sábado, 27 de febrero de 2010

IN MEMORIAM ESTHER CASTAÑEDA VIELACKMEN

Si diciembre cerró con la partida de Irma Camargo, coincidiendo con uno de los homenajes en vida a Esther Castañeda Vielackmen.  A 2 meses y 19 días, de aquel hecho, trasciende al infinito, así lo comunica su alma mater (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)[1],  deseo que en su transitar a otras dimensiones, cuente con una parada en algún espacio que asemeje el edén de seres luminosas(os), que acoja las almas de poetas donde el género no importe. Estadía al que pertenece y sea acogida como parte, puesto que se ganó esa condición pulso durante toda su vida plena y aun limitada, como impulsora y promotora de la literatura producida por mujeres poetisas, escribidoras, narradoras e investigadoras, Así la recuerdan quienes acompañaron sus inicios como es el caso de Gonzalo Espino Relucé[2].

En su nueva condición y posición, su alma descarnada, pueda que prescinda de las palabras para comunicarse y baste sólo la conexión entre pensamiento. 

Su cuerpo etéreo, habrá trascendido al sufrimiento de la carne, recuperado su lucidez gozosa y plena, recuperando aquella sonrisa que iluminaba su rostro cuando la poesía pincelaba su sentir, decir y hacer.  

Esther amó este tiempo y dimensión, sin titubear le arrancó más tiempo a la vida, con uñas y dientes, tras una larga lucha contra una afección física por más de una década, ganando muchas batallas, hasta cuando se dejó abrazar por Tanatos. Se fue de esta dimensión y de mi vida, un miércoles cálido del segundo mes  del año, que en antaño fue mi referente de agradecimiento y celebración a la vida de mi mundo afectivo y amical. Hoy se ha expandido para acoger al recogimiento, meditación, reflexión y  memoria.

Conocí a Esther Castañeda en 1996, durante una de las conferencias sobre Literatura de Mujeres. Al principio no la entendí, a medida que el silencio se impuso y concentré mi escucha atenta, comprendí su mensaje centrado en visibilizar, valorar y animar el aporte a la literatura de mujeres de ayer y hoy.

Me conmovió su gran esfuerzo para dar sonido a su voz y expresar su pensamiento, inicialmente atribuí su estado   a una parálisis temporal producto del estrés. Grande sería mi sorpresa cuando me confió que se hallaba enfrentando una dura batalla contra un tumor cerebral, habiéndose sometido a más de una cirugía para combatirla, mostrando voluntad y entereza, para sobreponerse a cada intervención y reincorporarse a su labor de maestra de literatura en la Universidad Mayor de San Marcos, donde había logrado que se dictara un curso de Literatura producida por mujeres creciendo mi admiración por ella.

Nuestros caminos se conectaron en el proceso de formación del Movimiento Amplio de Mujeres, unido al impulso de actividades culturales y políticas. Uno de esos días me obsequió un ejemplar de una publicación de Magdala. Hiromi Toguchi, su compañera inseparable, fue vaso comunicante para facilitar nuestros intercambios.

En mi caso, logré vencer la timidez de advenediza en la literatura compartiendo el borrador de un cuento que escribí para Vanyuska, en homenaje a   todos los cuentos orales inventados a la orilla del mar para ella, al percibirla distante a inicios de siglo, en tanto dejó de ser niña y mi recuerdo se fue tornando difuso en su memoria.

Esther Castañeda me asomó al umbral de lo inexpresable, por vencer la postración y el silencio, para movilizar y encarnar a la lucha por una vida con sentido y contenido colectivo. Transformándolo en el mejor antídoto contra la inmovilidad, fuente de energía que reanima a los estragos de una enfermedad. Puente que acerca, entreteje y fortalece los haceres colectivos, el conocimiento e intercambio.

Tuvo la fuerza para desarrollar su capacidad de superar la presión del tiempo y desfallecimiento del cuerpo armada de esperanza y firmeza para no ceder espacio a la negación de la vida y continuar su aporte.  Sin embargo, el avance de la enfermedad   fue minando día a día sus fuerzas. 

En ese tiempo me asomé a su mundo privado, evidenciando que cuando instala la amistad es para tiempos buenos, de bajas y recrudecimiento. Mantenía la lucidez para el acogimiento, pero se agotaba prontamente. Aún en esas condiciones fue fuente de aprendizaje para mí. Siendo testigo del amor, la entrega, la fortaleza y cuidado proporcionado por Hiromi, que nos acercó y asemejó aún más. 

Al medio día del 4 de diciembre del 2009, la voz de Hiromi, al otro lado del hilo telefónico me recordaba aquel que sería el penúltimo homenaje en vida para Esther, destacando su infatigable labor para impulsar proyectos literarios con y para mujeres, en un país donde era un campo privilegiado de varones hasta cuando ella decidió que dejaría de serlo. 

En la sala “La Palabra del Mudo” de la XXX Feria del Libro[3], transitaron la voz de más de tres generaciones distintas y distantes enlazadas por la magia de su docencia, investigadora y profundidad del deber. Las colegas, destacaron su sensibilidad de poeta, la amistad hecha carne y militancia práctica de vida. Las palabras van y vienen, seguro que ella lo aprecia en medio de su estado frágil. Mientras se desgranan los discursos, recuerdo como conocí a Esther y el modo que algunas de sus amigas celebraban en ese momento el homenaje, sin memoria de sus percepciones previas, sobre la inutilidad de su lucha ante la adversidad de su estado. 

El último homenaje fue a mediados del mismo mes desde la Editora Magdala que ella fundó, Luz Carrillo[4] da cuenta del a acontecimiento e incluye una publicación del 2006 donde es posible apreciar el papel de Esther en la vida de escritoras y poetas peruanas. 

Si bien no fue la primera vez que una peruana tuviera la osadía de apropiase y abrir el espacio literario para las mujeres, a diferencia de las primeras que lo intentaron pagando caro por ello, Ester Castañeda fue la punta de lanza que posicionó a las mujeres en un campo no sólo vedado sino minado. 

Durante el siglo XIX fueron varios los intentos y estrategias destacando entre ellas: Carmela Combe Thomson, Clorinda Matto, Elvira García y García, Juana Alarco, María Jesús Alvarado Rivera, María Trinidad Enríquez. Debiendo hacerlo en soledad, encubierta tras un seudónimo o revestida de varón, algunas protegidas por su posición de clase, realizaban veladas literarias cuya centralidad eran los varones, en tanto se contrabandeaba sutilmente las producciones de mujeres. En el peor de los casos fueron sujetas de sospecha, discriminación   y agresión como sucedió con Mercedes Cabello quién fue desprestigiada como desviada y orate. 

Fue Ester Castañeda, quien logró romper los techos de cristal, organizando eventos académicos públicos que convocaba y animaba a las mujeres transformando su inquietud en un hacer colectivo y ensanchar el espacio, pagando a su vez un duro precio de invisibilidad “oficial”, como anota Pedro Escribano[5].

Transformándose en una de las escasas personas, con autoridad en el país, para animar o desanimar la narrativa en sus diversas formas, en seres no entrenados expresamente y carecer de licencia para ello, en mi caso, no sólo me animó sino retó a dejar fluir mi pensamiento y sentimiento a través de los signos para dotarlos de cuerpo y fueran a alimentarse del espíritu de quien decidiera decodificarlo.

Es por espíritus como como el de ella, que algunas(os) procesamos nuestro tristeza y emociones de modos no tradicionales, logrando desprendernos de sus avatares como me sucede en este momento. En mi caso, escribir me permite desprenderme pensamiento y sentimientos, dejándolos fluir evitando su estancamiento e invadir mis entrañas. Dar forma a través de la grafía al pensamiento, emociones y sentimiento; permite que adquiera su propio vuelo, dejando espacio para renovar y alimentar la fuente inagotable de nuestra imaginación, creación y sentimientos, que distinguen a nuestra condición humana. Rossina Valcárcel nos comparte un collage de su ser y hacer[6]. 

Ahora que me enfrento a su partida, recuerdo mis reflexiones de aquel 5 de diciembre sobre los ritos "... de ritos de renacimiento que se celebra con reconocimiento en vida al trajinar de Esther. Y de renacimiento al infinito de Irma". 

En aquel momento y hoy ante la trascendencia de la partida, mientras su alma se libera de esta dimensión, fluyen los   recuerdos, valorando profundamente la magia de habernos encontrado, disfrutado y compartido.

Hasta cuando nos hallemos nuevamente ¡Buen viaje al infinito Esther!



[1] Sol Negro (jueves, 25 de febrero de 2010), Murió La Poeta y Profesora Sanmarquina Esther Castañeda Vielakamen https://sol-negro.blogspot.com/2010/02/murio-la-poeta-y-profesora-sanmarquina.html

[2] Espino Relucé, Gonzalo Esther Castañeda Vielakamen: POETA, siempre https://gonzaloespino.blogspot.com/2010/02/esther-castaneda-vielakamen-poeta.html

[3]Flora Tristán (30 de noviembre 2009) Homenaje a la escritora Esther Castañeda Vielakamen  https://limanorte.wordpress.com/2009/11/30/homenaje-a-la-escritora-esther-castaneda-vielakamen/

[4] Carrillo Mauriz, Sonia Luz (16 de diciembre 2009) Homenaje a Esther Castañeda, Poeta, Ensayista y Editora. https://hablasonialuz.wordpress.com/2009/12/16/homenaje-a-esther-castaneda-poeta-ensayista-y-editora/

[5] Escribano, Pedro (24 de febrero 2010) La Partida de Esther Castañeda. https://nidodepalabras.blogspot.com/2010/02/la-partida-de-esther-castaneda.html

[6] Valcárcel, Rossina. Collage para Esther Castañeda (2/27/2010) Publicadas por Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. https://tutaykiri.blogspot.com/2010/02/rosina-valcarcel-el-amor-la-soledad-las.html



domingo, 14 de febrero de 2010

DE CAL Y CANTO

Un  viernes doce  que se me hace lejano, me acercó al peso de los retornos y las bifurcaciones de las continuidades. Una cosa me lleva a la otra observando  los costos, que vienen con nuestras prácticas de cierres a cal y canto. Me refiero a esa forma de vivir que hemos aprehendido inevitablemente o descubierto necesariamente con el proceso de nuestra existencia. Vivir, suele ser frecuentemente un  constante  experiencia  de apertura y cierre.

Las nuevas etapas de nuestras vidas, le deben al cierre de otras tantas. Cerrar etapas, sin duda es imprescindible en nuestro quehacer cotidiano que nos exige medir costes, eficiencia, efectividad e impacto. Pero cuando esto también se traslada a nuestro mundo subjetivo, suele ser mecanismo de soporte para seguir viviendo sin zozobrar por el peso de las vivencias acumuladas en cada una de las etapas de nuestras vidas, corriendo el riesgo del olvido cómplice y complaciente.

A los costos de cerrar etapas afectivas a cal y canto, pude asomarme a propósito de mi encuentro con dos personas que marcaron la cuarta y tercera etapa de mi vida. En el caso de  la primera se debió a mi iniciativa asida del viejo refrán que mas vale malo conocido que bueno por conocer. Y la segunda, por esas cosas de la vida, que siendo fortuitas sigo pensando que dejan de ser casuales puesto que te aguardan con paciencia para que los comprendas en su momento.

Siempre asocié que nuestro crecimiento en sus diversas dimensiones, pasan por ese proceso epigenético señalado por Erick Erikson1 (psicoálisis), consistente en una crisis que lejos de inmovilizarnos, suele tentarnos hacia una regresión momentánea e inconsciente a etapas previas de nuestra vida actual, “más seguras” por conocidas y cómodas que la incertidumbre de la nebulosidad que acompaña a una nueva etapa. Proceso existencial que se resuelve cuando no nos queda otra que arriesgar y poseer la nueva etapa. Así la regresión o retorno aparece como una tentación anímica necesaria y saludable para nuestro ser complejo, psico-anímica-físicamente-social y culturalmente2.

Si estas son las tensiones entre las etapas próximas del desarrollo humano, la regresión a etapas de mayor distancia aparece asociado al riesgo, desde la perspectiva que quiera mirarse. Posiblemente son una de estas razones, por las que en mi caso, aseguré cerrar cada una de mis etapas, consciente, objetiva, simbólicamente y subjetivamente, aun cuando implicara duelos en todo el sentido complejo del mismo, a lo largo de los procesos por los que he debido transitar, cuya temporalidad se extiende entre el siglo XX yXXI.

Pensé que era sano para mi mente, espíritu y ser social ir guardando en sus espacios correspondientes una a una cada vidas pasada, porque aun cuando soy consciente de que sigo siendo la misma persona cuya historia es un continuum, justo en este momento que escribo este texto, vuelvo la vista atrás descubriendo en cada etapa, una vida diferente con sus propias dinámicas, sus exigencias, retos, satisfacciones y amores. Me miro en el pasado, diferente a quien escribe en este momento, sin dejar completamente de ser la misma. Y cuando visualizo el mañana me aspiro diferente de aquella que soy en este momento.

Asi es, como siempre me pregunto cuan cierto podía ser aquello que alguna vez Octavio señaló: “cada siete años somos una persona diferente”, en el sentido exacto del término. Es decir que cada siete años, evolucionamos orgánicamente, por ello el signo del tiempo en el envoltorio que es nuestro cuerpo3 al cual un@s mas que otr@s nos aseguramos de torturar: sea con cirugías, tatuajes, revestimiento inadecuado, prácticas físicas tormentosas, alimentos contaminantes, deseos y pensamientos negativos.

Otros afirman que cada siete años, nos desprendemos de nuestros vínculos socio-afectivos4, evolucionamos o involucionamos, dependiendo de cuanto descubrimos quienes somos, a qué hemos venido y qué nos toca hacer, creciendo o no espiritualmente. En esta perspectiva cada cumpleaños (cierre de un año de vida mas), es oportunidad para mirar metas, pero sólo cada siete hay que revisar objetivos, aprendizajes acumulados, plantearnos nuevas interrogantes cuya respuesta sean objetivos futuros.

No puedo negar que en el proceso de mi séptima vida, me ha asaltado más de lo que debía pensar ya no en cómo fueron mis etapas de este tiempo, sino en quién fui en otros tiempos, mas cuando coloqué atención a mi dimensión subjetiva acurrucada en el rincón mas lejano de mi racionalidad, para aceptarme y valorar capacidades negadas, descubriendo  los trabajos de Choa Kok Sui5, los de Brian Weiss6 y otros, al mismo tiempo que me perfeccionaba en el arte de la Artemisa. Incursiones que aun no compensan ni niegan mi práctica previa de cierre de etapas sin embargo amplía mi perspectiva.

Es decir mi tránsito por siete vidas de este tiempo, marcados por sus diversas dimensiones ha contribuido a configurar mi identidad, autopercepción y mi modo de ser en el mundo. En cada una de referidas vidas con significados diferentes, acerca de mis asideros de principios que me sostienen como sucede con la fe, la idea y práctica de libertad, la búsqueda y ejercicio de la veracidad, la advertencia y ejercicio de la coherencia, justicia, derecho, igualdad, respeto, tolerancia y amor. Con ritmos y acentuaciones diferentes según cada etapa de cada vida, pero sin prescindir de ninguno.

Como decía inicialmente, el viernes doce de febrero, experimenté primero por media hora tarde y media de diálogo concedido, mirándome en el fondo de los ojos de alguien que marco mi cuarta vida, que por sobre la distancia las vertientes andadas, nos ata la esencia de nuestras coincidencias de principios y apuestas por horizontes que mantienen, fortalecen, precisan o recrean nuestros sueños. Sin desconocer el peso del tránsito y haceres autónomos, como aquellos que en su momento nos unieron, percibo que crearan futuras correspondencias y de no ser así, el esfuerzo solitario coincidirá en el vértice de utopías irrenunciables, como hacer de este mundo un espacio por el que todos/as transitemos con esperanza, confianza y aprecio.

Coincidentemente en ese mismo día pude asomarme, por más de cinco horas, a esa  otra parte suspendida de mi tercera vida, robándole tiempo al tiempo de quien fue mi semejante elegida, descubriéndonos por sobre nuestras vidas posteriores distantes y seguramente extrañas, ese lazo que ingenuamente creí cerrar en cada etapa, cuya rasgadura revela que basta estirar una hebra para descorrer el torpe hilván del embalaje o el frágil velo del olvido que resquebraja el cierre a cal y canto, para volvernos a mirar una a otra en esa niña que se refugia en el fondos de nuestras pupilas. Descubriéndonos quien somos por cuanto fuimos con toda la intensidad de nuestro tiempo, energías y sueños. Abriendo sin mayor esfuerzo a eso que cuesta tanto, la intimidad entre quienes establecieron lazos que resisten avatares de autoexilios.

Los dos encuentros con íconos de mis vidas pasadas, pudieron develarme que puedo retornar cada vez que decida hacerlo, desde donde estoy a cada etapa y sus conexiones sin perder la cordura menos asomarme al caos que suele crear nuestro temor a una conciencia del continuum que impida errores reiterativos. Descubriendo que tras la revisión de los puntos suspendidos o nudos pendientes, podía establecerse los puentes que permitan continuidades, gracias al recuerdo del tiempo grato e ingrato, que el soplo del viento suele aligerar y la brisa de la tarde llena de aromas renovados. Mostrando ese valor que guardamos en nuestro recuerdo de quienes somos y con quienes elegimos estar en cada momento de nuestras vidas. Y a los que podemos retornar y continuar descubriendo que nuestro cierre de cal y canto no están solidificados ni remachados de clavos que hieren, o la putrefacción de las medias palabras que hieden nuestros sentidos, entierran nuestras conexiones y afectos aun cuando estos nos sobrevivan.

De este modo un doce de febrero ad portas del catorce que se asoma repleto de renovaciones, gestos, símbolos y prácticas de manifestaciones de afectos elegidos, que nos acompaña en la etapa actual de nuestras vidas, quise compartir mi retorno y una oración por todas las personas que han transitado cada una de nuestras vidas con gestos imborrables, cuyas huellas pese al cierre de cada etapa, perviven en nuestros actos seguramente mas pausados y serenos que la vorágine de los tiempos mozos, pero no menos intenso y significativo con la serenidad de los pasos y el sabor que invade nuestros sentidos como el vino añejo.

Salud por ser amiga, amigo, acompañantes de cada etapa vivida y aquella que falta compartir.


Catalina 

lunes, 8 de febrero de 2010

RETORNO A MIS FUENTES

Cada vez que me asomo a un testimonio,
de quien ha sobrevivido a sus propios demonios,
recuperando su espíritu olvidado,
siento que la paz deja de ser utopía.

Cada vez que me encuentro,
con una voz que se alza para rechazar
su parte en la historia de negación humana,
creo posible la convivencia entre diversidades.

Cada vez que crece mi esperanza,
vuelvo a refugiarme en deseos y pensamientos,
que aun flotan en el universo,
retornando a mis fuentes que animan.

Catalina

LOS NUEVE MONSTRUOS

I, DESGRACIADAMENTE,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.

Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.

Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rousseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar…
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más)
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer?
!Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer…
(César Vallejo)

CERCA DE LOS CUCHILLOS


Es ésta el alma suave que esperaba
ésta es el alma que hoy, sin movimiento,
como si estuviera hecha de luna
sin aire, quieta en su bondad terrible.

Cuando caiga una piedra
como un puño
del cielo de la noche
en esta copa la recibiré:
en la luz rebosante
recibir‚ la oscuridad viajera,
la incertidumbre celeste.

No robaré sino este movimiento
de la hierba del cielo,
de la noche fértil:
sólo un golpe de fuego,
una caída.

Líbrame, tierra oscura, de mis llaves:
si pude abrir y refrenar
y volver a cerrar el cielo duro,
doy testimonio de que no fui nada,
de que no fui nadie,
de que no fui.

Solo esperé‚ la estrella,
el dardo de la luna,
el rayo de piedra celeste,
esperé inmóvil en la sociedad
de la hierba que crece en primavera,
de la miel perezosa y peregrina:
esperé la esperanza,
y aquí estoy
convicto
de haber pactado con la tempestad,
de haber aceptado la ira,
de haber abierto el alma,
de haber oído entrar al asesino,
mientras yo conversaba con la noche.

Ahí viene otro, dijo ladrando el perro.
Y yo con mis ojos de frío,
con el luto plateado
que me dio el firmamento,
no vi el puñal ni el perro,
no escuché los ladridos.

Y aquí estoy cuando nacen las semillas
y se abren como labios:
todo es fresco y profundo.

Estoy muerto,
estoy asesinado:
estoy naciendo
con la primavera.

Aquí tengo una hoja,
una oreja, un susurro,
un pensamiento:
voy a vivir otra vez,
me duelen las raíces,
el pelo,
me sonríe la boca:
me levanto
porque ha salido el sol.

Porque ha salido el sol.
(Pablo Neruda)


Remordimiento por cualquier Muerte

Libre de la memoria y de la esperanza,
ilimitado, abstracto, casi futuro,
el muerto no es un muerto: es la muerte.

Como el Dios de los místicos,
de Quien deben negarse todos los predicados,
el muerto ubicuamente ajeno
no es sino la perdición y ausencia del mundo.

Todo se lo robamos,
no le dejamos ni un color ni una sílaba:
aquí está el patio que ya no comparten sus ojos,
allí la acera donde acechó sus esperanzas.

Hasta lo que pensamos podría estarlo pensando él también;
nos hemos repartido como ladrones
el caudal de las noches y de los días.
(Jorge Luis Borges)

Agonía fuera del muro

Miro las herramientas,
el mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
sudan, paren, cohabitan.

El cuerpo de los hombres, prensado por los días,
su noche de ronquido y de zarpazo
y las encrucijadas en que se reconocen.

Hay ceguera y el hambre los alumbra
y la necesidad, más dura que metales.

Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿Una vértebra
que todavía la especie no produce?)
los hombres roban, mienten,
como animal de presa olfatean,
devoran y disputan a otro la carroña.

Y cuando bailan, cuando se deslizan
o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen,
entornan levemente los párpados, contemplan
el vacío que se abre en sus entrañas
y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
gente a quien compartir es imposible.

No te acerques a mí, hombre que haces el mundo,
déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
de algo peor que vergüenza.

Yo muero de mirarte y no entender.
(Rosario Castellano)