La lucha de las mujeres por el
reconocimiento a sus derechos históricamente está asociada al siglo XVIII y la
revolución francesa, porque movilizó a mujeres
y hombres en una lucha social por libertad, igualdad y fraternidad. Y cuando
obtuvo el triunfo, sentó el primer hito de la exclusión e invisibilidad de la
mitad de la población, las mujeres[1],
con la promulgación del Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano (1789), transformándose en el desencadenante de la rebeldía de las
mujeres, encarnada primero por Olympe de Gouges quien reivindica
el derecho y posición de las mujeres en una sociedad nueva con su
histórica Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana (1791)[2].
Paralelo a la obtención de las primeras reivindicaciones
civiles con el derecho al Voto en el
Estado de Nueva Yersey (1776), Francia (1791-1793)[3].
Desde 1960 a la fecha, el
movimiento de mujeres y el movimiento feminista de la Región y el país, han
movilizado esfuerzos por enfrentar la violencia contra la mujer, desde el
reconocimiento, denominación y vibilización pasando por la creación de actos simbólicos e
instrumentos internacionales, hasta actividades concretas de intervención para
la prevención, atención, protección y recuperación de la mujer violentada.
Labor que en algunas líneas tuvo
éxito y en otras se pervirtieron o
quedaron secuestradas, adquiriendo condición de
agendas pendientes y palpitantes. Los temas, emblemáticos y casos
simbólicos así como la creatividad de las mujeres para llamar la atención sobre
la violencia contra las mujeres, no pasó de ser iniciativa de colectivos, en el
mejor de los casos, logró la conjunción de mujeres organizadas a lo largo de
cuatro decenios del siglo pasado y durante estos primeros diez y seis años del
nuevo siglo.
Lo que ha sucedido hoy 13 de
agosto del 2016, sin duda va más allá de los sueños y expectativas más
ambiciosas y optimistas de quienes tuvimos y tenemos en nuestras agendas y
activismo comprometido la erradicación de la violencia contra la mujer.
Hoy hemos despertado como
sociedad plena a un nuevo siglo, sin duda por muchas razones dependiendo del
cristal con que se mire. Desde mi perspectiva, estaría asociado a cuatro factores: a) la intensificación de la
violencia contra la mujer a niveles intolerables e innegables, b) la
incapacidad de un sistema de justicia que permanece de espaldas a una realidad aferrada
a prácticas y pautas que funcionaban en el siglo XX, c) la era
digital que ha trascendido al espacio y tiempo de su concepto
tradicional y d) las nuevas prácticas y expresiones de las mujeres de esta
generación.
La intensificación de la violencia contra la mujer, se viene dando en el país a niveles intolerables e innegables tanto bajo
la responsabilidad del Estado como organizaciones terroristas, delictivas,
instituciones privadas e individuos.
Los casos más emblemáticos vuelven
una y otra vez, como lo sucedido con aquellas víctimas del conflicto armado y
las esterilizaciones forzadas. En el primer caso producto de la violación
sistemática como mecanismos de tortura e “inteligencia” y la segunda, como resultado de medidas de política poblacional draconiana.
En menor medida, pero no por ello menos importante e indignante, el abuso,
acoso y cosificación de las mujeres al interior de las fuerzas armadas, Policía
Nacional de Perú poder ejecutivo, judicial y legislativo. Más preocupante,
cuando se cruza con espacios, instancias y operadores de instituciones, cuya función es promover y
proveer la protección de las mujeres, sin distinguir edad, posición, rol y
desempeño.
Desde el lado de la sociedad
civil organizada o individual, bajo la
forma de discriminación, devaluación, exclusión y cosificación. Están las mujeres
objeto de violencia social, comunitaria, parental hasta la pareja
que llega hasta el feminicidio. Cuya
espiral crece ante nuestro estupor, pese a que sólo el 21% de las víctimas
acude a pedir apoyo en alguna institución pública. (Cedano, 2008, 8)[4].
Incapacidad del sistema de justicia, para ejercer su rol oportuna y
asertivamente, permaneciendo de espaldas
a una realidad que la desborda, en tanto
se aferra a normas, mecanismos,
prácticas y pautas inspiradas en normas cálidas para el siglo… ya
obsoletas en el siglo XX y que en
bordeando el primer quinquenio del siglo XXI, es completamente inoperante,
ineficaz y burda.
Si ya el sistema está desfasado y
de espaldas a la realidad de la violencia contra las mujeres, sus operadores
hombres o mujeres, formados e inspirados en una cultura de tolerancia y de
correspondencia con la machista y de violencia contra la mujer, no sólo es
indiferente sino inoperante y tardía.
Además de coludirse con los
perpetradores, para mofarse del
dolor de las mujeres violentadas y
restregarles la impunidad del que gozan sus victimarios, sin recibir oportuna
protección preventiva y justicia ante la violencia consumada parcial o
totalmente, donde la víctima que sobrevive queda impedida, marcada y disminuida
en sus capacidades físico-biológicas y psicológicas. O bien se suma a las
estadísticas de mujeres muertas por feminicidio dejando tras de sí doble
orfandad de hijos/as y padres.
La era digital, el espacio y tiempo. Las ventajas y desventajas de la simultaneidad
se expresan en toda su plenitud al acercar cada rincón del país y el planeta,
donde la actuación de hombres y mujeres deja de estar confinado al espacio
público-privado, para exhibirse en toda su plenitud y crudeza en el escenario
público. Sin mediar un tamiz para su digestión, conectándose directamente con
las emociones y pasiones. Aquellas que gatillan y disparan sin mediar
analgésico alguno al caer en el centro del poder: el ego, orgullo y control. Las redes, medios de comunicación y los nexos
virtuales a los que unos más que otros, nos hemos volcado sin reflexión, pudor
o alerta de riesgos. Se transforman en boomerang de nuestros actos añadiendo combustión
a las inflamables relaciones donde las pasiones se desborda, no es extraño
escuchar en este tiempo, la o lo
terminen por el Facebook, el twitter o la foto en instagran.
Pero el lado bondadoso de la era
digital, es la posibilidad de viralizar un hecho, provocar una corriente de
opinión, movilizar a las personas como individuos, los grupos y colectivos en
cruzadas, con capacidad de movilizar no sólo a la parte involucrada e
interesada por el problema, sino a todos/as quienes se sienten llamados a no seguir cediendo a una cultura de la
violencia contra la mujer.
[1] Los Orígenes del Feminismo Histórico (1789-1870) http://www.historiasiglo20.org/sufragismo/origfem.htm
[2] Salazar Herrera, Catalina. (2001) Actuación Política de Mujeres Durante el Siglo XX. Tentando una Cronología. Lima: Movimiento Manuela Ramos.
[3] La Revolución Francesa y los derechos de la mujer http://www.historiasiglo20.org/sufragismo/revfran.htm
[4]
Cedano, María Ysabel. (2008) De la Ley de protección frente a la violencia
intrafamiliar a la Ley contra la violencia de género: el caso peruano. En
Libres de Violencia Separata Nº 1 © Lima: DEMUS – (Estudio para la Defensa de
los Derechos de la Mujer) DLBN-Perú N0 2008-06359, recuperado de: http://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con3_uibd.nsf/09A414B6F66109090525792800615EBE/$FILE/libresdeviolencia[1].pdf
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