domingo, 15 de julio de 2018

AL OTRO LADO DEL ARCO IRIS


Empecé a leer el primer artículo de las temporeras Marroquíes[1], con su migración masiva temporal, atraída por el lugar de destino y promovida por el país de origen en pos de  la cosecha de fresas en Huelva (Andalucìa-España), vino a mí más de un recuerdo a modo de rompecabezas,   intentando descifrarlos, decidí escribir al respecto. Lo primero, fue un cuento que en su momento acogí literalmente pero que en este contexto cobra nuevo sentido. 

2010: Arco Iris de la Laguna Keparin hacia el río
Un día de lluvia y sol, observé un arco iris junto a mi abuela Rosa Herrera, mientras nos maravillábamos  me contó, que cuando sale un arco iris, es porque los duendes han llenado su olla de oro que entierran y marcan el lugar con el otro lado del arco iris. Luego se dedican a llenar otra olla, hasta el siguiente arco iris. 
Inmediatamente pregunto: “¿Abuela, entonces un arco iris nunca vuelve a salir en el mismo lugar?”, ella responde: “Claro que sí mi cielo, cuando un arco iris sale en un mismo lugar es porque el duende ha construido una mina de oro”.
Con más curiosidad pregunto: “¿Abuela y por qué el duende esconde ollas de oro?”. Ella dice: “Es para despertar la codicia de la gente que quiere hallar de golpe una olla de oro llena, antes que llenar la suya de a pocos como hacen los duendes, peor aún sin ocuparse de conseguir tesoros más importantes que el oro.” 
Nuevamente pregunto: ¿Abuela hay algo que valga más que el oro?, mi abuela responde: “Si hija, hay muchas cosas que tienen más valor que el oro. El primero es la libertad ella no tiene precio y no hay oro que pueda comprarlo. Está también el amor, pero algunas personas disfrazan a otras cosas como amor y le ponen precio. Lo que no se vende ni compra es la honestidad, la amistad, el respeto, la palabra y el alma, nunca olvides eso”.

Una vez más interrogo: ¿Y por qué entonces los duendes solo entierran ollas de oro y no todas esas cosas? Mi abuela responde: “Porque todo eso no se entierra sino se disfruta.  Los duendes entierran oro, porque hay personas que tienen muchos sueños y también miedos, que solo vencen con su deseo de encontrar el tesoro de otro, para apropiarse de él, les parece más fácil. A eso le llaman aventura, valor y conquista, pero en el fondo es un robo. Otras veces tienen suerte, descubren en el camino a las cosas que valen más que el oro y fue bueno vencer su miedo. Pero quienes buscan sólo el oro, se pierden en la aventura que les puede traer ventura o desventura”.

Desde niña tuve curiosidad por las palabras por cuanto vuelvo a interrogar: “¿Abuela que es ventura y desventura?”, mi abuela me sonríe y añade: “La ventura es cuando logras aquello que deseas, por ejemplo: hallar sólo la olla de oro al otro lado del arco iris o ser libre, feliz y en paz con tu alma. Y la desventura, es que nunca llegas al otro lado del arco iris, porque dura tan poco y se mueve tanto que te cansas y distraes en el camino. Otras veces encuentras el oro, descubres que es sólo metal y que perdiste otros tesoros por él, sintiéndote en soledad aun acompañada, lleno de tristeza en plena fiesta, odiándote a ti misma y sin paz en el alma”.

Insisto: “¿Abuela desde cuando los duendes llenan ollas con oro?”. Ella retoma su papel de narradora y dice: “No siempre fue así. Hasta que hubo un tiempo donde el oro se internó en el corazón de los seres humanos, haciendo que crezca la avaricia, alimentado por la ambición que dejó escapar todos los malos sentimientos y pasiones humanas hasta hacer al hombre el peor enemigo del hombre, fueron tiempos que casi desaparece la humanidad. Por eso, los duendes que antes se encargaban de hacer magia y belleza en la naturaleza, cuidando a las hadas, plantando nuevas especies, pintando de color las flores, limpiando los estanques y dando brillo a las piedras; fueron destinados a acumular el oro, para proteger a los seres humanos y también para dejar que quienes desean hacerlo se pierdan solos”.

Siempre vi a mi abuela, como mi heroína, fuerte, creativa, enérgica y sabía. Me sentía segura a su lado, por eso preguntaba y repreguntaba: “¿Abuela y alguna vez tú has ido hacia el otro lado del arco iris? Ella me mira, se queda en silencio, empequeñece la mirada, me abrazaba fuerte, como temiendo recordar mientras se arregla el pañuelo, mira al arco iris, baja la voz y casi en susurro me cuenta: 

“Si hija, pero yo no fui, yo vine hacia este lado del arco iris, por eso es que me tienes aquí. Cuándo dejé el lado donde nacía mi arco iris, no sólo quería la olla de oro, yo quería una vida diferente a la que sería mi vida allí, porque era dura, sin esperanzas y muy triste para las mujeres. Cuando vine a este lado del arco iris, no me entretuve, cogí el camino sin titubear, busqué con tesón la olla, pero descubrí que aquí también yo era mujer, joven y hermosa, así que me encontré con muchos aventureros con más ambición y maldad, que hicieron todo lo posible por arrebatarme la olla de oro. Claro que mi vida ha sido diferente, descubrí el valor de la libertad, la amistad, aprendí a leer y encontré a Dios, pero a veces me pregunto si valió la pena dejar a mi pueblo. No lo sé porque nunca me arrepentí, tampoco tuve fuerzas para volver atrás hacia donde nace el arco iris”.

Yo tenía ocho años, no entendía mucho de aquello que mi abuela me contaba en ese momento, salvo imaginar a los duendes, a mi abuela joven, a los hombres y su codicia. Abrazaba a mi abuela y decía que para mí, ella era mi olla de oro, mi tesoro donde cada vez encontraba algo nuevo. Ahora que lo recuerdo y comprendo mejor, me gustaría decirle que su aventura si valió la pena, porque la tuve para mí y aprendí muchos de ella, sus haceres, cantos y cuentos. Y muchas mujeres la tuvieron como soporte, en tanto los hombres le temían, incluyendo a mi padre.

Cuando crecí afirmé la idea, que mi abuela siempre fue un tesoro mayor que el oro que yo disfruté, imité y amé. Entendí que la vida es menos metal y más aquello que uno aprecia, ama y valora en determinado tiempo de nuestra vida. Pueda que eso fuera lo que buscaba mostrarme mi abuela con su cuento sobre el otro lado del arco iris.

2010. Vista de Corral Pampa hacia Yuraj Jirca
Sin embargo, hoy que recordé y registré su cuento interrogado, me percato que de tanto preguntar entre el cuento y mi curiosidad de niña, mi abuela me reveló, sin que yo me enterara plenamente, los motivos por los que dejó su pueblo, aquel que siempre me describía que estaba resguardado por la cordillera de los andes a 3 mil 800 s.n.m., en cuyo nevado habitaba el Hatun yuraj uku orgo (gran oso blanco de las nieves), que impedía la huida de las jóvenes doncellas y la llegada del sua shapra (ladrón con barba).

Un pueblo donde siempre discurría el agua cristalina, la papa recién asada olía a gloria, podía comerse habas tiernas, oca recién cosechada, queso apenas cuajado, el choclo tierno y dulce. Disfrutar con cuidado al capulí, la tuna, el tumbo y la zarzamora en los tiempos de verdor y cosecha, con lluvia en verano, donde salía el arco iris.  



[1]

Canal Sur. (26 de enero de 2018). Más de 18.000 temporeras marroquíes viajan este año a Huelva para recoger fresa. Recuperado el 4 de junio de 2018, de http://www.canalsur.es/mas-de-18000-temporeras-marroquies-viajan-este-ano-a-huelva-para-recoger-fresa/1244799.html

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