domingo, 29 de noviembre de 2020

IN MEMORIAM JOSEFA RAMIREZ PEÑA PEÑA

Era la primera semana de octubre del 1996, yo me encontraba en ese tiempo trabajando como asistente del Programa de Genero de la PUCP, tras culminar el Diploma de Estudios de Relaciones de Género, cuando recibí una llamada de las floras. La secretaria  me llamó para decirme que había la necesidad de apoyar a IAMAMC- Instituto de Apoyo al Movimiento Autónomo de Mujeres Campesinas, que esperaba la participación de Giulia Tamayo[1] en un taller sobre violencia contra las mujeres Huancabamba, quien en ese momento se hallaba en otra zona del país recogiendo  información y le era imposible, ella les había instruido que se contactaran conmigo, que si accedía, estaría profundamente agradecida y que las mujeres de la zona estarían complacidas.

Eran tiempos donde no me importaba viajar por aire, agua o tierra, bajo las modalidades y transportes más inimaginables. Si montarme en un burro o un brioso caballo que subía cuestas como si fuera un llano por más de tres horas, confundirme en un bus interprovincial donde cabíamos igual personas, aves, animales de cuatro patas o sin patas. Aromas de picor, pan recién horneado, salvia, hinojo, muña, ruda, margaritas, rosas, claveles, retamas. Quien ha recorrido los caminos más recónditos del Perú, sabe y seguro recuerda en este momento los aromas a los que me refiero.

Solía treparme a cualquier tipo de vehículo para llegar o salir de mi destino, a veces empapada por la ducha de la naturaleza y en otras a punto de achicharrarme por más de cuarenta grados, mis preferidas eran las camioneta de cara al sol, el viento, arena o polvo, protegida sólo con gafas oscuras y una bufanda, sombrero o boina sobre mis rebeldes cabellos enredados que eran aquellos que más sufrían por las inclemencias de la naturaleza –eran tiempos donde ninguna alergia me invadía-, a cambio disfrutaba de las vistas más asombrosas y pensaba que ellas me acompañarían cuando fuera anciana y no saldría de mis cuatro paredes sin compañía, si llegaba a la senectud, pues siempre estuve segura que moriría sin perder facultades y mucho antes que mis ancestras centenarias.

Nunca pensé que eso sucedería iniciando mis seis décadas, antes de perder capacidades de movilidad y autonomía, sino por un auto aislamiento para protegerme y proteger a los míos en un año que todas/os decidimos prepararnos para festejar el bicentenario, pese a que el contenido del mismo se me desinfló, cuando uno de mis estudiantes –hoy uno de mis apreciados amigos-, realizó su investigación  sobre el bicentenario[2] para su tesis de la Maestría de Relaciones Internacionales, quien  recogiendo mi sugerencia no sólo revisó el centenario del Perú sino sobre los/as pensadores, el escenario y la problemática de aquel tiempo para compararlo con el nuestro, descubrió  que ad portas del bicentenario el país no había cambiado cuasi nada, donde ayer como hoy existía un discurso modernista y modernizante de quienes estaban en el poder, mientras la mayoría sólo era parte del paisaje. Para Dawson que venía de una formación en el exterior, fue un doble aprendizaje, descubrir al país de ayer y hoy, ubicándose en él y prepararse para ser y hacerse parte, servirlo e invertir toda su sapiensa para no llegar a un tricentenario igual que el centenario y bicentenario. Para ambos, una buena agenda de conversas, reflexiones y mutuo aprendizaje.

Mientras me daban los detalles de la necesidad de mi presencia en Huancabamba, pensé en mi profesor Mario Polia Maconi[3] del curso Antropología de la Salud, uno de los más expertos sino el principal en esta línea[4], que coincidentemente en ese tiempo me había asomado al mundo del chamanismo principalmente del norte del país, siendo parte de sus  referentes principales Huancabamba, con sus mesadas y chamanes, aquellos que te levantan y también los maleros en las lagunas de las Huaringas[5] en el mundo mágico de los andes su modo de curar y curarse, el modo de convivir con la naturaleza y otras dimensiones. 

Mi reflexión académica y curiosidad científica, fue interrumpido por el pensamiento político ineluidible, recordando las periódicas incursiones de Fujimori y sus gueisas[6] a las Huaringas, pensé en el modo de cómo este pequeño tirano tan insignificante en su ser, se había transformado en el más poderoso hombre del país e influyente de la región con sus prácticas a medias de todo, mostrando sin tapujos sus inclinaciones fetichistas y prácticas de rituales que para muchas/os reñía con su estatus y me pregunté ¿Serán las Huaringas?, alejé mis pensamientos de él afirmando que todos los tiranos en el fondo son profundamente superticiosos.   

La voz al otro lado de la línea me volvió a la realidad, preguntándome si aceptaba o no el encargo, para iniciar los procedimientos administrativos, recordándome que una de las zonas de investigación sobre violación de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres andinas, por  gobierno de turno era Huancabamba. 

Respondí que aceptaba y me enviaran por correo los detalles para preparar mi participación. Colgué, mientras pensaba que aquello que había inclinado la balanza para aceptar el encargo, era mi incursión como experta en género en temas asociados con la situación y posición de las mujeres. Después de trabajar, más de dos décadas en sectores populares y principalmente con mujeres, sin entender por qué las más destacadas líderes, de pronto se esfumaban y aquellas que persistían dependían de una labor paralela para involucrar en la comprensión del proceso de su liderazgo a sus parejas.

Narda llegó en ese momento a la oficina y me pidió acompañarla en una presentación para las misma fechas, le dije: "Lo siento, me voy a Huancabamba a un taller de violencia contra las mujeres, para comunidades campesinas que apoya IAMAMC". Ella me miró, encogió los hombros y me dijo: “Espero que sepas donde te metes”.

Salí a Huancabamba con mi maleta desde la PUCP, eran tiempos que trabajaba, estudiaba y viajaba cuando menos me lo imaginaba. Llegaba a casa a hacer mi maleta, cuando salía con ella, solían decirme: “Y esta vez a dónde y a que recóndito paraje vas,  y,  por cuanto tiempo”. Yo solía responder: “A tal lugar, el tiempo no lo sé, depende de algunas cosas, pero llamo y les aviso, cuando me instale”. Y claro, llegaba, me instalaba y me olvidaba, recién cuando me ubicaba llamaba. Mi viaje fue en avión hasta Piura y desde allí, prácticamente en Burro hasta Huancabamba, era uno de esos buses antiguos que se detenía tantas veces se malograba en el camino o el camino estaba interrumpido.

Fue un largo y penoso trayecto, de los más duros que he tenido, temidos por quienes tienen terror a las alturas y a las zigzagueantes carreteras de trocha de una sola vía, donde cada vez que se encuentran dos vehículos uno ha de retroceder tanto como sea necesario para pegarse a un lado y dejar que el otro pase. Partimos de un terminal con más de 40° de calor cruzamos el desierto de arena, luego un gran trecho de polvo cuando se agotó la carretera, trepamos con el bus los cerros de Piura a momentos devorados por la bruma, otros bañados por una generosa lluvia donde lo más temido eran las interrupciones de la vía por las torrenteras generalmente de agua turbia con mucho lodo y los huaicos, para luego descender hacia el pueblo.  Tras más de ocho horas de viaje, el cuerpo maltrecho y con las únicas ganas de colocarme bajo una regadera, llegamos a Huancabamba.

Cuando bajé del bus me esperaba un extranjero español, con una actitud de acogida y sonrisa en los labios. Me dijo bienvenida a Huancamabamba y IAMAMC. Soy el encargado de llevarla ante la señora directora que en este momento se encuentra en la institución recibiendo a las delegaciones de las distintas comunidades que vienen al encuentro.  La Sra. Josefa Ramírez espera que usted pueda ayudarnos mucho. Yo respondí que con mucho gusto, pero antes quería dejar mis cosas en el hotel y ducharme. El me miró y respondió, sí todo eso podrá hacerlo pronto, amablemente cogió mi maleta y me llevó a donde había sido instruido.

Llegamos al local de IAMAMC, una joven se me acercó y me dijo, seguramente estará cansada y no habrá almorzado, lávese las manos y le traeré algo de comer mientras llega la Sra. Ramírez. Hice lo que me pidió y cuando me senté ante la mesa se acercó un joven y me dijo, tú debes ser la experta en violencia, yo soy el psicólogo, también acabo de llegar pero en un bus previo al tuyo, sabes algo del programa. Yo le respondo que no pues fue todo rápido, pero que entre una y otra cosa bosquejé mi presentación antes de salir de la oficina, con tan mala suerte que se me acabó el papel en blanco así que debí usar papel reciclado.

Nos sirvieron, mientras almorzábamos/cenábamos, intercambiamos impresiones sobre la situación de las mujeres en Piura, el departamento que para entonces encabezaba en indicadores de abuso, violencia, machismo de los hombres contra las mujeres quienes además eran multíparas, con anemia, TBC en gran proporción y alta morbimortalidad materna. Cuando el psicólogo intentó explicar la situación de las mujeres desde una perspectiva de su propia responsabilidad debido a embarazos adolescentes, dependencia emocional del varón, realización personal como madre y esposa, empecé a sospechar. 

Luego lo confirmé, pese a ser joven era un piurano que no había podido escapar de la condena de serlo, y desde una posición profesional, levantaba una teoría para explicar la situación de violencia contra las mujeres como responsabilidad de ellas. Cuando me disponía a ingresar en el terreno del debate psicológico con los argumentos de Nancy Chodorow[7]  y Jacques Lacan[8]. Llegó Josefa Ramírez, sonriendo a plenitud y saludando como si fuéramos viejas amigas que se vuelven a encontrar.

Huancabamba, Octubre 1996
Lo primero que me dijo es que éramos colegas y pertenecíamos a la misma alma mater, que era algunas promociones previas a la mía, donde la mayoría de nuestras colegas decidieron no servir al mercado ni las empresas sino al pueblo y por esas razones ella, que pudo  posicionarse en alguna oficina  para conducir el bienestar social y reducir las presiones del sindicato a una empresa, tener una casa en la Molina, San Isidro o Miraflores, pero decidió trabajar en este rincón apartado del país, donde era feliz y estaba casada con el señor que me había servido de anfitrión. Esperaba que hayamos recuperado las fuerzas ambos profesionales porque juntos programaríamos, dos de los tres días que duraría el encuentro.

Por supuesto que yo me quedé en vilo, pasé de ir invitada a un evento donde todo ya debía estar cerrado  a ser parte de su programación, horas  antes de su desarrollo,  que para mí entrenada en la planificación era una locura. Entramos a un primer intercambio de opiniones, donde ella nos animaba a que planteáramos propuestas desde nuestra perspectiva, el joven psicólogo y yo nos miramos. Yo le dije, sabes Josefa quien conoce a las participantes, su nivel de atención, interés y expectativa eres tú, para nosotros son una incógnita y cuál es el objetivo institucional.

Ella respondió: "Por eso no te preocupes, qué quieren saber, son mujeres campesinas que se han organizado alrededor de AMHBA -Asociación de Mujeres de Huancabambadesde hace tres años primero para denunciar y defender sus derechos como mujeres y campesinas. En este año que ya termina, denunciar contra las Esterilizaciones Forzadas[9] que el gobierno de Fujimori viene realizando en cientos de mujeres de Huancabamba, la dimensión jurídica legal está siendo apoyada por Giulia Tamayo y tenemos alianza con el Centro de Flora Tristán en esa línea,  el objetivo es que manejen los distintos modos en que se ejercen violencia contra las mujeres y por qué".

Ante ello, saqué mi borrador que había pauteado de cómo proyectaba mi presentación, ella lo miró y dijo perfecto. No hay nada que modificar, sabía que estaba ante una profesional competente, lo reproduciré para que vaya en la carpeta de las participantes. Veo que el tiempo voló, yo estoy de pie desde las cinco de la mañana y seguro que ustedes están cansados del viaje, así que mi esposo los acompañará a su hospedaje. Eran pasadas las ocho de la noche. Yo no solo cansada sino empolvada de pie a cabeza, pero así era Josefa, así la conocí con una fortaleza para asumir la jornada del día, habilidad para hacer que otros hagan lo que ella quería sin que lo sintieran, capacidad de mando y firmeza para distribuir responsabilidades.

Me llevaron al “Hotel” de Huancabamba que estaba a media cuadra de donde descendí del bus en la tarde, cuando llegamos el cuartelero hizo los honores y me llevó a una habitación cálida y le pregunté si la terma estaba encendida para darme un baño, el hombre me miró extrañado y abrió  sus ojos como expresión de asombro. 

Me dijo: “Señorita no tenemos terma, tampoco agua corriente. Aquí la gente no se baña, solo está de paso”.  Ante su respuesta, quien quedó extrañada y al borde del colapso fui yo, le dije: “Disculpe no le entendí, me dice que no hay agua para bañarme luego de un viaje tan largo y estoy literalmente enterrada en polvo”. Cómo habrá sido mi expresión que respondió rápidamente: “No se preocupe, no hay agua corriente en este momento pero le solucionamos si usted espera y comprende que el agua que le traiga sea turbia, porque aquí en todo el pueblo ese es nuestro problema”. Yo asentí y le dije que le agradecía por esa noche y por la mañana del día siguiente, donde requeriría del mismo servicio así como un café negro recién pasado. El cuartelero sonrió y me dijo que no me preocupe, que tenía el mejor café del pueblo. Y claro me bañé alrededor de las diez de la noche con agua turbia y tibia, al igual que en otros lugares del país donde no hay agua potable, pero en ese momento, para mí era un privilegio.

Mientras me peinaba y secaba el cabello, recapitulé todo lo vivido aquel día, Josefa Ramírez tuvo previsto cada uno de mis pasos desde mi llegada, sabía que si primero llegaba al hotel luego de un viaje incómodo, sin almorzar, enterrada y descubrir que había arribado a un pueblo cuyo atractivo turístico central era bañarse optaría por irme a las Huaringas o subirme al mismo bus de retorno que me había llevado hasta ese punto de nuestro país. Tenía sólo algunas pinceladas de quien yo era y sin duda se confirmó, cuando lo primero que pedí fue ducharme. Pero tuvo la habilidad para no ser ella quien creara las condiciones para resolver aquello que como seres humanos hacemos para sobrevivir, satisfacer nuestras necesidades básicas, beber agua, ingerir alimentos, interactuar con otras personas, trabajar y crear. Sabía moverse en un hábitat exigente con las capacidades, habilidades y competencias que había sido preparada como Trabajadora Social en las condiciones y situaciones menos esperadas.

Sólo así habría sido posible que construyera una institución, en una de las zonas más exigentes del país y se comprara el pleito por un tema que nadie, quería hacerlo en un tiempo como aquel. De las instituciones feministas todas arrugaron  o no se dieron por enteradas al respecto, con excepción de  Flora Tristán gracias al empuje y vehemencia de Giulia Tamayo quien se aventuró en investigar las esterilizaciones forzadas en pleno proceso de implementación del programa y asenso de Fujimori no sólo en la popularidad general sino que en esos precisos momentos daba una estocada  en el corazón de la agenda de las mujeres.

Al día siguiente, ya descansada, las energías renovadas y habiendo aprendido de Josefa, a tomar y recrear los recursos existentes en la zona, me proveí de todo el agua embotellada que existía, busqué un teléfono público para llamar a casa y sólo me hallé con el servicio de telegrafía, aquello que llamó mi atención fue la numerosa cantidad de buses que llegaban y salían de la pequeña plaza central tanto hacia la carretera por donde llegué como por otra de continuidad. Otro detalle que llamó mi atención fue que había escasas tiendas de abastecimiento en contraste con numerosos expendios de productos esotéricos. Me sentí trasladada a una de esas ferias de fin de año donde te venden todo tipo de accesorios mágicos para la buena suerte, estaba  en el punto de enlace entre el mundo mágico andino y la realidad de un pueblo olvidado.

Aun extrañada fui al taller el cual fue uno de los más participativos y animados con las preguntas de las mujeres, el compartir y los trabajos de grupo que me dio satisfacción por los resultados. Ya entrada la noche conversando con Josefa, comenté mis impresiones e interrogantes sobre Huancabamba. Y me dijo: “Eres una mujer muy inteligente, observadora y reflexiva, no como las pitucas de la PUCP que en esta situación hubieran venido con su pliego de reclamos. No sólo has comprendido nuestra situación, sino que me has analizado perfectamente. Como tú dices, nunca nos habíamos visto, yo no sabía de ti, salvo aquello que Giulia me dijo que contigo no hay pierde y lo he comprobado ampliamente en esta jornada. Pero como te decía yo no sabía quién ni como eras, mi objetivo central era que te quedaras hoy porque te necesitábamos, no importaba si luego te fueras enojada conmigo y la institución. No serías la primera, ya te contaré. Así que ciertamente todo estuvo planificado, te pido disculpas por ello”.

Le dije a Josefa, en ese momento y lo vuelvo a escribir hoy, que ser peruana/o y servir al Perú, va más allá de nuestro confort, nuestras preferencias, exigencias, emociones, estados de ánimo y nuestro propio cansancio.

Le dije a Josefa, que ciertamente mis hábitos incluían un baño al día literalmente para despertar y otro para acostarme si el trayecto del mismo había tenido las condiciones de cruzar desierto, cerros y quebradas. Pero que debía agradecer lo que me proporcionaron quienes vivían esas condiciones extremas todos los días de su vida, que le agradecía me haya dosificado el descubrimiento de las carencias, no porque la hubiera dejado plantada, sino porque en mi condición humana, posiblemente habría provocado menor producción en la programación de mi día en el taller, ni mantenido el ritmo del trabajo hasta el final como se logró bajo alta presión.

Le dije a Josefa, que agradecí antes de acostarme haber hallado a un cuartelero generoso, que comprendió mi estado, proporcionándome aquello que no incluía en servicio acostumbrado, puesto que luego comprendí que existía una paradoja de un lugar de turismo centrado en el baño de florecimiento cuyo pueblo se abastecía de agua turbia y donde sus huéspedes no se bañaban antes ni después de sumergirse en las aguas heladas de las Huaringas sea para que la magia los protegiera o fueran liberados de la magia negra de algún malero[10], ergo no me sumergiría nunca en sus aguas "N" veces contaminadas.

Le dije a Josefa, que agradecía a la vida ese día de intercambio y aprendizaje con las mujeres de Huancabamba, que representan a muchas mujeres andinas del país, que están aprendiendo que tienen derecho a tener derechos, no sólo desde la información y formación sino de la apropiación de ese poder para exigir su acceso, respeto y protección.

Le dije a Josefa, que conocer Huancabamba era toda una revelación, porque descubrí como en otros lugares más alejados de nuestro país, condiciones de vida extremas, donde aquello que para quienes vivimos en las grandes ciudades o zonas rurales privilegiadas por la naturaleza, es básico como natural, en estas es un privilegio, gracias a que quienes deben crear condiciones saludables en el último rincón del país no lo hacen, cuanto me indignaba que el Presidente Fujimori, llegara en helicóptero se bañara en las Huaringas y no se ocupara de mejorar las condiciones de vida de la población. Y esa noche mientras me preparaba para retornar a Lima, escuché en la radio que Fujimori había anunciado en un evento internacional de mujeres la creación del Ministerio de la Mujer pero ese es otro cuento que marcaría mi vida de transición entre siglos.

Le dije a Josefa, que más allá de las cercanías o distancias que podamos tener desde nuestra historia, experiencia y enfoque, respetaba al igual que admiraba su decisión de hacer patria en aquel lugar, que podía contar conmigo cuando fuera necesario[11]. Pero eso no fue posible a los pocos meses su esposo se acercó a pedirme que realice una carta de respaldo a IAMAMC porque se había producido un problema con organizaciones de Huancabamba, no supo explicarme en detalle que ocurría, por cuanto le dije con toda la cortesía que podía, que mi firma personal no tenía sentido en un tema que yo desconocía, que buscaran otros mecanismos para revisar y resolver los malos entendidos. En todo caso me sumaría a los profesionales que han colaborado para ser mediador/a.

Al poco tiempo Josefa se trasladó a Lima, cuando le pregunté por Huancabamba, me dijo que dejó su corazón allí, pero que haberse enfrentado al monstruo de mil cabezas como era el gobierno de turno, le costó años de trabajo, que se había tomado un tiempo para acompañar a su hija/o en sus estudios superiores en Lima. 

Mas adelante coincidimos en diversos escenarios y desde diferentes orillas como fue el MAM, yo era de aquel que forjamos, justamente cuando retorné de Huancabamba en octubre de 1996, tras el anuncio de Fujimori de crear el Ministerio de la Mujer para hacerle frente cuando él se hallaba en pleno ascenso y nosotras apenas fuimos piedras en el zapato. Ella se sumó al MAM-Línea Fundacional creado por escisión de un grupo que pretendía transformarlo en espacio de desarrollo de proyectos financiados a inicios del siglo XXI, periodo en el cual yo renuncié formalmente al MAM, por las mismas razones que nunca milité en un partido, nunca me sentí a gusto en las pugnas de poder, más cuando se trataban de espacios donde a nombre de otras/os se benefician una cúpula y porque estaba imbuida en la maestría de sociología.

Hoy 28 de noviembre, Josefa se ha ido, pasó a mejor vida, seguramente con la misma entrega y fuerza como la vivió.

DEP Josefa Ramírez


[1] Una de las expertas sino la única, en aquel entonces sobre violencia contra las mujeres y concentrada en las investigaciones de las Esterilizaciones Forzadas, en tiempos donde Fujimori era dueño del país y hacía lo que se le daba la gana, con el aplauso de la mayoría, un congreso hecho a su medida, el poder judicial intervenido, las FFAA sometidas. Siempre que lo pienso, suelo afirmar que en aquel entonces éramos rebeldes suicidas y una de las abanderadas mi inolvidable Giulia Tamayo QEPD, quien debe seguir haciendo de las suyas en otras dimensiones.

[2] Dawson Barragán, Sebastián. (2016)  AD PORTAS DEL BICENTENARIO PERUANO: Aportes de su Centenario y Bicentenarios de la Alianza del Pacífico. Tesis. Lima: Academia Diplomática del Perú, “Javier Pérez de Cuellar”. Programa de Maestría En Diplomacia y Relaciones Internacionales,   Grado Académico de Magíster en Diplomacia y Relaciones Internacionales, 133 pág.

[6] https://youtu.be/zhcaElxIo3w miren con detalle al final, las periodistas son principalmente mujeres. Investiguen quienes eran.

[7] Si bien la autora trabaja el tema en el siglo XX es clave para despejar estos argumentos recomiendo leer las siguientes aproximaciones a las obras de la autora Feminismo psicoanalítico norteamericano: apuntes teóricos de Nancy Chodorow y Jessica Benjamin.

 https://www.aacademica.org/000-015/21.pdf   Mujeres, deseo de hijo/a y ejercicio de la maternidad. Conclusiones. Reid, Graciela Beatriz.  https://www.aacademica.org/000-015/55.pdf

[8] Para quien le interese, un buen inicio es el trabajo de Grosz, Elizabeth. 2002 Jacques Lacan: A Feminist Introduction. 228 pág.

[10] Ver el concepto desarrollado por Mario Polia. (s.f.)  "Contagio" y "Perdida de la Sombra en la Teoría y Práctica del Curanderismo Andino del Perú Septentrional: Provincias de Ayabaca y Huancabamba. http://revistas.pucp.edu.pe/index.php/anthropologica/article/download/2070/2004

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