martes, 24 de julio de 2018

RETORNO TEMPORAL DE ÉXITO Y FICCIÓN

Si bien hay diversos comportamientos de las(os) retornantes, esta vez me concentraré en aquel relacionado con el objetivo consciente o inconsciente de incentivar, motivar y hasta concertar la migración de nuevas generaciones, silenciando el costo del mismo, evitando que futuros(as) migrantes tengan la posibilidad de elección y decisión informada al respecto. 

Paradero interprovincial TupacAmaru
Las diversas generaciones de mujeres y hombres emigrantes del interior del país a Lima y las grandes ciudades, en su proceso de asimilación, fueron inoculadas del silencio cómplice respecto a los rigores y horrores de la misma. Hacerse pernóctante del centro y la periferia, afirmó su condición de inmigrante . Explicando en parte, su necesidad de retorno periódico revestido de un éxito ficticio, sin espacio para la comunión, realimentación y reconexión con lo suyo.

Retornar impostando aquello que no existe, moderniza la vieja práctica oligárquica del enganche [1] con la promesa simbólica de un éxito similar al que ostenta, negándose así mismo, aquello en lo que se han convertido, mientras asegura hoy como ayer la permanente emigración de sus coterráneos.

El retorno ficticio es posible gracias a la complicidad pasiva de quienes en el pueblo de origen acogen sin reservas al retornante sea por afecto, nostalgia o ilusión. Cediéndole por unos días, las riendas de sus vidas, deseos y costumbres a cambio de unos días festivos, aun cuando ello coloquen de lado su propio modo de resignificarse.

Visto en primera persona, el silencio sobre el costo de ser inmigrante en la gran ciudad ante coterráneos, tiene repercusiones tanto para el retornante como del emigrante en perspectiva.

Para el retornante que calla, se transforma en alienación de sí mismo(a) y desgarro interno, porque renuncia a compartir de su orfandad y melancolía. El éxito que imposta a su retorno le impide renovar sus valores de horizontalidad e igualdad en el que creció en su comunidad (como unidad) al construirse para sí un presente de ficción.  Se traiciona así mismo al hacerlo con su coterráneo, cuando manipula el valor de solidaridad y trabajo compartido en su beneficio, resinificando y revirtiendo valores ancestrales de ‘Ama Llulla, Ama Kella, Ama Sua’ en mentira, autocomplacencia y estafa.

Para él o la futura migrante, el silencio le impide mirar más allá de aquello que se le exhibe. El éxito aparente del retornante es la promesa de su propio éxito cuando se es joven e inexperto(a), mientras se atiza sentimientos andinos de codicia hispana, audacia inca y envidia mestiza por estrenar.

Haciendo que valore su ser y proyecte su futuro, basado en lo efímero e ignorando los rigores de ser andino(a), quechua hablante, mujer u hombre en una ciudad masificada, desbordante, indiferente, explotadora, discriminadora, riesgosa y machista. Las fauces de la soledad en compañía, el dolor del desenraizamiento, el peso de la discriminación, explotación y autoexploración a cambio de una sobrevivencia y un éxito escurridizo.

Si bien el retornante recurre a la apariencia de éxito por pose y prestigio, en realidad lo hace porque es su modo de poner en funcionamiento un sistema para su propia sobrevivencia, asegurándose  mano de obra barata, a través de dos estrategias: a)   conquista y atracción del coterráneo o paisano(a) y b) herramienta de sometimiento donde ejercer un poder deshumanizante.

Sucumbiendo ante el único modo de crecer él o ella es abusando y violando los derechos del otro(a), reproduciendo como suyo el ejercer poder a través del sometimiento, explotación y discriminación. Práctica que se aproxima a aquello que Aníbal Quijano llama colonización del poder [2]porque se ejerce desde adentro del ser, donde el explotado(a) acepta y coopera con el explotador creyendo que no existe otro modo.

En la mayoría de inmigrantes de la quinta generación y algunos(as) de generaciones previas, no le basta sobrevivir, reinventarse y apropiarse de un nuevo revestimiento de su ser, pensar, hacer y sentir. Necesita apostarle todo o nada a un retorno triunfal de migrante, ante quienes aún permanecen en ese pueblo que devalúa y donde no se visualiza habitarla por más de unos días festivos.

El silencio se alimenta de la necesidad de ser a través del tener, mediante la propiedad efímera y el poder simbólico de conquista y triunfo en la ciudad. Todo tiene sentido y contenido si logra el reconocimiento y aplauso, mejor si aviva la envidia que inmoviliza y aniquila, en el nativo del pueblo cuya existencia se afirme aun cuando no su desarrollo, condición necesaria para su empobrecimiento, reproducción y migración.

Retornantes Villa Rica,  Camino a la carrera de cintas
No importa que en ese esfuerzo de gloria personificada, se diluya el sentido, contenido y espíritu de pueblo. Porque aquello que menos se toma en cuenta es la cultura identitaria: costumbres, prácticas, ritos y valores del lugar. Si fuera central, no le permitiría el despliegue y exhibición de la apariencia personal y parental con sus afeites, aderezos y maquillaje que sustituye a los ancestrales por una ficción importada.

La animación de la cultura e identidad del pueblo queda de lado, priorizando aquello que no se posee con despilfarro, siendo central el hedonismo, narcisismo y poses. Efectivo si de paso se gana alguna indulgencia de la cruz, la mama virgen y taita dios, para ello serán suficiente flores, el manto, la comida y el licor, dejando de lado la reflexión, acto de contrición y enmienda.

Sólo cuando se enfrenta el rito central se constatan menos almas devotas, la mayoría del pueblo es Shiri (protestante) porque ha optado por una de las tantas sectas. Basta nombrar el adjetivo para ahogar la interrogante del ¿Por qué?, puesto que ahondar en él revelaría, el rechazo a esa forma desenfrenada y aparente de fe, centrada en el culto a la imagen de éxito del retornante, con celebración desbordante de excesos y pérdida del espíritu de recogimiento.

El rito ancestral de devoción es sustituido por la irreverencia que linda con el turismo consumista e inculto. En La Merced, Oxapampa, Villa Rica, San Ramón, Tarma el centro de la representación cultural, es el dolor en semana santa, trastocado como espectáculo que atrae a tirios y troyanos, saciado con licor hasta el hartazgo. Las seudo discotecas funcionan hasta el amanecer, el nuevo día descubre cuerpos ebrios esparcidos por aquí y allá, mientras valores y símbolos religiosos son frecuentemente profanados[3].

Durante el acto central de la fiesta patronal en Huari, Huaraz, Cajamarca, Trujillo, Piura y otros, las ancianas(os) y autoridades transitan con actitud de recogimiento, vestidos de riguroso luto, en contraste a retornantes revestidos de pavo real, seda, tafetán y brillos. El pueblo ayuna, mientras las(os) turistas devoran y exigen banquetes. El pueblo ora y medita, los(as) retornantes colocan una banda en las cuatro esquinas de la plaza principal. Ancianas(os) se santiguan por la blasfemia a sus formas y ritos, los(as) jóvenes imitan la irreverencia.

Adultos del pueblo aprovecha la oportunidad festiva para embriagarse de fantasía y licor. Niñas(os) y adolescentes, cuentan los años que les hace falta para dejar su pueblo, al que aman y disfrutan en su belleza, pero aman más la fantasía que exhibe el retornante. En cada acto se estimula y anima la migración hacia la ciudad prometida, reproduciendo los viejos argumentos, bajo nuevos contextos. 

Retornantes  expectando al corrida de toros en 
En muchas fiestas patronales de los pueblos andinos, principalmente hacia el norte y centro, con menor población e identidad que en el sur del país, quien retorna instaura la valoración de lo urbano respecto al local, sustituyéndose la chicha pintada o pisqueada de jora, por cerveza; el aguardiente por ron y whisky. El poto de calabaza por el vaso de vidrio que simule al cristal o la lata de cerveza. El puchero, la patasca y sopa verde por el caldo de gallina o de pollo. El picante de cuy, quinua, haba, tawri, alverja y trigo resbalado por el arroz con pollo, tallarín, seco y estofado. La pachamanca por la fritura o saltado. Transformándose el manejo y producción gastronómica, en imagen simbólica del modo como se invade y modifica la práctica del pueblo bajo el adjetivo de mixtura, pero en realidad es el desplazamiento de platos típicos por los urbanos.

Retorno de éxito ficticio, tan breve como el abrir y cerrar un telón, pero suficiente para transmitir la conquista inexistente de la ciudad, en tanto la realidad es de brutal explotación y autoexploración[4] como el quedar encerrado e incinerado en vida dentro de un contenedor[5]; trabajar más de doce horas al servicio de un inmigrante informal[6], hacerse vecino(a) en el último arenal o cerro que circunda las ciudades sin ser parte de ella[7], alojarse en entrañas de los suburbios tugurizados sea sótanos, viviendas coloniales inhabitables o sólo pernoctar en altillos de los primeros edificios de quincha alrededor de plazas populares, prestos a desplomarse o arder al primer chispazo.

Si la apariencia en la fiesta patronal es una maquinaria de la vanidad que encubre los rigores de la migración. Es al mismo tiempo una amenaza local, que arrasa con el principal valor de la comarca/pueblo, su cultura, desplazada a segundo lugar por los cánones de la vida marginal del migrante en las grandes ciudades. Arrancando de ese pueblo venido a menos, el prestigio anhelado, al mismo tiempo que se reduce su oportunidad de crecer y prosperar, ser destino de vida buena durante el cercano retiro, 

El retorno de aparente éxito y enajenación de la práctica local, es ante todo un atentando contra aquello que ha permitido a los pueblos andinos, sobrevivir a cinco siglos de colonización: costumbres, prácticas, bienes y patrimonio cultural de la zona. Amenaza a esa capacidad para sostener procesos de sincretismo, y preservación de su cosmovisión, valores, éticas y moral. Con capacidad para fluir en el bilingüismo, sin permitir la extinción del dialecto de sus ancestros. Incorporar nuevas técnicas productivas sin renunciar a la tecnología heredada de los incas y pre incas,   conocimientos de la riqueza que brota de la tierra, su ambiente y biodiversidad.  

Un emigrante bajo la careta de conquistador de la gran ciudad,   atrapa la ingenuidad del futuro emigrante impidiendo el crecimiento y apuesta para valorarse en su propio territorio, renunciando a construir, crecer y expandir a su pueblo. Discapacitándolo(a) para reinventarse, embellecer y crear valor agregado en comunidad. Acrecentando el rechazo a lo suyo donde la huida se percibe como única vía de solución a los problemas, que supera al dolor del desprendimiento y olvido a quienes se quedan para seguir siendo referente y fuente de prestigio para el retorno efímero.

Sólo falta saber quién es más feliz, aquel que se queda en lo suyo a vivir al ritmo de la naturaleza, sus fuerzas, amor y fe, agradeciendo cada anochecer y santificando cada fruto maduro al amanecer;  reconociendo, saludando, riendo y bendiciendo a cada ser.
Pueda que el pueblo recobre su dinámica al ritmo de sus escasos habitantes o ingrese a su estado de hibernación silente, donde la grama amortigüe el paso vacilante de ancianas(os), la melancolía de mujeres solas real o simbólicamente se esparza con el viento, quizás el canto de un ave en una tarde serena, sintonicen con su risa o las lágrimas de orfandad se funda con la lluvia.

Quizás, los escasos hombres vuelvan al campo generoso, acompañado de los recuerdos de festividad y los brindis nombrados, el beso de despedida de sus seres amados, los fantasmas que espantarán a mediodía cuando el sol se torne inclemente o la lluvia arrecie, buscándose unos a otros para en comunidad reducir su cansancio con chicha pintada de alcohol, masticando la mama coca y pensando en la tarea del siguiente día.

Seguramente niñas y niños jueguen a ser futuras mujeres y hombres, mientras en su interior crece el bicho del emigrante,  preparando a su alma y espíritu para el desarraigo, se planteen como meta alcanzar la mayordomía de la fiesta patronal y celebrar mejor que el último que les toque contemplar.

Retornantes esperando la Línea 1 Tren a las 8 a.m.
O será más feliz aquel retornante, tras haber realizado la mejor celebración de la fiesta costumbrista con una contribución inadvertida a la extinción de ese pueblo en el tiempo, sacudiendo el soroche de la altura con sueño despierto aproximándose a su realidad, resentirá los bolsillos vacíos, cuerpo maltrecho, cansancio en todos sus átomos por la danza incesante, el canto y vigilia auto impuesto, pero rebosante de orgullo y renovada la vanidad.

Volverá a sentirse en casa, independiente de que tenga ciento veinte o cincuenta metros cuadrados porque es su hogar, donde pernoctará luego de una jornada de doce o más horas al servicio de la otra "señora", o un "jefe", tras un mostrador, un timón, una máquina, una carretilla de desayuno, como datero o dependiente pegada(o) a su celular. Se preparará para cobrar a aquel cliente duro de roer o tras la entidad financiera más accesible, por un nuevo crédito para refinanciar, aquel otro que está vencido.

Pueda que se mude del piso alquilado a otro, perdiéndose por algún tiempo de sus acreedores. Esperando que sea domingo para descansar y cuando este llega, postergarlo por imprevistos de un nuevo contrato, la fiesta en el club social o deportivo, la reunión de padres, el compromiso con un nuevo cliente. Respira profundo y se consuela, que dormirá durante el viaje del siguiente año a la fiesta patronal de su pueblo.

La apariencia junto a la posesión,  es el deseo insano y devorador que lleva al control, ejerciendo poder sobre algo, por muy efímero y pequeño que este sea, atravesándonos  como país de cabo a rabo y pueda que allí esté uno de los principales estímulo para el aguante de tanta corrupción, abuso, explotación, estafa y perdición. Porque en el fondo, muy en el fondo, cuando nos entregamos a la apariencia, cualquiera que esta sea, en realidad estafamos y envilecemos a nuestro espíritu y alma ante nosotras(os) mismas(os).

Mientras que la autenticidad es tan ligera, benéfica y menor costo si es sincera, oportuna y sostenida. Apreciar lo que tenemos, viviendo y expresando nuestros sentimientos en su momento, abreviando o advirtiendo el sufrimiento del nuevo emigrante mujer u hombre de la comarca. Creando condiciones para que quienes se aventuren a migrar lo hagan con plena conciencia, fortaleza y disposición a exigencias como el dolor del desarraigo y la orfandad en un espacio donde todos son anónimos, incógnitas y nada.

Reconocerse sobreviviente, bendiciendo y amando lo arrancado, eligiendo quedarse por convicción, sentirse parte de y que otros(as) te reconozcan como tal, construir con amor, desprendimiento, entrega y persistencia la vida cada día, creciendo de adentro para afuera.

Autenticidad que nos permite ser y disfrutar de aquello que nos obsequia el universo, extasiarnos con cada milagro como el amor, la amistad, estar y sentirse bien. Sonreír al inicio y fin de cada día y semana donde es posible celebrar a la vida en este espacio, tiempo, abrazando plenamente si hay condiciones para ser compartido o partido.

Valorar y renovar nuestras raíces haciendo que cada retorno temporal sea momento de intercambio sincero y alimento del espíritu colectivo, fortaleciendo los valores de comunidad que nos mantenga enlazados, afirme nuestra identidad, nos permita ser allí donde hayamos decidido estar y pertenecer sin necesidad de renunciar o mimetizarse.




[1] Pago adelantando para facilitar la migración, a ser reembolsado con parte significativa de su futuro ingreso, que se extendería en el tiempo hasta transformar el sueño del progreso en trabajo esclavizante.
[2]Quijano Aníbal. Colonialidad del Poder y Des/Colonialidad del Poder http://www.ceapedi.com.ar/imagenes/biblioteca/libreria/51.pdf
[3] Recuerdo la narración de una anciana, en uno de los pueblos del interior de cómo se había perdido el respeto y su fe a los símbolos, la repercusión de ello en sus vidas y en la vida del transgresor(a) haciéndolo(a) miserable y solitario(a). En el ande la limpieza de la capilla es parte de un rito sagrado que está en manos de la persona o familia más distinguida por sus valores de honestidad, fervor, solidaridad y amor al prójimo. Una pariente del retornante responsable del cuidado de turno se ofreció a realizar la limpieza, advirtiendo en ese proceso que la escultura de un santo estaba envejecido y ajado, así que se deshizo de él, arrojándola lo más lejos que le permitió su simulado lanzamiento deportivo de bala sustituido en esa ocasión por la estatua.
[4] Sagasti, Francisco. Noviembre 2008. Tipología de la pobreza y dimensiones de la Exclusión en el Perú, Lima: Foro Nacional/ Internacional. 9 p. http://franciscosagasti.com/descargas/eventos/pobreza_exclusion.pdf
[5] Incendio en Las Malvinas: Este era el indignante trabajo que cumplían por S/20 los jóvenes encerrados. Según contaron otros trabajadores, a ellos solo se les abría las puertas a las 12 del día para comer. No podían ni ir al baño. Diario Peru21, 25 junio 2017 08:24h. https://peru21.pe/lima/incendio-malvinas-indignante-cumplian-s-20-jovenes-encerrados-83439
[6] Sanbor, Synthia. Los (y las) trabajadores textiles, ayer y hoy. Blog Brújula, 21 mayo 2013 http://blogs.up.edu.pe/csanborn/los-y-las-trabajadores-textiles-ayer-y-hoy/
[7] Miyashiro, Jaime; Orejón, César. 2015. Reporte Urbano Ambiental. Una mirada a la periferia de la ciudad. Lima: DESCO, Programa Urbano. 39 p. Consultado el http://urbano.org.pe/descargas/investigaciones/Reportes_vigilancia/Reporte-Ambiental-2016-01.pdf

domingo, 15 de julio de 2018

LA OLLA DE ORO AL OTRO LADO DEL GLOBO: PERUANAS EMIGRANTES


Tras leer el comunicado del CODENAF[1]  sobre las temporeras, retomé aquello que me recordó a mi abuela Rosa y sus cuentos. Y con su recuerdo la migración de mujeres andinas a Lima, las grandes ciudades y hasta el retorno efímero y festivo  que desarrollaré en la quinta parte de este tema.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:GruposFMI.png
Visualice a las Marroquis hoy en su semejanza y diferencia con las mujeres andinas del Perú durante la segunda mitad del siglo XX. Y las emigrantes peruanas hacia  países vecinos y otros continentes a fines del mismo, donde muchas mujeres jóvenes con o sin familia nuclear fueron tras su olla de oro. La proporción de peruanas y peruanos que se hicieron inmigrantes puede ser gratificado en quienes eligieron como país de destino la ciudad  Madrid en España:

“En Madrid, donde el ritmo  peruano crecía hasta ese entonces a la sazón de unos 100 inscritos por año entre 1985-87 y 300 entre 1988-1990, se pasa a 1138 en el año 1990, a 3446 en el año 1991, es decir 2345 peruanos se registran en el consulado madrileño, lo que supone un incremento del 320%” (Tornos, 1997,43)[i]

Algo así como levantado un velo, vino a mi memoria la narración de mi amiga, una joven profesional Fisioterapista a la que conocí cerrando los ochenta, quien migró con su novio a inicios de los noventa hacia el viejo mundo. Antes de irse, en Lima ganaba alrededor de los quinientos dólares ejerciendo el borde de sus competencias profesionales, junto con su habilidad para la festividad, alegría y sonrisa. En tanto que él era egresado y sub empleado de odontología. 

Al tiempo de su estadía en España, retornó de visita, entusiasmada nos animó a emigrar, contando que ella trabajaba en la cosecha de fresas hasta en dos turnos, ganado lo suficiente para mantenerse ella y su pareja. Él no trabajaba, había decidido reiniciar una carrera profesional, ante la imposibilidad de revalidar su título peruano. 

Ella era una temporera más, sin perder la esperanza de una oportunidad para trabajar en su especialidad de fisioterapista, tenía como desventaja sus rasgos de extranjera, pese a que antes Emigrar se sometió a una rinoplastia para borrar su único rasgo andino[ii]; era joven, la típica mujer “blanca” limeña, de talla mayor al metro setenta, hermosa, encantadora y con la sonrisa a flor de piel, pero no lo suficientemente “blanca” y española, en ese país racista ayer como hoy.

Lo que mi amiga no procesó ni pudo transmitir en aquel entonces pese a estar implícito desde sus preparativos para migrar, fue el contenido sexista y racista que está detrás de la restricción para acceder al trabajo calificado y solo aspirar a aquellos devaluados por las(os) españoles, el sector terciario o el trabajo primario y manual agrícola como la cosecha de fresas. Tampoco nosotras podíamos imaginar en aquellos años noventa este enroque entre sexo, raza, empleo y explotación[iii]

Mis amigas y amigos que emigraron desde los ochenta y más intensamente a inicios de los noventa por la crisis del fujishock[iv], sea a Estados Unidos, Europa y Asia. Poseían, principalmente perfil profesional calificado la mayoría soltera(o) y quienes estaban con pareja, la emigración colocó un océano o muchos kilómetros de por medio, precipitando la separación que sólo en algunos casos derivó en divorcio, porque aun en este campo, somos informales, mientras tenemos un pie fuera y otro dentro del país, escribí detenidamente sobre el tema el año pasado en este mismo blog[v]

También conocí en las zonas populares donde trabajé por aquel entonces, a muchas abuelas y tías a cargo de nietas(os) y sobrinas(os) porque sus madres migraron a países vecinos como Venezuela, Chile y Argentina. Aquello que llamó mi atención fue que pocos padres se hicieron cargo de la prole pese a permanecer en el país, siendo intermitente o ausente en sus vidas, en el mejor de los casos, aparecían una vez al mes, coincidiendo con la llegada de la remesa enviada por la madre distante. ¿Cuál es el impacto en esos hijos e hijas la madre ausente real y el padre ausente virtual? es un tema por trabajar.

Fueron menores aquellos casos del padre emigrante, quienes en su mayoría desaparecieron del radar familiar al poco tiempo, fundando otra familia en el lugar de destino, reproduciendo en parte la conducta de los inmigrantes andinos hacia las ciudades del país. Sin duda hubo excepciones, como aquel caso de un amigo en Japón, que escribía cartas a su familia en tres o cuatro armadas, por el cansancio de la jornada[vi] quien finalmente importó a toda su familia. Cada historia enfocada desde las aristas anotadas suele ser reveladora respecto a la conducta, según el género en la relación con los parientes, la pareja, hijos e hijas.

Las primeras cartas de mis amigas en tiempos donde se escribía a puño, lapicero y papel, eran desgarradoras, por el peso del desarraigo, la crudeza de las relaciones sociales y prácticas culturales en las que estaban inmersas –más dura cuando provenía de sus parientes que migraron previamente, transformados en más europeos que los europeos o más americanos que los americanos-, muchas de ellas sobrevieron tras una resistencia titánica y se reinventaron, siendo hoy ciudadanas del viejo mundo como las más.

Hubieron algunas que recurrieron al tradicional medio de hacerse ciudadanas de un país hostil, mediante el matrimonio concertado, sea como acuerdo comercial, ilusión, amor y hasta solidaridad. Lo inexplicable, es que bajo estos mismos términos de conveniencia, se produjeron algunos matrimonios entre inmigrantes precarios, habrá que explorar más en las razones e implicancias al respecto o logrado su sueño americano, en el país de inmigrantes que hoy ha declarado la guerra a nuevos emigrantes.

Se por buena fuente que a la mayoría, la vía de concertación matrimonial, les resultó sumamente costosa. En unos casos porque los nativos de la zona que las eligieron como pareja, fueron igual o más machistas que los peruanos, de quienes no quedó otra que tomar distancia mediante el divorcio, para reincidir tantas veces como fuera necesario hasta hallar su alma gemela o abrazar la soltería con amigos amables. 

Aquello próximo a lo metafísico, se produjo en quienes huyeron para no casarse con un peruano y terminaron haciéndolo con un inmigrante peruano. Las más, exportaron el que se quedó y otras, tras posicionarse y fracasar con los nativos del lugar, se llevaron un espécimen por esa nostalgia del producto nacional exótico y les fue peor. 

Hay quienes persisten en su empeño de amor romántico, sacrificado, santificado e imposible, manteniendo al marido distante y poco fiel en Lima con visitas anuales, tratando de remendar y reciclar lo que hace tiempo ya está deteriorado, dicen que "lo hacen" por sus hijos(as), en realidad correspondería decir que es por sus nietos(as), transformándose por decisión propia en proveedoras inagotables.

Quienes se han mimetizado con el país de destino, no imaginan retornar para vivir en el Perú, son las que han plasmado sus sueños de posesión y posición, con la tenencia de casa propia y no un piso, en Suiza, Francia, España, Inglaterra, Italia, Noruega, Alemania, Estados Unidos, Canadá, etc. Cuentan con un empleo que les asegura pensión de jubilación, porque decidieron calificarse y desempeñarse profesionalmente o son emprendedoras exitosas. Tienen hijo(a) europeo o norteamericano y pareja, algunas(os) a estas alturas se han divorciado incluyendo el tercer intento, por cuanto poseen doble y triple nacionalidad bien arrancada. 

Las que crecieron en su SER y plasmaron su proyecto de vida, se hicieron conquistadoras de un nuevo mundo, eligieron bien, tomaron decisiones sabias y se posicionaron con uñas y dientes, hoy son felices, principalmente buenas personas dispuestas a acoger y mostrar las exigencias de ser inmigrante. Claro que son los menos pero existen, no tienen nada que extrañar del Perú, son aquellas donde se cumple el refrán: "Uno no es de donde nace, sino de donde yace".

Siempre que alguna retorna hemos conversado sobre el significado y las implicancias de la emigración y ser inmigrante en sus vidas. Con quienes tengo mayor conexión y espacio para la crítica, reconocen que viven en una sociedad más avanzadas en todos los sentidos, pero a su vez, tienen escaso tiempo y recursos para disfrutarlo, extrañan principalmente la relación humana a favor o en contra que se tiene en el país, por cuanto siempre se sienten extranjeras, marginadas y auto-excluidas, con ese vacío de pertenencia y pertinencia que nos hace nadie respecto a un lugar o grupo, al ser ingrediente central que alimenta ese sentimiento de ser parte de un país, pueblo y nación.

A quienes han hallado lo que tanto buscaban, pregunto si estuvieran en el Perú de hoy también emigrarían, la respuesta es inmediata, dicen que no, sólo buscarían alcanzar la especialización obtenida en el extranjero, argumentan que se fueron porque en los noventa todo era estrecho, copado y mezquino. En el mundo académico no había oportunidad para ser parte, ellas habían logrado posicionarse en el extranjero, e inclusive hoy con toda su producción académica, sentían que eran bien acogidas en su condición de visitante, pero no percibían la apertura que les hiciera pensar que podrían retornar y ejercer en el País.

A la fecha, algunas preparan su retiro y retorno, porque con su jubilación europea, americana o canadiense, podrán asegurar una vida digna en el país, por lo menos es lo que proyectan. Uno nunca sabe al respecto, pues conozco más de un caso de desencanto por lo incierto y endeble que se ha tornado la política pública y financiera en el planeta. 

Sin embargo todas las que han retornado, pese al abismo del tiempo de ausencia, han reconstruido su relación con sus parientes, se sienten feliz de retornar al país con sus altas y bajas, porque dicen estar a salvo y en casa aun cuando sea sólo fantasía. Porque aquí como en cualquier lugar del planeta la seguridad es un albur y la estabilidad económica una incertidumbre, lo único seguro es nuestro afecto y que debemos estar preparadas para reciclarse porque lo único sostenido en este tiempo es el cambio.

Las más no tienen nada proyectado, son principalmente aquellas que pese al tiempo transcurrido siguen siendo ilegales, tienen sobre su cabeza la amenaza de la deportación, su único objetivo es quedarse, recurriendo a todo aquello que le permita conseguirlo, pero poseen pocos instrumentos, muchas de ellas no han aprendido a hablar el nuevo idioma con fluidez, manteniendo relación sólo con la colonia de peruanos y/o latinos, por cuanto carecen de redes sociales de soporte, por esas ironías de la vida, son las que más discriminan en el lenguaje, la piel y el revestimiento de los cuerpos a inmigrantes andinos dentro del país . Siempre me pregunto: ¿Cómo será experimentar en carne propia ser inmigrante, mujer, chola y con dificultad en el lenguaje, cuando se ha sido o es discriminadora y abusadora activa? 

Cuando concluí la lectura de los artículos de las marroquí[vii] temporeras[viii], entendí en parte, por qué las mujeres emigrantes que conozco asumen el rol de hormigas, mientras sus hombres generalmente compatriotas o latinos exportados por ellas o hallados azarosamente en el país de destino, hacen de cigarras o abejas reinas, sumando una carrera profesional, especializándose, ampliando su cosmovisión. En tanto ellas no vuelven a coger un libro y ni siquiera un periódico, manteniendo su percepción del planeta desde una aldea global, no desde el Perú sino desde la ciudad donde residen.

Ellos conocen todo Europa o Estados de Estados Unidos hasta Canadá, ellas a las justas la ciudad donde están, al que suman su asiduo ahorro para retornar al país cada año o dos, con el objetivo de hacer turismo o agotar sus vacaciones con sus parientes más pragmáticos, ausentes y extraños que ayer. 

Algunas que rompieron esta tendencia, regresaron con una mano adelante y otra atrás, pero en verdad recorrieron el viejo mundo o todos los EE.UU, y eso cuenta. Asumen que no están dispuestas a privarse de la gastronomía peruana, menos vivir la discriminación en su piel o del compatriota. Hoy son felices haciendo lo que saben hacer, junto a los suyos y su migración quedó registrada como parte de su aventura juvenil sin morir en el intento.

No puedo cerrar este escrito sin animar a mis congéneres emigrantes,  a hacer patria donde esté, sea en su condición de inmigrante al quedarse fuera y transformarse en ventana del país con sus ser, hacer y decir. De retornar, como testimonio de sobrevivencia a la aventura como inmigrante, mujer, andina y con el español como lengua materna, trayendo consigo todo lo aprehendido para recrear, innovar y producir valor agregado en lo que poseemos. O sólo retornar para vivir su retiro en paz, gracias a sus rentas y/o jubilación disfrutando de las bondades del país reconociéndolo por todos los costados y beber un café en buena compañía. 

Hay algunas imágenes simbólicas para el retorno con ventura, es el caso de Lucho Quequezana, Gastón Acurio, Vania Masías, seguro que hay más, pero estos son los que llegan publicitadamente a mi memoria. Espero que ustedes anoten sus propias historias y/o los aprendizajes conocidos, sería bueno trabajar más al respecto para que las futuras jóvenes mujeres emigrantes, vayan tras sus sueños, pero con los pies puestos en tierra.



[i] Tornos, Andrés. 1997. Los peruanos que vienen: quiénes son y cómo entienden típicamente la inmigración los inmigrantes peruanos. Volumen 1 de Colección sociedad - cultura – migraciones Universidad Pontifica Comillas, 1997. 134 p. ISBN: 8489708061
[ii] Simbolizando el modo como las(os) emigrantes peruanos se preparaban a reducir el impacto de ser extranjero en el país de destino. Ya en esos tiempos algunos hombres y mujeres que viajaron al Japón no sólo se hicieron adoptar por japoneses para adquirir un apellido Nisei, sino que se operaron los ojos para adquirir rasgos orientales. Ver detalle en Aquino Rodríguez, Carlos Albert. 2010. Migración de peruanos a Japón. Pensamiento Crítico N° 13, pp. 7-21, recuperado el 4 de junio 2018 dehttp://sisbib.unmsm.edu.pe/BibVirtual/Publicaciones/Pensa_critico/2010_n13/pdf/a02n13.pdf
[iii] Cuatro temporeras marroquíes denuncian abusos sexuales por parte del encargado de una plantación en Moguer. (31 de mayo de 2018). El Mundo. Recuperado el 4 de junio de 2018, de http://www.elmundo.es/andalucia/2018/05/31/5b0fd36fca474140578b45a3.html
[iv] El 8 de agosto de 1990, el gobierno de Fujimori aplicó un ajuste económico de 3214.3% sobre la gasolina frente a un 3040% de la inflación, ver detalles en: AP-AFP-Reuter 10 de agosto 1990, 12:00 a.m., Fujishock, Causa y Conmoción, recuperado el 4 de junio 2018 de http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-70868
[v] Ver al respecto mi escrito en este blog del lunes, 20 de noviembre de 2017 a cerca del divorcio.
[vi][vi] Algo de este fenómeno se puede identificar en el artículo de LR. 11 Ene 2007 | 20:30 h.   Un millón 600 mil se fueron en 15 años, recuperado el 4 de junio del 2018 de https://larepublica.pe/sociedad/260478-un-millon-600-mil-se-fueron-en-15-anos
[vii] Denuncian "represalias" a las temporeras de la fresa que denunciaron las malas condiciones laborales. Huelva. (3 de junio de 2018). El Mundo. Recuperado el 10 de junio del 2018  de http://www.elmundo.es/andalucia/2018/06/03/5b143529e5fdeafd2b8b45d7.html
[viii] Cabanillas, F. (4 de junio de 2018). Nueve temporeras marroquíes denuncian abusos laborales y sexuales en una finca de Almonte. El diario. Obtenido de https://www.eldiario.es/andalucia/huelva/temporeras-marroquies-denuncian-laborales-Almonte_0_778672920.html

AL OTRO LADO DEL ARCO IRIS


Empecé a leer el primer artículo de las temporeras Marroquíes[1], con su migración masiva temporal, atraída por el lugar de destino y promovida por el país de origen en pos de  la cosecha de fresas en Huelva (Andalucìa-España), vino a mí más de un recuerdo a modo de rompecabezas,   intentando descifrarlos, decidí escribir al respecto. Lo primero, fue un cuento que en su momento acogí literalmente pero que en este contexto cobra nuevo sentido. 

2010: Arco Iris de la Laguna Keparin hacia el río
Un día de lluvia y sol, observé un arco iris junto a mi abuela Rosa Herrera, mientras nos maravillábamos  me contó, que cuando sale un arco iris, es porque los duendes han llenado su olla de oro que entierran y marcan el lugar con el otro lado del arco iris. Luego se dedican a llenar otra olla, hasta el siguiente arco iris. 
Inmediatamente pregunto: “¿Abuela, entonces un arco iris nunca vuelve a salir en el mismo lugar?”, ella responde: “Claro que sí mi cielo, cuando un arco iris sale en un mismo lugar es porque el duende ha construido una mina de oro”.
Con más curiosidad pregunto: “¿Abuela y por qué el duende esconde ollas de oro?”. Ella dice: “Es para despertar la codicia de la gente que quiere hallar de golpe una olla de oro llena, antes que llenar la suya de a pocos como hacen los duendes, peor aún sin ocuparse de conseguir tesoros más importantes que el oro.” 
Nuevamente pregunto: ¿Abuela hay algo que valga más que el oro?, mi abuela responde: “Si hija, hay muchas cosas que tienen más valor que el oro. El primero es la libertad ella no tiene precio y no hay oro que pueda comprarlo. Está también el amor, pero algunas personas disfrazan a otras cosas como amor y le ponen precio. Lo que no se vende ni compra es la honestidad, la amistad, el respeto, la palabra y el alma, nunca olvides eso”.

Una vez más interrogo: ¿Y por qué entonces los duendes solo entierran ollas de oro y no todas esas cosas? Mi abuela responde: “Porque todo eso no se entierra sino se disfruta.  Los duendes entierran oro, porque hay personas que tienen muchos sueños y también miedos, que solo vencen con su deseo de encontrar el tesoro de otro, para apropiarse de él, les parece más fácil. A eso le llaman aventura, valor y conquista, pero en el fondo es un robo. Otras veces tienen suerte, descubren en el camino a las cosas que valen más que el oro y fue bueno vencer su miedo. Pero quienes buscan sólo el oro, se pierden en la aventura que les puede traer ventura o desventura”.

Desde niña tuve curiosidad por las palabras por cuanto vuelvo a interrogar: “¿Abuela que es ventura y desventura?”, mi abuela me sonríe y añade: “La ventura es cuando logras aquello que deseas, por ejemplo: hallar sólo la olla de oro al otro lado del arco iris o ser libre, feliz y en paz con tu alma. Y la desventura, es que nunca llegas al otro lado del arco iris, porque dura tan poco y se mueve tanto que te cansas y distraes en el camino. Otras veces encuentras el oro, descubres que es sólo metal y que perdiste otros tesoros por él, sintiéndote en soledad aun acompañada, lleno de tristeza en plena fiesta, odiándote a ti misma y sin paz en el alma”.

Insisto: “¿Abuela desde cuando los duendes llenan ollas con oro?”. Ella retoma su papel de narradora y dice: “No siempre fue así. Hasta que hubo un tiempo donde el oro se internó en el corazón de los seres humanos, haciendo que crezca la avaricia, alimentado por la ambición que dejó escapar todos los malos sentimientos y pasiones humanas hasta hacer al hombre el peor enemigo del hombre, fueron tiempos que casi desaparece la humanidad. Por eso, los duendes que antes se encargaban de hacer magia y belleza en la naturaleza, cuidando a las hadas, plantando nuevas especies, pintando de color las flores, limpiando los estanques y dando brillo a las piedras; fueron destinados a acumular el oro, para proteger a los seres humanos y también para dejar que quienes desean hacerlo se pierdan solos”.

Siempre vi a mi abuela, como mi heroína, fuerte, creativa, enérgica y sabía. Me sentía segura a su lado, por eso preguntaba y repreguntaba: “¿Abuela y alguna vez tú has ido hacia el otro lado del arco iris? Ella me mira, se queda en silencio, empequeñece la mirada, me abrazaba fuerte, como temiendo recordar mientras se arregla el pañuelo, mira al arco iris, baja la voz y casi en susurro me cuenta: 

“Si hija, pero yo no fui, yo vine hacia este lado del arco iris, por eso es que me tienes aquí. Cuándo dejé el lado donde nacía mi arco iris, no sólo quería la olla de oro, yo quería una vida diferente a la que sería mi vida allí, porque era dura, sin esperanzas y muy triste para las mujeres. Cuando vine a este lado del arco iris, no me entretuve, cogí el camino sin titubear, busqué con tesón la olla, pero descubrí que aquí también yo era mujer, joven y hermosa, así que me encontré con muchos aventureros con más ambición y maldad, que hicieron todo lo posible por arrebatarme la olla de oro. Claro que mi vida ha sido diferente, descubrí el valor de la libertad, la amistad, aprendí a leer y encontré a Dios, pero a veces me pregunto si valió la pena dejar a mi pueblo. No lo sé porque nunca me arrepentí, tampoco tuve fuerzas para volver atrás hacia donde nace el arco iris”.

Yo tenía ocho años, no entendía mucho de aquello que mi abuela me contaba en ese momento, salvo imaginar a los duendes, a mi abuela joven, a los hombres y su codicia. Abrazaba a mi abuela y decía que para mí, ella era mi olla de oro, mi tesoro donde cada vez encontraba algo nuevo. Ahora que lo recuerdo y comprendo mejor, me gustaría decirle que su aventura si valió la pena, porque la tuve para mí y aprendí muchos de ella, sus haceres, cantos y cuentos. Y muchas mujeres la tuvieron como soporte, en tanto los hombres le temían, incluyendo a mi padre.

Cuando crecí afirmé la idea, que mi abuela siempre fue un tesoro mayor que el oro que yo disfruté, imité y amé. Entendí que la vida es menos metal y más aquello que uno aprecia, ama y valora en determinado tiempo de nuestra vida. Pueda que eso fuera lo que buscaba mostrarme mi abuela con su cuento sobre el otro lado del arco iris.

2010. Vista de Corral Pampa hacia Yuraj Jirca
Sin embargo, hoy que recordé y registré su cuento interrogado, me percato que de tanto preguntar entre el cuento y mi curiosidad de niña, mi abuela me reveló, sin que yo me enterara plenamente, los motivos por los que dejó su pueblo, aquel que siempre me describía que estaba resguardado por la cordillera de los andes a 3 mil 800 s.n.m., en cuyo nevado habitaba el Hatun yuraj uku orgo (gran oso blanco de las nieves), que impedía la huida de las jóvenes doncellas y la llegada del sua shapra (ladrón con barba).

Un pueblo donde siempre discurría el agua cristalina, la papa recién asada olía a gloria, podía comerse habas tiernas, oca recién cosechada, queso apenas cuajado, el choclo tierno y dulce. Disfrutar con cuidado al capulí, la tuna, el tumbo y la zarzamora en los tiempos de verdor y cosecha, con lluvia en verano, donde salía el arco iris.  



[1]

Canal Sur. (26 de enero de 2018). Más de 18.000 temporeras marroquíes viajan este año a Huelva para recoger fresa. Recuperado el 4 de junio de 2018, de http://www.canalsur.es/mas-de-18000-temporeras-marroquies-viajan-este-ano-a-huelva-para-recoger-fresa/1244799.html