martes, 24 de julio de 2018

RETORNO TEMPORAL DE ÉXITO Y FICCIÓN

Si bien hay diversos comportamientos de las(os) retornantes, esta vez me concentraré en aquel relacionado con el objetivo consciente o inconsciente de incentivar, motivar y hasta concertar la migración de nuevas generaciones, silenciando el costo del mismo, evitando que futuros(as) migrantes tengan la posibilidad de elección y decisión informada al respecto. 

Paradero interprovincial TupacAmaru
Las diversas generaciones de mujeres y hombres emigrantes del interior del país a Lima y las grandes ciudades, en su proceso de asimilación, fueron inoculadas del silencio cómplice respecto a los rigores y horrores de la misma. Hacerse pernóctante del centro y la periferia, afirmó su condición de inmigrante . Explicando en parte, su necesidad de retorno periódico revestido de un éxito ficticio, sin espacio para la comunión, realimentación y reconexión con lo suyo.

Retornar impostando aquello que no existe, moderniza la vieja práctica oligárquica del enganche [1] con la promesa simbólica de un éxito similar al que ostenta, negándose así mismo, aquello en lo que se han convertido, mientras asegura hoy como ayer la permanente emigración de sus coterráneos.

El retorno ficticio es posible gracias a la complicidad pasiva de quienes en el pueblo de origen acogen sin reservas al retornante sea por afecto, nostalgia o ilusión. Cediéndole por unos días, las riendas de sus vidas, deseos y costumbres a cambio de unos días festivos, aun cuando ello coloquen de lado su propio modo de resignificarse.

Visto en primera persona, el silencio sobre el costo de ser inmigrante en la gran ciudad ante coterráneos, tiene repercusiones tanto para el retornante como del emigrante en perspectiva.

Para el retornante que calla, se transforma en alienación de sí mismo(a) y desgarro interno, porque renuncia a compartir de su orfandad y melancolía. El éxito que imposta a su retorno le impide renovar sus valores de horizontalidad e igualdad en el que creció en su comunidad (como unidad) al construirse para sí un presente de ficción.  Se traiciona así mismo al hacerlo con su coterráneo, cuando manipula el valor de solidaridad y trabajo compartido en su beneficio, resinificando y revirtiendo valores ancestrales de ‘Ama Llulla, Ama Kella, Ama Sua’ en mentira, autocomplacencia y estafa.

Para él o la futura migrante, el silencio le impide mirar más allá de aquello que se le exhibe. El éxito aparente del retornante es la promesa de su propio éxito cuando se es joven e inexperto(a), mientras se atiza sentimientos andinos de codicia hispana, audacia inca y envidia mestiza por estrenar.

Haciendo que valore su ser y proyecte su futuro, basado en lo efímero e ignorando los rigores de ser andino(a), quechua hablante, mujer u hombre en una ciudad masificada, desbordante, indiferente, explotadora, discriminadora, riesgosa y machista. Las fauces de la soledad en compañía, el dolor del desenraizamiento, el peso de la discriminación, explotación y autoexploración a cambio de una sobrevivencia y un éxito escurridizo.

Si bien el retornante recurre a la apariencia de éxito por pose y prestigio, en realidad lo hace porque es su modo de poner en funcionamiento un sistema para su propia sobrevivencia, asegurándose  mano de obra barata, a través de dos estrategias: a)   conquista y atracción del coterráneo o paisano(a) y b) herramienta de sometimiento donde ejercer un poder deshumanizante.

Sucumbiendo ante el único modo de crecer él o ella es abusando y violando los derechos del otro(a), reproduciendo como suyo el ejercer poder a través del sometimiento, explotación y discriminación. Práctica que se aproxima a aquello que Aníbal Quijano llama colonización del poder [2]porque se ejerce desde adentro del ser, donde el explotado(a) acepta y coopera con el explotador creyendo que no existe otro modo.

En la mayoría de inmigrantes de la quinta generación y algunos(as) de generaciones previas, no le basta sobrevivir, reinventarse y apropiarse de un nuevo revestimiento de su ser, pensar, hacer y sentir. Necesita apostarle todo o nada a un retorno triunfal de migrante, ante quienes aún permanecen en ese pueblo que devalúa y donde no se visualiza habitarla por más de unos días festivos.

El silencio se alimenta de la necesidad de ser a través del tener, mediante la propiedad efímera y el poder simbólico de conquista y triunfo en la ciudad. Todo tiene sentido y contenido si logra el reconocimiento y aplauso, mejor si aviva la envidia que inmoviliza y aniquila, en el nativo del pueblo cuya existencia se afirme aun cuando no su desarrollo, condición necesaria para su empobrecimiento, reproducción y migración.

Retornantes Villa Rica,  Camino a la carrera de cintas
No importa que en ese esfuerzo de gloria personificada, se diluya el sentido, contenido y espíritu de pueblo. Porque aquello que menos se toma en cuenta es la cultura identitaria: costumbres, prácticas, ritos y valores del lugar. Si fuera central, no le permitiría el despliegue y exhibición de la apariencia personal y parental con sus afeites, aderezos y maquillaje que sustituye a los ancestrales por una ficción importada.

La animación de la cultura e identidad del pueblo queda de lado, priorizando aquello que no se posee con despilfarro, siendo central el hedonismo, narcisismo y poses. Efectivo si de paso se gana alguna indulgencia de la cruz, la mama virgen y taita dios, para ello serán suficiente flores, el manto, la comida y el licor, dejando de lado la reflexión, acto de contrición y enmienda.

Sólo cuando se enfrenta el rito central se constatan menos almas devotas, la mayoría del pueblo es Shiri (protestante) porque ha optado por una de las tantas sectas. Basta nombrar el adjetivo para ahogar la interrogante del ¿Por qué?, puesto que ahondar en él revelaría, el rechazo a esa forma desenfrenada y aparente de fe, centrada en el culto a la imagen de éxito del retornante, con celebración desbordante de excesos y pérdida del espíritu de recogimiento.

El rito ancestral de devoción es sustituido por la irreverencia que linda con el turismo consumista e inculto. En La Merced, Oxapampa, Villa Rica, San Ramón, Tarma el centro de la representación cultural, es el dolor en semana santa, trastocado como espectáculo que atrae a tirios y troyanos, saciado con licor hasta el hartazgo. Las seudo discotecas funcionan hasta el amanecer, el nuevo día descubre cuerpos ebrios esparcidos por aquí y allá, mientras valores y símbolos religiosos son frecuentemente profanados[3].

Durante el acto central de la fiesta patronal en Huari, Huaraz, Cajamarca, Trujillo, Piura y otros, las ancianas(os) y autoridades transitan con actitud de recogimiento, vestidos de riguroso luto, en contraste a retornantes revestidos de pavo real, seda, tafetán y brillos. El pueblo ayuna, mientras las(os) turistas devoran y exigen banquetes. El pueblo ora y medita, los(as) retornantes colocan una banda en las cuatro esquinas de la plaza principal. Ancianas(os) se santiguan por la blasfemia a sus formas y ritos, los(as) jóvenes imitan la irreverencia.

Adultos del pueblo aprovecha la oportunidad festiva para embriagarse de fantasía y licor. Niñas(os) y adolescentes, cuentan los años que les hace falta para dejar su pueblo, al que aman y disfrutan en su belleza, pero aman más la fantasía que exhibe el retornante. En cada acto se estimula y anima la migración hacia la ciudad prometida, reproduciendo los viejos argumentos, bajo nuevos contextos. 

Retornantes  expectando al corrida de toros en 
En muchas fiestas patronales de los pueblos andinos, principalmente hacia el norte y centro, con menor población e identidad que en el sur del país, quien retorna instaura la valoración de lo urbano respecto al local, sustituyéndose la chicha pintada o pisqueada de jora, por cerveza; el aguardiente por ron y whisky. El poto de calabaza por el vaso de vidrio que simule al cristal o la lata de cerveza. El puchero, la patasca y sopa verde por el caldo de gallina o de pollo. El picante de cuy, quinua, haba, tawri, alverja y trigo resbalado por el arroz con pollo, tallarín, seco y estofado. La pachamanca por la fritura o saltado. Transformándose el manejo y producción gastronómica, en imagen simbólica del modo como se invade y modifica la práctica del pueblo bajo el adjetivo de mixtura, pero en realidad es el desplazamiento de platos típicos por los urbanos.

Retorno de éxito ficticio, tan breve como el abrir y cerrar un telón, pero suficiente para transmitir la conquista inexistente de la ciudad, en tanto la realidad es de brutal explotación y autoexploración[4] como el quedar encerrado e incinerado en vida dentro de un contenedor[5]; trabajar más de doce horas al servicio de un inmigrante informal[6], hacerse vecino(a) en el último arenal o cerro que circunda las ciudades sin ser parte de ella[7], alojarse en entrañas de los suburbios tugurizados sea sótanos, viviendas coloniales inhabitables o sólo pernoctar en altillos de los primeros edificios de quincha alrededor de plazas populares, prestos a desplomarse o arder al primer chispazo.

Si la apariencia en la fiesta patronal es una maquinaria de la vanidad que encubre los rigores de la migración. Es al mismo tiempo una amenaza local, que arrasa con el principal valor de la comarca/pueblo, su cultura, desplazada a segundo lugar por los cánones de la vida marginal del migrante en las grandes ciudades. Arrancando de ese pueblo venido a menos, el prestigio anhelado, al mismo tiempo que se reduce su oportunidad de crecer y prosperar, ser destino de vida buena durante el cercano retiro, 

El retorno de aparente éxito y enajenación de la práctica local, es ante todo un atentando contra aquello que ha permitido a los pueblos andinos, sobrevivir a cinco siglos de colonización: costumbres, prácticas, bienes y patrimonio cultural de la zona. Amenaza a esa capacidad para sostener procesos de sincretismo, y preservación de su cosmovisión, valores, éticas y moral. Con capacidad para fluir en el bilingüismo, sin permitir la extinción del dialecto de sus ancestros. Incorporar nuevas técnicas productivas sin renunciar a la tecnología heredada de los incas y pre incas,   conocimientos de la riqueza que brota de la tierra, su ambiente y biodiversidad.  

Un emigrante bajo la careta de conquistador de la gran ciudad,   atrapa la ingenuidad del futuro emigrante impidiendo el crecimiento y apuesta para valorarse en su propio territorio, renunciando a construir, crecer y expandir a su pueblo. Discapacitándolo(a) para reinventarse, embellecer y crear valor agregado en comunidad. Acrecentando el rechazo a lo suyo donde la huida se percibe como única vía de solución a los problemas, que supera al dolor del desprendimiento y olvido a quienes se quedan para seguir siendo referente y fuente de prestigio para el retorno efímero.

Sólo falta saber quién es más feliz, aquel que se queda en lo suyo a vivir al ritmo de la naturaleza, sus fuerzas, amor y fe, agradeciendo cada anochecer y santificando cada fruto maduro al amanecer;  reconociendo, saludando, riendo y bendiciendo a cada ser.
Pueda que el pueblo recobre su dinámica al ritmo de sus escasos habitantes o ingrese a su estado de hibernación silente, donde la grama amortigüe el paso vacilante de ancianas(os), la melancolía de mujeres solas real o simbólicamente se esparza con el viento, quizás el canto de un ave en una tarde serena, sintonicen con su risa o las lágrimas de orfandad se funda con la lluvia.

Quizás, los escasos hombres vuelvan al campo generoso, acompañado de los recuerdos de festividad y los brindis nombrados, el beso de despedida de sus seres amados, los fantasmas que espantarán a mediodía cuando el sol se torne inclemente o la lluvia arrecie, buscándose unos a otros para en comunidad reducir su cansancio con chicha pintada de alcohol, masticando la mama coca y pensando en la tarea del siguiente día.

Seguramente niñas y niños jueguen a ser futuras mujeres y hombres, mientras en su interior crece el bicho del emigrante,  preparando a su alma y espíritu para el desarraigo, se planteen como meta alcanzar la mayordomía de la fiesta patronal y celebrar mejor que el último que les toque contemplar.

Retornantes esperando la Línea 1 Tren a las 8 a.m.
O será más feliz aquel retornante, tras haber realizado la mejor celebración de la fiesta costumbrista con una contribución inadvertida a la extinción de ese pueblo en el tiempo, sacudiendo el soroche de la altura con sueño despierto aproximándose a su realidad, resentirá los bolsillos vacíos, cuerpo maltrecho, cansancio en todos sus átomos por la danza incesante, el canto y vigilia auto impuesto, pero rebosante de orgullo y renovada la vanidad.

Volverá a sentirse en casa, independiente de que tenga ciento veinte o cincuenta metros cuadrados porque es su hogar, donde pernoctará luego de una jornada de doce o más horas al servicio de la otra "señora", o un "jefe", tras un mostrador, un timón, una máquina, una carretilla de desayuno, como datero o dependiente pegada(o) a su celular. Se preparará para cobrar a aquel cliente duro de roer o tras la entidad financiera más accesible, por un nuevo crédito para refinanciar, aquel otro que está vencido.

Pueda que se mude del piso alquilado a otro, perdiéndose por algún tiempo de sus acreedores. Esperando que sea domingo para descansar y cuando este llega, postergarlo por imprevistos de un nuevo contrato, la fiesta en el club social o deportivo, la reunión de padres, el compromiso con un nuevo cliente. Respira profundo y se consuela, que dormirá durante el viaje del siguiente año a la fiesta patronal de su pueblo.

La apariencia junto a la posesión,  es el deseo insano y devorador que lleva al control, ejerciendo poder sobre algo, por muy efímero y pequeño que este sea, atravesándonos  como país de cabo a rabo y pueda que allí esté uno de los principales estímulo para el aguante de tanta corrupción, abuso, explotación, estafa y perdición. Porque en el fondo, muy en el fondo, cuando nos entregamos a la apariencia, cualquiera que esta sea, en realidad estafamos y envilecemos a nuestro espíritu y alma ante nosotras(os) mismas(os).

Mientras que la autenticidad es tan ligera, benéfica y menor costo si es sincera, oportuna y sostenida. Apreciar lo que tenemos, viviendo y expresando nuestros sentimientos en su momento, abreviando o advirtiendo el sufrimiento del nuevo emigrante mujer u hombre de la comarca. Creando condiciones para que quienes se aventuren a migrar lo hagan con plena conciencia, fortaleza y disposición a exigencias como el dolor del desarraigo y la orfandad en un espacio donde todos son anónimos, incógnitas y nada.

Reconocerse sobreviviente, bendiciendo y amando lo arrancado, eligiendo quedarse por convicción, sentirse parte de y que otros(as) te reconozcan como tal, construir con amor, desprendimiento, entrega y persistencia la vida cada día, creciendo de adentro para afuera.

Autenticidad que nos permite ser y disfrutar de aquello que nos obsequia el universo, extasiarnos con cada milagro como el amor, la amistad, estar y sentirse bien. Sonreír al inicio y fin de cada día y semana donde es posible celebrar a la vida en este espacio, tiempo, abrazando plenamente si hay condiciones para ser compartido o partido.

Valorar y renovar nuestras raíces haciendo que cada retorno temporal sea momento de intercambio sincero y alimento del espíritu colectivo, fortaleciendo los valores de comunidad que nos mantenga enlazados, afirme nuestra identidad, nos permita ser allí donde hayamos decidido estar y pertenecer sin necesidad de renunciar o mimetizarse.




[1] Pago adelantando para facilitar la migración, a ser reembolsado con parte significativa de su futuro ingreso, que se extendería en el tiempo hasta transformar el sueño del progreso en trabajo esclavizante.
[2]Quijano Aníbal. Colonialidad del Poder y Des/Colonialidad del Poder http://www.ceapedi.com.ar/imagenes/biblioteca/libreria/51.pdf
[3] Recuerdo la narración de una anciana, en uno de los pueblos del interior de cómo se había perdido el respeto y su fe a los símbolos, la repercusión de ello en sus vidas y en la vida del transgresor(a) haciéndolo(a) miserable y solitario(a). En el ande la limpieza de la capilla es parte de un rito sagrado que está en manos de la persona o familia más distinguida por sus valores de honestidad, fervor, solidaridad y amor al prójimo. Una pariente del retornante responsable del cuidado de turno se ofreció a realizar la limpieza, advirtiendo en ese proceso que la escultura de un santo estaba envejecido y ajado, así que se deshizo de él, arrojándola lo más lejos que le permitió su simulado lanzamiento deportivo de bala sustituido en esa ocasión por la estatua.
[4] Sagasti, Francisco. Noviembre 2008. Tipología de la pobreza y dimensiones de la Exclusión en el Perú, Lima: Foro Nacional/ Internacional. 9 p. http://franciscosagasti.com/descargas/eventos/pobreza_exclusion.pdf
[5] Incendio en Las Malvinas: Este era el indignante trabajo que cumplían por S/20 los jóvenes encerrados. Según contaron otros trabajadores, a ellos solo se les abría las puertas a las 12 del día para comer. No podían ni ir al baño. Diario Peru21, 25 junio 2017 08:24h. https://peru21.pe/lima/incendio-malvinas-indignante-cumplian-s-20-jovenes-encerrados-83439
[6] Sanbor, Synthia. Los (y las) trabajadores textiles, ayer y hoy. Blog Brújula, 21 mayo 2013 http://blogs.up.edu.pe/csanborn/los-y-las-trabajadores-textiles-ayer-y-hoy/
[7] Miyashiro, Jaime; Orejón, César. 2015. Reporte Urbano Ambiental. Una mirada a la periferia de la ciudad. Lima: DESCO, Programa Urbano. 39 p. Consultado el http://urbano.org.pe/descargas/investigaciones/Reportes_vigilancia/Reporte-Ambiental-2016-01.pdf

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