes usaron sus oportunidades y aprendizajes acumulados en sus años febriles y en alguna de las izquierdas, para colocar/se al servicio de la extrema derecha. Para identificarlo/as, basta mira en el pasado de expertos/as,  políticos/as y opinólogos/as por encima de los 65 años.

A diferencia de la tendencia general, Cesar Pezo se hizo de profesión psicólogo[2], coherente con su discurso y opción por los pobres, colocó su saber y hacer al servicio de los sectores populares. Su labor combinó durante mucho tiempo la formación de conciencia y convivencia colectiva con la terapia psicológica individual, en un tiempo donde hablar de salud mental era poco menos que una mala palabra.

La escasa distinción entre psicología y psiquiatría, para el sector principalmente popular era un factor disuasivo para personas con problemas de conducta alterada, psicótica, traumas, fobias, etc. no sólo se resistieran a reconocer su padecimiento sino a negar toda posibilidad de consulta psicológica porque argumentaban “no estar loco/a”. En ese contexto César atrajo a muchos casos de jóvenes en crisis ganando su confianza, ayudándolos/as real y efectivamente, logrando un gran prestigio como psicoterapeuta y demanda siempre al alcance de los pobres.

Tanto ayer como hoy el acceso a salud mental es un privilegio para sectores medios y altos,  que podría graficarse en la ironía de un sociólogo crítico al feminismo de clase media durante los ochenta que hablaba de la mujer y no de las mujeresComparando algunos padecimientos de mujeres diferenciadas por clase: "las mujeres aristocráticas de la clase alta, sufren de migrañas porque pueden recostarse a oscuras independiente del día o la noche; las burguesas de clase media pueden refugiarse en jaquecas para huir de sus obligaciones maritales; las proletarias o esposas de proletarios, que tienen asegurado sus necesidades básicas tienen dolor de cabeza de lidiar con el presupuesto. Pero las de extrema pobreza, que no saben si mañana comerán sus hijos, esas, no tienen tiempo de sentir o reconocer dolor alguno sobre sus hombros, están ocupadas en sobrevivir".

Mientras tanto César, no sólo puso en práctica una psicología comunitaria preventiva y sanadoras, con sus cursos para la comprensión de la dinámica grupal, liderazgo y relación interpersonal. Él, abrió la veta para acercar al individuo/a y la familia, hacia la necesidad, posibilidad y efectividad de una terapia psicológica para superar traumas a población sin recursos, rompiendo con una percepción y práctica privilegiada por mucho tiempo para sectores con poder adquisitivo. Muchas de las familias que apoyó lograron superar sus carencias, toxicidad, crecer individual y conjuntamente.

César creció en su ser y hacer al servicio de los/as jóvenes de sectores populares desde su consultorio en San Juan de Lurigancho, el Instituto de Inter-Cambio[3] y un pie en la docencia de la PUCP[4]. Su partida es una gran pérdida para los/as centennials o generación Z que no beberán de su conocimiento, como su vida fue la gran ganancia para la generación X de los setenta hasta la generación Y, de los/as Millennials.  

Fue una gran ganancia, porque quienes lo conocimos, aprendimos de él colectivamente a estar, partir, compartir, creernos, sentir y ser. Y/o para reintegrar las partes desconectadas y/o conflictuadas de quienes tuvieron el privilegio de sus terapias individuales como familiares hasta alcanzar un buen vivir.

Descansa en paz César, tu misión en esta dimensión y tiempo fue asumida como sólo los grandes seres logran hacerlo con entrega, desprendimiento y discreción.



[1] A partir del segundo quinquenio de los 80 esta frase se puso en cuestión, porque el término "bajar" aludía a quién lo hacía estar arriba, siendo cuestionado por las "bases".

[2] https://psiquiatria.com/directorio/cesar-pezo-del-pino

martes, 16 de noviembre de 2021

IN MEMORIAM DE NESTOR OSWALDO RUIZ COLORADO


Acabo de conocer que Nestor Oswaldo Ruiz Colorado, se sumó a los millones de fallecidxs de este tiempo en nuestro planeta y miles en el Perú. Estoy aun conmovida, los recuerdos se me agolpan desde diferentes espacios y sentimientos.

Hace dos semanas retomé mi pendiente de desapego de los registros escritos que han sobrevivido a mi periódica práctica de dejar ir los temas que ya no son de mi hacer. Ya tengo dos cajas eliminadas a ojo cerrado de aquello que fue la fuente principal de mi conocimiento y aprendizaje académico de especialidades y posgrados como son fotocopias, artículos periodísticos, revistas especializada, libros, hallando entre ellos cartas, fotos, recuerdos.

Me preguntaba por qué he conservado tanta fotocopia antigua de teoría dura, reconociendo que es más por apego emocional atado a muchos recuerdos de cómo fui obteniendo cada uno de ellos. Mis pensamientos se detuvieron en mis aliadxs, facilitadores y amigxs de tanto ir a biblioteca.

Recordé a Néstor, Ray, Beto, Griselda, Valois, Manuel, José, todxs y cada unx de lxs bibliotecarixs, que nos conocían a todxs a pesar de ser miles que a diario demandábamos su apoyo.

Cuando la tecnología fue avanzando, ya no para instalarnos en la biblioteca, sino obtener el préstamo de un libro, sólo el tiempo para una fotocopia, en pre grado, a veces agotando el monto destinado al básico porque en biblioteca central, había pocos libros para los 1 800 que cada año ingresaban, más los que se quedaban por bica o trica. En especialidad y posgrado, si bien las bibliotecas de facultad, tenían menos demanda, las lecturas fueron creciendo a medida que las fotocopiadoras vecinas fueron instalándose. Hoy todo es completamente distinto.

En mis tiempos de pre y posgrado (1981-2000), la tarea para debatir o sustentar argumento era leer autores y obras a veces completas, por esa razón y mi experiencia de sobreviviente, desarrollé la estrategia de “syllabus entregado y ficha obtenida” así como “separación de libro antes de nada ganando por puesta de mano”, ahora basta hacer un clic iluminar y la gran magia del copy & page, pese a que las lecturas se han comprimido a separatas y artículos.

Hoy no imagino leyendo a alguien de pregrado historia en los volúmenes Arnold Toynbee, Basadre, Alberto Flores Galindo o biología de Claude Villee, sólo para conocimiento general que nos fue omitido en la secundaria. O en una especialidad como el Diploma de Género (a estas alturas ya maestría) devorando a Simone de Beauvoir, Georges Duby, María Emma Mannarelli, Judith Butler, Hannah Arendt, Susana Chiarotti, Marcela Lagarde, Juliet Mitchell, Nancy Chodorow, Caroline Moser, Maxine Molyneux. Y en Maestría de Sociología releyendo a Carl Marx, Max Weber, Émile Durkheim y Talcott Parsons, Niklas Luhmann e incursionando en John Forbes Nash, Jean-François Lyotard, Jean Baudrillard, Michel Foucault, Manuel Castell.

Entre mi hacer de hoy y el acontecer de la partida de Néstor de esta nuestra dimensión, escribo tal como lo recuerdo en su centro de poder y posesiones que era la Biblioteca Central de la PUCP y el Sindicato de la PUCP. Con esa sonrisa afable y pasos cansados detrás del mostrador, en su ir y venir para proporcionar los libros de especialidad, para demandar y defender derechos, mientras desplegaba su apoyo solidario.

Néstor y sus compañerxs de labores me conocían como ratón de biblioteca, por esa mi práctica de estar subiendo y bajando escaleras, pidiendo cubículo, instalándome en una carpeta individual hasta desaparecer mis cuatro letras en esas duras y macizas sillas de la biblioteca de día y noche. El especialmente, en su postura de señor bibliotecario, siempre me animaba y facilitaba el acceso especialmente en tiempos de exámenes donde la biblioteca desbordaba, así convivimos como parte de la comunidad PUCP entre 1981 y 2010.

El 22 marzo del 2012, coloqué una nueva foto de portada en mi Facebook, mientras estaba detenida tras mi accidente de febrero, recordando las incursiones al parque vivo de mi barrio con mi nieta Mayu. En esa portada me escribió mi amiga Esther Ruiz de colegio secundario, siendo motivo para reencontrarnos con la promoción y celebrar navidad tras 36 años.  Al año siguiente asistí a su cumpleaños. Grande sería mi sorpresa al descubrir que Néstor era el hermano mayor de mi querida amiga Esther de adolescentes.

Néstor se había jubilado, yo investigaba y dictaba cursos online de educación continua en la PUCP  de modo que nuestras nuevas ubicaciones nos permitió compartir nuestras mutuas percepciones de nuestro ser, estar y hacer en la comunidad PUCP abriendo las puertas para la confidencia, con esa complicidad que la amistad permite,  en medio de un nuevo escenario, teniendo como lazo común nuestro amor por Esther, así como su práctica y mi tránsito por la militancia de la fe católica en el Movimiento de Trabajadores Católicos de la corriente de la Teología de la Liberación, que fue nuestro segundo eje de conversa.

Mientras yo me había transformado en suspicaz, teniendo como contexto la crisis moral que aquejaba fuertemente a la institución de la iglesia católica en el país y el mundo, gracias a los silencios y malas prácticas de sus representantes. Él no sólo se había mantenido, sino renovado y visionaba con optimismo, esperanza y fe en el futuro. Mucho más, tras su jubilación que lo liberaba de su activismo y compromiso sindical, había destinado parte de ese tiempo para reincorporarse activamente a dinamizar la comunidad cristiana de su parroquia, cuando me contaba de los haceres colectivos, le brillaban los ojos. Recordándome ese fuego de los setenta, que nos movilizó a todxs en el compromiso de la fe y lucha por una sociedad justa, igual y de amor al prójimo que hizo creer a muchxs que la revolución estaba a la vuelta de la esquina.  Así es como vi rejuvenecer el espíritu y brillar la sonrisa de Néstor.

A partir de entonces, nuestros reencuentros fueron siempre en los cumpleaños de Esther a los que no volví a faltar hasta que la pandemia nos detuviera. En medio de cada celebración nos separábamos un momento de todxs para compartir nuestras percepciones, haceres y proyecciones.  Así es como en lo personal y familiar supe que asumió como uno de sus retos vivir intensamente a su esposa, compartir y tratar de inocular en sus hijxs y nietos su compromiso de fe y apuesta por lxs otrxs, yo anoté, no te olvides de dejar como herencia tu optimismo y sonrisa. El me respondió: “en eso trabajo, hay Néstor para rato”.

Y también, así es como supe en los dulces humanos en que nos habías convertido ambos, él una vez más con más deporte y optimismo brindó por ello, en contrataste con mi postura de abstemia, cambio de estilo de vida, desprendimiento de hábitos exigentes y cuidado consciente.

Hoy Néstor, acabo de enterarme que te has ido, esta vez la muerte se adelantó a nuestro reencuentro de marzo. No imagino cómo transita este momento mi querida Esther con quien me solidarizo con sus sentimientos. Así como con tu esposa, hijxs y nietxs.

Por nuestras conversas, sé que tu tiempo de jubilado, fue de pleno  amor familiar, de entregas a tu familia, viviendo intensamente a cada unx y por extensión a lxs amigx.

Doy gracias al universo, que nos permitió la posibilidad de reconocernos en un espacio privado durante estos cuasi 8 años, habiendo convivido humana y solidariamente 39 en espacio público-privada como es la comunidad PUCP para quienes nos hacemos parte de una vez para toda la vida cada unx de nosotrxs.

Descansa en paz Néstor, que tu fe te permita alcanzar el estado y al Dios que animó la fe de toda tu vida, tu misión y hacer.

Que tu sonrisa se sume a la luz universal y nos ilumine en este tiempo que transitamos por noches oscuras, penumbras y frágiles amaneceres por las pandemias de salud, económicas, políticas, sociales y culturales.

Adiós amigo de muchas vidas paralelas, hasta cuando nos hallemos en otro estado y dimensión.

viernes, 15 de octubre de 2021

CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA, CATALIZADOR O DAÑO COLATERAL

¿Cómo mirar el pasado?


A partir de los 30 años, nombrar al deseo y el acto en pasado sin que haya sucedido, suele ser un desperdicio por lógica básica de quién tiene dos dedos de frente. Hablar en pasado perfecto o imperfecto de algo que no sucedió como deseable y sugerible, es un argumento imposible, por irresoluble, tanto en plural como singular, en primera, segunda y tercera persona, el pasado es irreversible por acción u omisión.

Sin embargo, frecuentemente decimos: "hubiera(as)(n)", "quise(siste)(ieron)", "pensé(ó)(ron)", "creí(ste)(yeron)", "pude(iste)(ieron)". Porque pese a creernos más sabias(os) en el presente que el pasado, descubrimos lo mucho que nos falta para ello, mientras nos empeñamos en modificar o acomodar la narrativa respecto a quién éramos entonces, con elementos de lo que hoy creemos que somos, pero que mañana no reconoceremos. A eso suelo decir, ¡Cada quién tiene su propia historia de la historia!

Pero también existen algunos modos de mirar el pasado a históricamente, sus extremos patológicos son: a) recrear ese pasado como “nuestra historia” según nuestras necesidades e intereses presentes, generándose leyendas, fábulas, cuentos y novelas. Por tanto, se trata de “acomodar la historia a nuestra historia” y b) o bien negar, omitir, ignorar e invisibilizar el pasado, sea porque es doloroso y/o vergonzoso para el SER en el que nos hemos convertido en el presente (sea persona, grupo o sociedad). "No hay pasado que importe, sólo el presente", Sin considerar que sin ese pasado quizás nos seríamos quienes hoy somos.

Si bien ambas tendencias sobre el modo de lidiar con el pasado, tienen sentido para quienes los elijen, su hándicap es que la reedición o negación, impide el aprendizaje y superación del mismo, al punto que cíclicamente este vuelve a reproducirse en las futuras generaciones. Por eso suele decirse que una sociedad sin memoria de su historia (tal como se dio) está condenada a reproducirla una y otra vez, ergo se aplica también a la vida de cada familia y sujeto. Sin lograr el quiebre de la tendencia ni trascendencia de las prácticas.  

¿Cómo lidiar y ganar del pasado?  

Tanto la práctica de acomodo de la historia como su negación y/o rechazo, demuestra entre otras cosas, la discapacidad para la resiliencia -haber asumido, aprendido y transformado-, aprender, superar, no volver a reincidir.  Refugiarse en la negación o imaginación se transforma así, en garantía de reincidencia cíclica, personal que a veces involucra a varias generaciones hasta cuando alguien rompe con el círculo y silencio. Es el caso que bien grafica Renato Cisneros quién con maestría revisa, conecta, vacía la historia de su familia y la propia para SER[1], que a su vez es nuestra historia como país trascendiendo con su novela de lo nuclear a los social.

Cuando incursioné en la investigación social, donde la(s) pregunta(s) se producen sobre los actos, hechos, prácticas y fenómenos sucedidos y percibidos por la población. Haciendo que nuestra atención vuelva al pasado no para rasgarse las vestiduras, victimizarse, avergonzarse, ni acomodarla, sino para analizarlo, comprender y saber actuar asertiva, propositiva y proyectivamente ante situaciones semejantes en el presente y futuro, si se corresponde con una investigación representativa, inferencial y con mínimo margen de error.

Si en cambio, se corresponde con actos, hechos, prácticas y fenómenos singulares, la investigación será cualitativa, permitiendo una exploración para aproximarse y conocer esa singularidad que rompe con la continuidad. Conocerlo y/o estudiarlo casuísticamente, identificándolo como un todo o en sus partes en otras situaciones inadvertidas. Pero si se trata de experiencias de intervención para modificar una situación dada, entonces será la sistematización que pasa por reconstruir los pasos andados, para comprenderlo, analizar y aprender de sus lecciones como enseñanzas a ser referentes sea: a) como inspiración para una nueva investigación hipotética y representativa o b) una nueva intervención profesional más exitosa, asertiva, masiva y/o acciones preventivas.

Dicho esto, sin ánimo alguno de contradicción, sino de cierta arqueología de la autopercepción de mis años de neófita en los estudios de género, donde  mi rechazo y rebeldía a lo convencionalmente establecido emergía cuando colisionaba con mis derechos, intereses y libertad. Hoy tengo la tentación de modificar algunas condiciones en mi pasado, como el acceso a algunos registros, para una lectura comparada de mi razonamiento con perspectiva de género.

Me refiero a la falta de un archivo digital donde recuperar un escrito que realicé a inicios de los años ochenta del siglo pasado, puesto que accedí a una computadora como parte del vulgo, a partir del 1987 como maquinaria del centro laboral y no como hoy, un equipo personal desde donde escribo en este momento. Para 1981, ya existían las computadoras de 4ª generación Apple y las IBM[2], para el primer mundo y sectores de élite.

¿Puede una obra literaria ser catalizador o generar daño colateral?

De no ser así, hoy tendría como referente para este artículo, el comentario que elaboré en mi vieja Olivetti tras la lectura de “Crónica de una muerte anunciada”[3] de Gabriel García Márquez. Sin lugar a duda descubriría un gran abismo entre una lectura sin y con perspectiva de género, como el que nos narra Nadia Celis[4] cuya arqueología escrita de los borradores del propio García Márquez sobre la novela, evidencia que la maestría del auto para la narrativa, fue tal que logró con su ficción sustituir una realidad. La mentira hecha ficción, se transformó en noticia, generó sanción social, con una alegoría que lindaba con apología a la discriminación, maltrato abuso familiar y social de una mujer, bajo el pretexto de defender su “honor”, así como el silenciamiento de ella.

Mi lectura de esa primera edición pueda que haya alimentado a subrayar el maltrato de la literatura a la imagen de la mujer de los mediados del siglo XX, encarnado en este caso por la colombiana Margarita Chica Salas, justificando su maltrato así como abuso del marido y hermanos, la tergiversación de la prensa y movilizando la maledicencia pública.

“Lo terrible del inaudito amor entre los esposos, sugiere el narrador del epílogo suprimido, es que se alimenta de esa forma extrema de machismo que empuja a los hermanos Vicario a matar, cuya brutalidad es denunciada abiertamente en la novela. Una lectura contemporánea de este clásico supone revisar, además, la violencia ejercida sobre la protagonista femenina, la del drama real y la de la novela.” (Nadia Celis, 2021)

Lo cierto es que carezco de aquel mi comentario escrito, pero intuyo que fue acorde a lo señalado por Celis, debido al desenlace que tuvo en mi propia historia de entontes. Por tanto, comparto el contexto y su daño colateral o papel catalizador que jugó la novela en mi vida.

Realice aquel comentario, satisfaciendo el pedido de un enamorado en aquel periodo, quien consciente de mi debilidad por la lectura, me entregó la obra recién impresa de “Crónica de una muerte anunciada”, pidiéndome que lo leyera y le diera una opinión por escrito, sin más detalle. El desconocía entre otras cosas, que Gabo era uno de mis autores predilectos y esa lectura lo reafirmaría, con ficción y vida propia en mi historia.

Leí de corrido aquella primera edición de “Crónica de una muerte anunciada” que me resultó ligera, en contraste con “100 años de soledad”, que había devorado creyéndome cada una de sus fantasías. “El otoño del patriarca”, al cual leí sin parar y literalmente sin respirar en sus 80 páginas, por ser el escrito de un solo párrafo. “El coronel no tiene quien le escriba” conmoviéndome el olvido, la miseria y dignidad tozuda de un militar, que espera una pensión ganada tan larga como sus carencias, como sucede a diario en nuestros países latinos. “El general en su laberinto”, que pinta al libertador Bolívar con distintos colores que la historia oficial de cada país que él había tocado de la hoy América Latina.

Mi primera intención fue escribir un comentario manuscrito, pero al ver mi letra ilegible incluso para mí, preferí mi vieja máquina. Aquella con la cual producía los trabajos de mi pregrado universitario, que me acompañó toda una vida por gratitud a quién me lo obsequió, reconocimiento y apego a su compañía en mis noches de desvelo. Sólo me desprendí de aquella máquina por amor, hasta perderlo, como suele perderse muchas cosas que se ama, por otro amor no necesariamente mejor ni mejor destino.

Recuerdo que fue un comentario en más de una hoja, pero no cuántas exactamente, porque era un escrito intrascendente para alguien con quien tenia una relación de confianza, con borrones -sobre escribiendo con xxxx en alguna palabra errada-, algo que no es posible hoy en el texto digital, salvo un tachado.

Entregué el comentario a aquel enamorado y me olvidé, unas semanas después, él me contó como gran acontecimiento, que fue presentado como trabajo de grupo obteniendo la mayor calificación. Aun incrédula pensando que comprendí mal, le pregunté: “¿será al trabajo que hicieron como grupo al que añadiste mi comentario”. Y él respondió con soltura: “De ningún modo, presentamos lo que me diste y sólo añadimos nuestros nombres”.

Yo me quedé atónita -acostumbrada a realizar monografías con sumo cuidado y dedicación, para obtener como máxima nota 14 a modo de mayor exigencia-, emoción que sin duda se reflejó en mi rostro. Él se incomodó y sin entender mi sorpresa hacia el nivel de irresponsabilidad de un grupo académico, así como la escasa exigencia del docente agregó: “vez como eres, uno quiere alegrarte con un reconocimiento y tú sales con esa pose de superioridad”.

Con esa lectura a mi reacción, indudablemente para él fue una decepción mi actitud “soberbia”, como para mí fue otra decepción descubrir la mediocridad con que asumía un trabajo de grupo, el uso de mi debilidad por la lectura y su capacidad para victimizarse.  Permitiéndome visualizar aquello en quien se convertiría, así de lineal fue mi análisis y síntesis. Transformándose “Crónica de una muerte anunciada”, en una de las razones para que él, transitara al estado de ex.

En las conversas con mis sobrinas y nietas, a este tipo de eventos suelo graficar como: “él estaba a dos cuadras cuando lo dejé”, porque cuando indagan sobre mis relaciones de pareja, dibujo para que comprendan, que las más importantes, solían iniciarse sobre tres elementos: respeto, admiración y atención.  Y que solían terminar pese al respeto y atención, que lo había dejado de admirar, al descubrir que en nuestro andar, él se había quedado una cuadra o más detrás.

Para este caso en particular, la obra de Gabo, no sólo me distrajo, generó que trabajara sobre su lectura seguramente en la línea de su fantasía, pese a ello, también me esclareció en mi vida cotidiana. Aun sin el registro correspondiente del comentario, puedo inferir que mi lectura y crítica fue en consonancia con la lectura poco crítica y masculinizada del docente que lo revisó y calificó destacadamente, valorando el trabajo ausente de un grupo. Proporcionándome con ello los elementos para mirar quién era mi acompañante de camino, hasta perderse en la distancia de nuestros pasos.

Hoy sé que mi lectura y comprensión de la obra sería distinta, por mi formación y especialización en relaciones de género sumado a la información de Celis. Cuyo producto valoraría de distinto modo un docente igual que aquel, descalificando al grupo, en ese caso si fuera un conservador, sería mi pareja quien se decepcionaría de mi lectura, viéndome como amenaza y alejaría, ergo también me liberaría.

En uno y otro caso “Crónica de una muerte anunciada”, tanto ayer como hoy, con este ejercicio de pensar en el pasado, dice que entonces me liberó al despojar de brillo que admirar. De suceder hoy, me volvería a liberar, porque mi lectura extraviaría su atención por ser subversiva.

En ambos casos, por enésima vez afirmo que los libros me hacen una mujer libre y feliz. Y el gran Gabo, uno de mis autores preferidos, aun cuando pecó con la realidad imponiendo su imaginación, me salvó ayer por omisión y me salvaría hoy por acción.



[1] Cisneros, Renato. (2015) La distancia que nos separa. Lima: Editorial Planeta, 384 p.; (2017) Dejarás la tierra. Lima: Editorial Planeta, 336 p.

[2] Hernández García, Gerardo Ignacio. (s.f.) HISTORIA DE LAS COMPUTADORAS, recuperado de https://www.uv.mx/personal/gerhernandez/files/2011/04/historia-compuesta.pdf, 27 diciembre 2021

[3] García Márquez, Gabriel. (1981). “Crónica de una muerte anunciada”. Bogotá, Colombia: Editorial Oveja Negra, 137 páginas. 

miércoles, 21 de julio de 2021

CIERRE SIMBÓLICO ELECCIONES 2021

Cierro simbólicamente mi participación activa como ciudadana consciente y comprometida con mi país, en el proceso electoral nacional 2021. Demostrándome a mí misma, que mi situación de aislamiento voluntario por la pandemia del covid 19, no fue impedimento para ejercer mi derecho a opinar, actuar como protestar  libre, voluntaria, consciente y consecuentemente.


Lamento haberme perdido la protesta en la calle, solidarizarme con las mujeres y hombres indiganadxs en las marchas y movilizaciones; acercarme al campamento de las mujeres y hombres del Perú profundo andino y amazónico que visibilizaron su voto, resistieron, persistieron y hoy retornan a sus casas. Los mismos que nadie mostró en los canales de la televisión ni la radio entrevistó. Me consuela saber que este es su tiempo. En mi caso ya viví  y me sumé a cada una de las luchas sociales con los que me identifiqué desde los años setenta del siglo XX sea como adolescente con uniforme de colegio, joven pobladora, profesional solidaria o ciudadana indignada.

En este tiempo,  asumí mi papel de nodo, enlace, eco, correa de transmisión, registro, reflexión e intercambio virtual de temas e información omitida, negada e invisibilizada por los medios convencionales de la comunicación que renunciaron a su rol y papel ético. La historia, el público lector y la sociedad los sancionará como corresponde.

Al inicio de la campaña electoral tenía la sospecha del aparato fujimontesinista en funcionamiento a través de cómo se presentaban y manejaban los hechos, alegorías y argumentos de los psicosociales y fake news, quienes vivimos los noventa despertx, no olvidamos tampoco inocentes.
Al final de a campaña se ha evidenciado que estuve en lo cierto, pero similar a la caída del gobierno de Alberto Fujimori, muy lejos de su dimensión, dinámica, sistema y nivel de funcionamiento de sus entramados. Vladimiro Montesinos siguió siendo el jefe de campaña electoral, esta vez de la señora K, rebautizada por él con el alias de “La Chika”, como corresponde a una mafia. Alberto Fujimori desde su reclusorio activo y virtual siguió haciendo lo suyo y los hermanos Fujimori, cada uno cumplió su rol como ellos sólo saben hacerlo. 
Aquello que permanece inconcluso es mi lectura de la primera actriz, La Chika apelativo que se ha ganado a pulso y con todos los honores. 

Durante los noventa, cuando sustituyó a su madre en el papel de primera dama al lado de su padre Alberto Fujimori, entendí que había adoptado el arquetipo de Minerva[1], la hija de Júpiter, del mito Romano, luchando junto a él contra los gigantes. La joven Keiko rompió el cordón umbilical con su madre y la traicionó asociándose con el padre.

Cuando su padre renunció por fax a la presidencia del Perú huyendo al Japón, la abandonó sola en Palacio, como tributo de su cobardía y latrocinio. Al ver su salida con sus perros la asocié con Ifigenia hija de Agamenón de la mitología griega[2]. Y durante su campaña del 2011, donde dió contenido el significado de su nombre Keiko en japonés[3], la hija adorada por el padre, teniendo como principal agenda[4] la liberación del padre, reafirmó como Minerva.

En el 2016, se reveló como la seguidora de Wu Zetian[5] única emperatriz china, que realizó el golpe de Estado y se hizo del poder por encima de todo(s). La Chika, rompió con el padre y pretendió reinventarse creando su propia banda congresal, al no alcanzar el poder Ejecutivo. Pese a tener la mayoría congresal no hizo nada de lo que prometió en su campaña, en cambio colocó en jaque y alimentó  la crisis del poder ejecutivo que tuvo 5 presidentes en 5 años, desbordada por sus pasiones y ansias de poder, mostrando desprecio por el país.

Su papel en el 2021 durante la campaña electoral, elecciones y luego de la misma me ha abierto una interrogante a cerca de su equilibrio mental por su escasa de empatía social que potencialmente la acerca a Irma Greese[6], por su crueldad, práctica retorcida de las leyes sin tener el poder. El cuál se acrecentaría cuando lo poseyera para esgrimirlo ante quienes se opusieran a su voluntad y sus fines. Y a Anna Mazza[7] como jefa de una banda criminal.

Ahora que no logró hacerse del poder, hoy me retorna la confianza que será juzgada por sus delitos. Mas adelante, nuevos elementos y el tiempo permitirán comprender su ser y hacer en el futuro. Pero como perdedora de competencias electorales sin duda es cercana a su nueva aliada Lourdes Flores Nano[8].

En este proceso electoral he liberado a mi red virtual de personas a las que conocía poco y mal, para algunxs me he colocado con ello en el filo de la intolerancia, sólo diré a mi favor que fue por salud mental y amor propio. En contraste, he fortalecido mi conexión con quienes son parte de mi historia personal a los que me une el linaje, la mutua elección, mi desempeño profesional y las bondades del universo para encontrarnos y reconocernos, habiéndose renovado relación de amistad, amor, diferencia y respeto.

He ampliado y también abandonados grupos públicos, donde aprendí que se puede elegir, generar y recibir diversas opiniones que mantengan el debate en el tema y no en la persona. Cando así no ha sucedido, los he denunciado, bloqueado y el grupo lxs a escarchado. Así que aprendí mucho al respecto en estos seis meses.

Despido esta labor de ciudadana consciente y comprometida con la información cautiva y mi posición de ¡Fujimori nunca más!, con esta canción que mi amiga Cecilia me acaba de postear. Abrigo la esperanza que lo lúdico y simbólico se integren, produciendo la magia de las lecciones comprendidas, se torna en aprendizaje, pase a ser parte de la memoria y capacidad crítica de las personas que aprecio profundamente, para que aprendan de sus errores y/o asuman el costo de los mismos cuando les pase factura.  

#FujimoriNuncaMás

#ElPerúPorEncimaDeTodo




martes, 20 de julio de 2021

HOY DESPUES DE AYER

 


El Perú es más grande que sus problemas. Con el cierre del bicentenario, también se cierra el poder y las mañas de una oligarquía trasnochada, una aristocracia construida sobre la bastardía y la ilegitimidad peninsular, una clase media cómplice, complaciente, arribista; una clase popular desubicada, colonizada en la mente y alienada.

Hoy hemos sobrevivido a nuestra propia pesadilla, a los tormentos y habernos asomado al abismo, siendo testigos de cómo el Estado fue tomado y sitiado por el crimen organizado, la impunidad de un poder oscuro, envilecido, impune y rastrero que se ha filtrado por los límites y resquicios de las convenciones, acuerdos y normas, haciendo uso y abuso de nuestra buena fe, democracia, instituciones, leyes y respeto al debido proceso.

Decreto que ingresamos a la decadencia y desaparición  de un Estado ineficiente, incapaz, indolente, nefasto, corruptor, corruptible y corrupto. Decreto que cada unx hasta su quinta generación, pague las deudas adquiridas de burócratas, autoridades y mentecatxs; obtenidos mediante la extorción, el lavado de activos, el enriquecimiento ilícito, soborno, la muerte de lxs nadie, la delincuencia y el crimen trasnacional, intentando un nuevo asalto al poder so pretexto de libertad y democracia, mientras la pisotean.

Hoy es el tiempo después de ayer, para recurrir y sostenernos en la reserva moral de un país devastado más no aniquilado. Momento para valorar, dar contenido y sostenernos en nuestra diferencia, pluricultura, multilingüismo, diversidad y vastedad  acercándonos, amándonos, respetándonos, para hallar los hilos que nos permita entretejer,  el centro, sus conexiones, las orillas sin dejar a nadie más en la periferia; llenar de luz, brillo y colores el horizonte del mañana hacia donde dar los primeros pasos.

Hoy después de ayer, tenemos a Pedro Castillo Terrones como un presidente del Perú, un maestro rural de primer grado de educación básica regular, agricultor, rondero e hijo de pueblo. Porque fue ese pueblo ninguneado, olvidado, engañado y tantas veces vejado que se hizo fuerte sumando sus debilidades, mostrándonos que aun queda esperanzas para retomar nuestra historia de país grande, generoso, solidario, acogedor, bendecido, bello, rico, diverso y fuerte.

Hoy que es el mañana de ayer, hemos de poner el hombro, la mente y el corazón, para cambiar nuestro destino, soñar con un país libre, justo, igual, fraterno, responsable y confiable, donde todxs asumamos la cuota de hacer y responsabilidad que nos toca para decir que lo tentamos, intentamos, ganamos y/o tantas veces fuimos vencidos pero seguimos de pie.

Hoy menos que mañana y más que ayer retomo la esperanza de ser parte de un país, con gente grande sabia, íntegra y capaz de jugarse entero por todxs. Sin concesión alguna al traidor/a de la patria.

Pueda ser que nada cambie, que sólo sea el espejismo que produce el brillo del quiebre de un pasado pesado, injusto y anquilosado, pero nadie nos negará que sentimos, vivimos y podemos saborear este momento, porque hemos sobrevivido y podemos contarlo.

Hoy podemos cantar para no escuchar el lamento y llanto de quienes por dos siglos nos hicieron creer que éramos libres aún cuando nuestros techos y muros fueran de cristal, que nuestras cadenas un souvenir que amábamos arrastrar y nuestra cerviz doblada un estilo de ser. 

Ya habrá tiempo de volver a ver sus fauces, su coletazo, porque el monstruo de mil cabezas no está muerto, mientras exista quien se cree más que otrx por ser blanco, hombre, hable español o inglés, sepa leer y escribir, tenga un carro, un puesto y un sirviente. Están aun aquellxs que se creen más valiosx que otrx, mejor y se merece todo. 

Pero hoy, hoy sólo sonriamos, renovemos nuestra fe, esperanza y fuerzas. Y tomemos al mañana como venga.

#AbemusPresidentePeruanoAndino

#TodasLasSangresTodasDePeruanxs

#FujimontesinismoNuncaMás

#VivaElPerú

 

 

jueves, 8 de julio de 2021

IN MEMORIAM VIOLETA SARA-LAFOSSE VALDERRAMA

En el día del maestro del 2020, como homenaje a maestros, maestras y mi propia práctica, escribí diez de sus lecciones en mi muro del Facebook. 
Hoy que ha partido al infinito, intentaré contextualizarlas en homenaje a la gran mujer feminista, profesional, maestra, madre, esposa, colega y mujer con poder entre dos siglos, a quien tuve el privilegio de conocer, ser su estudiante, aproximarse a su ser y hacer, sin llegar ser confidente, sólo una entusiasta seguidora. Mi maestra, a quien admiré desde sus primeras lecciones y permanecí admirando en su hibernación, al mostrarme hasta sus últimos días que una familia es aquella donde te dan alas para volar, raíces para volver y motivos para quedarte, retroalimentando el amor aprehendido, renovado y afirmado.

Familias sí, pero no todas son claves ni necesarias

Conocí a Violeta mi maestra en 1981, un verano que se despedía y asomaba el otoño, en un campus universitario con escasos edificios, mucho verdor y árboles por donde el viento corría sin contención ni discreción. De día era hermoso y cálido lleno de verdor, amapolas, geranios, margaritas. Con mucho espacio para el descanso, la lectura, el trabajo de grupo al aire libre, sólo interrumpido por los obsequios de las aves en vuelo, el furtivo paso de las ardillas o la mirada inquieta y fija de venados. Al atardecer el frío abrazaba con fuerza.

Cuando Violeta ingresó por primera vez al aula de clase, tenía cabello negro, corto tipo afro (muy próximo al mío), porte seguro, voz dulce y tono suave, una sonrisa afable y elegancia en sus gestos como ademanes durante su discurso. Vestía una falda azul, una blusa blanca y una chompa que le hacía juego, la traía puesta a modo de capa, la cual se quitó para desarrollar el sílabo del curso de Sociología de La Familia.

En su contenido, aprenderíamos la importancia de la familia en la formación de la conducta, moral, valores y práctica de los seres humanos para ser felices, vivir en sociedad o rechazar a la misma. Desmitificó la familia nuclear, heterosexual y estándar como era nuestro imaginario cultural citadino, mostrándonos el producto de estudios confiables que en ese entonces graficaba la presencia de tres tipos: despótica, autoritaria y compañera, cuya estructura impactaba de diferente modo en cada uno de sus integrantes y la sociedad, al respecto ella nos invitaba a apostar por la familia compañera.

Nos habló del papel de la mujer y el hombre en la estructura de poder y dinámica familiar como pareja, en su rol de madre y padre, reproductora socio-cultural y reproductor de la fuerza de trabajo, sea como ama de casa o proveedor. Con ella aprendimos unas más, otras menos y quizás muchas nada sobre patriarcado, machismo, sometimiento, discriminación, pobreza. El valor del trabajo doméstico e invisible.  Cómo se sublima el papel del padre, cuando este es ausente física o simbólicamente, de modo que contradictoriamente algunas madres solteras o jefas de familia, crean las bases para que sus hijos(as) fueran tan o más machistas y patriarcales que su padre ausente, pese a no haber contado con su modelo mientras se hacía hombre o mujer.

Según Violeta, la familia era clave para el desarrollo de una sociedad, pero no cualquiera sino aquella del tipo compañera donde los roles fueran compartidos, complementarios redistribuidos y valorados por todas(os) sus integrantes según su composición: nuclear, extendida, agregada. De modo que los socializadores secundarios como la escuela, iglesia, el mercado, la plaza, el club y el partido político cumplieran su rol de convivencia social en diferencia, respeto, seguridad y protección. Decía sin titubeos:

“Si la familia no cumple su rol de proveer entre sus miembros amor, respeto, protección, refugio, identidad, amor propio y cuidado del otro; poco o nada pueden hacer las instituciones de segunda socialización como la escuela.”

Siendo así, los tipos de familia despótica y autoritaria eran un problema tanto para sus integrantes como para la sociedad. En ambos casos la mujer madre e hijas eran sometidas, subordinadas y devaluadas. Llegando en el extremo a ser abusadas, violentadas y violadas, ante ello recomendaba: “Sin duda la familia es lo más importante de la sociedad, pero cuando a nombre de ella se atropella y viola derechos, hay que alejarse y protegerse, porque es tóxica.”

Para vivir con dignidad, no se requiere de suntuosidad

Habíamos ingresado por examen directo especializado y no por Estudios Generales a la Facultad de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), en mi caso no porque la hubiera elegido al Trabajo Social (TS) como carrera profesional, sino porque ella me había elegido a mí. Desde hacía un quinquenio era Contadora Comercial por calificación y desempeño laboral, porque terminando la primaria, elegí la secundaria comercial, puesto que ni en sueños podría solventar una carrera universitaria.

Trabajar desde antes de egresar de la secundaria (1976) me había permitido, ahorrar para realizar una especialización en contabilidad, aun cuando descubrí que no estaba hecha para sentarme ante un escritorio a seleccionar comprobantes de pago, elaborar libros contables, archivos y más mientras miraba a mis jefes frustrados que quisieron tener otra carrera y las secretarias deseando que los jefes no existieran.

El TS como carrera me eligió a  mí, porque antes de pensar en él, me dedicaba al trabajo voluntario de asistencia social desde la Parroquia de San Pablo en Canto Chico con las hermanas de la Congregación de Asistentes Sociales, que tenían un programa de rehabilitación con presos del Penal de Lurigancho.  Realizaba la visita e informe social a las familias de los mismos, debido a que las religiosas extranjeras no lograban identificar con precisión los elementos detrás de los casos sociales, por la gran habilidad limeña para la práctica cultural de “pepe el vivo”, que yo solía identificar con cierta facilidad, al  ser peruana, mi trabajo barrial y  parte del sector popular.

Habíamos ingresado 40, en algunos cursos como matemáticas se duplicaba, con quienes estaba por bica o trica y con un pie fuera de la universidad. Así que pese a ser una facultad pequeña en contraste con derecho, era mayor que sociología, antropología, economía o psicología individuamente. A momentos se expandía y en otros se contraía a medida que avanzábamos en ciclos al punto que sólo 5 de 40 egresamos al quinto año, sumando a muchas de promociones previas.

El primer año fue memorable, en tanto nos juntó a todas las sangres: orígenes, clases, culturas, motivaciones e historias, siendo notable los segmentos que se fueron agrupando “selectiva y naturalmente”, formando a momentos grupos inexpugnables con muros invisibles.

En términos de mi amiga Luz, quienes tenían clase y le chorreaba la plata”, sólo se dedicaba a estudiar, porque le costaba nueve veces más de las que estábamos en la primera escala de pago. También estaban las de clase medieras y arribistas con diversas conductas y poses. Un caso notable era una joven cuyo nombre en verdad no recuerdo y la perdí en el tercer ciclo, era pequeña de estatura, pero gigante en ego, se sentaba en primera fila y nos barría con la mirada a cada una que entraba al aula sin exceptuar a los/as profesores. Recuerdo a otra, con pose de modelo de una revista de los cincuenta, que durante el primer semestre no usó la misma ropa dos veces, más adelante supe que tenía la misma talla que su hermana y madre, estrenando el guardarropa de las tres para recubrir su inseguridad. En el otro extremo estábamos las que por uniforme teníamos un jeans, zapatillas, blusa o polo.

Mi experiencia tanto laboral como de edad intermedia entre Mariza que tenía 15 y Luz que me llevaba algunos años, me colocaba en una posición que nunca me intimidó como a algunas compañeras, porque había conocido y compartido espacio con todo tipo personas y prácticas de poder inimaginados.
Un día cerrando la clase con Violeta donde se había producido mayor confianza, tratamos temas de discriminación y segmentación entre mujeres. Preguntándole a propósito de nuestra convivencia ¿Por qué a algunas mujeres nos costaba tanto ser, accesible, disponible, compañera y unidad?  Tantos sub grupos como culturas en una promoción pequeña en una facultad que preparaba profesionales para trabajar con los sectores más vulnerables nos preocupaba.

Ella nos miró y dijo: “Las conductas humanas son complejas, responden a muchas motivaciones y factores a los que estamos expuestas, desde el tipo de familia, como hemos visto en clase y el sexo, pasando por los socializadores secundarios como la escuela, la iglesia, el club. También está la identidad, psicología, privilegios y cultura que se adopte. Pero la ostentación o concentración de la atención en la superficialidad de la persona como el atuendo, posesión o posición revela inseguridad personal, social y miedo a perder poder de quien lo hace.  Para quien se incomode por ello otro tanto, sumado a la autopercepción de minusvalía. Son los que no sobreviven al rigor académico. Cuando enfrenten una situación de este tipo, sólo recuerden que lo más importante en la persona es la dignidad. Y para vivir en dignidad no se requiere de suntuosidad”.

Rigurosidad, consistencia y coherencia

Una década y media después (1995), volví a disfrutar de las clases de Violeta durante el Diploma de Estudios de Género PUCP. Una de las líneas asociados con mi interés fue él desarrollo del papel doméstico privado de las mujeres, extendido al espacio público como parte de la sobrevivencia familiar y el movimiento popular.

Durante el paréntesis de nuestro reencuentro académico, yo había transitado de mis prácticas de asistencia al trabajo de la promoción social, desarrollo urbano  e investigación. A momentos muy cerca y otros muy lejos de mis intenciones de cambiar el mundo sin morir en el intento, porque ya había descubierto que la revolución no estaba a la vuelta de la esquina como me creía en los setenta o en la reconceptualización del TS.

Por cuanto mi trabajo para su curso se desarrolló alrededor de la organización/ desorganización de mujeres en torno a la sobrevivencia que había acompañado entre 1984 y 1995. Ella tenía hasta ese momento una mirada entusiasta de los comedores populares a los que conceptualmente definía como cocina familiar colectiva, producto del estudio que había realizado sobre los mismos antes de los noventa, en un tiempo donde eran estrategias de sobrevivencia dependiendo principalmente de la organización y labor de las mujeres populares apoyado o subvencionados puntualmente por instituciones principalmente privadas, por cuanto pesaba el nivel de organización y participación de sus socias.

Yo tenía una lectura distinta, debido al proceso experimentado por las organizaciones de mujeres a partir de 1990. Si bien estaba de acuerdo con ella respecto a las características entre 1979-89, su transformación en programa social desde el fujimorismo, las había trastocado como base social  del oficialismo a la mayoría, alejándolas de sus dinámicas originarias, diversificándola hasta cuasi transformarlas en un restaurant popular subvencionado por el Estado.  

Es cuando Violeta me dijo: "Sí afirmas algo que sea con sustento, si no, deja espacio para la duda o pregunta”. Refiriéndose a la necesidad de contar con data que sostenga alguna de mis afirmaciones. Yo poseía información primaria desde 1984 a 1995 a nivel de varios distritos del cono norte de Lima, de agosto 1990 a diciembre 1991 a nivel metropolitano y a nivel de Ilo Moquegua 1993 -95. En base a ello y el contraste con otros estudios aprendí a hablar de tendencias, probabilidades y supuestos a partir de algunos casos, puesto que no respondían a muestra alguna. Las certezas, afirmaciones y aseveraciones,  debían derivar de un estudio representativo, que es más numeroso cuanto más grande es el universo, por eso no creo en las encuestas de opinión, estadísticamente no son representativas ni confiables. 

Entendí en este proceso, que la preocupación de Violeta era la rigurosidad metodológica en sociología, pero su interés mayor era la consistencia de nuestras afirmaciones, por las responsabilidades que lleva tener el privilegio de leer de los hechos o eventos sociales, más allá del pensamiento común. Solía decirme que si no podemos sustentar nuestras afirmaciones con el debido hecho fáctico éramos inconsistentes como irresponsables académicamente, colocándonos al filo o centro de la incoherencia, que en la práctica de vida podría fácilmente perdernos:

“El objetivo es la coherencia entre pensamiento, palabra y acción, lo que no es fácil. Cada día cuesta más en un mundo mercantilista, por eso hay que intentar una y otra vez.”

Feminismo como práctica de vida

Más adelante, solía tener reuniones de trabajo académico de género y feminismo con Violeta, que matizábamos con temas de nuestra practica de vida, porque no es posible hablar de género sin mirar nuestra experiencia en primera persona y de la cotidianeidad que nos sorprendía, como el asomarse de Max para preguntarle con amor de enamorado continuo “Viole almorzamos juntos”. Así es como me asomé a su experiencia de vida.

Solía contarme cómo y por qué se hizo especialista en sociología de la familia, argumentando que a diferencia de otras mujeres ella tuvo el privilegio de un posgrado en la Universidad Católica de Lovaina por un encargo colectivo y compromiso social de su práctica de fe, en ese tiempo se halló en el centro del proceso de revisión de percepción de la sociología, familia, el papel de la mujer, el poder y el feminismo de Europa y Estados Unidos.

Argumentaba que, a diferencia de otras militantes feministas, ella no se vio enfrentada a la necesidad de romper con un patriarcado ni su religión sino modificarlo viviendo y construyendo otro modo de relación en pareja, maternidad, paternidad y académico.  Vivir su fe, vocación, voluntad, pensamiento y proyecto de vida de un modo diferente coherente con su ser feminista, en el sentido de respeto y ejercicio de derechos.  Al punto que pese a estar casada por las leyes y la religión, nunca se registró ni fue necesario titulase de Violeta Sara-Lafosse Valderrama de Vega-Centeno, rompiendo con los símbolos del patriarcado y la tradición, porque no era necesario como poco práctico: “Como vez todos me llaman Violeta Sara-Lafosse y omiten el apellido de mi madre cuando para mí ser feminista significa mucho, porque soy su continuum con mi propio ser”.

Solía decir que ella y Max tuvieron mucha suerte, porque empezaron su vida y familia emparejados, siendo iguales en lo social, económico, cultural y religión. Compartiendo el mismo proyecto de vida, amor y compromiso social. “Sonreía cuando me narraba, “Vivíamos compartiendo y extendiendo una beca de estudiantes en un piso modesto, esforzándonos por hacer bien el trabajo de cada quien y disfrutando la mutua compañía en un país nuevo, tenernos uno al otro fue un valor agregado, creo que fue una bendición”.

Decía que ninguna relación de pareja es lineal, fácil ni a un solo ritmo, tenía altas y bajas, donde lo central es sincerar el punto de partida y establecer de común acuerdo el punto de llegada, cómo se haría era un misterio, pero el acuerdo compartido era el diálogo, sereno, respetuoso y oportuno, jamás el silencio.

Ella había aprendido que en el proceso ambos debían aceptar con sinceridad percepciones, sentimientos, emociones, proyectos de sí y respecto al otro como era y no como cada quien deseara. Una pareja no es tu enemigo ni competencia, sino tu compañero la persona que amas, admiras y respetas. Quien, a su vez, te ama, admira y respeta. “Sin los tres ingredientes de amor, respeto y admiración es compartido, de uno respecto al otro, es muy difícil subir la cuesta de la pareja, transitar por la familia y formar hijos. La relación de igualdad no se conquista, se construye entre dos, con renuncias compartidas y apuestas sostenidas rotativamente como en los comedores.”

Cuando le preguntaba a cerca de su feminismo, respondía: “Sin duda no fui parte del movimiento feminista de los sesenta en Perú porque estaba viviendo otra cosa, tampoco me hice ni quise ser parte del movimiento feminista de los setenta ni ochenta, porque de lejos aparecía sospechosa. Mientras todas las feministas se habían divorciado, ponían en cuestión la maternidad, familia y exploraban su sexualidad. Yo no sólo me había casado, permanecía unida al mismo hombre, había optado y construido familia con hijos de los cuales nos ocupamos ambos y me había especializado en sociología de la familia, mientras Max era economista. Fácilmente podía ser acusada de traidora al movimiento y sostenedora del patriarcado”.

Le pregunté más de una vez cómo había hecho para criar a dos hijos, porque yo con una, en la universidad, el trabajo y siendo aun hija, sentía que lo hacía a medias y a momentos me perdía en mi laberinto. Ella sonreía, respondiéndome: “No te apures, lo haces bien porque te interrogas al respecto y no te consuelas con que creerte que eres la mejor madre. Cuando con Max decidimos tener hijos fue planificado y mutuo acuerdo, recuerda que ya existía la píldora.  En ese tiempo, ambos bajamos a la mitad nuestra dedicación laboral y proyectos profesionales. Acordamos que compartiríamos paternidad y maternidad por turnos a cincuenta por ciento cada uno y así lo hicimos, si yo trabajaba en la mañana él era en la tarde, los primeros años de nuestros hijos. No fue fácil pero sí hermoso y gratificante.”

Yo le decía, sabes Violeta les funcionó bien, tú eres buena en lo tuyo y Max otro tanto, tienen autoridad y poder en la comunidad universitaria sin haber sacrificado tu maternidad y paternidad, ambos son felices siguen juntos y amándose. Tienen hijos buenos, conozco más a uno que al otro y su esposa, es una nuera linda y tu nieta la continuidad de ese amor. 

Ella me miraba y apretaba la mano mientras decía. “Sabes Catalina, para Max ni yo fue fácil, veníamos de una familia conservadora con roles tradicionalmente adjudicados a mujeres y hombres, pero nos aventuramos en hacer posible la utopía de una familia compañera. Día a día, sin detenernos con nuestros aciertos errores y aprendizajes”.

Durante nuestros últimos encuentros, hablábamos sobre el feminismo, yo le preguntaba por las diversas formas de ser percibida, expresarse y sentirse feminista, así como por las percepciones de “las feministas” respecto a las “no feminista” ¿Qué es ser feminista?

Ella sentenciaba, “Más allá de los distintivos y autodenominaciones que seguirá produciéndose a medida que el tiempo pase, las generaciones que se apropien del conocimiento, pensamiento crítico, cuestionaran aquello que las incomoda y decidan cambiarlo ellas, es cuando se harán feministas. No por un título, ni porque las otras y otros las reconozcan o desconozcan.  Catalina, ser feminista no es una pose sino opción de vida que te incomoda, incomoda a otros y te saca de tu confort”.

Para Violeta el feminismo como movimiento no era título ni propiedad de nadie, tampoco estático, sino algo vivo que está en permanente resignificación, un proyecto inacabado, donde cada rebeldía de las mujeres por apropiarse de su vida, construir su destino y ejercer sus derechos, trascendía al empoderamiento para ser un modo de vida real como ser humano, en  igualdad de derechos propios y ajenos, donde las agendas podían cambiar en cada tiempo, pero lo que no cambiaría era la incomodidad sentida por las mujeres viviendo una situación u ocupando una posición que las haría feministas. El acento con otra tendencia eran interconexiones privilegiadas o enlazadas con sus luchas, lo central era   defender, ejercer sus derechos  y vivir ese derecho en relación coherente con otras(os).

Sexualidad, sexo y reproducción

En más de una clase y exposición, Violeta solía decir que la mayor revolución del siglo XX en la vida de las mujeres y la sociedad, fue la creación de la píldora. Permitiéndole a la mujer decidir si quería o no tener hijos(as), el número y espacio entre uno(a) y otro(a).  Afirmaba “El sexo es la dimensión más maravillosa del ser humano que le recuerda, que él y ella está al control de sus pulsiones; no necesita estar en celo como los animales para desear y realizarlo, te hace responsable de decidir y espaciar la reproducción.” Siempre que recuerdo el tratamiento de los temas de sexualidad, sexo y reproducción, en manos de Violeta, evoco la fluidez, claridad, sencillez y profundidad del mismo.

Hablar de la sexualidad de las mujeres y hombres, no sueles ser un tema usual, salvo que se produzca en un contexto reproductivo, académico, médico o pornográfico y de violencia contra la mujer. En cualquiera de los campos suele estar teñido de mitos, medias verdades, medias palabras y clichés.

Con Violeta en cambio, estaba lleno de información, formación y simbolismo que transformaba lo grotesco en conocimiento sabio. Solía decir, “La conquista del poder a través de la guerra entre hombres, fue trasladado a la relación entre hombres y mujeres, impregnado al sexo de significados y significantes de batalla entre enemigos y conquista del más fuerte. Creándose prohibiciones para las mujeres y licencias para los hombres que asegure el triunfo de los segundos”.

Afirmaba que lo más grotesco y lejos de la verdad era la alusión de la posesión sexual de un hombre respecto a una mujer con quien no tenía vínculo afectivo solo sexual, expresando que se la “comerían”, cuando en realidad el coito literalmente era de una práctica totalmente inversa.

Decía que de tanto atribuir, ansiedad, egoísmo, poder y posesión al sexo, había distorsionado un acto de dos en la búsqueda o persecución de uno(a), así como manipulación y desencanto del otro(a). Dejando de lado la condición de intercambio mutuo con calidez, placer, goce y entrega. Independiente de que se trate sólo de sexo o sexo con amor. Sostenía que el respeto entre dos personas que deciden tener sexo involucra expresión clara de libre consentimiento y responsabilidad, donde el intercambio permita acoger y ser acogido plena y gratificantemente. 

Yo solía decirle que me gustaba el amor entre ella y Max, donde el tiempo había mantenido la magia, extendiéndose a sus dos hijos, nuera y nieta. Que su historia de vida, generaba esperanza para construir una familia donde sus integrantes crezcan en dignidad, condición humana, social y políticamente correctos(as) en el sentido de estar al servicio de otros(as), asumiendo que se tiene capacidades para hacerlo y no hacerse servir por otros(as).

Ella solía anotar, “El amor nos hace dignos y libres como el pensamiento y la fe, un amor incomprendido y cautivo nos hace esclavas(os).”

Maestría en la docencia de vida

Solía comentarle, que una cosa era hablar de la familia en sentido figurado, aun cuando los datos se sostuvieran en estudios confiables y otra mostrar que era posible, como en su caso el éxito y sostenibilidad de la familia compañera. Que era tiempo de escribir sus memorias en primera persona. Ella me miraba, sonreía y decía: “Mira Catalina, no lo he pensado hasta este momento que lo mencionas, porque siempre he creído que nuestro aporte es de conocimiento social”.

Yo argumentaba que el valor de la memoria personal, donde una mujer académica formada en los sesenta, se hizo feminista desde la práctica, pensamiento y el día a día, sin renunciar a una apuesta y puesta en escena una familia donde sus integrantes fueran fuente y destino de amor, seguridad emocional, respeto, soporte, apoyo y estímulo hacia los proyectos de vida concebidos. Con capacidad para compartir y partir el amor en mil pedazos sin que nadie se quejara de tener una menor porción que otro(a) o sentir que se había dado de más. 

Ella se quedaba en silencio pensando, yo aprovechaba para insistir sociológicamente y desde los estudios de género. Violeta, la historia de vida, es una vertiente de rescate de la historia no escrita de las mujeres, tu historia por ser singular requería ser contada. Ella respondía: “Lo pensaré Catalina, ten la seguridad que, si decido hacerlo, será con tu apoyo, exploraremos esa nueva línea metodológica.”

Cerrábamos nuestras conversas, recordándole que se trataba de escribir para las mujeres y hombres del futuro que aprenden de registros, con oportunidad para conocer la validez de las teorías de género desde la práctica, como toda buena maestra sabe.

Violeta Sara-Lafosse Valderrama, mi maestra que demostró en vida la coherencia entre su curso y discurso de mujer, feminista, madre, esposa y que fue parte de una familia compañera. Se jubiló, aun así, siguió dictando cátedra ad honorem porque ser maestra es lo que amaba tanto como a Max, sus hijos, nuera, nietos y Cecilia su cuñada, porque estaba convencida que:

“Cualquiera puede enseñar, porque todas y todos sabemos algo que otros no, sólo nos hacemos maestras y maestros, cuando ayudamos a develar la capacidad crítica y el pensamiento analítico de cada estudiante, para que se explique y responda a sus propias interrogantes, y nos asombre con su ingenio, aprendiendo nosotras(os) con ellas(os).”

Violeta sé que muchos(as) escribirán más de un artículo sobre tu saber y hacer, como distinciones tuviste en vida por tu ser. Yo he querido en este momento de tu despedida ausente, escribir aquello que compartimos en un tiempo donde tuve el privilegio de ser tu aprendiz, tu oyente e interlocutora, mientras decidías que hacer con tus recuerdos hasta cuando tu memoria prefirió guardarse.

Ya eres parte del infinito de este tiempo y dimensión como aquel donde hoy estás. Ve en paz hacia el amor del Dios en quien creías, honrabas y cuyas enseñanzas practicaste amando a tu prójima(o) como a ti misma.