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Mazzetti, Vizcarra y Atete |
Cuando estamos ante una calamidad como la pandemia del coronavirus, no hay mucho para pensar ni elegir, quién o quienes deben ser lxs primeros, es como cuando cae un avión, si no te colocas el oxígeno antes, no puedes ayudar y mueres tú y lxs otrxs, quien lo piensa, está calculando, sumando, restando y proyectando que ganancias inmediatas, mediatas y de largo plazo obtendrán.
El 8 de febrero, día importante en mi vida, porque cumple años un ser que amo sentí que tenía salud y debía alegrarme por lo que sucede con nosotros como país, se abría la esperanza 300 mil vacunas era apenas para el 1% de de la población pero eran los de primera línea.
Al principio pensé en que es una raya más al tigre, donde quien parte y reparte la torta se queda con la mejor parte, así que apunté mis baterías a lxs enlistadores, luego pensé en el software obsoleto que colocó como vacunantes a médicos muertos.
Lo más condenable son las formas, porque si uno lo piensa bien, quién se hubiera opuesto o censurado si hubiera sido parte del ensayo clínico, todo lo contrario, hoy sería el héroe para muchos peruanxs. El secretismo mal concebido entre 487 es aquello que los condena, más allá de ser legal o ilegal. El silencio que expresaba su mal proceder es aquello que los ha arrojado a la ciénaga.
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Orestes Cachay |
Indigna, porque no tuvieron el reflejo para jerarquizar prioridades y peor aún vieron con frialdad la muerte de 300 médicos, innumerables policías, soldados, bomberos, que caían uno a uno sin que se les mueva un ápice de su conciencia.
Indigna y hay fuerza suficiente para que quien muestre incoherencia y anda mal, mal acabe, por cuanto sea el pueblo quien juzgue con su voto y vigilancia permanente.
Indignada si, desencanta también, pero al mismo tiempo con esperanza de estar en un tiempo donde no hay secreto entre tierra, cielo e internet y que todo lo que suceda en adelante depende de nosotrxs.
Lo siento por mis estudiantes, nietas, sobrinxs menores de 18, por el nivel de ejemplo en moral, ética y justicia que les heredamos como sociedad, que se transforma en reto para que ellos cambien de una vez la colonización del pensamiento y el poder.
Con esperanza que sean ellxs quienes reconstruyan la herencia caudillista, la convivencia de prácticas de política
oligárquica en el centro del discurso democrático y una era digital.
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