viernes, 15 de octubre de 2021

CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA, CATALIZADOR O DAÑO COLATERAL

¿Cómo mirar el pasado?


A partir de los 30 años, nombrar al deseo y el acto en pasado sin que haya sucedido, suele ser un desperdicio por lógica básica de quién tiene dos dedos de frente. Hablar en pasado perfecto o imperfecto de algo que no sucedió como deseable y sugerible, es un argumento imposible, por irresoluble, tanto en plural como singular, en primera, segunda y tercera persona, el pasado es irreversible por acción u omisión.

Sin embargo, frecuentemente decimos: "hubiera(as)(n)", "quise(siste)(ieron)", "pensé(ó)(ron)", "creí(ste)(yeron)", "pude(iste)(ieron)". Porque pese a creernos más sabias(os) en el presente que el pasado, descubrimos lo mucho que nos falta para ello, mientras nos empeñamos en modificar o acomodar la narrativa respecto a quién éramos entonces, con elementos de lo que hoy creemos que somos, pero que mañana no reconoceremos. A eso suelo decir, ¡Cada quién tiene su propia historia de la historia!

Pero también existen algunos modos de mirar el pasado a históricamente, sus extremos patológicos son: a) recrear ese pasado como “nuestra historia” según nuestras necesidades e intereses presentes, generándose leyendas, fábulas, cuentos y novelas. Por tanto, se trata de “acomodar la historia a nuestra historia” y b) o bien negar, omitir, ignorar e invisibilizar el pasado, sea porque es doloroso y/o vergonzoso para el SER en el que nos hemos convertido en el presente (sea persona, grupo o sociedad). "No hay pasado que importe, sólo el presente", Sin considerar que sin ese pasado quizás nos seríamos quienes hoy somos.

Si bien ambas tendencias sobre el modo de lidiar con el pasado, tienen sentido para quienes los elijen, su hándicap es que la reedición o negación, impide el aprendizaje y superación del mismo, al punto que cíclicamente este vuelve a reproducirse en las futuras generaciones. Por eso suele decirse que una sociedad sin memoria de su historia (tal como se dio) está condenada a reproducirla una y otra vez, ergo se aplica también a la vida de cada familia y sujeto. Sin lograr el quiebre de la tendencia ni trascendencia de las prácticas.  

¿Cómo lidiar y ganar del pasado?  

Tanto la práctica de acomodo de la historia como su negación y/o rechazo, demuestra entre otras cosas, la discapacidad para la resiliencia -haber asumido, aprendido y transformado-, aprender, superar, no volver a reincidir.  Refugiarse en la negación o imaginación se transforma así, en garantía de reincidencia cíclica, personal que a veces involucra a varias generaciones hasta cuando alguien rompe con el círculo y silencio. Es el caso que bien grafica Renato Cisneros quién con maestría revisa, conecta, vacía la historia de su familia y la propia para SER[1], que a su vez es nuestra historia como país trascendiendo con su novela de lo nuclear a los social.

Cuando incursioné en la investigación social, donde la(s) pregunta(s) se producen sobre los actos, hechos, prácticas y fenómenos sucedidos y percibidos por la población. Haciendo que nuestra atención vuelva al pasado no para rasgarse las vestiduras, victimizarse, avergonzarse, ni acomodarla, sino para analizarlo, comprender y saber actuar asertiva, propositiva y proyectivamente ante situaciones semejantes en el presente y futuro, si se corresponde con una investigación representativa, inferencial y con mínimo margen de error.

Si en cambio, se corresponde con actos, hechos, prácticas y fenómenos singulares, la investigación será cualitativa, permitiendo una exploración para aproximarse y conocer esa singularidad que rompe con la continuidad. Conocerlo y/o estudiarlo casuísticamente, identificándolo como un todo o en sus partes en otras situaciones inadvertidas. Pero si se trata de experiencias de intervención para modificar una situación dada, entonces será la sistematización que pasa por reconstruir los pasos andados, para comprenderlo, analizar y aprender de sus lecciones como enseñanzas a ser referentes sea: a) como inspiración para una nueva investigación hipotética y representativa o b) una nueva intervención profesional más exitosa, asertiva, masiva y/o acciones preventivas.

Dicho esto, sin ánimo alguno de contradicción, sino de cierta arqueología de la autopercepción de mis años de neófita en los estudios de género, donde  mi rechazo y rebeldía a lo convencionalmente establecido emergía cuando colisionaba con mis derechos, intereses y libertad. Hoy tengo la tentación de modificar algunas condiciones en mi pasado, como el acceso a algunos registros, para una lectura comparada de mi razonamiento con perspectiva de género.

Me refiero a la falta de un archivo digital donde recuperar un escrito que realicé a inicios de los años ochenta del siglo pasado, puesto que accedí a una computadora como parte del vulgo, a partir del 1987 como maquinaria del centro laboral y no como hoy, un equipo personal desde donde escribo en este momento. Para 1981, ya existían las computadoras de 4ª generación Apple y las IBM[2], para el primer mundo y sectores de élite.

¿Puede una obra literaria ser catalizador o generar daño colateral?

De no ser así, hoy tendría como referente para este artículo, el comentario que elaboré en mi vieja Olivetti tras la lectura de “Crónica de una muerte anunciada”[3] de Gabriel García Márquez. Sin lugar a duda descubriría un gran abismo entre una lectura sin y con perspectiva de género, como el que nos narra Nadia Celis[4] cuya arqueología escrita de los borradores del propio García Márquez sobre la novela, evidencia que la maestría del auto para la narrativa, fue tal que logró con su ficción sustituir una realidad. La mentira hecha ficción, se transformó en noticia, generó sanción social, con una alegoría que lindaba con apología a la discriminación, maltrato abuso familiar y social de una mujer, bajo el pretexto de defender su “honor”, así como el silenciamiento de ella.

Mi lectura de esa primera edición pueda que haya alimentado a subrayar el maltrato de la literatura a la imagen de la mujer de los mediados del siglo XX, encarnado en este caso por la colombiana Margarita Chica Salas, justificando su maltrato así como abuso del marido y hermanos, la tergiversación de la prensa y movilizando la maledicencia pública.

“Lo terrible del inaudito amor entre los esposos, sugiere el narrador del epílogo suprimido, es que se alimenta de esa forma extrema de machismo que empuja a los hermanos Vicario a matar, cuya brutalidad es denunciada abiertamente en la novela. Una lectura contemporánea de este clásico supone revisar, además, la violencia ejercida sobre la protagonista femenina, la del drama real y la de la novela.” (Nadia Celis, 2021)

Lo cierto es que carezco de aquel mi comentario escrito, pero intuyo que fue acorde a lo señalado por Celis, debido al desenlace que tuvo en mi propia historia de entontes. Por tanto, comparto el contexto y su daño colateral o papel catalizador que jugó la novela en mi vida.

Realice aquel comentario, satisfaciendo el pedido de un enamorado en aquel periodo, quien consciente de mi debilidad por la lectura, me entregó la obra recién impresa de “Crónica de una muerte anunciada”, pidiéndome que lo leyera y le diera una opinión por escrito, sin más detalle. El desconocía entre otras cosas, que Gabo era uno de mis autores predilectos y esa lectura lo reafirmaría, con ficción y vida propia en mi historia.

Leí de corrido aquella primera edición de “Crónica de una muerte anunciada” que me resultó ligera, en contraste con “100 años de soledad”, que había devorado creyéndome cada una de sus fantasías. “El otoño del patriarca”, al cual leí sin parar y literalmente sin respirar en sus 80 páginas, por ser el escrito de un solo párrafo. “El coronel no tiene quien le escriba” conmoviéndome el olvido, la miseria y dignidad tozuda de un militar, que espera una pensión ganada tan larga como sus carencias, como sucede a diario en nuestros países latinos. “El general en su laberinto”, que pinta al libertador Bolívar con distintos colores que la historia oficial de cada país que él había tocado de la hoy América Latina.

Mi primera intención fue escribir un comentario manuscrito, pero al ver mi letra ilegible incluso para mí, preferí mi vieja máquina. Aquella con la cual producía los trabajos de mi pregrado universitario, que me acompañó toda una vida por gratitud a quién me lo obsequió, reconocimiento y apego a su compañía en mis noches de desvelo. Sólo me desprendí de aquella máquina por amor, hasta perderlo, como suele perderse muchas cosas que se ama, por otro amor no necesariamente mejor ni mejor destino.

Recuerdo que fue un comentario en más de una hoja, pero no cuántas exactamente, porque era un escrito intrascendente para alguien con quien tenia una relación de confianza, con borrones -sobre escribiendo con xxxx en alguna palabra errada-, algo que no es posible hoy en el texto digital, salvo un tachado.

Entregué el comentario a aquel enamorado y me olvidé, unas semanas después, él me contó como gran acontecimiento, que fue presentado como trabajo de grupo obteniendo la mayor calificación. Aun incrédula pensando que comprendí mal, le pregunté: “¿será al trabajo que hicieron como grupo al que añadiste mi comentario”. Y él respondió con soltura: “De ningún modo, presentamos lo que me diste y sólo añadimos nuestros nombres”.

Yo me quedé atónita -acostumbrada a realizar monografías con sumo cuidado y dedicación, para obtener como máxima nota 14 a modo de mayor exigencia-, emoción que sin duda se reflejó en mi rostro. Él se incomodó y sin entender mi sorpresa hacia el nivel de irresponsabilidad de un grupo académico, así como la escasa exigencia del docente agregó: “vez como eres, uno quiere alegrarte con un reconocimiento y tú sales con esa pose de superioridad”.

Con esa lectura a mi reacción, indudablemente para él fue una decepción mi actitud “soberbia”, como para mí fue otra decepción descubrir la mediocridad con que asumía un trabajo de grupo, el uso de mi debilidad por la lectura y su capacidad para victimizarse.  Permitiéndome visualizar aquello en quien se convertiría, así de lineal fue mi análisis y síntesis. Transformándose “Crónica de una muerte anunciada”, en una de las razones para que él, transitara al estado de ex.

En las conversas con mis sobrinas y nietas, a este tipo de eventos suelo graficar como: “él estaba a dos cuadras cuando lo dejé”, porque cuando indagan sobre mis relaciones de pareja, dibujo para que comprendan, que las más importantes, solían iniciarse sobre tres elementos: respeto, admiración y atención.  Y que solían terminar pese al respeto y atención, que lo había dejado de admirar, al descubrir que en nuestro andar, él se había quedado una cuadra o más detrás.

Para este caso en particular, la obra de Gabo, no sólo me distrajo, generó que trabajara sobre su lectura seguramente en la línea de su fantasía, pese a ello, también me esclareció en mi vida cotidiana. Aun sin el registro correspondiente del comentario, puedo inferir que mi lectura y crítica fue en consonancia con la lectura poco crítica y masculinizada del docente que lo revisó y calificó destacadamente, valorando el trabajo ausente de un grupo. Proporcionándome con ello los elementos para mirar quién era mi acompañante de camino, hasta perderse en la distancia de nuestros pasos.

Hoy sé que mi lectura y comprensión de la obra sería distinta, por mi formación y especialización en relaciones de género sumado a la información de Celis. Cuyo producto valoraría de distinto modo un docente igual que aquel, descalificando al grupo, en ese caso si fuera un conservador, sería mi pareja quien se decepcionaría de mi lectura, viéndome como amenaza y alejaría, ergo también me liberaría.

En uno y otro caso “Crónica de una muerte anunciada”, tanto ayer como hoy, con este ejercicio de pensar en el pasado, dice que entonces me liberó al despojar de brillo que admirar. De suceder hoy, me volvería a liberar, porque mi lectura extraviaría su atención por ser subversiva.

En ambos casos, por enésima vez afirmo que los libros me hacen una mujer libre y feliz. Y el gran Gabo, uno de mis autores preferidos, aun cuando pecó con la realidad imponiendo su imaginación, me salvó ayer por omisión y me salvaría hoy por acción.



[1] Cisneros, Renato. (2015) La distancia que nos separa. Lima: Editorial Planeta, 384 p.; (2017) Dejarás la tierra. Lima: Editorial Planeta, 336 p.

[2] Hernández García, Gerardo Ignacio. (s.f.) HISTORIA DE LAS COMPUTADORAS, recuperado de https://www.uv.mx/personal/gerhernandez/files/2011/04/historia-compuesta.pdf, 27 diciembre 2021

[3] García Márquez, Gabriel. (1981). “Crónica de una muerte anunciada”. Bogotá, Colombia: Editorial Oveja Negra, 137 páginas.