martes, 8 de enero de 2013

COMPARTIENDO AL CANCER: IN MEMORIAM DE VALOIS Y JACINTO

Cierre e inicio simbólico del tiempo, texto para los balances, pronósticos y parabienes. Ensayé más de uno durante los últimos días del 2012 en formatos varios, primera, segunda y tercera persona, sin lograr conciliar mis diversas miradas que cerraran el texto para compartirlo como suelo hacerlo. Finalmente suspendí esta tarea como aquella del 14 de febrero, optando por responder cada saludo personal de navidad y año nuevo, postergando la reflexión de la amistad, quizás lo concluya y deje fluir en febrero.
Esta primera semana de enero la vivo intensa y concentrada de dolor, que me recoloca en el escenario de las partidas, como el experimentado en Diciembre (2009) del cual queda por registro un artículo en este blog y el  sentimiento que lo inspiró,  hoy que con mayor serenidad. Está más de una fecha cercana, sin embargo fue Mayo del 2007 Junto a Carlos Salazar Peña y Mayo del 2010 durante la partida de Pedro Herrera Herrera, que me sumí   en un silencioso  viaje interno, y mucho más atrás, un tiempo como este -10 de enero de 1996-, donde el cuerpo de papá dejó de ser mediado por la morfina y liberó finalmente a su alma.


En estos días he vuelto a sentir dolor, primero por Valois Vilcapoma -6 de enero 2013- y, esta noche 8 de enero a las 9:00 p.m., con la partida de mi único tío materno Jacinto Herrera Trujillo, el segundo entre cinco sobrevivientes y cuarto en la jerarquía de hermanas/os. Parte para reencontrarse con su esposa tras un tiempo que siempre sintió muy largo –diez y ocho años a punto de cumplirse-, pero que jamás fue suficiente para amainar su amor por ella  o  resignarse a su ausencia, todo lo contrario, esperaba el fin de sus días para estar nuevamente juntos .

Para Valois escribí como reacción primera y colectiva, tratando de digerir el dolor de saber que ya no volvería a verla encarnada:
“Valois querida allí donde te encuentres, se queda conmigo tu sonrisa, gentileza, cariño, ánimo y entusiasmo de siempre, ante mis horarios extensos de lectura o cuando buceaba por los libros aun no disponibles.
Fue tu sabiduría aquella que me hizo comprender la dinámica inadvertida detrás de los anaqueles o a la siniestra del ambiente de la biblioteca de sociales.
Añoro nuestras coincidencias en cierre de largas jornadas invernales donde nuestros pasos acompasados y brazos unidos evitaban que el viento de la avenida central nos elevara.
Confió en que cuando vuelva a caminar en esas condiciones, si bien no me tomarás del brazo, te sentiré en la brisa de la tarde, la fuerza del viento de invierno o quizás en la bruma que suele envolvernos a quienes acostumbramos abandonar el campus cuasi a media noche.
Valois querida jamás pensé que te irías sin volver a verte luego de este largo periodo de detenimiento y pasos lentos que restringió mi desplazamiento al ala norte de la PUCP, tampoco que te irías en tiempos de descanso institucional con discreción como fue siempre tu ser, por eso comparto con las amigas y amigos de tu partida pueda ser que coincidamos en tu despedida “.
Puedo añadir después de haber asimilado el golpe y estado con ella en el tiempo de las despedida, que se fue como vivió amada, celebrada y reconocida por quién era. Rodeada por quienes compartió su vida, a l@s que hoy sin duda nos duele su partida, pero al mismo tiempo se instala en nuestro corazón lo mejor de su recuerdo. Aun estoy conmovida por la afirmación de uno de los hijos que la vida le dio a nombre de de tod@s: “Como todos ustedes saben mi tía fue soltera, pero aquí estamos todos sus sobrinos,  sus hijos, para hacer su voluntad y despedirla…”.
De Jacinto Herrera Trujillo, son escasos los recuerdos de niña y cortos los de adulta. Lo que sé de él es a través de la narrativa de Tía Juana, Margarita y mi madre. Ahora que lo pienso debió ser difícil forjarse una personalidad masculina y mantener armonía parental en medio de matriarcas a toda prueba. Ello explica en parte que la adultez se concentrara en su familia nuclear, para aproximarse a la relación fraternal en la madurez y post viudez. En la narrativa de las hermanas se asoma la imagen del hijo único, engreído por la madre y hermanas, algo contenido por el padre, destino de amor y cuidado parental, retornando a cambio de él una sutil distancia e indiferencia.
En cambio será recordado por ser un hombre profundamente enamorado de su mujer hasta el último de los días de ella (11 enero 1995) y más allá de su presencia corpórea, dispuesto a satisfacer todas sus exigencias con una sonrisa en los labios, al punto que fue su deseo colocaran en su féretro, los vestidos más bellos que aun quedaban de la difunta para que llegara a “la otra vida” con ellos para cambiar aquellos con los que partió.  No sé cómo fue en el papel de padre, sólo sé que a diferencia de muchos andinos de su tiempo no usó la violencia como recurso de formación para sus hijas e hijos, todos se emanciparon jóvenes, sea migrando a la capital de provincia o del país. Pero sé de su ternura con los infantes, viene a mi memoria su canto y baile para entretener con dedicación a mi hermana Lucy de apenas dos años, durante una estadía en casa, será por ello que en los pocos encuentros que tuve con él a lo largo de nuestra vida solía preguntarme sólo por ella "Cómo está niña Lucy", luego por mi madre y padre.
Pueda que los hombres andinos de su época –quien sabe si también los actuales y no andinos- recubrieran sus afectos, vínculos parentales y comunicación, con lenguajes, actitudes y posturas más simbólicas e implícitas que explícitas para dejarlos fluir sólo ante seres preferenciales, no amenazantes o  altamente sensible, como suele ser pareja amada  y l@s niñ@s. Mi tío solía ser discreto con sus gestos y mensajes, a diferencia de las mujeres que todo lo expresan, difunden, confunden, perdonan, olvidan y aman sin esperar retorno.
Valois y Jacinto se fueron de esta vida con pocos días de diferencia, dos seres que nunca se conocieron   se conectaron  en la muerte, enlazados a mi dolor por su partida, haciéndose parte de mi historia sin aun adivinarse. Pero, también compartieron durante sus últimos días la misma fiereza y letalidad que día a día aqueja a más mujeres y hombres en el país y el mundo, me refiero al cáncer. El cáncer, que hasta hoy poco o casi nada se sabe sobre su origen y curación pero sí se tiene mucho registro de sus diversidades, procesos y no discriminación.
Hoy sé, por todo lo que investigué y compartí luego de que partiera mi padre, que el cáncer es una enfermedad a la que tod@s estamos expuestos, somos potenciales candidatos sino portadores, por una y mil razones, pese a su dureza y exigencia puede ser cruel/generoso según como se asuma su presencia en nuestras vidas y en las vidas de aquell@s con quienes está entretejida nuestra vida.
Nuestra actitud ante su presencia, bien  puede  derivar en  la impotencia e incremento de su agresividad, independiente de si la   lucha es fiera para contenerla o rendición total. Está la posibilidad de, asumir el peso de su presencia, tomamos el tiempo que queda para ordenar, disponer y resolver, cerrar pendientes, recanalizar energías obstruidas, disponernos, abrirnos al amor, perdón y esperanza en el terreno que va más allá de la muerte para llegar al fin de nuestra vida en paz y plenitud.
Con papá viví esta experiencia –en dos días serán 17 años de ello- al igual que sus lecciones de valores en mi infancia, hablando de la vida y la muerte metafóricamente volviendo a los cuentos de niña, donde se producía el sincretismo de la religiosidad andino/occidental. Si existiría Shanshamarca (Infierno), allí donde el alma ha de purgar sus culpas hasta gastar sus ojotas de acero. O si habrá que atravesar yawarmayu (rio de sangre) nadando sin saber hacerlo, quién sabe si se logre atravezar descalzo el cashanani (camino de espinas), gracias  al auxilio del fiel perro, quien despejaría las espinas con  la cola, si se ha sido bondadoso en vida con un este animal. O si sería cierto que el purgatorio consistiría en construir todos los días un templo que se derrumbaría a penas culminada la primera misa luego de su construcción.
A veces con posturas más occidentales hablábamos si todos los justos en verdad estarían al lado Dios, y medio en broma él decía: “A mí como santo varón me tocará el lado de San Pedro”, pero nunca tocamos abiertamente, que en verdad se estaba muriendo, al punto que cada capsula de morfina era ingerida por él, pidiendo a Dios que pusiera su mano en ella para curarse.

Si de algo me arrepentí en su momento fue haberme dejado vencer por esa irracional idea que nos hace creer que un enfermo adquiere también incapacidad mental y emocional con la postración, al punto que nos da
derecho a expropiarle su derecho a vivir el tiempo de descuento a su modo y antojo. Este tiempo fue para mi padre ocho meses clavados, tal como pronosticó Ciro Maguiña, mi compañero y amigo, mi médico, mi ángel en ese entonces hoy sin duda de muchos otras personas, quien hizo menos penoso ese trance, por eso y muchas otros gestos estaré en eterna gratitud con él.
Once años después de mi padre, llegó la experiencia con Carlos, produciéndose mi maestría acelerada de relación con un enfermo terminal. Con él sólo tuvimos un mes, así que pese al resquemor del resto hablamos detallada y detenidamente sobre su estado, significado y proceso. Vivimos día y noche, haciendo de ese mes toda una vida, al punto que mi insomnio instalado permitió aliviar las noches a quien le dedicó cada minuto del día, su hermana/madre. Mientras nos reencontrábamos, reconciliábamos, hurgamos en el fondo de cada uno, aceptando aquello que persistía, cambiando aquello que permitía el espíritu e intacto aquello que fue declarado inamovible. Pueda que fueran sus cuarenta años, su modo de haber vivido, nuestra conexión/desconexión lo cierto es que aprendí la lección de mirarle a la enfermedad y la muerte a los ojos, sin que ello signifique que me haya despojado del dolor.
El dolor por humano es un sentimiento que nos recuerda de qué estamos hechos al igual que nuestra finitud. Cercana a él suele asomarse la tristeza, que antes que un sentimiento, es una actitud que suele colarse o asentarse en nuestro ser, dependiendo de cuando sea nuestra necesidad de ella. Algun@s pensamos que estamos preparad@s puesto que somos fuertes, vibrantes como un cascabel que todo lo espanta o imbuidos en aceite donde todo nos resbala. Pero la verdad, no siempre sucede así, yo descubrí que se coló bien al fondo, en algún momento de descuido y se instaló por más de una década,  hasta cuando Rosa Rivero la develó y me apoyo a desprenderme de ella.
Dejé partir a la tristeza cuando asumí que no estaba vacunada contra el dolor y asumí su valor e importancia, la necesidad de expresarlo. Ahora estoy convencida que esta es una buena vía para descubrir la reserva de resistencia que poseemos y de cuanto espacio nos queda para el crecimiento de la voluntad, la fuerza y el alma. Al mismo tiempo que aprendemos día a día a hallar las conexiones para procesarlo y dejar que fluya sin morir en el intento.
Escribir es para mí una de las conexiones, otra encender una vela y orar, por quienes con su partida me recuerdan mi propia finitud, temporalidad, donde cada minuto cuenta para seguir esforzándome en ser mejor persona, sé que esto es más fácil pensarlo, decirlo y escribirlo que hacerlo, pero sé también, que no estoy sola en ese propósito, que los seres de luz de esta y otra dimensiones me acompañan en ese esfuerzo, a cada momento de mi tiempo, adquiriendo las voces y rostros precisos.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

GENIALIDAD ELOCUENTE


Desperté de madrugada todo estaba húmedo y con llovizna de verano re-tardado. Me esperaba una jornada dedicada a la democracia, explorada desde aproximaciones y algunas certezas sobre buen gobierno y derechos humanos, sin embargo, similar a muchos planes del 2012 no evolucionaría a más de eso. Mi estado corpóreo que en este tiempo define el ritmo de mis proyectos, se impuso nuevamente. Y una vez más me refugié en la virtud de la paciencia, mi compañera inagotable, concentrándome en los estadios kantianos, desde esas primeras horas que marca al nuevo día, dejándome invadir por la filosofía positivista desde la perspectiva de este mí tiempo.  

Una llamada hizo que entrelazara recuerdos, afectos, ocupaciones suspendidas. Impulsándome a retomar pendientes para liberarlos hacia su propio derrotero. Cuando me refiero a pendientes, quiero decir que desde hace unos años, cuento con una carpeta electrónica donde he acumulado una serie de reflexiones y artículos en proceso. Descubriendo por enésima vez, que muchos esperan su momento y seguramente algunos quedarán en esbozo[1], similar a escritos de hombres y mujeres que me antecedieron y a quienes me aproximé con esa licencia de quienes hacemos de la investigación una labor cotidiana, hurgando en el pasado, presente y  a veces tentando al futuro.  

Los escritos inconclusos aparecieron ante mí allá por los noventa, de un siglo que ya no existe, como no existe el contexto socio-político, económico y mis percepciones de entonces, parapetada en un edificio por donde no transcurre el tiempo[2], teniendo como telón de fondo al tráfico infernal que día a día afirmaba la selva de cemento,  unas veces más que otras exacerbado por conflictos que movilizaban a la ciudadanía  durante los últimos tres años de un oncenio lleno de oprobio bajo el gobierno de Fujimori y Montesinos[3]. 

Pueda que por ello,  que a los escritos inconclusos bajo formato de cartas, ensayos o pronunciamientos de la Asociación Pro-Indígena (1909-1916),  Dora Mayer, Pedro Zulen, Juaquín Capelo... etc.  los percibí  y catalogué como pensamientos nacientes, suspendidos, inconfesos o subversivos.  Hoy que experimento en primera persona auto-hallazgos de escritos también inacabados, descubro que mis supuestos dejaron de considerar que muchos textos cuando permanecen en formato de proyecto tiene que ver tanto con el significado como su significante en el que fueron inspirados y el contexto desde donde emergen. Dependiendo de ello que: se exprese en signos, permanezcan en condición de reflexión intraducible, acción incontenible o sólo esboso.   

Uno de mis pendientes, que abandonará su estado corresponde a los  misteriosos lazos con los que la vida me aproximó a la  genialidad elocuente de un adolescente apenas inaugurando los catorce años de edad, que se me revelaba como un ser y espíritu fuera de los casos estándar con los que me hallaba cotidianamente cuando combinaba mi labor de investigadora con el de docente.  

Había sido nombrado   en su significado como elocuente en hebreo y a medida que fue develándose su genialidad, mostró que respondía con creces a su significante. En el breve tiempo de dos meses fui iluminada con su elocuencia esclarecedora, es decir, su capacidad para transmitir con claridad  su genialidad transformada en idea aun impregnada de interrogantes,  tendiendo un puente que aproxime nuestras perspectivas y reduzca la brecha generacional. 

Genialidad elocuente, en ese tiempo de nuestra mutua aproximacón, era a momentos distante de la excentricidad o extravagancia, que pugnaba por autonomizarse, unas veces corriendo tras los pasos de Platón y en otros a través de los laberintos de Einstein. Asomándose a diversos planos y dimensiones hasta trascender al espacio y tiempo, o bien detenido en la búsqueda de su cara amigable para la aproximación y comprensión de sus pares, intentando quizás de este modo, hallar un lenguaje compartido como aseguraba frecuentemente “mirar el comportamiento de los hechos desde las leyes de la física es hallar un modo diferente de explicarnos las cosas, rompiendo esta manera de alejar el conocimiento de todos, para hacerlo sólo de algunos”.  

En otros momentos se expresaba intentando  liberar heroicamente  a su espíritu para entroncarla con obras de otras genialidades a los que seguia los pasos. Pretendia expresar su don, en el sentido de hacerlo tangible y real al mismo tiempo que asumía la responsabilidad de “estar aquí y ahora” (Aisemberg y Melamud: 2006, 53)[4], para colocar su conocimiento al servicio y manejo de todos. Presionándose así mismo al descubrimiento de los mecanismos que diera contenido a su elocuencia, hallando en ese proceso su propia misión. A instantes  distraído por su alter ego, con o sin su complicidad, urgiéndole  proveer de tangibilidad a cada idea en proceso. Aun cuando traducirla  era un  desafío movilizador,   también se eregia como trampa, hasta el filo del detenimiento e inmovilidad.

Cuando finalmente su esfuerzo adquiría condición de producto, debía moverse entre  la vorágine competitiva de un escenario definido por tiempo y espacio diferente al del pensamiento con libre albedrio, donde se sentía bien y a gusto, allí donde emerge, crece, se transforma, va y vuelve la genialidad hasta hallar el medio de expresión propia, inconfundible, incuestionable, incontrastable, irrepetible e inalienable.
Mostrándome y mostrándole en términos de Foucault (1986)[5] el modo como lo mundano produce el sometimiento a la forma superior de lucidez y verdad que contiene la genialidad, que se despliega en toda su magnitud pero con límite, cuando es constreñido a los principios de la propiedad privada o truncada sus posibilidades en producto. Puesto que la norma y costumbres sociales lo protegen sólo en un tiempo y espacio no mayor a una década, por su relación directa con la equivalencia del valor material en el que se traduce.
Hasta cuando me hallé con genialidad elocuente, mi labor se concentraba en despertar y apoyar el desarrollo del pensamiento, reflexión, conciencia, ser y hacer de mujeres y hombres diversos como corresponde al mosaico de nuestra composición socio cultural urbana y rural del país. Sea halando desde el frente o empujando desde atrás, dependiendo de donde se ubiquen, dentro de un sistema neoliberal que los distribuye por estratos, difuminando sutilmente a las clases por complejas y complejizantes, pero principalmente para eliminar normativamente las relaciones de unas con otras en aras de la gobernabilidad, que tiene como transfondo la pervivencia de un sistema pese a sus límites.
Ontológicamente el encuentro con genialidad elocuente, me asomó a la docencia con sus propias exigencias, distante a lo desplegado en mi tiempo previo, permitiéndome una vez más validar el principio de aprendizaje permanente como ser. En  correspondencia a mi rol de facilitadora del proceso y método de investigación de las ciencias sociales, él me revelaba la simpleza de los misterios de las ciencias exactas, sin dejar de ser un frágil adolescente ante mis ojos, expuesto a los riesgos que provenía de su potencial incomprendido. Recordándome a momentos mi experiencia menos pedagógica y más materna con Amet, cuya genialidad descubrió su propio derrotero, para unos  poco exitoso por irrentable, pero para sí invaluable, por que le permitía  ser dueño de su propio libre albedrio viviendo a su modo, con los oficios y beneficios a los que lo aproximan y por momentos aleja su genialidad.
Muchas veces me he preguntado las razones por las que los espíritus que traen consigo la genialidad suelen enfrentarse a la fragilidad de la materia y siempre me asombro de lo que puedo hallar al respecto. Lo más destacado en la historia de la humanidad es la convivencia cuasi constante de dos variables: creatividad/padecimiento corporal. Como el que experimentó Beethoven, y aquello compartido por  Mozart, CervantesSaavedra, Van Gogh alrededor de cuyos legados de vida, hoy se intenta comprender el papel de que juega la enfermedad. Los/as entendidos suelen inclinarse en el mayor de los casos hacia el desarrollo de la capacidad de resiliencia en la conducta humana que alimenta la capacidad creadora y genialidad. No falta quienes se inclinan porque la genialidad sólo puede emerger de la enajenación como el que atribuyen a EdgarAllan Poe, Miguel Ángel, Virginia Wolf, Piort Tchaikosvsky, Cari Grand, perspectiva que muchas veces recubre la autocomplacencia para quienes reconociéndose como ‘constante’ se sienten amenazados por la genialidad de personas excepcionales.
A estas miradas y otras que sin duda se vienen desarrollando alrededor de genialidad/padecimiento corporal, mi comprensión intenta seguir su propia ruta excepcional. Estoy convencida que aquello  que estimula a determinadas personas ser fuente inagotable de ideas, ergo genialidad, es su espíritu superior y como tal poseedor de cualidades, exigencias y retos de similar calibre que desborda a su dimensión corpórea de sujeto común, liberándose  a pesar de ella. Lo deseable para  los seres humanos en general, es el equilibrio de las diversas dimensiones de su ser, cosa que no sucede con ninguno, puesto que  una de sus dimensiones inclina el trompo hacia uno u otro lado, aun cuando su esfuerzo está centrado en el equilibrio o giro armónico. Por tanto, no es de extrañar que los casos excepcionales afronten también situaciones excepcionales, siendo importante en uno y otro caso la oportunidad de ser amad@, respetad@, valorad@ y disfrutad@ en su ser, ritmo y tiempo.
Recordar que independiente del don que unos y otros poseemos compartimos un cuerpo dúctil como finito por ello exigente a los adelantos de la ciencia, su intervención y manipulación. Sin duda unos con más premura que otros dependiendo del cristal con que se mire, están quienes buscan liberarse de padecimientos reales, recuperándose de una invasión corpórea. También los que  valoramos los sabores de la vida luego de detenernos y contemplarla. O quienes viven cada día como si fuera el último porque se le ha revelado o han develado los misterios de la vida. Están también quienes recrean necesidades e imperfecciones imaginarias e intentan modificar lo perfecto, extender y confundir al implacable tiempo actuando incontenible sobre nuestra naturaleza finita.
En el caso de genialidad elocuente, hoy se casi nada de sus padecimientos, sólo que existen y producirán en él la resiliencia que muchos otros experimentaron, alimentando su genialidad pero sobre todo esa percepción diferente del mundo de donde emana inagotables ideas y sentimientos profundos de amor por seres no tan excepcionales como él pero sí semejantes que le dan sentido a contenido a cada uno de sus actos.
En este momento agradezco a la vida y sus misterios que permitió conocernos, aproximarnos y asomarnos uno respecto al otro, más allá de lo corpóreo, el espíritu que nos mueve e inspira. En un tiempo como este, donde todo es torbellino, tiene un móvil y está sujeto a constante cambio; aproximarme a su espíritu y abonar en su alma por un breve momento ha sido una experiencia  casi religiosa de docencia.
Por lo vivido, compartido y lo que quede por venir, hoy encenderé una llama que lo llene de energía y recuerde que más allá de nuestro SER persiste la fuente de la espiritualidad que nos acompaña,  proveyendo y acogiendo amor. Amor que enciente e ilumina cada instante de nuestra vida, en el que nos inspiramos, reeditamos y alimentamos día a día, a veces expresamente y otras implícitamente en silencio que es recogimiento.


[1] Develándome que el pensamiento sigue imponiéndose a mi disposición y capacidad de registro
[2] La Biblioteca Nacional en su antiguo local de la Av. Abancay.
[3] A fines del 2012, esperan uno antes que otro ser amnistiado de sus delitos de lesa humanidad que los ha recluido en sus cárceles suigéneris: a Fujimori en un ambientes acondicionado y exclusivo su investidura de presidente de la delincuencia donde despliega su dimensión artística y a Montensinos en los ambientes que el mismo acondicionó para quienes fueron una amenaza pública de gran envergadura.
[4] AISENBERG, Sandra; MELAMUD,  Eduardo Ser índigo: cómo despertar los dones, Editorial Kier, 2006, 159 p.  
[5] FOUCAULT, Michael. Vigilar y Castigar: Nacimiento de la Prisión, ed. Siglo XXI, Barcelona, 2004, 314 p.
 

lunes, 18 de junio de 2012

REAPRENDIENDO A SER FUENTE Y DESTINO

No es sencillo entender y asumir una situación que abruptamente modifica tu vida cotidiana, primero dices: "esto no me pasa a mí, no puede ser", es el primer estado, la negación. Luego te aferras a pensar que es: "sólo un mal sueño, que pronto despertarás", es la tentación de la fuga al cual los seres humanos recurrimos como mecanismo de protección para mantener el equilibrio emocional.

Sin embargo el mecanismo de defensa cumple un papel efímero, debido a que si se instala y permanece, cruzamos esa línea cuasi impercetible de la enajenación que nos advertía mi profesor de psicopatología, durante el diplomado de psicología, a mediados de los años ochenta.

Cuando te haces consciente que los hechos existen, que debes asumirlo, buscas una explicación, la razón viene en tu auxilio. Y claro, la primera tentación es buscar responsables: el carro, el chofer, el semáforo, el tráfico,  etc. Todos externos a una, es el primer camino fácil por donde transitamos en un momento de crisis.  El segundo pensamiento, para quienes tenemos tatuado en la memoria el sentimiento de culpa, antes de hundirte en la depresión, viene a tu auxilio el olvido, la amnesia temporal, quien sabe si voluntaria, no recuerdas nada hasta el limite con la inconsciencia. 

Algunos(as) lloran se quejan, maldicen hasta transitar al papel de víctima, que justifique su hosquedad, abuso y maltrato de quienes sirven de apoyo, ayuda y literalmente sustitución de la discapacidad. Para mi fortuna, soy poco quejosa y como carezco de experienncia en inmovilidad, todo lo agradezco, mi compañera de día y noche es gracias. 
Y para quienes aprendemos de nuestros errores o situaciones extremas, hacemos uso de nuestra capacidad  de unir, atar, recuperar. De niña era los rompecabezas, como profesional la práctica de deconstruir y reconstruir los hechos permiten hallar las huellas del futuro, allí  es donde surge la esperanza.

En este proceso el sentimiento de dependencia se transforma en compañía, dejando que la experimentes a todo costo. Al cual primero te revelas, luego te incomoda, agota y por momentos se torna doloroso. Cuando todo esto se extingue, como el dolor físico con el que convives, te perdonas y pides perdón.

Agradeces a Dios o los dioses y diosas en quienes crees, por este tiempo lleno de milagros, magia, buenos deseos, amores expresos, gestos elocuentes que escasean cuando no te detienes. Entonces comprendes el sentido de los hechos, el cambio que viene con él y a través suyo. Cobra sentido y contenido la frase “nada sucede por casualidad”, ni más allá de lo que puedes asumir y resolver.

Cuando comprendes que no importa ¿Cómo?, sino que es la nueva situación instalada, es cuando te haces cargo, asumiendo que algo de ti se ha detenido, tomado licencia, se ha dejado escuchar. Es cuando te percatas del papel que venía jugando en tu vida tu perspectiva de la vida y tu propia vida, cuán importante era y es, el modo como ha sido usada y abusada. Es el momento en que te haces consciente de la importancia que tienes tú para ti. Y celebras un compromiso contigo misma(o) por un trato diferente en el futuro. Igual o mayor a aquello que mueve tus días por las(os) otros, llenándote de indignación cuando se trata de una situación de abuso, olvidando que ese abuso lo reproduces sistemática y sostenidamente a esa parte tuya que decidió revelarse, detenerse.

Poco a poco, a medida que transcurre el tiempo, te haces protagonista del nuevo estado, colocas atención a los recursos con que cuentas, las habilidades y capacidades invernantes, las redes construidas, los amores sembrados y los frutos disponibles. Eliges tu mejor sonrisa, te transformas en fuente y destino, estrenas tu disposición, descubriendo no hay dependencia, sólo retorno de buen amor. Te reacomodas, lentamente te haces receptora y fuente de valoración al apoyo, la facilitación, acunas a tuyo doliente, quien pidió licencia y requiere de nuevas fuentes de amor.


Así es como se reaprende, aquello que sucedió hace tanto tiempo que casi se había borrado de tu recuerdo. El modo y tiempo que llevó poner en movimiento cada uno de tus funciones motrices, habilidades, destrezas y capacidades. Cuando valoras cada respiro, movimiento, sensación, pensamiento y sentimiento, descubres cuan mágica es la vida, esa que acostumbramos a recubrir de pretextos. Y te detienes a pensar en las razones por las que siempre has corrido, lo que cuesta detenerte, el modo como dejaste de vivir al tiempo a cambio que te hiciera adicta, cuanto más te eludía más ibas tras él, hasta dejarte arrasar, impidiéndote ser, hacer y estar.

domingo, 17 de junio de 2012

IN MEMORIAM MARGARITA SEGURA SALAZAR

Marcha al cierre de campaña electoral del gobierno local
Es la una del día del domingo 17 de junio del 2012, ingreso a la red porque una cita prevista   que culminaba a esta hora, no se concretó, el celular estaba silencioso y necesitaba conocer sus razones por esta vía. 
La pantalla me golpeó, con tres mensajes  de tres amigas. La primera lanzando un SOS desde la profundidad de su dolor que se torna tristeza, la segunda desde su dolor que se expande hasta situarse en el centro de mi ser y la tercera  emergiendo de su dolor y urgencia para anunciarme que optó por abandonar a su tristeza  disfrazada de angustia, sumándole nuevos aciertos a su esfuerzo por  ponerse al día, disfrutando lo que la vida le da a borbotones amor, seres de luz y sapiensa.
Los tres mensajes me provocaron una serie de sentimientos, pero una vez mas el sentimiento de vacio que provoca la pérdidame ha llevado tres horas para asimilarlo.  En este momento,  decido primero procesar mi dolor para acercarme al dolor de quien me ha enviado un SOS, porque la vida me ha enseñado que no puedes ofrecer a otr@, aquello que no posees ni eres capaz de  hacer contigo mism@, tampoco puedes transmitir el contenido de aquello que no estás profundamente convencid@, ergo dispuesto a hacerlo, en una palabra coherencia de sentimiento, pensamiento, acción, fe y espíritu, de donde emerge la esperanza con el que espero llenar a mi bote salva vida hasta el Brasil. Mientras  tanto, dejo ser feliz a quien me ha postergado sabiamente.
Mi dolor suelo procesarlo del único modo que sé hacerlo, sacándolo de adentro para afuera para exorcizarlo. Esta práctica me permite aceptarlo, reconocerlo y liberarme. Suelo liberar mi dolor, reconociendo su existencia y dándole  forma mediante el registro y cuando lo comparto, adquiere libre albedrio en la red. Me libero liberándolo. He descubierto sentimiento tras sentimiento, este modo de registro, que desde mi perspectiva en una vertiente enervada de la escritura, aquella que ayuda a distanciarnos de nuestros sentimientos  para aceptarlos, comprenderlos, volver a ellos con serenidad,  evitando nos estrangule  o hunda en la tristeza hasta inmovilizarnos de espanto. Suelo recuperar de este modo mi SER para seguir siendo fuente y destino de amor.   
Aún me cuesta expresar mi sentimiento de este momento respecto a  Margarita Segura Salazar, mi amiga con quien me unió  la coincidencia de un apellido, que no alcanzó la trama del parentesco consanguíneo ni de origen. Ella heredó el Salazar de su madre y yo de mi padre, un Salazar de sexta generación carente de hermanas.   Ella nació en Lima un 14 de Septiembre, en mi caso fue cerrando el verano,  en el ombligo del Callejón de Conchucos. La vida nos acercó en nuestra alma mater (PUCP), pisamos los mismos ambientes y debatimos con los mismos interlocutores de Ciencias Sociales sin importar los tiempos. Nos reencontramos y unimos desde nuestra condición de mujeres en la calle, las plazas, hasta hacer de lo público privado y viceversa.
“El día sábado, Margarita Segura Salazar ha muerto de paro cardiaco...”, me dice el mensaje breve de Juanita, produciéndome primero incredulidad. La negación, es el recurso que  emerge de mi subconsciente, como  primer recurso de defensa frente al dolor.  Mi segundo sentimiento es el silencio y la nada. La culminación de la vida de un ser amado, genera dolor en quien sobrevive por el sentimiento de pérdida que es lo primero que se impone. Los pensamientos se agolpan, mientras traduzco la pérdida. No volveré a escuchar su voz, ni su  tacto me animará a tomar la siguiente calle durante una marcha, no volveré a escuchar el sonido de su risa tampoco la fuerza de su grito. Mi detenimiento de hoy impedirá que sea su “amiga hasta la muerte”, porque no la acompañaré en su última instancia, el dolor es lacerante y mi quebranto me acoge. Mientras escribo viene a mi recuerdo diversos momentos compartidos, mensajes y agendas intercambiadas, sueños coincidentes.
Margarita se fue de esta dimensión, por una afección que proviene de vivir como ella lo hizo, con intensidad, vehemencia, entrega  y sin respiro. Colocando en cada uno de sus actos no sólo conciencia, práctica y  compromiso que acompaña al activismo, sino eso que nos aproximó: amor, pasión, sentimiento y esperanza por cambiar una realidad que desde su mirar y nuestra lectura compartida era y sigue siendo inaceptable, injusta y contradictoria con la condición del ser humano. Una situación de   negación y degradación intolerable de derechos de la mayoría, en una sociedad y   tiempo donde nada nos fue ni sigue siendo fácil, especialmente para la mayoría de mujeres. Más cruel e innegable cuando se entrelaza con factores  de género,  edad, historia, raza, etnia, clase, idioma, preferencia sexual y religiosa.
Situación que atraviesa y se reproduce en todos los espacios y escenarios, incluyendo aquellos construidos por nosotras mismas en un terco intento por ejercer el poder y el derecho como aspiramos. Empeñadas en hacer la diferencia de la práctica política sustrayéndonos a la condena de ser mujeres en un país profundamente inequitativo, excluyente, discriminador, indiferente e injusto. Pais que aun en esas condiciones no podemos negar ni desprendernos, al ser parte de quienes somos, igual lo amamos en una relación de amor odio cuasi melodramático. Al que trascendemos con nuestro convencimiento que es posible el cambio a partir de nuestro cambio.
Mi dolor se instala en el palco, mientras la imagen de Margarita   toma el escenario, allí se reedita nuestras coincidencias y discrepancias, las frecuentes conversas  de apuestas, los referentes colectivos, los cuestionamientos que  solas y en compañía solíamos tener a cerca de cómo cambiar el mundo sin perdernos y sin morir en el intento.  Cómo desprendernos de viejas prácticas socio-culturales-politicas que cuestionábamos, pero que antes de contar tres reproducíamos cuasi inconscientemente, recordándonos que sólo poseíamos el privilegio del cuestionamiento,  puesto que eramos parte de lo innegaable,  nuestra condición de  sujeto social, impregnando  nuestro ADN social con todas sus herencias, sean estas como dones o taras nos condenaban hasta la quinta generación,  con el cual debíamos batallar cotidianamente. Por ello la importancia de andar juntas, para advertimos oportunamente  una a otra el riesgo de los retornos,  estancamientos, desviaciones y/o reproducción de  prácticas históricas bajo nuevas denominaciones.
Con Margarita nos unió un café al paso, mucho mejor si era un huarique. La calle durante innumerables marchas, compartiendo un escalón o confundidas con tod@s. Los colectivos uniendo o confrontando miradas opuestas. Y en cada caso con suficiente espacio, para  cerrarlo con conversas  esperanzadoras,  cuyo pacto implícito derivaba en que cada uno de nuestros actos personales y colectivos, compartidos o independientes los dirigiéramos a cambiar el mundo. Soñábamos y continuaré con ese sueño, de que siempre habrá esperanza mientras en nuestras vidas asumamos el compromiso consciente y subconsciente de hacer la diferencia y asumir el costo de nuestros actos y silencios.
La partida de Margarita, vuelve a colocarme ante mi propia agenda advertida desde el 14 febrero. Una agenda  que parte de la necesidad de  un tiempo para vivir y cerrar pendientes, insistir en sueños, continuar haciéndome cargo de aquello que me toca hacer  en este mi tiempo en la tierra, mientras viajo hacia adentro y aprendo las lecciones.
Una de ellas que se ata a la muerte, es  la fragilidad de la vida. La  vida  que hoy poseemos,  si bien es lo más fuerte y valioso, al punto que da origen al único instinto humano que es la sobrevivencia, al mismo tiempo  es leve y fugaz con una finitud impredecible.
Saber que no podré volveré  a sentir  ni abrazar  con todos mis sentidos vivos a Margarita, me recuerda la segunda lección, El cuerpo es el único medio a través del cual podemos interactuar profundamente,  expresar sentimientos y emociones. Un milagro y misterio de la vida, que pocas veces cuidamos, comprendemos  y valoramos, salvo para revestirlo del modo que se nos antoja para satisfacer el ego o las exigencias del poder  coyuntural. Olvidamos neciamente que el soplo de vida puede abandonar  en cualquier momento a nuestro cuerpo estresado,  devaluado, explotado,  adornado  y a veces torturado según nuestro capricho. Para ello basta sólo unos segundos, es suficiente con dejar de respirar voluntaria o involuntariamente.
El tiempo de Margarita en la tierra llegó a su fin,  ha trascendido a una dimensión escasamente conocida por cada uno  de nosotr@s aun cuando sea pre-sentida. Aquello que compartimos ambas, pertenecerá conmigo, lo vivido como colectivo  forma parte de una historia que habla o calla de un  nosotr@s y cada caso tiene su propio significado y significante.  
Cuando cada acto personal y del ‘nosotr@s’  que permitió reconocernos y vivirnos, re- inspirado en la esencia de Margarita, sea compartido con  otr@s  y las nuevas generaciones,  fluirá su energía para inspirar nuevas vidas y práctica mientras permanezcamos en la tierra, impidiendo que su SER fenezca,  permitiéndole la eternidad etérea.
Hasta siempre Margarita Segura Salazar, amiga, confidente, compañera y semejante de este nuestro tiempo en la tierra, estoy segura que desde donde hoy te encuentras, percibes los  sentimientos que alimentaron este escrito a modo de homenaje  personal a tu partida,  que me antecede. Estoy segura que cuando me llegue mi propia finitud, sentiré  menos incierto la siguiente dimensión,   porque  sé que estarás preparando la acogida como solías hacerlo,  para retomar nuestras conversas de a dos,  no sé bajo que contexto ni ambiente, eso te lo dejo a ti en tu condición de anfitriona.

Con amor que enjuga al dolor Catalina

martes, 15 de mayo de 2012

DESCORRIENDO EL VELO DE LA MATERNIDAD

Magia, misterio y exigencia... será Sin duda el título o por lo menos contenido de un articulo futuro, que resumí en el mensaje de texto: "Querida... más allá de la dimensión comercial e interesada de la maternidad, espero hayas pasado un lindo día. Hago votos porque te sigas reinventando en uno de los roles más exigentes, mágicos y aleccionadores...", enviado vía celular a   mis amigas que ejercen el rol de la maternidad como secuela biológica luego de un embarazo y parto. O como mandato social porque cumplen una labor adquirida como extensión de su maternidad. Pueda que también como herencia cultural porque suelen reproducir en cada uno de sus actos una relación maternalistas con los suyos y ajenos.  Sin duda habrá algo  de espiritual, sea   enlazado  la maternidad con su misterio general, unos dirian que su rol de madre  vienen  impreso en sus genes otros donde me incluyo   parte de su karma/ darma.
Algunas respondieron reactivamente a mi mensaje, por la misma vía. Otras llamaron como gesto de reciprocidad y el resto lo comentó a su modo por diversos medios virtuales, en mi caso me inmovilicé hasta este momento, pueda ser por mi dificultad de hoy, para hablar y hasta escribir. O porque no me sentí aludida, puesto que más de una volvió a colocar sobre la mesa una interrogante de niña: ¿Por qué  cuando creen que  te conoce algo te rebautiza? al punto que no te sientes aludida,  un  tema más para un artículo.
El trece de Mayo ha sido una fecha de un doble homenaje en mi caso, el recuerdo de la partida de un ser amado que me permitió reconocer las fronteras de la vida con la muerte. El domingo   cumplió dos años de la partida de mi hermano mayor Pedro Herrera, que dejó de ser mi primo desde cuando nací porque según mi madre un niño adolescente de catorce años suspendió sus travesuras para seguir mis pasos inseguros,  más adelante protegerme  durante las horas laborales de mi madre y animarme en mis proyectos.

Mis recuerdos de él son de siempre, fue uno de los pocos hombres con quien compartí  y viví su ternura, honestidad, gratuidad, solidaridad y brutal sinceridad. Con él aprendí la reciprocidad y la satisfacción que se acomoda en el estómago, ante el brillo de sus ojos con las cosas simples de la vida, nunca me negó ni le negué nada, estuve y estuvo a mi lado siempre que fue necesario, como sucedió en el tiempo de su partida. Aun en ese momento ante mi dolor y duda,  recibí como  gesto de su reciprocidad el contacto con su alma, con el  escalé un peldaño nuevo en lo espiritual, al comunicarme con su cuerpo etéreo. Será por eso que la vela encendida de este tiempo me acompañó tres días y noches.
El trece de Mayo, también se correspondió  con el calendario social para  celebrar  a la Madre, teniendo como contexto a una sociedad machista y marianista donde se exacerba el rol materno y estereotipada de una madre santa, sacrificada y pura,   reedición de la Virgen María deshumanizada  en nuestro tiempo. Invisibilizando  y satirizando a las madres de carne y hueso que están en rededor,  aquellas que públicamente  cubren las portadas de periódicos con prácticas inversas. Y que en lo privado, cuando se tiene fuerzas para mirarse  ante el espejo y reflexionar la relación con de un hij@  con su madre o de una madre con su hij@,  le genera tensión y conflicto entre la imagen simbólica de la maternidad ideal distante de la real. Experimentando sentimientos de culpa,   frustración, dolor y resentimiento, olvidando que la maternidad al igual que muchos roles humanos son variados.

Cada quien cuando  ha elegido o asumido reproducir su propia maternidad, pone en práctica el único modo   que ha aprendido, el de su madre  o el de otras madres próximas. Pero nada de lo aprendido ni ensayado le asegura el éxito de su rol materno, sólo la tranquilidad de haberlo intentando  lo mejor posible mientras la vida de otro ser ha dependido de ella.
La celebración del día de la madre en mi caso, fue la suma de un día  domingo más en familia. Con brazos, gestos y un compartir llenos de  amor  que nos permite celebrar nuestros acontecimientos privados como el mejor y el más importante. Este domingo  fuimos once,  nuestro núcleo cotidiano de cinco,  crece a nueve domingo a domingo con Janet, José, María José y   Belén de Jesús. Este domingo se extendió a once con la grata  compañía de la abuela María, mamá de mi cuñado y su hermano mayor Víctor.
En realidad no dormí, pero ese es otro cuento. Mi hermana  Luz que iluminó mi día y aligeró  mi desvelo,  con un jugo de melón  y el desayuno en cama, como cada mañana  desde hace 51 días, esta vez tuvo que hacer un doble viaje a la cocina,  pues su  mano  izquierda está  inmovilizada   por una férula  producto de un daño colateral  de mi estado. Desde hace dos semanas compartimos sesiones de rehabilitación, apoyarme sostenidamente le ha producido contractura y tendonistitis.  Nos abrazamos,  este abrazo fue de felicitación y agradecimiento por ser la gran madre   para  todas y todos en casa,  distinto al abrazo  cotidiano de  perdón, fortalecimiento y ánimo   propio de  este tiempo.
Los gestos fueron  intercambio de haceres   producto de los dones da cada quien. Luz preparó con  asistencia de Pancho y Rodrigo en el trabajo pesado, un   lechón al horno que le salió como siempre celestial, al punto que José quien había quedado en almorzar con su madre, decidió cambiarlo por una cena. Janet trajo el delicioso Pie de Limón, en atención a mi debilidad por este postre. Mamá hizo su especialidad: ají triturado en batán y ensalada con mucha yerbabuena para facilitar la digestión. Los hombres, pusieron la mesa, nos sirvieron y atendieron. En mi caso  por mi movilidad restringida   preparé durante toda la semana previa y   amanecida del sábado,   labores a crochet y bisutería para regalos  propios y ajenos–Rodrigo fue mi único cliente porque me compró tres juegos de collares y pendientes-.
 De mis gestos, Luz fue la primera, eligió los pendientes más  largos con cuentas  de metal que van desde el tono  plata brillante hasta  el  quemado diciendo: “No sé porqué pero se me ha antojado aretes largos”. Mamá    fue feliz por los aderezos de azul iridiscente sobre una base    dorada,  siempre pienso  que fue reina en su vida anterior, le encantan los brillos y el dorado,    lució sus pendientes y collar con su frase eterna: “Hija aun estando así te has ocupado de mí”. Janet estuvo  feliz con los  pisos que esta vez tejí para ella: “Pupoti,  que lindo pero quiero mi mantel, el piso que 'me llevé el domingo', está luciéndose en mi sala”.  La abuela María  se alegró de sus pendientes y collar negro que combina con su luto persistente, cuando Rodrigo le hizo entrega de su presente.
Los cuatro  hombres hicieron lo suyo, se acomodaron en la  sala, la mesa del comedor solo fue de mujeres,  mamá hizo el brindis mientras asumía una vez más su matriarcado: “Agradezcamos a Dios la oportunidad de estar juntos, todo lo que nos pasa nos hace más fuertes y unidos”.   Seguida por la abuela María y cada una de nosotras las hijas y niet@, bisnietas. Mayu, dejó de ser demandante en la mesa y ocupó su papel de hermana mayor,  Belén hizo honores a su alias de niña Puñuy (sueño) manteniéndose en silencio hasta la sobremesa. Donde todas y todos lo celebramos como sabemos hacerlo.
En mi rincón egoísta,  me queda el recuerdo de la felicidad de un domingo más compartido, con el sabor a ternura  que mana de  los cuatro  meses  de vida de Puñuy. Las confidencias de Mayu  intercalada con sus dulces y cómplices besos que me acompaña los días de su ausencia. La caricia  que demanda  atención exclusiva  y  excluyente de mi hija   engreída que no renuncia a serlo, aun cuando   cumpla su función nutricia con un infante en el brazo o compita entiempo con su hija. La calidez y  abrazo  cómplice  de Rodrigo cuando volvemos a quedarnos en núcleo y revisamos lo vivido. La conversa, gracia y cariño de Luz,    las bromas de Pancho, la compañía de mi madre, fuerte, dura y protegida por seres de luz que la rescata de  sus quejas de desvalida y dolencias sostenidas.   
Un día social de reconocimiento a la maternidad, en mi caso, sumó alegría y felicidad a mi tiempo de paciencia, cual placebo compensatorio a mis sentimientos del día previo, donde me anunciaron  debí procesar una nueva intervención en mi tobillo izquierdo. En estos días estoy preparándome para volver a rehacer el proceso que  viví desde el 23 de marzo  -mi primera operación- a la fecha. Disfruto cada  momento de desplazamiento que   experimento desde el 28 de abril, lo real tiene mucho peso en   estos días,  por cuanto espero que comprendan mi retraso en reaccionar al cariño y gestos de amistad por diferentes vías. Hoy dedico menos tiempo a la virtualidad, para vivir y beber lo que es mi realidad, paladeándolo con paciencia y cada vez, menos con impaciencia.