domingo, 1 de octubre de 2023

LA MAGIA DEL UNIVERSO Y MAMAJUANA

De un tiempo a esta parte, estoy en registro de desgaste, es 2:30 a.m. del domingo primero de octubre y una vez más, mi última molar derecha (47 en número de dentista), eliminó su restauración. Al igual que la impredecibilidad de mis demandas dentales, suelo perder la conciencia del tiempo, en el acto escribo y describo mi estado a mi  actual dentista[1], recibiendo su inmediata respuesta y cita para la mañana. Agradecí al universo vivir estos tiempos sin mediar, día, horario, ni distancia, sólo acceder al canal adecuado hacia el corazón y amor de mi querida amiga Verónica, dos mujeres de distíntas generaciones y ocupaciones, anudadas por la red.

Este primer regalo del universo en madrugada, tiene dos imbricaciones inmediatas: el desgaste personal y desuso social. Sobre lo que es importante reflexionar, porque es parte de nuestra condición humana, más exigente a medida que dejamos de ser jóvenes, en la mayoría sin habernos ocupado desde entonces.

Mi molar en cuestión, tiene historias y so pretexto de ella he vivido “N” aventuras y desventuras con mi sistema bucal. Tras mi primera decisión errónea de adolescente, donde inisistí en la extracción de mi premolar izquierdo, ante el primer dolor, aprendí la importancia de mantener la dentadura.  Al cumplir los 21 años, tiempo donde dicen maduramos racionalmente, decidí invertir mi sueldo de aquel entonces como contadora comercial acertadamente, colocándome tras la primera carie una incrustación de oro que duró hasta el 2008, donde otra carie dio lugar a la restauración con cerámica, de allí a la fecha empezaron mis desgastes, desventuras y aventuras, hoy cuento con una lista de amigas y amigos ligados a la salud bucal.

Soy de esas personas que cuida su salud bucal, así como de quienes han sido o son mi responsabilidad directa o indirecta. Mis pérdidas dentales fueron producto del proceso de aprendizaje en elegir instituciones confiables, buenos profesionales, la evolución de la tecnología y mi propia condición biológica.

Mis fracasos en influir sobre otras personas especialmente adultas, desde mamá hasta mujeres y hombres con quienes realicé educación popular y salud, se deben a la dificultad para modificar hábitos y concepciones de autocuidado. Existe una práctica cultural de salud curativa antes que preventiva, agravado por  la escasez económica, puesto que en el país, el cuidado dental y mental  es uno de los más caros, pero irónicamente cuando esta se produce se limita a lo estético, mercantilizándolo más y frecuentemente en manos de comerciantes todistas, sin especialización ni ética, con honrosas excepciones de quienes son realmente profesionales.

El éxito de la salud bucal, radica en la prevención y oportuna atención como sucedió con mi hija, haciéndome cargo con autoridad, rito e insistencia desde niña, hasta ser superada por ella en su ocupación hacia la perfección personal y familiar. En mis nietas, inculcar el hábito es producto de práctica, juegos, actitud y gesto. Hace poco en una de nuestras conversas, Puñuy enlistaba los “no negociables en su familia”, por curiosidad le pregunté sobre mí, ella respondió en primera, con gesto y palabras: “no soportas que no me lave los dientes”.

Respecto al desuso social de horarios, la simultaneidad del tiempo y reducción de la distancia en la comunicación cuasi los ha difuminado, siendo cuestionable para quienes insistimos en mantener prácticas de urbanidad y convivencia, asociada con nuestro ciclo bio-fisiológico y vital, mientras nos arrastra y arrasa la nueva modalidad de convivencia y tecnologia de la era digital. Sin duda que hay consecuencias de ¿cómo nos impacta?, un tema a investigar. 

En primera persona, ha sido un proceso de aprendizaje constante para no formar parte del museo de dinosaurias/os y responder a nuevos roles que la vida atribuye a veces sin darnos cuenta.

Hasta que se impuso el celular con identificador de contacto, nadie debía llamar por teléfono pasadas las veintidós horas, porque era una falta de respeto. Práctica que fue modificándose primero sólo laboralmente, con mensajes electrónicos y luego voz grabada, que se transformó en registro y constancia desplazando al memorándum especialmente donde no tenía cabida.

Mientras enseñaba a mujeres y hombres profesionales en cursos de especialización continua, tan o más ocupados que yo, aprendí a combinar ambas estrategias, correo con instrucciones y/o material adjunto y luego un mensaje de voz, pidiendo confirmen su recepción, porque pese al adelanto de la tecnología, al principio solía suceder que se “perdía” en la red.

A partir de la segunda década del siglo XX, mis educandos bajo intensa formación me mostraron que en la era digital y la vorágine de la tecnología la comunicación se tornaba ininterrumpida, independiente de aquello se estaba realizando en cada momento del día, a través del mensaje escrito.

Se trataba de profesionales entre 23 y 30 años que estudiaban simultáneamente dos posgrados y más de un idioma entre 14 y 16 horas x 7 días a la semana[2]: una segunda especialización y otra maestría,  siendo mi labor asegurar conclusión exitosa con dos productos adecuados/distinguidos  que les permitiría graduarse en ambas especialidades y acceder por mérito al escalafón correspondiente[3], en este contexto, nuestra comunicación debía ser constante y efectiva. 

Si bien el abuso de esta práctica donde no se produce un beneficio simultáneo y mutuo acuerdo, sino la imposición del poder a modo de control, requiere hoy cerrar la comunicación para tener el espacio de recuperación de la fuerza social en el trabajo asalariado. La apertura entre quienes existe mutua correspondencia es una maravilla, todo depende de qué y quienes requieren comunicación inmediata.

Esta madrugada, también descubrí que no soy la única persona que se devela, resolviendo problemas tal cómo se presentan, en el menor tiempo real. Lo hacen muchas mujeres y hombres, debido a las nuevas condiciones y herramientas. En mi caso de emergencia, debo incluir como valor agregado la construcción de relaciones con aprecio, disposición y amor, fuera del sistema de salud pública. Dios bendiga y el universo retribuya a las personas que combina profesionalidad con humanidad y amor.

Cuidado amoroso que bendice

Me despido de Verónica, aliviada mientras ella a pesar de su propia presión física, acepta sumar en su hacer a una paciente no programada, la bendigo, abrazo y alejo para retornar a casa y cubrir mi ciclo vital de dormir, para dejar que mi cuerpo recupere fuerzas.

Mientras camino, veo que la mañana aun es joven, el sol brilla al punto de quitarme la casaca y pienso en las veces que he postergado ver a MamaJuana, por esta nueva dinámica de vida invertida. Recuerdo su risa, cuento, canto y poder. ¡Necesito verla!. Cambio de rumbo, compro mi refrigerio al igual que algo para ella y Nelva, su ángel cuidadora de este tiempo. Daré una sorpresa a ambas, imagino deben estar solas en domingo, donde Brigite y su madre se disfrutarán mutuamente por algún lado.

En el trayecto entre la mar y el aeropuerto, descubro que los edificios educativos de formación superior se han multiplicado, la educación sigue siendo una mercancía rentable. Pienso que es tiempo de embarcarme en proporcionar formación virtual en planificación, investigación, género, políticas, elaboración de proyectos y tesis, pero sobre todo ética profesional. Pueda que así, contribuya en evitar que este gobierno y congreso, anule definitivamente la oportunidad de crecer profesionalmente a las nuevas generaciones.  

Como en los viejos tiempos, he llegado a mi destino sin anunciarme. Algo así como intervención inopinada de Trabajo Social, felizmente que no soy yo la sorprendida, sino que sorprendo en parte a mi sobrina y primas, están en casa todas las mujeres de tres generaciones, el festejo fue la noche previa, así que comparto la resaca con la bella juventud y hermandad.  

MamaJuana está en su cuarto, pidiendo a Nelva “Waqtallaman puñucamuy” (duérmete a mi espalda), ella se acerca al oído y le cuenta que Catalina la hija de su hermana Dominga la ha venido a visitarla, ella responde “Mi pishgu chaqui” (mi pie de pajarito), mientras levanta la mirada.

Me recuerda, reconoce y nombra, eso es bueno, está en su momento de lucidez. Acercándome lleno de besos a ese rostro tan suave que ha perdido el bronceado andino y enérgico que solía tener y todxs temían en la comarca. Es tan blanco y delicado como el de mi madre, se parecen tanto en el corte de cara, la nariz, los labios, diferenciándose sólo por más y menos arrugas testigos del tiempo que han vivido y bebido.

Con sus 101 años, MamaJuana está dando la batalla siendo ocupación, calor y compañía. Su cuerpo y rostro empequeñecido se siente, sabe y huele a bebé, producto del buen amor y cuidado de Nelva. La acaricio mientras celebro verla tras tanto tiempo. Es hora de su papilla de frutas, mientras yo desfallezco por mi propio metabolismo, aprovecho para hacerme una ensalada de frutas con mi lonchera improvisada, a la par que nos ponemos al día con Nelva, al rato su hermana se suma, mientras Brigit se va a trabajar, una mujer más al cuidado de los demás, puesto que ella es fisioterapista en ESSALUD. 

Con todo lo compartido y conversado, me voy tras una visita médica como dicen Arista y Nelva. Cargando al aroma del amor bebido, el recuerdo de la maestría de Nelva para cuidar, alimentar y comunicarse con MamaJuana, hay que tener pasta para ello y sapiensa. Es la segunda persona que en este día me alecciona sobre el cuidado de otro ser humano con calor y amor, mostrando cómo la vida las ha ido especializando a cada una sea como carrera y/o práctica. En caso de Nelva, primero fue el padre que vivió mucho tiempo con sólo una parte del corazón en función, luego la madre hasta cuasi la edad de mi madre y por los designios del universo hoy con la tía mayor.

A ella no puedo decirle como a otras mujeres que su hacer será ejemplo y reciprocidad de sus hijxs, porque ella decidió prescindir de ello. Pero en cambio, estoy segura que el universo será muy generoso, retornándole setenta veces siete, todo lo que da con desprendimiento, que sin duda saldará con creces todos sus pendientes humanos, como sucede pocas veces con quienes tienen una filosofía y práctica profundamente individualista y le huyen al cuidado de otro ser humano.

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