domingo, 24 de diciembre de 2023

ENTRE ADVIENTO Y NAVIDAD + INDULGENCIAS CON POBREZA AJENA


Es seis de la tarde del 21 de diciembre, mañana se agotan mis pastillas debo ir por más. Camino en una tarde extraña de verano, brumoso por casa y de nubes empacados en el descanso, estoy cansada tras seis cuadras como si hubiera trotado kilómetros al igual que otros tiempos de ida y vuelta entre el paradero 1 y 12. 
La imagen de aquel montículo en que se transformó el brazo del cerro partido para dar paso a la Av. Canto Grande llama mi atención. Allí donde sólo había una cruz, hoy brillan postes, ya no están las macetas para simular una pradera, obra de uno de los alcaldes que antes de concluir su madato voló con su helicóptero, me pregunto si la luz será lo suficiente, para desanimar a quienes suelen volar sin elicóptero desde allí, en tardes/noches como esta.

Una música llama mi atención, miro y escucho con más atención descubriendo que es una actividad social y de campaña evangelizadora aprovechando el contexto que sintetiza advierto + navidad. Alguna iglesia protestante que imita la vieja práctica filantrópica de la iglesia católica, cuando las cruzadas, aculturación e inquisición dejaron de ser políticamente correctos. Me pregunto, si estas nuevas campañas evangelizadoras, no regresionarán a esos tiempos como sucede con la economía, política y resolución de conflictos en el planeta.


En un contexto internacional postpandemia con el bicho circulando y matando,
cuyos datos han sido silenciados, en tanto se sinceran la inefectividad de las vacunas de prueba, con costos silenciados e inflados. Un año 2023, de mayor pobreza y carestía alimentaria, contaminación intensificada, mientras se destruye el oxígeno de la tierra con tala de árboles, asesinado de indígenas defensores, en tanto se ha incrementado la emisión de carbono. Si no fuera suficiente, el cambio climático en la pérdida de vidas a mediano y largo plazo, existen decisiones inconfesas que sea a corto plazo, a través de guerras infames iniciado por intereses de occidente y al norte de américa, arrinconando a la fiera que cuida su territorio, y llevando al límite la resistencia de situados. Colocándo sobre nuestra cabeza, la sangre de inocentes infantes, niñxs, mujeres, hombres y ancianxs so pretextos de libertad, justicia, paz. A nombre del dios de unxs contra el dios de otxs.

Camino unos metros más, para detenerme nuevamente a la altura de la loza deportiva observado una segunda escena, esta vez animada por un hombre, en modo fiesta infantil, que todo lo quiere "rápido" de un grupo pequeño de niños y niñas en fila, están de espaldas a mí, así que decido grabar, mientras contemplo que esta modalidad, aparece despojado de contenido evangelizador, evidente en el grupo anterior y más próximo a un show infantil con proyección a vedetts, si no fuera por su cortina musical y la temática del decorado, no lo asociarla con el grupo previo, provocando mi siguiente pensamiento.


En frecuencia de investigadora me pregunto, ¿será que se trata de una estrategia en pos de indulgencias a cambio de un vaso de chocolate, un pedazo de panetón o un show infantil", de una iglesia protestante evangélica que suelen autodenominarse cristiana y está sostenida en el derecho a la "libertad de culto" algo asi como la mano espiritual del libre mercado?

En estos tiempos, todos los tipos de iglesias y sectas, se parecen en su finalidad, no extraña por tanto prácticas que se aproximen para alcanzar ese fin, diferenciándose entre unos y otros, en su quehacer respecto a su quedecir que los torna tan complejo, complicado e incoherente entre su credo, alma, ser, sentir y hacer.

Las pastillas que necesito están agotadas, ni modo, iré hacía el este donde hay más farmacias. Llego a la altura del parque de gatos, donde ellxs ya no están solo ramas secas de los árboles talados y uno que otro perro dóberman junto con su dueño. Deseo que su presencia no esté asociado con la ausencia de gatxs, no hay nadie con quien verificar.

Hacia mi diestra, me distrae otra celebración esta vez al costado de un centro educativo en plena pista. Me acerco y verifico que se trata de un tercer grupo similar a los dos anteriores. Aquí están más concentradas niñxs, adultoxs y espectadores. Con confianza me acerco y capturo algo de la escena.





Pienso que definitivamente, las iglesias protestantes están desatadas, buscando atención social y han elegido la práctica tradicional de la iglesia católica, como práctica evangelizadora que además es calco de la política autoritaria de un gobierno monárquico que inventó "pan y circo", para acallar a un pueblo abusado, pisoteado y empobrecido por asalto con todas las agravantes del caso: premeditación, alevosía y ventaja. Que hoy se reedita en todo el planeta.

Para ser consecuente con mi autocrítica rememoro, mi propio tiempo evangelizador, busco y rebusco, sin recordar si alguna vez serví chocolate y panetón, sin hallar rastro alguno. Ni squiera en mi trabajo de promoción y educación popular, me resistía a esa práctica. Si se producia, eran las propias organizaciones de mujeres quienes lo asumían o algunas de mis compañeras de clase mediera aspirando a ser dama de la caridad burgués.

Será porque en su momento abracé la teología de la liberación que me hizo iguales, donde la celebración era comunitaria, cooperación y colectiva, reeditando nuestros orígenes ancestrales. Durante los 70, colocando una larga mesa en la calle de nuestro comité, donde cada quien llevaba una vianda para compartir, niñas/os cantábamos, bailábamos, jugábamos sin necesidad de regalos, porque el mayor regalo era compartir, sintiéndonos parte y semejantes.

Práctica que más adelante fue sustituido por la construcción del misterio de nacimiento de Jesús, también de modo colectivo, por niñas/os que se hicieron adolescentes, para bajo el pretexto de bajada de reyes, lográbamos una fiesta donde ninguna(o) faltaba, porque se trataba de una celebración espiritual.

Esta segunda modalidad colectiva se diluyó, cuando le tocó guardar el nacimiento a quien no le importó o sólo no midió su significado. Siendo sustituído por el grupo de jóvenes que saludábamos de casa en casa los mayores, para irnos a juntar en la fiesta de turno.

Práctica que también sucumbió cuando el cansancio o la celebración se instaló en esos cuerpos, y por que nó, los ingresos seguros, nos hicieron más privados e individuales. En lo personal, me perdí haciendo trabajos académicos de grupo en la universidad por cinco años, hasta cerrando adviento donde un "Ruso" compadecido, nos obsequiaba pavo, chocolate y panetón, a cambio de las sopas de cuatro carnes del año. Y alguna(o) llevava caleta champán o vino hoy impensable con la nueva ley.

Constatando en el gesto del Ruso, que era posible celebrar y animar a quienes no cuentan en celebraciones de navidad alguna, cuando se hace con el corazón e inspirados en la humanidad solidaria, sin que sea un pretexto para un fin inconfeso como una nueva evangelización y/o llevar agua para su molino de quienes nos llevaron a esta deshumanización.

Los corsos, lo árboles y concursos en zonas de clase media alta, de empresarios(as) para acallar la sentimientos de culpa si aun queda rezagos de quienes acordaron la escazés y encarecimiento de los alimentos, los bajos sueldos de los monopolios, las concertaciones de unos con la transformación de alimentos con envenenamiento de largo plazo y drogas de alivio temporal, que garantiza paso seguro a la muerte lenta y como sucede con la diabetes donde terminas a pedazos, la hipertensión que te provoca un paro cardiaco o derrame cerebral, en este tiempo se ha sumado la muerte súbita de niñas(os), jóvenes y deportistas que nunca sufrieron del corazón.


Cerca de mi destino descubrí
a mi izquierda, un plenilunio, asomado detrás de las ramas de un árbol de guanábana, lo capturé por lo mágico sin detenerme de caminar. Un joven me advirtió "¡señora mire por donde camina, puede caerse!". Sonreí y reafirmé una vez mas esa solidaridad gratuita de la humanidad que pervive, por sobre todo, es cuando atisbé a mi derecha una malva roja erguida y segura sin enrejado alguno que la proteja, bella como solo ella.

Recordándome esos tiempos de los setenta, donde un árido barrio costruído sobre tierra de grava o gravilla y resguardado por cerros agrestes que se hacían verdes entre invierno y primaver, las malvas de todos los colores que mamá sembró con amor, posibles de divisarse de lejos. Inspiró a otras mamás y el pueblo se vistió de color, venciendo la aridez.

Pueda que, en el 2024, a nuestro país retorne la luz y se vista de colores, recupera la confianza, se camine sin temor, recuperemos nuestras dignas labores e ingresos, el cuidado de las(os) hijas(os) de todas(os), el celular sea el medio no el fín, el universo nos libere de un mensaje de chantaje, secuestro o coerción. Y quizás suceda el milagro de nuevas elecciones, donde nos aseguremos de elegir a personas dignas, una mayoría que bien se suicide como Argentina o nos haga salir de este fondo que hemos tocado.

Un abrazo para cada una, cada uno y cada une en este fin de año, donde algunas(os) pasaremos como una noche más, otros nos reuniremos para conmemorar a quienes no están, habrán quienes celebren reencuentros, y sin duda, también quienes celebren como si fuera el último día de su vida, porque lo que sucede fuera de su mundo no es su problema y no le toca.



martes, 19 de diciembre de 2023

IN MEMORIAN JUANA HERRERA TRUJILLO: MAMAJUANA

Chaquinani de Cementerio a Pomacancha
Has partido Juana Herrera Trujillo, a las dos de la madrugada de este Jueves 14 de diciembre 2023, en Lima la gris y sin garúa, transitando por un segundo año para sumar a tu siglo de vida, al encuentro con tu Dios, con quien mantuviste un pacto especial, asida de tu fe, la mirada y vela de tu hijo e hija, las oraciones de tu cuidadora y los nervios como el celular encendido de quienes te acompañaron en tu partida. 

En esa nueva dimensión, te acogerán los amores que te esperan y tú deseaste tanto. Tu tránsito fue acompañada y rodeada de amor en tu lecho, como tantas veces tú lo hiciste con quienes antecedieron. A unos(as) sosteniendo sus manos misericordiosamente, animándolas a superar su temor para “pasar de esta a otra vida”. Aquellos(as) que no lograban desprenderse de su apego a la tierra, sus posesiones y aceptación de su finitud, orabas en silencio, mientras aliviabas su sufrimiento con tu magia. A quienes, pese a tus esfuerzos y amor, debías dejar partir, bañada en llanto, orabas por su alma de rodillas, asida de tu fe, amor y esperanza de hallarlos en esa “otra vida”, acallando el dolor devoraba tus entrañas.

Camino de Capilla Jirka 
Eras magnífica en tu andar, hacer, parlamento, ironía y reír al mundo. Permitiendo que ese dolor profundo, aflorara de tanto en tanto, en noches de cuentos y encantos, días de acopio de plantas mágicas cuyos poderes y nombres sólo tú conocías. Y en tardes de recogimiento donde te despojabas el sombrero, cruzabas las manos y agradecía por un día más, tus ojos se tornaban brillantes por un instante, recordado a tus difuntas(os) siendo quizás los más dolorosos tu hija “Allma” (2004) y “Capulina” (2010.

Siempre me asombró tu modo de transitar por la vida y encuentro de cara con la muerte, dialogar y contarlo. Cuando era adolescente, eras mi tía mágica, sin miedo y poderosa; pasabas de la narrativa del día, al cuento de tu último avistar o encuentro con espectros, sea al atardecer, la noche previa o sólo hace unos minutos.

A veces con “un alma en pena” de quién había muerto y aún andaba tras sus pendientes, a él o ella no los interrumpías, te santiguabas y dedicabas una oración para que encuentre su camino a la luz. Cuando se trataba de un alma que “andaba recogiendo sus pasos, porque pronto partiría”, cargabas con tu fe y sabiduría para acompañar su tránsito y animar a la familia doliente, advirtiendo del tiempo que tenían para prepararse con sólo con tocar la muñeca del moribundo(a).

Coherente con tu ser y hacer, en tu trato con la vida y la muerte, reeditaste la preparación de tu hermana Mayor Francisca, para recibir con respeto, dignidad y suntuosidad a la muerte tras una vida tomada, aquella que nunca te regaló nada, por lo que le arrebataste cada parte de ella con coraje, decisión y perseverancia.

Tras el entierro de “capulina” (Pedro), nos quedamos solas cuando todas(os) retornaron a lo suyo, ese fue el tiempo donde ambas pudimos vivirnos en conciencia e intimidad profunda, de diálogo, escucha y comprensión, enjugando nuestros dolores, animando nuestro ser, sentir, vivir, pensar, querer, saber y asumir nuestra finitud.

Pudimos sintonizar entre tus 88 y mis 52 años nuestra forma de concebir la vida/muerte de la condición humana. Cuando te conté que solía asombrar o asustar en estos temas a mis interlocutores, afirmando que: “He vivido a mi manera y estoy satisfecha, no me arrepiento de nada, porque he tratado de ser coherente cada día de mi vida, de modo que, si la muerte se asomara en cualquier momento no le pediría ni un minuto adicional, sólo que fuera piadosa”.

Tú me miraste profundo, tomaste mi mano y dijiste “Hay Pichu Chanca, desde cuando naciste con siete meses, luego te salvaste con mis remedios de morir a las dos semanas de esa infección estomacal. Hasta te bautizamos de emergencia en la prelatura de Huari, con mi cuñada Deufilia Peña Espinoza como tu madrina, envuelta en una tela de colores, que compró de la única tienda en ese tiempo. Y cuando te fuiste a tierras extrañas, con pocos meses pegada al pecho de tu madre, supe que vivirías y serías fuerte, nada te tendría, porque siendo tan pequeña habías vencido a la muerte, fuiste a la escuela y te has hecho más sabía que todas en esta vida”.

Luego te quedaste en silencio, mirando tus maíces que crecían erguidos como tú. Respeté ese momento porque sentí que mirabas hacia adentro, en tanto yo recordaba que era la misma historia, que mi madre me contó desde niña cuando me ponía en riesgo por ‘traviesa, incansable y caerme tanto’, pero esta vez en voz de la actriz que sembró su fuerza y fe en mí. Tu voz volvió a sonar y añadiste: “Hija es bueno que estés preparada ante la muerte, pero no la desees, porque parece que cuando es así se tarda más. Desde que murió Allma le he pedido a Dios que me lleve con ella, he preparado todo y no sucede. Sabes que mi cajón lo he prestado tantas veces a quienes se van antes, y sigo estando aquí, hasta que papa Dios lo decida”.

En aquel tiempo, me mostraste tu alma para admirar no sólo tu espera, sino esa capacidad de prepararte espiritual, material y conscientemente que permitió comprobar mis lecturas y conocimiento de la cultura andina en mi quehacer por el país (sobre los ritos de muerte en el mundo andino escribí en este mismo blog en el siguiente enlace[1]).

Cuando murió tu hija Allma, creíste que no soportarías el dolor, porque sentías que tus entrañas estallaban y una parte de tu alma se iba con ella. Con desesperación rogaste a Dios se apiade de tu sufrimiento, esperando que así sea compraste tu féretro, mortaja y dispusiste los animales que se sacrificarían para dar de comer y beber a quienes te acompañarían. Esperando que todo el Callejón de Conchucos acudiría a despedirte, eran más de 200 ahijadas(os) de nacimiento por tu hacer de partera sin incluir, madrinazgo de bautizos, matrimonios, confirmaciones y a quienes arrebataste de las manos de la muerte tanto niñas(os), mujeres y hombres, sin discriminar animales.

Tumba de Allma (Armandina)
Tumba Capulina (Pedro )
















Cuando fuimos a visitar la tumba de Capulina y Allma, trepaste el muro que lo circulaba como si tuvieras 20 años, mostrándome el terreno donde elegiste tu tumba, al lado de tu hija. Allí me pediste que cuando fallecieras, viajara nuevamente para bañarte, vestirte y asegurar que enterraran en ese lugar, te dije entonces cuasi premonitoriamente “con papá Félix, descubrí que temo al frío de la muerte, no podría bañarte. Siendo planificadora entre otras cosas de mi trabajo, mi vida futura es un albur, de estar en mis manos como esta vez, volveré para hacer que tus deseos se cumplan, recorrer tus pasos y los míos durante un tiempo similar”.  

En tu banca de descanso para el caminante
Retornando a tu casa me mostraste tu mortaja, mencionaste el nombre de la familia que debía retornarte el cajón (féretro) prestado, las cosas que querías te acompañen en él, porque considerabas por qué eran “necesarias para la otra vida”. Recuerdo tus palabras como si fuera ayer: “Hija cada noche y amanecer agradezco a Dios por lo vivido, pido por mis hijos y su misericordia para que me recoja en mi casa, caminando, acompañada de la gente que me quiere y respeta. No quiero ir a ningún otro lugar, he conocido otras tierras antes que todos los de aquí y el corazón de la gente. Yo decidí quedarme cuidando lo que es nuestro, sirviendo a Dios y haciendo valer la justicia”.

Atardecer desde de Huamantanga
Ese nuestro día de peregrinas, se hizo tarde y nos alcanzó la noche, mientras reviviste los lugares a donde viajaste, viviste, cómo te iniciaste en medicina tradicional en LLamellín, uniendo el saber de tu madre, abuela y propio. Cómo venciste la afrenta de bruja desde tu propia familia cuando te hacías sabia, hasta hacerte la sanadora del Callejón de Conchucos y su partera.

Viajaste por todo el Callejón de Conchucos desde Huari a Sihuas, de Chavín a Huaraz y Chimbote, para ti fue ampliar tu territorio y la variedad de su belleza, pero igual de pobre y olvidado.

En Barranca te enamoraste nuevamente del amor, descubriste otras posibilidades de vida y las ventajas del idioma español, los trabajos temporales en la Fábrica San José, los campos de Pativilca y Medio Mundo, la pesca en Supe y Huacho. De Caral tomaste el ganado caprino, para mejorar los que había en tu pueblo.

Fue Lima de los 40 del siglo XX que cerró tu aventura migratoria y decidiste retornar y quedarte en tu pueblo. Lima la horrible, te mostró, que no era para ti, vivir entre paredes de 120 m2, ser sierva uniformada para distinguirte de un igual; ganar con esfuerzo un sueldo mensual que desaparecía en dos días, comprar por kilos los alimentos con precios según tu cara y color, ser burla del acento andino, fustigándote a dominar el castellano, pero abrazar más el quechua.

Fuente: Anselmo Reynoso Herrera
Retornaste a tu pueblo con nuevas herramientas para tu hacer y moverte entre el mundo hispano y quechua, recuperar tu aplicación de la justicia ancestral, comunitaria y tu mano hecha ley. Rechazaste así doblar la cerviz, porque tu alma rebelde no te permitió someterte a un trabajo servil, de explotación y discriminación, pero sobre todo cortar la libertad y horizonte de tu alma, en tierras extrañas.

Ennumeraste tus múltiples oficios, cómo te hiciste comerciante, tejedora de sombrero, telar, ganchillo y palitos, mientras me heredabas el crochet que guardabas de mi madre, porque el resto que pasó a ser propiedad de Allma, lo quemaste creyendo que así exorcizarías el dolor de su muerte.

Fuente: Anselmo Reynoso Herrera

Me narraste de cómo aprendiste a amar el trabajo e imponerlo a los tuyos y extraños, a veces siendo incomprendida. Cómo te hiciste la mejor agricultora, abrazaste y defendiste con amor la herencia de tu padre y madre. Cómo te hiciste ganadera, productora y trasformadora de alimento y el cuidado de animales menores. La gran panadera, chichera, cocinera y sanadora. Como curandera y partera, distnguías cuándo ayudar y recomendar el traslado hacia la posta u hospital a dos horas de distancia. Siendo reconocida en tu trabajo comunitario por instituciones públicas, privadas y religiosas.

Nos asomamos a tus amores, cómo los elegiste, conquistaste y los sacaste de tu vida. Tus aciertos y desaciertos como madre de tus hijas(os) y aquellos otro(as) elegidos, sus parejas, sus hijos(as). Y las razones por las que te quedaste, como matriarca amada y temida de Huamantanga, aún me parece escucharte alto y fuerte mostándome tus manos: “Con estas manos he labrado la tierra, sin necesidad de un hombre que me ayude, con ellas he recibido con vida a un nuevo ser, así como he hecho justicia contra todo hombre malo, abusador y ruin. Ellos han probado esta mano negra, incluso delante del Juez, claro que con respeto a la autoridad. Antes de pegar al sinvergüenza de turno, le decía «Con su permiso y perdón señor juez». Con estas mismas manos que he hecho justicia, le pido a Dios por todas las almas y la mía”.

Mamajuana fue la cuarta de seis hermanos(as) nacidos vivos: Francisca, Felipe, Jacinto, Juana, Margarita y Dominga. Tercera que creció con vida y segunda de cuatro hijas mujeres, de Toribio Herrera muñoz y Zaragoza Trujillo Aguirre. Nació en el día antepenúltimo, del quinto mes, en el año 22 del siglo XX, cuando la familia Herrera Trujillo vivía en Pariaucro, Huari.

Fuente:  Anselmo Reynoso Herrera
Su primera pareja fue un hombre elegido por ella, pero subyugado por su clan clasista, racista y sexista, durando la relación el tiempo de gestación y nacimiento de su pimogénito, mi hermano Anselmo Reynoso Herrera que rebautizó como Roberto, por el parecido a su tía paterna. Quien nació a tres meses de Pedro al que nombró Capulina, el hijo de tía Margarita disputándose la primogenitura de los Herrera Trujillo. Ella entre otras gracias, tenía la gran capacidad para los alias, incluyendo a sus hijos e hijas.

De su segundo matrimonio tuvo tres hijos y dos hijas: LLuntu (Francisco), Allma (Armandina), Chuschu (Marcelino), Dici (Diciderio) y Teo (Teófila). La mayor de las mujeres, murió a inicios del siglo XX, su adorada Allma quien se había hecho a su imagen y semejanza, al punto que dominaba todo los saberes y haceres de la su madre, siendo una gran pérdida para ella, su pueblo y comunidad religiosa.  

De izquierda a derecha, Roberto, Mamajuana, Allma y Pedro detrás sonriendo, durante la fista patronal de los 70, (Fuente: Anselmo Reynoso Herrera).

En mi historia, Mamajuana fue agente de sobrevivencia durante mi primera y segunda infancia. Primero sanándome física e inyectándome espiritualmente, mientras mi madre estaba postrada. Segundo, animándola y apoyándola con mi hermano y hermana para que ella se hiciera migrante. Insistió en ello, no una sino dos veces, la primera, con la esperanza que el apoyo familiar le permitiría una nueva vida para ella, sus hijo e hijas que luego de tres años se mostró inviable bajo la servidumbre parental. La segunda, sería la vencida y sin retorno, mamá se asentó como obrera y migrante en una Lima de los sesenta, que dejaba de ser agrícola.

En primera persona, la incursión inicial a Lima como bebé de pecho, evitó que murieran  antes de cumplir tres años de vida por mi vulnerabilidad de nacimiento prematuro, debido a la precariedad y carencias de servicios de salud, condiciones familiares, sociales y económicas en un caserío perdido de los andes, como sucede hasta hoy con muchas(os) niñas(o)s peruanos, donde el Estado está ausente y la pobreza se acentúa.

Con la segunda migración, me liberó de la confusión espacial, los problemas de comunicación y cultura de mi socialización primaria de un mundo urbano al rural, en un contexto de grandes brechas entre dos mundos. Una Lima con rezagos virreinales y un ande feudal, dentro de una república que se debatía entre la herencia colonial y los intereses oligárquicos, con anhelos europeos, mientras transitaba a una tímida industrialización, cargado de prejuicios, explotación, discriminación y exclusión por clase, origen, raza, sexo, lengua, credo y cultura. 

La educación, salud y calidad de vida en el mundo andino brillaban y aún brillan por su ausencia, sólo basta mirar la morbi-mortalidad de niñas(os) antes de 3 años, la desnutrición en menores de 6, el retrazo y deserción escolar, y sin ir muy lejos, los rigores de la pandemia entre 2020-2023, aderezado por instituciones tomadas por la delicuenci y corrupción.

Mi primera imagen simbólica sobre tía Juana, era una suerte de hechicera/ heroína/gigante, como los seres mágicos de mis cuentos y novelas. Construidos a través de la narrativa de mi madre, en su condición de hermana agradecida y recíproca, pues mamá cuidaba y apoyaba a los primogénitos Pedro y Roberto en Lima (quienes fueron mis hermanos mayores); mientras su hermana apoyaba a la abuela Zara, con mi hermano Moisés y hermana Vilma en Huamantanga.

Luego que todas(os) concretamos el proceso migratorio y el asentamiento familiar, tenía hasta tres leyendas claras sobre la tía Juana: a) humana, amada, buena, solidaria, inteligente y sabía para un(os). b) temida, evitada, odiada y envidiada, por su lisura y temeridad para otras(os). c) intrépida, incontenible, fiera, fuerte, firme, justiciera y bella para muchas(os).

Fuente: Anselmo Reynoso Herrera 
Conocí en primera persona y me aproximé al ser de tía Juana, con 12 años, asida de la mano de mi hermano Pedro, tras mi derecho a la identidad. Gracias a ella y el escrito de mi padre político, se hizo posible, si bien no completamente, lo suficiente para culminar mis estudios de educación básica regular.

La realidad de su ser y hacer, me mostró su grandeza, lo maravillosa, inteligente, estratégica y táctica que era. Careciendo de herramientas de lecto-escritura, tenía la seguridad, aplomo, confianza e interlocución necesaria para moverse al interior de un sistema social, cultural, legal, burocrático, discriminador, masculinizado y autoritario como eran las instituciones públicas y los actores de una provincia aun feudal en los años setenta del siglo XX. Transformándose en mi inspiración sobre demanda, negociación y conquista de derechos.

Si las leyendas sobre ella me cautivaron con su imagen simbólica, tenerla como mi abogada y protectora en primera persona, moviéndose con éxito y sin aspavientos en el mundo de adultos, me hizo percibirla como poderosa, invencible, incontenible. Imitándola en su habilidad para relacionarse con tirios y troyanos sin bajar la cerviz. Siendo notable, su práctica para desprenderse del estrés, al renombrar a las personas por su particularidad indiscutible, unido a la narrativa fuerte y clara.

Así es, como personal y conscientemente la asumí como Mamajuana, por ser una tía/madre que se fajaba y compraba el pleito con cuerpo y alma. Por eso me impresionaba la desfachatez de algún migrante igualado(a)  que retornaba con aires de quienes ella tomó distancia, que la llamaran Juana a secas o Juanita como si fuera una niña. 

Una segunda dimensión que descubrí en ese tiempo, fue su capacidad de gerencia y docencia. Realizaba más de una tarea simultáneamente, mientras que con fluidez y firmeza te hacia parte, delegando una actividad acorde a tu edad y capacidad, mostrándote el proceso, sosteniéndote en el aprendizaje, animándote y destinando para ti el producto de tu trabajo.

Para quienes no comprenden la educación del niño(a) en el mundo andino, en contraste con niñas(os) de cristal de este tiempo que sólo usan sus dedos en la pantalla, sería escandaloso. Para mí y tal vez, para quienes tuvimos oportunidad de vivirla y aprender de ella, fue docencia.

En el contexto y la cultura andina bajo la filosofía de “ama kella, ama llulla, ama sua” (no seas ocioso(a), no seas mentiroso(a), no seas ladrón(a); se trata de una educación donde se aprende haciendo, descubriendo el mecanismo, siendo parte activa del proceso y dominando cada actividad. Simultáneamente descubres el valor de ser útil, partícipe y aporte, mientras desarrollas habilidades, en un ambiente aderezado de diálogo, cuento, canto y risa.

Al final de la jornada, gratificado el trabajo compartido y comunitario, con alimentos bien ganados alrededor del fogón, recordando la historia de nuestros antepasados(as), intercambiando novedades del día, contrastado con anécdotas de cada etapa del ciclo de vida. Comprendiendo poco a poco el contenido de comunidad, como unidad colectiva, en sus particularidades y continuidades.

Mi segunda experiencia de convivencia con Mamajuana, fue después de dos años de la primera, durante las vacaciones escolares, en compañía de mi hermana mayor. Era febrero y fiesta de carnavales, celebrado distintamente a la zona urbana, donde la yunza, el baile, canto, serpentina y la machka (harina o talco) eran instrumento de aproximación entre hombres y mujeres para el intercambio, juego y enamoramiento. Que en otros momentos estaba mediado por la distancia.

Allí descubrí en primera persona la magia sanadora de Mamajuana, pese a todo el largo tratamiento médico, de una afección que tuve ese año, no lograba curarme. Ella volcó su sabiduría, aliviando mi salud y transformándome en su fiel creyente, lo que ella tocaba se sanaba.

También descubrí, su gran habilidad para la adivinación y el rastreo, a propósito del extravío de dos ovejas bebés. Fue de película, primero leyó la coca, luego preguntó al cigarro, cerrando con la lectura de maíz, para saber si estaban cerca o fueron llevados a otro pueblo, obteniendo por respuesta que estaban cerca y escondidos. Y si los hallaría, con repuesta positiva.

Tras la lluvia, pensé que no habría huellas, pero fui curiosa junto a ella, descubriendo como identificaba los pasos y los signos de la ruta, hacia el destino de sus ovejitas, hasta encontrarlas. A modo de broma solía decir que ella tenía un acuerdo con Dios, “Si alguien me hace daño a mí, a mis animales o mis seres queridos, beso mi cruz tres veces y recibirá su castigo”, nosotras moríamos de la risa junto con ella.

Luego venía el cuento próximo a la realidad, “A veces Dios está tan ocupado, ahí tengo permiso para hacer justicia con mis manos. Hace poco el Señor X, me insultó a propósito de los problemas de senderos, lo he cogido y puñeteado diciendo esta por decirme negra, esto por bruja, esto por tu falta de respeto, se ha ido escapándose de cuatro. Al día siguiente, nos encontramos cara a cara, tenía el ojo morado; pero se ha sacado el sombrero y con mucho respeto me ha saludado.”

Reía con esa risa cantarina de quien no tiene sentimiento de culpa, sino convencimiento de defensa de sí misma y sus derechos, solía decir: “Yo no he necesitado nunca que nadie me haga respetar, yo me he hecho respetar a las buenas o a las malas. Y cuando he visto algún abuso, no he visto a otro lado ni me he callado, nadie se ha salvado de mi mano, ni siquiera mi compadre. Cuando X le pegó a mi comadre, agarré el soplador [un tubo generalmente de fierro], puse el compadrazgo a un costado diciendo: «con su permiso compadre, a una mujer no se la toca, se la respeta», le he dado duro. Al día siguiente ha venido a pedirme perdón y besar mi mano, diciendo que no sabía lo que hacía”.

Su narrativa era tan fluida, gráfica y clara, que fue la gran cuentista, te atrapaba al punto de introducirte en ellos a sus escuchas. Una de esas noches que compartimos, nos contó sobre las almas, mientras su hija Allma le frotaba la espalda, para aliviar en sus músculos, el rigor del trabajo  tras la extenuante jornada.

Su puerta del dormitorio, era de dos hojas con ventanas a mitad de ellas, la noche cerró y  acentuó el frío, un viento helado ingresó por la ventana abierta amenazando con apagar las velas. Sin dejar de narrar le indicó a mi hermana, que cerrara la ventana, ella obedeció sin perder la concentración en el cuento.

Mamajuana, interrumpió su narración, para indicar a su hija el punto del masaje: “¡Cchay, cchay! (¡ahí, ahí!)”. Mi hermana creyó que le advertía a ella de la presencia de un alma. Dio un grito y salto de gacela, lanzándose sobre la cama. Mientas todas reíamos a carcajadas. Quedando el hecho esculpido en mi recuerdo, riendo nuevamente mientras escribo, espantando en algo mi dolor.

Una muestra pequeña de la narrativa de Mamajuana va adjunto,  contando a mi madre sobre sí misma  durante una de sus visitas a Lima. 

En esa segunda estadía, uno de esos días nos dirigimos hacia Jato, una zona ubicada en la puna entre 4,500 a 5,000 m.s.n.m., donde tía Pancha (Francisca) era dueña y señora absoluta, cuyos límites aparecían incalculables en mi visión adolescente. Allí vivía a veces sola con sus perros, cuando su hija bajaba a estudiar.

Comprobamos en esa visita que era ganadera de equinos, ovinos, caprinos y vacunos que sumaban una gran manada, además de la abundante agricultura de oca, papa, olluco, mashua, linaza, quinua, tawri, habas, y más. Con los que comerciaba y la hacía autosuficiente.

Tía Pancha era una mujer hermosa, corajuda y libre, la mayor de la hermana Herrera Trujillo, cubierto hasta sus ojos por un sombrero blanco de lana, ocultando el brillo de sus hermosos ojos azules y protegiendo su piel nívea del inclemente sol. Con ella descubrí siendo adolescente, que el poder de la fuerza no era atributo sólo del hombre, porque levantaba como si fuera una bolsa, los sacos de alimentos. Enlazaba, mataba y trozaba el ganado en un dos por tres. Sirviéndote un “mate” (plato hondo, de calabaza más grande que el parrillero) lleno de papas, habas y ocas, con un molde de queso, otro de cordero frito y un tercero de cuy entero, que sólo ver te quitaba el hambre.

A propósito de esa visita descubrí, la gran capacidad de clarividencia y premonición de Mamajuana, justo cuando nos dirigíamos a casa de tía Pancha, nos detuvo a ambas hermanas, para advertirnos tratar con cuidado a los caballos sin aflojar las riendas para no terminar entre sus patas, al igual que caminar y no correr por la ladera resbaladiza y traidora, para volver enteras.

Nosotras emocionadas, regias amazonas cruzábamos la llanura de Corral Pampa hacía la puna, mientras nos jactábamos a quién le tocó el mejor caballo. De pronto, el mío tomó la delantera, en seguida el suyo, de trote pasó al galope a punto de derribarla, en medio del susto sólo atiné a gritar, recuerda lo que dijo Mamajuana, ella reaccionó agarrándose como pudo y tensando las riendas, evitando que la primera premonición se concretara. Luego descubrimos que el suyo era caballo y jefe de manada, por eso la resistencia a que la mula que yo motaba le llevara la delantera.

Ya en Jato, extasiadas por el paisaje olvidamos todo, tras empacharnos de las bondades de la tía Pancha. Fuimos hacia la ladera verde, bella y traicionera, nuevamente fue mi hermana quien resbaló y cayó sentada, cual tobogán rodó un largo trecho, que felizmente no provocó rotura alguna (como aquella que hoy sí, supera), sólo un gran susto. Al retorno, fue curada, sanada y bendecida por las manos y magia de Mamajuana, del golpe, susto y corazón desbocado de ese tiempo. Ambas aprendimos queen adelante, lo que ella anunciara era mandamiento.

Ya adulta a mediados de los ochenta, durante mis vacaciones universitarias, retorné con mi madre a casa de Mamajuana, siendo testigo del amor de hermanas, sus reclamos sutiles, esclarecimientos, confidencias, cómo revivían sus tiempos, sus parecidos, diferencias, altas y bajas. Descubriendo que más allá de la vida elegida por cada una y sus posturas respecto a la misma, su modo de expresar felicidad siendo distintos, se conjugaban y acomodaban sin colisionar.

Mientras Mamajuana expelía satisfacción, felicidad y alegría por cada día, independiente de las carencias, exigencias y rigores de la ruralidad, mi madre optaba por los lamentos de la distancia, la fraternidad mediada y la insatisfacción de sentirse extraña en su tierra y desterrada en la ciudad. Ambas a momentos expresaban sus emociones con risas cantarinas y en otros con llanto que enjugaba una de la otra.

Con Mamá y Mamajuana en su cumpleaños
Mi madre solía decirnos de niñas a mi hermana menor Luz y yo, cada que mi hermana mayor no soportaba nuestras invasiones y travesuras: “Por qué no se quieren, nosotras como hermanas somos diferentes Pancha, Juanita, Margarita y yo, pero nunca nos hemos peleado, siempre nos hemos querido, porque hemos salido de una misma caja [vientre]. Inclusive, mi hermano Jacinto siendo hombre, era muy bueno conmigo. Cuando me cansaba de niña, él me cargaba en su espalda, nunca me maltrató. Se alejó y cambió cuando se casó, dedicándose a su familia, porque así tenía que ser. Pancha fue mi madre, ella me crio cuando mamá no estuvo. Con Juana hemos compartido todo, si no fuera por ellas dos, Margarita y Yo no habríamos ido a la escuela, no habríamos sido cómplices, ni andado juntas. En los peores momentos nos hemos consolado”.

Tía Margarita y Mamajuana 1992
Mamajuana a su vez contaba: “Nuestras historias de hermanas unas veces se parecen y otras no, depende de cómo hemos resuelto los problemas de ser mujeres. Pancha al igual que yo, nunca necesitó de un hombre, ella era viajera como papá y ganadera por sí misma. Se casó mayor, sin querer, por insistencia y presión de la familia de él, fue tan mal su experiencia que no quiso volver a casarse, al enviudar siendo joven y con una sola hija. Siempre tuvo en abundancia y nos ayudaba.

Yo era exigente, me gustaban los hombres más guapos, como el papá de Roberto y luego mi esposo. Con el segundo, tuve suerte los primeros años de enamoramiento, todos me envidiaban porque nos amábamos y cuidábamos mucho como cuculis [palomas]. Quizás el error fue casarme con un hombre de la costa, mientras yo amaba la sierra. Él nunca entendió mi amor por la tierra, el trabajo y los hijos, tampoco yo, su deseo por una costa ajena, desolada, pobre y abusiva. Me hice viuda antes que muera, y cuando lo hizo, abracé mi libertad, me buscaron muchos hombres, no más, mis manos son suficientes.

Margarita siempre fue la más sumisa de todas, quiso mucho a su marido, fue detrás de él por todos lados y le perdonó todo hasta el final. Tu madre que es la menor, su belleza y nuestro cariño la hizo presa de sufrimiento en estas tierras, Dios la premió lejos, con un buen hombre como don Felli [Felix], hasta el último de sus días. Tuve a mi hermano Felipe, seguido de Pancha, que murió siendo niño, mi madre no se recuperó. Jacinto mi único hermano hombre vivo, quizás porque éramos todas mujeres,  apenas se casó, se alejó de nosotras y nuestra madre”.

Mamajuana, Mamá, Teo y tía Margarita
En el 2018, por la necesidad de cuidados a su edad avanzada, fue trasladada por su hija menor e hijo a Virgen de Nazaret en Venado Muerto por la sierra de Supe que es capital de la provincia de Barranca del departamento de Lima. Al cuidado de la familia de su Lluntu, su segundo hijo. Era un espacio rural, que se asemejaba al de su casa, pero para su sentir, no era la suya.

Fui a visitarla allí más de una vez. La primera fue en abril, al poco tiempo de su llegada , allí me dijo: “Hay niña Catalina, llegas como el pájaro al vuelo con tu cashpi chaki (pie delgado), te dije que moriría en mi casa mirando mi cielo, chacra, gente y animales, pero no es así, me trajeron con engaños por unos días y no me dejan volver. Ayúdame a subirme al carro y de ahí, todo corre por mi cuenta, todos me conocen”. La consolé, diciendo que estaba cuidada y acompañada, más cerca para que sus hijos, la familia y yo la visitemos.

Me miró con desesperanza, mientras decía: “Así será pues, si tú lo dices, me quedaré en voluntad ajena que nunca quise. Niña Catalina una propone y Dios dispone, dejándome vivir tanto, sin escucharme”. Cada vez que mi vida lo permitía, hacía una visita no anunciada, para retornar con el alma partida y la impotencia de verla desarraigada, silenciada y mirando hacia adentro, porque sus ojos y oído, se iban apagando hacia afuera.

Fue cerrando agosto del 2021, durante la pandemia del covid19, que su salud se resquebrajó, siendo trasladada de Supe al Callao en Lima. Al cuidado de su sobrina Nelva, la hija mayor de su hermana Margarita, siendo sostenida en todo este tiempo por los hijos paridos en sus extremos. Su primogénito Roberto en Lima, entre su ser y hacer de hijo, padre y abuelo. Y Teófila, la última hija desde el extranjero, que en sus facciones se parece más a mi madre, heredado esta condición a su única hija. Contando con el apoyo sostenido de Miguel, quizás en agradecimiento al modo como Mamajuana lo hizo con él y hermanas(os) de niño cuando primero su padre y luego su madre enfermó, dejándolos(as) muy jóvenes en orfandad.

A ellos se han sumado el apoyo de sobrinas(os) que en tiempos de su poder y hacer fueron a su vez beneficiadas(os), sostenidas(os) y protegidas(os) por su amor, fortaleza y valentía. Mostrando la efectividad de la reciprocidad andina, en una sociedad que no se hace cargo de la tercera edad, ocupada en ser corrupta y expoliar los bienes de todas(os) los(as) peruanas(os).


Fuente: Anselmo Reynoso Herrera
Mamajuana vivió un siglo y un año más cumplido, acompañada y celebrada por personas que un día recibieron su semilla de amor. Mi participación en este tiempo, fue más virtual y mediada a través de Roberto, al coincidir con el cuidado de mi madre, compartido y partido con mi hermana Luz.

La vez que pude verla, me despedí, descubriendo que pese a su avanzada inmovilidad, falta de visión y escasa escucha, estaba consciente y lúcida, porque no sólo me reconoció atada a sus recuerdos, también me nombró, escribí detalles al respeto en[2].

El transitar y últimos días de cuidado de Mamajuana, me han permitido, constatar que la vida es un sueño, de idas y retornos, un pañuelo que al doblarse sus puntas suelen encontrarse. Como bien me dijo ella “Una propone y Dios dispone”, más cuando descansa la fuerza, los sentidos levantan vuelo y el poder se diluye, para mostrarnos que tal como nacemos dependientes, una larga vida deseada por muchos(as), nos hace nuevamente dependientes.

En el anverso de la moneda, de una larga vida, se  requiere de cuidado y calidad, fruto de un buen vivir y ser, puede tornarse o no amoroso con cargo y encargo. A Mamajuana la vida le retornó en reciprocidad su bondad y amor, con el cuidado, la compañía y amor de manos de Nelva, la mirada constante de Roberto, el monitoreo de su hija por sobre la distancia, la generosidad sostenida de su sobrino Miguel, así como visitas y apoyos de muchos amores.

El reverso de la misma moneda, muestra que el cambio, la calidad de vida social y económicamente establecida, no necesariamente conjuga con nuestro espíritu y alma, transformándonos nuevamente en recién llegadas(os) ad portas de irnos de esta vida. A veces desarraigadas(os) de aquello que fue el sentido de nuestra vida, independiente de haberse tomado medidas seguras durante el ejercicio del pleno uso de conciencia, la voluntad y decisión propia, en nuestras manos.

Mamajuana no se murió en su tierra santa como pronosticó, pero se enterró en ella, gracias a la generosidad de su sobrino, Miguel que la llevó y forma parte de su rito de despedida con la misma picardía y alegría que Mamajuana. Quedan seguro muchos registros, el siguiente es compartido por Anselmo Reynoso Herrera.



Escribí mi memoria de Mamajuana, desde nuestra historia compartida, que es un pequeño trozo de la larga, fructífera, aleccionadora y humana vida. Mi percepción sobre su ser, pensar, saber y hacer, que deja huella, de quien podría ser la última matriarca de Huamantanga que perteneció y talló la estirpe de mis ancestras, mujeres que su medio, clase, género, cultura, política, religión y rigores de la vida, no pudieron doblegarla, porque ella con su espíritu libre y alma firme, supo hacer sincretismo con poder, toma de decisiones y voluntad, hasta cuando las fuerzas fueron suyas. Aún tras la muerte, el descanso de su cuerpo en su tierra natal y según sus pautas, es su voluntad y se respeta (sobre el duelo andino hay un escrito previo en un artículo 3).

¡Descansa en paz de una larga vida y misión cumplida Mamajuana!

¡Ve a hallarte con nuestros antepasados!

¡Tus seres de luz y ascendidos te acogerán como bien amada!

¡Ve ante ese Dios humano que bien te conoce!

Pueda que no dejes pendiente alguno y saldada tus deudas, cerrando tu ciclo encarnado, para ser un espíritu ascendido, siendo así, espero tu acogida cuando me toque.

Yo me quedo cantando tu canto que es oración y esperanza en medio de la desesperanza de nuestro tiempo y aquello que nos toca después de tí.


 

Esta publicación ha sido revisada, comentada y aportada en datos y detalles, por Anselmo Reynoso Herrera, el hijo primogénito de Mamajuana, en la primera versión, gracias por ello.

 

lunes, 2 de octubre de 2023

RESPUESTAS SOBRE ¿A DÓNDE VAN?

  

Hay días de esos no programados, donde se vive intensamente, sumando decisiones al hilo. Es lo que viví durante 25 horas, incluyendo el momento que decidí compartir una jornada que bien podría ser un thriller cuya cúspide fue toparme con una niña perdida y llegar a casa dentro de un patrullero. 

Mi viaje interprovincial del primero de octubre, está llegando a su fin, de camino a casa veo que Domy, mi amiga cosmetóloga tiene su salón abierto y sólo dos clientes. Me animo a reducir el volumen y los tres colores de mi cabello, puesto que, al blanco y castaño medio, el sol le ha añadido el tono claro de antaño. Puedo con el bicolor, pero me parece mucho el tricolor.

Efecto Mariposa por respuesta

Tenemos tiempo para contarnos de nuestras historias entre no vernos, las ganancias, pérdidas y cambios. Recordamos como hace treinta años peinaba a todas en casa ad portas del matrimonio de mi hermana Lucy, descubriéndonos que hoy, ya somos abuelas. Entre habla y habla, no me percato que cambió mi corte de cabello, en otro tiempo me hubiera frustrado y hasta malogrado mi noche, ahora me veo y digo que no importa, ya volverá a crecer, sin duda esta es una nueva yo. Es noche entrada, nos despedimos cargándonos y encargándonos saludos para nuestras familias

Sigo mi rumbo, al terminar la cuadra, me encuentro con un cuadro de varias personas con rostros alarmados. Me abro camino para continuar, cuando llama mi atención la mirada de un hombre que tiene de la mano a un niño, pregunto: ¿Qué sucede?, él me responde: “Esta niña está perdida y no quiere despegarse de mí”. Varias voces dicen muchas cosas que no escucho, puesto que se alejan.

Le digo: “Si está perdida, llévela a la comisaria que está cerca”, el padre y el niño me mira azorados. Contemplo a la niña de unos 70 centímetros, ojos grandes y cabello negro corto, vestida alegremente como si fuera media mañana de primavera, con polo de manga corta y un globo en la mano, recordándome a mis dos nietas, mientras se mueve nerviosa. Me doy cuenta que el hombre, al igual que las personas que se esfumaron, no quieren involucrarse.

La niña me mira y dice que su casa está muy lejos, que no tiene mamá, la tomo de la mano y pregunto sobre su nombre, ella apenas puede pronunciarlo. En adelante la nombraré Vanessa para protejer su identidad. 

Es grande de tamaño, pero aún muy joven en el lenguaje, no entiendo su media lengua o quizás yo esté sorda con el bendito dolor de oido. Indago su edad y me muestra cuatro dedos. Pregunto por su mamá, vuelve a decir que no tiene, insisto por su papá me dice un nombre.

Animo al señor, “tiene que llevarla con la policía para indicar cómo la halló”, yo lo puedo acompañar para apoyarlo. Cuando menciono policía, Vanessa empieza a llorar. La calmo, le pregunto por qué no quiere a la policía, nos cuenta que la policía le sacó sangre de la cabeza a su tío. Le digo,  “entonces no iremos con el policía, sino con una señora oficial que te llevará con tu mamá”.

Accede, la tomo de la mano y los cuatro vamos camino a la comisaría. Durante el trayecto sigo preguntándole donde estaba, ella dice que estuvo jugando, que quería irse a su casa, pero que es lejos. Hace frío, pero no parece sentirlo, la abrazo. Llegamos a la comisaria, aquella que yo conocía como “comisaría de mujeres”, que nos costó tantas gestiones conseguir. Descubriendo que ya no lo es en nombre, función y hasta composición, sino un centro logístico de la policía.

Al policía de guardia, le pido que llame a una oficial mujer para que se haga cargo de la niña, porque ella teme al policía varón, me dice que no hay ninguna, añade que el señor ni yo podemos irnos hasta que envíen a una patrulla de la comisaría de la Huayrona, seguidamente registran nuestros datos. El niño del señor, que debe tener unos 6 años está inquieto y quiere irse a su casa, el hombre no sabe que hacer, decide llamar a su esposa.

Llega la patrulla, insisto en la necesidad de una mujer policía, me dicen nuevamente que no hay, le digo que la niña teme a los policías hombres y narro nuevamente lo que contó, los dos policías se miran. 

El señor, ya  más calmado explica el punto donde halló a la niña, una avenida grande donde pidió ayuda para cruzar, el parque desde donde supuestamente  podría haber venido estaba lejos del lugar. La niña llora, me abraza y no quiere soltarse, los policías me dicen que debo ir con ella hasta la comisaría que queda a kilómetros. Yo respondo, “sólo si me retornan hasta mi casa”. Los policías están de acuerdo.

En este punto el señor con el niño, ya se han esfumado, subo a la 4x4 negra, Vanessa, sigue aferrada a mí, la acaricio, hablo y la calmo, huele a polvo, sudor y miedo. Pienso en la última vez que me subí a un vehículo similar, un 6 de abril 2001, franqueada con un convoy de tres vehículos de resguardo desde Huari a Suhuas, para resolver las últimas contingencias electorales en el Callejón de Conchucos. Durante el trayecto, cuando estuvimos a la altura de la casa de MamaJuana, no pude resistirme en pedir nos detuviéramos cinco minutos, para abrazarla al igual que este día. El Comandante accedió, ella como siempre la recuerdo toda una matriarca estaba horneando al igual que su amor, me regaló sendas bolsas de pan caliente que todos los soldados y policías devoraron con alegría, mientras comentaban que si hay más casas así se detendrían en cada lugar. Nada es casual todo tienes sentido y contenido, cada acción provoca otra acción.  

Dejo ese recuerdo, cuando el patrullero encendió el vehículo. Le pido por favor, vayamos al parque donde el señor suponía estuvo la niña. La madre, el padre o quien la cuidaba debía estar loca o loco buscándola, imaginando lo peor con tantos niños/as extraviados. Sugiero que si no encontramos a nadie buscándola, vamos a la comisaria. El policía me dice, que depende de mi tiempo, le digo que no hay problema. Vanessa está fundida a mí. Vuelvo preguntar por su mamá, es cuando ella dice un nombre, estoy más tranquila, tiene una madre pero algo pasa entre ellas, que la negó como Pedro hasta tres veces.

Le digo que vamos a ir al parque, que vea por la ventana para que me cuente si es donde estuvo jugando. Cuando llegamos, ella dice: “yo jugaba con juegos”. Vemos luces y juegos mecánicos, allí se desprende y pone en pie, reconoce el lugar, con alegría y seguridad, dice que allí jugaba.

Ya es oscuro, hemos rodeado la tercera parte del parque, se nos acerca un hombre joven pidiendo ayuda al patrullero, porque hay una madre que ha perdido una niña. El policía le pide que llame a la mamá, mientras comenta a su compañero: “seguro ha estado mirando el celular y no a su hija”. Vanessa está inquieta, quiere bajarse, es una niña muy despierta e incontenible me recuerda a Mayu y Puñuy de pequeñas.

Luego de un rato, aparece la madre bañada en llanto, cuenta que fue un minuto de descuido, que tiene tres niños, que la esperemos porque los ha dejado encargados, teme también perderlos. Los policías se miran y me dicen, “señora llámele la atención para que no se vuelva a descuidar”. Les digo tres niños en medio de muchos otros es demasiado y que Vanessa demuestra ser una niña sumamente inquieta, puesto que ya abrió la puerta del carro y se bajó.

Esperamos otros 15 minutos, Vanessa es incontenible, quiere ir a los juegos, aun cuando no ve a su madre. Al final aparece la madre que debe haber bajado al Infierno de Dante una y otra vez en este tiempo. Sigue llorando, la abrazo y tranquilizo. Me besa y agradece, le digo que la halló un señor con su hijo, que no vuelva a salir sola con tres niños a un lugar donde es posible perderlos, que tiene una niña muy saludable e inquieta. En adelante, se ponga de acuerdo con alguien para compartir el cuidado, recordándole que cada día se pierden miles de niñas y niños sin dejar rastro.

Así es como constato, que el rol del cuidado, sigue siendo de un sólo género, desde que somos capaces de cuidar del otro, que no tiene edad, día, ni horario; tampoco cuenta la condición, clase o estado civil; siempre habrá de quien las mujeres nos hagamos cargo, con riesgo que al menor descuido, ser sujeto de sospecha, dolor y sanción social. Hasta cuando aprendamos, enseñemos y compartamos socialmente esta responsabilidad, felizmente son tiempos de cambio.

Al final de esta historia, todas y todos nos sentimos mejor. Valió la pena detenerme y postergar mi sueño, Vanessa halló y retornó con su madre, a quien  le ha retornado el alma. Ambas podrán recuperarse y quizás esta experiencia las proteja de futuros riesgos de perderse. El Patrullero me deja en la puerta de mi casa, todos los que están fuera de la cuadra nos miran, asustados. Es raro que el la policía aparezca sin que lo llamen, y mucho más, que yo, me despida alegremente.

José me abre la puerta, Lucy está angustiada por mi tardanza, mi hija hace fiesta, les cuento y las emociones vuelven a su cauce. Otro es el cuento en mi cuarto, mis dos nietas han tomado mi cama por asalto, una recién convaleciente de un virus no identificado, ergo volveré a cambiar la ropa de cama que ayer mudé. Y rescataré a Mía que ha sido espantada de su reino.

Pero ese ya es otro cuento, sólo diré que mi necesidad de dormir sigue postergándose, el premio al final de la jornada fueron los besos, abrazos, cuentos y engreimientos de mis nietas, el calor de mi familia. Esta madrugada del segundo día de octubre, cuidando de mi madre que aún está lúcida, le cuento sobre su hermana, dice que rezará para que Dios alivie su estado. Entre el ir y venir en su ayuda escribo en compañía y abrigo de Mía, mi hija gatuna que vive a mi ritmo. 

Cierro, enlazando mis cuatro decisiones del primer día de octubre, cuyo milagro unió dos días y tres noches sin agotamiento, nada extraño en si ser y hacer, sólo que antes era de fiesta, viaje y trabajo remunerado. Hoy el universo me permitió, compartir con otras vidas y eventos que fueron entretejiéndose para revelarme parte de la respuesta a una de mis reiteradas interrogantes:

¿A dónde van las niñas y niños cuando se pierden?

Pueda que al igual que esta niña de 4 años a la que he nombrado Vanessa, durante mi narrativa, se encontró por designios del universo con alguien que se ocupe de ella, la calme, movilice la solidaridad, el sistema y la retorne a donde pertenece, esté segura y protegida.  

En caso contrario la niña o niño perdido, primero deambulará, hallándose con muchas  personas indiferentes que apuran el paso, porque ocuparse es invertir su tiempo, priorizando lo "urgente e impostergable" en épocas de inseguridad, profundo egoísmo y mayor infelicidad. Seguramente en estas condiciones una niña o niño perdido se confunda y extravíe más, asustada/o se oculte, sufra un accidente y hasta  muera

Podría ser que la niña o niño, al hallarse en un lugar y momento equivocado, se tope con algún ser monstruoso, quien aprovechando de su miedo e ingenuidad la engañe,  atrape y dañe; haciendo de ella y con ella lo inimaginable.

Lo cierto es que reduciremos estos riesgos, si estamos alertas como padre, madre, hermana, hermano, tía, tío, abuela, abuela, vecina,vecino, advirtiendo más el cuidado de niñas y niños a su ritmo y velocidad. Quizás más de uno de ellas/os haran de este mundo mejor, de aquello que hemos logrado hasta hoy, con tanta violencia, consumismo y egoísmo.

Y cuando nos hallemos con una niña o niño perdido, cada ciudadana y ciudadano, independiente de lo que tengamos entre manos y cómo nos hallemos en primera persona, nos ocupemos solidariamente, teniendo a cambio la recompensa de paz en el alma, habiendo retornado el regalo de amor y sinergia que el universo suele darnos cuando menos lo esperamos.