De pronto miles nos
vimos libres y arrojados literalmente a la calle, a ese mercado de trabajo
salvaje donde la ley de la oferta y demanda decide, sin importar quién es quién, en tanto las empresas,
universidades, se reacomodaban y moría la célula viva. Lo más impactante por lo
menos desde mi experiencia es aquello que pasó con las Organizaciones No
gubernamentales –ONGs que entre 1979- 1992 tuvieron su auge, inventando nuevos
modos de ser y hacer políticas en los diversos campos del desarrollo como de
los movimientos sindicales, feministas, nativos, etc. De pronto fueron involucrados
en una relación triangular: Cooperación Internacional, APCI (Estado) y ONG, como todo trío tóxico, derivó más pronto que inmediato, hacia la subordinación de los proyectos,
relaciones, prácticas y puestos de rodillas en una relación donde dejaron de
importar las necesidades e intereses de la población destinataria.
En adelante los
proyectos pasarían por el tamiz del Estado, ergo sólo se aprobaría aquellos que ofrecieran
viabilidad, sostenibilidad y sustentabilidad, nuevos términos que se acuñaron
para sustituir a educación popular, círculos de estudio, conciencia, organización, movilización. Se
inventaron las estrategias de concertación y mesas de trabajo que fueron
diseñadas entre iguales, para aplicarse entre desiguales. Instituciones,
profesionales y poblaciones reinventaron proyectos omitiendo las exigencias de procesos sociales de información, criticidad, reflexión, conciencia, participación, democracia, alternancia, autonomía, gestión y rendimiento de cuentas, prerrequisito para
todo lo demás. El golpe de gracia vino con la manipulación de las
estadísticas, aparecimos en el plano internacional como país con alto per cápita (significa que cada peruano/a para 1996 tenía 4 579 dólares de poder de compra)[1], siendo reorientado el apoyo internacional al
tercer mundo.
En tanto la
corrupción, manipulación, desmantelación, clientelaje y coptación de las principales organizaciones
populares era tragada sino seducida por el sistema. Por cuando no ha de extrañar que hoy
encontremos en la mayoría de las/os
organizaciones populares a las/os mismas/os dirigentes que nacieron en ese tiempo, enquistados en el poder donde no hay o sólo
existe una escuálida base social, por cuanto no hay capacidad para la
alternancia, renovación y crecimiento; algo así como una careta grotesca de Fujimori,
pequeñas/os Kenya o Keikos haciéndole el juego o mostrando que como aprendices, son
mejores que sus mentores.
Es en ese contexto donde muchos de las/os profesionales en unos casos fuimos conminados, en otros elegimos la libertar en términos de Sartre “Estamos solos, sin escusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está condenado a ser libre. Condenado porque no se ha creado así mismo, y sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace.” (Sartre, 1949, 37)[2]
Era setiembre de
1996, cuando mi entrañable amiga Charo M. me convocó para una consultoría institucional
con perspectiva
de género que ella no podía asumir completamente porque estaba
desbordada de encargos. Así es como conocí a una de las tantas ONG en zozobra
ad portas del cierre, que seguían con un pie en prácticas previas y la otra en exigencias post 1992, resignada
a cerrar como muchas ya lo habían hecho, pese a realizar una labor notable y
valiosa que requería una evaluación externa desde la perspectiva de género y
otra desde la gestión institucional.
Walter mientras transitaba
por su experiencia de alcalde de Alis, era co-director de esa ONG conducido por
un colegiado de tres (una abogada, él que era sociólogo y un médico). Lo pienso, inclusive en este momento pero no encuentro
el nexo que le permitió, comprometerme con una necesidad municipal en medio de una evaluación institucional,
así por arte de magia terminé incluyendo
un diagnóstico situacional y la proyección de trabajo con perspectiva de género
en la municipalidad Alis y viajando hacia allí.
Durante nuestro trayecto, mientras él manejaba una camioneta rural me atribuyó el papel de terapeuta, desgranándome su
historia con pelos y señales. Sus venturas y desventuras, sus amores y desamores,
sus dones y debilidades, mirando por el rabillo del ojo, sobre el impacto de su
narrativa en mí ante cada capítulo, descubriéndose como enamorador empedernido.
Aquello que él no sabía, es que ya me había leído toda la novela desde Corín Tellado, pasando por las mexicanas, brasileras, españolas hasta los de Cowboy, así que nada era nuevo
para mí. Conocía todos los argumentos de los hombres desventurados que van de aventura
en aventura, habiéndome convencido que mi diploma de psicología no era para ser
psicoterapeuta personal y menos ir al rescate de hombres desvalidos por
elección propia. Eso le quedó claro durante la primera parada de nuestro viaje para desayunar.
De modo que cambió
de estrategia, se vistió de padre amoroso, político y estratega, mostrándome a lo largo
del viaje cada lugar que él creía atractivo y capturara mi cooperación y
fidelización profesional en el futuro. Siempre pienso que cuando las personas
establecen reglas claras desde el inicio de una relación esta fluye como el
agua, así que ambos disfrutamos del largo y pesado viaje por una de las
carreteras más difíciles del país –por lo menos en aquel entonces-, como dos
aliados por el desarrollo con igualdad de género, aun cuando el género a él le sabía
a sebo de chicharrón. Y hablando de ello, tomamos desayuno de tamales con
chicharrón, camote y café en Mala, almorzamos en Cañete, yo Sopa seca con Carapulcra
y él cabrito con su cerveza, nos detuvimos en Lunahuaná para comprar miel
de eucalipto y nísperos, algo que no
conocía y tampoco he vuelto a hallar en
otro lugar del país.
A lo largo del
camino, nos aprovisionamos de toda la fruta posible porque aseguraba que en
nuestro destino se carecía de ello. Ya bien avanzada en la ruta, se detuvo
en una posada de camino para cenar, porque él podía hacer todo y hasta dejar
de hablar, pero no dejar de gratificar a su paladar y satisfacer a su
humanidad. Yo apenas probé bocado, me sentía pésima, no podía atribuirle al
viaje, porque había transitado hasta ese entonces por todos los caminos del país, así
que nada me sorprendía, salvo incorporar una nueva foto de recuerdos, pensé en
que animada por Walter, había comido demasiado aderezo y grasa junta que no
había hecho en mucho tiempo.
Una hora antes de llegar a Alis, empecé a sentir unos dolores al costado derecho que fue intensificándose a medida que pasó el tiempo, no tenía idea de lo que me sucedía, porque entonces mis salud era meticulosamente programada, si tocaba enfermarme debía ser el viernes, de modo que lo enfrentaba sábado y domingo, para estar lista y en actividad laboral, académica y militante el lunes.
Pese a su destreza en el manejo y los tiempos programados, llegamos a Alis con retraso, yo retorciéndome de dolor, con sudor frío por todo el cuerpo, las/os organizadores nerviosos/as por el retraso y las expectativas de las personas.Walter me dijo, que me veía sumamente pálida, que si me sentía indispuesta podíamos postergarlo para el día siguiente. Su secretaria, con mucha delicadeza le dijo: “Doctor, han venido de todos los caseríos, están esperando a la doctora hace más de una hora”. Yo le dije: “No te ocupes, sólo consígueme una taza de muña con ruda todo estará bien”, mezclé el medicamento para cólicos de mi tía Juana Herrera y doña Angélica Iraula. Ahora que lo pienso todo está en la mente sería el ambiente o la adrenalina que me mantuve sin desfallecer, sin embargo, esta no sería la única vez que facilité un taller de más de tres horas desgarrándome por dentro.
No había
electricidad justo esa noche, se había descompuesto al igual que yo su
generador, literalmente de las/os alisinas/os porque lo habían construido sin
apoyo de Estado. Iniciamos la reunión alrededor de las seis que es noche
cerrada en los pueblos andinos, en su
caso más, porque se trata de un pueblo franqueado circularmente por cerros
donde la luz del sol cae perpendicularmente sólo a medio día. Fue una reunión
de diagnóstico sobre relaciones entre hombres y mujeres, que jamás olvidaré, al igual que las/os participantes y seguro que él tampoco.
Eran alrededor de
medio centenar de mujeres y hombres andinos, en la semi penumbra, sentados en
bancas y suelo, separados por sexo. Walter como alcalde me presentó. Yo empecé disculpándome
por la demora, e inicié indagando desde dónde venían y cómo lo hicieron, su pre-ocupación y
ocupaciones, necesidades, intereses, saberes. Así a modo de diálogo, sin
papel ni lápiz, sin plumón ni paleógrafos,
sin proyector ni PPT. Hablando bajo la luz inestable de un candil, casi sin
vernos los rostros pero adivinándolos gestos, como suelen hacerlo nuestras/os
ancestras/os. Tocando su ser, sentir, querer, presentir y pensar.
En más de un texto
y experta/o de trabajo andino, solía leer que el tema de la sexualidad es un
tabú, que de eso no se habla sólo se hace y discurre. Confirmé que un estudio o dos, siempre suele ser micro y tan
lejos de otras verdades. Con alisinas/os hablando de sexualidad en diversos
tonos y decibeles, nos llevamos más de tres horas, donde tanto mujeres como hombres hablaron de
sus percepciones, frustraciones, alegrías, expectativas y quereres. Nadie se
quería mover, hasta se me antojó que se trataba de una velada de nuestros
sentires y conexiones humanas. Terminamos noche cerrada, yo en trance más allá
del dolor, pregunté: ¿Cómo salió?, ¿Qué les pareció?
Walter estaba
deslumbrado, me dijo: “Catalina, que es
lo que tienes y como eres capaz de hacer hablar hasta las piedras”. Le
dije: “Celebro que nadie se diera cuenta que estaba enferma”, mientras me dejaba
caer en la primera silla que encontré. La secretaria, como sólo sabe ser una
secretaria, llegó con la promotora de
salud, me inyectó una buscapina a la vena y volví a la vida, al retornar a Lima,
tendría mi primer diagnóstico de vesícula perezosa y un cálculo con órdenes de operación impostergable (hasta hoy). Allí conocí a su prima Delfina Varillas, quien se acercó y
presentó como tal, seguro que ella tiene
memoria de aquella reunión, nunca lo hablamos, pese que más adelante nos
encontraríamos en la maestría y los
talleres de la PUCP.
Tras esta experiencia,
así como la evaluación del proyecto en la comunidad de Surco, Morococha, San
Vicente, etc. pude recomendar una reingeniería
integral y la transversalización del género
tanto al interior de la dinámica institucional como en los proyectos de
intervención, la ONG no sólo se re-dinamizó sino transformó en fuente y
referente de expertos en proyectos de desarrollo y género. Alis no sólo tuvo
más proyectos, fue una de las primeras comunas que elaboró su plan estratégico
en 1997, sin dejar de hacerlo periodo a periodo. Cada uno de los directores se especializó desde salud pública con
enfoque de género, hasta diseño, planificación y evaluación de proyectos con
enfoque de género.
Descansa en paz Walter, allí donde estés sigue cautivando a quien quiera oírte como creerte, sigue proyectando y haciendo lo que te venga en gana.
[1] Congreso del Perú. Evolución Económica del Perú 1990-2010 http://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con4_uibd.nsf/997DD9A6365FC18805257D8F0061B2CC/$FILE/1_pdfsam_evolucionsocioeconomicadelperu.pdf
[2]Sartre, Jean Paul. (1973). El existencialismos es un humanismo. Buenos Aires: Sur
[6, L'existentialisme est un humanisme https://www.ucm.es/data/cont/docs/241-2015-06-16-Sartre%20%20El_existencialismo_es_un_humanismo.pdf
]
querer saber algo de Walter Varillas me ha regalado con esta bella historia.
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