miércoles, 2 de noviembre de 2022

IN MEMORIAM LUIS LLONTOP SAMILLÁN

Querido Luis LLontop Samillán, acabo de enterarme que partiste al infinito, incrementando mi dolor de este tiempo exigente de ausencias sin despedida convencional. Mis seres amados se fueron en profunda privacidad, dejándome el recuerdo de lo que fuimos y tuvimos. Tiempo que me ha enseñado a sustituir nuestros ritos ancestrales por el registro de la memoria de quienes fuimos juntos, el significado y regalo que esta vida me dió para ser parte de mi historia.

Lucho como siempre te llamamos, llegaste a mi vida en tiempos que la tuya se iniciaba en la aventura del matrimonio. Andabas como cascabel por todos los ambientes de la institución donde trabajábamos, haciendo de cada acontecimiento fiesta y colocando alegría, todos decían: "está felizmente casado, hasta que pase el tiempo y su carnaval de dos se agote".

Te conocíamos nada entonces, puesto que poco a poco te fuiste descubriendo como quien eras, un ser desbordante de alegría, animosidad, colaboración y positivismo. El tiempo pasó y la fiesta siguió contigo, te afirmaste y confirmaste como pareja y mantuviste la actitud de recién casado todo el tiempo. Te hiciste padre, en tiempos donde aún no se ponía en cuestión la paternidad bajo el rol de proveedor y patriarca. Pero tú lo hiciste desde la práctica, decidiendo que ser padre era mucho más que ejercer el rol tradicional socialmente adjudicado y hereditariamente impuesto.

Solías decir que todo esfuerzo era muy pequeño para hacer de este mundo mejor, que no podemos ser luz de la calle y oscuridad de la casa, que el cambio empieza en nosotros, los hijos, la pareja, la familia, parientes y amigos.  Te rodeaste de quienes comulgaban tu fe, principios, valores y prácticas, jamás cruzaste hacia la otra vereda, por innecesario. Para ti, la eliminación de la pobreza pasaba por que cada uno de nuestros actos fuera en contra de una condición injusta, no creada por Dios, sino por otros seres humanos que necesitad apropiarse de aquello que les hace falta a otros, pero sobre todo, por una práctica de vida cristiana.

Entre nos, cada experiencia de trabajo compartido era una oportunidad de aprendizaje, te asombrabas y celebrabas ante  la metodología, las técnicas, el procedimiento y nuestra forma de relación con las organizaciones de mujeres y asentamientos humanos del cono norte. Solías decirme: “Ahora entiendo por qué te dicen la reina de los comedores, realmente te aman, no porque hagas filantropía, sino porque cada reunión es una oportunidad para cambiar personal y colectivamente. Yo que te creía tan dura, porque tu equipo te suele decir bruja, en realidad eres hechicera”.  Le respondía, que mejor me quedaba con bruja ya que así nos habían condenado a quienes somos respondonas y pensamos por cuenta propia.

Eran tiempos de nuestros desencuentros espirituales, tu llegabas y yo partía. Siempre recordaré la firmeza de tu ser fiel en todas las dimensiones. Desde tu natal Chiclayo, te había movido la fe de tus ancestros, que te trasladó a la capital y fuiste a sumar ese movimiento de UNECXS que yo hallé en proceso de decadencia. En cambio, a ti te había fortalecido en la teología de la liberación, siendo fiel discípulo de Gustavo Gutiérrez. El trabajo fue el espacio para la afirmación y profundización en tu fe, credo y compromiso religioso, en tanto las comunidades cristianas por donde transitabas y tu familia eran los pilares que te sostenían y alimentaban.

Nuestras largas conversas por reavivar la llama de la práctica institucionalizada de fe en mí, lejos de conmoverme me afirmaban en que mi partida y distancia era sin retorno, había transitado y agotado el camino de la reflexión y contemplación, mi mirada y compromiso era de cambios más profundos.

Recuerdo como si fuera hoy cuando una de esas noches, salíamos de una comunidad con trabajo coincidente, luego de un hecho doloroso de ver la pobreza extrema. Te dije con tanta rabia que: “Si nosotros no cambiábamos las condiciones estructurales de nuestra sociedad, hallaríamos tantas Luz, Marías, Juanas y Domitilas, cayendo día a día en la tuberculosis, como multíparas anémicas con escasa distancia entre uno y otro hijo, desnutridos y desnutridas, muriendo víctimas de una enfermedad respiratoria o diarreica, por el hecho de haber nacido en la pobreza y estar condenado a serlo hasta su quinta generación. Que la misa y catequesis para seres dolientes o las acciones filantrópicas sólo hacían extender y sublimar su sufrimiento”.

Tú me miraste detenidamente, te pusiste serio como pocas veces y susurraste: “Hay un plan de Dios para cada uno”. Yo asida de Sartre te dije: “No uses a Dios, menos a sus designios. Despojándonos de ser y hacer nuestro proyecto de vida. Liberando a los culpables de esta situación con impunidad, y para que nosotros, tranquilicemos nuestras conciencias luego de asomarnos al espanto, diciéndonos que algo hicimos y el resto es trabajo de Dios. Para   dormir cada noche, ese Dios con rostro humano sigue sufriendo en cada una de las personas que habíamos visto ese día, al igual que ellas, muchas otras personas desde hace veinte siglos”. Bajaste más la voz y dijiste: “Mujer de poca fe y gran sabiduría, ahora entiendo por qué te dicen bruja”. Alejando mi pesimismo y tristeza de aquella noche.

Cuando la vida nos distanció de los haceres compartidos, nos hallábamos siempre en las mesas de concertación, las marchas, celebraciones de jubileo y las despedidas de amigas/os compartidos. Recuerdo que una vez nos hallamos a fines de los noventa en uno de esos eventos coincidentes, yo tenía el cabello largo a diferencia de cuando trabajábamos juntos. Sorprendido me dijiste: “Caty, que hermoso cabello lo tenías bien guardado, hoy te has vestido de fiesta”. Yo te respondí, que en los tiempos del trabajo compartido, eran tiempos de batalla, sin espacio para lo personal porque el amor propio y autocuidado, requiere también de un tiempo. Que en este de libre albedrío, me había reconciliado con mi pelo y dejado que se exprese. Respondiste, "siempre que nos encontramos recojo gotas de aprendizaje por eso, es mágico coincidir por el  azar de la vida de tanto en tanto". Yo te dije, “querido Lucho, mientras compartamos los mismos valores, aun con distintas prácticas y preferencias, siempre nos hallaremos”.

Y así fue, siempre nos hallábamos para el intercambio como el abrazo y risa guardada. Hoy deseo que en el nuevo estado en el que te encuentras, nos volveremos a encontrar, puesto que en esta dimensión tú ya concluiste con tu tiempo habiendo logrado un buen vivir, grandes amores, amigos/as entrañables con quienes construiste tu historia. Teniendo espacio para acoger y compartir con quienes coincidimos un trecho de nuestro andar. El mío también ha de llegar cuando sea su momento.

Lucho querido, te recordaré con esa sonrisa y alegría que hacía de cada ambiente fiesta y cada reencuentro oportunidad para recrear la vida. Mientras nos volvemos a hallar, me acompañará lo vivido y compartido, en tiempos aciagos sin perder la esperanza, incrementando nuestra energía cuando más exigente y amenazador era el contexto. Me quedaré con el último abrazo para retomar el andar y el intercambio de amistades en una nueva marcha de protesta.

Ve amigo al encuentro de ese Dios con rostro humano que elegiste, a quien imitaste y dedicaste cada uno de tus actos con devoción, regocijo alegría y danza al estilo de Salomón, dejando tu legado de buen cristiano, ser humano, padre y esposo a tus hijos, quienes multiplicarán tus enseñanzas y sus aprendizajes, reinventándote en sus estilos, de modo que tu ser y hacer perdurará en esta y otra dimensión.


Un abrazo como los tantos intercambiado, hoy en el plano etéreo.

Descansa en paz y de Dios goza querido amigo.

Mi solidaridad con tu familia, especialmente tu gran compañera Gladys e hijos, en estos momentos trascendentes.

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