Mostrando entradas con la etiqueta Feminista. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Feminista. Mostrar todas las entradas

domingo, 22 de mayo de 2022

IN MEMORIAM MARFIL CRISTINA FRANCKE BALLVÉ

Tomado de su muro
Desde marzo 2020, la muerte es el único ente que no descansa, pese a los millones de almas que se lleva. Para ella no hay fatiga, tampoco feriado ni fin de semana. Este domingo 22, se llevó a Marfil Cristina Francke Ballvé, de quién en adelante se escribirá mucho desde diferentes aristas, porque en ella se sintetizaba y dinamizaba las más preciadas condiciones humanas de ser mujer, ciudadana y persona con memoria, comprometida con la vida, humanidad, sociedad, país y planeta. Muchas(os) nos quedaremos con el recuerdo de su voz, pensamiento y calor. Quien quiera conocerla en primera persona, puede escucharla en la siguiente entrevista donde analiza, cuenta y canta[1] .

Tomado de su Muro
En pandemia aprendí a despedirme de mis seres amados en soledad, oración y recogimiento. Por eso escribo a Marfil en primera persona, mientras proceso mis sentimientos desde el significado y significante que fue  en mi vida en tiempos de mi propio reencuentro a fines del siglo pasado, en este momento de trascendencia.

Querida Marfil, hoy cerraste tu tiempo en esta dimensión, te has ido como has vivido con amor por todo lo que te rodea y has tocado, la sonrisa imborrable y la satisfacción de haber dado todas las batallas que la vida te antepuso para que descubras y nos develes de qué estabas hecha. Tu alforja rebaza de una vida con historia y buen vivir, cultivada con y por amor, fe, convicción, fortaleza, esperanza, alegría y luminosidad.

Amiga de tantas jornadas, te has ido al encuentro de ese nuevo estado de paz plena, por encima de nuestras agendas, para sumarte a tus seres amados que te antecedieron y a la constelación de seres de luz e iluminadas(os) que vinieron a este espacio y tiempo, para junto a ti sentir, saber, sumar, sacudir, saltar y SER.

Te has ido, al mismo tiempo te quedas en cada una de las personas que tuvimos el privilegio de conocerte, ser tu semejante y compartir contigo los retos, recompensas y la felicidad de vivir tus diversas facetas y roles de una vida holística, íntegra, transparente, comprometida y libre. 
Tomado de su Muro
Tu paso por esta vida, tiempo y espacio será infinito, para las nuevas generaciones porque te quedas en los registros de tu pensamiento, sentimiento y legado. Porque lograste entrelazar y sintetizar el pasado con presente, sostener 
en y con amor cada acto de tu vida, haciendo que el trabajo sea inspiración y disfrute, la bendición del recibir con el desprendimiento del dar, que se resume en ser coherente.

Saber desde enero 2021, que iniciaste una nueva lucha por la vida -esta vez en primera persona-, no reduce el impacto y dolor que no encontraré más un post, audio, ni un nuevo video tuyo[2] trayéndome tu voz que difumina al aislamiento, animando, motivando, cantando, contando, siendo correa de transmisión aun detenidas y riéndonos de nuestras nuevas estrategias de mujeres y abuelas enredadas.  

Debía estar preparada para despedirte porque hablamos de la vida y su negación, más de una vez. Sea como teorema de pobreza siendo  maestra y yo aprendiz, en “Tiempos de Ira y amor”[3]  junto a la comprensión, visibilización y empoderamiento de las mujeres (1982[4], 1983[5], 1985[6]); como experta, ensayando nuevas metodologías[7], buscando mecanismos para amenguarlo[8], sin dejar de entrenar a nuevas aprendices en metodología[9], registro[10] y estrategia[11].

Como colega, animando el encuentro, la puesta en cuestión de teoremas y agendas invisibilizadas para el debate, búsqueda de coincidencias y la disidencia aleccionadora e innovadora[12] que nos permitiera agotar pistas pendientes[13] y dibujar otras[14] .

Mi registro 03.01.2019
Como compañera de lucha, has sido referente de una militancia feminista indesmayable por la igualdad, el respeto a los derechos y vida de las mujeres[15], tu voz, gesto y performance aún vibra en mi recuerdo. Firme contra toda forma de abuso, violencia y asesinato de mujeres, sólo por ser mujeres. Elevando la voz en nuestras marchas, sin renunciar al festejo, disfrute y canto.  

Como amiga, dispuesta a la escucha, la solidaridad, la sororidad, ternura y el abrazo. Extendiendo y esparciendo sabiduría, amor y comprensión, heredado de tus ancestras(os) y reeditado en tu experiencia de hija, hermana, amiga, mujer, maestra, colega, compañera, esposa, madre y abuela, expeliendo amor por cada uno de tus poros como persona.

Mi registro 03.01.2019
Querida Marfil, tu vida entre nosotras(os) ha sido un permanente estímulo al aprendizaje, intercambio, interrogación y ensayo de respuestas[16]. Si algo confirmé y me propuse ejercer conscientemente a mediados de los noventa, es el derecho/obligación que tenemos cada una(o), a establecer relaciones  sanas, de reciprocidad y crecimiento, que nos aporte al ejercicio de nuestra  libertad e igualdad en derechos; reconociendo, respetando y valorando la diferencia, especialmente en nuestro país con tantos desniveles, brecha y diversidades.

Tarea que percibí como empresa cuasi inviable, especialmente para las mujeres y entre mujeres. Pese a compartir similares historias. Porque los mandatos de género socialmente establecido, nos ha designado roles que aseguren la permanencia y reproducción de prácticas para sostener una sociedad, que por siglos se oponen al ejercicio de nuestros derechos y obligaciones como seres humanos y ciudadanas(os). Una sociedad con excesivo peso  individualista e indiferente donde unos(as) tienen poder y otros(as)  no, debido a que se asienta en relaciones de explotación, opresión, violencia, dependencia, subordinación, exclusión, discriminación, omisión, desinformación y silencio.  

Conocerte en tiempos de deconstrucción, reconstrucción y redescubrimiento personal, permitió afirmar y afinar convicciones, saber que éramos muchas con el mismo ritmo en nuestros pasos, hizo que el tránsito fuera seguro, sostenido y  también de celebración, que siempre estuviste animando, sosteniendo e iluminando.

Mi registro 03.01.2019
Marfil, hay seres como tú, que nacen con la misión de hacer que este mundo no desaparezca, que sea un buen lugar para todas, todos y todes, encarnando la empatía hacia otra persona a través de la reciprocidad, intercambio, interacción, entendimiento y comprensión. Sin por ello renunciar a la lucha frontal, contra todo aquello que fuera obstáculo o negación de esta práctica de adentro para afuera como personas y colectivos.

Me quedo amiga, con tus escritos que no son pocos.

Me guardo nuestras reflexiones que siguen vigentes.

Me quedo el recuerdo de nuestras vidas y caminar que la pandemia suspendió.

Me guardo el registro de canto, cuento para Rumi que se extenderá a las niñas del futuro.

Imitándote atesoro y comparto las últimas fotos colectivas.

Ve a casa, retorna al infinito con la misión cumplida, el espíritu gozoso y el alma en paz.

¡Hasta pronto amiga de muchas vidas, muchas maestras(os) y luminosidad!

 



[1] Ver enlace

[2] Ver enlace

[3]  Francke Ballve, Marfil.  (1990). Género, clase y etnia: la trenza de la dominación.  Tiempos de ira y de amor: nuevos actores para viejos problemas / Abelardo Sánchez León Ledgard, Nelson Manrique Gálvez, Marfil Francke Ballve, -- Lima: DESCO, 77-106

[4] Francke Ballve, Marfil y Forsberg, Margarita. (1982). Situación socio económica de la mujer costeña.  La costa peruana: realidad poblacional / Asociación Multidisciplinaria de Investigación y Docencia -- Lima: AMIDEP.

[5] Francke Ballve, Marfil.  (1983). Situación actual de la mujer peruana y perspectivas para el desarrollo.

[6]Francke, Marfil.  (1985). Las mujeres en el Perú: ¿cuántas somos dónde vivimos, ¿cómo estamos?.  Ana Ponce, Marfil Francke, José María García.  Ed. (1985). Hogar y familia en el Perú. Lima:  PUCP. 

[7] Francke Ballve, Marfil. (1983). Investigación y docencia en población en el Perú /

[8] Francke, Marfil. (1986). La niñez, futuro del Perú: ¿violencia o democracia?, (1987). Sexualidad, maternidad y salud.  Mujeres y salud / Encuentro Nacional sobre Mujeres y Salud

[9] Francke, Marfil.  (1991). Pautas para la sistematización de experiencias de promoción.

[10] Francke, Marfil. (1995). La sistematización apuesta por la generación de conocimientos a partir de las experiencias de promoción. 

[11] Francke Ballve, Marfil.  (1996). La participación de la mujer en los proyectos de desarrollo rural.  Detrás de la puerta: hombres y mujeres en el Perú de hoy/ Patricia Ruiz Bravo López, (ed.) Lima: PUCP. (1997). Una Frazada De Colores, Experiencias de Promoción Con Perspectiva de Género.

[12] Francke, Marfil, ed. (2000). Se hace camino al andar: aportes a la construcción de la ciudadanía de las mujeres en salud.  Acceso electrónico 

[13] Francke, Marfil.  (2005). La indocumentación: un grave problema social y de derechos humanos que permanece invisible.  Pobreza y desarrollo en el Perú: informe anual 2004-2005.  Lima: Oxfam.

[14] Francke, Marfil.  (2020). Salud y enfermedad en los márgenes: diagnóstico participativo en comunidades peruanas que sufren pobreza y exclusión 

[15] Francke, Marfil, ed.  (2000). Tus derechos te hacen protagonista: entérate y ejércelos.  

[16] Francke Ballvé, Marfil Cristina. (2007) “No me entiende ni yo tampoco lo entiendo…”: Hallazgos de una investigación participativa sobre salud en comunidades que sufren pobreza y exclusión en el Perú y reflexiones sobre los alcances y límites de las metodologías participativas. Tesis, Pontificia Universidad Católica del Perú, Escuela de Graduados, Maestría En Sociología, 51 pág. 

jueves, 8 de julio de 2021

IN MEMORIAM VIOLETA SARA-LAFOSSE VALDERRAMA

En el día del maestro del 2020, como homenaje a maestros, maestras y mi propia práctica, escribí diez de sus lecciones en mi muro del Facebook. 
Hoy que ha partido al infinito, intentaré contextualizarlas en homenaje a la gran mujer feminista, profesional, maestra, madre, esposa, colega y mujer con poder entre dos siglos, a quien tuve el privilegio de conocer, ser su estudiante, aproximarse a su ser y hacer, sin llegar ser confidente, sólo una entusiasta seguidora. Mi maestra, a quien admiré desde sus primeras lecciones y permanecí admirando en su hibernación, al mostrarme hasta sus últimos días que una familia es aquella donde te dan alas para volar, raíces para volver y motivos para quedarte, retroalimentando el amor aprehendido, renovado y afirmado.

Familias sí, pero no todas son claves ni necesarias

Conocí a Violeta mi maestra en 1981, un verano que se despedía y asomaba el otoño, en un campus universitario con escasos edificios, mucho verdor y árboles por donde el viento corría sin contención ni discreción. De día era hermoso y cálido lleno de verdor, amapolas, geranios, margaritas. Con mucho espacio para el descanso, la lectura, el trabajo de grupo al aire libre, sólo interrumpido por los obsequios de las aves en vuelo, el furtivo paso de las ardillas o la mirada inquieta y fija de venados. Al atardecer el frío abrazaba con fuerza.

Cuando Violeta ingresó por primera vez al aula de clase, tenía cabello negro, corto tipo afro (muy próximo al mío), porte seguro, voz dulce y tono suave, una sonrisa afable y elegancia en sus gestos como ademanes durante su discurso. Vestía una falda azul, una blusa blanca y una chompa que le hacía juego, la traía puesta a modo de capa, la cual se quitó para desarrollar el sílabo del curso de Sociología de La Familia.

En su contenido, aprenderíamos la importancia de la familia en la formación de la conducta, moral, valores y práctica de los seres humanos para ser felices, vivir en sociedad o rechazar a la misma. Desmitificó la familia nuclear, heterosexual y estándar como era nuestro imaginario cultural citadino, mostrándonos el producto de estudios confiables que en ese entonces graficaba la presencia de tres tipos: despótica, autoritaria y compañera, cuya estructura impactaba de diferente modo en cada uno de sus integrantes y la sociedad, al respecto ella nos invitaba a apostar por la familia compañera.

Nos habló del papel de la mujer y el hombre en la estructura de poder y dinámica familiar como pareja, en su rol de madre y padre, reproductora socio-cultural y reproductor de la fuerza de trabajo, sea como ama de casa o proveedor. Con ella aprendimos unas más, otras menos y quizás muchas nada sobre patriarcado, machismo, sometimiento, discriminación, pobreza. El valor del trabajo doméstico e invisible.  Cómo se sublima el papel del padre, cuando este es ausente física o simbólicamente, de modo que contradictoriamente algunas madres solteras o jefas de familia, crean las bases para que sus hijos(as) fueran tan o más machistas y patriarcales que su padre ausente, pese a no haber contado con su modelo mientras se hacía hombre o mujer.

Según Violeta, la familia era clave para el desarrollo de una sociedad, pero no cualquiera sino aquella del tipo compañera donde los roles fueran compartidos, complementarios redistribuidos y valorados por todas(os) sus integrantes según su composición: nuclear, extendida, agregada. De modo que los socializadores secundarios como la escuela, iglesia, el mercado, la plaza, el club y el partido político cumplieran su rol de convivencia social en diferencia, respeto, seguridad y protección. Decía sin titubeos:

“Si la familia no cumple su rol de proveer entre sus miembros amor, respeto, protección, refugio, identidad, amor propio y cuidado del otro; poco o nada pueden hacer las instituciones de segunda socialización como la escuela.”

Siendo así, los tipos de familia despótica y autoritaria eran un problema tanto para sus integrantes como para la sociedad. En ambos casos la mujer madre e hijas eran sometidas, subordinadas y devaluadas. Llegando en el extremo a ser abusadas, violentadas y violadas, ante ello recomendaba: “Sin duda la familia es lo más importante de la sociedad, pero cuando a nombre de ella se atropella y viola derechos, hay que alejarse y protegerse, porque es tóxica.”

Para vivir con dignidad, no se requiere de suntuosidad

Habíamos ingresado por examen directo especializado y no por Estudios Generales a la Facultad de Trabajo Social de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), en mi caso no porque la hubiera elegido al Trabajo Social (TS) como carrera profesional, sino porque ella me había elegido a mí. Desde hacía un quinquenio era Contadora Comercial por calificación y desempeño laboral, porque terminando la primaria, elegí la secundaria comercial, puesto que ni en sueños podría solventar una carrera universitaria.

Trabajar desde antes de egresar de la secundaria (1976) me había permitido, ahorrar para realizar una especialización en contabilidad, aun cuando descubrí que no estaba hecha para sentarme ante un escritorio a seleccionar comprobantes de pago, elaborar libros contables, archivos y más mientras miraba a mis jefes frustrados que quisieron tener otra carrera y las secretarias deseando que los jefes no existieran.

El TS como carrera me eligió a  mí, porque antes de pensar en él, me dedicaba al trabajo voluntario de asistencia social desde la Parroquia de San Pablo en Canto Chico con las hermanas de la Congregación de Asistentes Sociales, que tenían un programa de rehabilitación con presos del Penal de Lurigancho.  Realizaba la visita e informe social a las familias de los mismos, debido a que las religiosas extranjeras no lograban identificar con precisión los elementos detrás de los casos sociales, por la gran habilidad limeña para la práctica cultural de “pepe el vivo”, que yo solía identificar con cierta facilidad, al  ser peruana, mi trabajo barrial y  parte del sector popular.

Habíamos ingresado 40, en algunos cursos como matemáticas se duplicaba, con quienes estaba por bica o trica y con un pie fuera de la universidad. Así que pese a ser una facultad pequeña en contraste con derecho, era mayor que sociología, antropología, economía o psicología individuamente. A momentos se expandía y en otros se contraía a medida que avanzábamos en ciclos al punto que sólo 5 de 40 egresamos al quinto año, sumando a muchas de promociones previas.

El primer año fue memorable, en tanto nos juntó a todas las sangres: orígenes, clases, culturas, motivaciones e historias, siendo notable los segmentos que se fueron agrupando “selectiva y naturalmente”, formando a momentos grupos inexpugnables con muros invisibles.

En términos de mi amiga Luz, quienes tenían clase y le chorreaba la plata”, sólo se dedicaba a estudiar, porque le costaba nueve veces más de las que estábamos en la primera escala de pago. También estaban las de clase medieras y arribistas con diversas conductas y poses. Un caso notable era una joven cuyo nombre en verdad no recuerdo y la perdí en el tercer ciclo, era pequeña de estatura, pero gigante en ego, se sentaba en primera fila y nos barría con la mirada a cada una que entraba al aula sin exceptuar a los/as profesores. Recuerdo a otra, con pose de modelo de una revista de los cincuenta, que durante el primer semestre no usó la misma ropa dos veces, más adelante supe que tenía la misma talla que su hermana y madre, estrenando el guardarropa de las tres para recubrir su inseguridad. En el otro extremo estábamos las que por uniforme teníamos un jeans, zapatillas, blusa o polo.

Mi experiencia tanto laboral como de edad intermedia entre Mariza que tenía 15 y Luz que me llevaba algunos años, me colocaba en una posición que nunca me intimidó como a algunas compañeras, porque había conocido y compartido espacio con todo tipo personas y prácticas de poder inimaginados.
Un día cerrando la clase con Violeta donde se había producido mayor confianza, tratamos temas de discriminación y segmentación entre mujeres. Preguntándole a propósito de nuestra convivencia ¿Por qué a algunas mujeres nos costaba tanto ser, accesible, disponible, compañera y unidad?  Tantos sub grupos como culturas en una promoción pequeña en una facultad que preparaba profesionales para trabajar con los sectores más vulnerables nos preocupaba.

Ella nos miró y dijo: “Las conductas humanas son complejas, responden a muchas motivaciones y factores a los que estamos expuestas, desde el tipo de familia, como hemos visto en clase y el sexo, pasando por los socializadores secundarios como la escuela, la iglesia, el club. También está la identidad, psicología, privilegios y cultura que se adopte. Pero la ostentación o concentración de la atención en la superficialidad de la persona como el atuendo, posesión o posición revela inseguridad personal, social y miedo a perder poder de quien lo hace.  Para quien se incomode por ello otro tanto, sumado a la autopercepción de minusvalía. Son los que no sobreviven al rigor académico. Cuando enfrenten una situación de este tipo, sólo recuerden que lo más importante en la persona es la dignidad. Y para vivir en dignidad no se requiere de suntuosidad”.

Rigurosidad, consistencia y coherencia

Una década y media después (1995), volví a disfrutar de las clases de Violeta durante el Diploma de Estudios de Género PUCP. Una de las líneas asociados con mi interés fue él desarrollo del papel doméstico privado de las mujeres, extendido al espacio público como parte de la sobrevivencia familiar y el movimiento popular.

Durante el paréntesis de nuestro reencuentro académico, yo había transitado de mis prácticas de asistencia al trabajo de la promoción social, desarrollo urbano  e investigación. A momentos muy cerca y otros muy lejos de mis intenciones de cambiar el mundo sin morir en el intento, porque ya había descubierto que la revolución no estaba a la vuelta de la esquina como me creía en los setenta o en la reconceptualización del TS.

Por cuanto mi trabajo para su curso se desarrolló alrededor de la organización/ desorganización de mujeres en torno a la sobrevivencia que había acompañado entre 1984 y 1995. Ella tenía hasta ese momento una mirada entusiasta de los comedores populares a los que conceptualmente definía como cocina familiar colectiva, producto del estudio que había realizado sobre los mismos antes de los noventa, en un tiempo donde eran estrategias de sobrevivencia dependiendo principalmente de la organización y labor de las mujeres populares apoyado o subvencionados puntualmente por instituciones principalmente privadas, por cuanto pesaba el nivel de organización y participación de sus socias.

Yo tenía una lectura distinta, debido al proceso experimentado por las organizaciones de mujeres a partir de 1990. Si bien estaba de acuerdo con ella respecto a las características entre 1979-89, su transformación en programa social desde el fujimorismo, las había trastocado como base social  del oficialismo a la mayoría, alejándolas de sus dinámicas originarias, diversificándola hasta cuasi transformarlas en un restaurant popular subvencionado por el Estado.  

Es cuando Violeta me dijo: "Sí afirmas algo que sea con sustento, si no, deja espacio para la duda o pregunta”. Refiriéndose a la necesidad de contar con data que sostenga alguna de mis afirmaciones. Yo poseía información primaria desde 1984 a 1995 a nivel de varios distritos del cono norte de Lima, de agosto 1990 a diciembre 1991 a nivel metropolitano y a nivel de Ilo Moquegua 1993 -95. En base a ello y el contraste con otros estudios aprendí a hablar de tendencias, probabilidades y supuestos a partir de algunos casos, puesto que no respondían a muestra alguna. Las certezas, afirmaciones y aseveraciones,  debían derivar de un estudio representativo, que es más numeroso cuanto más grande es el universo, por eso no creo en las encuestas de opinión, estadísticamente no son representativas ni confiables. 

Entendí en este proceso, que la preocupación de Violeta era la rigurosidad metodológica en sociología, pero su interés mayor era la consistencia de nuestras afirmaciones, por las responsabilidades que lleva tener el privilegio de leer de los hechos o eventos sociales, más allá del pensamiento común. Solía decirme que si no podemos sustentar nuestras afirmaciones con el debido hecho fáctico éramos inconsistentes como irresponsables académicamente, colocándonos al filo o centro de la incoherencia, que en la práctica de vida podría fácilmente perdernos:

“El objetivo es la coherencia entre pensamiento, palabra y acción, lo que no es fácil. Cada día cuesta más en un mundo mercantilista, por eso hay que intentar una y otra vez.”

Feminismo como práctica de vida

Más adelante, solía tener reuniones de trabajo académico de género y feminismo con Violeta, que matizábamos con temas de nuestra practica de vida, porque no es posible hablar de género sin mirar nuestra experiencia en primera persona y de la cotidianeidad que nos sorprendía, como el asomarse de Max para preguntarle con amor de enamorado continuo “Viole almorzamos juntos”. Así es como me asomé a su experiencia de vida.

Solía contarme cómo y por qué se hizo especialista en sociología de la familia, argumentando que a diferencia de otras mujeres ella tuvo el privilegio de un posgrado en la Universidad Católica de Lovaina por un encargo colectivo y compromiso social de su práctica de fe, en ese tiempo se halló en el centro del proceso de revisión de percepción de la sociología, familia, el papel de la mujer, el poder y el feminismo de Europa y Estados Unidos.

Argumentaba que, a diferencia de otras militantes feministas, ella no se vio enfrentada a la necesidad de romper con un patriarcado ni su religión sino modificarlo viviendo y construyendo otro modo de relación en pareja, maternidad, paternidad y académico.  Vivir su fe, vocación, voluntad, pensamiento y proyecto de vida de un modo diferente coherente con su ser feminista, en el sentido de respeto y ejercicio de derechos.  Al punto que pese a estar casada por las leyes y la religión, nunca se registró ni fue necesario titulase de Violeta Sara-Lafosse Valderrama de Vega-Centeno, rompiendo con los símbolos del patriarcado y la tradición, porque no era necesario como poco práctico: “Como vez todos me llaman Violeta Sara-Lafosse y omiten el apellido de mi madre cuando para mí ser feminista significa mucho, porque soy su continuum con mi propio ser”.

Solía decir que ella y Max tuvieron mucha suerte, porque empezaron su vida y familia emparejados, siendo iguales en lo social, económico, cultural y religión. Compartiendo el mismo proyecto de vida, amor y compromiso social. “Sonreía cuando me narraba, “Vivíamos compartiendo y extendiendo una beca de estudiantes en un piso modesto, esforzándonos por hacer bien el trabajo de cada quien y disfrutando la mutua compañía en un país nuevo, tenernos uno al otro fue un valor agregado, creo que fue una bendición”.

Decía que ninguna relación de pareja es lineal, fácil ni a un solo ritmo, tenía altas y bajas, donde lo central es sincerar el punto de partida y establecer de común acuerdo el punto de llegada, cómo se haría era un misterio, pero el acuerdo compartido era el diálogo, sereno, respetuoso y oportuno, jamás el silencio.

Ella había aprendido que en el proceso ambos debían aceptar con sinceridad percepciones, sentimientos, emociones, proyectos de sí y respecto al otro como era y no como cada quien deseara. Una pareja no es tu enemigo ni competencia, sino tu compañero la persona que amas, admiras y respetas. Quien, a su vez, te ama, admira y respeta. “Sin los tres ingredientes de amor, respeto y admiración es compartido, de uno respecto al otro, es muy difícil subir la cuesta de la pareja, transitar por la familia y formar hijos. La relación de igualdad no se conquista, se construye entre dos, con renuncias compartidas y apuestas sostenidas rotativamente como en los comedores.”

Cuando le preguntaba a cerca de su feminismo, respondía: “Sin duda no fui parte del movimiento feminista de los sesenta en Perú porque estaba viviendo otra cosa, tampoco me hice ni quise ser parte del movimiento feminista de los setenta ni ochenta, porque de lejos aparecía sospechosa. Mientras todas las feministas se habían divorciado, ponían en cuestión la maternidad, familia y exploraban su sexualidad. Yo no sólo me había casado, permanecía unida al mismo hombre, había optado y construido familia con hijos de los cuales nos ocupamos ambos y me había especializado en sociología de la familia, mientras Max era economista. Fácilmente podía ser acusada de traidora al movimiento y sostenedora del patriarcado”.

Le pregunté más de una vez cómo había hecho para criar a dos hijos, porque yo con una, en la universidad, el trabajo y siendo aun hija, sentía que lo hacía a medias y a momentos me perdía en mi laberinto. Ella sonreía, respondiéndome: “No te apures, lo haces bien porque te interrogas al respecto y no te consuelas con que creerte que eres la mejor madre. Cuando con Max decidimos tener hijos fue planificado y mutuo acuerdo, recuerda que ya existía la píldora.  En ese tiempo, ambos bajamos a la mitad nuestra dedicación laboral y proyectos profesionales. Acordamos que compartiríamos paternidad y maternidad por turnos a cincuenta por ciento cada uno y así lo hicimos, si yo trabajaba en la mañana él era en la tarde, los primeros años de nuestros hijos. No fue fácil pero sí hermoso y gratificante.”

Yo le decía, sabes Violeta les funcionó bien, tú eres buena en lo tuyo y Max otro tanto, tienen autoridad y poder en la comunidad universitaria sin haber sacrificado tu maternidad y paternidad, ambos son felices siguen juntos y amándose. Tienen hijos buenos, conozco más a uno que al otro y su esposa, es una nuera linda y tu nieta la continuidad de ese amor. 

Ella me miraba y apretaba la mano mientras decía. “Sabes Catalina, para Max ni yo fue fácil, veníamos de una familia conservadora con roles tradicionalmente adjudicados a mujeres y hombres, pero nos aventuramos en hacer posible la utopía de una familia compañera. Día a día, sin detenernos con nuestros aciertos errores y aprendizajes”.

Durante nuestros últimos encuentros, hablábamos sobre el feminismo, yo le preguntaba por las diversas formas de ser percibida, expresarse y sentirse feminista, así como por las percepciones de “las feministas” respecto a las “no feminista” ¿Qué es ser feminista?

Ella sentenciaba, “Más allá de los distintivos y autodenominaciones que seguirá produciéndose a medida que el tiempo pase, las generaciones que se apropien del conocimiento, pensamiento crítico, cuestionaran aquello que las incomoda y decidan cambiarlo ellas, es cuando se harán feministas. No por un título, ni porque las otras y otros las reconozcan o desconozcan.  Catalina, ser feminista no es una pose sino opción de vida que te incomoda, incomoda a otros y te saca de tu confort”.

Para Violeta el feminismo como movimiento no era título ni propiedad de nadie, tampoco estático, sino algo vivo que está en permanente resignificación, un proyecto inacabado, donde cada rebeldía de las mujeres por apropiarse de su vida, construir su destino y ejercer sus derechos, trascendía al empoderamiento para ser un modo de vida real como ser humano, en  igualdad de derechos propios y ajenos, donde las agendas podían cambiar en cada tiempo, pero lo que no cambiaría era la incomodidad sentida por las mujeres viviendo una situación u ocupando una posición que las haría feministas. El acento con otra tendencia eran interconexiones privilegiadas o enlazadas con sus luchas, lo central era   defender, ejercer sus derechos  y vivir ese derecho en relación coherente con otras(os).

Sexualidad, sexo y reproducción

En más de una clase y exposición, Violeta solía decir que la mayor revolución del siglo XX en la vida de las mujeres y la sociedad, fue la creación de la píldora. Permitiéndole a la mujer decidir si quería o no tener hijos(as), el número y espacio entre uno(a) y otro(a).  Afirmaba “El sexo es la dimensión más maravillosa del ser humano que le recuerda, que él y ella está al control de sus pulsiones; no necesita estar en celo como los animales para desear y realizarlo, te hace responsable de decidir y espaciar la reproducción.” Siempre que recuerdo el tratamiento de los temas de sexualidad, sexo y reproducción, en manos de Violeta, evoco la fluidez, claridad, sencillez y profundidad del mismo.

Hablar de la sexualidad de las mujeres y hombres, no sueles ser un tema usual, salvo que se produzca en un contexto reproductivo, académico, médico o pornográfico y de violencia contra la mujer. En cualquiera de los campos suele estar teñido de mitos, medias verdades, medias palabras y clichés.

Con Violeta en cambio, estaba lleno de información, formación y simbolismo que transformaba lo grotesco en conocimiento sabio. Solía decir, “La conquista del poder a través de la guerra entre hombres, fue trasladado a la relación entre hombres y mujeres, impregnado al sexo de significados y significantes de batalla entre enemigos y conquista del más fuerte. Creándose prohibiciones para las mujeres y licencias para los hombres que asegure el triunfo de los segundos”.

Afirmaba que lo más grotesco y lejos de la verdad era la alusión de la posesión sexual de un hombre respecto a una mujer con quien no tenía vínculo afectivo solo sexual, expresando que se la “comerían”, cuando en realidad el coito literalmente era de una práctica totalmente inversa.

Decía que de tanto atribuir, ansiedad, egoísmo, poder y posesión al sexo, había distorsionado un acto de dos en la búsqueda o persecución de uno(a), así como manipulación y desencanto del otro(a). Dejando de lado la condición de intercambio mutuo con calidez, placer, goce y entrega. Independiente de que se trate sólo de sexo o sexo con amor. Sostenía que el respeto entre dos personas que deciden tener sexo involucra expresión clara de libre consentimiento y responsabilidad, donde el intercambio permita acoger y ser acogido plena y gratificantemente. 

Yo solía decirle que me gustaba el amor entre ella y Max, donde el tiempo había mantenido la magia, extendiéndose a sus dos hijos, nuera y nieta. Que su historia de vida, generaba esperanza para construir una familia donde sus integrantes crezcan en dignidad, condición humana, social y políticamente correctos(as) en el sentido de estar al servicio de otros(as), asumiendo que se tiene capacidades para hacerlo y no hacerse servir por otros(as).

Ella solía anotar, “El amor nos hace dignos y libres como el pensamiento y la fe, un amor incomprendido y cautivo nos hace esclavas(os).”

Maestría en la docencia de vida

Solía comentarle, que una cosa era hablar de la familia en sentido figurado, aun cuando los datos se sostuvieran en estudios confiables y otra mostrar que era posible, como en su caso el éxito y sostenibilidad de la familia compañera. Que era tiempo de escribir sus memorias en primera persona. Ella me miraba, sonreía y decía: “Mira Catalina, no lo he pensado hasta este momento que lo mencionas, porque siempre he creído que nuestro aporte es de conocimiento social”.

Yo argumentaba que el valor de la memoria personal, donde una mujer académica formada en los sesenta, se hizo feminista desde la práctica, pensamiento y el día a día, sin renunciar a una apuesta y puesta en escena una familia donde sus integrantes fueran fuente y destino de amor, seguridad emocional, respeto, soporte, apoyo y estímulo hacia los proyectos de vida concebidos. Con capacidad para compartir y partir el amor en mil pedazos sin que nadie se quejara de tener una menor porción que otro(a) o sentir que se había dado de más. 

Ella se quedaba en silencio pensando, yo aprovechaba para insistir sociológicamente y desde los estudios de género. Violeta, la historia de vida, es una vertiente de rescate de la historia no escrita de las mujeres, tu historia por ser singular requería ser contada. Ella respondía: “Lo pensaré Catalina, ten la seguridad que, si decido hacerlo, será con tu apoyo, exploraremos esa nueva línea metodológica.”

Cerrábamos nuestras conversas, recordándole que se trataba de escribir para las mujeres y hombres del futuro que aprenden de registros, con oportunidad para conocer la validez de las teorías de género desde la práctica, como toda buena maestra sabe.

Violeta Sara-Lafosse Valderrama, mi maestra que demostró en vida la coherencia entre su curso y discurso de mujer, feminista, madre, esposa y que fue parte de una familia compañera. Se jubiló, aun así, siguió dictando cátedra ad honorem porque ser maestra es lo que amaba tanto como a Max, sus hijos, nuera, nietos y Cecilia su cuñada, porque estaba convencida que:

“Cualquiera puede enseñar, porque todas y todos sabemos algo que otros no, sólo nos hacemos maestras y maestros, cuando ayudamos a develar la capacidad crítica y el pensamiento analítico de cada estudiante, para que se explique y responda a sus propias interrogantes, y nos asombre con su ingenio, aprendiendo nosotras(os) con ellas(os).”

Violeta sé que muchos(as) escribirán más de un artículo sobre tu saber y hacer, como distinciones tuviste en vida por tu ser. Yo he querido en este momento de tu despedida ausente, escribir aquello que compartimos en un tiempo donde tuve el privilegio de ser tu aprendiz, tu oyente e interlocutora, mientras decidías que hacer con tus recuerdos hasta cuando tu memoria prefirió guardarse.

Ya eres parte del infinito de este tiempo y dimensión como aquel donde hoy estás. Ve en paz hacia el amor del Dios en quien creías, honrabas y cuyas enseñanzas practicaste amando a tu prójima(o) como a ti misma.

domingo, 25 de abril de 2021

IN MEMORIAM PATRICIA HOEMPLER RUIZ

https://www.facebook.com/profile.php?id=100004195156850&sk=photos
Patricia Hoempler Ruiz y su sonrisa
Iquitos 14 febrero, Lima 1961- 25 abril 2021
Acabo de conectarme son las 21 horas de este día, luego de agotarme físicamente, tras el baño reparador decido mirar una película y no redes, tengo la cerveza fría que mi buen cuñado ha conseguido porque se me antojó luego de mi trabajo doméstico, al respecto Rodrigo anotó: “Ya ves tía, ahora entiendes por qué los obreros luego de un trabajo agotador necesitan una cerveza fría”. Por su puesto que yo gallega respondí, “no estoy cansada sino antojada, me provoca ese sabor amargo de cerveza”.

Prendo mi laptop, porque no tengo TV desde 2019 y mi CPU está en paro desde hace dos meses a más. La pantalla se queda congelada en las notas rápidas, recién me percato que no he limpiado de cookies, desde que me la regalaron, no me queda otra que limpiar y esperar. Me sirvo un vaso de cerveza, siento la satisfacción de mi antojo amargo, mientras pienso en lo perdida que me encuentro.

No sé  ustedes, pero en este tiempo raro, suelo perder la noción de los días, fechas y hasta los meses, si no tuviera el calendario humano mi hermana Luz, fácil ingresaría al limbo.  Hoy desperté al grito de Luz: “¡el almuerzo está listo!”. Decido no tomar ningún medicamento, pueda ser por eso mi antojo de cerveza. Mientras almorzamos descubro que es domingo y no sábado, tengo alivio de no estar retrasada en pendientes, será y mi domingo de desconexión.

No me mediqué como correspondía, porque ayer fue mi quinto día de batalla entre el pensamiento que se traduce en conocimiento, comprensión, reflexión y registro; asediado por ese enemigo invisible, el dolor de cabeza concentrado en la parte frontal que a momentos me obliga a cerrar los ojos para descender su intensidad y refugiarme en el mantra “Aum sheem, sheem, sheem. Hah Sawaaha”, por cinco minutos. Generalmente con ello lo espanto y sigo, pero esta semana que acaba, estaba perdiendo la batalla. A momentos saboteándome con síntomas del Covid 19, pese a haberme quedado en casa desde el 30 de marzo y salido sólo el domingo 11 de elecciones,  así de loco es nuestra nueva “normalidad”.

Ayer Luz, me vio tan mal que con esa su intuición médica altamente desarrollada, me dijo que podrían deberse a mi tratamiento. Yo alegué que no era posible, mi chequeo fue hace poco y el próximo sería en setiembre, ella me pidió el detalle de las pastillas, se lo di. Luego de realizar todas las investigaciones y consultas, me dijo que podría ser una sobre dosis porque todos mis síntomas se alineaban a ello. Acordamos que buscaré otra opinión sobre mi tratamiento. Por eso hoy decidí tener un domingo libre de todo.

Opté por labores domésticas y de cuidado, desde el baño de mi madre, pasando por limpieza profunda y lavado no programado. Antes de limpiar todo, me hallé con una vela a medio terminar, la encendí agradeciendo por un día más, pidiendo perdón por quienes ya no pueden hacerlo y bendición para quienes se enfrentan en este tiempo al espectro del dolor y la muerte. Mía que es una ser inquieta, juguetona y traviesa observa quieta mi rito como acompañándome en un momento de recogimiento.

La laptop se limpió y es veloz nuevamente, busco conectarme con el sitio de películas, mi dedo con vida propia cliquea el Facebook y a pesar que decidí no mirar redes, este se abre asomándome inmisericordemente a la ventana del espato y dolor, mi amiga Patricia Hoempler Ruiz se suma a una nueva pérdida en las garras del covid 19, el golpe a pesar de ser un espectro conocido a lo largo de 406 días tiene su propio sentido y contenido, mientras lo asimilo, decido despedirme de ella escribiendo, hacerlo  en este tiempo en este blog que cuasi es obituario personal, se ha transformado en mi modo de procesar y dejar ir a mis muertxs.

Conocí a Paty Hoempler, con nombre y apellido para distinguirla de todas las Paty de mi vida, en el último quinquenio del siglo XX durante nuestra cruzada inimaginada para hacer frente a Fujimori, de ello hace más de un cuarto de siglo. Aun recuerdo su notable figura, era una de la más altas de todas las mujeres reunidas y movilizadas permanente ante las medidas de política fujimorista en contra de las mujeres peruanas.

Paty solía regalar sin aspavientos ni regateos, una generosa y enorme sonrisa que mostraba una perfecta dentadura, iluminada por sus grandes ojos brillantes, el cabello lacio, castaño oscuro que le caía hasta el hombro sacudido a momentos por su festiva carcajada. Coherentemente a su notable estatura física y belleza, era una gran ser humana comprometida con la lucha por los derechos de las mujeres, humanos y los animales, su gran amor por los perros era un indicador de ello.

Cuando conocí a las feministas de ese tiempo cada una tenía una peculiar pose y esfuerzo por ser advertida como tal, desde el manejo del cuerpo, su revestimiento, gesto, discurso, actitud y muletilla, evidenciaba esa necesidad de reconocimiento de su feminismo. Yo solía pensar que el tránsito de cada una debió ser no sólo exigente, sino duro y desgarrador que las colocó en esa necesidad persistente como insatisfecha.

En Paty no identifiqué esa peculiaridad, ella sin duda compartió procesos semejantes, pero aprendió a ser feliz siendo quien era, disfrutando de aquello que vivía, hacía y la movilizaba, sin necesidad de ser etiquetada real o simbólicamente como mujer y feminista porque lo era y vivía como tal. Desprendía gran su energía y disposición para hacer, por eso era tan fácil y productivo trabajar con ella en las iniciativas colectivas al igual que en comisiones de trabajo donde aportaba, ponía el hombro, la risa y gracia para concretarlo más allá de lo comprometido.

Paty en el centro, siempre sonriendo.

En las movilizaciones era infaltable, animando, aglutinando y compartiendo, le daba lo mismo ir al frente, en medio o al final, igual su ser se distinguía del resto porque hay mujeres como ella que brillan sin esfuerzo integrando, compartiendo, celebrando. Su gran estatura y personalidad la colocaban frecuentemente abriendo las marchas detrás de la banderola de turno, así que no necesitaba ser parte de las pugnas que otras pequeñas en su ser y/o hacer solían mostrar, cuando esto sucedía ella simplemente se apartaba con su enorme y bella sonrisa, jugueteando con el viento en medio de la muchedumbre.

Tuvimos muchas jornadas de debate, discusión, de posiciones opuestas y hasta deslindes en el tiempo que compartimos experiencias colectivas, no recuerdo momento alguno donde haya adoptado una actitud de confrontación que suponga ruptura, aun cuando siempre tuvo claridad y tomó posiciones en temas como agendas sensibles.

En el campo laboral profesional, tuve la oportunidad de conocer su labor desde mi rol de supervisión, descubriendo que su desempeño se correspondía con su práctica de ser y hacer de dedicación, aporte y compromiso ciudadano, político, feminista y voluntariado. Aquello que realizaba ad honorem con entrega, firmeza, fuerza y energía era potenciado para ser producto altamente calificado, con dedicación y calidad como aporte profesional, mostrando las huellas de una formación sólida y de primer nivel que adquirió en las aulas de la decana de américa en tiempos donde transitar por una universidad era cuasi un milagro y privilegio para las mujeres.

Como mujer Paty estaba satisfecha de ser socióloga, política y feminista; como madre orgullosa y feliz de tener a sus hijas Adriana, Carla y Luciana; tan grandes y bellas como ella en su condición humana, como estaba orgullosa y satisfecha de ser hija, hermana, esposa de su compañero de vida Dante. Demostrando una vez más la correspondencia directa de ese entramado que nos ata a las mujeres y nos permite ser lo que decidimos, así como hacer de nuevos seres semejantes a una tan capaces, conscientes, comprometidas, con pensamiento crítico, comprometido y felices.

Paty a diferencias de muchas mujeres marcadas por las huellas del dolor, la tristeza y frustración producto de una lucha permanente para no morir en el intento de cumplir diversos roles, aprendió a vivir y tomar la felicidad que la vida le dio. Viviendo con plenitud, desprendimiento, generosidad y solidaridad cuando decidió ser parte de la lucha de otras y por otras mujeres como si fuera su propia necesidad y vindicación colocando toda su convicción y vehemencia en cada acto.

Paty, vivió cada día como se presentaba, extrayendo lo mejor de cada situación, colocando todo su amor y energía en cada emprendimiento, evento, compromiso y hacer, que me hace pensar y sentir que tuvo una vida luminosa como es hoy su partida a una dimensión, sin espacio, tiempo ni dolor. Heredándonos ese grano de amor, alegría y felicidad que transmitía para quienes hoy nos quedamos sin ella, sin posibilidad de volver a vernos, abrazarnos y reír conjuntamente.

Por eso, en esta mi despedida, su ser etéreo me inspira a animarla tal como ella lo hizo con cada una y el conjunto de mujeres con quienes compartió parte de su vida.

¡Ve querida Patricia Hoempler!, como solíamos llamarte en colectivo para disfrutar hoy de otra dimensión como ella se presente.

¡Ve Paty querida hacia la luz y eternidad!, como viviste, con confianza, sonrisa, ánimo y espíritu de alegría, a reunirte con las compañeras que te antecedieron.

¡Ve Paty! a unirte con tus seres amados y de luz, mientras te transformas en la luz que acompañarás a tus seres amados que quedan, amigas, compañeras y camaradas de otros tiempos.

Hasta siempre amiga querida, hasta volvernos a hallar como en este tiempo y dimensión.

 

 

domingo, 29 de noviembre de 2020

IN MEMORIAM JOSEFA RAMIREZ PEÑA PEÑA

Era la primera semana de octubre del 1996, yo me encontraba en ese tiempo trabajando como asistente del Programa de Genero de la PUCP, tras culminar el Diploma de Estudios de Relaciones de Género, cuando recibí una llamada de las floras. La secretaria  me llamó para decirme que había la necesidad de apoyar a IAMAMC- Instituto de Apoyo al Movimiento Autónomo de Mujeres Campesinas, que esperaba la participación de Giulia Tamayo[1] en un taller sobre violencia contra las mujeres Huancabamba, quien en ese momento se hallaba en otra zona del país recogiendo  información y le era imposible, ella les había instruido que se contactaran conmigo, que si accedía, estaría profundamente agradecida y que las mujeres de la zona estarían complacidas.

Eran tiempos donde no me importaba viajar por aire, agua o tierra, bajo las modalidades y transportes más inimaginables. Si montarme en un burro o un brioso caballo que subía cuestas como si fuera un llano por más de tres horas, confundirme en un bus interprovincial donde cabíamos igual personas, aves, animales de cuatro patas o sin patas. Aromas de picor, pan recién horneado, salvia, hinojo, muña, ruda, margaritas, rosas, claveles, retamas. Quien ha recorrido los caminos más recónditos del Perú, sabe y seguro recuerda en este momento los aromas a los que me refiero.

Solía treparme a cualquier tipo de vehículo para llegar o salir de mi destino, a veces empapada por la ducha de la naturaleza y en otras a punto de achicharrarme por más de cuarenta grados, mis preferidas eran las camioneta de cara al sol, el viento, arena o polvo, protegida sólo con gafas oscuras y una bufanda, sombrero o boina sobre mis rebeldes cabellos enredados que eran aquellos que más sufrían por las inclemencias de la naturaleza –eran tiempos donde ninguna alergia me invadía-, a cambio disfrutaba de las vistas más asombrosas y pensaba que ellas me acompañarían cuando fuera anciana y no saldría de mis cuatro paredes sin compañía, si llegaba a la senectud, pues siempre estuve segura que moriría sin perder facultades y mucho antes que mis ancestras centenarias.

Nunca pensé que eso sucedería iniciando mis seis décadas, antes de perder capacidades de movilidad y autonomía, sino por un auto aislamiento para protegerme y proteger a los míos en un año que todas/os decidimos prepararnos para festejar el bicentenario, pese a que el contenido del mismo se me desinfló, cuando uno de mis estudiantes –hoy uno de mis apreciados amigos-, realizó su investigación  sobre el bicentenario[2] para su tesis de la Maestría de Relaciones Internacionales, quien  recogiendo mi sugerencia no sólo revisó el centenario del Perú sino sobre los/as pensadores, el escenario y la problemática de aquel tiempo para compararlo con el nuestro, descubrió  que ad portas del bicentenario el país no había cambiado cuasi nada, donde ayer como hoy existía un discurso modernista y modernizante de quienes estaban en el poder, mientras la mayoría sólo era parte del paisaje. Para Dawson que venía de una formación en el exterior, fue un doble aprendizaje, descubrir al país de ayer y hoy, ubicándose en él y prepararse para ser y hacerse parte, servirlo e invertir toda su sapiensa para no llegar a un tricentenario igual que el centenario y bicentenario. Para ambos, una buena agenda de conversas, reflexiones y mutuo aprendizaje.

Mientras me daban los detalles de la necesidad de mi presencia en Huancabamba, pensé en mi profesor Mario Polia Maconi[3] del curso Antropología de la Salud, uno de los más expertos sino el principal en esta línea[4], que coincidentemente en ese tiempo me había asomado al mundo del chamanismo principalmente del norte del país, siendo parte de sus  referentes principales Huancabamba, con sus mesadas y chamanes, aquellos que te levantan y también los maleros en las lagunas de las Huaringas[5] en el mundo mágico de los andes su modo de curar y curarse, el modo de convivir con la naturaleza y otras dimensiones. 

Mi reflexión académica y curiosidad científica, fue interrumpido por el pensamiento político ineluidible, recordando las periódicas incursiones de Fujimori y sus gueisas[6] a las Huaringas, pensé en el modo de cómo este pequeño tirano tan insignificante en su ser, se había transformado en el más poderoso hombre del país e influyente de la región con sus prácticas a medias de todo, mostrando sin tapujos sus inclinaciones fetichistas y prácticas de rituales que para muchas/os reñía con su estatus y me pregunté ¿Serán las Huaringas?, alejé mis pensamientos de él afirmando que todos los tiranos en el fondo son profundamente superticiosos.   

La voz al otro lado de la línea me volvió a la realidad, preguntándome si aceptaba o no el encargo, para iniciar los procedimientos administrativos, recordándome que una de las zonas de investigación sobre violación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres andinas, por  gobierno de turno era Huancabamba. 

Respondí que aceptaba y me enviaran por correo los detalles para preparar mi participación. Colgué, mientras pensaba que aquello que había inclinado la balanza para aceptar el encargo, era mi incursión como experta en género en temas asociados con la situación y posición de las mujeres. Después de trabajar, más de dos décadas en sectores populares y principalmente con mujeres, sin entender por qué las más destacadas líderes, de pronto se esfumaban y aquellas que persistían dependían de una labor paralela para involucrar en la comprensión del proceso de su liderazgo a sus parejas.

Narda llegó en ese momento a la oficina y me pidió acompañarla en una presentación para las misma fechas, le dije: "Lo siento, me voy a Huancabamba a un taller de violencia contra las mujeres, para comunidades campesinas que apoya IAMAMC". Ella me miró, encogió los hombros y me dijo: “Espero que sepas donde te metes”.

Salí a Huancabamba con mi maleta desde la PUCP, eran tiempos que trabajaba, estudiaba y viajaba cuando menos me lo imaginaba. Llegaba a casa a hacer mi maleta, cuando salía con ella, solían decirme: “Y esta vez a dónde y a que recóndito paraje vas,  y,  por cuanto tiempo”. Yo solía responder: “A tal lugar, el tiempo no lo sé, depende de algunas cosas, pero llamo y les aviso, cuando me instale”. Y claro, llegaba, me instalaba y me olvidaba, recién cuando me ubicaba llamaba. Mi viaje fue en avión hasta Piura y desde allí, prácticamente en Burro hasta Huancabamba, era uno de esos buses antiguos que se detenía tantas veces se malograba en el camino o el camino estaba interrumpido.

Fue un largo y penoso trayecto, de los más duros que he tenido, temidos por quienes tienen terror a las alturas y a las zigzagueantes carreteras de trocha de una sola vía, donde cada vez que se encuentran dos vehículos uno ha de retroceder tanto como sea necesario para pegarse a un lado y dejar que el otro pase. Partimos de un terminal con más de 40° de calor cruzamos el desierto de arena, luego un gran trecho de polvo cuando se agotó la carretera, trepamos con el bus los cerros de Piura a momentos devorados por la bruma, otros bañados por una generosa lluvia donde lo más temido eran las interrupciones de la vía por las torrenteras generalmente de agua turbia con mucho lodo y los huaicos, para luego descender hacia el pueblo.  Tras más de ocho horas de viaje, el cuerpo maltrecho y con las únicas ganas de colocarme bajo una regadera, llegamos a Huancabamba.

Cuando bajé del bus me esperaba un extranjero español, con una actitud de acogida y sonrisa en los labios. Me dijo bienvenida a Huancamabamba y IAMAMC. Soy el encargado de llevarla ante la señora directora que en este momento se encuentra en la institución recibiendo a las delegaciones de las distintas comunidades que vienen al encuentro.  La Sra. Josefa Ramírez espera que usted pueda ayudarnos mucho. Yo respondí que con mucho gusto, pero antes quería dejar mis cosas en el hotel y ducharme. El me miró y respondió, sí todo eso podrá hacerlo pronto, amablemente cogió mi maleta y me llevó a donde había sido instruido.

Llegamos al local de IAMAMC, una joven se me acercó y me dijo, seguramente estará cansada y no habrá almorzado, lávese las manos y le traeré algo de comer mientras llega la Sra. Ramírez. Hice lo que me pidió y cuando me senté ante la mesa se acercó un joven y me dijo, tú debes ser la experta en violencia, yo soy el psicólogo, también acabo de llegar pero en un bus previo al tuyo, sabes algo del programa. Yo le respondo que no pues fue todo rápido, pero que entre una y otra cosa bosquejé mi presentación antes de salir de la oficina, con tan mala suerte que se me acabó el papel en blanco así que debí usar papel reciclado.

Nos sirvieron, mientras almorzábamos/cenábamos, intercambiamos impresiones sobre la situación de las mujeres en Piura, el departamento que para entonces encabezaba en indicadores de abuso, violencia, machismo de los hombres contra las mujeres quienes además eran multíparas, con anemia, TBC en gran proporción y alta morbimortalidad materna. Cuando el psicólogo intentó explicar la situación de las mujeres desde una perspectiva de su propia responsabilidad debido a embarazos adolescentes, dependencia emocional del varón, realización personal como madre y esposa, empecé a sospechar. 

Luego lo confirmé, pese a ser joven era un piurano que no había podido escapar de la condena de serlo, y desde una posición profesional, levantaba una teoría para explicar la situación de violencia contra las mujeres como responsabilidad de ellas. Cuando me disponía a ingresar en el terreno del debate psicológico con los argumentos de Nancy Chodorow[7]  y Jacques Lacan[8]. Llegó Josefa Ramírez, sonriendo a plenitud y saludando como si fuéramos viejas amigas que se vuelven a encontrar.

Huancabamba, Octubre 1996
Lo primero que me dijo es que éramos colegas y pertenecíamos a la misma alma mater, que era algunas promociones previas a la mía, donde la mayoría de nuestras colegas decidieron no servir al mercado ni las empresas sino al pueblo y por esas razones ella, que pudo  posicionarse en alguna oficina  para conducir el bienestar social y reducir las presiones del sindicato a una empresa, tener una casa en la Molina, San Isidro o Miraflores, pero decidió trabajar en este rincón apartado del país, donde era feliz y estaba casada con el señor que me había servido de anfitrión. Esperaba que hayamos recuperado las fuerzas ambos profesionales porque juntos programaríamos, dos de los tres días que duraría el encuentro.

Por supuesto que yo me quedé en vilo, pasé de ir invitada a un evento donde todo ya debía estar cerrado  a ser parte de su programación, horas  antes de su desarrollo,  que para mí entrenada en la planificación era una locura. Entramos a un primer intercambio de opiniones, donde ella nos animaba a que planteáramos propuestas desde nuestra perspectiva, el joven psicólogo y yo nos miramos. Yo le dije, sabes Josefa quien conoce a las participantes, su nivel de atención, interés y expectativa eres tú, para nosotros son una incógnita y cuál es el objetivo institucional.

Ella respondió: "Por eso no te preocupes, qué quieren saber, son mujeres campesinas que se han organizado alrededor de AMHBA -Asociación de Mujeres de Huancabambadesde hace tres años primero para denunciar y defender sus derechos como mujeres y campesinas. En este año que ya termina, denunciar contra las Esterilizaciones Forzadas[9] que el gobierno de Fujimori viene realizando en cientos de mujeres de Huancabamba, la dimensión jurídica legal está siendo apoyada por Giulia Tamayo y tenemos alianza con el Centro de Flora Tristán en esa línea,  el objetivo es que manejen los distintos modos en que se ejercen violencia contra las mujeres y por qué".

Ante ello, saqué mi borrador que había pauteado de cómo proyectaba mi presentación, ella lo miró y dijo perfecto. No hay nada que modificar, sabía que estaba ante una profesional competente, lo reproduciré para que vaya en la carpeta de las participantes. Veo que el tiempo voló, yo estoy de pie desde las cinco de la mañana y seguro que ustedes están cansados del viaje, así que mi esposo los acompañará a su hospedaje. Eran pasadas las ocho de la noche. Yo no solo cansada sino empolvada de pie a cabeza, pero así era Josefa, así la conocí con una fortaleza para asumir la jornada del día, habilidad para hacer que otros hagan lo que ella quería sin que lo sintieran, capacidad de mando y firmeza para distribuir responsabilidades.

Me llevaron al “Hotel” de Huancabamba que estaba a media cuadra de donde descendí del bus en la tarde, cuando llegamos el cuartelero hizo los honores y me llevó a una habitación cálida y le pregunté si la terma estaba encendida para darme un baño, el hombre me miró extrañado y abrió  sus ojos como expresión de asombro. 

Me dijo: “Señorita no tenemos terma, tampoco agua corriente. Aquí la gente no se baña, solo está de paso”.  Ante su respuesta, quien quedó extrañada y al borde del colapso fui yo, le dije: “Disculpe no le entendí, me dice que no hay agua para bañarme luego de un viaje tan largo y estoy literalmente enterrada en polvo”. Cómo habrá sido mi expresión que respondió rápidamente: “No se preocupe, no hay agua corriente en este momento pero le solucionamos si usted espera y comprende que el agua que le traiga sea turbia, porque aquí en todo el pueblo ese es nuestro problema”. Yo asentí y le dije que le agradecía por esa noche y por la mañana del día siguiente, donde requeriría del mismo servicio así como un café negro recién pasado. El cuartelero sonrió y me dijo que no me preocupe, que tenía el mejor café del pueblo. Y claro me bañé alrededor de las diez de la noche con agua turbia y tibia, al igual que en otros lugares del país donde no hay agua potable, pero en ese momento, para mí era un privilegio.

Mientras me peinaba y secaba el cabello, recapitulé todo lo vivido aquel día, Josefa Ramírez tuvo previsto cada uno de mis pasos desde mi llegada, sabía que si primero llegaba al hotel luego de un viaje incómodo, sin almorzar, enterrada y descubrir que había arribado a un pueblo cuyo atractivo turístico central era bañarse optaría por irme a las Huaringas o subirme al mismo bus de retorno que me había llevado hasta ese punto de nuestro país. Tenía sólo algunas pinceladas de quien yo era y sin duda se confirmó, cuando lo primero que pedí fue ducharme. Pero tuvo la habilidad para no ser ella quien creara las condiciones para resolver aquello que como seres humanos hacemos para sobrevivir, satisfacer nuestras necesidades básicas, beber agua, ingerir alimentos, interactuar con otras personas, trabajar y crear. Sabía moverse en un hábitat exigente con las capacidades, habilidades y competencias que había sido preparada como Trabajadora Social en las condiciones y situaciones menos esperadas.

Sólo así habría sido posible que construyera una institución, en una de las zonas más exigentes del país y se comprara el pleito por un tema que nadie, quería hacerlo en un tiempo como aquel. De las instituciones feministas todas arrugaron  o no se dieron por enteradas al respecto, con excepción de  Flora Tristán gracias al empuje y vehemencia de Giulia Tamayo quien se aventuró en investigar las esterilizaciones forzadas en pleno proceso de implementación del programa y asenso de Fujimori no sólo en la popularidad general sino que en esos precisos momentos daba una estocada  en el corazón de la agenda de las mujeres.

Al día siguiente, ya descansada, las energías renovadas y habiendo aprendido de Josefa, a tomar y recrear los recursos existentes en la zona, me proveí de todo el agua embotellada que existía, busqué un teléfono público para llamar a casa y sólo me hallé con el servicio de telegrafía, aquello que llamó mi atención fue la numerosa cantidad de buses que llegaban y salían de la pequeña plaza central tanto hacia la carretera por donde llegué como por otra de continuidad. Otro detalle que llamó mi atención fue que había escasas tiendas de abastecimiento en contraste con numerosos expendios de productos esotéricos. Me sentí trasladada a una de esas ferias de fin de año donde te venden todo tipo de accesorios mágicos para la buena suerte, estaba  en el punto de enlace entre el mundo mágico andino y la realidad de un pueblo olvidado.

Aun extrañada fui al taller el cual fue uno de los más participativos y animados con las preguntas de las mujeres, el compartir y los trabajos de grupo que me dio satisfacción por los resultados. Ya entrada la noche conversando con Josefa, comenté mis impresiones e interrogantes sobre Huancabamba. Y me dijo: “Eres una mujer muy inteligente, observadora y reflexiva, no como las pitucas de la PUCP que en esta situación hubieran venido con su pliego de reclamos. No sólo has comprendido nuestra situación, sino que me has analizado perfectamente. Como tú dices, nunca nos habíamos visto, yo no sabía de ti, salvo aquello que Giulia me dijo que contigo no hay pierde y lo he comprobado ampliamente en esta jornada. Pero como te decía yo no sabía quién ni como eras, mi objetivo central era que te quedaras hoy porque te necesitábamos, no importaba si luego te fueras enojada conmigo y la institución. No serías la primera, ya te contaré. Así que ciertamente todo estuvo planificado, te pido disculpas por ello”.

Le dije a Josefa, en ese momento y lo vuelvo a escribir hoy, que ser peruana/o y servir al Perú, va más allá de nuestro confort, nuestras preferencias, exigencias, emociones, estados de ánimo y nuestro propio cansancio.

Le dije a Josefa, que ciertamente mis hábitos incluían un baño al día literalmente para despertar y otro para acostarme si el trayecto del mismo había tenido las condiciones de cruzar desierto, cerros y quebradas. Pero que debía agradecer lo que me proporcionaron quienes vivían esas condiciones extremas todos los días de su vida, que le agradecía me haya dosificado el descubrimiento de las carencias, no porque la hubiera dejado plantada, sino porque en mi condición humana, posiblemente habría provocado menor producción en la programación de mi día en el taller, ni mantenido el ritmo del trabajo hasta el final como se logró bajo alta presión.

Le dije a Josefa, que agradecí antes de acostarme haber hallado a un cuartelero generoso, que comprendió mi estado, proporcionándome aquello que no incluía en servicio acostumbrado, puesto que luego comprendí que existía una paradoja de un lugar de turismo centrado en el baño de florecimiento cuyo pueblo se abastecía de agua turbia y donde sus huéspedes no se bañaban antes ni después de sumergirse en las aguas heladas de las Huaringas sea para que la magia los protegiera o fueran liberados de la magia negra de algún malero[10], ergo no me sumergiría nunca en sus aguas "N" veces contaminadas.

Le dije a Josefa, que agradecía a la vida ese día de intercambio y aprendizaje con las mujeres de Huancabamba, que representan a muchas mujeres andinas del país, que están aprendiendo que tienen derecho a tener derechos, no sólo desde la información y formación sino de la apropiación de ese poder para exigir su acceso, respeto y protección.

Le dije a Josefa, que conocer Huancabamba era toda una revelación, porque descubrí como en otros lugares más alejados de nuestro país, condiciones de vida extremas, donde aquello que para quienes vivimos en las grandes ciudades o zonas rurales privilegiadas por la naturaleza, es básico como natural, en estas es un privilegio, gracias a que quienes deben crear condiciones saludables en el último rincón del país no lo hacen, cuanto me indignaba que el Presidente Fujimori, llegara en helicóptero se bañara en las Huaringas y no se ocupara de mejorar las condiciones de vida de la población. Y esa noche mientras me preparaba para retornar a Lima, escuché en la radio que Fujimori había anunciado en un evento internacional de mujeres la creación del Ministerio de la Mujer pero ese es otro cuento que marcaría mi vida de transición entre siglos.

Le dije a Josefa, que más allá de las cercanías o distancias que podamos tener desde nuestra historia, experiencia y enfoque, respetaba al igual que admiraba su decisión de hacer patria en aquel lugar, que podía contar conmigo cuando fuera necesario[11]. Pero eso no fue posible a los pocos meses su esposo se acercó a pedirme que realice una carta de respaldo a IAMAMC porque se había producido un problema con organizaciones de Huancabamba, no supo explicarme en detalle que ocurría, por cuanto le dije con toda la cortesía que podía, que mi firma personal no tenía sentido en un tema que yo desconocía, que buscaran otros mecanismos para revisar y resolver los malos entendidos. En todo caso me sumaría a los profesionales que han colaborado para ser mediador/a.

Al poco tiempo Josefa se trasladó a Lima, cuando le pregunté por Huancabamba, me dijo que dejó su corazón allí, pero que haberse enfrentado al monstruo de mil cabezas como era el gobierno de turno, le costó años de trabajo, que se había tomado un tiempo para acompañar a su hija/o en sus estudios superiores en Lima. 

Mas adelante coincidimos en diversos escenarios y desde diferentes orillas como fue el MAM, yo era de aquel que forjamos, justamente cuando retorné de Huancabamba en octubre de 1996, tras el anuncio de Fujimori de crear el Ministerio de la Mujer para hacerle frente cuando él se hallaba en pleno ascenso y nosotras apenas fuimos piedras en el zapato. Ella se sumó al MAM-Línea Fundacional creado por escisión de un grupo que pretendía transformarlo en espacio de desarrollo de proyectos financiados a inicios del siglo XXI, periodo en el cual yo renuncié formalmente al MAM, por las mismas razones que nunca milité en un partido, nunca me sentí a gusto en las pugnas de poder, más cuando se trataban de espacios donde a nombre de otras/os se benefician una cúpula y porque estaba imbuida en la maestría de sociología.

Hoy 28 de noviembre, Josefa se ha ido, pasó a mejor vida, seguramente con la misma entrega y fuerza como la vivió.

DEP Josefa Ramírez


[1] Una de las expertas sino la única, en aquel entonces sobre violencia contra las mujeres y concentrada en las investigaciones de las Esterilizaciones Forzadas, en tiempos donde Fujimori era dueño del país y hacía lo que se le daba la gana, con el aplauso de la mayoría, un congreso hecho a su medida, el poder judicial intervenido, las FFAA sometidas. Siempre que lo pienso, suelo afirmar que en aquel entonces éramos rebeldes suicidas y una de las abanderadas mi inolvidable Giulia Tamayo QEPD, quien debe seguir haciendo de las suyas en otras dimensiones.

[2] Dawson Barragán, Sebastián. (2016)  AD PORTAS DEL BICENTENARIO PERUANO: Aportes de su Centenario y Bicentenarios de la Alianza del Pacífico. Tesis. Lima: Academia Diplomática del Perú, “Javier Pérez de Cuellar”. Programa de Maestría En Diplomacia y Relaciones Internacionales,   Grado Académico de Magíster en Diplomacia y Relaciones Internacionales, 133 pág.

[6] https://youtu.be/zhcaElxIo3w miren con detalle al final, las periodistas son principalmente mujeres. Investiguen quienes eran.

[7] Si bien la autora trabaja el tema en el siglo XX es clave para despejar estos argumentos recomiendo leer las siguientes aproximaciones a las obras de la autora Feminismo psicoanalítico norteamericano: apuntes teóricos de Nancy Chodorow y Jessica Benjamin.

 https://www.aacademica.org/000-015/21.pdf   Mujeres, deseo de hijo/a y ejercicio de la maternidad. Conclusiones. Reid, Graciela Beatriz.  https://www.aacademica.org/000-015/55.pdf

[8] Para quien le interese, un buen inicio es el trabajo de Grosz, Elizabeth. 2002 Jacques Lacan: A Feminist Introduction. 228 pág.

[10] Ver el concepto desarrollado por Mario Polia. (s.f.)  "Contagio" y "Perdida de la Sombra en la Teoría y Práctica del Curanderismo Andino del Perú Septentrional: Provincias de Ayabaca y Huancabamba. http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/anthropologica/article/download/2070/2004