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lunes, 19 de septiembre de 2022

IN MEMORIAM A DENIS SULMONT SAMAIN

Hoy te fuiste Denis Sulmont Samain, se apagó tu sonrisa eterna, la curiosidad de tus ojos, tu hábito francés en el saludo, rebelándose el espíritu y fe de niño que siempre te acompañó. Tu enorme gentileza, paciencia inagotable junto a esa gran curiosidad sociológica para la indagación, el cruce de información, preparación meticulosa de cada exposición o clase, que superaba de lejos a las barreras idiomáticas, consolidándote como uno de los ciudadanos del mundo desde antes de haberse producido la globalización.

Te has ido Denis a inicios de la post pandemia mundial desde el Perú, habiendo nacido como hijo de la II posguerra mundial en Francia. Aleccionándonos también en la partida, que uno no es, de donde nace; sino de donde se hace y yace, con la misión cumplida y el espíritu ligero. 

Has transitado dos siglos, sin perder el asombro y sensibilidad del niño que abre sus ojos a una sociedad en reconstrucción, se hace hombre abrazando el ideal de un mundo nuevo, justo e incluyente, comprometiéndote a ser parte, tomando como medio a la sociología. Absorbiendo y aquilatando, los aprendizajes de una sociedad que había transitado de la monarquía a la república una y otra vez.

Convencido que otro mundo es posible, te embarcaste en la búsqueda de indicios fácticos aproximándote con tu maestro  Alain Touraine a los movimientos sociales de fines de los sesenta en sociedades Suraméricanas y tratando de desentrañar sus complejidades te descubriste franco-peruano (1974) enamorándote de un país remoto a tus orígenes, sincretizando ambas culturas en tu ser y hacer sin necesidad de sustituir a ninguna[1].  

Ha pasado más de tres décadas desde la primera vez que nos conocimos en ADEC ATC, en tiempos donde unas(os) intentábamos y tentábamos deconstruir /reconstruir la historia de las ONG desde sus orígenes, enfrascándonos en el debate de sus vertientes, sin atrevernos a tocar sus horizontes. En cambio, Denis, se hallaba enfrascado en construir una teoría sociológica latinoamericana de los movimientos sociales desde el sindicalismo peruano, soñando en contribuir a la germinación del poder obrero, encarnando su experiencia  académica de la Sorbona y la Universidad Nanterre de París en un contexto  de la naciente V Repúblicade Francesa, en su nueva patria el Perú, sin imaginar que el neoliberalismo había decretado su aniquilación más temprano que tarde.

Mi retorno al mundo académico a partir de 1995, me reencontró con quienes serían mis maestras(os), colegas y amigas(os), de ese mundo privilegiado como es el campus de la PUCP (Pontificia Universidad Católica del Perú), donde suelo sentirme en casa y a salvo. No sé si sucede con todas(os) que experimentamos la vida universitaria en comunidad, en mi caso traspasar el muro que separa el campus de una de las avenidas más transitadas de Lima, significaba dejar todo en la puerta e ingresar a un mundo distinto en ritmos, aromas, vínculos, convivencia y compartir. Sentimiento que solíamos compartir en tiempos de mayor incertidumbre en el país con Denis quien solía llegar en bicicleta tras sortear el monstruoso tráfico, siempre acompañado por su maletín desbordando de contenido y la sonrisa imborrable.

Diciembre 1997

Su compromiso social no se circunscribió a la academia, solíamos encontrarnos en cuanto movimiento de protesta se produjera, sea de respaldo o resistencia en las calles. Nuestra opción por la democracia, los derechos humanos y la paz, era un punto de coincidencia compartida. Como sucedió con aquella vigilia frente a la embajada del Japón cuando se produjo la toma de rehenes del cual guardo registro. Nuestra preocupación por lo que podría pasar, se refleja en los rostros de Máximo Vega- Centeno (de espaldas) Roelfien Haak (inseparable esposa), Denis Sulmot y Narda Henríquez. 

Si alguien dedicó su vida al estudio sistemático y profundo alrededor de un tema como el trabajo desde sus diferentes aristas, fue Denis, a diferencia de la mayoría de académicas(os) que suelen abocarse a los temas de boga. Inició sus estudios de movimientos sociales desde el “gran pueblo joven” que era Chimbote en los sesenta del siglo XX, donde pese a existir dos grandes industrias (pesquera y la mayor siderurgica de acero de la región) la población trabajadora vivía en condiciones extremas. Allí identificó como eje de estudio y análisis del trabajo asalariado, alrededor del cual desarrolló una investigación longitudinal que le permitió aportar a la historia del movimiento obrero durante los años setenta, pasando por el sector minero en los ochenta. 

Consumado el aniquilamiento de los sindicatos por el gobierno fujimontesinista durante los noventa, se dedicó al estudio del trabajo desde la educación e incursionó en la gestión de las instituciones y la responsabilidad social empresarial a lo largo del nuevo milenio[2].

Entre la transición de ambos siglos, se volvieron a cruzar nuestras vidas, él como Coordinador de la Maestría de Sociología, yo como estudiante de la misma, empecinada hallar respuestas y herramientas para comprender lo incomprensible: a) el poder y el empoderamiento, b) la crisis y reinvención de las instituciones, d) la metamorfosis de antivalores en valores (corrupción, pragmatismo, mendicidad y subempleo como práctica aceptada, a cambio de una promesa electoral de honradez, tecnología y trabajo), e) el papel de los actores en cada coyuntura y la configuración de las estructuras, f) la violencia nuestra de cada día en sus diversas formas, instancias y expresiones, entre otros.

Además de la coordinación de la maestría, Denis era nuestro profesor en Sociología de las Instituciones, donde percibí su dedicación, profundidad y meticulosidad en la indagación, preparación y tratamiento de los temas. Eran tiempos de transición en el uso de la tecnología, del retroproyector (un gran aparato pesado que proyectaba láminas transparentes impresas y fotocopiadas) al proyector con Power Point. Inclusive en la actualidad para quién no está entrenado en el uso de tecnología, aplicativos y software es complicado.

En aquel tiempo, era aún más complicado pasar del manejo de un tipo de equipo y herramientas a otros, la mayoría de los profesores contemporáneos de Denis, se eximían de esas labores, sea delegando a sus asistentes (jefes de prácticas) o simplemente omitiéndolos. Él se esforzaba en combinar todas las técnicas de participación como referentes de información y formación había obtenido, aun cuando significara mayor esfuerzo. Su syllabus, no era la fotocopia del año previo con alguna bibliografía actualizada (copy & page hoy) sino un meticuloso programa de estudios que revelaba el trabajo invertido.  

Sus clases me permitieron, enlazar el tema de investigación con mi expertis, logrando el sincretismo de sociología de las instituciones con la experiencia en gestión de proyectos de promoción y desarrollo social con perspectiva de género. Cuando le solicité lecturas de teoría asociadas, me facilitó no sólo la bibliografía, también material que ya había revisado y agotado. De modo que el diseño de investigación de la tesis, estaba concluida antes del primer año de estudios. 

Yo asumía que las(os) 17 estudiantes de mi promoción estábamos en lo mismos puesto que la mayoría era o había sido docente universitario, tenía como base de formación sociología ergo experiencia en investigación, mientras yo sólo había desarrollado trabajos de sistematización e investigación cualitativa de exploración y a lo mucho descriptiva.

En una de las sesiones del curso cuasi cerrando el primer año, yo estaba concentrada en registrar algunas notas, Denis preguntó: “¿Quiénes están en etapa o próximos a empezar el recojo de información?”. Por su puesto yo levanté mi mano, conservando la mirada sobre mis notas. Al sentir un silencio, de esos que se cortan con cuchillo, levanté la mirada, descubriendo que sólo éramos dos con la mano en alto (un compañero rezagado de promociones previas). Ante nuestra sorpresa, Denís anunció que había una oportunidad de beca.

Así es como, tras presentar y aprobarse nuestro plan de tesis, accedimos  a una beca de estudios para el segundo año de maestría de modo diáfano, sin mediar criterios rebuscados y burocráticos. Sumando a nuestra relación académica la administrativa, permitiéndome conocer el profesionalismo, la sabiduría y humanidad de Denis. Los reconocimientos tienen sentido y valor en vida como sucedió en su caso alegrándole el espíritu y alma en el 2008, pueden escuchar su voz. Video PUCP


La vida me ha obsequiado y sigue dando a borbotones la amistad y compañía de seres excepcionales en conocimiento, trato y humanidad, yo los denomino seres de luz, porque iluminan la parte compartida de mi historia. Denis era uno de ellos, con sencillez, proximidad, curiosidad y luminosidad. No olvidaré, su desapego del conocimiento en tiempos donde la información era poder, permitiendo  visibilizar al autor(a) en su diversidad, el acceso del lector(a) a la pluralidad de fuentes, incentivando la práctica del fit back y apertura para el intercambio, análisis y debate.

Todos sabemos de nuestra finitud, pocos somos conscientes y nos hacemos cargo de ello. Denís en un gesto aleccionador de conciencia responsable y consecuente, en el año 2003, nos legó la herencia social de sus investigaciones[3] y los materiales de trabajo, consultado y acumulado a lo largo de sus 35 años de vida académica[4]. Hoy y mañana disponible en la biblioteca de la PUCP bajo la denominación de Colección Denis Sulmont, insumo para el trabajo de las(os) investigadores actuales y del futuro. Su gesto es la expresión del contenido y sentido de maestro. Aquel que está dispuesto a dar e indagar con el aprendiz en tanto que el conocimiento es infinito.

¡Hasta siempre maestro, que con tu ser y hacer me iluminaste e inspiraste en la investigación!

¡Hasta pronto ser eterno y sabio desapegado de todo lo material e inmaterial!

¡Hasta pronto amigo de luz, desprendimiento e inspiración constante!


Descansa en Paz.



[1] https://guiastematicas.biblioteca.pucp.edu.pe/cedoc/denis_sulmont

[2] https://www.academia.edu/14583030/Curr%C3%ADculum_Denis_Sulmont_Samain

[3] https://pucp.ent.sirsi.net/client/es_ES/campus/search/results?qu=&qu=%22Donativo+Denis+Sulmont%22&lm=CCSS

[4] https://guiastematicas.biblioteca.pucp.edu.pe/ld.php?content_id=44454873

jueves, 8 de julio de 2021

IN MEMORIAM VIOLETA SARA-LAFOSSE VALDERRAMA

En el día del maestro del 2020, como homenaje a maestros, maestras y mi propia práctica, escribí diez de sus lecciones en mi muro del Facebook. 
Hoy que ha partido al infinito, intentaré contextualizarlas en homenaje a la gran mujer feminista, profesional, maestra, madre, esposa, colega y mujer con poder entre dos siglos, a quien tuve el privilegio de conocer, ser su estudiante, aproximarse a su ser y hacer, sin llegar ser confidente, sólo una entusiasta seguidora. Mi maestra, a quien admiré desde sus primeras lecciones y permanecí admirando en su hibernación, al mostrarme hasta sus últimos días que una familia es aquella donde te dan alas para volar, raíces para volver y motivos para quedarte, retroalimentando el amor aprehendido, renovado y afirmado.

Familias sí, pero no todas son claves ni necesarias

Conocí a Violeta mi maestra en 1981, un verano que se despedía y asomaba el otoño, en un campus universitario con escasos edificios, mucho verdor y árboles por donde el viento corría sin contención ni discreción. De día era hermoso y cálido lleno de verdor, amapolas, geranios, margaritas. Con mucho espacio para el descanso, la lectura, el trabajo de grupo al aire libre, sólo interrumpido por los obsequios de las aves en vuelo, el furtivo paso de las ardillas o la mirada inquieta y fija de venados. Al atardecer el frío abrazaba con fuerza.

Cuando Violeta ingresó por primera vez al aula de clase, tenía cabello negro, corto tipo afro (muy próximo al mío), porte seguro, voz dulce y tono suave, una sonrisa afable y elegancia en sus gestos como ademanes durante su discurso. Vestía una falda azul, una blusa blanca y una chompa que le hacía juego, la traía puesta a modo de capa, la cual se quitó para desarrollar el sílabo del curso de Sociología de La Familia.

En su contenido, aprenderíamos la importancia de la familia en la formación de la conducta, moral, valores y práctica de los seres humanos para ser felices, vivir en sociedad o rechazar a la misma. Desmitificó la familia nuclear, heterosexual y estándar como era nuestro imaginario cultural citadino, mostrándonos el producto de estudios confiables que en ese entonces graficaba la presencia de tres tipos: despótica, autoritaria y compañera, cuya estructura impactaba de diferente modo en cada uno de sus integrantes y la sociedad, al respecto ella nos invitaba a apostar por la familia compañera.

Nos habló del papel de la mujer y el hombre en la estructura de poder y dinámica familiar como pareja, en su rol de madre y padre, reproductora socio-cultural y reproductor de la fuerza de trabajo, sea como ama de casa o proveedor. Con ella aprendimos unas más, otras menos y quizás muchas nada sobre patriarcado, machismo, sometimiento, discriminación, pobreza. El valor del trabajo doméstico e invisible.  Cómo se sublima el papel del padre, cuando este es ausente física o simbólicamente, de modo que contradictoriamente algunas madres solteras o jefas de familia, crean las bases para que sus hijos(as) fueran tan o más machistas y patriarcales que su padre ausente, pese a no haber contado con su modelo mientras se hacía hombre o mujer.

Según Violeta, la familia era clave para el desarrollo de una sociedad, pero no cualquiera sino aquella del tipo compañera donde los roles fueran compartidos, complementarios redistribuidos y valorados por todas(os) sus integrantes según su composición: nuclear, extendida, agregada. De modo que los socializadores secundarios como la escuela, iglesia, el mercado, la plaza, el club y el partido político cumplieran su rol de convivencia social en diferencia, respeto, seguridad y protección. Decía sin titubeos:

“Si la familia no cumple su rol de proveer entre sus miembros amor, respeto, protección, refugio, identidad, amor propio y cuidado del otro; poco o nada pueden hacer las instituciones de segunda socialización como la escuela.”

Siendo así, los tipos de familia despótica y autoritaria eran un problema tanto para sus integrantes como para la sociedad. En ambos casos la mujer madre e hijas eran sometidas, subordinadas y devaluadas. Llegando en el extremo a ser abusadas, violentadas y violadas, ante ello recomendaba: “Sin duda la familia es lo más importante de la sociedad, pero cuando a nombre de ella se atropella y viola derechos, hay que alejarse y protegerse, porque es tóxica.”

Para vivir con dignidad, no se requiere de suntuosidad

Habíamos ingresado por examen directo especializado y no por Estudios Generales a la Facultad de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), en mi caso no porque la hubiera elegido al Trabajo Social (TS) como carrera profesional, sino porque ella me había elegido a mí. Desde hacía un quinquenio era Contadora Comercial por calificación y desempeño laboral, porque terminando la primaria, elegí la secundaria comercial, puesto que ni en sueños podría solventar una carrera universitaria.

Trabajar desde antes de egresar de la secundaria (1976) me había permitido, ahorrar para realizar una especialización en contabilidad, aun cuando descubrí que no estaba hecha para sentarme ante un escritorio a seleccionar comprobantes de pago, elaborar libros contables, archivos y más mientras miraba a mis jefes frustrados que quisieron tener otra carrera y las secretarias deseando que los jefes no existieran.

El TS como carrera me eligió a  mí, porque antes de pensar en él, me dedicaba al trabajo voluntario de asistencia social desde la Parroquia de San Pablo en Canto Chico con las hermanas de la Congregación de Asistentes Sociales, que tenían un programa de rehabilitación con presos del Penal de Lurigancho.  Realizaba la visita e informe social a las familias de los mismos, debido a que las religiosas extranjeras no lograban identificar con precisión los elementos detrás de los casos sociales, por la gran habilidad limeña para la práctica cultural de “pepe el vivo”, que yo solía identificar con cierta facilidad, al  ser peruana, mi trabajo barrial y  parte del sector popular.

Habíamos ingresado 40, en algunos cursos como matemáticas se duplicaba, con quienes estaba por bica o trica y con un pie fuera de la universidad. Así que pese a ser una facultad pequeña en contraste con derecho, era mayor que sociología, antropología, economía o psicología individuamente. A momentos se expandía y en otros se contraía a medida que avanzábamos en ciclos al punto que sólo 5 de 40 egresamos al quinto año, sumando a muchas de promociones previas.

El primer año fue memorable, en tanto nos juntó a todas las sangres: orígenes, clases, culturas, motivaciones e historias, siendo notable los segmentos que se fueron agrupando “selectiva y naturalmente”, formando a momentos grupos inexpugnables con muros invisibles.

En términos de mi amiga Luz, quienes tenían clase y le chorreaba la plata”, sólo se dedicaba a estudiar, porque le costaba nueve veces más de las que estábamos en la primera escala de pago. También estaban las de clase medieras y arribistas con diversas conductas y poses. Un caso notable era una joven cuyo nombre en verdad no recuerdo y la perdí en el tercer ciclo, era pequeña de estatura, pero gigante en ego, se sentaba en primera fila y nos barría con la mirada a cada una que entraba al aula sin exceptuar a los/as profesores. Recuerdo a otra, con pose de modelo de una revista de los cincuenta, que durante el primer semestre no usó la misma ropa dos veces, más adelante supe que tenía la misma talla que su hermana y madre, estrenando el guardarropa de las tres para recubrir su inseguridad. En el otro extremo estábamos las que por uniforme teníamos un jeans, zapatillas, blusa o polo.

Mi experiencia tanto laboral como de edad intermedia entre Mariza que tenía 15 y Luz que me llevaba algunos años, me colocaba en una posición que nunca me intimidó como a algunas compañeras, porque había conocido y compartido espacio con todo tipo personas y prácticas de poder inimaginados.
Un día cerrando la clase con Violeta donde se había producido mayor confianza, tratamos temas de discriminación y segmentación entre mujeres. Preguntándole a propósito de nuestra convivencia ¿Por qué a algunas mujeres nos costaba tanto ser, accesible, disponible, compañera y unidad?  Tantos sub grupos como culturas en una promoción pequeña en una facultad que preparaba profesionales para trabajar con los sectores más vulnerables nos preocupaba.

Ella nos miró y dijo: “Las conductas humanas son complejas, responden a muchas motivaciones y factores a los que estamos expuestas, desde el tipo de familia, como hemos visto en clase y el sexo, pasando por los socializadores secundarios como la escuela, la iglesia, el club. También está la identidad, psicología, privilegios y cultura que se adopte. Pero la ostentación o concentración de la atención en la superficialidad de la persona como el atuendo, posesión o posición revela inseguridad personal, social y miedo a perder poder de quien lo hace.  Para quien se incomode por ello otro tanto, sumado a la autopercepción de minusvalía. Son los que no sobreviven al rigor académico. Cuando enfrenten una situación de este tipo, sólo recuerden que lo más importante en la persona es la dignidad. Y para vivir en dignidad no se requiere de suntuosidad”.

Rigurosidad, consistencia y coherencia

Una década y media después (1995), volví a disfrutar de las clases de Violeta durante el Diploma de Estudios de Género PUCP. Una de las líneas asociados con mi interés fue él desarrollo del papel doméstico privado de las mujeres, extendido al espacio público como parte de la sobrevivencia familiar y el movimiento popular.

Durante el paréntesis de nuestro reencuentro académico, yo había transitado de mis prácticas de asistencia al trabajo de la promoción social, desarrollo urbano  e investigación. A momentos muy cerca y otros muy lejos de mis intenciones de cambiar el mundo sin morir en el intento, porque ya había descubierto que la revolución no estaba a la vuelta de la esquina como me creía en los setenta o en la reconceptualización del TS.

Por cuanto mi trabajo para su curso se desarrolló alrededor de la organización/ desorganización de mujeres en torno a la sobrevivencia que había acompañado entre 1984 y 1995. Ella tenía hasta ese momento una mirada entusiasta de los comedores populares a los que conceptualmente definía como cocina familiar colectiva, producto del estudio que había realizado sobre los mismos antes de los noventa, en un tiempo donde eran estrategias de sobrevivencia dependiendo principalmente de la organización y labor de las mujeres populares apoyado o subvencionados puntualmente por instituciones principalmente privadas, por cuanto pesaba el nivel de organización y participación de sus socias.

Yo tenía una lectura distinta, debido al proceso experimentado por las organizaciones de mujeres a partir de 1990. Si bien estaba de acuerdo con ella respecto a las características entre 1979-89, su transformación en programa social desde el fujimorismo, las había trastocado como base social  del oficialismo a la mayoría, alejándolas de sus dinámicas originarias, diversificándola hasta cuasi transformarlas en un restaurant popular subvencionado por el Estado.  

Es cuando Violeta me dijo: "Sí afirmas algo que sea con sustento, si no, deja espacio para la duda o pregunta”. Refiriéndose a la necesidad de contar con data que sostenga alguna de mis afirmaciones. Yo poseía información primaria desde 1984 a 1995 a nivel de varios distritos del cono norte de Lima, de agosto 1990 a diciembre 1991 a nivel metropolitano y a nivel de Ilo Moquegua 1993 -95. En base a ello y el contraste con otros estudios aprendí a hablar de tendencias, probabilidades y supuestos a partir de algunos casos, puesto que no respondían a muestra alguna. Las certezas, afirmaciones y aseveraciones,  debían derivar de un estudio representativo, que es más numeroso cuanto más grande es el universo, por eso no creo en las encuestas de opinión, estadísticamente no son representativas ni confiables. 

Entendí en este proceso, que la preocupación de Violeta era la rigurosidad metodológica en sociología, pero su interés mayor era la consistencia de nuestras afirmaciones, por las responsabilidades que lleva tener el privilegio de leer de los hechos o eventos sociales, más allá del pensamiento común. Solía decirme que si no podemos sustentar nuestras afirmaciones con el debido hecho fáctico éramos inconsistentes como irresponsables académicamente, colocándonos al filo o centro de la incoherencia, que en la práctica de vida podría fácilmente perdernos:

“El objetivo es la coherencia entre pensamiento, palabra y acción, lo que no es fácil. Cada día cuesta más en un mundo mercantilista, por eso hay que intentar una y otra vez.”

Feminismo como práctica de vida

Más adelante, solía tener reuniones de trabajo académico de género y feminismo con Violeta, que matizábamos con temas de nuestra practica de vida, porque no es posible hablar de género sin mirar nuestra experiencia en primera persona y de la cotidianeidad que nos sorprendía, como el asomarse de Max para preguntarle con amor de enamorado continuo “Viole almorzamos juntos”. Así es como me asomé a su experiencia de vida.

Solía contarme cómo y por qué se hizo especialista en sociología de la familia, argumentando que a diferencia de otras mujeres ella tuvo el privilegio de un posgrado en la Universidad Católica de Lovaina por un encargo colectivo y compromiso social de su práctica de fe, en ese tiempo se halló en el centro del proceso de revisión de percepción de la sociología, familia, el papel de la mujer, el poder y el feminismo de Europa y Estados Unidos.

Argumentaba que, a diferencia de otras militantes feministas, ella no se vio enfrentada a la necesidad de romper con un patriarcado ni su religión sino modificarlo viviendo y construyendo otro modo de relación en pareja, maternidad, paternidad y académico.  Vivir su fe, vocación, voluntad, pensamiento y proyecto de vida de un modo diferente coherente con su ser feminista, en el sentido de respeto y ejercicio de derechos.  Al punto que pese a estar casada por las leyes y la religión, nunca se registró ni fue necesario titulase de Violeta Sara-Lafosse Valderrama de Vega-Centeno, rompiendo con los símbolos del patriarcado y la tradición, porque no era necesario como poco práctico: “Como vez todos me llaman Violeta Sara-Lafosse y omiten el apellido de mi madre cuando para mí ser feminista significa mucho, porque soy su continuum con mi propio ser”.

Solía decir que ella y Max tuvieron mucha suerte, porque empezaron su vida y familia emparejados, siendo iguales en lo social, económico, cultural y religión. Compartiendo el mismo proyecto de vida, amor y compromiso social. “Sonreía cuando me narraba, “Vivíamos compartiendo y extendiendo una beca de estudiantes en un piso modesto, esforzándonos por hacer bien el trabajo de cada quien y disfrutando la mutua compañía en un país nuevo, tenernos uno al otro fue un valor agregado, creo que fue una bendición”.

Decía que ninguna relación de pareja es lineal, fácil ni a un solo ritmo, tenía altas y bajas, donde lo central es sincerar el punto de partida y establecer de común acuerdo el punto de llegada, cómo se haría era un misterio, pero el acuerdo compartido era el diálogo, sereno, respetuoso y oportuno, jamás el silencio.

Ella había aprendido que en el proceso ambos debían aceptar con sinceridad percepciones, sentimientos, emociones, proyectos de sí y respecto al otro como era y no como cada quien deseara. Una pareja no es tu enemigo ni competencia, sino tu compañero la persona que amas, admiras y respetas. Quien, a su vez, te ama, admira y respeta. “Sin los tres ingredientes de amor, respeto y admiración es compartido, de uno respecto al otro, es muy difícil subir la cuesta de la pareja, transitar por la familia y formar hijos. La relación de igualdad no se conquista, se construye entre dos, con renuncias compartidas y apuestas sostenidas rotativamente como en los comedores.”

Cuando le preguntaba a cerca de su feminismo, respondía: “Sin duda no fui parte del movimiento feminista de los sesenta en Perú porque estaba viviendo otra cosa, tampoco me hice ni quise ser parte del movimiento feminista de los setenta ni ochenta, porque de lejos aparecía sospechosa. Mientras todas las feministas se habían divorciado, ponían en cuestión la maternidad, familia y exploraban su sexualidad. Yo no sólo me había casado, permanecía unida al mismo hombre, había optado y construido familia con hijos de los cuales nos ocupamos ambos y me había especializado en sociología de la familia, mientras Max era economista. Fácilmente podía ser acusada de traidora al movimiento y sostenedora del patriarcado”.

Le pregunté más de una vez cómo había hecho para criar a dos hijos, porque yo con una, en la universidad, el trabajo y siendo aun hija, sentía que lo hacía a medias y a momentos me perdía en mi laberinto. Ella sonreía, respondiéndome: “No te apures, lo haces bien porque te interrogas al respecto y no te consuelas con que creerte que eres la mejor madre. Cuando con Max decidimos tener hijos fue planificado y mutuo acuerdo, recuerda que ya existía la píldora.  En ese tiempo, ambos bajamos a la mitad nuestra dedicación laboral y proyectos profesionales. Acordamos que compartiríamos paternidad y maternidad por turnos a cincuenta por ciento cada uno y así lo hicimos, si yo trabajaba en la mañana él era en la tarde, los primeros años de nuestros hijos. No fue fácil pero sí hermoso y gratificante.”

Yo le decía, sabes Violeta les funcionó bien, tú eres buena en lo tuyo y Max otro tanto, tienen autoridad y poder en la comunidad universitaria sin haber sacrificado tu maternidad y paternidad, ambos son felices siguen juntos y amándose. Tienen hijos buenos, conozco más a uno que al otro y su esposa, es una nuera linda y tu nieta la continuidad de ese amor. 

Ella me miraba y apretaba la mano mientras decía. “Sabes Catalina, para Max ni yo fue fácil, veníamos de una familia conservadora con roles tradicionalmente adjudicados a mujeres y hombres, pero nos aventuramos en hacer posible la utopía de una familia compañera. Día a día, sin detenernos con nuestros aciertos errores y aprendizajes”.

Durante nuestros últimos encuentros, hablábamos sobre el feminismo, yo le preguntaba por las diversas formas de ser percibida, expresarse y sentirse feminista, así como por las percepciones de “las feministas” respecto a las “no feminista” ¿Qué es ser feminista?

Ella sentenciaba, “Más allá de los distintivos y autodenominaciones que seguirá produciéndose a medida que el tiempo pase, las generaciones que se apropien del conocimiento, pensamiento crítico, cuestionaran aquello que las incomoda y decidan cambiarlo ellas, es cuando se harán feministas. No por un título, ni porque las otras y otros las reconozcan o desconozcan.  Catalina, ser feminista no es una pose sino opción de vida que te incomoda, incomoda a otros y te saca de tu confort”.

Para Violeta el feminismo como movimiento no era título ni propiedad de nadie, tampoco estático, sino algo vivo que está en permanente resignificación, un proyecto inacabado, donde cada rebeldía de las mujeres por apropiarse de su vida, construir su destino y ejercer sus derechos, trascendía al empoderamiento para ser un modo de vida real como ser humano, en  igualdad de derechos propios y ajenos, donde las agendas podían cambiar en cada tiempo, pero lo que no cambiaría era la incomodidad sentida por las mujeres viviendo una situación u ocupando una posición que las haría feministas. El acento con otra tendencia eran interconexiones privilegiadas o enlazadas con sus luchas, lo central era   defender, ejercer sus derechos  y vivir ese derecho en relación coherente con otras(os).

Sexualidad, sexo y reproducción

En más de una clase y exposición, Violeta solía decir que la mayor revolución del siglo XX en la vida de las mujeres y la sociedad, fue la creación de la píldora. Permitiéndole a la mujer decidir si quería o no tener hijos(as), el número y espacio entre uno(a) y otro(a).  Afirmaba “El sexo es la dimensión más maravillosa del ser humano que le recuerda, que él y ella está al control de sus pulsiones; no necesita estar en celo como los animales para desear y realizarlo, te hace responsable de decidir y espaciar la reproducción.” Siempre que recuerdo el tratamiento de los temas de sexualidad, sexo y reproducción, en manos de Violeta, evoco la fluidez, claridad, sencillez y profundidad del mismo.

Hablar de la sexualidad de las mujeres y hombres, no sueles ser un tema usual, salvo que se produzca en un contexto reproductivo, académico, médico o pornográfico y de violencia contra la mujer. En cualquiera de los campos suele estar teñido de mitos, medias verdades, medias palabras y clichés.

Con Violeta en cambio, estaba lleno de información, formación y simbolismo que transformaba lo grotesco en conocimiento sabio. Solía decir, “La conquista del poder a través de la guerra entre hombres, fue trasladado a la relación entre hombres y mujeres, impregnado al sexo de significados y significantes de batalla entre enemigos y conquista del más fuerte. Creándose prohibiciones para las mujeres y licencias para los hombres que asegure el triunfo de los segundos”.

Afirmaba que lo más grotesco y lejos de la verdad era la alusión de la posesión sexual de un hombre respecto a una mujer con quien no tenía vínculo afectivo solo sexual, expresando que se la “comerían”, cuando en realidad el coito literalmente era de una práctica totalmente inversa.

Decía que de tanto atribuir, ansiedad, egoísmo, poder y posesión al sexo, había distorsionado un acto de dos en la búsqueda o persecución de uno(a), así como manipulación y desencanto del otro(a). Dejando de lado la condición de intercambio mutuo con calidez, placer, goce y entrega. Independiente de que se trate sólo de sexo o sexo con amor. Sostenía que el respeto entre dos personas que deciden tener sexo involucra expresión clara de libre consentimiento y responsabilidad, donde el intercambio permita acoger y ser acogido plena y gratificantemente. 

Yo solía decirle que me gustaba el amor entre ella y Max, donde el tiempo había mantenido la magia, extendiéndose a sus dos hijos, nuera y nieta. Que su historia de vida, generaba esperanza para construir una familia donde sus integrantes crezcan en dignidad, condición humana, social y políticamente correctos(as) en el sentido de estar al servicio de otros(as), asumiendo que se tiene capacidades para hacerlo y no hacerse servir por otros(as).

Ella solía anotar, “El amor nos hace dignos y libres como el pensamiento y la fe, un amor incomprendido y cautivo nos hace esclavas(os).”

Maestría en la docencia de vida

Solía comentarle, que una cosa era hablar de la familia en sentido figurado, aun cuando los datos se sostuvieran en estudios confiables y otra mostrar que era posible, como en su caso el éxito y sostenibilidad de la familia compañera. Que era tiempo de escribir sus memorias en primera persona. Ella me miraba, sonreía y decía: “Mira Catalina, no lo he pensado hasta este momento que lo mencionas, porque siempre he creído que nuestro aporte es de conocimiento social”.

Yo argumentaba que el valor de la memoria personal, donde una mujer académica formada en los sesenta, se hizo feminista desde la práctica, pensamiento y el día a día, sin renunciar a una apuesta y puesta en escena una familia donde sus integrantes fueran fuente y destino de amor, seguridad emocional, respeto, soporte, apoyo y estímulo hacia los proyectos de vida concebidos. Con capacidad para compartir y partir el amor en mil pedazos sin que nadie se quejara de tener una menor porción que otro(a) o sentir que se había dado de más. 

Ella se quedaba en silencio pensando, yo aprovechaba para insistir sociológicamente y desde los estudios de género. Violeta, la historia de vida, es una vertiente de rescate de la historia no escrita de las mujeres, tu historia por ser singular requería ser contada. Ella respondía: “Lo pensaré Catalina, ten la seguridad que, si decido hacerlo, será con tu apoyo, exploraremos esa nueva línea metodológica.”

Cerrábamos nuestras conversas, recordándole que se trataba de escribir para las mujeres y hombres del futuro que aprenden de registros, con oportunidad para conocer la validez de las teorías de género desde la práctica, como toda buena maestra sabe.

Violeta Sara-Lafosse Valderrama, mi maestra que demostró en vida la coherencia entre su curso y discurso de mujer, feminista, madre, esposa y que fue parte de una familia compañera. Se jubiló, aun así, siguió dictando cátedra ad honorem porque ser maestra es lo que amaba tanto como a Max, sus hijos, nuera, nietos y Cecilia su cuñada, porque estaba convencida que:

“Cualquiera puede enseñar, porque todas y todos sabemos algo que otros no, sólo nos hacemos maestras y maestros, cuando ayudamos a develar la capacidad crítica y el pensamiento analítico de cada estudiante, para que se explique y responda a sus propias interrogantes, y nos asombre con su ingenio, aprendiendo nosotras(os) con ellas(os).”

Violeta sé que muchos(as) escribirán más de un artículo sobre tu saber y hacer, como distinciones tuviste en vida por tu ser. Yo he querido en este momento de tu despedida ausente, escribir aquello que compartimos en un tiempo donde tuve el privilegio de ser tu aprendiz, tu oyente e interlocutora, mientras decidías que hacer con tus recuerdos hasta cuando tu memoria prefirió guardarse.

Ya eres parte del infinito de este tiempo y dimensión como aquel donde hoy estás. Ve en paz hacia el amor del Dios en quien creías, honrabas y cuyas enseñanzas practicaste amando a tu prójima(o) como a ti misma.

domingo, 25 de abril de 2021

IN MEMORIAM PATRICIA HOEMPLER RUIZ

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Patricia Hoempler Ruiz y su sonrisa
Iquitos 14 febrero, Lima 1961- 25 abril 2021
Acabo de conectarme son las 21 horas de este día, luego de agotarme físicamente, tras el baño reparador decido mirar una película y no redes, tengo la cerveza fría que mi buen cuñado ha conseguido porque se me antojó luego de mi trabajo doméstico, al respecto Rodrigo anotó: “Ya ves tía, ahora entiendes por qué los obreros luego de un trabajo agotador necesitan una cerveza fría”. Por su puesto que yo gallega respondí, “no estoy cansada sino antojada, me provoca ese sabor amargo de cerveza”.

Prendo mi laptop, porque no tengo TV desde 2019 y mi CPU está en paro desde hace dos meses a más. La pantalla se queda congelada en las notas rápidas, recién me percato que no he limpiado de cookies, desde que me la regalaron, no me queda otra que limpiar y esperar. Me sirvo un vaso de cerveza, siento la satisfacción de mi antojo amargo, mientras pienso en lo perdida que me encuentro.

No sé  ustedes, pero en este tiempo raro, suelo perder la noción de los días, fechas y hasta los meses, si no tuviera el calendario humano mi hermana Luz, fácil ingresaría al limbo.  Hoy desperté al grito de Luz: “¡el almuerzo está listo!”. Decido no tomar ningún medicamento, pueda ser por eso mi antojo de cerveza. Mientras almorzamos descubro que es domingo y no sábado, tengo alivio de no estar retrasada en pendientes, será y mi domingo de desconexión.

No me mediqué como correspondía, porque ayer fue mi quinto día de batalla entre el pensamiento que se traduce en conocimiento, comprensión, reflexión y registro; asediado por ese enemigo invisible, el dolor de cabeza concentrado en la parte frontal que a momentos me obliga a cerrar los ojos para descender su intensidad y refugiarme en el mantra “Aum sheem, sheem, sheem. Hah Sawaaha”, por cinco minutos. Generalmente con ello lo espanto y sigo, pero esta semana que acaba, estaba perdiendo la batalla. A momentos saboteándome con síntomas del Covid 19, pese a haberme quedado en casa desde el 30 de marzo y salido sólo el domingo 11 de elecciones,  así de loco es nuestra nueva “normalidad”.

Ayer Luz, me vio tan mal que con esa su intuición médica altamente desarrollada, me dijo que podrían deberse a mi tratamiento. Yo alegué que no era posible, mi chequeo fue hace poco y el próximo sería en setiembre, ella me pidió el detalle de las pastillas, se lo di. Luego de realizar todas las investigaciones y consultas, me dijo que podría ser una sobre dosis porque todos mis síntomas se alineaban a ello. Acordamos que buscaré otra opinión sobre mi tratamiento. Por eso hoy decidí tener un domingo libre de todo.

Opté por labores domésticas y de cuidado, desde el baño de mi madre, pasando por limpieza profunda y lavado no programado. Antes de limpiar todo, me hallé con una vela a medio terminar, la encendí agradeciendo por un día más, pidiendo perdón por quienes ya no pueden hacerlo y bendición para quienes se enfrentan en este tiempo al espectro del dolor y la muerte. Mía que es una ser inquieta, juguetona y traviesa observa quieta mi rito como acompañándome en un momento de recogimiento.

La laptop se limpió y es veloz nuevamente, busco conectarme con el sitio de películas, mi dedo con vida propia cliquea el Facebook y a pesar que decidí no mirar redes, este se abre asomándome inmisericordemente a la ventana del espato y dolor, mi amiga Patricia Hoempler Ruiz se suma a una nueva pérdida en las garras del covid 19, el golpe a pesar de ser un espectro conocido a lo largo de 406 días tiene su propio sentido y contenido, mientras lo asimilo, decido despedirme de ella escribiendo, hacerlo  en este tiempo en este blog que cuasi es obituario personal, se ha transformado en mi modo de procesar y dejar ir a mis muertxs.

Conocí a Paty Hoempler, con nombre y apellido para distinguirla de todas las Paty de mi vida, en el último quinquenio del siglo XX durante nuestra cruzada inimaginada para hacer frente a Fujimori, de ello hace más de un cuarto de siglo. Aun recuerdo su notable figura, era una de la más altas de todas las mujeres reunidas y movilizadas permanente ante las medidas de política fujimorista en contra de las mujeres peruanas.

Paty solía regalar sin aspavientos ni regateos, una generosa y enorme sonrisa que mostraba una perfecta dentadura, iluminada por sus grandes ojos brillantes, el cabello lacio, castaño oscuro que le caía hasta el hombro sacudido a momentos por su festiva carcajada. Coherentemente a su notable estatura física y belleza, era una gran ser humana comprometida con la lucha por los derechos de las mujeres, humanos y los animales, su gran amor por los perros era un indicador de ello.

Cuando conocí a las feministas de ese tiempo cada una tenía una peculiar pose y esfuerzo por ser advertida como tal, desde el manejo del cuerpo, su revestimiento, gesto, discurso, actitud y muletilla, evidenciaba esa necesidad de reconocimiento de su feminismo. Yo solía pensar que el tránsito de cada una debió ser no sólo exigente, sino duro y desgarrador que las colocó en esa necesidad persistente como insatisfecha.

En Paty no identifiqué esa peculiaridad, ella sin duda compartió procesos semejantes, pero aprendió a ser feliz siendo quien era, disfrutando de aquello que vivía, hacía y la movilizaba, sin necesidad de ser etiquetada real o simbólicamente como mujer y feminista porque lo era y vivía como tal. Desprendía gran su energía y disposición para hacer, por eso era tan fácil y productivo trabajar con ella en las iniciativas colectivas al igual que en comisiones de trabajo donde aportaba, ponía el hombro, la risa y gracia para concretarlo más allá de lo comprometido.

Paty en el centro, siempre sonriendo.

En las movilizaciones era infaltable, animando, aglutinando y compartiendo, le daba lo mismo ir al frente, en medio o al final, igual su ser se distinguía del resto porque hay mujeres como ella que brillan sin esfuerzo integrando, compartiendo, celebrando. Su gran estatura y personalidad la colocaban frecuentemente abriendo las marchas detrás de la banderola de turno, así que no necesitaba ser parte de las pugnas que otras pequeñas en su ser y/o hacer solían mostrar, cuando esto sucedía ella simplemente se apartaba con su enorme y bella sonrisa, jugueteando con el viento en medio de la muchedumbre.

Tuvimos muchas jornadas de debate, discusión, de posiciones opuestas y hasta deslindes en el tiempo que compartimos experiencias colectivas, no recuerdo momento alguno donde haya adoptado una actitud de confrontación que suponga ruptura, aun cuando siempre tuvo claridad y tomó posiciones en temas como agendas sensibles.

En el campo laboral profesional, tuve la oportunidad de conocer su labor desde mi rol de supervisión, descubriendo que su desempeño se correspondía con su práctica de ser y hacer de dedicación, aporte y compromiso ciudadano, político, feminista y voluntariado. Aquello que realizaba ad honorem con entrega, firmeza, fuerza y energía era potenciado para ser producto altamente calificado, con dedicación y calidad como aporte profesional, mostrando las huellas de una formación sólida y de primer nivel que adquirió en las aulas de la decana de américa en tiempos donde transitar por una universidad era cuasi un milagro y privilegio para las mujeres.

Como mujer Paty estaba satisfecha de ser socióloga, política y feminista; como madre orgullosa y feliz de tener a sus hijas Adriana, Carla y Luciana; tan grandes y bellas como ella en su condición humana, como estaba orgullosa y satisfecha de ser hija, hermana, esposa de su compañero de vida Dante. Demostrando una vez más la correspondencia directa de ese entramado que nos ata a las mujeres y nos permite ser lo que decidimos, así como hacer de nuevos seres semejantes a una tan capaces, conscientes, comprometidas, con pensamiento crítico, comprometido y felices.

Paty a diferencias de muchas mujeres marcadas por las huellas del dolor, la tristeza y frustración producto de una lucha permanente para no morir en el intento de cumplir diversos roles, aprendió a vivir y tomar la felicidad que la vida le dio. Viviendo con plenitud, desprendimiento, generosidad y solidaridad cuando decidió ser parte de la lucha de otras y por otras mujeres como si fuera su propia necesidad y vindicación colocando toda su convicción y vehemencia en cada acto.

Paty, vivió cada día como se presentaba, extrayendo lo mejor de cada situación, colocando todo su amor y energía en cada emprendimiento, evento, compromiso y hacer, que me hace pensar y sentir que tuvo una vida luminosa como es hoy su partida a una dimensión, sin espacio, tiempo ni dolor. Heredándonos ese grano de amor, alegría y felicidad que transmitía para quienes hoy nos quedamos sin ella, sin posibilidad de volver a vernos, abrazarnos y reír conjuntamente.

Por eso, en esta mi despedida, su ser etéreo me inspira a animarla tal como ella lo hizo con cada una y el conjunto de mujeres con quienes compartió parte de su vida.

¡Ve querida Patricia Hoempler!, como solíamos llamarte en colectivo para disfrutar hoy de otra dimensión como ella se presente.

¡Ve Paty querida hacia la luz y eternidad!, como viviste, con confianza, sonrisa, ánimo y espíritu de alegría, a reunirte con las compañeras que te antecedieron.

¡Ve Paty! a unirte con tus seres amados y de luz, mientras te transformas en la luz que acompañarás a tus seres amados que quedan, amigas, compañeras y camaradas de otros tiempos.

Hasta siempre amiga querida, hasta volvernos a hallar como en este tiempo y dimensión.

 

 

martes, 26 de enero de 2021

IN MEMIORIAM WALTER JAVIER VARILLAS VILCHEZ

Hay Walter Varillas, amigo complejo, de esos que hallas por la vida cuando menos esperas, lleno de sueños políticos y contradicciones humanas que a veces le jugaba malas pasadas. Te has ido en este tiempo de partidas masivas sin despedida, tú que creíste que de enfrentarte con la muerte, la convencerías sin mucho esfuerzo que pasara de largo, primero porque solías decir que la muerte después de todo era mujer y porque tenías muchas agendas, unas con sombrero de Sancho Panza, otras con armadura de Quijote o disfraz de Camaleón, no puedo menos que recordar lo vivido y compartido. En memoria a ello contaré con tu rubor y permiso el lado humano/profesional de cómo nos conocimos e hicimos amigos, dejando a otras/os la tarea de dibujar tus haceres, hazañas y más, porque si tras pasar por esta vida, hablan y escriben sobre nosotras/os, es porque vivimos como decidimos hacerlo. 

A Walter lo conocí, de retorno a Lima tras mi tiempo en el sur, a través de una de las primeras consultorías cuando me hice free lance, por el impacto de la política de radicalización del neo-liberalismo de Fujimori que no sólo cerró empresas públicas, sino que tercerizó tanto la mano de obra  sólo como fuerza de trabajo o calificación profesional con expertis bajo la modalidad de servicio de terceros y tributar como cuarta categoría.

De pronto miles nos vimos libres y arrojados literalmente a la calle, a ese mercado de trabajo salvaje donde la ley de la oferta y demanda decide,  sin importar quién es quién, en tanto las empresas, universidades, se reacomodaban y moría la célula viva. Lo más impactante por lo menos desde mi experiencia es aquello que pasó con las Organizaciones No gubernamentales –ONGs que entre 1979- 1992 tuvieron su auge, inventando nuevos modos de ser y hacer políticas en los diversos campos del desarrollo como de los movimientos sindicales, feministas, nativos, etc. De pronto fueron involucrados en una relación triangular: Cooperación Internacional, APCI (Estado) y ONG, como todo trío tóxico, derivó más pronto que inmediato, hacia la subordinación de los proyectos, relaciones, prácticas y puestos de rodillas en una relación donde dejaron de importar las necesidades e intereses de la población destinataria.

En adelante los proyectos pasarían por el tamiz del Estado,  ergo sólo se aprobaría aquellos que ofrecieran viabilidad, sostenibilidad y sustentabilidad, nuevos términos que se acuñaron para sustituir a educación popular, círculos de estudio, conciencia, organización, movilización. Se inventaron las estrategias de concertación y mesas de trabajo que fueron diseñadas   entre iguales,  para aplicarse entre desiguales. Instituciones, profesionales y poblaciones reinventaron proyectos omitiendo las exigencias de procesos sociales de información, criticidad, reflexión, conciencia, participación, democracia, alternancia, autonomía, gestión y rendimiento de cuentas, prerrequisito para todo lo demás. El golpe de gracia vino con la manipulación de las estadísticas, aparecimos en el plano internacional como país con alto per cápita (significa que cada peruano/a para 1996 tenía 4 579 dólares de poder de compra)[1],  siendo reorientado el apoyo internacional al tercer mundo.

En tanto la corrupción, manipulación, desmantelación,  clientelaje y coptación de las principales organizaciones populares era tragada sino seducida por el sistema. Por cuando no ha de extrañar que hoy encontremos en la mayoría de  las/os organizaciones populares a las/os mismas/os dirigentes que nacieron en ese tiempo,  enquistados en el poder donde no hay o sólo existe una escuálida base social, por cuanto no hay capacidad para la alternancia, renovación y crecimiento;  algo así como una careta grotesca de Fujimori, pequeñas/os Kenya o Keikos haciéndole el juego o mostrando que como aprendices, son mejores que sus mentores.  

Es en ese contexto donde muchos de las/os profesionales en unos casos fuimos conminados, en otros elegimos la libertar en términos de Sartre “Estamos solos, sin escusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado así mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace.” (Sartre, 1949, 37)[2]

Era setiembre de 1996, cuando mi entrañable amiga Charo M. me convocó para una consultoría institucional con perspectiva de género que ella no podía asumir completamente porque estaba desbordada de encargos. Así es como conocí a una de las tantas ONG en zozobra ad portas del cierre, que seguían con un pie en prácticas previas  y la otra en exigencias post 1992, resignada a cerrar como muchas ya lo habían hecho, pese a realizar una labor notable y valiosa que requería una evaluación externa desde la perspectiva de género y otra desde la gestión institucional.

Walter mientras transitaba por su experiencia de alcalde de Alis, era co-director de esa ONG conducido por un colegiado de tres (una abogada, él que era sociólogo y un médico).  Lo pienso, inclusive en este momento pero no encuentro el nexo que le permitió, comprometerme con una necesidad municipal  en medio de una evaluación institucional, así por  arte de magia terminé incluyendo un diagnóstico situacional y la proyección de trabajo con perspectiva de género en la municipalidad Alis y viajando hacia allí.

Durante nuestro trayecto, mientras él manejaba  una camioneta rural  me atribuyó  el papel de terapeuta, desgranándome su historia con pelos y señales. Sus venturas y desventuras, sus amores y desamores, sus dones y debilidades, mirando por el rabillo del ojo, sobre el impacto de su narrativa en mí ante cada capítulo, descubriéndose como enamorador empedernido. Aquello que él no sabía, es que ya me había leído toda la novela desde Corín Tellado, pasando por las mexicanas, brasileras, españolas  hasta los de Cowboy, así que nada era nuevo para mí. Conocía todos los argumentos de los hombres desventurados que van de aventura en aventura, habiéndome convencido que mi diploma de psicología no era para ser psicoterapeuta personal y menos ir al rescate de hombres desvalidos por elección propia. Eso le quedó claro durante la primera parada de nuestro viaje para desayunar.

De modo que cambió de estrategia, se vistió de padre amoroso,  político y estratega, mostrándome a lo largo del viaje cada lugar que él creía atractivo y capturara mi cooperación y fidelización profesional en el futuro. Siempre pienso que cuando las personas establecen reglas claras desde el inicio de una relación esta fluye como el agua, así que ambos disfrutamos del largo y pesado viaje por una de las carreteras más difíciles del país –por lo menos en aquel entonces-, como dos aliados por el desarrollo con igualdad de género, aun cuando el género a él le sabía a sebo de chicharrón. Y hablando de ello, tomamos desayuno de tamales con chicharrón, camote y café en Mala, almorzamos en Cañete, yo Sopa seca con Carapulcra y él cabrito con su cerveza, nos detuvimos en Lunahuaná para comprar miel de eucalipto y  nísperos, algo que no conocía y tampoco  he vuelto a hallar en otro lugar del país.

A lo largo del camino, nos aprovisionamos de toda la fruta posible porque aseguraba que en nuestro destino se carecía de ello. Ya bien avanzada en la ruta, se detuvo en una posada de camino para cenar, porque él podía hacer todo y hasta dejar de hablar, pero no dejar de gratificar a su paladar y satisfacer a su humanidad. Yo apenas probé bocado, me sentía pésima, no podía atribuirle al viaje, porque había transitado hasta ese entonces por todos los caminos del país, así que nada me sorprendía, salvo incorporar una nueva foto de recuerdos, pensé en que animada por Walter, había comido demasiado aderezo y grasa junta que no había  hecho en mucho tiempo.

Una hora antes de llegar a Alis, empecé a sentir unos dolores al costado derecho que fue intensificándose a medida que pasó el tiempo, no tenía idea de lo que me sucedía, porque entonces mis salud era meticulosamente programada, si tocaba enfermarme debía ser el viernes, de modo que lo enfrentaba sábado y domingo, para estar lista y en actividad laboral, académica y militante el lunes. 

Pese a su destreza en el manejo y los tiempos programados, llegamos a Alis con retraso, yo retorciéndome de dolor, con sudor frío por todo el cuerpo, las/os organizadores nerviosos/as por el retraso y las expectativas de las personas.

Walter me dijo, que me veía sumamente pálida, que si me sentía indispuesta podíamos postergarlo para el día siguiente. Su secretaria, con mucha delicadeza le dijo: “Doctor, han venido de todos los caseríos, están esperando a  la doctora hace más de una hora”.  Yo le dije: “No te ocupes, sólo consígueme una taza de muña con ruda todo estará bien”, mezclé el medicamento para cólicos de mi tía Juana Herrera y doña Angélica Iraula. Ahora que lo pienso todo está en la mente sería el ambiente o la adrenalina que me mantuve sin desfallecer, sin embargo, esta no sería la única vez que facilité un taller de más de tres horas desgarrándome por dentro.

No había electricidad justo esa noche, se había descompuesto al igual que yo su generador, literalmente de las/os alisinas/os porque lo habían construido sin apoyo de Estado. Iniciamos la reunión alrededor de las seis que es noche cerrada en los pueblos andinos, en su caso más, porque se trata de un pueblo franqueado circularmente por cerros donde la luz del sol cae perpendicularmente sólo a medio día. Fue una reunión de diagnóstico sobre relaciones entre hombres y mujeres, que jamás olvidaré, al igual que las/os participantes y seguro que él tampoco.

Eran alrededor de medio centenar de mujeres y hombres andinos, en la semi penumbra, sentados en bancas y suelo, separados por sexo. Walter como alcalde me presentó. Yo empecé disculpándome por la demora,  e inicié indagando desde dónde venían y cómo lo hicieron, su pre-ocupación y ocupaciones, necesidades, intereses, saberes. Así a modo de diálogo, sin papel  ni lápiz, sin plumón ni paleógrafos, sin proyector ni PPT. Hablando bajo la luz inestable de un candil, casi sin vernos los rostros pero adivinándolos gestos, como suelen hacerlo nuestras/os ancestras/os. Tocando su ser, sentir, querer, presentir y pensar.  

En más de un texto y experta/o de trabajo andino, solía leer que el tema de la sexualidad es un tabú, que de eso no se habla sólo se hace y discurre. Confirmé que un estudio o dos, siempre suele ser micro y tan lejos de otras verdades. Con alisinas/os hablando de sexualidad en diversos tonos y decibeles, nos llevamos más de tres horas, donde tanto mujeres como hombres hablaron de sus percepciones, frustraciones, alegrías, expectativas y quereres. Nadie se quería mover, hasta se me antojó que se trataba de una velada de nuestros sentires y conexiones humanas. Terminamos noche cerrada, yo en trance más allá del dolor, pregunté: ¿Cómo salió?, ¿Qué les pareció?

Walter estaba deslumbrado, me dijo: “Catalina, que es lo que tienes y como eres capaz de hacer hablar hasta las piedras”. Le dije: “Celebro que nadie se diera cuenta  que estaba enferma”, mientras me dejaba caer en la primera silla que encontré. La secretaria, como sólo sabe ser una secretaria, llegó con la promotora de salud, me inyectó una buscapina a la vena  y volví a la vida, al retornar a Lima, tendría mi primer diagnóstico de vesícula perezosa y un cálculo con órdenes de operación impostergable (hasta hoy). Allí conocí a su prima Delfina Varillas, quien se acercó y presentó como tal,  seguro que ella tiene memoria de aquella reunión, nunca lo hablamos, pese que más adelante nos encontraríamos en la maestría  y los talleres de la PUCP.

Tras esta experiencia, así como la evaluación del proyecto en la comunidad de Surco, Morococha, San Vicente, etc. pude  recomendar una reingeniería   integral y la transversalización del género tanto al interior de la dinámica institucional como en los proyectos de intervención, la ONG no sólo se re-dinamizó sino transformó en fuente y referente de expertos en proyectos de desarrollo y género. Alis no sólo tuvo más proyectos, fue una de las primeras comunas que elaboró su plan estratégico en 1997, sin dejar de hacerlo periodo a periodo. Cada uno de los directores se especializó desde salud pública con enfoque de género, hasta diseño, planificación y evaluación de proyectos con enfoque de género.

Walter se reinventó con cada nuevo cambio en el horizonte sin dejar de ser militante, fue todo lo que se propuso ser, pero sobre todo con el tiempo, el amor por la vida se focalizó en  sus hijas y sus descendientes, dejó de llamarme doctora, que era una muletilla en él para decirme profesora o sólo Catalina. La vida nos volvió a juntar desde otras orillas, él sin dejar de combinar lo humano/ profesional/ político. Yo en mi papel de consejería profesional y amiga a quien solía decirme que no podía contarle el cuento ya contado.

Descansa en paz Walter, allí donde estés sigue cautivando a quien quiera oírte como creerte, sigue proyectando y haciendo lo que te venga en gana.


[1] Congreso del Perú. Evolución Económica del Perú 1990-2010 http://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con4_uibd.nsf/997DD9A6365FC18805257D8F0061B2CC/$FILE/1_pdfsam_evolucionsocioeconomicadelperu.pdf  

[2]Sartre, Jean Paul. (1973). El existencialismos es un humanismo. Buenos Aires: Sur [6, L'existentialisme est un humanisme https://www.ucm.es/data/cont/docs/241-2015-06-16-Sartre%20%20El_existencialismo_es_un_humanismo.pdf ]

domingo, 1 de febrero de 2015

IN MEMORIAM DE MANUEL BENITES

Cerrando y abriendo un día enorme, perforados profundamente con tantos sentimientos y emociones encontradas. He llegado a casa en medio de una lluvia torrencial, increíble en una ciudad emergida del desierto, gracias a la meteora Gina Galvez Velarde, que me aproximó a mi casa rondando la dos de la mañana. Ya en ella, tras sortear una segunda inundación en el mes, he encendido una segunda vela por Manuel Benites Llanos, mientras buscaba alguna foto sin éxito, así que decidí escribir para dejar que mi alma levite, fluyan mis sentimientos una vez más tras el registro abstracto de un escrito que no llegará a ser texto, más quien sabe por esos misterios del universo, llegue de algún modo a su destino por las vías del internet. 
Todo empezó con la llamada de Gustavo M.  ayer por la noche. Vivificando mi fuente inagotable de bromas que van y vienen entre ambos,     en nuestra larga relación de tira y jala en lo académico, político,   inte-género, social, amical. Es   uno de los escasos compañeros traducido en amigo, con el peso de su significado, de una relación sin tapujos ni medias tintas como suele ser nuestro vínculo. Con Gustavo es posible re- sintonizarse sin mediación de tiempo, poder, honores, gloria, nombre y   protocolo que prontamente adoptan algunos hombres (sin duda unos más que otros) y por qué no, también algunas mujeres (felizmente son muy escasas) que incursionan al espacio del poder público aun siendo ciudadanos/as enanos/as, porque jamás crecen en compromiso y práctica,   ni tienen vocación de servicio público, pero sí el insaciable deseo de servirse.
Desde mi experiencia relacional, afortunadamente, son más hombres   que mujeres, quienes suelen adoptar actitudes y conductas grotescas de protección, espantando a los espectros de su pasado, porque para ellos sólo cuenta el preciso momento que se transformaron en sapo, siempre me pregunto ¿Por qué prefieren borrar la previa condición de renacuajo?
No es de extrañar, que bajo esa lógica   una amiga irreverente es sinónimo de   amenaza subversiva, alguna vez alguien me dijo: “En verdad te temo, porque no puedo imaginarme que eres capaz de expresar en voz alta”, se refería a mi memoria fotográfica de elefante, acentuada con los años. Mientras él afirmaba eso, volví a recordarlo cuando era renacuajo y lo vi tal cual era antes y después, para tranquilizarlo alcance a decirle: “Te puedo asegurar que puedes esperar no más ni menos de lo que fui testigo. Pero no te inquietes, es un esfuerzo que tengo reservado paro los amigos, para cuando todas las   hojas del calendario se hayan agotado y necesitemos   memorias de a dos para reírnos de quienes intentamos ser, dejamos de hacer y pasar, llegamos a ser e hicimos”.
Con Gustavo hemos descubierto que aun cuando pase el tiempo, el no intentará negar que fue renacuajo, ni yo esperaré al final de los calendarios para reírnos de nosotros mismos, como lo hicimos desde cuando nos conocimos, porque cada vez que hay oportunidad nos reímos a morir, en verdad creo más él que yo. Por eso no imaginé la sorpresa del que suelen estar preñada  una llamadas tras   larga hibernación y silencio.
Deteniendo mi ímpetu me dijo   esta vez llamaba por una situación sentida. Me contó que hace un mes (29 diciembre), Manuel Benítez había fallecido. Siguió hablando mientras experimenté un dolor en el vientre, como de un golpe inesperado o la perdida de estabilidad bajo los pies.
En medio de los detalles y tras colgar el teléfono, recordé a Manuel, aquel compañero de maestría   cerrando los noventa, quien bordeaba los tiempos de jubilación, alto, fornido, formal, protocolar, ex viceministro de educación del primer gobierno de Alan García. Uno de los pocos apristas que respeté en su militancia, porque con sencillez y firmeza se desprendió de su caparazón de militante disciplinado   de un partido que cuida mucho de las formas, para decirme que a sus años había retornado a las aulas, para reciclar, remirar lo vivido,   prepararse bien y a la altura de las exigencias de los nuevos tiempos para cuando su partido volviera a gobernar.
Tuvo suficiente proyección   para saber que el APRA tendría un segundo gobierno a pesar del desastre que fue el primero, con el mismo candidato y gobernante también reciclado -por él supe que García estudiaba la social democracia en el exilio (1998)-, lo que no vio venir es que un militante de la vieja guardia, reciclado, consciente, comprometido y con nuevas formas de pensar y hacer lo público no tendría cabida en el segundo gobierno, salvo que se transforme en operador silente, ciego, sordo y mudo.  
Recordé, cómo al ser desbordado por la teoría sociológica desplegada primero por Guillermo R. y Luego por Martín T. , se me aproximaba   para decirme: “Compañera   he vuelto a las aulas para estar preparado y servir al país y el partido cuando volvamos a ser gobierno, el país hoy exige que estemos preparados. Pero me cuesta,    no entiendo cómo hacer para comprender estos ladrillos, me esfuerzo pero en verdad no entiendo”.
O ante mi conducta no convencional con el estereotipo de ser mujer: “Compañera me quito el sombrero, en tantos años de militancia política y quehacer público no he hallado una mujer que pueda desplazarse con tanta seguridad, desenfado e irreverencia como usted, si hubieran mujeres así en el partido otra serían las cosas”.  Yo solía bromear diciendo que era como me describía, justamente porque no era de su partido, pero que yo no era un bicho raro, tampoco la excepción, puesto que las cosas empezaron a cambiar desde mediados del siglo XX, donde mujeres de quienes no alcanzaba a ser   pálido reflejo, marcaron la diferencia. Que si hubieron mujeres valiosas y excepcionales en el APRA como Magda Portal[1] y otras como ella, lamentablemente su partido discolo la desperdició. 
Replicaba con vehemencia: “Compañera son excepciones y disidencias que hasta hoy no comprendo y hay diversas versiones”. Yo argumentaba, que la práctica y perspectiva política de las mujeres se tornaba desentrañable al igual que   la teoría sociológica de Weber, Althusser, etc.  si es que no abrimos la mente, si seguimos pensando bajo teoremas anacrónicos, si estamos distanciado de otros pensamientos y perspectivas por viejos prejuicios.
Por eso, sólo  si nos abrimos a comprender el pensamiento del otro y la otra bajo sus categorías y no la nuestra, podremos aproximarnos a su perspectiva y comprenderlo/a. Y que   después de este esfuerzo de comprensión -en y desde su perspectiva-, solo en ese momento, será posible contrastarlo con nuestra perspectiva.
Manuel   con mucho esfuerzo y tenacidad lo comprendió, fluyendo entre la teoría sociológica moderna y pos-moderna, entre el marxismo y neo-marxismo pese a la dureza de las exigencias analíticas. En nuestra relación,   nuestras conversas inicialmente complicadas sobre políticas y género pasaron a ser un verdadero intercambio. En ese proceso   dejó expresarse la sensibilidad humana, su verdadero sentido ético y moral en la política.   
Una vez luego de mucho tiempo nos volvimos a encontrar, deteniendo nuestras urgencias, entramos  a conversar en un café, me dijo: “Tomemos un café compañera como en los viejos tiempos”.  Una vez más advertí en esa conversa, su lealtad a prueba de todo, su compromiso y esperanza por sobre todo. Y como buen caballero  guardó los detalles, mientras  me dijo: “Catalina, ahora comprendo mejor lo que solías decir, he aprendido mucho más en este mi tiempo que todo el previo sobre la política donde no hay cabida para la ética, pero sabes soy terco confió en que cambie el país y las nuevas generaciones, por eso no abandono la educación, por eso persisto con mi instituto”. Aquel instituto donde nos acogió para celebrar la llegada de la primogénita de Allison y en ese gesto su desprendimiento y generosidad.
Esta es la arista por donde me asomé a la vida de Manuel Benites Llanos, durante dos años de estudios de maestría en sociología, ingresando por la ventana de las exigencias académicas hasta situarme en el centro de su humanidad. Seguro que habrá mucho que decir sobre su tránsito por este tiempo y dimensión, en mi caso he optado una vez más por liberar mis sentimientos, compartiendo un breve trozo de quien en vida fue y se enlazó a mi historia.
Sé que estás en paz querido Manuel, porque  hallaste a tiempo, esa paz que a todos/as nos llega cuando se descubre la misión que cada quien tiene en esta vida y se entrega a ella plenamente.