El
sistema patriarcal, se mantiene y refuerza, gracias a la presencia de una cultura machista y otra marianista que está en la base de la relación
de la mayoría de hombres con las mujeres, algunas mujeres con los hombres y
entre las propias mujeres, especialmente cuando liberan de responsabilidad y
estimulan la virilidad, fuerza y poder de los varones de su entorno sobre la
pareja, hijas, otras mujeres y miembros vulnerables de la familia[1].
Las
relaciones conservadoras y/o machistas de hombres y mujeres respecto a los
hombres y sus congéneres, se encuentran en un estado de falsa negación de los
cambios y la entrega de sus esfuerzos a que los privilegios de poder del sistema patriarcal que benefician a hombres
en perjuicio de las mujeres permanente inalterables.
Obviamente
el interés de los hombres es no perder sus privilegios, en tanto que las
mujeres, se encuentran inspiradas tanto en el miedo al cambio por aferrarse a
los minúsculos privilegios que han acumulado, como por la incertidumbre que les
genera aquello desconocido.
En tanto
que ambos mujeres y hombres, se resisten a los cambios, están aterrados porque no saben cómo funcionar
bajo pautas de igualdad de derechos y obligaciones como la libertad individual.
Sólo este hecho de reconocer su miedo,
los(as) debiera hacer más permeables y
defensores de la educación de relaciones de
género para niñas(os), sin
embargo reaccionan contrariamente, como queriendo condenar a las siguientes
generaciones a sus propios padecimientos.
El machismo para su permanencia y
reproducción, requiere de una legitimación y soporte, esto lo encuentra en una cultura marianista que
viene a ser su balance como suele decir María Mercedes Velazco[2],
es la otra cara de la medalla. El Marianismo es la concepción y prácticas de
costumbres y valores, donde las mujeres se
asumen superiores al varón en ética, moral,
sacrificio, bondad, cuidado de la prole, la familia. Para ello asumen roles
de madre, esposa, hija, hermana, compañera, criada, cuasi esclava.
Las mujeres
marianistas, suelen auto designarse o son designadas por quienes tiene el poder
como guardianas
de la religión, cultura, los valores, las costumbres, la ética, los mitos, las
leyendas, los símbolos y el discurso de una sociedad, asegurándose que el mundo
permanezca inamovible[3],
inclusive esta idea y práctica se extiende hasta la política[4].
Según Fuller (1985), las manifestaciones de machismo y marianismo, no son necesariamente
binarios ni únicos, sino graduales hasta cuasi jerarquizados[5]
dependiendo del contexto y la dinámica de cada sociedad.
Bajo
este soporte y alianza incondicional entre patriarcado, machismo y marianismo, el sistema patriarcal sólo ha sufrido
algunos rasguños que le han obligado a:
- Ceder
algunos derechos a las mujeres, bajo
forma de concesión. Porque dura un tiempo, para luego ponerse en cuestión
y regresionar, como sucedió en el caso
peruano, con la ley de descanso del pre y post parto, lactancia para
madres trabajadoras, las cunas en los centros de trabajo con más de 50
mujeres, la edad de jubilación, el no despido por maternidad, etc. Obligando
a que la lucha feminista, vuelva a ocuparse de algo que creyó conquistado,
dejando entre paréntesis los pendientes y debilitando la atención a los de
turno.
- Reconocimiento
con trampa y/o sin aplicación, hay muchos ejemplos al respecto, es
decir se aprueba la ley y no se reglamente o se aprueba sin el espíritu
que lo impulso. Es el caso del aborto terapéutico, por riesgo de vida de
la madre, o bajo situación de embarazo por violación; el encarcelamiento del
padre ante el incumplimiento con la prestación de pensión alimenticia; la
aplicación de la cuota de género en los procesos electorales e instancias
de poder político del Estado; la paridad y alternancia en los partidos
políticos y el sector público, entre otros y
- Inofensivos
o consoladores, se refieren a derechos
que atienden a las formas pero no son
vinculantes ni cambia la relación entre mujeres y hombres, con prácticas
institucionales y toma de decisiones que han mantenido su dinámica y
sistema con costos tanto para mujeres como hombres. Por ejemplo el
Ministerio de la Mujer en el Perú, que desde sus inicios se ha ocupado de
todo menos centralmente del problema de la situación y condición de las
mujeres. La Policía Nacional donde si bien ingresan mujeres su situación y
posición es de carácter tradicional.
- Sin
posibilidad de retorno, son los derechos conquistados que no pueden
ser confiscados ni retroceder, si bien aparecen como pocos, son los que
han posibilitado la conquista de otros derechos: el voto, la emancipación,
la educación, el trabajo, el matrimonio libre y consentido, el
reconocimiento de puestos de trabajo sin sexo, el lenguaje inclusivo.
Los Hombres y sus dilemas ante los cambios sin retorno
La
mayoría de mujeres que hoy bordean los cuarenta años, saben qué quieren,
pueden, cómo ser y a dónde ir. Los hombres de su misma edad, en su mayoría se
descubren confundidos, no saben cómo ser, qué hacer ni a dónde ir[6].
Algunos confiesan que no quieren casarse ni tener familia, porque no saben cómo
lidiar con sus proyectos personales, de pareja y prole. Quienes no se han
casado suelen decir que están bien y han descubierto que lo bueno respecto a
sus pares es no haberse divorciado ya dos veces.
Algunos(as)
expertos(as) en estudios de masculinidades, han denominado a ello crisis de la
masculinidad[7],
personalmente creo que son procesos desfasados y desconectados entre mujeres y
hombres.
Las mujeres
con derechos, también han nacido en medio de familias y sociedades que les restringen
y niegan culturalmente el ejercicio de sus derechos. Siendo el mercado como la
era digital aquello que amplía la oferta de otros modos y mundos posibles, en
medio de un contexto de cambio e inestabilidad permanente donde requieren
hacerse fuertes y autosuficientes[8],
sin embargo recordemos que no se trata de un mercado a favor de la mujer, sino
que se adecua en función del potencial de consumo y cliente que es la mujer[9]
con poder adquisitivo, pese a ello se tiene a favor que se amplía el espacio
para la expresión y reflexión.
A los
hombres esas mismas familias y sociedades les han seguido notificando que sus privilegios se han mantenido inalterables,
socializándolos para seguir siendo el fuerte y valioso de la especie, sin
necesidad de esforzarse, ni competir, solo estar y ejercer con más poder que
antes, por los avances de la ciencia y tecnología. En tanto que la práctica de su
familia de origen se alejaba del discurso y de su propia experiencia personal,
la madre ya no es la tradicional ama de casa ni el padre es el único proveedor,
aun cuando ella siga teniendo doble jornada de trabajo.
Los
varones formados por madres que cambiaron
el mundo y su mundo, a veces en soledad y brazo partido, en otras en un
proceso exigente de ambos madre y padre de ser diferente a sus historias; no dudan que las mujeres tienen igual
capacidad, competencias y derechos que ellos, por cuanto su identidad se ha
afirmado sin mayor tensión ni altibajos que su propia lucha en hacerse de aquello
que pretende ser, compitiendo tanto con mujeres como hombres donde, quien gane
sea el mejor o colaborando para experiencias o triunfos colectivos.
Aquellos
que se hallan atrapados en un doble discurso socio-familiar-cultural en
contraste con una realidad inmediata como mediata donde el modelo de
masculinidad de sus padres y abuelos no sólo está en cuestión sino aparece
obsoleto. Y ellos como hombres nuevos, se
sienten rebasados por un mundo globalizado, digital, competitivo y cambiante,
que le impide o dificulta más tener proyecto de vida.
La
angustia del quiebre entre el ser y debe ser arroja a los nuevos hombres hacia
diversas apuestas:
- Asumir el discurso, tomando por la fuerza aquello que
cultural, mítica y simbólicamente “le pertenece” imponiendo su voluntad y
aniquilando a quien se oponga o rebele, por tanto la agresión contra la
mujer se torna más brutal que antes.
- Reconocer
que la realidad es otra y
hacer uso de su capacidad de reinvención, reentrenando su percepción,
flexibilizando sus patrones, asumiendo los cambios como retos y
comprometiéndose con su propio cambio y la reconfiguración de su propio
ser en relación con otros(as).
- Culpar
a los otros de su discapacidad y
renunciar al cambio, acomodándose entre las fallas sociales, culturales,
políticas y económicas, en una tensión permanente entre el discurso y la
práctica hasta cuasi la esquizofrenia.
- Acomodarse,
mimetizarse y revertir en favor, hay
quienes van sobre los beneficios del cambio, apareciendo como víctima y
victimizado en una soterrada lucha y culpabilizacion de su situación a las
mujeres por haber dejado de ser, aquello que fueron sus madres y abuelas,
son los que reclaman “Un Día Internacional para los Hombres”.
Algunos
se zambullen y renuncian a todo una vida por un instante, otros descubren que
hay que hacer camino al andar y algunos se hacen aliados de las luchas por la
igualdad. A ellos al igual que ellas, el mercado y la realidad les muestra que no
tienen el poder ni la condición del más fuerte, que no cuentan con referentes
afirmativos y si quieren hacerla diferencia tienen que embarcarse a construir,
reinventarse.
Pasos que animan
Los
cambios y oportunidades de vivir en igualdad de derechos que asuma y haga suyo
tanto mujeres como hombres de hoy, va a depender de su habilidad para hacerse
cargo de sí misma(o) y de su familia futura, si apuesta por ella, entre tanto
esto sucede, enfrentamos un escenario donde coexisten y perviven los diferentes
modelos, cada quien esforzándose por no extinguirse.
Pueda
que esta convivencia y proceso explique en parte la reducción de ciertas
brechas y profundización de otras. La conquista de nuevas prácticas por mujeres
y hombres en los diversos escenarios, como la brutalidad y extremos inexplicables
de aniquilamiento por un feminicida individual[10]
e institucionalizado sea al interior de un Estado democrático[11]
o fundamentalista[12]
respecto de la vida y el cuerpo de las mujeres.
Suele
decirse que cuando la noche se hace oscura, es que está a punto de amanecer,
quiero pensar como estoy dispuesta a creer, que tras este tiempo de atrocidad y
lucha frontal de las mujeres en alianza con los nuevos hombres contra un
sistema de organización social que niega la condición de unos respecto a otras,
vendrá un tiempo diferente.
Un
tiempo donde podamos mantener el 8 de marzo como Día Internacional de las
Mujeres, como fecha memorable, para recordar aquello que vivimos y sufrimos e
impedir que las diversas violencias contra las mujeres retornen a las vidas de
nuestras nietas, bisnietas, tataranietas y tornen miserables a nuestros nietos,
bisnietos, tataranietos… y así hasta cuando se difuminen nuestras huellas en el
devenir de futuras generaciones.
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