martes, 15 de mayo de 2012

DESCORRIENDO EL VELO DE LA MATERNIDAD

Magia, misterio y exigencia... será Sin duda el título o por lo menos contenido de un articulo futuro, que resumí en el mensaje de texto: "Querida... más allá de la dimensión comercial e interesada de la maternidad, espero hayas pasado un lindo día. Hago votos porque te sigas reinventando en uno de los roles más exigentes, mágicos y aleccionadores...", enviado vía celular a   mis amigas que ejercen el rol de la maternidad como secuela biológica luego de un embarazo y parto. O como mandato social porque cumplen una labor adquirida como extensión de su maternidad. Pueda que también como herencia cultural porque suelen reproducir en cada uno de sus actos una relación maternalistas con los suyos y ajenos.  Sin duda habrá algo  de espiritual, sea   enlazado  la maternidad con su misterio general, unos dirian que su rol de madre  vienen  impreso en sus genes otros donde me incluyo   parte de su karma/ darma.
Algunas respondieron reactivamente a mi mensaje, por la misma vía. Otras llamaron como gesto de reciprocidad y el resto lo comentó a su modo por diversos medios virtuales, en mi caso me inmovilicé hasta este momento, pueda ser por mi dificultad de hoy, para hablar y hasta escribir. O porque no me sentí aludida, puesto que más de una volvió a colocar sobre la mesa una interrogante de niña: ¿Por qué  cuando creen que  te conoce algo te rebautiza? al punto que no te sientes aludida,  un  tema más para un artículo.
El trece de Mayo ha sido una fecha de un doble homenaje en mi caso, el recuerdo de la partida de un ser amado que me permitió reconocer las fronteras de la vida con la muerte. El domingo   cumplió dos años de la partida de mi hermano mayor Pedro Herrera, que dejó de ser mi primo desde cuando nací porque según mi madre un niño adolescente de catorce años suspendió sus travesuras para seguir mis pasos inseguros,  más adelante protegerme  durante las horas laborales de mi madre y animarme en mis proyectos.

Mis recuerdos de él son de siempre, fue uno de los pocos hombres con quien compartí  y viví su ternura, honestidad, gratuidad, solidaridad y brutal sinceridad. Con él aprendí la reciprocidad y la satisfacción que se acomoda en el estómago, ante el brillo de sus ojos con las cosas simples de la vida, nunca me negó ni le negué nada, estuve y estuvo a mi lado siempre que fue necesario, como sucedió en el tiempo de su partida. Aun en ese momento ante mi dolor y duda,  recibí como  gesto de su reciprocidad el contacto con su alma, con el  escalé un peldaño nuevo en lo espiritual, al comunicarme con su cuerpo etéreo. Será por eso que la vela encendida de este tiempo me acompañó tres días y noches.
El trece de Mayo, también se correspondió  con el calendario social para  celebrar  a la Madre, teniendo como contexto a una sociedad machista y marianista donde se exacerba el rol materno y estereotipada de una madre santa, sacrificada y pura,   reedición de la Virgen María deshumanizada  en nuestro tiempo. Invisibilizando  y satirizando a las madres de carne y hueso que están en rededor,  aquellas que públicamente  cubren las portadas de periódicos con prácticas inversas. Y que en lo privado, cuando se tiene fuerzas para mirarse  ante el espejo y reflexionar la relación con de un hij@  con su madre o de una madre con su hij@,  le genera tensión y conflicto entre la imagen simbólica de la maternidad ideal distante de la real. Experimentando sentimientos de culpa,   frustración, dolor y resentimiento, olvidando que la maternidad al igual que muchos roles humanos son variados.

Cada quien cuando  ha elegido o asumido reproducir su propia maternidad, pone en práctica el único modo   que ha aprendido, el de su madre  o el de otras madres próximas. Pero nada de lo aprendido ni ensayado le asegura el éxito de su rol materno, sólo la tranquilidad de haberlo intentando  lo mejor posible mientras la vida de otro ser ha dependido de ella.
La celebración del día de la madre en mi caso, fue la suma de un día  domingo más en familia. Con brazos, gestos y un compartir llenos de  amor  que nos permite celebrar nuestros acontecimientos privados como el mejor y el más importante. Este domingo  fuimos once,  nuestro núcleo cotidiano de cinco,  crece a nueve domingo a domingo con Janet, José, María José y   Belén de Jesús. Este domingo se extendió a once con la grata  compañía de la abuela María, mamá de mi cuñado y su hermano mayor Víctor.
En realidad no dormí, pero ese es otro cuento. Mi hermana  Luz que iluminó mi día y aligeró  mi desvelo,  con un jugo de melón  y el desayuno en cama, como cada mañana  desde hace 51 días, esta vez tuvo que hacer un doble viaje a la cocina,  pues su  mano  izquierda está  inmovilizada   por una férula  producto de un daño colateral  de mi estado. Desde hace dos semanas compartimos sesiones de rehabilitación, apoyarme sostenidamente le ha producido contractura y tendonistitis.  Nos abrazamos,  este abrazo fue de felicitación y agradecimiento por ser la gran madre   para  todas y todos en casa,  distinto al abrazo  cotidiano de  perdón, fortalecimiento y ánimo   propio de  este tiempo.
Los gestos fueron  intercambio de haceres   producto de los dones da cada quien. Luz preparó con  asistencia de Pancho y Rodrigo en el trabajo pesado, un   lechón al horno que le salió como siempre celestial, al punto que José quien había quedado en almorzar con su madre, decidió cambiarlo por una cena. Janet trajo el delicioso Pie de Limón, en atención a mi debilidad por este postre. Mamá hizo su especialidad: ají triturado en batán y ensalada con mucha yerbabuena para facilitar la digestión. Los hombres, pusieron la mesa, nos sirvieron y atendieron. En mi caso  por mi movilidad restringida   preparé durante toda la semana previa y   amanecida del sábado,   labores a crochet y bisutería para regalos  propios y ajenos–Rodrigo fue mi único cliente porque me compró tres juegos de collares y pendientes-.
 De mis gestos, Luz fue la primera, eligió los pendientes más  largos con cuentas  de metal que van desde el tono  plata brillante hasta  el  quemado diciendo: “No sé porqué pero se me ha antojado aretes largos”. Mamá    fue feliz por los aderezos de azul iridiscente sobre una base    dorada,  siempre pienso  que fue reina en su vida anterior, le encantan los brillos y el dorado,    lució sus pendientes y collar con su frase eterna: “Hija aun estando así te has ocupado de mí”. Janet estuvo  feliz con los  pisos que esta vez tejí para ella: “Pupoti,  que lindo pero quiero mi mantel, el piso que 'me llevé el domingo', está luciéndose en mi sala”.  La abuela María  se alegró de sus pendientes y collar negro que combina con su luto persistente, cuando Rodrigo le hizo entrega de su presente.
Los cuatro  hombres hicieron lo suyo, se acomodaron en la  sala, la mesa del comedor solo fue de mujeres,  mamá hizo el brindis mientras asumía una vez más su matriarcado: “Agradezcamos a Dios la oportunidad de estar juntos, todo lo que nos pasa nos hace más fuertes y unidos”.   Seguida por la abuela María y cada una de nosotras las hijas y niet@, bisnietas. Mayu, dejó de ser demandante en la mesa y ocupó su papel de hermana mayor,  Belén hizo honores a su alias de niña Puñuy (sueño) manteniéndose en silencio hasta la sobremesa. Donde todas y todos lo celebramos como sabemos hacerlo.
En mi rincón egoísta,  me queda el recuerdo de la felicidad de un domingo más compartido, con el sabor a ternura  que mana de  los cuatro  meses  de vida de Puñuy. Las confidencias de Mayu  intercalada con sus dulces y cómplices besos que me acompaña los días de su ausencia. La caricia  que demanda  atención exclusiva  y  excluyente de mi hija   engreída que no renuncia a serlo, aun cuando   cumpla su función nutricia con un infante en el brazo o compita entiempo con su hija. La calidez y  abrazo  cómplice  de Rodrigo cuando volvemos a quedarnos en núcleo y revisamos lo vivido. La conversa, gracia y cariño de Luz,    las bromas de Pancho, la compañía de mi madre, fuerte, dura y protegida por seres de luz que la rescata de  sus quejas de desvalida y dolencias sostenidas.   
Un día social de reconocimiento a la maternidad, en mi caso, sumó alegría y felicidad a mi tiempo de paciencia, cual placebo compensatorio a mis sentimientos del día previo, donde me anunciaron  debí procesar una nueva intervención en mi tobillo izquierdo. En estos días estoy preparándome para volver a rehacer el proceso que  viví desde el 23 de marzo  -mi primera operación- a la fecha. Disfruto cada  momento de desplazamiento que   experimento desde el 28 de abril, lo real tiene mucho peso en   estos días,  por cuanto espero que comprendan mi retraso en reaccionar al cariño y gestos de amistad por diferentes vías. Hoy dedico menos tiempo a la virtualidad, para vivir y beber lo que es mi realidad, paladeándolo con paciencia y cada vez, menos con impaciencia.