Algunas personas y especialmente las más conservadoras, creen que ser madre es engendrar un hijo o hija. Sin embargo asumir la maternidad como rol, va más allá de concebir a un ser humano y parir. Implica cuidar, formar, amar, apoyar y acompañar.
El desarrollo de la ciencia y tecnología, hoy nos auxilia de mejor modo, para graficar la distancia entre engendrar a un ser humano y asumir la maternidad respectiva. Está la fertilización natural a la que suele gneralizarse a todas las mujeres, cuando no siempre es así por ello existe la fertilización el asistida a la madre biológica. En este caso, será por inseminación artificial e invitro. Para las mujeres que deciden postergar su maternidad hasta haber concluido sus metas profesionales que supera su deseable edad reproductiva, aparece como opción, la vitrificación, conocida también como crieogenia, que consiste en congelar los óvulos de la mujer para una futura fertilización asistida.
Para aquellas mujeres que tienen dificultades fisio-biológicas y gran deseo de maternidad, está la gestación subrogada y vientre de alquiler. Para las mujeres que deciden el número de partos a experimentar o las que no eligen ser reproductoras, esto es viable. Gracias a la existencia y acceso a los métodos de anticoneptivos, así como las diversas opciones de fertilización, hoy es posible que cada vez, más mujeres deciden ngendrar y ser madres con conciencia y planificación. Ergo, cada día nacen menos niñas(os) indeseados o imprevistos.
La maternidad no es un lecho de rosas. Social y culturalmente la madre, al permanecer más tiempo al cuidado y protección, es quién instala en la hija(o) las normas de conviviencia social y el autocuidado con estímulos, incentivos, límites, reconoconocimiento, apoyo a su individuación, hasta que adquiera la adultez, que es un proceso largo y complejo, lleno de aciertos como fracasos por ensayo y error.
Algunas madres cumplen este rol en situación de precariedad y pobreza, asumiendo simultáneamente otros roles para la sobrevivencia familiar, especialmente cuando son madres jefes de familia. Las hijas(os) no siempre logran la individuación, con madurez emocional, social y económica reproduciendo el ciclo de pobreza y maternidad en similar o peores condiciones que ella, en el peor de los casos la madre transformada en abuela extiende su rol de madre a la nieta(o) con el riesgo de producirse un círculo vicioso.
Otras madres logran sus metas como tal a medias, puesto que la hija(o), pese a su emancipación socio-económica, permanecen en su infancia y adolescencia emocional hasta que la muerte los sorprende, porque eligen y se acomodad en la victimización de su infancia anímica, responsabilizando a la madre o al padre antes de asumir la propia reedición.
Y están las madres que tienen éxito, donde la hija(o) toma lo mejor de su madre o elige ser su alter ego, reeditándose hasta rompen el círculo de vicioso, aprendiendo, corrigiendo e innovando la maternidad o paternidad en su propia experiencia. Son quienes hacen de un país una gran sociedad.
En esa línea cabe felicitar a mis amigas, colegas y parientes que optaron por la reproducción con convicción, previsión de la gestación y parto. Con conciencia del costo y la responsabilidad del rol subsiguiente de ser madre en este espacio, tiempo, condición y posición de ser mujeres. Lo que no quita que la mayoría de nosotras(os) que superamos los cuarenta años somos en mayoría, producto del inacceso de nuestras madres a métodos anticonceptivos, especialmente si ocupamos el primer o último lugar en el número de embarazos. Por ese solo hecho y poder contarlo, debiéramos abrazar su sombra, como dice Carl Jung.
Ello no niega que acaecido el embarazo y gestación sea por accidente, previsión o no, la mayoría de las mujeres gestántes enfrentó este proceso con un 100% de exigencia bio, psico y fisiológicamente a lo largo de nueve meses. Tras el parto y sus estragos1 con el 75 % de amor y disposición (el 25% era la promesa de no volver a pasar por lo mismo), en contraste con un 100% de desconocimiento, incertidumbre, miedo2 y las más en soledad -sin pareja o con pareja ausente- con la presión social y familiar al respecto.
Puesto que no
existía ni actualmente existe especialidad alguna que enseñe a ser madre, institución que sostenga y
apoye en situación de vulnerabilidad, en una sociedad de doble moral que
sublima y diviniza la maternidad3, mientras que usa esta condición, para reducir
derechos y/o perder las oportunidades de trabajo, estudio, desarrollo profesional, entre otros.
La maternidad como rol en nuestros tiempos, si bién cuenta con nuevos recursos como retos , se ha tornado en una labor cada día más exigente e incierta, en la medida que a los factores de socialización secundaria como la escuela, iglesia, vecindad y club, se ha sumado la tecnología y virtualidad con sus aportes y riesgos como el incremento de necesidades y estímulo a la satisfacción del placer. Mientras que en la estructura socio- política y cutural, se produce la profundización de la corrupción, el incremento del riesgo, el cinismo social y la devaluación de la vida.
Cada día ser madre nos enfrenta a la posibilidad de disfrutar plenamente de esta experiencia humana al ser una decisión más conciente. Al mismo tiempo que nos coloca al borde de la cornisa de perder a la hija(o) cuando menos se espera por impacto de una sociedad altamente mercantilizada, ficticia e invasiva. Simultáneamente estimula el sensacionalismo donde la muerte por negligencia, abuso, omisión, desprotección, indiferencia y desprecio de la vida es cotidiano.
Una sociedad que
grita: ¡Con mis hijos no te metas!, mientras obliga a las mujeres madres
proveedoras a tres meses de licencia por parto y lactancia -en el mejor de los
casos-, cuando lo mínimo que requiere un lactante es seis meses.
Una sociedad que condena el aborto -cerrado los ojos a la práctica clandestina que enriquece un mercado negro-4 y con ello la muerte de mujeres, en su mayoría ya madre. Tolera la violencia y violación contra las mujeres, obligandolas a parir al fruto de la violación por incesto, abuso cercano, asalto o víctima de conflicto armado y guerras, sean a mujeres, niñas y adolescentes. Y en el peor de los casos, impide y/o dilata el aborto terapéutico de mujeres que corren riesgo de su vida con un embarazo complicado.
Una sociedad que se desentiende de los las(os) hijas(os) de la violencia y violación, por incesto y delincuencia en tiempos de paz. Y desde quienes tienen el poder de las armas y la fuerza en tiempos de guerra. Dejando en mayor vulnerabilidad a niñas(os) indeseados por la madre y el indicador vivo del abuso e injusticia. A quienes se suman en este tiempo, las(os) sobrevivientes de la pandemia. Así como, las(os) huérfanas(os) de la inseguridad delincuencial, accidentes de tránsito y en catástrofes en espacios públicos producto de la negligencia, corrupción5 y mercantilismo de la vida, arrebatando la vida de la madre y/o padre.
En un día como
hoy que se celebra la maternidad, me quedo sin palabras, para las madres,
esposas e hijas impactados por la violencia6 de los 49 muertos por el régimen de Boluarte que hasta estos
días se halla impune, a los que hoy suman los 13 vigilantes asesinados en Pataz y los omitidos por el silencio político. Las
105 víctimas del sicariato del presente año7. A las madres, hermanas e hijas de las 235 mujeres, 455 niñas y
adolescentes desaparecidas8, a las 778 mujeres víctimas de feminicidio entre
20207 y abril 20259,
La maternidad
llega a las mujeres por vías inesperadas según su ubicación, contexto, situación,
edad y contingencia. Asumiendo con amor el cuidado de un nuevo ser al inicio de
su vida. Cuando la tragedia detiene e incapacita al un familiar, generando dependencia
en cualquier edad, el cuidado se sostiene en la maternidad. Y al final de nuestros días, cuando el peso de los años nos
retorna a la condición temprana de cuidado, nos hacemos madre de nuestra madre y/o padre.
En este día, mi
admiración y congratulación a las madres solteras, quienes asumieron y aun asumen este rol sin
apoyo del padre y redes de soporte, enfrentando los retos del cuidado, formación
y emancipación de la prole, sin morir o perderse en el intento.
Mi respeto a
quienes se hacen por diversas vías y misterios de la vida, madre-hermana, madre-
tía, madre-abuela, madre- cuñada, madre-nuera, madre-suegra, madre-cuidadora,
madre-putativa y otras formas. Y a
quienes han adoptado a hijxs gatunos, perrunos y otros seres.
Mi aplauso a
quienes son madres y madrastas en pareja, compartiendo la aventura y ventura de
cuidar formar, guiar y amar compartidamente a la prole. En tiempos donde la
verdad, justicia, convivencia segura y bondad es cada vez un bien escaso y en
riesgo de extinción.
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