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jueves, 14 de junio de 2018

DE TEMPORERAS A CIUDADANAS

1940: Plaza de Acho, Puente Amazonas y lecho del río Rímac
La migración masculina de los cuarenta, fue seguida por una primera generación de mujeres migrantes asidas de su rol de madres cuando sus   familias de padres ausentes cíclicamente, fueron sincerados como familia uniparental con mujeres e hijos(as) abandonados. 

Mujeres madres que migraron ante la incapacidad de alimentar a sus hijos o tras las huellas del padre extraviado, intentando recuperar sus derechos. Para encontrarse de cara con la orfandad y soledad de pies a cabeza. Algunas se hicieron temporeras, otras obreras y la mayoría se puso al servicio de la naciente familia urbana bajo la condición de amas de leche, nanas, cocineras, lavanderas, muchacha o sirvientas de todo servicio.

Y cuando fundaron sus propias  familias, con dificultad para cuidar de su prole, animaron a las jóvenes de su pueblo a imitarlas bajo el velo del protectorado parental, sea como tía(o), hermana(o); vecina revestida de madrinas y/o apoderadas, dinamizando sin percatarse el más antiguo sistema de trata de personas bajo el manto de la promesa de un mejor futuro, heredado socialmente hasta nuestros días,al punto que muy pocas familias de regiones y provincias del país reconocen la trata como delito.

Las mujeres migrantes hicieron del trabajo doméstico su principal destino laboral a cambio de vestido, alimento y cobijo; frecuentemente sin salario, restandose oportunidad para crecer y emanciparse, a cambio se incrementaron los riesgos y abusos del cuerpo y la sexualidad especialmente en el caso de mujeres adolescentes y jóvenes. 

Transformando en tabú un rol encubierto en cuatro paredes,  que sumo a la bastardía colonizadora, aquella que nacía recubierto de servicio doméstico convirtiéndolas silenciosamente en iniciadoras sexuales de hijos varones y/o la satisfacción del maridos, que gozaban del servicio completo dentro y no fuera del hogar. Práctica que atravesó todas las clases, porque el abuso sexual nos iguala hacia abajo. Ensanchando las bases del machismo, sumando a los hijos(as) del matrimonio el de la trabajadora del hogar, bajo la figura del ahijado(a). Como si eso no fuera suficiente, el "padre de familia" sumo familias paralelas que emergieron tras su deceso demandando derechos de linaje  y herencia. Para hallar sus huellas basta hurgar sólo un poco en nuestro pasado parental, un ejemplo de su constructo, se grafica en Cisneros (2015)[1]

Parte de las dos primeras generaciones de mujeres migrantes al “servicio de”, con el tiempo se emanciparon del "protectorado" del servicio doméstico sin salario y algunas con relativo éxito tuvieron ahorros, transitando  hacia al sector terciario  de servicios como expendedoras en los nacientes comercios, con explotación y menos ingresos que los hombres; algunas  se calificaron en costura y modistería, incursionaron en la industria principalmente textil.  En el mejor de los casos accedieron al empleo público como docentes, enfermeras, secretarias,  conserjes y guardianas. Cuya necesidad de soporte doméstico, a su nueva familia, alimentó y acrecentó la reproducción de la trata de personas en las siguientes generaciones.

La migración de la tercera generación, coincidió con los años sesenta, donde se abrieron otras oportunidades en el contexto como el acceso a la educación nocturna, llave para la organización y el tránsito de servicio doméstico a trabajadoras del hogar que reivindicaron su condición de tal, despojándose del adjetivo y la connotación de "sirvienta, ama de leche, ama, nana, doméstica, natacha, muchacha ". 

Aun así su referente social continuó siendo parental y de paisanasgo el día libre de fin de semana, creo un habitad ficticio fundando el "hospedaje", "alojamiento" o un cuarto alquilado en la vivienda de un pariente para pernoctar un día a la semana y acumular sueños, prescindiendo de la casa propia y con ella todo lo básico para desprenderse de una labor de 24 horas y fundar la familia propia.
La cuarta generación coincidió con la independización de generaciones previas y el gobierno militar que reconoció a las invasiones. Al dejar la labor del trabajo doméstico y arriesgarse por una actividad económica diferente, enfrentaron igual o mayor desventaja que los inicios de su migración, al  volver a empezar con más años encima, una familia o solo parte de ella con un hijo(a) a cuestas que dificulta el hospedarse,  en un familiar o paisano(a).

Tornándose en vecina de los barrios populares. Algunas retornaron al trabajo doméstico  ya no como trabajadora del hogar por 24 horas, sino como prestadora de servicios: lavado de ropa, cocina, limpieza.   Y aquellas cuya labor era preciada, retornaron a las familias donde antes laboraron, con menos capacidad para negociar un salario y una mano de obra invisible de su hijo(a). 

Cuando escribo este párrafo recuerdo los rostros e historias de las admirables mujeres trabajadoras del hogar de SINTRAHOGAR, con quienes he recorrido historias y procesos de reflexión, descubriendo en el entramado de quienes se especializaron como trabajadoras del hogar, dirigentes y líderes. 

La quinta generación llegó con los ochenta y se reinventó así misma creando sus fuentes de trabajo, afirmando o adecuando su cultura y prácticas de convivencia. 

El país había cambiado, la mano de obra desbordaba y absorberla era cuasi imposible por la industria, el gran comercio y empresas que  entraron en recesión. Las migrantes dejaron de ser parientes y el paisanasgo, para ser vecinas y poblaron del arenal, los cerros y las quebradas por los tres costados de las grandes ciudades costeras, incluyendo Lima, fueron ellas las que invadieron y lucharon por un pedazo de tierra, agua, energía y construyeron con sus manos la nueva ciudad a su medida.

Impulsaron el trabajo ambulatorio, el taller o micro empresa con auto explotación, la impulsaba a la necesidad del reconocimiento y apuesta por el éxito.  Reproduciendo y adecuando sus ritos, creando asociaciones costumbristas y establecieron conexión de apoyo con sus pueblos de origen,  debilitando  la trata de personas, porque  es posible el emprendimiento y el trabajo ambulatorio.

La migración fue incrementándose por iniciativa propia  y expulsión de los pueblos empobrecidos, hacia los sectores del emprendedurismo basado en el trabajo familiar,  que sumo al migrante en mano de obra barata basada en la cultura de la solidaridad, del trabajo compartido y rotativo, ya no en el trabajo rotativo de la tierra sino en  la promesa del emprendimiento propio construyendo al norte el cluster del calzado, al sur la zona franca y en Lima el el cluster textil, hoy  mas conocido como emporio de Gamarra. 

Dejaron de mimetizarse con una ciudad ajena, apropiándose de ella, reproduciendo su cultura e  influyendo con sus prácticas y valores,  recreando sus raíces para no renunciar a su proceso identitario.  En este punto la migración masculina y femenina confluyó para conquistar y transformar la ciudad.

La sexta generación, coincidió con el desplazamiento del campo a la ciudad, el desborde y el miedo. La emergencia de mujeres que se habían posicionado de la ciudad, quienes se especializaron en el trabajo del hogar partieron a los vecinos países de Chile, Argentina, Venezuela. Aquellas calificadas en especializaciones técnicas como enfermería partieron hacia Europa.

Quienes se quedaron lo hicieron con derechos arrancados uno a uno, descubriendo que toda trabajadora del hogar que se respeta, es socia de uno de dos sindicatos existentes y asociaciones que las forma, representa, respalda y asesora. En el nuevo siglo, son muchas mujeres jóvenes,  ya no andinas  sino amazónicas, que no se afilian porque transitan por esa etapa romántica de relación con las familias donde trabajan bajo ese icono de novelas que les hace soñar en casarse con el hijo de la dueña de casa. 
Desborde Lima

Las más decididas(os) sacaron cabeza propia y reinventaron al país, en medio de la crisis que no dio respiro a la tradicional población limeña aristocrática y pequeño burgués que se extinguía al igual que se diluía la promesa del empleo seguro, la casa y el coche propio.

En tanto la clase media empobrecida y la aristocracia moribunda, con  nostalgias por el espíritu europeo o norteamericano, tomaron sus cuatro letras, maletas y sus dólares muc, partiendo tras el sueño americano a reproducir el papel del migrante andino como emigrante latino hacia el viejo mundo y Estados Unidos, con los mismos o mayores sueños de hombres y mujeres andinas decididos a trabajar en "lo que sea", ellos(as) partían colocando al mar de por medio.

En Lima la conquista de la ciudad en términos de Iván Degregory y otros (1986)[2], se transformaron en conquistadores y luego de invasores a invadidos, afirmándose con la música chicha, el emporio Gamarra y un sistema económico fuera del financiero: el préstamo, la junta y el pandero se sostuvo bajo palabra y el prestigio. Naciendo con ellos el rey de la papa, la yuca, de Gamarra, de la copia, la piratería, el diseño, la creación e innovación hasta nuestros días, la invención de la imaginación.  

Construyendo lo que es hoy el Perú,  un destino cultural del mundo, uno de los que tiene mayor crecimiento en la región de Suramérica y el Caribe, inspiración para el retorno de quienes se fueron tras el sueño americano tornado en pesadilla y/o por el retiro;  atracción de nuevos imigrantes del asia y  la misma región.

Lima desde el Club el Golf
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/aa/
Lima_Golf_Club%2C_San_Isidro_District.jpg
Ayer como hoy chinos(as) que llegan por miles, descubriendo que   peruanas(os) son buenos consumidores de todo cuanto más exóticos mejor. A u lado la distante India nos ha invadido con sus inciensos, aceites, affeites y mujeres emprendedoras. 

Los imigrantes de los países vecinos, lo hacen reconvirtiendo ese deseo ancestral de invasión y apropiación como sucede con chilenos(as) que en el nuevo siglo lo hacen adquiriendo cuanto pueda en el mercado donde todo se transa, desde empresas emblemáticas hasta el patrimonio cultural que incluye bienes tangibles e intangibles como costumbres, cultura y hasta el respiro, para patentarlo todo bajo el sello chileno.

Y llegan argentinas(os) para sumarse a nuestra frívola farándula logrando que el escándalo se eleve hacia niveles inimaginados. Colombianos(as) empobrecidos para enrostrarnos hasta donde podemos exhibir nuestra miseria humana. Mexicanos(as) que han calibrado el déficit de la seguridad ciudadana que les permite ampliar su mercado de tráfico. Y  venezolanas(os) que creen haber hallado su tabla de salvación, para andar los paso de las mujeres migrantes de los setenta,  redinamizando el mercado ambulatorio junto a su lamento por su país, al igual que lo hicieron chilenos(as) en los ochenta, cuando  Pinochet  los persiguió y 
exilió.

¿Y Que pasó con nuestros(as) emigrantes en el exterior, mas allá del volumen de remesas enviadas?

miércoles, 13 de junio de 2018

MUJERES TRAS LA OLLA DE ORO



Golondrinas https://www.warrenphotographic.co.uk/28019-
swallow-in-flight-series
Recordé el cuento de mi abuela sobre el otro lado del arco iris, a propósito del artículo que denuncia la situación de las mujeres temporeras marroquíes[1] en la cosecha de fresas, que en pleno siglo XXI se hace por estaciones para aliviar la economía familiar, sin traducirse en una migración definitiva sino de tiempo en tiempo, como diría mi abuela tras su propia olla de oro lo suficiente llena que permita sobrevivir junto a su familia. Una labor de mano de obra barata, que no tendría mayor análisis que la explotación desde la perspectiva económica, ha mostrado su lado de explotación esclavizante, sexismo y racismo. Evidenciando que no basta el enfoque socio económico para comprender y hacer justicia. Cae por peso propio la necesidad de un análisis fino para una agenda militante, que se incluya enfoque de derechos humanos, género y raza.

En las ciencias sociales a la práctica de migración temporal denominamos, fenómeno social de migración golondrina o estacionaria, que en el Perú se produjo hasta mediados del siglo pasado, donde la principal actividad era la agricultura con baja tecnología y gran demanda de mano de obra barata, que suele ser femenina, adolescentes y niños(as).

Hoy aún se produce pero con menos desplazamiento y proporción que antaño, probablemente  con más presencia de mujeres que hombres, eso es un tema a estudiar. La actividad es intensa en  costa norte y sur del país, para la siembra o cosecha de  productos  orgánicos de exportación no tradicional[2],  pero con menos  migración estacionaria porque hay suficiente mano de obra permanente en la zona circundante (periférica) y tecnología.  ¿Cuánto se reproduce de aquello que sucede en Huelva?, expuesto por temerarias periodistas[3] respecto a abuso sexual y racismo es otra tarea por dilucidar. Algo han escrito al respecto las amigas de Aurora Vivar[4] que apenas se asoma al problema de condiciones laborales quedando mucho por indagar respecto al acoso y abuso sexual.

Plano de Lima cuadrada 1940
Algunas pistas podrían estar en el modo como se produjo el fenómeno de la migración y sus costos para las mujeres peruanas en contraste con los hombres. También al respecto  se  tienen poco trabajo desarrollado, pese a que ha experimentado diversas etapas y ha configurado las relaciones entre mujeres y hombres que hoy experimentamos con sus aciertos, desaciertos e implicancias.

Si uno googlea mujer 1940 Perú migración apenas aparecen 95 referencias. Destacan  trabajo de Javier Iguiñez (1983)[5] que menciona 14 veces a las mujeres en libro de 318 páginas, Julián Antesana (1984)[6] con 49 menciones y escaso análisis de su significado e implicancias.  

Vista panorámica de Santa Ana, Hoy Plaza Italia
Mi abuela fue una de las primeras migrantes andinas de los cuarenta, se hizo limeña, en los Barrios Altos, cuando reflejaba en su contenido en nombre,  enhebrando su blancura y ojos azules a  favor en una sociedad discriminadora y discriminantes,  con sus cortinas, sábanas, manteles y mantillas, balcones, azucenas, pensamientos y gardenias. Sus dulces limeños inconfundibles e insuperables, se hizo bilingüe con aquel español sin acento andino y ese quechua dulce al cual no renunció, pero guardó con esmero junto con su ternura para la intimidad. Eran tiempos donde ser chola(o) era suficiente para ser discriminada(o), explotada(o) y adjetivada(o) de serrana(o).  

Ella nunca volvió a su tierra, salvo una u otra visita ante lo irreparable como la muerte de algún pariente significativo. Se hizo limeña entre Barrios Altos y la Plaza de Acho, cuando entonces Lima cuadrada era nombrada por su significado, puesto que en su interior se producía lo central de la vida urbana, disputando el predominio con el distante y desavenido Puerto del Callao, al cual las mujeres de bien no podían ir, porque estaba lleno de amenazas y tentaciones, mi abuela la llamaba la pequeña babilonia.

Junto a otras mujeres de su tiempo, destacó en el mundo público por su entereza, coraje y lisura como vecina, Tan distintivos como sus platos y aderezos que hacían sinfonía con firmeza, postura y sabrosura incomparable. Ella se esforzó como muchos migrantes de entonces por borrar todo signo de choledad que disminuyera su presente. Estrategia al que recurren muchas(os) peruanas(os) aún hoy, aquí y fuera del país, postergando el reconocimiento del valor de nuestra multiculturalidad y multilingüismo como una de nuestras posesiones que nos permite un lugar distinguido en el planeta de un mundo globalizado que lo arrasa todo.

A mediados del Siglo XX, Lima cuadrada aun concentraba el aroma de villa colonial, con zonas de veraneo distribuidos en Chosica, Barranco y Canto grande, que asemejaba a un viaje interprovincial. Los(as) migrantes fundacionales se asentaron alrededor de ella dando nacimiento a las primeras barriadas y zonas populares apropiándose de los cerros y las zonas periféricas de entonces. Fundando matrimonios y nuevas familias, sin saldar aquello que abandonaron en los andes creados en convivencia, así como ello la conformación de los actuales distritos populosos màs antiguos:  Leticia, Chacarilla, el Cerro San Cristóbal, Ciudad y Campo, La victoria, El Agustino, Lince, Jesús María, Breña, el Rímac, Magdalena.

Paralelamente se producía el lento de poblamiento de Miraflores, San Isidro, San Borja con los dueños de los solares y callejones de Barrios Altos que se alejaban del bullicio de la Lima Virreinal donde la muralla virreynal había cedido al cordón de migrantes,  a quienes ya no podían ignorar ni fundir con el paisaje.  

Decidieron dar vida a sus sueños europeisantes, imitando a los palacetes de sus anhelos. Lima moderna, que fue acrecentado con la llegada de inmigrantes italianos, americanos, alemanes, ingleses, japoneses, tras la primera guerra mundial. La historia y memoria, es ironía a las poses de fronterizos sobre fronteras, que hoy hacen gala quienes ayer fueron parias.

A medida que la producción se sofisticó, surgieron  las agroindustria y  se hizo insuficiente la migración masculina golondrina. Dando origen al proceso de atracción de la mano de obra no calificada de las mujeres especialmente de la zona andina, que poco a poco se transformó en migración masiva a partir de los años sesenta y pese a que la industria se redujo y con ello menos manos de obra, otro fenómeno creció y engendró el éxodo del campo a la ciudad durante el último decenio del siglo XX.

La agudización del conflicto armado colocó a la población civil entre dos fuegos, motivando que la migración adquiriera condición de desplazamiento de pueblos enteros con sus familias y vida entera, hacia las grandes ciudades del país, para finalmente desbordar la capital, transformándola en la mega ciudad  que es hoy con sus más de nueve millones de habitantes. Haciendo que dos tercios de la población peruana se haya transformado en población urbana, en tanto que en los andes se erigen pueblos fantasmas, algunos  sólo habitados por ancianas(os), niñas(os) y mujeres madres.   


[1] https://politica.elpais.com/politica/2018/06/09/actualidad/1528569474_339395.html
[2] http://auroravivar.blogspot.com/2011/05/dia-internacional-de-las-trabajadoras-y.html
[3] https://www.elsaltodiario.com/explotacion-laboral/dos-periodistas-alemanas-mostrado-mundo-abusos-temporeras-huelva
[4] http://auroravivar.blogspot.com/
[6] https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/20764/D-10852.00_es.pdf

viernes, 12 de agosto de 2016

CUANDO PIERDES LA INOCENCIA. #NIUNAMENOS

http://es.123rf.com/imagenes-de-archivo/alfareria.html?
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Tengo ocho años, estoy recorriendo ese terreno amplio detrás de casa. La  acequia que riega los últimos maizales rebeldes  se ha desbordado. Hay un hilo de agua que humedece la tierra baldía, donde no hace mucho habitaban las hortalizas y  alfalfa. En tanto  las casas se construyen  por todas partes. Más allá atisbo un montículo de ceniza, con   restos de madero que sirven de cono a los hilados en la fábrica vecina de telas.   
Mamá no está cerca, mi fuga hacia esa parte del campo pronto será descubierta, titubeo, no sé si hundir mis manos en el barro o el hollín, ambos me atraen de igual modo. Decido empezar satisfaciendo mi vocación de alfarera, tomo el barro entre mis manos pequeñas, su aroma y textura llena mis sentidos, poco a poco voy dando forma  primero a un pato, luego a un ave, un gato, un plato, una olla, una serpiente.

El sol quema fuerte en lo alto, miro alrededor donde ocultar mis reliquias hasta que sequen, descubriendo que los  sauces moribundos de esa extensión baldía me ofrecen sus cimas como  la mejor caja fuerte, allí subo a mi  preciada carga, con esa agilidad felina que he desarrollado desde siempre. Se rompe un plato y el ala de mi ave, me digo: ¡No importa el plato!, lo haré otro día. Pero mi ave me da   pena. Con esfuerzo  vuelvo el barro al barro y creo nuevamente   un ave,  más grande que todos los otros.  Al descender del árbol, me pregunto si se secará y podrá  volar sin agotarse como las mariposas.

Miro nuevamente al sol, ya es hora del almuerzo, mi madre pronto descubrirá que no estoy. Tomo impulso y voy  al montículo, hundo las manos y hallo mi tesoro, innumerables argollas que han resistido al fuego, podré unirlas golpeando en sus encuentros y hacer  una gran cadena, quizás sirva para un columpio entre los árboles.

De pronto siento que ya no estoy sola, levanto la cabeza y un muchacho en bicicleta se me acerca. Me pegunta que hago sola allí, contesto que no estoy sola. El mira a todos lados,  me dice: ¡No mientas estás sola!  Mira las argollas en mis manos y pregunta: ¿Te gustan las argollas? Yo lo miro en silencio, mientras empiezo a caminar, algo me dice que debo correr, él baja de la bicicleta y camina a mi lado empujándola. Me dice nuevamente, si te gustan las argollas yo tengo muchas en mi casa, estas son restos de aquellos que han quemado los trabajadores de mi padre. Si quieres te regalo nuevas, pero tienes que ir a mi casa. Le digo: “No quiero tus argollas, sino estas que ya no son tuyas”.

El se ríe, lo miro nuevamente y me doy cuenta que es un chico grande, si corro pronto me alcanzará. Le pregunto qué hace él por ahí, porqué no está en su fábrica. Me dice que  me vio desde su balcón, que no es la primera vez que lo hace, que quiere ser mi amigo y quizás darme un beso.

Lo miro frunciendo el ceño y digo: “¡Sólo me dan besos mi mamá, papá y hermanita!, ¿Por qué tú  quieres darme un beso?”. El responde arrastrando las  palabras: ¡Porque.... eres muy linda…! En ese momento escucho la voz de mi madre llamándome,  es el impulso que necesito para dejar de caminar y echar a correr. Y corro, corro, corro como gacela mientras él se queda mirándome a la distancia.

Como  siempre mi madre me reprende por escabullirme de su mirada y amenaza con algo que ya no escucho. Cuando cede en su  enojo pregunto: ¿Mamá soy linda? Mi madre responde: “Con esa cara llena de barro y tizne lo que pareces es una chacarera o minera, ve a bañarte y cambiarte para almorzar”.

Voy corriendo  hacia el espejo y compruebo  que mi madre dice la verdad, mientras me preguntó ¿Por qué aquel muchacho me mintió diciéndome que era linda? La voz de mi tía abuela Rosa Herrera me sobresalta interrogándome: ¿Por dónde anduviste hija? ¿Qué es lo que te ronda por la cabeza?

La veo en el rincón más fresco de la sala, debe tener alrededor de cincuenta y cinco años, está abanicándose del fuerte calor, mirándome  intensamente con esos hermosos ojos azules, su cabello color trigo, piel blanca casi transparente y su bella sonrisa plena. Corro a abrazarla y a sentir su delicioso aroma, hundo la nariz en su cuello. Está en casa significa  que ambas nos fugaremos   hacia la suya, que para mí siempre  es un castillo.

Me abraza, besa y limpia la cara con su pañuelo que  huele a alelíes e insiste en saber lo que me pasa. Nunca tengo secretos con la abuela Rosa, así que le cuento todo. Me mira y sus ojos brillan más que de costumbre. Me aparta de su pecho, coloca  al frente  y dice: “Hija es tiempo de que sepas  cómo es la vida para las mujeres”. Y me cuenta un cuento nuevo, de cómo una linda joven de quince años perdió la inocencia.

“Hace mucho tiempo en un hermoso pueblo,  esta bella joven como son todas las mujeres de quince años,   se fue a trabajar sola al campo, siempre lo  hacía desde niña,  pero ese día  sería diferente, porque ese día  perdió la inocencia. Un hombre salió de su escondite y le arrebató sus sueños  y atacó su cuerpo. Fruto de ese arrebato tuvo una hija  de piel tan oscura como la noche a quien dio en adopción,   ella  no podía cuidar de esa hija,  porque  ella misma no podía cuidarse. A esa joven de quince años le robaron la inocencia en el campo pese a los cuidados de sus padres y su propio cuidado, en un momento que se sentía segura”.

Mi abuela Rosa añade que los ladrones de los sueños de las mujeres no sólo están en el campo sino en todas partes, que no sólo le roban a las jóvenes de quince  sino a niñas de seis, ocho o diez. Inclusive a mujeres que tienen más cuarenta. Unas veces les robaban a la fuerza destrozando su cuerpo como sucedió con  la joven de quince años. Otras veces con engaños y muchas más con amenaza. Mi abuela eleva la voz  diciéndome: "¡Por eso no hay que tener miedo, hay que gritar, correr y pedir ayuda!"

Tras un silencio, mi abuela Rosa se pone muy seria, como siempre que me dice algo muy importante: “Hija, nunca dejes que nadie toque  tu cuerpo, porque  lo más preciado de tus sueños está allí como en un templo. Eres una pequeña mujer, rodeada de  muchos ladrones de inocencia que deambulan por la vida atacando cuando menos una lo espera”. 

La miro  y pregunto: ¿Abuela, a esa joven que perdió la inocencia y regaló a su hija porque era negra, Dios la perdonó? Mi abuela me mira largamente y responde: “Esa niña  de quince años, no regaló  a su hija porque fuera negra, sino  que la entregó a una buena familia para que cuidaría de ella. Porque  a la joven,  le recordaba en todo momento de su vida,  cómo le robaron la inocencia y tampoco  sabía   cuidar a la bebé menos evitar que también a ella le robaran la inocencia.
Cuando la joven de quince años tuvo muchos años más,  se casó, pero la  vida no le volvió a dar una hija con su esposo, sólo tuvo  tres hijos varones. En cuanto a Dios, fue bueno, porque cuando pasó el tiempo, aquella bebé negra creció y era una linda mujer  y la joven de quince  había sanado, Dios las volvió a juntar, porque ambas, tenía otros sueños, mucha fuerza, amor y perdón en sus corazones".

Me miró con lágrimas asomando a sus bellos ojos y me dijo: “Por eso es que tienes una tía negra con un alma blanca, que tú no conoces por el momento. Es  a donde voy las veces que desaparezco. Cuando crezcas más, viajaremos para que la conozcas”.

Ese día perdí la inocencia, la idea de que todos éramos iguales y que podía escaparme hacia el campo baldío. Descubrí que las mujeres estábamos en riesgo por el sólo hecho de ser mujeres, a diferencia de los hombres. 
Descubrí, que las mujeres siempre debíamos ir con mas cuidado, porque si los hombres temían ser robados en sus bienes, dinero y cosas materiales,   las mujeres aun cuando no tuviéramos nada de material, nos robaban unas veces los sueños, otras la salud, la fe y hasta  vida.

Mañana 13 de Agosto del 2016, es el punto de quiebre entre el pasado de violencia y violación sistemática de las mujeres en una  sociedad que religiosa, social, cultural y políticamente asolapó  y sembró de dolor, vergüenza  y abuso nuestras vidas, de nuestras madres, sus madres y las madres de nuestras abuelas, sus abuelas hasta nuestras  ancestras más lejanas.

Mañana  será  el día a partir del cual enfrentemos y cambiemos aquellas  percepciones de tragedia asociado con el nacimiento de hijas mujeres, porque más allá de la perpetuación del linaje, aparecía como   decreto la perpetuación del sufrimiento y nuestra condena al sufrimiento por el hecho de ser mujeres.

Mañana podría ser el punto de quiebre entre la violencia, violación y feminicidio de hoy, que crece, se agiganta y amenaza por devorarnos como sociedad, puesto que pese a las leyes, la lucha y conquista de las mujeres;  la impunidad e injusticia se acentúa.


Mañana pondremos en cuestión un sistema cómplice, donde es insuficiente romper el silencio, reconocer que tenemos derecho a tener derecho, enfrentar el revestimiento cómplice  de vergüenza que nos hacía sentir culpables, recurrir al olvido la desmemoria, con el que el perpetrador o la perpetradora  cuentan y se protegen.

Mañana nos movilizaremos por: #NiUnaMenos  y Si tocan a una tocan a todas, desprendiéndonos del miedo que nos inmoviliza, estimulando la agresividad, el abuso y maltrato, hasta  transformarse en su principal cómplice del feminicida.

Mañana, sueño que sea el inicio de un nuevo tiempo, donde como país podamos decir que peruanas y peruanos, hemos decidido hacerle frente a uno de los principales flagelos que amengua la condición de vida, los sueños y el aporte de las mujeres y hombres que han decidido vivir en respeto, paz y armonía. 

Mañana, podríamos tener la fuerza suficiente para increpar no a una justicia ciega, sino convenida, perversas e indolente que mira hacia un lado manoseando la ley y derechos arrancados para ser simplemente  indiferente, injusta y cómplice ante la violencia sistemática, institucionalizada y simbólica contra las mujeres.

Mañana podremos decir, todas y todos al unísono: #NiUnaMenos 


domingo, 10 de enero de 2016

GLADIS VILA, SER SIN RENUNCIAR A SER MUJER INDIGENA ANDINA

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Luz Gladis Vila Pihue, llegó a mi mundo uno de esos días del primer quinquenio del siglo XXI, por los designios del universo que a momentos me lleva hacia donde menos imagino con sólo una llamada. Donde no cuentan los planes, expertis o la voluntad, por cuanto prefiero pensar que son fuerzas del universo. 
Hasta entonces conocía a la mujer andina a través de la migrante en la costa y aquellas con las que interactué eventualmente en zonas rurales.
Las andinas migrantes estaban principalmente afincadas en los conos periféricos de Lima, desplazándose como usuarias, proveedoras o servidoras del centro y zonas residenciales. Algunas con más arraigo costeño que las costeñas, más mazamorreras que las limeñas, al punto de sustituir recuerdos y costumbres de sus orígenes por aquél que era su nuevo hogar. Sin negar la presencia de aquellas que conquistaron la Gran Lima izando banderas de cada pueblo, imponiendo o combinando culturas, prácticas, costumbres, creencias hasta parir el crisol que hoy nos enorgullece en el mercado, música, moda, cocina y la mixtura maravillosa de alimentos.
Frecuentemente me interrogaba sobre el grupo que sepultó su ser andino con la migración ¿Cómo se daba esa transmutación del ser a cambio de construir un ser no discriminado, devaluado y marginal? ¿Qué factor lograba mimetizarlas hasta extirpar sus orígenes? ¿Cómo vivían el desenraizamiento y la orfandad cultural? 
Preguntas que siguieron flotando cuando incursioné en el mundo andino ya no desde la lectura sino disfrutando de cada trecho de su espacio para descubrirme como parte de una diáspora de mujeres andinas, con coincidencias como distancias entre sí y las migrantes.
Coincidían entre sí, en su arraigo y encarnación de Gaya -la tierra y todo lo que ella implica-. El orgullo de pertenecer a una comunidad, estancia, pueblo, caserío, distrito, provincia, región. El amor a sus ancestros y reproducción de costumbres y ritos aun cuando eso significara la entrega y sometimiento a los suyos. Diferenciándose en cómo enfrentaban y afrontaban su condición de ser mujer, madre, campesina, comunera, oligarca, pasajera, extranjera, pobre, rica, sola, soltera, casada, viuda, iletrada, letrada o intelectual. Desempeñarse como agricultora, ganadera, comerciante, artesana, artista, dirigente, líder, mujer de su casa. Sus modos de procesar la pérdida, dolor, tristeza, llanto, gratitud, alegría, danza y canto. Incluyendo el silencio, habla, acogimiento, rechazo.   Donde el enfoque cultural y de género eran incipientes.
A las mujeres amazónicas, las conocí primero a través de mi compañera de estudios Adriana, quien fungió de embajadora para mostrarnos un mundo distinto a los conocidos, con mayor fluidez en expresar al ser, hacer, querer, sentir y resentir. Sin ese atavío de mujeres costeñas y andinas por recubrir, disfrazar y disimular tanto cuerpos como sentimientos, claro que se produjeron encuentros y desencuentros, pero esa es otra historia. 
Más adelante cuando me aproximé a la ceja de montaña y hundí en la amazonía, me confirmó que era un mundo diverso, misterioso, sencillo, complejo, extraño e inexpugnable. En realidad mi conexión fue elemental,  principalmente con colonos(as) europeos y de extensión andina, conminados a trastocar o polarizar su propio ser en el centro de un ambiente tan exuberante como expuesto. En tanto que los hombres y mujeres amazónicas se difuminaban en la profundidad de la selva para posar de tanto en tanto al gusto del turista.

http://blogs.upc.edu.pe/vu/posts/v05-06-exposicion-amazonia-con-rostro-de-mujer
Tras mi largo tránsito por los caminos y reflexiones del género podría ensayar en señalar que tanto mi embajadora amazónicas como aquellas que conocí en las orillas del oriente peruano, estaban despojadas de prácticas de doble moral de nuestra sociedad seudo occidentalizada con sublimación del patriarcado que pasó de largo, para asentarse en un claro de la profundidad amazónica, con la colonia Alemana en Pozuzo[1].

Patriarcado entendido como sistema de relaciones alrededor de una ideología jerárquica encabezado por el pater family, cuyos roles permiten ocuparse de “los suyos”, representarlos, tomar decisiones y establecer relaciones de sometimiento entre quienes dependen de él[2]. Condiciones que se produjeron mínimamente a lo largo de la historia peruana a  cambio se desarrolló el machismo[3], marianismo[4], padre ausente[5], sexismo[6] y racismo [7]. Conviviendo simultáneamente  un sistema comunitario (sur andino),   feudalista (trapecio andino) entroncado con el oligárquico (norte) y el capitalismo neoliberal (grandes ciudades), donde el rol de mujeres y relaciones de género   está aún por develarse en toda su complejidad.

Con Gladis Vila, toda aquella aproximación a la mujer andina como amazónica quedó empequeñecida.  En la primera entrevista, me miró con desconfianza, tomando distancia, midiéndome. Se reconocía como líder indígena andina, para mí no había necesidad de un nombre y apellido en tal sentido, así que le pedí se explicara obteniendo a cambio una clase magistral de interculturalidad. Demostrándome la diferencia, entre ser mujer indígena andina y mujer indígena amazónica: “Somos hermanas porque pertenecemos a los pueblos indígenas, pero somos distintas en nuestra lengua, percepción del mundo, nuestras prácticas, necesidades, intereses y formas de vida”.

Gladis Vila, prontamente cambió su rol de entrevistada a entrevistadora, de una forma sutil y firme para conocerme y leer en mi mensaje corporal, mi enfoque. Finalmente sentenció: “Como ves Catalina, me he formado en la universidad de la vida, tu sabes tan poco de nosotras como nosotras de ti”. La miré con respeto y admiración, porque comprendí que ella se había apropiado de los elementos que muchas mujeres migrantes se despojaban. Y en base a ellos se había hecho  fuerte, grande e inquebrantable. Fuerza para cambiar condiciones de vida y ejercer derechos como mujeres indígenas andinas, empezando por ella misma. A eso es lo que yo llamo empoderamiento real, aquel que deja de ser teoría para traducirse  en gesto y acción. .

Gladis Vila, había transitado de ser una joven dirigente en su pueblo hacia la atención a los intereses y necesidades de mujeres como los  pueblos indígenas. Forjándose a lo largo de una década, en la identificación y defensa de sus derechos como género [8] y sociedades milenarias[9],  moviéndose con facilidad en espacios internacionales[10], donde no sólo desarrolló conocimiento sino construyó un discurso, con  notable conciencia de quien era, a quienes representaba y  sus propuestas, recolocando su agenda al interior de cada agenda donde estaba presente.

http://www.onamiap.org/2012/11/25-de-noviembre
-un-ano-mas-de-lucha.html
Gladis Vila, no se había “especializado” en términos de nuclear y reducir su agenda a un tema aislado -el derecho de la mujer indígena-, lo relacionaba con cada uno de los elementos y factores que involucraban a los pueblos indígenas, el medio ambiente, los retos de la globalización y la economía de mercado, logrando lo que muy pocos líderes habían alcanzado: una visión integral de las oportunidades para ubicar los intereses y necesidades colectivas. Cuenta con  capacidad para integrar e integrarse en los diversos escenarios y espacios el tema mujer y pueblos indígena. Sin tanto anuncio conceptual, transversalizaba su agenda desde la práctica concreta.

Gladis Vila, durante la sistematización de la primera década del TPMIAAP (Taller Permanente de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú)[11], no sólo miró el proceso transitado (1995- 2005), sino visualizó el futuro. Junto con Melania Canales[12], se propusieron arrancar al Estado la creación de las Defensorías Indígenas[13] y conducir el desarrollo de sus pueblos. Donde las integrantes del TPMIAAP fueran reconocidas y nombradas como Defensoras Indígenas[14].

Para Gladis Vila, el TPMIAAP fue el espacio a través del cual se reconoció y afirmó como mujer indígenas, proyectando tal condición con orgullo hacia otras mujeres del globo[15], en tanto los grupos de organizaciones de las mujeres urbanas se miraban el ombligo y hacían zancadillas para emerger unas más que otras en un reducido trecho que les había cedido la convencional práctica política partidaria, ella y sus compañeras se miraban en el espejo de las mujeres globalizadas para afirmarse en quienes eran.

Gladis Vila, junto a las mujeres TPMIAAP descubrieron  su derecho a tener derecho como mujeres sin dejar de ser indígenas, 25 años después de las mujeres urbanas,  por cuanto su proceso de concientización y construcción de perfil con agenda propia se produjo intensa y aceleradamente. Mostrando los efectos multiplicadores del coaprendizaje y el encuentro con otras mujeres de similares experiencias desperdigadas por el planeta.

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A Gladis Vila y las mujeres indígenas amazónicas y andinas, les llevó menor tiempo reconocer el valor y la necesidad de una organización nacional enlazada con   la región y el planeta, por eso es que formaron ONAMIAP (Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú) llegando a ser su principal dirigente[16]. En cuyo proceso ha madurado el pensamiento, práctica y estrategia[17].

Gladis Vila, por tanto no es una recién llegada a la política, puesto que su ser y quehacer es intrínsecamente político. Su trayectoria y liderazgo es producto de una dinámica intensa de trabajo hacia adentro como afuera  en lo personal y colectivo: pueblo y organización. Con estrategias locales e internacionales, entablando procesos de negociación de agendas donde ha aprendido a desplegar abogacía, incidencia, negociación, estrategia para posicionar la agenda de las mujeres[18] y los pueblos indígenas[19].

Gladis Vila, al incursionar en este tiempo como  parte de la contienda previa para ser elegible como congresista[20], revela de sí el convencimiento que es tiempo que las mujeres indígena andina recoloque en la escena del país esa dimensión orgullosas de ser quienes son, que no requieren negarse a sí mismas para brillar con propia luz y aporte[21], porque este país es grande en tanto posee el crisol de sus mujeres y hombres que es su riqueza, cuyas diversas miradas y prácticas es su principal fortaleza en un mundo globalizado que amenaza por unicidad.

http://servindi.org/actualidad/146931
Gladis Vila, muchos éxitos en este tiempo y el futuro que será tuyo y de las diversas mujeres del Perú profundo, que es más grande que la anquilosada práctica partidaria de quienes han gobernado el país, mostrando un solo rostro indígena caricaturizado, empobrecido y envilecido. Del cual se ocupa sólo en elecciones creyéndose que no tienen discernimiento, memoria y capacidad de decisión.

Gladis Vila, bajo el concepto de hermandad que aprendí de ti y las hermanas amazónicas como andinas, pido a los dioses y las diosas de nuestros antepasados: al apu mayor San Cristóbal de Lima, al mayu Rímaq, a la mama Qhucha sumergida bajo el municipio de San Juan de Lurigancho, a la mama killa y el taita Inti, que te acompañen en este nuevo proceso, te inspire, irradie y limpie el camino.