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martes, 24 de julio de 2018

RETORNO TEMPORAL DE ÉXITO Y FICCIÓN

Si bien hay diversos comportamientos de las(os) retornantes, esta vez me concentraré en aquel relacionado con el objetivo consciente o inconsciente de incentivar, motivar y hasta concertar la migración de nuevas generaciones, silenciando el costo del mismo, evitando que futuros(as) migrantes tengan la posibilidad de elección y decisión informada al respecto. 

Paradero interprovincial TupacAmaru
Las diversas generaciones de mujeres y hombres emigrantes del interior del país a Lima y las grandes ciudades, en su proceso de asimilación, fueron inoculadas del silencio cómplice respecto a los rigores y horrores de la misma. Hacerse pernóctante del centro y la periferia, afirmó su condición de inmigrante . Explicando en parte, su necesidad de retorno periódico revestido de un éxito ficticio, sin espacio para la comunión, realimentación y reconexión con lo suyo.

Retornar impostando aquello que no existe, moderniza la vieja práctica oligárquica del enganche [1] con la promesa simbólica de un éxito similar al que ostenta, negándose así mismo, aquello en lo que se han convertido, mientras asegura hoy como ayer la permanente emigración de sus coterráneos.

El retorno ficticio es posible gracias a la complicidad pasiva de quienes en el pueblo de origen acogen sin reservas al retornante sea por afecto, nostalgia o ilusión. Cediéndole por unos días, las riendas de sus vidas, deseos y costumbres a cambio de unos días festivos, aun cuando ello coloquen de lado su propio modo de resignificarse.

Visto en primera persona, el silencio sobre el costo de ser inmigrante en la gran ciudad ante coterráneos, tiene repercusiones tanto para el retornante como del emigrante en perspectiva.

Para el retornante que calla, se transforma en alienación de sí mismo(a) y desgarro interno, porque renuncia a compartir de su orfandad y melancolía. El éxito que imposta a su retorno le impide renovar sus valores de horizontalidad e igualdad en el que creció en su comunidad (como unidad) al construirse para sí un presente de ficción.  Se traiciona así mismo al hacerlo con su coterráneo, cuando manipula el valor de solidaridad y trabajo compartido en su beneficio, resinificando y revirtiendo valores ancestrales de ‘Ama Llulla, Ama Kella, Ama Sua’ en mentira, autocomplacencia y estafa.

Para él o la futura migrante, el silencio le impide mirar más allá de aquello que se le exhibe. El éxito aparente del retornante es la promesa de su propio éxito cuando se es joven e inexperto(a), mientras se atiza sentimientos andinos de codicia hispana, audacia inca y envidia mestiza por estrenar.

Haciendo que valore su ser y proyecte su futuro, basado en lo efímero e ignorando los rigores de ser andino(a), quechua hablante, mujer u hombre en una ciudad masificada, desbordante, indiferente, explotadora, discriminadora, riesgosa y machista. Las fauces de la soledad en compañía, el dolor del desenraizamiento, el peso de la discriminación, explotación y autoexploración a cambio de una sobrevivencia y un éxito escurridizo.

Si bien el retornante recurre a la apariencia de éxito por pose y prestigio, en realidad lo hace porque es su modo de poner en funcionamiento un sistema para su propia sobrevivencia, asegurándose  mano de obra barata, a través de dos estrategias: a)   conquista y atracción del coterráneo o paisano(a) y b) herramienta de sometimiento donde ejercer un poder deshumanizante.

Sucumbiendo ante el único modo de crecer él o ella es abusando y violando los derechos del otro(a), reproduciendo como suyo el ejercer poder a través del sometimiento, explotación y discriminación. Práctica que se aproxima a aquello que Aníbal Quijano llama colonización del poder [2]porque se ejerce desde adentro del ser, donde el explotado(a) acepta y coopera con el explotador creyendo que no existe otro modo.

En la mayoría de inmigrantes de la quinta generación y algunos(as) de generaciones previas, no le basta sobrevivir, reinventarse y apropiarse de un nuevo revestimiento de su ser, pensar, hacer y sentir. Necesita apostarle todo o nada a un retorno triunfal de migrante, ante quienes aún permanecen en ese pueblo que devalúa y donde no se visualiza habitarla por más de unos días festivos.

El silencio se alimenta de la necesidad de ser a través del tener, mediante la propiedad efímera y el poder simbólico de conquista y triunfo en la ciudad. Todo tiene sentido y contenido si logra el reconocimiento y aplauso, mejor si aviva la envidia que inmoviliza y aniquila, en el nativo del pueblo cuya existencia se afirme aun cuando no su desarrollo, condición necesaria para su empobrecimiento, reproducción y migración.

Retornantes Villa Rica,  Camino a la carrera de cintas
No importa que en ese esfuerzo de gloria personificada, se diluya el sentido, contenido y espíritu de pueblo. Porque aquello que menos se toma en cuenta es la cultura identitaria: costumbres, prácticas, ritos y valores del lugar. Si fuera central, no le permitiría el despliegue y exhibición de la apariencia personal y parental con sus afeites, aderezos y maquillaje que sustituye a los ancestrales por una ficción importada.

La animación de la cultura e identidad del pueblo queda de lado, priorizando aquello que no se posee con despilfarro, siendo central el hedonismo, narcisismo y poses. Efectivo si de paso se gana alguna indulgencia de la cruz, la mama virgen y taita dios, para ello serán suficiente flores, el manto, la comida y el licor, dejando de lado la reflexión, acto de contrición y enmienda.

Sólo cuando se enfrenta el rito central se constatan menos almas devotas, la mayoría del pueblo es Shiri (protestante) porque ha optado por una de las tantas sectas. Basta nombrar el adjetivo para ahogar la interrogante del ¿Por qué?, puesto que ahondar en él revelaría, el rechazo a esa forma desenfrenada y aparente de fe, centrada en el culto a la imagen de éxito del retornante, con celebración desbordante de excesos y pérdida del espíritu de recogimiento.

El rito ancestral de devoción es sustituido por la irreverencia que linda con el turismo consumista e inculto. En La Merced, Oxapampa, Villa Rica, San Ramón, Tarma el centro de la representación cultural, es el dolor en semana santa, trastocado como espectáculo que atrae a tirios y troyanos, saciado con licor hasta el hartazgo. Las seudo discotecas funcionan hasta el amanecer, el nuevo día descubre cuerpos ebrios esparcidos por aquí y allá, mientras valores y símbolos religiosos son frecuentemente profanados[3].

Durante el acto central de la fiesta patronal en Huari, Huaraz, Cajamarca, Trujillo, Piura y otros, las ancianas(os) y autoridades transitan con actitud de recogimiento, vestidos de riguroso luto, en contraste a retornantes revestidos de pavo real, seda, tafetán y brillos. El pueblo ayuna, mientras las(os) turistas devoran y exigen banquetes. El pueblo ora y medita, los(as) retornantes colocan una banda en las cuatro esquinas de la plaza principal. Ancianas(os) se santiguan por la blasfemia a sus formas y ritos, los(as) jóvenes imitan la irreverencia.

Adultos del pueblo aprovecha la oportunidad festiva para embriagarse de fantasía y licor. Niñas(os) y adolescentes, cuentan los años que les hace falta para dejar su pueblo, al que aman y disfrutan en su belleza, pero aman más la fantasía que exhibe el retornante. En cada acto se estimula y anima la migración hacia la ciudad prometida, reproduciendo los viejos argumentos, bajo nuevos contextos. 

Retornantes  expectando al corrida de toros en 
En muchas fiestas patronales de los pueblos andinos, principalmente hacia el norte y centro, con menor población e identidad que en el sur del país, quien retorna instaura la valoración de lo urbano respecto al local, sustituyéndose la chicha pintada o pisqueada de jora, por cerveza; el aguardiente por ron y whisky. El poto de calabaza por el vaso de vidrio que simule al cristal o la lata de cerveza. El puchero, la patasca y sopa verde por el caldo de gallina o de pollo. El picante de cuy, quinua, haba, tawri, alverja y trigo resbalado por el arroz con pollo, tallarín, seco y estofado. La pachamanca por la fritura o saltado. Transformándose el manejo y producción gastronómica, en imagen simbólica del modo como se invade y modifica la práctica del pueblo bajo el adjetivo de mixtura, pero en realidad es el desplazamiento de platos típicos por los urbanos.

Retorno de éxito ficticio, tan breve como el abrir y cerrar un telón, pero suficiente para transmitir la conquista inexistente de la ciudad, en tanto la realidad es de brutal explotación y autoexploración[4] como el quedar encerrado e incinerado en vida dentro de un contenedor[5]; trabajar más de doce horas al servicio de un inmigrante informal[6], hacerse vecino(a) en el último arenal o cerro que circunda las ciudades sin ser parte de ella[7], alojarse en entrañas de los suburbios tugurizados sea sótanos, viviendas coloniales inhabitables o sólo pernoctar en altillos de los primeros edificios de quincha alrededor de plazas populares, prestos a desplomarse o arder al primer chispazo.

Si la apariencia en la fiesta patronal es una maquinaria de la vanidad que encubre los rigores de la migración. Es al mismo tiempo una amenaza local, que arrasa con el principal valor de la comarca/pueblo, su cultura, desplazada a segundo lugar por los cánones de la vida marginal del migrante en las grandes ciudades. Arrancando de ese pueblo venido a menos, el prestigio anhelado, al mismo tiempo que se reduce su oportunidad de crecer y prosperar, ser destino de vida buena durante el cercano retiro, 

El retorno de aparente éxito y enajenación de la práctica local, es ante todo un atentando contra aquello que ha permitido a los pueblos andinos, sobrevivir a cinco siglos de colonización: costumbres, prácticas, bienes y patrimonio cultural de la zona. Amenaza a esa capacidad para sostener procesos de sincretismo, y preservación de su cosmovisión, valores, éticas y moral. Con capacidad para fluir en el bilingüismo, sin permitir la extinción del dialecto de sus ancestros. Incorporar nuevas técnicas productivas sin renunciar a la tecnología heredada de los incas y pre incas,   conocimientos de la riqueza que brota de la tierra, su ambiente y biodiversidad.  

Un emigrante bajo la careta de conquistador de la gran ciudad,   atrapa la ingenuidad del futuro emigrante impidiendo el crecimiento y apuesta para valorarse en su propio territorio, renunciando a construir, crecer y expandir a su pueblo. Discapacitándolo(a) para reinventarse, embellecer y crear valor agregado en comunidad. Acrecentando el rechazo a lo suyo donde la huida se percibe como única vía de solución a los problemas, que supera al dolor del desprendimiento y olvido a quienes se quedan para seguir siendo referente y fuente de prestigio para el retorno efímero.

Sólo falta saber quién es más feliz, aquel que se queda en lo suyo a vivir al ritmo de la naturaleza, sus fuerzas, amor y fe, agradeciendo cada anochecer y santificando cada fruto maduro al amanecer;  reconociendo, saludando, riendo y bendiciendo a cada ser.
Pueda que el pueblo recobre su dinámica al ritmo de sus escasos habitantes o ingrese a su estado de hibernación silente, donde la grama amortigüe el paso vacilante de ancianas(os), la melancolía de mujeres solas real o simbólicamente se esparza con el viento, quizás el canto de un ave en una tarde serena, sintonicen con su risa o las lágrimas de orfandad se funda con la lluvia.

Quizás, los escasos hombres vuelvan al campo generoso, acompañado de los recuerdos de festividad y los brindis nombrados, el beso de despedida de sus seres amados, los fantasmas que espantarán a mediodía cuando el sol se torne inclemente o la lluvia arrecie, buscándose unos a otros para en comunidad reducir su cansancio con chicha pintada de alcohol, masticando la mama coca y pensando en la tarea del siguiente día.

Seguramente niñas y niños jueguen a ser futuras mujeres y hombres, mientras en su interior crece el bicho del emigrante,  preparando a su alma y espíritu para el desarraigo, se planteen como meta alcanzar la mayordomía de la fiesta patronal y celebrar mejor que el último que les toque contemplar.

Retornantes esperando la Línea 1 Tren a las 8 a.m.
O será más feliz aquel retornante, tras haber realizado la mejor celebración de la fiesta costumbrista con una contribución inadvertida a la extinción de ese pueblo en el tiempo, sacudiendo el soroche de la altura con sueño despierto aproximándose a su realidad, resentirá los bolsillos vacíos, cuerpo maltrecho, cansancio en todos sus átomos por la danza incesante, el canto y vigilia auto impuesto, pero rebosante de orgullo y renovada la vanidad.

Volverá a sentirse en casa, independiente de que tenga ciento veinte o cincuenta metros cuadrados porque es su hogar, donde pernoctará luego de una jornada de doce o más horas al servicio de la otra "señora", o un "jefe", tras un mostrador, un timón, una máquina, una carretilla de desayuno, como datero o dependiente pegada(o) a su celular. Se preparará para cobrar a aquel cliente duro de roer o tras la entidad financiera más accesible, por un nuevo crédito para refinanciar, aquel otro que está vencido.

Pueda que se mude del piso alquilado a otro, perdiéndose por algún tiempo de sus acreedores. Esperando que sea domingo para descansar y cuando este llega, postergarlo por imprevistos de un nuevo contrato, la fiesta en el club social o deportivo, la reunión de padres, el compromiso con un nuevo cliente. Respira profundo y se consuela, que dormirá durante el viaje del siguiente año a la fiesta patronal de su pueblo.

La apariencia junto a la posesión,  es el deseo insano y devorador que lleva al control, ejerciendo poder sobre algo, por muy efímero y pequeño que este sea, atravesándonos  como país de cabo a rabo y pueda que allí esté uno de los principales estímulo para el aguante de tanta corrupción, abuso, explotación, estafa y perdición. Porque en el fondo, muy en el fondo, cuando nos entregamos a la apariencia, cualquiera que esta sea, en realidad estafamos y envilecemos a nuestro espíritu y alma ante nosotras(os) mismas(os).

Mientras que la autenticidad es tan ligera, benéfica y menor costo si es sincera, oportuna y sostenida. Apreciar lo que tenemos, viviendo y expresando nuestros sentimientos en su momento, abreviando o advirtiendo el sufrimiento del nuevo emigrante mujer u hombre de la comarca. Creando condiciones para que quienes se aventuren a migrar lo hagan con plena conciencia, fortaleza y disposición a exigencias como el dolor del desarraigo y la orfandad en un espacio donde todos son anónimos, incógnitas y nada.

Reconocerse sobreviviente, bendiciendo y amando lo arrancado, eligiendo quedarse por convicción, sentirse parte de y que otros(as) te reconozcan como tal, construir con amor, desprendimiento, entrega y persistencia la vida cada día, creciendo de adentro para afuera.

Autenticidad que nos permite ser y disfrutar de aquello que nos obsequia el universo, extasiarnos con cada milagro como el amor, la amistad, estar y sentirse bien. Sonreír al inicio y fin de cada día y semana donde es posible celebrar a la vida en este espacio, tiempo, abrazando plenamente si hay condiciones para ser compartido o partido.

Valorar y renovar nuestras raíces haciendo que cada retorno temporal sea momento de intercambio sincero y alimento del espíritu colectivo, fortaleciendo los valores de comunidad que nos mantenga enlazados, afirme nuestra identidad, nos permita ser allí donde hayamos decidido estar y pertenecer sin necesidad de renunciar o mimetizarse.




[1] Pago adelantando para facilitar la migración, a ser reembolsado con parte significativa de su futuro ingreso, que se extendería en el tiempo hasta transformar el sueño del progreso en trabajo esclavizante.
[2]Quijano Aníbal. Colonialidad del Poder y Des/Colonialidad del Poder http://www.ceapedi.com.ar/imagenes/biblioteca/libreria/51.pdf
[3] Recuerdo la narración de una anciana, en uno de los pueblos del interior de cómo se había perdido el respeto y su fe a los símbolos, la repercusión de ello en sus vidas y en la vida del transgresor(a) haciéndolo(a) miserable y solitario(a). En el ande la limpieza de la capilla es parte de un rito sagrado que está en manos de la persona o familia más distinguida por sus valores de honestidad, fervor, solidaridad y amor al prójimo. Una pariente del retornante responsable del cuidado de turno se ofreció a realizar la limpieza, advirtiendo en ese proceso que la escultura de un santo estaba envejecido y ajado, así que se deshizo de él, arrojándola lo más lejos que le permitió su simulado lanzamiento deportivo de bala sustituido en esa ocasión por la estatua.
[4] Sagasti, Francisco. Noviembre 2008. Tipología de la pobreza y dimensiones de la Exclusión en el Perú, Lima: Foro Nacional/ Internacional. 9 p. http://franciscosagasti.com/descargas/eventos/pobreza_exclusion.pdf
[5] Incendio en Las Malvinas: Este era el indignante trabajo que cumplían por S/20 los jóvenes encerrados. Según contaron otros trabajadores, a ellos solo se les abría las puertas a las 12 del día para comer. No podían ni ir al baño. Diario Peru21, 25 junio 2017 08:24h. https://peru21.pe/lima/incendio-malvinas-indignante-cumplian-s-20-jovenes-encerrados-83439
[6] Sanbor, Synthia. Los (y las) trabajadores textiles, ayer y hoy. Blog Brújula, 21 mayo 2013 http://blogs.up.edu.pe/csanborn/los-y-las-trabajadores-textiles-ayer-y-hoy/
[7] Miyashiro, Jaime; Orejón, César. 2015. Reporte Urbano Ambiental. Una mirada a la periferia de la ciudad. Lima: DESCO, Programa Urbano. 39 p. Consultado el http://urbano.org.pe/descargas/investigaciones/Reportes_vigilancia/Reporte-Ambiental-2016-01.pdf

viernes, 12 de agosto de 2016

#NIUNAMENOS. TODAS LAS MUJERES TODAS Y ALGUNOS HOMBRES TAMBIÉN

La lucha de las mujeres por el reconocimiento a sus derechos históricamente está asociada al siglo XVIII y la revolución francesa, porque  movilizó a mujeres y hombres en una lucha social por libertad, igualdad y fraternidad. Y cuando obtuvo el triunfo, sentó el primer hito de la exclusión e invisibilidad de la mitad de la población, las mujeres[1], con la promulgación del   Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), transformándose en el desencadenante de la rebeldía de las mujeres, encarnada primero por Olympe de Gouges quien  reivindica  el derecho y posición de las mujeres en una sociedad nueva con su histórica Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana (1791)[2].  Paralelo a la obtención de las primeras reivindicaciones civiles con el derecho al Voto en  el Estado de Nueva Yersey (1776),  Francia  (1791-1793)[3].
Desde 1960 a la fecha, el movimiento de mujeres y el movimiento feminista de la Región y el país, han movilizado esfuerzos por enfrentar la violencia contra la mujer, desde el reconocimiento, denominación y  vibilización  pasando por la creación de actos simbólicos e instrumentos internacionales, hasta actividades concretas de intervención para la prevención, atención, protección y recuperación de la mujer violentada.
Labor que en algunas líneas tuvo éxito  y en otras se pervirtieron o quedaron secuestradas, adquiriendo condición de  agendas pendientes y palpitantes. Los temas, emblemáticos y casos simbólicos así como la creatividad de las mujeres para llamar la atención sobre la violencia contra las mujeres, no pasó de ser iniciativa de colectivos,   en el mejor de los casos, logró la conjunción de mujeres organizadas a lo largo de cuatro decenios del siglo pasado y durante estos primeros diez y seis años del nuevo siglo.
Lo que ha sucedido hoy 13 de agosto del 2016, sin duda va más allá de los sueños y expectativas más ambiciosas y optimistas de quienes tuvimos y tenemos en nuestras agendas y activismo comprometido la erradicación de la violencia contra la mujer.
Hoy hemos despertado como sociedad plena a un nuevo siglo, sin duda por muchas razones dependiendo del cristal con que se mire. Desde mi perspectiva, estaría asociado  a cuatro factores: a) la intensificación de la violencia contra la mujer a niveles intolerables e innegables, b) la incapacidad de un sistema de justicia que permanece de espaldas a una realidad aferrada a prácticas y pautas que funcionaban en el siglo XX,  c) la era  digital que ha trascendido al espacio y tiempo de su concepto tradicional y d) las nuevas prácticas y expresiones de las mujeres de esta generación.
La intensificación de la violencia contra la mujer,  se viene dando en el país  a niveles intolerables e innegables tanto bajo la responsabilidad del Estado como organizaciones terroristas, delictivas, instituciones privadas e individuos.
Los casos más emblemáticos vuelven una y otra vez, como lo sucedido con aquellas víctimas del conflicto armado y las esterilizaciones forzadas. En el primer caso producto de la violación sistemática como mecanismos de tortura e “inteligencia” y  la segunda, como resultado  de medidas de política poblacional draconiana. En menor medida, pero no por ello menos importante e indignante, el abuso, acoso y cosificación de las mujeres al interior de las fuerzas armadas, Policía Nacional de Perú poder ejecutivo, judicial y legislativo. Más preocupante, cuando se cruza con espacios, instancias y operadores de   instituciones, cuya función es promover y proveer la protección de las mujeres, sin distinguir edad, posición, rol y desempeño.
Desde el lado de la sociedad civil organizada o individual,  bajo la forma de discriminación, devaluación, exclusión y cosificación. Están las mujeres objeto de    violencia  social, comunitaria, parental hasta la pareja que llega hasta el  feminicidio. Cuya espiral crece ante nuestro estupor, pese a que sólo el 21% de las víctimas acude a pedir apoyo en alguna institución pública. (Cedano, 2008, 8)[4].
Incapacidad del sistema de justicia, para ejercer su rol oportuna y asertivamente,  permaneciendo de espaldas a una realidad que la desborda, en  tanto se  aferra a normas, mecanismos, prácticas y pautas inspiradas en normas cálidas para el siglo… ya obsoletas  en el siglo XX y que en bordeando el primer quinquenio del siglo XXI, es completamente inoperante, ineficaz y burda.
Si ya el sistema está desfasado y de espaldas a la realidad de la violencia contra las mujeres, sus operadores hombres o mujeres, formados e inspirados en una cultura de tolerancia y de correspondencia con la machista y de violencia contra la mujer, no sólo es indiferente sino inoperante y tardía.
Además de coludirse con los perpetradores, para  mofarse del dolor  de las mujeres violentadas y restregarles la impunidad del que gozan sus victimarios, sin recibir oportuna protección preventiva y justicia ante la violencia consumada parcial o totalmente, donde la víctima que sobrevive queda impedida, marcada y disminuida en sus capacidades físico-biológicas y psicológicas. O bien se suma a las estadísticas de mujeres muertas por feminicidio dejando tras de sí doble orfandad de hijos/as y padres.
La era  digital,  el espacio y tiempo.  Las ventajas y desventajas de la simultaneidad se expresan en toda su plenitud al acercar cada rincón del país y el planeta, donde la actuación de hombres y mujeres deja de estar confinado al espacio público-privado, para exhibirse en toda su plenitud y crudeza en el escenario público. Sin mediar un tamiz para su digestión, conectándose directamente con las emociones y pasiones. Aquellas que gatillan y disparan sin mediar analgésico alguno al caer en el centro del poder: el ego, orgullo y control.  Las redes, medios de comunicación y los nexos virtuales a los que unos más que otros, nos hemos volcado sin reflexión, pudor o alerta de riesgos. Se transforman en boomerang de nuestros actos añadiendo combustión a las inflamables relaciones donde las pasiones se desborda, no es extraño escuchar en este tiempo, la o lo    terminen por el Facebook, el twitter o la foto en instagran.
Pero el lado bondadoso de la era digital, es la posibilidad de viralizar un hecho, provocar una corriente de opinión, movilizar a las personas como individuos, los grupos y colectivos en cruzadas, con capacidad de movilizar no sólo a la parte involucrada e interesada por el problema, sino a todos/as quienes se sienten llamados a  no seguir cediendo a una cultura de la violencia contra la mujer.






[1] Los Orígenes del Feminismo Histórico (1789-1870) http://www.historiasiglo20.org/sufragismo/origfem.htm
[2] Salazar Herrera, Catalina. (2001) Actuación Política de Mujeres Durante el Siglo XX. Tentando una Cronología. Lima: Movimiento Manuela Ramos.
[3] La Revolución Francesa  y los derechos de la mujer http://www.historiasiglo20.org/sufragismo/revfran.htm
[4] Cedano, María Ysabel. (2008) De la Ley de protección frente a la violencia intrafamiliar a la Ley contra la violencia de género: el caso peruano. En Libres de Violencia Separata Nº 1 © Lima: DEMUS – (Estudio para la Defensa de los Derechos de la Mujer) DLBN-Perú N0 2008-06359, recuperado de: http://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con3_uibd.nsf/09A414B6F66109090525792800615EBE/$FILE/libresdeviolencia[1].pdf




miércoles, 2 de julio de 2014

MATERNIDAD: CONFLICTOS PRIVADOS Y CONFESIONES PÚBLICAS

Es tiempo loco en Lima de un invierno indeciso, con 22° hace dos días y hoy descendió a 17° con 94% de humedad, de seguir esta tendencia no sería extraño que un futuro no muy lejano las(os) limeñas(os) poseyéramos branquias a cambio de orejas coincidiendo con una Lima en permanente transformación.  Una ciudad nacida tras arrasar al cacicazgo Itchma del curaca Taulischusco[1], en un esfuerzo fundacional  bautizada como Ciudad de Los Reyes (15 de enero 1535), aun así  se impuso como Lima, marcando el sincretismo entre la lengua autóctona Límac y Rímac, la extranjera[2] que ha destacado al país en su conjunto.

Lima se ha sostenido  estoicamente como tal  a lo largo de su proceso de afirmación identitaria ante seudónimos embriagantes como: «La Perla del Pacífico»[3],  «Las Tres Veces Coronada Villa»[4] y « ciudad jardín»[5].   O de negación de sí, a medida que fue desbordándose «Lima la horrible»   (1974)[6] idealizando un pasado cuasi arcadiano[7] hasta cerrar el siglo XX entre el interés de su composición urbana y social: «El laberinto de la choledad» (1992)[8] hasta el crisol de diversidades  de la cultura chicha[9] sin desprenderse de los retazos  oligárquicos que sostiene  su faz de ciudad   segmentada, discriminadora y excluyente. En tanto emergen sueños y apuestas por una mega ciudad que se reconfigura, subdivide, acoge, expulsa,  cobija, integra, tolera y convive  como hoy sus microclimas[10].

En mi caso, Lima y su ser, siempre me disloca, atrapa en esa relación compleja donde no es posible vivir con ella ni sin ella. Acabo de  llegar a casa tras un trayecto por más de una hora de oeste a nor-este, con un frío húmedo que me encoje, se me cala por los huesos roídos y atraviesa mi tobillo de cristal engarzado con titanio que intensifica su gelidez, ignorando a la lana de alpaca que me recubre y botines que sostienen mis pasos.

Intento desprender mi percepción egocentrista y  miro tras el vidrio empañando por la garua cuántos(as) se inclinan ante el rigor del tiempo descubriendo que no soy una excepción, distingo a   muchos(as)  encorvados(as), independiente de la edad, la talla, dimensión y estado, sienten calarse la humedad por sus poros hasta  los huesos. Y  también están aquellas(os) otras(os) erguidas(os), desafiando al tiempo con escasa ropa, dibujando su mayor sonrisa y exhibiendo su mejor pose para vender placebos con promesa de  placer y calor humano que disipe la humedad externa dejando aflorar la interna.  

De pronto, el frío se trasladó de mis huesos hacia mi razón e hígado quien sabe si invadió también mi corazón y alma. Sentí frío recorriéndome toda la columna, no sólo por este tiempo, sino por aquello que pude escuchar de la chachara de un trío juvenil casi adolescente entre dos mujeres y un varón.

Hablaban cada uno de lo mal que les iba en la relación con  la madre, graficando y reconstruyendo los hechos del día. Mientras lo hacía mi gran pregunta a cerca de: ¿Cómo  las(os) hijas(os) se tornan en el peor enemiga(o) de la madre? Frente a los hechos de matricidio que ocupan las primeras planas cada vez mas frecuente. Me asomaba a su probable despeje a través de estos testimonios públicos  de jóvenes no mayores de 20 con madres que oscilarían entre 40 y 60 años.

La primera que expuso su caso fue una joven  aproximadamente de 1.60 m. de altura, con ojos oscuros como su cabello lacio que caía rebelde de su atadura creando un aire descuido. Con nariz respingada, labios bien marcados,  dientes  blancos y  alineados, piel canela intenso y un fuerte rictus de ira en su rostro. Vestía  hasta donde pude distinguir de una cafarena negra y sobre ella un sueter plomo.  A través de su discurso, reconstruía la mañana del día, donde la madre había intentado imponer su autoridad, reclamándole su conducta que amenazaba imitar a una hermana sinónimo de problema, rebeldía y conflicto. A su favor señalaba que estaba lejos de su pensamiento, pero tanto se lo repetía la madre que ya se lo estaba creyendo.

Narró que el conflicto matutino llegó a su clímax cuando la madre le impidió salir a su clase –el trío parecía estudiar enfermería o algo con la medicina-, colocando llave a la puerta de salida, en el momento que la otra compañera la había llamado al celular, sin proponérselo aquella llamada la animó a enfrentar a la madre. Describió con mucha ira cómo quito la llave a la mano de su madre, abrió la puerta y salió corriendo mientras le gritaba “Eres una enferma,  loca, loca, loca”, mientras lloraba de rabia.   El y la compañera subrayaron que efectivamente llegó llorando, e indagaron el por qué, su madre era siempre así con ella y no con sus hermanas. 

Ella respondió  que con la hermana rebelde no podía   y que su otra hermana   era la preferida, la engreída, la beba de 30 años. No podía explicarse como su madre iracunda, descontrolada y agresiva, salía a comer con su hija preferida y regresaba feliz, riéndose, como si fuera otra. Que ya estaba harta y que no sabe lo que haría si no tuviera clases.
Decía que su padre intentaba calmar las cosas hacer que respetara a su madre y le pidiera disculpas, mientras ella pensaba que eso era injusto porque era la madre quien empezaba. Y cuando cedía por su padre pidiendo disculpas a su madre ella la rechazaba, la ignoraba, provocando pensamientos de mayor rechazo y resentimiento en ella.

La segunda joven tenía una talla cercana al 1.70 m., a pesar de su sobrepeso, aparentaba menos edad que la primera, tenía cabello castaño también atado al descuido, cara redonda, nariz pequeña y ojos rasgados. Su  rostro denotaba cansancio, tristeza rayando con la resignación. Tenía una casaca beige que la cubría toda.

Ella dijo que su madre también abusaba de ella, que no la comprendía, que siempre la gritaba y maltrataba. El amigo hombre que las acompañaba subrayaba esta situación diciendo que le constaba como lo hizo con la primera, añadiendo que en el caso de la segunda ella no hacía nada para impedirlo. Ella replicó señalando que nada podía hacer, así que mejor se callaba que sólo esperaba terminar de estudiar e irse muy lejos.

La amiga que inicialmente se expuso como víctima dijo, que en su caso ella no lo soportaría, animándola a actuar como supuestamente ella lo haría, o como ocasionalmente lo hacía cuando su madre se extralimitaba. El varón ingresó en la discusión al papel de un hermano.
La Segunda joven describió como la madre se desvivía por su hermano,  las distancias  y diferencias que marcaba entre ellos. Contrastando el sufrimiento y privaciones de ella con  la alegría, placer y felicidad de su hermano.  Los tres coincidieron en que sus madres tenían hijos(as) preferidos que en este caso no eran ninguno de ellos.

El varón que cerraba el trío a diferencia de las mujeres tenía una apariencia frágil, extremadamente delgado, de 1.55 m., ojos pequeños, cabello negro descuidado, nariz aguileña, labios de casi una línea, con un maletín que lo excedía. Su papel fue de inquisidor, no contó nada de sí mismo, sólo  acentuó, animó y graficó cada narrativa. Se sentó a mi lado, cerró los ojos como dormitando, mientras ellas cambiaban de tema sobre sus estudios y la política de cómo tanta promesa del metro y el tren eléctrico no se cumplía.

Mientras yo me sumergía en reflexiones acerca de  la complejidad de las relaciones intra e inter género, generacional y de poder. Me decía que los referentes de los conflictos que suele llegar a mi consulta  era principalmente de las mujeres madres sea en su papel de hijas, esposas o madres. Las hijas  e hijos adolescentes enfocaban sus problemas con sus vocaciones y proyecciones de futuro, con los retos académicos.


El desgranar desgarrador transformado en confesión pública sobre ruedas entre estos jóvenes me enfrentaba a una dimensión del ser y sentir de las hijas en conflicto con la madre, que en su caso, probablemente coincide con el ciclo de vida asociado con  la menopausia vs. juventud donde las perspectivas se confrontan, trastocan y miden en la cuota de poder que cada una tiene u obtiene tras cada conflicto, lleno de tira y afloja, con demasiado desgarro en perspectiva de transformarlas en extrañas, insalvables enemigas.

Hijas que en el futuro serán madres marcadas por este modo de  maternidad, de afirmarse, imitándolas y de negarse superándolas, en todo caso no excento de conflicto personal, familiar y en la relación con sus futuras hijas(os).

Así que se me agolparon nuevas interrogantes: 
¿Cómo el desencuentro de los ciclos de vida entre mujeres de diferente generación las acerca o aleja?
¿Cómo y de qué modo emergen los conflictos y sus modos de resolverlos?
¿Cuánta similitud existe entre la violencia ejercida por el varón hacia una mujer   y la de una mujer con poder ejercida sobre otra sometida o dependiente?
¿De que modo el uso y abuso de la fuerza y el poder va alimentando la pérdida de autoridad y la emergencia de la ira transformado en rebeldía y uso de la fuerza?
¿Es el empujón, el rechazo, la ira contenida, la calificación de  demente de la hija a la madre escalones en la violencia intra género y alerta de una mayor encalada de conflicto?
¿Podría estar en los fragores del conflicto cotidiano y la persistencia de posiciones o la percepción reiterada de ser abusada por las hijas que las transforma en potenciales matricidas?



miércoles, 22 de diciembre de 2010

LASTRE Y DESCREDITO INTERNACIONAL: Feminicidio de Marisela Escobedo Ortiz

Desde el lugar del planeta en el que me encuentro en este momento,  no puedo menos que conmoverme e indignarme por los sucesos de Chihuahua como ciudadadana, estudiosa de la violencia contra las mujeres, activista por los derechos de las mujeres, humanos, ambientales y  creyente en tiempo de adviento como el que vivimos.

El feminicidio de Marisela Escobedo Ortiz, moviliza a mujeres mexicanas, a las de América Latina y el Caribe 1. Para su verdugo, fue suficiente con saber que se había erguido sin temor de luchadora inamovible por la vigencia de los derechos humanos, enarbolando como su bandera el feminicidio y la demanda de justicia y persecución al asesino de su hija Rubí Marisol 2.

Ha sido asesinada pretendiendo silenciar su empuje y voz, como si callarla ante el palacio de gobierno, representara pagar el costo de levantar la cerviz para exigir justicia, o sacrificarla ante la cruz de los trescientos clavos de la Plaza Hidalgo fuera mensaje de imposición de la fuerza y perpetuación de una cultura de violencia y discriminación contra las mujeres mexicanas 3.

Argumentaría una abogada, ha caído víctima de las tres agravantes: premeditación, alevosía y ventanja 4. Para Marcela Lagarde, víctima de una práctica sistemática de feminicidio, como expresión del crimen odio misógino contra mujeres, bajo la tutela de un Estado complaciente. Ha sido asesinada gracias a la institucionalización del género “El Estado es masculino en el sentido feminista. La ley ve y trata a las mujeres como los hombres ven y tratan a las mujeres. El estado liberal constituye con coacción y autoridad el orden social a favor de los hombres como género, legitimando normas, formas. La relación con la sociedad y sus políticas básicas”. (MacKinnon: 7) 5.

Además de las anotaciones de expertas en feminicidio, la muerte de Marisela viene a ser en este tiempo expresión de un mensaje simbólico, desde quienes ejercen poder sobre el cuerpo y pensamiento de las mujeres a través de la violencia y terror, para que renuncien a su voz recordándoles que ellos pueden tomar sus vidas y no pasa nada.

“Cuando se llama al feminicidio por su nombre, se remueve el velo oscurecedor con el que las cubren términos neutrales como homicidio o asesinato”(Caicedo: 2001) es el texto con el cual inicié mi ponencia y  propuesta para la aplicación del protocolo de intervención en Feminicidio en los Centros de Emergencia Mujer al Sur del País hace en Noviembre 2009. Intentando mostrar en ese entonces y en este momento, el modo en que América Latina, (en este caso desde México), aportaba al mundo en la deconstrucción y comprensión de uno de problemas más horrendos que afecta a la vida y destino de las mujeres por ser mujeres.

Transitamos del siglo XX al XXI, desde el reconocimiento y movilización de la violencia contra la mujer al develamiento del feminicidio -desde México hacia el mundo-, heredando a ciudadanos/as globalizadas/os, elementos conceptuales para la comprensión y cuestionamiento de prácticas que nacieron en épocas del oscurantismo que engendraron dudas sobre  la condición humana de las mujeres, esclavos, no blancos o quienes no profesaban la religión del mas fuerte.

La violencia contra la mujer se visibilizó descarnadamente en la década de los sesenta del siglo pasado, con el secuestro y asesinato de las hermanas Miraval en Santo Domingo, durante la dictadura de Rafael Trujillo (25 de Noviembre 1960). Provocando que al cabo de dos décadas, las mujeres feministas de América Latina y el Caribe dejaran emerger como práctica  de resiliencia colectiva 6, la instauración del 25 de Noviembre como “Día Latinoamericano y Mundial en Contra de la Violencia hacia la Mujer”(*), fecha simbólica para conmemorar la lucha de las hermanas asesinadas, junto a la de muchas mujeres objetos de violencia masculina por su condición de género, pretendiendo sensibilizar a las sociedades sobre las múltiples formas de Violencia contra la Mujer, socialmente conocida, tolerada y normada cómplicemente. Como práctica social, asociada con un sector del país, cuando en su accionar constituye uno de los problemas transversales de las relaciones de género en todas las sociedades.

Poco más de una década después (9 de Junio de 1994 en Brasil), se produce un segundo hito, al crearse el marco jurídico internacional denominado Convención Interamericana para Prevenir y Erradicar la Violencia contra la Mujer en el marco de la IV Asamblea General de la OEA, que en adelante sería conocido como Convención Belén do Pará -suscrito por 30 países, firmado por el Perú un 12 de Julio 1995 y ratificado el 4 de Junio de 1996, mientras México firmó el 4 Junio de 1995 y ratificó el 12 de noviembre de 1998- 7, permitiendo que la defensa del cuerpo y vida de las mujeres por su condición de género, adquiriera respaldo jurídico que involucrara y comprometiera a los gobiernos suscritos. Al punto que el 3 de Junio de 1997, fue el marco del que hicieron uso peruanas agrupadas en el Movimiento Amplio de Mujeres y APRODEH para sentar jurisprudencia en la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Salazar: 2001, 63) al denunciar el caso de tortura Leonor la Rosa 8 y asesinato de Mariela Barreto 9.

A esta lucha, algunos hombres se han sumado reconociendo que su vigencia, niega la condición humana y humanizante de víctimas y victimarios/as, al mismo tiempo que se acrecientan nuestras ínfulas de civilidad, modernidad,  simultaneidad, despliegue de capacidades y conocimiento que nos enorgullecemos. Asumiendo como hombres, al lado de otros hombres, puede ser actores comprometidos en el cambio de su propia práctica de violencia que reduce su capacidad de expresión de amor y entrega, apostando a una vida plena de satisfacción y convivencia armoniosa entre hombres y mujeres.

En el siglo XXI, el aporte para la deconstrucción de una de sus invisibles formas de violencia contra la mujer, como sucede con el feminicidio, proviene del sincretismo entre academia, feminismo y ejercicio de poder, encarnado por Marcela Lagarde, quién desde su posición de integrante de la Comisión de Equidad y Género en el parlamento mexicano, impulsó y presidió la Comisión Especial para conocer y dar seguimiento a las investigaciones relacionadas sobre los feminicidios en la República Mexicana 10.

Trabajo que tuvo como marco de referencia la idea de Femicide que identifica a los homicidios de mujeres como crímenes de odio contra mujeres (Radford y Russell, 1992), logrando evidenciar que los feminicidios producidos en México, vienen a ser además de crímenes de odio contra las mujeres, practicas misóginas  gracias a la presencia de una enorme tolerancia social y estatal de la violencia contra mujeres, estimulada por la impunidad, gracias a un contexto ideológico y social de entrelazamiento de machismo y misoginia como sucede con muchos países de América Latina(**). Cuyo resultado en las mujeres genera carencia  de garantías y condiciones de seguridad para sus vidas en la comunidad, casa y espacios de trabajo, lugares públicos de tránsito o de esparcimiento. Mientras que las autoridades carecen de eficiencia y funciones para prevenirlos, evitarlos y sancionarlos 11. Una investigación que partió de la interrogante a cerca de los homicidios de mujeres en la ciudad de Juárez, se tradujo en investigación nacional sobre la Violencia Feminicida en la República Mexicana (desde 1998 hasta 2004), con un equipo de setenta investigadoras y el aval de la Cámara de Diputados durante el los años 2005 y 2006, cuyo producto fue un Diagnóstico del Feminicidio en México 12.

Lagarde advierte en una iniciativa de febrero del 2005, que en el Estado de Chihuahua se carece de un diagnóstico de la violencia contra las mujeres y feminicidio, unido a la ausencia de un programa integral de prevención y atención de la violencia contra las mujeres que detengan o impidan los asesinatos de niñas y mujeres como sucedió con Rubí Marisol. Tampoco se habían resuelto los casos y se desconocía la verdad, menos aun castigado a los responsables por cuanto la persistencia de asesinatos de mujeres era un lastre y un descrédito internacional para los gobiernos federal, estatal y municipal de México 13.

En este contexto descrito por Lagarde, no llama la atención un femenicidio más como el de Rubí Marisol Frayre Escobedo, quien fuera asesinada en Ciudad Juárez por su pareja, Sergio Rafael Barraza Bocanegra, padre de su única hija. Tampoco que fuera absuelto por los jueces, en abril último 14.

Lo inesperado y sorprendente es que Marisela Escobedo Ortiz, madre de Rubí sobreponiéndose al dolor innombrable de perder a una hija, asumiera como misión que el feminicidio de su hija y cada mujer  asesinada con una  diferencia de 24 horas en Chihuahua no quedaran impune, moviendo los cimientos del feminicidio en su país hasta lograr que en diciembre de 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenara a México por las desapariciones, violencia sexual y homicidios de mujeres en Ciudad Juárez, transformándose en caso emblema, el asesinato e impunidad de Rubí por la contundencia de pruebas 15

Su lucha evidenció la situación de vulnerabilidad y riesgo que asumían las personas que decidían denunciar y persistir en su denuncia, sea en su condición de parientes o defensores de derechos humanos, provocando nuevamente que el Estado mexicano fuera condenado internacionalmente por ejercer escasa o nula garantía,  protección ciudadana, permitir la impunidad y no reparar daños.

Su interés y movilización personal, la llevó al descubrimiento y convencimiento de que mientras los feminicidas no fueran detenidos y sancionados con todo el peso de la ley, los crímenes de odio contra las mujeres no se detendrían en Juárez ni el país, logrando que el Estado de Chihuahua instalara una Comisión Investigadora a partir del caso de su hija, para identificar errores en el proceso y tomar medidas en el sistema judicial evitando de este modo persistiera la impunidad.

Marisela Escobedo Ortiz, ha muerto en el intento de buscar justicia, habiendo inventado y ejercido diversas formas de protesta, investigación, movilización de redes, solidaridades y principalmente sin renunciar  y hacer funcionar los mecanismos de justicia en su condición de sujeto de derecho con una practica inquebrantable de opción por la paz y justicia.

Sin duda, su caída ha de ser nueva fuente de resiliencia para el movimiento de mujeres y de derechos humanos en México y el planeta. Pero al mismo tiempo debe convencernos a todos/as y cada una/o, que no es preciso el derramamiento de mas sangre y muerte de mujeres mártires como sucedió con las sufragistas en el siglo XIX, para que una sociedad reconozca que junto al discurso de justicia y democracia pervive una practica cotidiana de barbarie e impunidad que es preciso evidenciar y resolver.

Es imperiosa la necesidad de Estados responsables en cada país, dispuestos y comprometidos en generar al interior de  sus instituciones mecanismos eficientes y sólidos para creer y afirmar desde el día a día que mujeres y hombres tenemos los mismos derechos y obligaciones ante la ley, que en el caso de las/os más débiles y vulnerables contamos con un Estado confiable que protege y vela por nuestra seguridad.
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(*) Colombia 1981, I Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, el cual es reconocido por la Organización de las Naciones Unidas luego de 12 años (1993), con la adopción de la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (Salazar: 2001, 62 -63)
(**) Violencia feminicida en la República Mexicana. Comisión Especial para Conocer y Dar Seguimiento a las Investigaciones Relacionadas con los Feminicidios en la República Mexicana y a la Procuración de Justicia Vinculada de la Cámara de Diputados, LIX Legislatura. Tomos 1 y 2. Julio 2006. 1039 p.
CAICEDO, Ana. Feminicidios en Costa Rica 1990-1999. Organización Panamericana de la Salud, Programa Mujer y Salud ,Costa Rica. 2001.
RADFORD, Jill y Diana RUSSELL (eds.) Femicide. The politics of woman killing. Twayne Publishers, New York, 1992. Su edición ampliada en castellano es: Russell, Diana y Jill Radford (2006) Feminicidio. La política del asesinato de las mujeres. Universidad Nacional Autónoma de México-Cámara de Diputados, México.
SALAZAR HERRERA, Catalina. Actuación política de mujeres peruanas durante el siglo XX. Tentando una cronología. Movimiento Manuela Ramos, Lima: 2001. 304 p.