viernes, 26 de septiembre de 2014

HOY SE CAYO MI COLEGIO... MAÑANA PUEDE SER EL TUYO


http://www.andina.com.pe/agencia/noticia-
alumnas-colegio-donde-se-desplomo-techo-
estudiaran-escuela-cercana-525008.aspx
Se cayó mi  colegio[1] asi de literal, aquél donde obtuve mi formación secundaria: el “Instituto Nacional de Comercio N° 29 Esther Cáceres Salgado - el Rímac”[2], allí donde se dieron los cimientos de mi aprendizaje para transformarme en la ciudadana, profesional, académica, persona  y ser con diversas aristas desde donde me conocen unas/os más que otras/os.

Se cayó,  recordándome que fue en sus aulas, patios y jardines, donde obtuve mi formación básica para la vida,  de manos de diversas profesoras y profesores. Unas/os más que otras/os desde su práctica, acuñaron en mí el sello de la voluntad que se sobrepone a las barreras para  hacer lo que uno se propone. Como el ejemplo de aquella profesora de contabilidad, mostrándonos la viabilidad de multi-docencia simultánea, en un mismo tiempo y espacio en una era no digital -formando al mismo tiempo a cinco quintos en el nuevo plan contable-, entregando con desprendimiento sus fines de semana sin un céntimo de más en su salario. Podría está allí la veta de mi propio desprendimiento y disfrute cuando ejerzo la docencia,  haciendo que vaya más allá de horarios y aula de clase, incomprensible para algunas/os pero claro y preciso para quienes nos involucramos.

Se cayó el segundo piso y en contraste,   emergió en mí el cúmulo de significados,  como mi propia socialización secundaria escolar, siendo este plantel donde se  estimuló y canalizó mi inagotable energía, gráficamente anotado por Gina Gálvez en uno de nuestros encuentros “¿Dime a dónde ibas, yo entraba y tu salías, sólo salías nunca sentabas quieta?”. Ciertamente no podía estar sentada, fui de esas estudiantes que llevó el uniforme de educación física los cinco días de la semana para deslizarse al patio sin censura al menor descuido, sin imaginar, que esos eventos experimentados  como juego, formarían mi resistencia a las exigencias de la vida, en sus altas, bajas, bondades y alegrías -recepcionar y servir los mates de Ana Cecilia Carrillo era un heroísmo voluntario. Aprender defensa personal bajo la instrucción de la Guardia Republicana una aventura. Asomarme al colegio de varones Ricardo Bentín para competir en atletismo  una osadía. Jugar  fútbol con Manrilyn Vichez un acto irreverente, en tiempos donde era vedado para las mujeres-. Y sobre todo quedó atadas nuestras vidas adolescentes ese modo de ser y amar nuestras diversidades trascendiendo a nuestros recuerdos.

Se cayó mi ex colegio, como  acto simbólico de protesta blanca, sin víctimas lamentables directas, auto inmolándose en  desmoronamiento voluntario y anunciado desde el hace ocho años[3]  y seis que fue declarado en emergencia y "clausurado"[4] pero como sucede  en el país, al interior de esa línea donde se confunde la amenaza, imprudencia y riesgo revestido de pobreza y necesidad, siguió funcionando a medias, con la complicidad de todas/os y sólo las fuerzas del universo evitaron “daños colaterales de muertos y heridos” que arrastrara en su protesta,  como si sucede en este tiempo con las/os pacientes de los hospitales tras 106 días de huelga médica. 

Se  cayó, quien sabe si desbordado de ese hartazgo que invade aun a la materia de una   antigua edificación de cemento, ante la inercia institucional del Estado que es sorda, torpe, lenta e inconsciente en cumplir con  rol  de proveer y preveer servicios de calidad que satisfagan necesidades básicas como alimentación, salud y educación de   la población de mayor sensibilidad actual y futura, los  menores de quince años. 
  
Se cayó corriendo el velo que recubre la irresponsabilidad de más de un gobierno, puesto que la crisis se manifestó en época del   aprismo, aquel donde  Alan García,  hizo su lema la modernización educativa y colegios emblemáticos, cumpliendo sólo con aquellos políticamente útiles y omitiendo la inclusión del Colegio Esther Cáceres Salgado junto con otros de “menor prioridad”  pese a estar en emergencia[5]. Y el gobierno de turno de Ollanta Humala, ha erigido su propio Waterloo, al insistir   que la educación es su prioridad y ha invertido en el sector más que sus antecesores, en este caso las evidencias se caen de maduro, mostrando que  sólo destinó medidas superficiales como el parche de la infraestructura que finalmente sucumbió, mientras el alumnado ha sido redistribuido en los centros educativos aledaños.

Se cayó,  evidenciando como se entretejen la suma de irresponsabilidades que ata a las diversas entidades y gobiernos como sucede con el metropolitano incapaz de ejercer autoridad para  evitar el funcionamiento de un servicio público en estado de riesgo.  La del gobierno distrital que sólo se concentra en arbitrios sin evitar desastres  y el Ministerio de Educación en sus diversas instancias con indiferencia, dilatamiento e inefectividad, mientras se hacía de la vista gorda ante su funcionamiento precario y vulnerable. Ante los hechos consumados, se pronostica que será reconstruida en un año octubre del 2015, mientras tanto sus destacadas estudiantes[6] mantienen su silencio tan distante de los nuestros que se movilizaron por poco menos  en solidaridad con el Colegio San Martín que iba a ser desalojado.   
Se cayó mostrando que el escándalo tiene más peso que la gestión para poner en funcionamiento un sistema burocrático atrancando en este momento el compromiso público de autoridades del sector y  los dadores de la norma que finalmente se demolerá y reconstruirá, más como a las palabras se las lleva el viento como sucede con toda noticia de ayer habrá que vigilar se cumpla.

Así que queridas ex Esther Cacerinas, manos a la obra con la  ungida presidenta de la asociación en gestación para vigilar, movilizar y hacer que en realidad se reconstruya, no vaya ser que una  mañana,   despertemos sorprendidas con la edificación de un nuevo moll en ese terreno o un edificio privado,   como sucedió con aquel almacén del Ministerio Público que ardió devorando todo el material educativo nacional  y hoy, se ha construido sobre sus cenizas modernos edificios  para una de las tantas universidades privadas que pululan por el país ¿Cómo sucedió? ¿De quién era la propiedad? ¿Si era del Ministerio de Educación cómo se tomo esta decisión? ¿Cuáles son los intereses y necesidades?  ¿Alguien  puede decir algo al respecto?

lunes, 28 de julio de 2014

IN MEMORIAM ISABEL INCA

Se puede convivir con algunas personas  por muchos años  sin llegar nunca a conocerlas verdaderamente, ni que ellas lo hagan contigo. En otras ocasiones puedes hallarte con alguien  sólo un tiempo y conectar reconocimientos no sólo de una vida, sino de muchas otras. Tanto que cuando se agota el tiempo de una(o), la reacción  de quien se queda es indescifrable.

Seguro que para muchas(os) de los(as) presentes en el sepelio de Isabel Inca, era incomprensible mi desconsuelo y llanto, especialmente para quienes compartimos un espacio colectivo durante poco más de tres años, pero se  a mi vez, que Isabel lo entiende y eso basta.

Escribo en este momento, para activar mi mecanismo de registro que me saque a flote de esta inmersión en el dolor, procesando los sentimientos que me unen y desbordan en este tránsito de aceptar que Isabel partió el 27 de julio, cerrando nuestros proyectos. 

Isabel, aceptar que ya no podré compartir contigo mi tiempo, sentir, alegría y risa, que sazonaba nuestra conversas. No  es fácil asumir que ya no enlazaremos tarde con amanecida. Incrementa  mi pena saber  que ya no podremos,  fugarnos a algún evento  o lugar  disfrutando la mutua compañía. Y en un intento de expresar la certeza de mis sentimientos intento trazar los hilos de nuestra amistad, que es mi modo de tributar a nuestro tiempo y tu partida.

Para quienes no sabe de nuestra historia conocí a Isabel, producto de esos arrebatos que se tiene, cuando se pretende seguir creyendo que comulgas con quienes conoces de mucho tiempo,  en esa confianza te embarcas en una aventura o un proyecto de objetivos explícitos compartidos,  mientras cierras los ojos a los implícitos -que suelen inmovilizar e impiden apostar por seguir siendo y haciéndote un ser  gregario-, así que casi a tientas y toneladas de fe me embarque a la creación de un grupo de mujeres con nuevos tonos, sinfonías, sabores y posibilidades.

Isabel asomó a mi vida ese cinco de abril del 2010, en la primera convocatoria a un proyecto colectivo de mujeres, del que se ausentó hasta cuando se transformó  en DesdeNos. 

Cuando revisamos en más de un balance anual nuestro proceso, confesaría  que lo hizo con incredulidad, puesto que era un espacio no tradicional para ella. Porque venía de una larga especialización en organización barrial, social, asistencial, política, etc. 

En todas ellas tenían en común estar al 'servicio de', y ella siempre estuvo al 'servicio de', desde su desempeño laboral, pasando por su trabajo doméstico, rol del cuidado, hasta el político y social. En tanto que DesdeNos era un espacio para pensar en sí misma de adentro para afuera. Re-descubrirse, amarse y apostar por sí misma. Renunciando al aplauso por el buen servicio o los desencantos del aprovechamiento por ser: "buena gente", "mujer de pueblo", "mujer de lucha", "mujer de base", "mujer guerrera". La exigencia era SER y HACER de sí misma en comunión con otras iguales y diferentes.

La historia de Isabel se ata con la mía sin conocernos, desde muchos años previos, cuando ella ingresaba a la juventud en tanto yo bordeaba la adolescencia. Había  terminado la secundaria en la misma época y centro educativo donde yo ingresaba, para cursar mi educación secundaria: Juntas recordamos en una de las tantas  veces compartidas, el himno del colegio y nos moríamos de la risa de-construyendo su contenido. También ambas descubrimos que no fue casualidad encontrarnos y compartir muchas cosas en común, como el tiempo lo desgranaría.

Se inició y jubiló en el sector público primero bajo el auspicio y  dirección de Consuelo Gonzales Posada Eyzaguirre de Velasco, quien dio los primeros pasos por aquello que hoy conocemos como INABIF. Desde muy joven fue testigo de excepción en el modo como se hacen e implementan  las políticas de asistencia, así  que nadie mejor que ella para sentenciar que  jamás fueron suficientes. Eso explica  en parte su intento de compensar a través de su trabajo y entrega más allá de la exigencia laboral. Perfilando una labor administrativa enlazado con la socio-asistencial, práctica que alimentó su sensibilidad y entrega a los demás, incluso postergando urgencias personales.

Fue su  lucha por una vivienda aquella que la forjó en el campo de la organización social, a diferencia de mujeres que construyeron su liderazgo desde la sobrevivencia, ella lo hizo desde su desempeño profesional y condición de vecina-ciudadana, levantando sospecha en quienes pretendían, homogeneidad en los orígenes de las mujeres del sector popular, pero al mismo tiempo conociendo con ojo crítico como silencioso quien era quien desde sus adentros -eran tiempos donde escaseaban mujeres que tenían un trabajo remunerado y conciencia crítica-. Asomarse al corazón del tejido social y el mito socio-comunista de la izquierda de los ochenta, antes de detenerla le permitió enfrentar las exigencias de la vida sumando, jamás restando, tomando decisiones sin vuelta atrás, a pesar de dejar desgarros de su inocencia de funcionaria pública y pobladora,  tiras de su piel  y corazón en ello.

Cuando se develó  su condición de mujer, lo hizo desprendiéndose con energía a herencias de inicios del siglo XX, en una época de rupturas y sueños de emancipación compartida por muchas mujeres de los setenta. Apropiándose con todas sus fuerzas de su libertad y derecho a ser respetada por quien era, hasta imponerse por encima de los convencionalismos y colocarse al frente de su hogar,  como una más de las miles de madres jefes de familia  que hacen grande este país. Con dos hijas, un nieto, madre y padre  ancianos sobre el hombro se dibujó una sonrisa y tiró adelante. 


Ejemplo que impacto en la vida de sus dos hijas: Luz Rosario y Milagros, ella estaba segura que a sus hijas, nada las detendría ni vencería en el futuro porque habían aprendido a enfrentarse a la vida y a sus exigencia con las manos y el apoyo que ella siempre estaba dispuesta a proporcionar.  En tanto su amor acrecentado tenía por nombre Daniel, soñaba disfrutar a través de él, la evolución a ser buen ciudadano en el siglo XXI, ver consolidarse una mejor persona día a día,  donde pudiera visualizar los hilos de su herencia genética, social, cultural, ideológica de SER y HACER.

Aprendió a vivir la vida cada segundo,  apostando por una relación saludable y humanista con el medio ambiente, social y cultural, producto de su tránsito en el cuidado de su padre por un largo periodo, hasta su partida. En tanto su madre retomó la posta de sus cuidados tornándose en centro de atención   hasta no hace mucho. Ese aprendizaje y sabiduría la llevó a solidarse primero con su prima  y aquella madrina con enfermedad terminal, que concentró la dedicación de su tiempo.

Sin desentenderse de los compromisos colectivos, sociales y políticos, sea de forma directa o indirecta, siendo soporte de los suyos, para asegurar que las metas sean alcanzadas en las mejores condiciones, aun cuando en ese proceso debía reconocer que no todo aquello que brilla es oro,  hasta toparse de cara con cada una de las miserias humanas expresadas en la práctica política tanto de abajo como de arriba –en mi caso suficiente para desistir-. Para ella, insuficiente para provocar su desánimo, todo lo contrario, lo transformaba en energía que la impulsaba a continuar.


En nuestras pijamadas improvisadas, intentaba hacerla reflexionar a cerca de la importancia de presionar por la coherencia de líderes y políticos/as por los/as que apostábamos, ella solía decir: "La coherencia, transparencia, desinterés, desprendimiento es central, sin embargo, todos/as han aprendido de la forma equivocada de hacer política, tendremos que seguir adelante hasta que haya condiciones para exigir". Significaba, por tanto, que ella no podía dejar de apostar por una línea que había elegido por uno o algunos elementos que con su actuar pusieran duda y hasta fueran en contra de sus propias apuestas. Tampoco jamás me cuestionó por tener una actitud y práctica opuesta a la suya, en tanto yo aprendí a apoyarla aun cuando no creyera en su persistencia  y lealtad a líderes y lideresas con manos y pies de barro.  
En este momento que escribo al respecto, reconozco que su  apuesta fue estratégica,  como suele ser la línea de una mujer comprometida con proyectos políticos que trascienden a sus propias exigencias, principios e ideales, ella fue vencida y reconvertida muchas veces por el proyecto colectivo, aun cuando se desgarrara por dentro.

A través de ella re-conocí el derrotero político y humano del movimiento social en el cono norte en tiempos de re-visiones, así que cruzamos información y la triangulamos con terceros para tener una idea menos brumosa de las tendencias, los liderazgos, las agendas y coyunturas. Ensayos de dos que facilitaron la de-construcción del gran poder y de los mezquinos pequeños poderes y sus indicadores. Tener el contexto claro me permitió   apoyarla en más de un proyecto barrial en su distrito y Lima Metropolitana, por supuesto que no tuvieron los resultados que esperaba, así que luego de sus desencantos nos refugiábamos en nuestra mutua compañía.


Compañía que sentiré en adelante cuando viaje hacia la mar o decida quedarme un feriado largo en casa donde juntas acampábamos en compañía de Rodrigo y sus amigos, mientras el resto de la familia viajaba, ensayando nuevas recetas y tragos. Disfrutando de sus platos saludables,  o ella, tomando nota de los míos. Irnos a ver una película  o a una exposición  sin planificar, si estaba disponible y tenía un antojo bastaba con llamarla, al cerrar la jornada, y al pie  de la acera donde nos separábamos, celebrábamos lo bueno de la emancipación: sin ataduras que nos invisibilice, con años sin dueño, preferencias y sueños coincidentes.


Isabel se ha  ido como deseamos, decretamos y visualizamos, más de una vez a lo largo de mi detenimiento donde fue  compañía sostenida. Se ha ido sin enfrentar un tiempo de deterioro, dependencia, ni menoscabo de facultades. Sin espacio para el padecimiento del postrado o la enfermedad terminal que ambas  habíamos acompañado a nuestro modo. Más no imaginamos ninguna cuánto duele para quien queda.


Isabel, durante los misterios de tu despedida, Tania afirmó que sólo quienes no tienen dificultad para ingresar al cielo se van en sábado o domingo, de ser así allí estarás. Y desde donde te encuentras en este tu nuevo tiempo, seguirás conectada a tus hijas, nieto, parientes, a las amigas/os y a mí. Como sucedió este día, que dispersaste mi dolor,  cuando hiciste me percatara del libro que dejamos pendiente para leerlo juntas, recordándome que escribir también ves un modo de llorarte, guardándome algo de ti para cuando mi recuerdo se llene de brumas en las tardes de mi vida -si esta dura más de lo esperado y no tengo la bendición que te alcanzó-,  dejarte ir  y compartir  mi corto asomo, a lo que fue tu largo e intenso transitar por esta vida.

Sé que no te has ido definitivamente, que estas en un plano desde el cual seguirás siendo mi compañía, inspiración, soporte y protección. 

Se que volveremos a juntarnos, cuando esto suceda, prometo que ingnoraré tus postergaciones y si no vienes a mí llamado, iré a buscarte.

Se que entonces como en este tiempo nuestros planes serán menos vulnerables al punto que nada impedirá disfrutar la mutua compañía que nos alimentaba. 

Sé cuando me quieres, como yo a ti por sobre el tiempo, espacio y dimensión, así que retomo tu firma de siempre, Isabel TQM. 

miércoles, 2 de julio de 2014

MATERNIDAD: CONFLICTOS PRIVADOS Y CONFESIONES PÚBLICAS

Es tiempo loco en Lima de un invierno indeciso, con 22° hace dos días y hoy descendió a 17° con 94% de humedad, de seguir esta tendencia no sería extraño que un futuro no muy lejano las(os) limeñas(os) poseyéramos branquias a cambio de orejas coincidiendo con una Lima en permanente transformación.  Una ciudad nacida tras arrasar al cacicazgo Itchma del curaca Taulischusco[1], en un esfuerzo fundacional  bautizada como Ciudad de Los Reyes (15 de enero 1535), aun así  se impuso como Lima, marcando el sincretismo entre la lengua autóctona Límac y Rímac, la extranjera[2] que ha destacado al país en su conjunto.

Lima se ha sostenido  estoicamente como tal  a lo largo de su proceso de afirmación identitaria ante seudónimos embriagantes como: «La Perla del Pacífico»[3],  «Las Tres Veces Coronada Villa»[4] y « ciudad jardín»[5].   O de negación de sí, a medida que fue desbordándose «Lima la horrible»   (1974)[6] idealizando un pasado cuasi arcadiano[7] hasta cerrar el siglo XX entre el interés de su composición urbana y social: «El laberinto de la choledad» (1992)[8] hasta el crisol de diversidades  de la cultura chicha[9] sin desprenderse de los retazos  oligárquicos que sostiene  su faz de ciudad   segmentada, discriminadora y excluyente. En tanto emergen sueños y apuestas por una mega ciudad que se reconfigura, subdivide, acoge, expulsa,  cobija, integra, tolera y convive  como hoy sus microclimas[10].

En mi caso, Lima y su ser, siempre me disloca, atrapa en esa relación compleja donde no es posible vivir con ella ni sin ella. Acabo de  llegar a casa tras un trayecto por más de una hora de oeste a nor-este, con un frío húmedo que me encoje, se me cala por los huesos roídos y atraviesa mi tobillo de cristal engarzado con titanio que intensifica su gelidez, ignorando a la lana de alpaca que me recubre y botines que sostienen mis pasos.

Intento desprender mi percepción egocentrista y  miro tras el vidrio empañando por la garua cuántos(as) se inclinan ante el rigor del tiempo descubriendo que no soy una excepción, distingo a   muchos(as)  encorvados(as), independiente de la edad, la talla, dimensión y estado, sienten calarse la humedad por sus poros hasta  los huesos. Y  también están aquellas(os) otras(os) erguidas(os), desafiando al tiempo con escasa ropa, dibujando su mayor sonrisa y exhibiendo su mejor pose para vender placebos con promesa de  placer y calor humano que disipe la humedad externa dejando aflorar la interna.  

De pronto, el frío se trasladó de mis huesos hacia mi razón e hígado quien sabe si invadió también mi corazón y alma. Sentí frío recorriéndome toda la columna, no sólo por este tiempo, sino por aquello que pude escuchar de la chachara de un trío juvenil casi adolescente entre dos mujeres y un varón.

Hablaban cada uno de lo mal que les iba en la relación con  la madre, graficando y reconstruyendo los hechos del día. Mientras lo hacía mi gran pregunta a cerca de: ¿Cómo  las(os) hijas(os) se tornan en el peor enemiga(o) de la madre? Frente a los hechos de matricidio que ocupan las primeras planas cada vez mas frecuente. Me asomaba a su probable despeje a través de estos testimonios públicos  de jóvenes no mayores de 20 con madres que oscilarían entre 40 y 60 años.

La primera que expuso su caso fue una joven  aproximadamente de 1.60 m. de altura, con ojos oscuros como su cabello lacio que caía rebelde de su atadura creando un aire descuido. Con nariz respingada, labios bien marcados,  dientes  blancos y  alineados, piel canela intenso y un fuerte rictus de ira en su rostro. Vestía  hasta donde pude distinguir de una cafarena negra y sobre ella un sueter plomo.  A través de su discurso, reconstruía la mañana del día, donde la madre había intentado imponer su autoridad, reclamándole su conducta que amenazaba imitar a una hermana sinónimo de problema, rebeldía y conflicto. A su favor señalaba que estaba lejos de su pensamiento, pero tanto se lo repetía la madre que ya se lo estaba creyendo.

Narró que el conflicto matutino llegó a su clímax cuando la madre le impidió salir a su clase –el trío parecía estudiar enfermería o algo con la medicina-, colocando llave a la puerta de salida, en el momento que la otra compañera la había llamado al celular, sin proponérselo aquella llamada la animó a enfrentar a la madre. Describió con mucha ira cómo quito la llave a la mano de su madre, abrió la puerta y salió corriendo mientras le gritaba “Eres una enferma,  loca, loca, loca”, mientras lloraba de rabia.   El y la compañera subrayaron que efectivamente llegó llorando, e indagaron el por qué, su madre era siempre así con ella y no con sus hermanas. 

Ella respondió  que con la hermana rebelde no podía   y que su otra hermana   era la preferida, la engreída, la beba de 30 años. No podía explicarse como su madre iracunda, descontrolada y agresiva, salía a comer con su hija preferida y regresaba feliz, riéndose, como si fuera otra. Que ya estaba harta y que no sabe lo que haría si no tuviera clases.
Decía que su padre intentaba calmar las cosas hacer que respetara a su madre y le pidiera disculpas, mientras ella pensaba que eso era injusto porque era la madre quien empezaba. Y cuando cedía por su padre pidiendo disculpas a su madre ella la rechazaba, la ignoraba, provocando pensamientos de mayor rechazo y resentimiento en ella.

La segunda joven tenía una talla cercana al 1.70 m., a pesar de su sobrepeso, aparentaba menos edad que la primera, tenía cabello castaño también atado al descuido, cara redonda, nariz pequeña y ojos rasgados. Su  rostro denotaba cansancio, tristeza rayando con la resignación. Tenía una casaca beige que la cubría toda.

Ella dijo que su madre también abusaba de ella, que no la comprendía, que siempre la gritaba y maltrataba. El amigo hombre que las acompañaba subrayaba esta situación diciendo que le constaba como lo hizo con la primera, añadiendo que en el caso de la segunda ella no hacía nada para impedirlo. Ella replicó señalando que nada podía hacer, así que mejor se callaba que sólo esperaba terminar de estudiar e irse muy lejos.

La amiga que inicialmente se expuso como víctima dijo, que en su caso ella no lo soportaría, animándola a actuar como supuestamente ella lo haría, o como ocasionalmente lo hacía cuando su madre se extralimitaba. El varón ingresó en la discusión al papel de un hermano.
La Segunda joven describió como la madre se desvivía por su hermano,  las distancias  y diferencias que marcaba entre ellos. Contrastando el sufrimiento y privaciones de ella con  la alegría, placer y felicidad de su hermano.  Los tres coincidieron en que sus madres tenían hijos(as) preferidos que en este caso no eran ninguno de ellos.

El varón que cerraba el trío a diferencia de las mujeres tenía una apariencia frágil, extremadamente delgado, de 1.55 m., ojos pequeños, cabello negro descuidado, nariz aguileña, labios de casi una línea, con un maletín que lo excedía. Su papel fue de inquisidor, no contó nada de sí mismo, sólo  acentuó, animó y graficó cada narrativa. Se sentó a mi lado, cerró los ojos como dormitando, mientras ellas cambiaban de tema sobre sus estudios y la política de cómo tanta promesa del metro y el tren eléctrico no se cumplía.

Mientras yo me sumergía en reflexiones acerca de  la complejidad de las relaciones intra e inter género, generacional y de poder. Me decía que los referentes de los conflictos que suele llegar a mi consulta  era principalmente de las mujeres madres sea en su papel de hijas, esposas o madres. Las hijas  e hijos adolescentes enfocaban sus problemas con sus vocaciones y proyecciones de futuro, con los retos académicos.


El desgranar desgarrador transformado en confesión pública sobre ruedas entre estos jóvenes me enfrentaba a una dimensión del ser y sentir de las hijas en conflicto con la madre, que en su caso, probablemente coincide con el ciclo de vida asociado con  la menopausia vs. juventud donde las perspectivas se confrontan, trastocan y miden en la cuota de poder que cada una tiene u obtiene tras cada conflicto, lleno de tira y afloja, con demasiado desgarro en perspectiva de transformarlas en extrañas, insalvables enemigas.

Hijas que en el futuro serán madres marcadas por este modo de  maternidad, de afirmarse, imitándolas y de negarse superándolas, en todo caso no excento de conflicto personal, familiar y en la relación con sus futuras hijas(os).

Así que se me agolparon nuevas interrogantes: 
¿Cómo el desencuentro de los ciclos de vida entre mujeres de diferente generación las acerca o aleja?
¿Cómo y de qué modo emergen los conflictos y sus modos de resolverlos?
¿Cuánta similitud existe entre la violencia ejercida por el varón hacia una mujer   y la de una mujer con poder ejercida sobre otra sometida o dependiente?
¿De que modo el uso y abuso de la fuerza y el poder va alimentando la pérdida de autoridad y la emergencia de la ira transformado en rebeldía y uso de la fuerza?
¿Es el empujón, el rechazo, la ira contenida, la calificación de  demente de la hija a la madre escalones en la violencia intra género y alerta de una mayor encalada de conflicto?
¿Podría estar en los fragores del conflicto cotidiano y la persistencia de posiciones o la percepción reiterada de ser abusada por las hijas que las transforma en potenciales matricidas?



domingo, 11 de mayo de 2014

LOS ROSTROS DE LA MATERNIDAD

Es un viernes nueve de otoño,   dos de la tarde, en dirección  a mi última sesión del “Taller de Enfoques y Estrategias para la Investigación Académica”, cuando el vehículo bordeaba  la Plaza  la Bandera  y toma la avenida Sucre,  de pronto veo casi sin mirar una escena desgarradora.
P
Un niño de probables siete años de edad tiraba de una maleta con ruedas más grade que él -como aquella de mano que usamos para viajar en aviones-, una mujer que parecía ser su madre,   caminaba paralelo a él  como a un metros de distancia, de pronto  se acercó,  le tiró de las orejas y le  dio una bofetada  ubicándose nuevamente a la distancia inicial entre los segundos que va del golpe  a que el niño rompió en llanto desconsolado.
A su lado aquella maleta pareció crecer, su brazo cedió por el dolor o quizás   la impotencia. Mientras aquella mujer  recriminaba a gritos al niño que seguro no escucho entre su llanto y el ruido del tránsito.

La escena quedó suspendida en  mi recuerdo, la imagen de aquella mujer desgreñada, con su cuerpo contraído por la ira.

Me preguntaba: ¿Qué habría transformado a esa mujer en el rostro de madre castigadora? 
Imaginé que habría ido a la celebración del Día de las Madres en el colegio del  niño, donde por extraña ironía,  habría recibido una amonestación en el colegio o una queja por la conducta del niño. O quizás se habría frustrado porque su hijo no destacó en la actuación, y hasta  pueda ser, que no se sacó la ansiada canasta de víveres que todas las madres esperan obtener. Quién sabe, si como todo niño inquieto, aquel cometió alguna inconducta censurada por ella que desde su perspectiva requería de su autoridad  sancionadora y control que linda en el abuso.

Recordé   aquel ensayo a fines de los noventa, donde intenté rastrear los orígenes de la violencia juvenil, en  el abuso infantil por sus progenitores y los socializadores secundarios. Willy Rochabrún en aquel entonces hizo trizas a mis hipótesis, asomándome a la Teoría de la Resiliencia1.

Ahora que lo pienso ante los sucesos, me digo que si la resiliencia puede ser una esperanza para una proporción de niñas(os) maltratados, que no se transforman en abusadores  o abusados(as) del futuro2Deja de ser la vía  para  quienes mantendrán tal condición hasta  tornarse en tan o más violentos que su padre o madre. En estas disquisiciones llegué a mi destino y tuve una larga jornada que hizo dejar atrás mis reflexiones de la maternidad y abuso infantil.


Al cerrar la noche, tras una larga jornada y boemia en compañía de Cynthia Tellez, me dirigí a casa. Mientras esperaba mi transporte, me hallé ante  un segundo  evento que nuevamente me conmovió. Una hermosa niña de aproximadamente siete años,  venía brincando al compás de del ritmo de sus pasos, de pronto tropezó y cayó, mi susto se desvaneció cuando ella se levantó riéndose. Su madre angustiada soltó la mochila de la niña y su bolso que traía a cuestas, la revisó con rapidez  por si se había hecho daño, luego la besó y acarició, mientras la niña seguía riendo y celebrando. Cuando la  madre se aseguró que no fue más que un susto,  ambas me sonrieron por ser silenciosa espectadora de los hechos, recogió la mochila, su bolso y  la mano de su hija, retomando su camino. 

Cuando se perdieron en la noche, me dije que todas las cosas que nos suceden tiene un sentido si destinamos el  tiempo para detenernos en ello. Recordé el evento anterior de aquel niño llorando desconsoladamente por el abuso de la madre, en contraste con la risa de una niña  golpeada por la vida, animada  y amada   por la madre, así es como me di de bruces con las distintos rostros de la maternidad.

Allí es donde mi pensamiento se concentró en los matices del ejercicio de la maternidad de lo que somos testigos(as) cotidianamente y que deja de asombrarnos,  transformándose en el paisaje  inadvertido que nos rodea, sin detenernos a pensar  y preguntarnos: ¿Por qué?, ¿Para qué? y ¿Cuáles  son sus implicancias?

Y si algo nos  incómoda dejamos de ocuparnos diciendo que unas cosas cambian y otras no, que cada madre y padre educa a sus hijos(as) como quiere y puede, hasta cuando a la vuelta de la esquina ese niño(a) por imitación, se  ha transformado en amenaza social tocándonos como espiral  de violencia   cotidiana hasta tornarse en pandemia ocupando el  el rubro de inseguridad ciudadana que hoy sacude los cimientos de nuestra mega-ciudad al "profesionalizarse y venderse" bajo el rubro de sicariato.

Sin lugar a dudas es en el cuidado,  aprendizaje y  protección   donde niños(as) aprenden y desarrollan la conducta social del futuro. Son los(as) adultos o mayores  los responsables de cómo será su relación con el otro. Es su  madre, padre, hermano(a), tía(o), abuela(o), maestra(o), sacerdote(tisa), pastor(ra), etc. quienes  cooperan con  las bases de cada identidad y la canalización de las pulsaciones individuales, creando condiciones para distinguir y optar por el bien o el mal, deteniendo los  deseos allí donde empieza el derecho del otro.

¿Cómo  dejamos de ser conscientes de ello?, ¿Cómo dejamos de asumir tal responsabilidad dejando que dos tipos de tendencias se acentúen?
Generalmente en  nuestro país por las características históricas y especiales de ser madre, se adoptan la vía más “sencilla y eficaz”  la dureza,  para amoldar a hijos(as) según  mandatos de la sociedad bajo el mismo principio que hemos aprendido a convivir,  sin revisión alguno de su significado en nuestra propia vida,  así es como ejercen el  poder y autoridad se instrumentaliza a través de la imposición, monólogo, manipulación, voluntad desmedida, vaciado de información en la mente infantil.
El poder se ejerce mediante la fuerza, abuso, agresión psicológica, simbólica, verbal y física, del subordinado(a). Al igual que los eventos del día me revelaron con la escena del  niño golpeado por  una mujer  mayor que fungían de su protectora y la niña golpeada por la vida.

La primera madre representaría a aquellos adultos socializadores que perciben como más costoso en tiempo, imaginación, innovación, crecimiento personal optar por una maternidad estimulara del desarrollo de la inteligencia emocional, orientar, educar, socializar horizontalmente, ejercer la  democracia a través del diálogo, el argumento, hacer de cada evento el referente para cimentar valores, conductas, prácticas de convivencia sana,  de confianza, respeto y amor entre seres. Al que se aproximaba la segunda madre  en la noche de ese mismo  día.

No es difícil imaginar que la relación de aquel niño golpeado será de sometimiento ante otros golpeadores hasta transformarse en “lorna”3o abusador para quien esté por debajo de la escala de la ley del más fuerte, con muchas dificultades para superar los fracasos. En tanto que aquella niña que se ríe de las caídas a las  que la vida le enfrente, seguirá riéndose y lo  superará porque tiene la protección  y el respaldo de los mayores en los que confía y ninguna frustración la detendrá para alcanzar sus metas y lograr el éxito4.

Este sábado que acaba de transitar,  vi en familia la película “Asu Mare” en un canal de televisión  y entendí el marco de estos eventos y  ¿Por qué ha sido la película más taquillera? Un monólogo llevado a la pantalla que narra principalmente el rol represor, manipulador, mágico y visionario de una madre castigadora. Seguramente  que muchos hijos(as) y madres se identifican con esta forma de educar y ser educados, justificar el abuso como los límites y la condición previa de encausar a sobreponerse a la condena del fracaso.

Una versión llevada a la cinta de la madre castigadora y el padre ausente, que termina siendo asertivo y exitoso por el modo pícaro que Machín  ha encontrado de exorcizar caricaturizando su relación de abuso con la madre. Aquella que es elevada hasta casi la santidad por ser una madre de “raza pitbull que clava el palo de la escoba como jabalina pero calculado en velocidad y fuerza”.  

Machín muestra en su narrativa a pepe el vivo que termina perdiendo todas sus jugadas. Un muchacho de barrio alienado que toca fondo después de los “N” fracasos al no saber que hacer con su vida. Un drogadicto que es salvado por la campana cuando un ángel de la calle le regala su futuro, “la nariz de payaso” y produce una parodia machista. 


Sin embargo no todos los machín del país son tocados por un ángel. En el peor de los casos, son quienes  asesinan a su  congénere por una zapatilla, un celular o diez soles, o sólo porque le paró el macho. Y están los otros machín que matan a su madre, su tía, su padre, porque no hay otro modo de satisfacer su dependencia, ese fondo que han tocado y del que no pueden salir si no es en la cárcel o la muerte. Y están aquellos que recubren su ira, se transforman en galantes conquistadores y hasta se casan hasta cuando pueden ejercer control y abuso reproduciendo el círculo de violencia que han heredado.


Y como en todas las cosas socialmente aprendidas elaboramos conceptos absolutos en momentos de sublimación de un rol como suele ser cuando se conmemora el día del maestro, el padre  y la madre. De todas las conmemoraciones, en la que más se inyecta de sublimación y homogeneidad es la maternidad, sea para esteriotipar la conducta matermal de “la mujer” omitiendo a las mujeres y sus diferencias.

O para proveerle de atributos a su rol de madre  hasta naturalizar y adjudicarle un “instinto materno” omitiendo que en la base misma del concepto de instinto está la ausencia de excepciones, es decir, que se no varía y se da en todas y cada una de las mujeres. 
Si las mujeres madres lo fueran por instinto,    entonces no habrían mujeres que aborten, den en adopción formal sin volver a saber de él o  ella- aun cuando en el futuro los escudriñe en la búsqueda de su identidad-, o bien  lo más común de nuestra sociedad, la adopción informal o encubierta, cuando la madre y el padre dejan o se truecan los(as) hijos(as) con los pariente. Otras matan a sus infantes o hijos(os) en todo el planeta.

Y como si todo esto no fuera suficiente la maternalidad de la mujer es extendida  hacia el mundo público y político para condicionar su conducta bajo las pautas de su rol de cuidado y reproducción, ya no sólo biológico y fuerza de trabajo  en la familia, sino de la mayor moral, ocupación de puestos secundarios y de servicios en los partidos y una mayor exigencia  de su conducta política que la del varón y hay de aquella que quiera ocupar  o competir un puesto de poder.

Del mismo modo olvidamos el origen del día de la madre de nuestro tiempo que fue una medida norteamericana (1914)5  que de una protesta contra la guerra, avanzó hacia la reivindicación de las mujeres por el trabajo remunerado6 que luego fue contrarrestado con la sublimación de la maternidad para su comprometido el retorno incondicional al  papel de “ama de casa”, ama, dueña y señora del trabajo doméstico. Más adelante sublimación explotada  por el mercado en su rol de reproductora biológica independiente de si está preparada o no para asumir la maternidad. Sin negar otros contenidos y valores de las diversas culturas desde la perspectiva interculturalista7.


Hoy que una vez más se celebra el Día de las Madres, va mi reconocimiento y abrazo, a mis amigas y lectoras madres que además de parir a un hijo(a), invierten su esfuerzo cotidiano por hacer de cada uno ellas(os) buenas personas, tan buenas, como los son ellas y por eso mismo no han renunciado a  ser seres libres e independientes.  
A mis amigas mujeres que no parieron, pero que han asumido la maternalidad, haciendo de muchos seres humanos que se han cruzado por su vida, tan buenas personas como ellas, va mi abrazo.
Gracias a ellas y a esa opción de tomar el camino más largo, está asegurada  la reproducción social, en cada minuto de cada día para hacer de este mundo más acogedor y humano.