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martes, 19 de diciembre de 2023

IN MEMORIAN JUANA HERRERA TRUJILLO: MAMAJUANA

Chaquinani de Cementerio a Pomacancha
Has partido Juana Herrera Trujillo, a las dos de la madrugada de este Jueves 14 de diciembre 2023, en Lima la gris y sin garúa, transitando por un segundo año para sumar a tu siglo de vida, al encuentro con tu Dios, con quien mantuviste un pacto especial, asida de tu fe, la mirada y vela de tu hijo e hija, las oraciones de tu cuidadora y los nervios como el celular encendido de quienes te acompañaron en tu partida. 

En esa nueva dimensión, te acogerán los amores que te esperan y tú deseaste tanto. Tu tránsito fue acompañada y rodeada de amor en tu lecho, como tantas veces tú lo hiciste con quienes antecedieron. A unos(as) sosteniendo sus manos misericordiosamente, animándolas a superar su temor para “pasar de esta a otra vida”. Aquellos(as) que no lograban desprenderse de su apego a la tierra, sus posesiones y aceptación de su finitud, orabas en silencio, mientras aliviabas su sufrimiento con tu magia. A quienes, pese a tus esfuerzos y amor, debías dejar partir, bañada en llanto, orabas por su alma de rodillas, asida de tu fe, amor y esperanza de hallarlos en esa “otra vida”, acallando el dolor devoraba tus entrañas.

Camino de Capilla Jirka 
Eras magnífica en tu andar, hacer, parlamento, ironía y reír al mundo. Permitiendo que ese dolor profundo, aflorara de tanto en tanto, en noches de cuentos y encantos, días de acopio de plantas mágicas cuyos poderes y nombres sólo tú conocías. Y en tardes de recogimiento donde te despojabas el sombrero, cruzabas las manos y agradecía por un día más, tus ojos se tornaban brillantes por un instante, recordado a tus difuntas(os) siendo quizás los más dolorosos tu hija “Allma” (2004) y “Capulina” (2010.

Siempre me asombró tu modo de transitar por la vida y encuentro de cara con la muerte, dialogar y contarlo. Cuando era adolescente, eras mi tía mágica, sin miedo y poderosa; pasabas de la narrativa del día, al cuento de tu último avistar o encuentro con espectros, sea al atardecer, la noche previa o sólo hace unos minutos.

A veces con “un alma en pena” de quién había muerto y aún andaba tras sus pendientes, a él o ella no los interrumpías, te santiguabas y dedicabas una oración para que encuentre su camino a la luz. Cuando se trataba de un alma que “andaba recogiendo sus pasos, porque pronto partiría”, cargabas con tu fe y sabiduría para acompañar su tránsito y animar a la familia doliente, advirtiendo del tiempo que tenían para prepararse con sólo con tocar la muñeca del moribundo(a).

Coherente con tu ser y hacer, en tu trato con la vida y la muerte, reeditaste la preparación de tu hermana Mayor Francisca, para recibir con respeto, dignidad y suntuosidad a la muerte tras una vida tomada, aquella que nunca te regaló nada, por lo que le arrebataste cada parte de ella con coraje, decisión y perseverancia.

Tras el entierro de “capulina” (Pedro), nos quedamos solas cuando todas(os) retornaron a lo suyo, ese fue el tiempo donde ambas pudimos vivirnos en conciencia e intimidad profunda, de diálogo, escucha y comprensión, enjugando nuestros dolores, animando nuestro ser, sentir, vivir, pensar, querer, saber y asumir nuestra finitud.

Pudimos sintonizar entre tus 88 y mis 52 años nuestra forma de concebir la vida/muerte de la condición humana. Cuando te conté que solía asombrar o asustar en estos temas a mis interlocutores, afirmando que: “He vivido a mi manera y estoy satisfecha, no me arrepiento de nada, porque he tratado de ser coherente cada día de mi vida, de modo que, si la muerte se asomara en cualquier momento no le pediría ni un minuto adicional, sólo que fuera piadosa”.

Tú me miraste profundo, tomaste mi mano y dijiste “Hay Pichu Chanca, desde cuando naciste con siete meses, luego te salvaste con mis remedios de morir a las dos semanas de esa infección estomacal. Hasta te bautizamos de emergencia en la prelatura de Huari, con mi cuñada Deufilia Peña Espinoza como tu madrina, envuelta en una tela de colores, que compró de la única tienda en ese tiempo. Y cuando te fuiste a tierras extrañas, con pocos meses pegada al pecho de tu madre, supe que vivirías y serías fuerte, nada te tendría, porque siendo tan pequeña habías vencido a la muerte, fuiste a la escuela y te has hecho más sabía que todas en esta vida”.

Luego te quedaste en silencio, mirando tus maíces que crecían erguidos como tú. Respeté ese momento porque sentí que mirabas hacia adentro, en tanto yo recordaba que era la misma historia, que mi madre me contó desde niña cuando me ponía en riesgo por ‘traviesa, incansable y caerme tanto’, pero esta vez en voz de la actriz que sembró su fuerza y fe en mí. Tu voz volvió a sonar y añadiste: “Hija es bueno que estés preparada ante la muerte, pero no la desees, porque parece que cuando es así se tarda más. Desde que murió Allma le he pedido a Dios que me lleve con ella, he preparado todo y no sucede. Sabes que mi cajón lo he prestado tantas veces a quienes se van antes, y sigo estando aquí, hasta que papa Dios lo decida”.

En aquel tiempo, me mostraste tu alma para admirar no sólo tu espera, sino esa capacidad de prepararte espiritual, material y conscientemente que permitió comprobar mis lecturas y conocimiento de la cultura andina en mi quehacer por el país (sobre los ritos de muerte en el mundo andino escribí en este mismo blog en el siguiente enlace[1]).

Cuando murió tu hija Allma, creíste que no soportarías el dolor, porque sentías que tus entrañas estallaban y una parte de tu alma se iba con ella. Con desesperación rogaste a Dios se apiade de tu sufrimiento, esperando que así sea compraste tu féretro, mortaja y dispusiste los animales que se sacrificarían para dar de comer y beber a quienes te acompañarían. Esperando que todo el Callejón de Conchucos acudiría a despedirte, eran más de 200 ahijadas(os) de nacimiento por tu hacer de partera sin incluir, madrinazgo de bautizos, matrimonios, confirmaciones y a quienes arrebataste de las manos de la muerte tanto niñas(os), mujeres y hombres, sin discriminar animales.

Tumba de Allma (Armandina)
Tumba Capulina (Pedro )
















Cuando fuimos a visitar la tumba de Capulina y Allma, trepaste el muro que lo circulaba como si tuvieras 20 años, mostrándome el terreno donde elegiste tu tumba, al lado de tu hija. Allí me pediste que cuando fallecieras, viajara nuevamente para bañarte, vestirte y asegurar que enterraran en ese lugar, te dije entonces cuasi premonitoriamente “con papá Félix, descubrí que temo al frío de la muerte, no podría bañarte. Siendo planificadora entre otras cosas de mi trabajo, mi vida futura es un albur, de estar en mis manos como esta vez, volveré para hacer que tus deseos se cumplan, recorrer tus pasos y los míos durante un tiempo similar”.  

En tu banca de descanso para el caminante
Retornando a tu casa me mostraste tu mortaja, mencionaste el nombre de la familia que debía retornarte el cajón (féretro) prestado, las cosas que querías te acompañen en él, porque considerabas por qué eran “necesarias para la otra vida”. Recuerdo tus palabras como si fuera ayer: “Hija cada noche y amanecer agradezco a Dios por lo vivido, pido por mis hijos y su misericordia para que me recoja en mi casa, caminando, acompañada de la gente que me quiere y respeta. No quiero ir a ningún otro lugar, he conocido otras tierras antes que todos los de aquí y el corazón de la gente. Yo decidí quedarme cuidando lo que es nuestro, sirviendo a Dios y haciendo valer la justicia”.

Atardecer desde de Huamantanga
Ese nuestro día de peregrinas, se hizo tarde y nos alcanzó la noche, mientras reviviste los lugares a donde viajaste, viviste, cómo te iniciaste en medicina tradicional en LLamellín, uniendo el saber de tu madre, abuela y propio. Cómo venciste la afrenta de bruja desde tu propia familia cuando te hacías sabia, hasta hacerte la sanadora del Callejón de Conchucos y su partera.

Viajaste por todo el Callejón de Conchucos desde Huari a Sihuas, de Chavín a Huaraz y Chimbote, para ti fue ampliar tu territorio y la variedad de su belleza, pero igual de pobre y olvidado.

En Barranca te enamoraste nuevamente del amor, descubriste otras posibilidades de vida y las ventajas del idioma español, los trabajos temporales en la Fábrica San José, los campos de Pativilca y Medio Mundo, la pesca en Supe y Huacho. De Caral tomaste el ganado caprino, para mejorar los que había en tu pueblo.

Fue Lima de los 40 del siglo XX que cerró tu aventura migratoria y decidiste retornar y quedarte en tu pueblo. Lima la horrible, te mostró, que no era para ti, vivir entre paredes de 120 m2, ser sierva uniformada para distinguirte de un igual; ganar con esfuerzo un sueldo mensual que desaparecía en dos días, comprar por kilos los alimentos con precios según tu cara y color, ser burla del acento andino, fustigándote a dominar el castellano, pero abrazar más el quechua.

Fuente: Anselmo Reynoso Herrera
Retornaste a tu pueblo con nuevas herramientas para tu hacer y moverte entre el mundo hispano y quechua, recuperar tu aplicación de la justicia ancestral, comunitaria y tu mano hecha ley. Rechazaste así doblar la cerviz, porque tu alma rebelde no te permitió someterte a un trabajo servil, de explotación y discriminación, pero sobre todo cortar la libertad y horizonte de tu alma, en tierras extrañas.

Ennumeraste tus múltiples oficios, cómo te hiciste comerciante, tejedora de sombrero, telar, ganchillo y palitos, mientras me heredabas el crochet que guardabas de mi madre, porque el resto que pasó a ser propiedad de Allma, lo quemaste creyendo que así exorcizarías el dolor de su muerte.

Fuente: Anselmo Reynoso Herrera

Me narraste de cómo aprendiste a amar el trabajo e imponerlo a los tuyos y extraños, a veces siendo incomprendida. Cómo te hiciste la mejor agricultora, abrazaste y defendiste con amor la herencia de tu padre y madre. Cómo te hiciste ganadera, productora y trasformadora de alimento y el cuidado de animales menores. La gran panadera, chichera, cocinera y sanadora. Como curandera y partera, distnguías cuándo ayudar y recomendar el traslado hacia la posta u hospital a dos horas de distancia. Siendo reconocida en tu trabajo comunitario por instituciones públicas, privadas y religiosas.

Nos asomamos a tus amores, cómo los elegiste, conquistaste y los sacaste de tu vida. Tus aciertos y desaciertos como madre de tus hijas(os) y aquellos otro(as) elegidos, sus parejas, sus hijos(as). Y las razones por las que te quedaste, como matriarca amada y temida de Huamantanga, aún me parece escucharte alto y fuerte mostándome tus manos: “Con estas manos he labrado la tierra, sin necesidad de un hombre que me ayude, con ellas he recibido con vida a un nuevo ser, así como he hecho justicia contra todo hombre malo, abusador y ruin. Ellos han probado esta mano negra, incluso delante del Juez, claro que con respeto a la autoridad. Antes de pegar al sinvergüenza de turno, le decía «Con su permiso y perdón señor juez». Con estas mismas manos que he hecho justicia, le pido a Dios por todas las almas y la mía”.

Mamajuana fue la cuarta de seis hermanos(as) nacidos vivos: Francisca, Felipe, Jacinto, Juana, Margarita y Dominga. Tercera que creció con vida y segunda de cuatro hijas mujeres, de Toribio Herrera muñoz y Zaragoza Trujillo Aguirre. Nació en el día antepenúltimo, del quinto mes, en el año 22 del siglo XX, cuando la familia Herrera Trujillo vivía en Pariaucro, Huari.

Fuente:  Anselmo Reynoso Herrera
Su primera pareja fue un hombre elegido por ella, pero subyugado por su clan clasista, racista y sexista, durando la relación el tiempo de gestación y nacimiento de su pimogénito, mi hermano Anselmo Reynoso Herrera que rebautizó como Roberto, por el parecido a su tía paterna. Quien nació a tres meses de Pedro al que nombró Capulina, el hijo de tía Margarita disputándose la primogenitura de los Herrera Trujillo. Ella entre otras gracias, tenía la gran capacidad para los alias, incluyendo a sus hijos e hijas.

De su segundo matrimonio tuvo tres hijos y dos hijas: LLuntu (Francisco), Allma (Armandina), Chuschu (Marcelino), Dici (Diciderio) y Teo (Teófila). La mayor de las mujeres, murió a inicios del siglo XX, su adorada Allma quien se había hecho a su imagen y semejanza, al punto que dominaba todo los saberes y haceres de la su madre, siendo una gran pérdida para ella, su pueblo y comunidad religiosa.  

De izquierda a derecha, Roberto, Mamajuana, Allma y Pedro detrás sonriendo, durante la fista patronal de los 70, (Fuente: Anselmo Reynoso Herrera).

En mi historia, Mamajuana fue agente de sobrevivencia durante mi primera y segunda infancia. Primero sanándome física e inyectándome espiritualmente, mientras mi madre estaba postrada. Segundo, animándola y apoyándola con mi hermano y hermana para que ella se hiciera migrante. Insistió en ello, no una sino dos veces, la primera, con la esperanza que el apoyo familiar le permitiría una nueva vida para ella, sus hijo e hijas que luego de tres años se mostró inviable bajo la servidumbre parental. La segunda, sería la vencida y sin retorno, mamá se asentó como obrera y migrante en una Lima de los sesenta, que dejaba de ser agrícola.

En primera persona, la incursión inicial a Lima como bebé de pecho, evitó que murieran  antes de cumplir tres años de vida por mi vulnerabilidad de nacimiento prematuro, debido a la precariedad y carencias de servicios de salud, condiciones familiares, sociales y económicas en un caserío perdido de los andes, como sucede hasta hoy con muchas(os) niñas(o)s peruanos, donde el Estado está ausente y la pobreza se acentúa.

Con la segunda migración, me liberó de la confusión espacial, los problemas de comunicación y cultura de mi socialización primaria de un mundo urbano al rural, en un contexto de grandes brechas entre dos mundos. Una Lima con rezagos virreinales y un ande feudal, dentro de una república que se debatía entre la herencia colonial y los intereses oligárquicos, con anhelos europeos, mientras transitaba a una tímida industrialización, cargado de prejuicios, explotación, discriminación y exclusión por clase, origen, raza, sexo, lengua, credo y cultura. 

La educación, salud y calidad de vida en el mundo andino brillaban y aún brillan por su ausencia, sólo basta mirar la morbi-mortalidad de niñas(os) antes de 3 años, la desnutrición en menores de 6, el retrazo y deserción escolar, y sin ir muy lejos, los rigores de la pandemia entre 2020-2023, aderezado por instituciones tomadas por la delicuenci y corrupción.

Mi primera imagen simbólica sobre tía Juana, era una suerte de hechicera/ heroína/gigante, como los seres mágicos de mis cuentos y novelas. Construidos a través de la narrativa de mi madre, en su condición de hermana agradecida y recíproca, pues mamá cuidaba y apoyaba a los primogénitos Pedro y Roberto en Lima (quienes fueron mis hermanos mayores); mientras su hermana apoyaba a la abuela Zara, con mi hermano Moisés y hermana Vilma en Huamantanga.

Luego que todas(os) concretamos el proceso migratorio y el asentamiento familiar, tenía hasta tres leyendas claras sobre la tía Juana: a) humana, amada, buena, solidaria, inteligente y sabía para un(os). b) temida, evitada, odiada y envidiada, por su lisura y temeridad para otras(os). c) intrépida, incontenible, fiera, fuerte, firme, justiciera y bella para muchas(os).

Fuente: Anselmo Reynoso Herrera 
Conocí en primera persona y me aproximé al ser de tía Juana, con 12 años, asida de la mano de mi hermano Pedro, tras mi derecho a la identidad. Gracias a ella y el escrito de mi padre político, se hizo posible, si bien no completamente, lo suficiente para culminar mis estudios de educación básica regular.

La realidad de su ser y hacer, me mostró su grandeza, lo maravillosa, inteligente, estratégica y táctica que era. Careciendo de herramientas de lecto-escritura, tenía la seguridad, aplomo, confianza e interlocución necesaria para moverse al interior de un sistema social, cultural, legal, burocrático, discriminador, masculinizado y autoritario como eran las instituciones públicas y los actores de una provincia aun feudal en los años setenta del siglo XX. Transformándose en mi inspiración sobre demanda, negociación y conquista de derechos.

Si las leyendas sobre ella me cautivaron con su imagen simbólica, tenerla como mi abogada y protectora en primera persona, moviéndose con éxito y sin aspavientos en el mundo de adultos, me hizo percibirla como poderosa, invencible, incontenible. Imitándola en su habilidad para relacionarse con tirios y troyanos sin bajar la cerviz. Siendo notable, su práctica para desprenderse del estrés, al renombrar a las personas por su particularidad indiscutible, unido a la narrativa fuerte y clara.

Así es, como personal y conscientemente la asumí como Mamajuana, por ser una tía/madre que se fajaba y compraba el pleito con cuerpo y alma. Por eso me impresionaba la desfachatez de algún migrante igualado(a)  que retornaba con aires de quienes ella tomó distancia, que la llamaran Juana a secas o Juanita como si fuera una niña. 

Una segunda dimensión que descubrí en ese tiempo, fue su capacidad de gerencia y docencia. Realizaba más de una tarea simultáneamente, mientras que con fluidez y firmeza te hacia parte, delegando una actividad acorde a tu edad y capacidad, mostrándote el proceso, sosteniéndote en el aprendizaje, animándote y destinando para ti el producto de tu trabajo.

Para quienes no comprenden la educación del niño(a) en el mundo andino, en contraste con niñas(os) de cristal de este tiempo que sólo usan sus dedos en la pantalla, sería escandaloso. Para mí y tal vez, para quienes tuvimos oportunidad de vivirla y aprender de ella, fue docencia.

En el contexto y la cultura andina bajo la filosofía de “ama kella, ama llulla, ama sua” (no seas ocioso(a), no seas mentiroso(a), no seas ladrón(a); se trata de una educación donde se aprende haciendo, descubriendo el mecanismo, siendo parte activa del proceso y dominando cada actividad. Simultáneamente descubres el valor de ser útil, partícipe y aporte, mientras desarrollas habilidades, en un ambiente aderezado de diálogo, cuento, canto y risa.

Al final de la jornada, gratificado el trabajo compartido y comunitario, con alimentos bien ganados alrededor del fogón, recordando la historia de nuestros antepasados(as), intercambiando novedades del día, contrastado con anécdotas de cada etapa del ciclo de vida. Comprendiendo poco a poco el contenido de comunidad, como unidad colectiva, en sus particularidades y continuidades.

Mi segunda experiencia de convivencia con Mamajuana, fue después de dos años de la primera, durante las vacaciones escolares, en compañía de mi hermana mayor. Era febrero y fiesta de carnavales, celebrado distintamente a la zona urbana, donde la yunza, el baile, canto, serpentina y la machka (harina o talco) eran instrumento de aproximación entre hombres y mujeres para el intercambio, juego y enamoramiento. Que en otros momentos estaba mediado por la distancia.

Allí descubrí en primera persona la magia sanadora de Mamajuana, pese a todo el largo tratamiento médico, de una afección que tuve ese año, no lograba curarme. Ella volcó su sabiduría, aliviando mi salud y transformándome en su fiel creyente, lo que ella tocaba se sanaba.

También descubrí, su gran habilidad para la adivinación y el rastreo, a propósito del extravío de dos ovejas bebés. Fue de película, primero leyó la coca, luego preguntó al cigarro, cerrando con la lectura de maíz, para saber si estaban cerca o fueron llevados a otro pueblo, obteniendo por respuesta que estaban cerca y escondidos. Y si los hallaría, con repuesta positiva.

Tras la lluvia, pensé que no habría huellas, pero fui curiosa junto a ella, descubriendo como identificaba los pasos y los signos de la ruta, hacia el destino de sus ovejitas, hasta encontrarlas. A modo de broma solía decir que ella tenía un acuerdo con Dios, “Si alguien me hace daño a mí, a mis animales o mis seres queridos, beso mi cruz tres veces y recibirá su castigo”, nosotras moríamos de la risa junto con ella.

Luego venía el cuento próximo a la realidad, “A veces Dios está tan ocupado, ahí tengo permiso para hacer justicia con mis manos. Hace poco el Señor X, me insultó a propósito de los problemas de senderos, lo he cogido y puñeteado diciendo esta por decirme negra, esto por bruja, esto por tu falta de respeto, se ha ido escapándose de cuatro. Al día siguiente, nos encontramos cara a cara, tenía el ojo morado; pero se ha sacado el sombrero y con mucho respeto me ha saludado.”

Reía con esa risa cantarina de quien no tiene sentimiento de culpa, sino convencimiento de defensa de sí misma y sus derechos, solía decir: “Yo no he necesitado nunca que nadie me haga respetar, yo me he hecho respetar a las buenas o a las malas. Y cuando he visto algún abuso, no he visto a otro lado ni me he callado, nadie se ha salvado de mi mano, ni siquiera mi compadre. Cuando X le pegó a mi comadre, agarré el soplador [un tubo generalmente de fierro], puse el compadrazgo a un costado diciendo: «con su permiso compadre, a una mujer no se la toca, se la respeta», le he dado duro. Al día siguiente ha venido a pedirme perdón y besar mi mano, diciendo que no sabía lo que hacía”.

Su narrativa era tan fluida, gráfica y clara, que fue la gran cuentista, te atrapaba al punto de introducirte en ellos a sus escuchas. Una de esas noches que compartimos, nos contó sobre las almas, mientras su hija Allma le frotaba la espalda, para aliviar en sus músculos, el rigor del trabajo  tras la extenuante jornada.

Su puerta del dormitorio, era de dos hojas con ventanas a mitad de ellas, la noche cerró y  acentuó el frío, un viento helado ingresó por la ventana abierta amenazando con apagar las velas. Sin dejar de narrar le indicó a mi hermana, que cerrara la ventana, ella obedeció sin perder la concentración en el cuento.

Mamajuana, interrumpió su narración, para indicar a su hija el punto del masaje: “¡Cchay, cchay! (¡ahí, ahí!)”. Mi hermana creyó que le advertía a ella de la presencia de un alma. Dio un grito y salto de gacela, lanzándose sobre la cama. Mientas todas reíamos a carcajadas. Quedando el hecho esculpido en mi recuerdo, riendo nuevamente mientras escribo, espantando en algo mi dolor.

Una muestra pequeña de la narrativa de Mamajuana va adjunto,  contando a mi madre sobre sí misma  durante una de sus visitas a Lima. 

En esa segunda estadía, uno de esos días nos dirigimos hacia Jato, una zona ubicada en la puna entre 4,500 a 5,000 m.s.n.m., donde tía Pancha (Francisca) era dueña y señora absoluta, cuyos límites aparecían incalculables en mi visión adolescente. Allí vivía a veces sola con sus perros, cuando su hija bajaba a estudiar.

Comprobamos en esa visita que era ganadera de equinos, ovinos, caprinos y vacunos que sumaban una gran manada, además de la abundante agricultura de oca, papa, olluco, mashua, linaza, quinua, tawri, habas, y más. Con los que comerciaba y la hacía autosuficiente.

Tía Pancha era una mujer hermosa, corajuda y libre, la mayor de la hermana Herrera Trujillo, cubierto hasta sus ojos por un sombrero blanco de lana, ocultando el brillo de sus hermosos ojos azules y protegiendo su piel nívea del inclemente sol. Con ella descubrí siendo adolescente, que el poder de la fuerza no era atributo sólo del hombre, porque levantaba como si fuera una bolsa, los sacos de alimentos. Enlazaba, mataba y trozaba el ganado en un dos por tres. Sirviéndote un “mate” (plato hondo, de calabaza más grande que el parrillero) lleno de papas, habas y ocas, con un molde de queso, otro de cordero frito y un tercero de cuy entero, que sólo ver te quitaba el hambre.

A propósito de esa visita descubrí, la gran capacidad de clarividencia y premonición de Mamajuana, justo cuando nos dirigíamos a casa de tía Pancha, nos detuvo a ambas hermanas, para advertirnos tratar con cuidado a los caballos sin aflojar las riendas para no terminar entre sus patas, al igual que caminar y no correr por la ladera resbaladiza y traidora, para volver enteras.

Nosotras emocionadas, regias amazonas cruzábamos la llanura de Corral Pampa hacía la puna, mientras nos jactábamos a quién le tocó el mejor caballo. De pronto, el mío tomó la delantera, en seguida el suyo, de trote pasó al galope a punto de derribarla, en medio del susto sólo atiné a gritar, recuerda lo que dijo Mamajuana, ella reaccionó agarrándose como pudo y tensando las riendas, evitando que la primera premonición se concretara. Luego descubrimos que el suyo era caballo y jefe de manada, por eso la resistencia a que la mula que yo motaba le llevara la delantera.

Ya en Jato, extasiadas por el paisaje olvidamos todo, tras empacharnos de las bondades de la tía Pancha. Fuimos hacia la ladera verde, bella y traicionera, nuevamente fue mi hermana quien resbaló y cayó sentada, cual tobogán rodó un largo trecho, que felizmente no provocó rotura alguna (como aquella que hoy sí, supera), sólo un gran susto. Al retorno, fue curada, sanada y bendecida por las manos y magia de Mamajuana, del golpe, susto y corazón desbocado de ese tiempo. Ambas aprendimos queen adelante, lo que ella anunciara era mandamiento.

Ya adulta a mediados de los ochenta, durante mis vacaciones universitarias, retorné con mi madre a casa de Mamajuana, siendo testigo del amor de hermanas, sus reclamos sutiles, esclarecimientos, confidencias, cómo revivían sus tiempos, sus parecidos, diferencias, altas y bajas. Descubriendo que más allá de la vida elegida por cada una y sus posturas respecto a la misma, su modo de expresar felicidad siendo distintos, se conjugaban y acomodaban sin colisionar.

Mientras Mamajuana expelía satisfacción, felicidad y alegría por cada día, independiente de las carencias, exigencias y rigores de la ruralidad, mi madre optaba por los lamentos de la distancia, la fraternidad mediada y la insatisfacción de sentirse extraña en su tierra y desterrada en la ciudad. Ambas a momentos expresaban sus emociones con risas cantarinas y en otros con llanto que enjugaba una de la otra.

Con Mamá y Mamajuana en su cumpleaños
Mi madre solía decirnos de niñas a mi hermana menor Luz y yo, cada que mi hermana mayor no soportaba nuestras invasiones y travesuras: “Por qué no se quieren, nosotras como hermanas somos diferentes Pancha, Juanita, Margarita y yo, pero nunca nos hemos peleado, siempre nos hemos querido, porque hemos salido de una misma caja [vientre]. Inclusive, mi hermano Jacinto siendo hombre, era muy bueno conmigo. Cuando me cansaba de niña, él me cargaba en su espalda, nunca me maltrató. Se alejó y cambió cuando se casó, dedicándose a su familia, porque así tenía que ser. Pancha fue mi madre, ella me crio cuando mamá no estuvo. Con Juana hemos compartido todo, si no fuera por ellas dos, Margarita y Yo no habríamos ido a la escuela, no habríamos sido cómplices, ni andado juntas. En los peores momentos nos hemos consolado”.

Tía Margarita y Mamajuana 1992
Mamajuana a su vez contaba: “Nuestras historias de hermanas unas veces se parecen y otras no, depende de cómo hemos resuelto los problemas de ser mujeres. Pancha al igual que yo, nunca necesitó de un hombre, ella era viajera como papá y ganadera por sí misma. Se casó mayor, sin querer, por insistencia y presión de la familia de él, fue tan mal su experiencia que no quiso volver a casarse, al enviudar siendo joven y con una sola hija. Siempre tuvo en abundancia y nos ayudaba.

Yo era exigente, me gustaban los hombres más guapos, como el papá de Roberto y luego mi esposo. Con el segundo, tuve suerte los primeros años de enamoramiento, todos me envidiaban porque nos amábamos y cuidábamos mucho como cuculis [palomas]. Quizás el error fue casarme con un hombre de la costa, mientras yo amaba la sierra. Él nunca entendió mi amor por la tierra, el trabajo y los hijos, tampoco yo, su deseo por una costa ajena, desolada, pobre y abusiva. Me hice viuda antes que muera, y cuando lo hizo, abracé mi libertad, me buscaron muchos hombres, no más, mis manos son suficientes.

Margarita siempre fue la más sumisa de todas, quiso mucho a su marido, fue detrás de él por todos lados y le perdonó todo hasta el final. Tu madre que es la menor, su belleza y nuestro cariño la hizo presa de sufrimiento en estas tierras, Dios la premió lejos, con un buen hombre como don Felli [Felix], hasta el último de sus días. Tuve a mi hermano Felipe, seguido de Pancha, que murió siendo niño, mi madre no se recuperó. Jacinto mi único hermano hombre vivo, quizás porque éramos todas mujeres,  apenas se casó, se alejó de nosotras y nuestra madre”.

Mamajuana, Mamá, Teo y tía Margarita
En el 2018, por la necesidad de cuidados a su edad avanzada, fue trasladada por su hija menor e hijo a Virgen de Nazaret en Venado Muerto por la sierra de Supe que es capital de la provincia de Barranca del departamento de Lima. Al cuidado de la familia de su Lluntu, su segundo hijo. Era un espacio rural, que se asemejaba al de su casa, pero para su sentir, no era la suya.

Fui a visitarla allí más de una vez. La primera fue en abril, al poco tiempo de su llegada , allí me dijo: “Hay niña Catalina, llegas como el pájaro al vuelo con tu cashpi chaki (pie delgado), te dije que moriría en mi casa mirando mi cielo, chacra, gente y animales, pero no es así, me trajeron con engaños por unos días y no me dejan volver. Ayúdame a subirme al carro y de ahí, todo corre por mi cuenta, todos me conocen”. La consolé, diciendo que estaba cuidada y acompañada, más cerca para que sus hijos, la familia y yo la visitemos.

Me miró con desesperanza, mientras decía: “Así será pues, si tú lo dices, me quedaré en voluntad ajena que nunca quise. Niña Catalina una propone y Dios dispone, dejándome vivir tanto, sin escucharme”. Cada vez que mi vida lo permitía, hacía una visita no anunciada, para retornar con el alma partida y la impotencia de verla desarraigada, silenciada y mirando hacia adentro, porque sus ojos y oído, se iban apagando hacia afuera.

Fue cerrando agosto del 2021, durante la pandemia del covid19, que su salud se resquebrajó, siendo trasladada de Supe al Callao en Lima. Al cuidado de su sobrina Nelva, la hija mayor de su hermana Margarita, siendo sostenida en todo este tiempo por los hijos paridos en sus extremos. Su primogénito Roberto en Lima, entre su ser y hacer de hijo, padre y abuelo. Y Teófila, la última hija desde el extranjero, que en sus facciones se parece más a mi madre, heredado esta condición a su única hija. Contando con el apoyo sostenido de Miguel, quizás en agradecimiento al modo como Mamajuana lo hizo con él y hermanas(os) de niño cuando primero su padre y luego su madre enfermó, dejándolos(as) muy jóvenes en orfandad.

A ellos se han sumado el apoyo de sobrinas(os) que en tiempos de su poder y hacer fueron a su vez beneficiadas(os), sostenidas(os) y protegidas(os) por su amor, fortaleza y valentía. Mostrando la efectividad de la reciprocidad andina, en una sociedad que no se hace cargo de la tercera edad, ocupada en ser corrupta y expoliar los bienes de todas(os) los(as) peruanas(os).


Fuente: Anselmo Reynoso Herrera
Mamajuana vivió un siglo y un año más cumplido, acompañada y celebrada por personas que un día recibieron su semilla de amor. Mi participación en este tiempo, fue más virtual y mediada a través de Roberto, al coincidir con el cuidado de mi madre, compartido y partido con mi hermana Luz.

La vez que pude verla, me despedí, descubriendo que pese a su avanzada inmovilidad, falta de visión y escasa escucha, estaba consciente y lúcida, porque no sólo me reconoció atada a sus recuerdos, también me nombró, escribí detalles al respeto en[2].

El transitar y últimos días de cuidado de Mamajuana, me han permitido, constatar que la vida es un sueño, de idas y retornos, un pañuelo que al doblarse sus puntas suelen encontrarse. Como bien me dijo ella “Una propone y Dios dispone”, más cuando descansa la fuerza, los sentidos levantan vuelo y el poder se diluye, para mostrarnos que tal como nacemos dependientes, una larga vida deseada por muchos(as), nos hace nuevamente dependientes.

En el anverso de la moneda, de una larga vida, se  requiere de cuidado y calidad, fruto de un buen vivir y ser, puede tornarse o no amoroso con cargo y encargo. A Mamajuana la vida le retornó en reciprocidad su bondad y amor, con el cuidado, la compañía y amor de manos de Nelva, la mirada constante de Roberto, el monitoreo de su hija por sobre la distancia, la generosidad sostenida de su sobrino Miguel, así como visitas y apoyos de muchos amores.

El reverso de la misma moneda, muestra que el cambio, la calidad de vida social y económicamente establecida, no necesariamente conjuga con nuestro espíritu y alma, transformándonos nuevamente en recién llegadas(os) ad portas de irnos de esta vida. A veces desarraigadas(os) de aquello que fue el sentido de nuestra vida, independiente de haberse tomado medidas seguras durante el ejercicio del pleno uso de conciencia, la voluntad y decisión propia, en nuestras manos.

Mamajuana no se murió en su tierra santa como pronosticó, pero se enterró en ella, gracias a la generosidad de su sobrino, Miguel que la llevó y forma parte de su rito de despedida con la misma picardía y alegría que Mamajuana. Quedan seguro muchos registros, el siguiente es compartido por Anselmo Reynoso Herrera.



Escribí mi memoria de Mamajuana, desde nuestra historia compartida, que es un pequeño trozo de la larga, fructífera, aleccionadora y humana vida. Mi percepción sobre su ser, pensar, saber y hacer, que deja huella, de quien podría ser la última matriarca de Huamantanga que perteneció y talló la estirpe de mis ancestras, mujeres que su medio, clase, género, cultura, política, religión y rigores de la vida, no pudieron doblegarla, porque ella con su espíritu libre y alma firme, supo hacer sincretismo con poder, toma de decisiones y voluntad, hasta cuando las fuerzas fueron suyas. Aún tras la muerte, el descanso de su cuerpo en su tierra natal y según sus pautas, es su voluntad y se respeta (sobre el duelo andino hay un escrito previo en un artículo 3).

¡Descansa en paz de una larga vida y misión cumplida Mamajuana!

¡Ve a hallarte con nuestros antepasados!

¡Tus seres de luz y ascendidos te acogerán como bien amada!

¡Ve ante ese Dios humano que bien te conoce!

Pueda que no dejes pendiente alguno y saldada tus deudas, cerrando tu ciclo encarnado, para ser un espíritu ascendido, siendo así, espero tu acogida cuando me toque.

Yo me quedo cantando tu canto que es oración y esperanza en medio de la desesperanza de nuestro tiempo y aquello que nos toca después de tí.


 

Esta publicación ha sido revisada, comentada y aportada en datos y detalles, por Anselmo Reynoso Herrera, el hijo primogénito de Mamajuana, en la primera versión, gracias por ello.

 

martes, 22 de noviembre de 2022

IN MEMORIAM DE PABLO MILANÉS ARIAS


Hasta siempre, como siempre y por toda la eternidad Pablo Milanés. Uno de mis grandes amores que pintó de poesía, canto, esperanza y utopía mi vida.

Me nombraré “Yolanda” 1 una y otra vez, puesto que “Yo me quedo”2 con todas esas cosas pequeñas silenciosas, que me recuerden “El breve espacio en que no estás”3.

“De qué callada manera”4 podré contar de cómo cerramos “La Puerta”5 y cantar sin ti, fundida en a noche “El amor de mi vida”6, mientras camine desconsolada confesaré “Cuando gané, cuanto perdí”7, mientras descubría que “La vida no vale nada”8 sino es “Para vivir”9 en y con “Amor”10 de adentro para afuera hasta “Cuando te encontré”11 como si fueras "El primer amor",12 mientras tú insististe con “Mírame bien”13, para seguir sorprendido mientras seguiamos arropando el pasar de los “Años”14, reinventando con angurria “La felicidad”15, mientras descubríamos como fluían los “Días de gloria”16 mientras nos quedamos con “Canto a la victoria"17 persistiendo sin claudicar en nuestros días duros de andar.

Desde “Cuando te encontré”18, nuestro caminar "No ha sido Fácil"19, tratando de ser, pensar y decir. Hasta cuando has nutrido mi “Amor de otoño”20, superando mis temores de futuro mientras intentaba que comprendieras que “Yo no te pido”21 la luna ni las estrellas sólo tu luz. Hasta cuando , me convencías con “Ya ves”22 cómo seguias pensando en mí, con celebración y a toda voz “Ámame como soy”23, mientras bailabamos al “Son de Cuba en Puerto Rico”24, confesándome que era “La novia que nunca tuve”25 o dramatizando que pasaría si te faltara “Si ella me falta alguna vez”26.

Como lo dijiste tantas veces tantas “El tiempo, El implacable, El que pasó”,27 hoy te aleja de esta dimensión mientras resuena el eco de “Amo esta Isla”28 y hasta tu último suspiro “Cuba Va”29 por encima de sus aciertos y errores. Se que así será “Para que Un Día Vuelvas”30, pueda que sea en un tiempo donde “Canción por la Unidad Latinoamericana”31 sea realidad y podremos tú y “Yo pisaré las calles nuevamente”32 de Santiago no más ensangrentado, mientras cantemos “Nicaragua”33, “Ojalá”34, “Te quiero porque te quiero"35, “Vengo naciendo”36.

Hoy que estás en "Paz"37, como quienes te antecedieron "Querido Pablo"38, me quedo con “Plegaria”39, mientras pienso en todos los “Queridos muertos”40 que te dolorieron y hoy vas a su encuentro. Te has ido sin claudicar y honrando a tu sentencia de “Pobre del Cantor”41 porque aun cuando decías al guerrero que “El poeta eres tú”42, tu poesía si bien fue canto fue resistencia por eso y más “Te quiero por que te quiero”43 , porque al igual que tú “Yo sé que un día tú vendrás”44 porque a diferencia de muchos viviste "Cual si fueras a morir mañana" 45, imaginaste partida y retorno como ha de ser mientras el "Tiempo pasa46" y tu sigues siendo como siempre fuiste "Yo soy un hombre sincero"47.



¡Hasta siempre Pablo! por toda la eternidad.
Vive tu vida perpetua con amor y alegría
como fue tu vida en esta dimensión

miércoles, 2 de noviembre de 2022

IN MEMORIAM LUIS LLONTOP SAMILLÁN

Querido Luis LLontop Samillán, acabo de enterarme que partiste al infinito, incrementando mi dolor de este tiempo exigente de ausencias sin despedida convencional. Mis seres amados se fueron en profunda privacidad, dejándome el recuerdo de lo que fuimos y tuvimos. Tiempo que me ha enseñado a sustituir nuestros ritos ancestrales por el registro de la memoria de quienes fuimos juntos, el significado y regalo que esta vida me dió para ser parte de mi historia.

Lucho como siempre te llamamos, llegaste a mi vida en tiempos que la tuya se iniciaba en la aventura del matrimonio. Andabas como cascabel por todos los ambientes de la institución donde trabajábamos, haciendo de cada acontecimiento fiesta y colocando alegría, todos decían: "está felizmente casado, hasta que pase el tiempo y su carnaval de dos se agote".

Te conocíamos nada entonces, puesto que poco a poco te fuiste descubriendo como quien eras, un ser desbordante de alegría, animosidad, colaboración y positivismo. El tiempo pasó y la fiesta siguió contigo, te afirmaste y confirmaste como pareja y mantuviste la actitud de recién casado todo el tiempo. Te hiciste padre, en tiempos donde aún no se ponía en cuestión la paternidad bajo el rol de proveedor y patriarca. Pero tú lo hiciste desde la práctica, decidiendo que ser padre era mucho más que ejercer el rol tradicional socialmente adjudicado y hereditariamente impuesto.

Solías decir que todo esfuerzo era muy pequeño para hacer de este mundo mejor, que no podemos ser luz de la calle y oscuridad de la casa, que el cambio empieza en nosotros, los hijos, la pareja, la familia, parientes y amigos.  Te rodeaste de quienes comulgaban tu fe, principios, valores y prácticas, jamás cruzaste hacia la otra vereda, por innecesario. Para ti, la eliminación de la pobreza pasaba por que cada uno de nuestros actos fuera en contra de una condición injusta, no creada por Dios, sino por otros seres humanos que necesitad apropiarse de aquello que les hace falta a otros, pero sobre todo, por una práctica de vida cristiana.

Entre nos, cada experiencia de trabajo compartido era una oportunidad de aprendizaje, te asombrabas y celebrabas ante  la metodología, las técnicas, el procedimiento y nuestra forma de relación con las organizaciones de mujeres y asentamientos humanos del cono norte. Solías decirme: “Ahora entiendo por qué te dicen la reina de los comedores, realmente te aman, no porque hagas filantropía, sino porque cada reunión es una oportunidad para cambiar personal y colectivamente. Yo que te creía tan dura, porque tu equipo te suele decir bruja, en realidad eres hechicera”.  Le respondía, que mejor me quedaba con bruja ya que así nos habían condenado a quienes somos respondonas y pensamos por cuenta propia.

Eran tiempos de nuestros desencuentros espirituales, tu llegabas y yo partía. Siempre recordaré la firmeza de tu ser fiel en todas las dimensiones. Desde tu natal Chiclayo, te había movido la fe de tus ancestros, que te trasladó a la capital y fuiste a sumar ese movimiento de UNECXS que yo hallé en proceso de decadencia. En cambio, a ti te había fortalecido en la teología de la liberación, siendo fiel discípulo de Gustavo Gutiérrez. El trabajo fue el espacio para la afirmación y profundización en tu fe, credo y compromiso religioso, en tanto las comunidades cristianas por donde transitabas y tu familia eran los pilares que te sostenían y alimentaban.

Nuestras largas conversas por reavivar la llama de la práctica institucionalizada de fe en mí, lejos de conmoverme me afirmaban en que mi partida y distancia era sin retorno, había transitado y agotado el camino de la reflexión y contemplación, mi mirada y compromiso era de cambios más profundos.

Recuerdo como si fuera hoy cuando una de esas noches, salíamos de una comunidad con trabajo coincidente, luego de un hecho doloroso de ver la pobreza extrema. Te dije con tanta rabia que: “Si nosotros no cambiábamos las condiciones estructurales de nuestra sociedad, hallaríamos tantas Luz, Marías, Juanas y Domitilas, cayendo día a día en la tuberculosis, como multíparas anémicas con escasa distancia entre uno y otro hijo, desnutridos y desnutridas, muriendo víctimas de una enfermedad respiratoria o diarreica, por el hecho de haber nacido en la pobreza y estar condenado a serlo hasta su quinta generación. Que la misa y catequesis para seres dolientes o las acciones filantrópicas sólo hacían extender y sublimar su sufrimiento”.

Tú me miraste detenidamente, te pusiste serio como pocas veces y susurraste: “Hay un plan de Dios para cada uno”. Yo asida de Sartre te dije: “No uses a Dios, menos a sus designios. Despojándonos de ser y hacer nuestro proyecto de vida. Liberando a los culpables de esta situación con impunidad, y para que nosotros, tranquilicemos nuestras conciencias luego de asomarnos al espanto, diciéndonos que algo hicimos y el resto es trabajo de Dios. Para   dormir cada noche, ese Dios con rostro humano sigue sufriendo en cada una de las personas que habíamos visto ese día, al igual que ellas, muchas otras personas desde hace veinte siglos”. Bajaste más la voz y dijiste: “Mujer de poca fe y gran sabiduría, ahora entiendo por qué te dicen bruja”. Alejando mi pesimismo y tristeza de aquella noche.

Cuando la vida nos distanció de los haceres compartidos, nos hallábamos siempre en las mesas de concertación, las marchas, celebraciones de jubileo y las despedidas de amigas/os compartidos. Recuerdo que una vez nos hallamos a fines de los noventa en uno de esos eventos coincidentes, yo tenía el cabello largo a diferencia de cuando trabajábamos juntos. Sorprendido me dijiste: “Caty, que hermoso cabello lo tenías bien guardado, hoy te has vestido de fiesta”. Yo te respondí, que en los tiempos del trabajo compartido, eran tiempos de batalla, sin espacio para lo personal porque el amor propio y autocuidado, requiere también de un tiempo. Que en este de libre albedrío, me había reconciliado con mi pelo y dejado que se exprese. Respondiste, "siempre que nos encontramos recojo gotas de aprendizaje por eso, es mágico coincidir por el  azar de la vida de tanto en tanto". Yo te dije, “querido Lucho, mientras compartamos los mismos valores, aun con distintas prácticas y preferencias, siempre nos hallaremos”.

Y así fue, siempre nos hallábamos para el intercambio como el abrazo y risa guardada. Hoy deseo que en el nuevo estado en el que te encuentras, nos volveremos a encontrar, puesto que en esta dimensión tú ya concluiste con tu tiempo habiendo logrado un buen vivir, grandes amores, amigos/as entrañables con quienes construiste tu historia. Teniendo espacio para acoger y compartir con quienes coincidimos un trecho de nuestro andar. El mío también ha de llegar cuando sea su momento.

Lucho querido, te recordaré con esa sonrisa y alegría que hacía de cada ambiente fiesta y cada reencuentro oportunidad para recrear la vida. Mientras nos volvemos a hallar, me acompañará lo vivido y compartido, en tiempos aciagos sin perder la esperanza, incrementando nuestra energía cuando más exigente y amenazador era el contexto. Me quedaré con el último abrazo para retomar el andar y el intercambio de amistades en una nueva marcha de protesta.

Ve amigo al encuentro de ese Dios con rostro humano que elegiste, a quien imitaste y dedicaste cada uno de tus actos con devoción, regocijo alegría y danza al estilo de Salomón, dejando tu legado de buen cristiano, ser humano, padre y esposo a tus hijos, quienes multiplicarán tus enseñanzas y sus aprendizajes, reinventándote en sus estilos, de modo que tu ser y hacer perdurará en esta y otra dimensión.


Un abrazo como los tantos intercambiado, hoy en el plano etéreo.

Descansa en paz y de Dios goza querido amigo.

Mi solidaridad con tu familia, especialmente tu gran compañera Gladys e hijos, en estos momentos trascendentes.

lunes, 19 de septiembre de 2022

IN MEMORIAM A DENIS SULMONT SAMAIN

Hoy te fuiste Denis Sulmont Samain, se apagó tu sonrisa eterna, la curiosidad de tus ojos, tu hábito francés en el saludo, rebelándose el espíritu y fe de niño que siempre te acompañó. Tu enorme gentileza, paciencia inagotable junto a esa gran curiosidad sociológica para la indagación, el cruce de información, preparación meticulosa de cada exposición o clase, que superaba de lejos a las barreras idiomáticas, consolidándote como uno de los ciudadanos del mundo desde antes de haberse producido la globalización.

Te has ido Denis a inicios de la post pandemia mundial desde el Perú, habiendo nacido como hijo de la II posguerra mundial en Francia. Aleccionándonos también en la partida, que uno no es, de donde nace; sino de donde se hace y yace, con la misión cumplida y el espíritu ligero. 

Has transitado dos siglos, sin perder el asombro y sensibilidad del niño que abre sus ojos a una sociedad en reconstrucción, se hace hombre abrazando el ideal de un mundo nuevo, justo e incluyente, comprometiéndote a ser parte, tomando como medio a la sociología. Absorbiendo y aquilatando, los aprendizajes de una sociedad que había transitado de la monarquía a la república una y otra vez.

Convencido que otro mundo es posible, te embarcaste en la búsqueda de indicios fácticos aproximándote con tu maestro  Alain Touraine a los movimientos sociales de fines de los sesenta en sociedades Suraméricanas y tratando de desentrañar sus complejidades te descubriste franco-peruano (1974) enamorándote de un país remoto a tus orígenes, sincretizando ambas culturas en tu ser y hacer sin necesidad de sustituir a ninguna[1].  

Ha pasado más de tres décadas desde la primera vez que nos conocimos en ADEC ATC, en tiempos donde unas(os) intentábamos y tentábamos deconstruir /reconstruir la historia de las ONG desde sus orígenes, enfrascándonos en el debate de sus vertientes, sin atrevernos a tocar sus horizontes. En cambio, Denis, se hallaba enfrascado en construir una teoría sociológica latinoamericana de los movimientos sociales desde el sindicalismo peruano, soñando en contribuir a la germinación del poder obrero, encarnando su experiencia  académica de la Sorbona y la Universidad Nanterre de París en un contexto  de la naciente V Repúblicade Francesa, en su nueva patria el Perú, sin imaginar que el neoliberalismo había decretado su aniquilación más temprano que tarde.

Mi retorno al mundo académico a partir de 1995, me reencontró con quienes serían mis maestras(os), colegas y amigas(os), de ese mundo privilegiado como es el campus de la PUCP (Pontificia Universidad Católica del Perú), donde suelo sentirme en casa y a salvo. No sé si sucede con todas(os) que experimentamos la vida universitaria en comunidad, en mi caso traspasar el muro que separa el campus de una de las avenidas más transitadas de Lima, significaba dejar todo en la puerta e ingresar a un mundo distinto en ritmos, aromas, vínculos, convivencia y compartir. Sentimiento que solíamos compartir en tiempos de mayor incertidumbre en el país con Denis quien solía llegar en bicicleta tras sortear el monstruoso tráfico, siempre acompañado por su maletín desbordando de contenido y la sonrisa imborrable.

Diciembre 1997

Su compromiso social no se circunscribió a la academia, solíamos encontrarnos en cuanto movimiento de protesta se produjera, sea de respaldo o resistencia en las calles. Nuestra opción por la democracia, los derechos humanos y la paz, era un punto de coincidencia compartida. Como sucedió con aquella vigilia frente a la embajada del Japón cuando se produjo la toma de rehenes del cual guardo registro. Nuestra preocupación por lo que podría pasar, se refleja en los rostros de Máximo Vega- Centeno (de espaldas) Roelfien Haak (inseparable esposa), Denis Sulmot y Narda Henríquez. 

Si alguien dedicó su vida al estudio sistemático y profundo alrededor de un tema como el trabajo desde sus diferentes aristas, fue Denis, a diferencia de la mayoría de académicas(os) que suelen abocarse a los temas de boga. Inició sus estudios de movimientos sociales desde el “gran pueblo joven” que era Chimbote en los sesenta del siglo XX, donde pese a existir dos grandes industrias (pesquera y la mayor siderurgica de acero de la región) la población trabajadora vivía en condiciones extremas. Allí identificó como eje de estudio y análisis del trabajo asalariado, alrededor del cual desarrolló una investigación longitudinal que le permitió aportar a la historia del movimiento obrero durante los años setenta, pasando por el sector minero en los ochenta. 

Consumado el aniquilamiento de los sindicatos por el gobierno fujimontesinista durante los noventa, se dedicó al estudio del trabajo desde la educación e incursionó en la gestión de las instituciones y la responsabilidad social empresarial a lo largo del nuevo milenio[2].

Entre la transición de ambos siglos, se volvieron a cruzar nuestras vidas, él como Coordinador de la Maestría de Sociología, yo como estudiante de la misma, empecinada hallar respuestas y herramientas para comprender lo incomprensible: a) el poder y el empoderamiento, b) la crisis y reinvención de las instituciones, d) la metamorfosis de antivalores en valores (corrupción, pragmatismo, mendicidad y subempleo como práctica aceptada, a cambio de una promesa electoral de honradez, tecnología y trabajo), e) el papel de los actores en cada coyuntura y la configuración de las estructuras, f) la violencia nuestra de cada día en sus diversas formas, instancias y expresiones, entre otros.

Además de la coordinación de la maestría, Denis era nuestro profesor en Sociología de las Instituciones, donde percibí su dedicación, profundidad y meticulosidad en la indagación, preparación y tratamiento de los temas. Eran tiempos de transición en el uso de la tecnología, del retroproyector (un gran aparato pesado que proyectaba láminas transparentes impresas y fotocopiadas) al proyector con Power Point. Inclusive en la actualidad para quién no está entrenado en el uso de tecnología, aplicativos y software es complicado.

En aquel tiempo, era aún más complicado pasar del manejo de un tipo de equipo y herramientas a otros, la mayoría de los profesores contemporáneos de Denis, se eximían de esas labores, sea delegando a sus asistentes (jefes de prácticas) o simplemente omitiéndolos. Él se esforzaba en combinar todas las técnicas de participación como referentes de información y formación había obtenido, aun cuando significara mayor esfuerzo. Su syllabus, no era la fotocopia del año previo con alguna bibliografía actualizada (copy & page hoy) sino un meticuloso programa de estudios que revelaba el trabajo invertido.  

Sus clases me permitieron, enlazar el tema de investigación con mi expertis, logrando el sincretismo de sociología de las instituciones con la experiencia en gestión de proyectos de promoción y desarrollo social con perspectiva de género. Cuando le solicité lecturas de teoría asociadas, me facilitó no sólo la bibliografía, también material que ya había revisado y agotado. De modo que el diseño de investigación de la tesis, estaba concluida antes del primer año de estudios. 

Yo asumía que las(os) 17 estudiantes de mi promoción estábamos en lo mismos puesto que la mayoría era o había sido docente universitario, tenía como base de formación sociología ergo experiencia en investigación, mientras yo sólo había desarrollado trabajos de sistematización e investigación cualitativa de exploración y a lo mucho descriptiva.

En una de las sesiones del curso cuasi cerrando el primer año, yo estaba concentrada en registrar algunas notas, Denis preguntó: “¿Quiénes están en etapa o próximos a empezar el recojo de información?”. Por su puesto yo levanté mi mano, conservando la mirada sobre mis notas. Al sentir un silencio, de esos que se cortan con cuchillo, levanté la mirada, descubriendo que sólo éramos dos con la mano en alto (un compañero rezagado de promociones previas). Ante nuestra sorpresa, Denís anunció que había una oportunidad de beca.

Así es como, tras presentar y aprobarse nuestro plan de tesis, accedimos  a una beca de estudios para el segundo año de maestría de modo diáfano, sin mediar criterios rebuscados y burocráticos. Sumando a nuestra relación académica la administrativa, permitiéndome conocer el profesionalismo, la sabiduría y humanidad de Denis. Los reconocimientos tienen sentido y valor en vida como sucedió en su caso alegrándole el espíritu y alma en el 2008, pueden escuchar su voz. Video PUCP


La vida me ha obsequiado y sigue dando a borbotones la amistad y compañía de seres excepcionales en conocimiento, trato y humanidad, yo los denomino seres de luz, porque iluminan la parte compartida de mi historia. Denis era uno de ellos, con sencillez, proximidad, curiosidad y luminosidad. No olvidaré, su desapego del conocimiento en tiempos donde la información era poder, permitiendo  visibilizar al autor(a) en su diversidad, el acceso del lector(a) a la pluralidad de fuentes, incentivando la práctica del fit back y apertura para el intercambio, análisis y debate.

Todos sabemos de nuestra finitud, pocos somos conscientes y nos hacemos cargo de ello. Denís en un gesto aleccionador de conciencia responsable y consecuente, en el año 2003, nos legó la herencia social de sus investigaciones[3] y los materiales de trabajo, consultado y acumulado a lo largo de sus 35 años de vida académica[4]. Hoy y mañana disponible en la biblioteca de la PUCP bajo la denominación de Colección Denis Sulmont, insumo para el trabajo de las(os) investigadores actuales y del futuro. Su gesto es la expresión del contenido y sentido de maestro. Aquel que está dispuesto a dar e indagar con el aprendiz en tanto que el conocimiento es infinito.

¡Hasta siempre maestro, que con tu ser y hacer me iluminaste e inspiraste en la investigación!

¡Hasta pronto ser eterno y sabio desapegado de todo lo material e inmaterial!

¡Hasta pronto amigo de luz, desprendimiento e inspiración constante!


Descansa en Paz.



[1] https://guiastematicas.biblioteca.pucp.edu.pe/cedoc/denis_sulmont

[2] https://www.academia.edu/14583030/Curr%C3%ADculum_Denis_Sulmont_Samain

[3] https://pucp.ent.sirsi.net/client/es_ES/campus/search/results?qu=&qu=%22Donativo+Denis+Sulmont%22&lm=CCSS

[4] https://guiastematicas.biblioteca.pucp.edu.pe/ld.php?content_id=44454873