¿Cómo mirar el pasado?
A partir de los 30 años, nombrar al deseo y el acto en pasado sin que haya sucedido, suele ser un desperdicio por lógica básica de quién tiene dos dedos de frente. Hablar en pasado perfecto o imperfecto de algo que no sucedió como deseable y sugerible, es un argumento imposible, por irresoluble, tanto en plural como singular, en primera, segunda y tercera persona, el pasado es irreversible por acción u omisión.
Sin embargo, frecuentemente decimos:
"hubiera(as)(n)", "quise(siste)(ieron)",
"pensé(ó)(ron)", "creí(ste)(yeron)", "pude(iste)(ieron)".
Porque pese a creernos más sabias(os) en el presente que el pasado, descubrimos
lo mucho que nos falta para ello, mientras nos empeñamos en modificar o
acomodar la narrativa respecto a quién éramos entonces, con elementos de lo que
hoy creemos que somos, pero que mañana no reconoceremos. A eso suelo decir, ¡Cada
quién tiene su propia historia de la historia!
Pero también existen algunos modos de mirar el pasado a históricamente, sus extremos patológicos son: a) recrear ese pasado como “nuestra historia” según
nuestras necesidades e intereses presentes, generándose leyendas, fábulas,
cuentos y novelas. Por tanto, se trata de “acomodar la historia a nuestra
historia” y b) o bien negar, omitir, ignorar e invisibilizar el pasado, sea
porque es doloroso y/o vergonzoso para el SER en el que nos hemos convertido en
el presente (sea persona, grupo o sociedad). "No hay pasado que importe, sólo el presente", Sin considerar que sin ese pasado
quizás nos seríamos quienes hoy somos.
Si bien ambas tendencias sobre el modo de lidiar con el pasado, tienen sentido para quienes los elijen, su hándicap es que la reedición o negación, impide el aprendizaje y superación del mismo, al punto que cíclicamente este vuelve a reproducirse en las futuras generaciones. Por eso suele decirse que una sociedad sin memoria de su historia (tal como se dio) está condenada a reproducirla una y otra vez, ergo se aplica también a la vida de cada familia y sujeto. Sin lograr el quiebre de la tendencia ni trascendencia de las prácticas.
¿Cómo lidiar y ganar del pasado?
Tanto la práctica de acomodo de la historia como su negación
y/o rechazo, demuestra entre otras cosas, la discapacidad para la resiliencia
-haber asumido, aprendido y transformado-, aprender, superar, no volver a
reincidir. Refugiarse en la negación o
imaginación se transforma así, en garantía de reincidencia cíclica, personal que
a veces involucra a varias generaciones hasta cuando alguien rompe con el
círculo y silencio. Es el caso que bien grafica Renato Cisneros quién con maestría
revisa, conecta, vacía la historia de su familia y la propia para SER[1],
que a su vez es nuestra historia como país trascendiendo con su novela de lo
nuclear a los social.
Cuando incursioné en la investigación social, donde la(s)
pregunta(s) se producen sobre los actos, hechos, prácticas y fenómenos sucedidos
y percibidos por la población. Haciendo que nuestra atención vuelva al
pasado no para rasgarse las vestiduras, victimizarse, avergonzarse, ni acomodarla,
sino para analizarlo, comprender y saber actuar asertiva, propositiva y
proyectivamente ante situaciones semejantes en el presente y futuro, si se
corresponde con una investigación representativa, inferencial y con mínimo
margen de error.
Si en cambio, se corresponde con actos, hechos, prácticas
y fenómenos singulares, la investigación será cualitativa, permitiendo una
exploración para aproximarse y conocer esa singularidad que rompe con la
continuidad. Conocerlo y/o estudiarlo casuísticamente, identificándolo como un
todo o en sus partes en otras situaciones inadvertidas. Pero si se trata de
experiencias de intervención para modificar una situación dada, entonces
será la sistematización que pasa por reconstruir los pasos andados, para
comprenderlo, analizar y aprender de sus lecciones como enseñanzas a ser
referentes sea: a) como inspiración para una nueva investigación hipotética y representativa
o b) una nueva intervención profesional más exitosa, asertiva, masiva y/o acciones
preventivas.
Dicho esto, sin ánimo alguno de contradicción, sino de
cierta arqueología de la autopercepción de mis años de neófita en los
estudios de género, donde mi rechazo y rebeldía a lo
convencionalmente establecido emergía cuando colisionaba con mis derechos, intereses y libertad. Hoy tengo la tentación de modificar algunas condiciones en mi pasado, como el acceso a algunos registros, para una lectura comparada de mi razonamiento con perspectiva de género.
Me refiero a la falta de un archivo digital donde recuperar un escrito que realicé a inicios de los años ochenta del siglo pasado, puesto
que accedí a una computadora como parte del vulgo, a partir del 1987 como maquinaria
del centro laboral y no como hoy, un equipo personal desde donde escribo en
este momento. Para 1981, ya existían las computadoras de 4ª
generación Apple y las IBM[2],
para el primer mundo y sectores de élite.
¿Puede una obra literaria ser catalizador o generar daño colateral?
De no ser así, hoy tendría como referente para este
artículo, el comentario que elaboré en mi vieja Olivetti tras la
lectura de “Crónica de una muerte anunciada”[3]
de Gabriel García Márquez. Sin lugar a duda
descubriría un gran abismo entre una lectura sin y con perspectiva de
género, como el que nos narra Nadia Celis[4]
cuya arqueología escrita de los borradores del propio García Márquez
sobre la novela, evidencia que la maestría del auto para la narrativa, fue tal
que logró con su ficción sustituir una realidad. La mentira hecha
ficción, se transformó en noticia, generó sanción social, con una alegoría que
lindaba con apología a la discriminación, maltrato abuso familiar
y social de una mujer, bajo el pretexto de defender su “honor”, así como el silenciamiento de ella.
Mi lectura de esa primera edición pueda que haya alimentado a subrayar el maltrato de la literatura a la imagen de la mujer de los mediados del siglo XX, encarnado en este caso por la colombiana Margarita Chica Salas, justificando su maltrato así como abuso del marido y hermanos, la tergiversación de la prensa y movilizando la maledicencia pública.
“Lo terrible del inaudito amor entre los esposos, sugiere
el narrador del epílogo suprimido, es que se alimenta de esa forma extrema de
machismo que empuja a los hermanos Vicario a matar, cuya brutalidad es
denunciada abiertamente en la novela. Una lectura contemporánea de este clásico
supone revisar, además, la violencia ejercida sobre la protagonista femenina,
la del drama real y la de la novela.” (Nadia Celis, 2021)
Lo cierto es que carezco de aquel mi comentario escrito,
pero intuyo que fue acorde a lo señalado por Celis, debido al desenlace que
tuvo en mi propia historia de entontes. Por tanto, comparto el contexto y su
daño colateral o papel catalizador que jugó la novela en mi vida.
Realice aquel comentario, satisfaciendo el pedido de un
enamorado en aquel periodo, quien consciente de mi debilidad por la lectura, me
entregó la obra recién impresa de “Crónica de una muerte anunciada”, pidiéndome
que lo leyera y le diera una opinión por escrito, sin más detalle. El desconocía
entre otras cosas, que Gabo era uno de mis autores predilectos y esa lectura lo
reafirmaría, con ficción y vida propia en mi historia.
Leí de corrido aquella primera edición de “Crónica de una
muerte anunciada” que me resultó ligera, en contraste con “100 años de soledad”,
que había devorado creyéndome cada una de sus fantasías. “El otoño del
patriarca”, al cual leí sin parar y literalmente sin respirar en sus 80 páginas, por ser el escrito de un solo párrafo. “El coronel no tiene quien le
escriba” conmoviéndome el olvido, la miseria y dignidad tozuda de un militar, que espera
una pensión ganada tan larga como sus carencias, como sucede a diario en nuestros países latinos. “El general en su laberinto”,
que pinta al libertador Bolívar con distintos colores que la historia oficial
de cada país que él había tocado de la hoy América Latina.
Mi primera intención fue escribir un comentario manuscrito,
pero al ver mi letra ilegible incluso para mí, preferí mi vieja máquina.
Aquella con la cual producía los trabajos de mi pregrado universitario, que me
acompañó toda una vida por gratitud a quién me lo obsequió, reconocimiento y
apego a su compañía en mis noches de desvelo. Sólo me desprendí de aquella
máquina por amor, hasta perderlo, como suele perderse muchas cosas que se ama,
por otro amor no necesariamente mejor ni mejor destino.
Recuerdo que fue un comentario en más de una hoja, pero no
cuántas exactamente, porque era un escrito intrascendente para alguien con quien tenia una relación de confianza, con borrones -sobre
escribiendo con xxxx en alguna palabra errada-, algo que no es posible hoy en el
texto digital, salvo un tachado.
Entregué el comentario a aquel enamorado y me olvidé, unas semanas
después, él me contó como gran acontecimiento, que fue presentado como trabajo
de grupo obteniendo la mayor calificación. Aun incrédula pensando que comprendí mal, le pregunté: “¿será al
trabajo que hicieron como grupo al que añadiste mi comentario”. Y él respondió
con soltura: “De ningún modo, presentamos lo que me diste y sólo añadimos
nuestros nombres”.
Yo me quedé atónita -acostumbrada a realizar monografías con
sumo cuidado y dedicación, para obtener como máxima nota 14 a modo de mayor
exigencia-, emoción que sin duda se reflejó en mi rostro. Él se incomodó y sin
entender mi sorpresa hacia el nivel de irresponsabilidad de un grupo académico,
así como la escasa exigencia del docente agregó: “vez como eres, uno quiere
alegrarte con un reconocimiento y tú sales con esa pose de superioridad”.
Con esa lectura a mi reacción, indudablemente para él fue
una decepción mi actitud “soberbia”, como para mí fue otra decepción descubrir la
mediocridad con que asumía un trabajo de grupo, el uso de mi debilidad por la lectura y su capacidad
para victimizarse. Permitiéndome visualizar
aquello en quien se convertiría, así de lineal fue mi análisis y síntesis. Transformándose
“Crónica de una muerte anunciada”, en una de las razones para que él,
transitara al estado de ex.
En las conversas con mis sobrinas y nietas, a este tipo de eventos suelo graficar como: “él estaba a dos cuadras cuando lo dejé”, porque cuando indagan sobre mis relaciones de pareja, dibujo para que comprendan, que las más importantes, solían iniciarse sobre tres elementos: respeto, admiración y atención. Y que solían terminar pese al respeto y atención, que lo había dejado de admirar, al descubrir que en nuestro andar, él se había quedado una cuadra o más detrás.
Para este caso en particular, la obra de Gabo, no sólo me
distrajo, generó que trabajara sobre su lectura seguramente en la línea de su
fantasía, pese a ello, también me esclareció en mi vida cotidiana. Aun sin el registro
correspondiente del comentario, puedo inferir que mi lectura y crítica fue en
consonancia con la lectura poco crítica y masculinizada del docente que
lo revisó y calificó destacadamente, valorando el trabajo ausente de un
grupo. Proporcionándome con ello los elementos para mirar quién era mi acompañante de camino, hasta perderse en la distancia de nuestros pasos.
Hoy sé que mi lectura y comprensión de la obra sería distinta,
por mi formación y especialización en relaciones de género sumado a la información de Celis. Cuyo producto
valoraría de distinto modo un docente igual que aquel, descalificando al grupo,
en ese caso si fuera un conservador, sería mi pareja quien se decepcionaría de
mi lectura, viéndome como amenaza y alejaría, ergo también me liberaría.
En uno y otro caso “Crónica de una muerte anunciada”,
tanto ayer como hoy, con este ejercicio de pensar en el pasado, dice que
entonces me liberó al despojar de brillo que admirar. De suceder hoy, me volvería a liberar, porque mi lectura extraviaría su atención por ser
subversiva.
En ambos casos, por enésima vez afirmo que los libros me hacen
una mujer libre y feliz. Y el gran Gabo, uno de mis autores preferidos, aun
cuando pecó con la realidad imponiendo su imaginación, me salvó ayer por
omisión y me salvaría hoy por acción.
[1]
Cisneros, Renato. (2015) La
distancia que nos separa. Lima: Editorial Planeta, 384 p.; (2017) Dejarás la
tierra. Lima: Editorial Planeta, 336 p.
[2]
Hernández García, Gerardo Ignacio. (s.f.) HISTORIA DE LAS COMPUTADORAS,
recuperado de https://www.uv.mx/personal/gerhernandez/files/2011/04/historia-compuesta.pdf,
27 diciembre 2021
[3]
García Márquez, Gabriel. (1981). “Crónica
de una muerte anunciada”. Bogotá, Colombia: Editorial Oveja Negra, 137 páginas.
[4]
La verdadera historia de 'Crónica de una muerte anunciada' (1m y 2) https://wmagazin.com/relatos/cronica-de-una-muerte-anunciada-de-garcia-marquez-la-historia-secreta-de-los-amores-escondidos-y-la-desgracia-en-la-realidad-y-del-proceso-de-escritura/?fbclid=IwAR34RNSgGat-ssQvcZ9YJ_hkd5qJ-yt_KgNRmR2mxIqFBLKyVXDev2qsfQ8#la-verdadera-historia-de-cr%c3%b3nica-de-una-muerte-anunciada-1