martes, 16 de abril de 2019

ENTRE EL CELIBATO Y PEDERASTIA


Tras mi peregrinar por credos y religiones a lo largo de mi segunda vida -considerando que cada una de ellas tiene ciclos de siete años-,  me detuve en ese entonces en aquella que  mis padres me heredaban, donde fui bautizada y encomendada a la santa de mi madrina, en la semana que siguió a mi nacimiento, porque no pasaría de ella.  Por cuanto soy Católica por opción, convicción e iniciativa de mis catorce años, donde hice simultáneamente mi primera comunión y confirmación, eligiendo la iglesia, el proceso de preparación y la madrina, sin ocupación ni presión de mis padres o inversión de conversión de la iglesia como institución.

A diferencia de muchas personas que buscan su espiritualidad cercano a la muerte y por temor a ella o sólo por el peso de sus “pecados” y las  ganas de depositarlo en algún lugar o responsabilizar a un  ser supremo de su destino,  yo lo inicié aproximadamente alrededor de mis seis años, tomada de la mano de mi tía abuela Rosa Herrera.

En aquel entonces,  mi posición de exclusividad como ombligo del mundo fue trastocado, había nacido mi hermana Lucy,  por tanto dejé de ser el centro en la vida de mis padres, así que mi abuela Rosa era mi refugio, especialmente los fines de semana. Por su lado,  ella había iniciado el proceso usual, tras la búsqueda de su espiritualidad, así que por esos abismos y puentes de encuentro intergeneracional, recorrimos juntas las iglesias protestantes, nos asomamos a las sectas y hasta los círculos de oración.

Mi abuela se detuvo en la biblia, cuando bordeando los setenta años aprendió a leer. Pienso que se habría agitado y conflictuado menos, si hubiera decido aprender a leer antes de su incursión por todos los credos, hasta que finalmente se libró de todas las religiones, siguió a su propio corazón y divinidad. Mientras esto sucedía con mi compañera de viaje espiritual, yo seguí en mi búsqueda, inclusive después de declararme católica. Hoy estoy cercana a mi abuela, gracias a ella, requerí menos de la mitad de su tiempo para comprenderlo.

Cuando alguien me dicen lee la palabra de Dios, suelo mirarla con conmiseración pienso y me digo en silencio: “Si supieras que he leído desde mis seis años, todas las traducciones, incluyendo las apócrifas”. Sucede que durante el peregrinar de mi abuela, me pedían leer por ser la única de mi edad que lo hacía con propiedad y también porque muchos de los(as) participantes no sabían leer tal y como mi abuela. En tanto que yo aprendí a los cinco, al igual que mi niña Puñuy, luego  leería con avidez la biblia, y más adelante, participaría de muchos curso de teología.

Un tema que he discutido largo, con más de un amigo sacerdote y monja, especialmente entre mi adolescencia y juventud, fue el cuestionamiento a sus votos de castidad y/o sometimiento al celibato,  sobre esa renuncia “voluntaria” a ejercer su sexualidad. Lo hice gracias a mi privilegiada cercanía y posición irreverente,  mi observación de hechos,  vidas y haceres compartidos. 

Solía preguntaba porqué y cómo canalizaban su  natural  y humano líbido. Hoy debo reconocer que sólo debía pensaren aquello que sucede en la convivencia militar allí donde los hombres se juntan poniendo siempre a prueba su virilidad y estereotipo, abusando del más débil, aquel que no cubría los atributos del macho fuerte.
La pederastía(1) como práctica sistemática al interior de la Iglesia Católica (IC)  nos mueve y remueve, por su implicancias y significado, su desborde es cual huayco que arrasa con todo,  sea por el lado personal de los(as) involucrados(as), como por el colectivo, social e institucional. Mostrándonos cómo se entronca la subordinación de la sexualidad al poder de la religión, en manos de una secta, alta y efectivamente organizada para la satisfacción de sus fines.

Ese binomio poder  y sexualidad, puede crear y recrear monstruos aberrantes, en las instituciones religiosas encerrarlos bajo siete llaves, encubrir y tolerar monstruosidades de la puerta para adentro, en tanto que desde un púlpito o la puerta para afuera, se condena el ejercicio sexual libre y diversa como seres humanos que existen en la tierra.

Casi adolescente me di cuenta de la humanidad de mujeres y hombres tras los hábitos. Sólo tenía 10 años cuando un monje franciscano fue a realizar su labor de profeta a mi colegio, era muy  joven posiblemente alrededor de los 25 años; pronto fue rodeado y acosado por las chicas de quinto,  el pobre no sabía cómo sortear esos momentos mostrando en el rostro el cambio de colores igual que un camaleón.  En casa me habían enseñado que los curas eran santos varones a los que se debía respeto y obediencia que constataba en la realidad que no era así, para mí  un monje era igual que un cura u obispo, porque todavía no diferenciaba un hábito de otro ni jerarquía alguna. 

Observar el comportamiento de aquel fraile y mis compañeras mayores, unido a mi mirada deambulante por otros credos me hizo suspicaz y menos crédula, aterrizando pronto en el convencimiento que no eran santos ni diferentes a todos(as), salvo sus trajes incómodos hasta los pies. No terminaba de comprender, porqué  si tanto criticaban que las niñas usáramos pantalones (en aquel entonces), los curas usaran sotanas cual vestido largos de mujeres  y los tomaban por santos. Tiempo después, lo poco que quedaba de la aureola mística de los curas, se me diluyó cuando leí la anticlerical novela Flor del Fango del José María Vargas Vila (1895)[2], que hallé en la basura sin pasta y faltando algunas hojas iniciales.

Más adelante cuando me hice  parte de la gran comunidad cristiana de San Cristóbal que en ese entonces  involucraba todo San Juan de Lurigancho y parte del Rímac,  donde Gustavo Gutiérrez y compañía desarrollarían la Teología de la Liberación,  observé como los curas  entre broma y broma se toqueteaban con algunas laicas y monjas, pareciéndome cada vez más humanos y menos alados. 

A ello se sumó que en cuarto y quinto de secundaria, nos enseñó el curso de religión una monja, que era mejor artista cantando y bailando el flamenco que profesora de religión. Cuando tenía oportunidad le preguntaba por qué  seguía de monja, ella respondía: “Porque amo a Dios y estoy casada con él”, yo insistía: “¿Lo has visto o sentido alguna vez?”, ella decía: “Todos los minutos de mi vida”, sonreía y se alejaba, en tanto yo me seguía preguntando cómo sería eso de amarse sin tocarse. Aun hoy me sigo preguntando, respecto a los casos de amores virtuales.

En la parroquia discutía con los seminaristas, diáconos y curas, cómo se sentían con su voto de castidad, por qué los hermanos nunca llegarían a ser sacerdotes, las monjas no podían hacer misa, porqué se tenían que ir de un lugar a otro y no tenían idea de dónde envejecería. Algunos me eludían con evasivas, otros me sonreían  y muchos se refugiaban bajo el concepto de vocación y también había quienes sólo me miraban con sospecha.

Cuando conocía Rosa Dominga en su trabajo con las prostitutas, declarada feminista y me asomó a los primeros escritos colocando el dedo sobre la llaga; junto a la masiva fuga de los seminaristas  jesuitas, curas que hacían misa y algunas monjas  entre 1978 a 1985, para sumarse a los partidos de izquierda, la educación popular, fundar o cofundar  las primeras ONG, estuve convencida que la enajenación de la vida sexual, familiar  de monjas y sacerdotes era insostenible.

Hasta inicios  de los noventa, insistí en aplicar el análisis social a las instituciones entre ellas la iglesia católica, y por ende, la necesidad del cambio en sus políticas, estaba convencida de la impostergable su democratización. Mi convencimiento creció, cuando fue esclareciéndose el papel de la Iglesia Católica en la vida política y el poder con la actitud, opinión y práctica del ex Cardenal Cipriani[3], se me antojaba cada día más castrense, más hipócrita e incoherente en su cúpula, mientras los de abajo tenían vidas uniformes, de privaciones y parecían mitad monje, mitad soldado,  despojados principalmente de su libertad de elegir, hacer, estar, con  quien y como vivir.

La castración simbólica de hombres y mujeres al  servicio de la Iglesia Católica aparecía desde mi infancia como  insostenible, porque era negar una condición humana a veces profundamente compleja  e impredecible, como sucedió con una pareja que ha quedado en nuestra historia, nos guste o disguste. 

Me refiero al caso del ex sacerdote Carlos Álvarez Calderón Ayulo quién renunció a sus votos  y se casó con la ex monja que se convirtió en Nelly Marión Evans Risco de Álvarez Calderón. El murió abrazando la educación popular que fue a lo largo de su vida su vocación y refugio[4]. Ella  lo abandonó junto a sus hijos para ser parte de Sendero Luminoso, transformándose en un hilo de la madeja que  hizo caer a Abimaél Guzmán[5], fue encarcelada y sobrevivió a la matanza del penal Castro Castro bajo el régimen de Fujimori y vivió para contarlo[6], pago su deuda social con 15 años de encierro y hoy está libertad[7].

Me asomé a las implicancias de las condiciones de vida de las monjas y sacerdotes,  fuera de la iglesia es decir la comunidad donde actuaban, cuando comprendí aquel viejo dicho: "Y por qué  que no a mí, ¡Acaso soy hijo del cura!", descubriendo el contenido simbólico del mismo. Pese a la presión del celibato, los curas de ayer como hoy tienen familia e hijos(as) gracias al amparo  de la distancia entre las zonas alejadas de un país y su capital, menos por rebeldía que flexibilidad institucional.

Allí donde no llega el Estado se diluye tanto el derecho como la norma y sólo se impone la costumbre, los códigos, pactos y poderes locales. Allí tampoco llega las manos de las autoridades eclesiales ni los "pecados sancionados por Dios", la presión institucional y/o sanción, pueda que por ello que sólo se expresa complicidad, tal como se grafica dos siglos atrás en la novela  Aves sin Nido de Clorinda Matto de Turner (1889)[8]  ambientada en el Cusco o en la Distancia que nos Separa de Renato Cisneros (2015)[9]  cuya historia se inicia en un pueblito de Huánuco y discurre hasta nuestras vidas contemporáneas.  

Fue alucinante en mis primeros viajes hacia el interior del país conocer  por ejemplo, las leyendas del convento de Santa Catalina en Arequipa (1975)   y luego de Santa Rosa de Ocopa en Concepción (1983)  donde todo  lo asociado con fetos enterrado parecía sólo superstición y maldad pura de ateos.  La cúspide fue cuando haciendo turismo con mi hija (1993)  conocí a Santa Fortunata, (momia a la que le crecía el cabello y las uñas) en el convento de Moquegua,  supe de la historia de la niña milagrosa,  que al poco tiempo aparecería como  contenido en la obra "Del Amor y Otros Demonios" de Gabriel García Márquez (1994)[10].

Allí me convencí entre la realidad y ficción que el sufrimiento humano de los seres alrededor y dentro de los claustros de la iglesia católica desbordaba mi argumento de democracia y derechos personales para situarse en el centro de los derechos humanos. Será por eso que la obra de Gabo me dolió hasta las lágrimas, en tiempo que estas no existían en mi vida, siendo desde ese entonces el regalo predilecto para mis sobrinas(os), junto con el Profeta de Khalil Gibran (1896) [11], Carta al Padre de Franz Kafka (1919)[12], las poesías de Ernesto Cardenal (1966)[13], 20 poemas de amor y una canción de Pablo Neruda [14]

Los casos de pederastia y abuso sexual, de niños(as), al cuidado de sacerdotes y también monjas, que  desde inicios de este nuevo siglo sacude a la Iglesia Católica, en lo personal afirma mis percepciones de adolescente, cuando observaba incoherencia entre discurso y práctica, como aquello que se decía en voz baja, que no quita la coexistencia de seres excepcionales con tanta devoción, gratuidad, entrega y servicio que conmueven en su ser y hacer. Aceptar esto último es también tolerancia y reconocer la diversidad en la sexualidad y la práctica de vida de seres humanos.

De allí atribuir  que el problema de los abusos y violaciones sexuales al interior de la iglesia católica  sea producto de algunos pocos "desviados(as)" es ocultar el sol con un dedo, negar la responsabilidad política de los jerarcas en una institución jerárquica y vertical, es no asumir con responsabilidad la atención y solución del problema.

Sigo creyendo como en mis 18 años, que la  decisión de castración simbólica  tanto de mujeres como hombres que son parte de la iglesia católica,  por obra y gracia de la  jerarquía eclesial, no anula su humanidad, sus tensiones, pulsiones y lívido, sólo se contienen hasta desembalsar en aquello que justamente condenan, abuso, felonía, en sus términos pecado.

Hoy estoy  más convencida que ayer, que tanto la estructura y dinámica de una iglesia jerarquía, dogmática de poder absoluto y cuasi divina que se instauró en la Iglesia Católica y que perdura hasta nuestros días, es aquello que se transformó en caldo de cultivo para el refugio de  pederastas, violadores, abusadores. Jamás sabremos la dimensión histórica, porque se remota a muchos siglos. 

Denunciar, buscar justicia y reparación, no sólo es la recuperación en parte de las víctimas, es ante todo despojar de divinidad los desaciertos humanos, así como la posibilidad de cambiar el sistema patriarcal y despótico instalada en las instituciones centrales de nuestras sociedades como suelen ser las iglesias, sus autoridades y el uso de sus religiones.



[6] Ver lo asociado con su relación de pareja, maternidad y familia ver pp. 8-11https://es.scribd.com/doc/163551000/Testimonio-de-Nelly-Evans-a-la-CVR

viernes, 29 de marzo de 2019

SUSY DIAZ, EMPRESARIA DE SI MISMA


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Seguramente, si alguien me hubiera dicho que escriba sobre Susy Díaz  en algún momento de mi hacer, me hubiera extrañado porque soy neófita en farándula, pero hoy me topé simultáneamente con dos publicaciones en la red, la primera una propaganda de la celebración que anunciaba sobre sus tres décadas haciendo lo que bien sabe hacer, algo que pocas mujeres artistas de su medio logran y luego el artículo de Alex Huerta-Mercado[1] desarrollando su lado cultural y afirmación: "Su historia es nuestra propia historia vista con humor, con autoburla y, sobre todo, con unas ganas invencibles de vivir la vida, como ella siempre nos recuerda, antes que la vida nos viva".  (Huerta-Mercado, 2019).
Ambos datos me llevaron a identificar otro aspecto, aquél donde ella sintetiza ese fenómenos social que hoy nos invade y hemos trabajado poco, me refiero al tema de la
gestión de la imagen y el cuerpo, transformándolo en mercancía rentable, algo que no desarrolló Marx y hoy nos urge procesar, puesto que programas de telerrealidad y llamado frecuentemente telebasura, crea en el imaginario de los centennialls de hoy una vía de ser y hacer.

Era verano de 1997, cuando tuvimos una audiencia con la Comisión de la Mujer y del Desarrollo Humano del Congreso de la República (1997) para sustentar la necesidad e importancia de la Ley de Cuotas en favor de las mujeres, allí conocí por primera vez en vivo y directo a Susy Díaz, la primera Vedette peruana que imitando a su versión italiana Cicciolina, había logrado hacerse de una curul. 

Sólo ese hecho produjo una primera lección a los políticos, el excongresista Julio Chu Merizproducto de su desacertado cálculo, las reglas electorales y el carnaval en su desarrollo, recibió un revés en sus expectativas, pretendió usarla como imagen de campaña para su nuevo partido denominado Movimiento Independiente Agrario (MIA), pero el voto preferencial, hizo que ella fuera la única elegida para ocupar la única curul del recién fundado partido[2] que celebró su estreno y despedida.

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Mi primera impresión, fue comprobar que su imagen a través de la pantalla era distoricionada y antojadizamente voluptuosa. En vivo y directo, se trataba de una mujer joven y delgada que bordeaba las tres décadas de vida, sentada en medio de otras mujeres congresistas como las tres Marthas,  proyectaba gran contraste de edad, postura, actitud y revestimiento del cuerpo.

Mientras aquellas adoptaban rigidez bajo sus trajes oscuros, con rictus de rechazo y tensión en el rostro, donde apena se adivinaban los labios. Ella permanecía distante,  como si estuviera en cualquier otro lugar  junto con su mirada en el vacío. 

Lucía un traje salmón muy a su estilo, corto y pegado cuasi forrado hasta donde lo permitía un traje sastre. Había pintado su sonrisa de carmín brillante, sus ojos aparecían marcados bajo pesadas máscaras negras y su cabello  de un rubio platinado aparecía desafiante. Tenerla al frente, me generó cuasi el borde de la protección materna por verla rodeada de otras congéneres amenazantes, ante quienes se protegía jugando con su cabello, colocándose una y otra vez un gancho que atara su rebelde incomodidad, tal como ella debía sentirse.

La segunda vez que tuve cerca a Susy Díaz fue en verano del 2003,  en elvcontexto de evaluación de las condiciones y espacio de un local para la realización de un mega evento que permitiera el impulso financiero del Comité de Desarrollo Económico Local en el  Distrito de Los Olivos, cuyo primer propósito era la elaboración del Plan de Desarrollo Económico Concertado de Lima Norte, el primero en su género por entonces. Para ello se había constituido un Equipo Técnico (ET),  en cuyo interior participábamos sólo tres mujeres respecto de diez varones. La reunión con Susy Díaz en esta ocasión fue en primera persona, directa y de intercambio con nosotras las mujeres, mientras que por el lado de los varones, era de gran expectativa  sobre la atracción notable de su imagen  para el éxito del evento y desconcierto ante su fácil manejo de criterios.  

Tomado de http://www.ernestojerardo.com/
En contraste de mi primera visión, tuve ante mí a la Sra. empresaria Ivonne Susana Díaz Díaz, sin gota de maquillaje, cuya  piel cuasi transparente no sólo se hallaba libre de afeites sino de cualquier mancha, lunar o pecas que suele invadirnos a la mayoría de mujeres, por mucho que recurramos a cremas milagrosas y pilings. Aparecía revestida de jean azul, polo, zapatilla y una gorra blanca cubriendo su llamativa cabellera. 

Allí no sentí el despertar de mi rol protector, sino reconocer a   una aliada, que sumaba su opinión experta como empresaria de eventos al nuestro, descartando aquel local que ya nosotras (las tres mujeres de la comisión) objetamos pero sin éxito, ella con firmeza observó detalles indiscutibles gracias a su expertis, dejando sin piso a los varones que habían apostado por aquel local.

Al igual que Huerta-Mercado, estos dos encuentros con Susy Díaz, me produjo una clara percepción del lado menos advertido públicamente, su condición de empresaria, con firmeza y fluidez en su rol, definiendo las exigencias y condiciones que asegure el éxito de un evento social, que era su negocio.  Tanto o más que su habilidad  para transmitir la imagen que el público quería consumir según momento y lugar, ella respondía a esa fantasía, pasando factura y vivía  de ello, como le acomodara.

Era una suerte de Marilyn Monroe a la peruana que vende la imagen de una mujer sin ideas, extravagante, vulgar y caricaturesca,  a quien requiere de un alter ego. Según Segmun Freud[3], un mecanismo psicológico al cual recurrimos  las personas, especialmente aquellas con mayor represión, para distanciarnos de nuestro propio lado negado, despreciado u oscuro de tal modo que podamos vivir bien con uno mismo. O desde el enfoque del inconsciente colectivo desarrollado por  Carl Gustav Jung[4] que explica cómo le damos  espacio al arquetipo del trickser,  el embaucador, el bufón para a través de su conducta romper las normas, riéndonos o aplaudiendo su ironía, broma o la estupidez que no nos atrevemos a decir en primera persona.

La capacidad de gestión empresarial de Susy Díaz, cualquiera sea la misma, muestra resultados eficientes y efectivos. Sucedió en su gesta para llegar al congreso, apropiándose de la única oportunidad de su agrupación política. Ya como Congresista de la República, durante el periodo de tres años demostró que le haría frente a cualquier reto, presentando 120 proyectos de ley y logrando que el 27% fuera aprobado (32), que contrastado con una de las aspirantes a la Presidencia de la República, que se jacta de contar con trayectoria y escuela política y permaneció cuasi el doble de tiempo (cinco años), en el mismo espacio y escenario, Keiko Fujimori quien logró superándola sólo con 6 proyectos más[5]. Evidenciando con su hacer, que se halla igual o por debajo de su colega cuasi huérfana de estas competencias y teniendo una opinión pública en contra desde que candidateo y luego fue  elegida[6]

Y comparado con el desempeño de  Congresista en el periodo   que acaba de pasar (2016 – 2018),evidencia que pudo hacer más de aquello que auguraban los líderes de opinión  tras los resultados electorales, situándola por  encima de la proporción de leyes aprobados (15% de 606)[7]  y  de muy lejos, a la gestión de quienes son por mucho tiempo  son parte de este poder,  es el caso de  Mauricio Mulder que en mencionado periodo es quien  presentó el menor número de proyectos (8) logrando la aprobación del 25% (2)  de los mismos[8], pese a tener colegas poco competitivos y de lejos por debajo de su experiencia.

Tras su tránsito por el congreso y expuesto la corrupción del periodo fujimontesinista,  se transformó en una de las pocas, sino la única, política que ha cancelado su deuda pública con el Estado[9], saldando su sentencia de pagar 200 mil de reparación civil, por haber estar involucrada en la corrupción del sistema.  Mostrando lo efectivo y eficiente en  el uso de sus estrategias sobre su cuerpo e imagen[9], por cuanto es innegable que su capacidad de gestionar y producirse le permite alcanza sus metas en cada una de sus empresas.

Por ello estoy de acuerdo con Alex Huerta cuando afirma que las  vedettes como Susy Díaz,  se convirtieron en empresarias de sí mismas, supieron generar recursos a futuros, pero para ello han tenido que reinventarse muchas veces: "Susy Díaz, quien ha sido recepcionista, actriz, congresista, vedette, cantante, empresaria y dueña de departamentos de alquiler, es parte de esa vocación de mil oficios que es identidad obligatoria para la mayoría de los peruanos, y lo ha hecho con un optimismo, una transgresión y -siempre- un gran sentido del humor que le ha permitido mantenerse vigente y actual, ya sea desde un programa de cumbia como de su colosal espacio en el Instagram, donde lee de manera humorísticas los muchos saludos que le mandan."[10]. Ella, también nos mostró tempranamente, que  el mercado del circo farandulero, tiene otros escenarios, sólo que tenemos una frágil memoria al respecto.

Pueda que nuestra historia  social como país, sea la principal fuente de inspiración de Susy Díaz, permitiéndole colocar su sello a cada oportunidad para gestionar su cuerpo e imagen, explicando en parte, que tenga siempre una opinión sobre situaciones de coyuntura, como sucede en este periodo con la "pobreza del sueldo congresal"[11], así como el debate sobre las violaciones a menores de edad, que le permitió recordarnos su frustración por la desaprobación de algunos de sus proyectos de ley, como la castración química a violadores[12], que pudo disuadir en su momento el incremento del riesgo de violencia y violación sexual en niños y niñas. Como toda microempresaria tiene siempre un pie puesto en lo real y otro en la ficción, haciendo que nos burlemos de nosotros(as) mismos(as) como sociedad.

Y pueda que ella haya logrado lo que muchos(as) no, mantenerse vigente gestionando    exitosa[13], efectiva y eficientemente su cuerpo, imagen y discurso durante tres décadas ininterrumpidas de sus cincuenta y cinco de vida, incluyendo su paso por el Congreso de la República. Y en un aniversario como hoy, colocarse nuevamente la tanga, el distintivo de su hacer[14]- Cuánto revela el diminuto atuendo de vedette, quien es, sólo ella lo sabe, porque todo lo demás es sólo ficción que responde a la demanda.



[1]Huerta-Mercado, Alex. (29 de marzo 2019). Susy Díaz, vive la Vida https://puntoedu.pucp.edu.pe/opinion/susy-diaz-vive-la-vida/
[3] Freud, Sigmund. Ello, yo y súper yo (1923)   
[4] Jung, Carl Gustav. Los Arquetipos y lo Inconsciente Colectivo (1965).

sábado, 16 de marzo de 2019

LAS DOS “M” DEL PATRIARCADO: MACHISMO Y MARIANISMO


El sistema patriarcal, se mantiene y refuerza, gracias a la presencia de una cultura machista y otra marianista que está en la base de la relación de la mayoría de hombres con las mujeres, algunas mujeres con los hombres y entre las propias mujeres, especialmente cuando liberan de responsabilidad y estimulan la virilidad, fuerza y poder de los varones de su entorno sobre la pareja, hijas, otras mujeres y miembros vulnerables de la familia[1].

Las relaciones conservadoras y/o machistas de hombres y mujeres respecto a los hombres y sus congéneres, se encuentran en un estado de falsa negación de los cambios y la entrega de sus esfuerzos a que los privilegios de poder del  sistema patriarcal que benefician a hombres en perjuicio de las mujeres permanente inalterables.

Obviamente el interés de los hombres es no perder sus privilegios, en tanto que las mujeres, se encuentran inspiradas tanto en el miedo al cambio por aferrarse a los minúsculos privilegios que han acumulado, como por la incertidumbre que les genera aquello desconocido.

En tanto que ambos mujeres y hombres, se resisten a los cambios,  están aterrados porque no saben cómo funcionar bajo pautas de igualdad de derechos y obligaciones como la libertad individual.  Sólo este hecho de reconocer su miedo, los(as)  debiera hacer más permeables y defensores de la educación de relaciones de  género para  niñas(os), sin embargo reaccionan contrariamente, como queriendo condenar a las siguientes generaciones a sus propios padecimientos.
El machismo para su permanencia y reproducción, requiere de una legitimación y soporte, esto  lo encuentra en una cultura marianista que viene a ser su balance como suele decir María Mercedes Velazco[2], es la otra cara de la medalla. El Marianismo es la concepción y prácticas de costumbres y valores,  donde las mujeres se asumen superiores al varón en ética, moral, sacrificio, bondad, cuidado de la prole, la familia. Para ello asumen roles de madre, esposa, hija, hermana, compañera, criada, cuasi esclava.

Las mujeres marianistas, suelen auto designarse o son designadas por quienes tiene el poder como guardianas de la religión, cultura, los valores, las costumbres, la ética, los mitos, las leyendas, los símbolos y el discurso de una sociedad, asegurándose que el mundo permanezca inamovible[3], inclusive esta idea y práctica se extiende hasta la política[4]. Según Fuller (1985), las manifestaciones de machismo y marianismo, no son necesariamente binarios ni únicos, sino graduales hasta cuasi jerarquizados[5] dependiendo del contexto y la dinámica de cada sociedad.

Bajo este soporte y alianza incondicional entre patriarcado, machismo y marianismo,  el sistema patriarcal sólo ha sufrido algunos rasguños que le han obligado a:
  • Ceder algunos derechos a las mujeres, bajo forma de concesión. Porque dura un tiempo, para luego ponerse en cuestión y regresionar,  como sucedió en el caso peruano, con la ley de descanso del pre y post parto, lactancia para madres trabajadoras, las cunas en los centros de trabajo con más de 50 mujeres, la edad de jubilación, el no despido por maternidad, etc. Obligando a que la lucha feminista, vuelva a ocuparse de algo que creyó conquistado, dejando entre paréntesis los pendientes y debilitando la atención a los de turno.
  • Reconocimiento con trampa y/o sin aplicación, hay muchos ejemplos al respecto, es decir se aprueba la ley y no se reglamente o se aprueba sin el espíritu que lo impulso. Es el caso del aborto terapéutico, por riesgo de vida de la madre, o bajo situación de embarazo por violación; el encarcelamiento del padre ante el incumplimiento con la prestación de pensión alimenticia; la aplicación de la cuota de género en los procesos electorales e instancias de poder político del Estado; la paridad y alternancia en los partidos políticos y el sector público, entre otros y
  • Inofensivos o consoladores, se refieren a derechos que atienden a las formas pero no son vinculantes ni cambia la relación entre mujeres y hombres, con prácticas institucionales y toma de decisiones que han mantenido su dinámica y sistema con costos tanto para mujeres como hombres. Por ejemplo el Ministerio de la Mujer en el Perú, que desde sus inicios se ha ocupado de todo menos centralmente del problema de la situación y condición de las mujeres. La Policía Nacional donde si bien ingresan mujeres su situación y posición es de carácter tradicional.
  • Sin posibilidad de retorno, son los derechos conquistados que no pueden ser confiscados ni retroceder, si bien aparecen como pocos, son los que han posibilitado la conquista de otros derechos: el voto, la emancipación, la educación, el trabajo, el matrimonio libre y consentido, el reconocimiento de puestos de trabajo sin sexo, el lenguaje inclusivo.
Los Hombres y sus dilemas ante los cambios sin retorno

La mayoría de mujeres que hoy bordean los cuarenta años, saben qué quieren, pueden, cómo ser y a dónde ir. Los hombres de su misma edad, en su mayoría se descubren confundidos, no saben cómo ser, qué hacer ni a dónde ir[6]. Algunos confiesan que no quieren casarse ni tener familia, porque no saben cómo lidiar con sus proyectos personales, de pareja y prole. Quienes no se han casado suelen decir que están bien y han descubierto que lo bueno respecto a sus pares es no haberse divorciado ya dos veces.
Algunos(as) expertos(as) en estudios de masculinidades, han denominado a ello crisis de la masculinidad[7], personalmente creo que son procesos desfasados y desconectados entre mujeres y hombres.
Las mujeres con derechos, también han nacido en medio de familias y sociedades que les restringen y niegan culturalmente el ejercicio de sus derechos. Siendo el mercado como la era digital aquello que amplía la oferta de otros modos y mundos posibles, en medio de un contexto de cambio e inestabilidad permanente donde requieren hacerse fuertes y autosuficientes[8], sin embargo recordemos que no se trata de un mercado a favor de la mujer, sino que se adecua en función del potencial de consumo y cliente que es la mujer[9] con poder adquisitivo, pese a ello se tiene a favor que se amplía el espacio para la expresión y reflexión.

A los hombres esas mismas familias y sociedades les han seguido notificando que sus privilegios se han mantenido inalterables, socializándolos para seguir siendo el fuerte y valioso de la especie, sin necesidad de esforzarse, ni competir, solo estar y ejercer con más poder que antes, por los avances de la ciencia y tecnología. En tanto que la práctica de su familia de origen se alejaba del discurso y de su propia experiencia personal, la madre ya no es la tradicional ama de casa ni el padre es el único proveedor, aun cuando ella siga teniendo doble jornada de trabajo.

Los varones formados por madres que cambiaron el mundo y su mundo, a veces en soledad y brazo partido, en otras en un proceso exigente de ambos madre y padre de ser diferente a sus historias;  no dudan que las mujeres tienen igual capacidad, competencias y derechos que ellos, por cuanto su identidad se ha afirmado sin mayor tensión ni altibajos que su propia lucha en hacerse de aquello que pretende ser, compitiendo tanto con mujeres como hombres donde, quien gane sea el mejor o colaborando para experiencias o triunfos colectivos.

Aquellos que se hallan atrapados en un doble discurso socio-familiar-cultural en contraste con una realidad inmediata como mediata donde el modelo de masculinidad de sus padres y abuelos no sólo está en cuestión sino aparece obsoleto. Y ellos como hombres nuevos,  se sienten rebasados por un mundo globalizado, digital, competitivo y cambiante, que le impide o dificulta más tener proyecto de vida.

La angustia del quiebre entre el ser y debe ser arroja a los nuevos hombres hacia diversas apuestas:
  • Asumir el discurso, tomando por la fuerza aquello que cultural, mítica y simbólicamente “le pertenece” imponiendo su voluntad y aniquilando a quien se oponga o rebele, por tanto la agresión contra la mujer se torna más brutal que antes.
  • Reconocer que la realidad es otra y hacer uso de su capacidad de reinvención, reentrenando su percepción, flexibilizando sus patrones, asumiendo los cambios como retos y comprometiéndose con su propio cambio y la reconfiguración de su propio ser en relación con otros(as).
  • Culpar a los otros de su discapacidad y renunciar al cambio, acomodándose entre las fallas sociales, culturales, políticas y económicas, en una tensión permanente entre el discurso y la práctica hasta cuasi la esquizofrenia.
  • Acomodarse, mimetizarse y revertir en favor, hay quienes van sobre los beneficios del cambio, apareciendo como víctima y victimizado en una soterrada lucha y culpabilizacion de su situación a las mujeres por haber dejado de ser, aquello que fueron sus madres y abuelas, son los que reclaman “Un Día Internacional para los Hombres”.
Algunos se zambullen y renuncian a todo una vida por un instante, otros descubren que hay que hacer camino al andar y algunos se hacen aliados de las luchas por la igualdad. A ellos al igual que ellas, el mercado y la realidad les muestra que no tienen el poder ni la condición del más fuerte, que no cuentan con referentes afirmativos y si quieren hacerla diferencia tienen que embarcarse a construir, reinventarse.

Pasos que animan

Los cambios y oportunidades de vivir en igualdad de derechos que asuma y haga suyo tanto mujeres como hombres de hoy, va a depender de su habilidad para hacerse cargo de sí misma(o) y de su familia futura, si apuesta por ella, entre tanto esto sucede, enfrentamos un escenario donde coexisten y perviven los diferentes modelos, cada quien esforzándose por no extinguirse.

Pueda que esta convivencia y proceso explique en parte la reducción de ciertas brechas y profundización de otras. La conquista de nuevas prácticas por mujeres y hombres en los diversos escenarios, como la brutalidad y extremos inexplicables de aniquilamiento por un feminicida individual[10] e institucionalizado sea al interior de un Estado democrático[11] o fundamentalista[12] respecto de la vida y el cuerpo de las mujeres.

Suele decirse que cuando la noche se hace oscura, es que está a punto de amanecer, quiero pensar como estoy dispuesta a creer, que tras este tiempo de atrocidad y lucha frontal de las mujeres en alianza con los nuevos hombres contra un sistema de organización social que niega la condición de unos respecto a otras, vendrá un tiempo diferente.

Un tiempo donde podamos mantener el 8 de marzo como Día Internacional de las Mujeres, como fecha memorable, para recordar aquello que vivimos y sufrimos e impedir que las diversas violencias contra las mujeres retornen a las vidas de nuestras nietas, bisnietas, tataranietas y tornen miserables a nuestros nietos, bisnietos, tataranietos… y así hasta cuando se difuminen nuestras huellas en el devenir de futuras generaciones.