domingo, 14 de febrero de 2010

DE CAL Y CANTO

Un  viernes doce  que se me hace lejano, me acercó al peso de los retornos y las bifurcaciones de las continuidades. Una cosa me lleva a la otra observando  los costos, que vienen con nuestras prácticas de cierres a cal y canto. Me refiero a esa forma de vivir que hemos aprehendido inevitablemente o descubierto necesariamente con el proceso de nuestra existencia. Vivir, suele ser frecuentemente un  constante  experiencia  de apertura y cierre.

Las nuevas etapas de nuestras vidas, le deben al cierre de otras tantas. Cerrar etapas, sin duda es imprescindible en nuestro quehacer cotidiano que nos exige medir costes, eficiencia, efectividad e impacto. Pero cuando esto también se traslada a nuestro mundo subjetivo, suele ser mecanismo de soporte para seguir viviendo sin zozobrar por el peso de las vivencias acumuladas en cada una de las etapas de nuestras vidas, corriendo el riesgo del olvido cómplice y complaciente.

A los costos de cerrar etapas afectivas a cal y canto, pude asomarme a propósito de mi encuentro con dos personas que marcaron la cuarta y tercera etapa de mi vida. En el caso de  la primera se debió a mi iniciativa asida del viejo refrán que mas vale malo conocido que bueno por conocer. Y la segunda, por esas cosas de la vida, que siendo fortuitas sigo pensando que dejan de ser casuales puesto que te aguardan con paciencia para que los comprendas en su momento.

Siempre asocié que nuestro crecimiento en sus diversas dimensiones, pasan por ese proceso epigenético señalado por Erick Erikson1 (psicoálisis), consistente en una crisis que lejos de inmovilizarnos, suele tentarnos hacia una regresión momentánea e inconsciente a etapas previas de nuestra vida actual, “más seguras” por conocidas y cómodas que la incertidumbre de la nebulosidad que acompaña a una nueva etapa. Proceso existencial que se resuelve cuando no nos queda otra que arriesgar y poseer la nueva etapa. Así la regresión o retorno aparece como una tentación anímica necesaria y saludable para nuestro ser complejo, psico-anímica-físicamente-social y culturalmente2.

Si estas son las tensiones entre las etapas próximas del desarrollo humano, la regresión a etapas de mayor distancia aparece asociado al riesgo, desde la perspectiva que quiera mirarse. Posiblemente son una de estas razones, por las que en mi caso, aseguré cerrar cada una de mis etapas, consciente, objetiva, simbólicamente y subjetivamente, aun cuando implicara duelos en todo el sentido complejo del mismo, a lo largo de los procesos por los que he debido transitar, cuya temporalidad se extiende entre el siglo XX yXXI.

Pensé que era sano para mi mente, espíritu y ser social ir guardando en sus espacios correspondientes una a una cada vidas pasada, porque aun cuando soy consciente de que sigo siendo la misma persona cuya historia es un continuum, justo en este momento que escribo este texto, vuelvo la vista atrás descubriendo en cada etapa, una vida diferente con sus propias dinámicas, sus exigencias, retos, satisfacciones y amores. Me miro en el pasado, diferente a quien escribe en este momento, sin dejar completamente de ser la misma. Y cuando visualizo el mañana me aspiro diferente de aquella que soy en este momento.

Asi es, como siempre me pregunto cuan cierto podía ser aquello que alguna vez Octavio señaló: “cada siete años somos una persona diferente”, en el sentido exacto del término. Es decir que cada siete años, evolucionamos orgánicamente, por ello el signo del tiempo en el envoltorio que es nuestro cuerpo3 al cual un@s mas que otr@s nos aseguramos de torturar: sea con cirugías, tatuajes, revestimiento inadecuado, prácticas físicas tormentosas, alimentos contaminantes, deseos y pensamientos negativos.

Otros afirman que cada siete años, nos desprendemos de nuestros vínculos socio-afectivos4, evolucionamos o involucionamos, dependiendo de cuanto descubrimos quienes somos, a qué hemos venido y qué nos toca hacer, creciendo o no espiritualmente. En esta perspectiva cada cumpleaños (cierre de un año de vida mas), es oportunidad para mirar metas, pero sólo cada siete hay que revisar objetivos, aprendizajes acumulados, plantearnos nuevas interrogantes cuya respuesta sean objetivos futuros.

No puedo negar que en el proceso de mi séptima vida, me ha asaltado más de lo que debía pensar ya no en cómo fueron mis etapas de este tiempo, sino en quién fui en otros tiempos, mas cuando coloqué atención a mi dimensión subjetiva acurrucada en el rincón mas lejano de mi racionalidad, para aceptarme y valorar capacidades negadas, descubriendo  los trabajos de Choa Kok Sui5, los de Brian Weiss6 y otros, al mismo tiempo que me perfeccionaba en el arte de la Artemisa. Incursiones que aun no compensan ni niegan mi práctica previa de cierre de etapas sin embargo amplía mi perspectiva.

Es decir mi tránsito por siete vidas de este tiempo, marcados por sus diversas dimensiones ha contribuido a configurar mi identidad, autopercepción y mi modo de ser en el mundo. En cada una de referidas vidas con significados diferentes, acerca de mis asideros de principios que me sostienen como sucede con la fe, la idea y práctica de libertad, la búsqueda y ejercicio de la veracidad, la advertencia y ejercicio de la coherencia, justicia, derecho, igualdad, respeto, tolerancia y amor. Con ritmos y acentuaciones diferentes según cada etapa de cada vida, pero sin prescindir de ninguno.

Como decía inicialmente, el viernes doce de febrero, experimenté primero por media hora tarde y media de diálogo concedido, mirándome en el fondo de los ojos de alguien que marco mi cuarta vida, que por sobre la distancia las vertientes andadas, nos ata la esencia de nuestras coincidencias de principios y apuestas por horizontes que mantienen, fortalecen, precisan o recrean nuestros sueños. Sin desconocer el peso del tránsito y haceres autónomos, como aquellos que en su momento nos unieron, percibo que crearan futuras correspondencias y de no ser así, el esfuerzo solitario coincidirá en el vértice de utopías irrenunciables, como hacer de este mundo un espacio por el que todos/as transitemos con esperanza, confianza y aprecio.

Coincidentemente en ese mismo día pude asomarme, por más de cinco horas, a esa  otra parte suspendida de mi tercera vida, robándole tiempo al tiempo de quien fue mi semejante elegida, descubriéndonos por sobre nuestras vidas posteriores distantes y seguramente extrañas, ese lazo que ingenuamente creí cerrar en cada etapa, cuya rasgadura revela que basta estirar una hebra para descorrer el torpe hilván del embalaje o el frágil velo del olvido que resquebraja el cierre a cal y canto, para volvernos a mirar una a otra en esa niña que se refugia en el fondos de nuestras pupilas. Descubriéndonos quien somos por cuanto fuimos con toda la intensidad de nuestro tiempo, energías y sueños. Abriendo sin mayor esfuerzo a eso que cuesta tanto, la intimidad entre quienes establecieron lazos que resisten avatares de autoexilios.

Los dos encuentros con íconos de mis vidas pasadas, pudieron develarme que puedo retornar cada vez que decida hacerlo, desde donde estoy a cada etapa y sus conexiones sin perder la cordura menos asomarme al caos que suele crear nuestro temor a una conciencia del continuum que impida errores reiterativos. Descubriendo que tras la revisión de los puntos suspendidos o nudos pendientes, podía establecerse los puentes que permitan continuidades, gracias al recuerdo del tiempo grato e ingrato, que el soplo del viento suele aligerar y la brisa de la tarde llena de aromas renovados. Mostrando ese valor que guardamos en nuestro recuerdo de quienes somos y con quienes elegimos estar en cada momento de nuestras vidas. Y a los que podemos retornar y continuar descubriendo que nuestro cierre de cal y canto no están solidificados ni remachados de clavos que hieren, o la putrefacción de las medias palabras que hieden nuestros sentidos, entierran nuestras conexiones y afectos aun cuando estos nos sobrevivan.

De este modo un doce de febrero ad portas del catorce que se asoma repleto de renovaciones, gestos, símbolos y prácticas de manifestaciones de afectos elegidos, que nos acompaña en la etapa actual de nuestras vidas, quise compartir mi retorno y una oración por todas las personas que han transitado cada una de nuestras vidas con gestos imborrables, cuyas huellas pese al cierre de cada etapa, perviven en nuestros actos seguramente mas pausados y serenos que la vorágine de los tiempos mozos, pero no menos intenso y significativo con la serenidad de los pasos y el sabor que invade nuestros sentidos como el vino añejo.

Salud por ser amiga, amigo, acompañantes de cada etapa vivida y aquella que falta compartir.


Catalina 

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