sábado, 27 de febrero de 2010

IN MEMORIAM ESTHER CASTAÑEDA VIELACKMEN

Si diciembre cerró con la partida de Irma Camargo, coincidiendo con uno de los homenajes en vida a Esther Castañeda Vielackmen.  A 2 meses y 19 días, de aquel hecho, trasciende al infinito, así lo comunica su alma mater (Universidad Nacional Mayor de San Marcos)[1],  deseo que en su transitar a otras dimensiones, cuente con una parada en algún espacio que asemeje el edén de seres luminosas(os), que acoja las almas de poetas donde el género no importe. Estadía al que pertenece y sea acogida como parte, puesto que se ganó esa condición pulso durante toda su vida plena y aun limitada, como impulsora y promotora de la literatura producida por mujeres poetisas, escribidoras, narradoras e investigadoras, Así la recuerdan quienes acompañaron sus inicios como es el caso de Gonzalo Espino Relucé[2].

En su nueva condición y posición, su alma descarnada, pueda que prescinda de las palabras para comunicarse y baste sólo la conexión entre pensamiento. 

Su cuerpo etéreo, habrá trascendido al sufrimiento de la carne, recuperado su lucidez gozosa y plena, recuperando aquella sonrisa que iluminaba su rostro cuando la poesía pincelaba su sentir, decir y hacer.  

Esther amó este tiempo y dimensión, sin titubear le arrancó más tiempo a la vida, con uñas y dientes, tras una larga lucha contra una afección física por más de una década, ganando muchas batallas, hasta cuando se dejó abrazar por Tanatos. Se fue de esta dimensión y de mi vida, un miércoles cálido del segundo mes  del año, que en antaño fue mi referente de agradecimiento y celebración a la vida de mi mundo afectivo y amical. Hoy se ha expandido para acoger al recogimiento, meditación, reflexión y  memoria.

Conocí a Esther Castañeda en 1996, durante una de las conferencias sobre Literatura de Mujeres. Al principio no la entendí, a medida que el silencio se impuso y concentré mi escucha atenta, comprendí su mensaje centrado en visibilizar, valorar y animar el aporte a la literatura de mujeres de ayer y hoy.

Me conmovió su gran esfuerzo para dar sonido a su voz y expresar su pensamiento, inicialmente atribuí su estado   a una parálisis temporal producto del estrés. Grande sería mi sorpresa cuando me confió que se hallaba enfrentando una dura batalla contra un tumor cerebral, habiéndose sometido a más de una cirugía para combatirla, mostrando voluntad y entereza, para sobreponerse a cada intervención y reincorporarse a su labor de maestra de literatura en la Universidad Mayor de San Marcos, donde había logrado que se dictara un curso de Literatura producida por mujeres creciendo mi admiración por ella.

Nuestros caminos se conectaron en el proceso de formación del Movimiento Amplio de Mujeres, unido al impulso de actividades culturales y políticas. Uno de esos días me obsequió un ejemplar de una publicación de Magdala. Hiromi Toguchi, su compañera inseparable, fue vaso comunicante para facilitar nuestros intercambios.

En mi caso, logré vencer la timidez de advenediza en la literatura compartiendo el borrador de un cuento que escribí para Vanyuska, en homenaje a   todos los cuentos orales inventados a la orilla del mar para ella, al percibirla distante a inicios de siglo, en tanto dejó de ser niña y mi recuerdo se fue tornando difuso en su memoria.

Esther Castañeda me asomó al umbral de lo inexpresable, por vencer la postración y el silencio, para movilizar y encarnar a la lucha por una vida con sentido y contenido colectivo. Transformándolo en el mejor antídoto contra la inmovilidad, fuente de energía que reanima a los estragos de una enfermedad. Puente que acerca, entreteje y fortalece los haceres colectivos, el conocimiento e intercambio.

Tuvo la fuerza para desarrollar su capacidad de superar la presión del tiempo y desfallecimiento del cuerpo armada de esperanza y firmeza para no ceder espacio a la negación de la vida y continuar su aporte.  Sin embargo, el avance de la enfermedad   fue minando día a día sus fuerzas. 

En ese tiempo me asomé a su mundo privado, evidenciando que cuando instala la amistad es para tiempos buenos, de bajas y recrudecimiento. Mantenía la lucidez para el acogimiento, pero se agotaba prontamente. Aún en esas condiciones fue fuente de aprendizaje para mí. Siendo testigo del amor, la entrega, la fortaleza y cuidado proporcionado por Hiromi, que nos acercó y asemejó aún más. 

Al medio día del 4 de diciembre del 2009, la voz de Hiromi, al otro lado del hilo telefónico me recordaba aquel que sería el penúltimo homenaje en vida para Esther, destacando su infatigable labor para impulsar proyectos literarios con y para mujeres, en un país donde era un campo privilegiado de varones hasta cuando ella decidió que dejaría de serlo. 

En la sala “La Palabra del Mudo” de la XXX Feria del Libro[3], transitaron la voz de más de tres generaciones distintas y distantes enlazadas por la magia de su docencia, investigadora y profundidad del deber. Las colegas, destacaron su sensibilidad de poeta, la amistad hecha carne y militancia práctica de vida. Las palabras van y vienen, seguro que ella lo aprecia en medio de su estado frágil. Mientras se desgranan los discursos, recuerdo como conocí a Esther y el modo que algunas de sus amigas celebraban en ese momento el homenaje, sin memoria de sus percepciones previas, sobre la inutilidad de su lucha ante la adversidad de su estado. 

El último homenaje fue a mediados del mismo mes desde la Editora Magdala que ella fundó, Luz Carrillo[4] da cuenta del a acontecimiento e incluye una publicación del 2006 donde es posible apreciar el papel de Esther en la vida de escritoras y poetas peruanas. 

Si bien no fue la primera vez que una peruana tuviera la osadía de apropiase y abrir el espacio literario para las mujeres, a diferencia de las primeras que lo intentaron pagando caro por ello, Ester Castañeda fue la punta de lanza que posicionó a las mujeres en un campo no sólo vedado sino minado. 

Durante el siglo XIX fueron varios los intentos y estrategias destacando entre ellas: Carmela Combe Thomson, Clorinda Matto, Elvira García y García, Juana Alarco, María Jesús Alvarado Rivera, María Trinidad Enríquez. Debiendo hacerlo en soledad, encubierta tras un seudónimo o revestida de varón, algunas protegidas por su posición de clase, realizaban veladas literarias cuya centralidad eran los varones, en tanto se contrabandeaba sutilmente las producciones de mujeres. En el peor de los casos fueron sujetas de sospecha, discriminación   y agresión como sucedió con Mercedes Cabello quién fue desprestigiada como desviada y orate. 

Fue Ester Castañeda, quien logró romper los techos de cristal, organizando eventos académicos públicos que convocaba y animaba a las mujeres transformando su inquietud en un hacer colectivo y ensanchar el espacio, pagando a su vez un duro precio de invisibilidad “oficial”, como anota Pedro Escribano[5].

Transformándose en una de las escasas personas, con autoridad en el país, para animar o desanimar la narrativa en sus diversas formas, en seres no entrenados expresamente y carecer de licencia para ello, en mi caso, no sólo me animó sino retó a dejar fluir mi pensamiento y sentimiento a través de los signos para dotarlos de cuerpo y fueran a alimentarse del espíritu de quien decidiera decodificarlo.

Es por espíritus como como el de ella, que algunas(os) procesamos nuestro tristeza y emociones de modos no tradicionales, logrando desprendernos de sus avatares como me sucede en este momento. En mi caso, escribir me permite desprenderme pensamiento y sentimientos, dejándolos fluir evitando su estancamiento e invadir mis entrañas. Dar forma a través de la grafía al pensamiento, emociones y sentimiento; permite que adquiera su propio vuelo, dejando espacio para renovar y alimentar la fuente inagotable de nuestra imaginación, creación y sentimientos, que distinguen a nuestra condición humana. Rossina Valcárcel nos comparte un collage de su ser y hacer[6]. 

Ahora que me enfrento a su partida, recuerdo mis reflexiones de aquel 5 de diciembre sobre los ritos "... de ritos de renacimiento que se celebra con reconocimiento en vida al trajinar de Esther. Y de renacimiento al infinito de Irma". 

En aquel momento y hoy ante la trascendencia de la partida, mientras su alma se libera de esta dimensión, fluyen los   recuerdos, valorando profundamente la magia de habernos encontrado, disfrutado y compartido.

Hasta cuando nos hallemos nuevamente ¡Buen viaje al infinito Esther!



[1] Sol Negro (jueves, 25 de febrero de 2010), Murió La Poeta y Profesora Sanmarquina Esther Castañeda Vielakamen https://sol-negro.blogspot.com/2010/02/murio-la-poeta-y-profesora-sanmarquina.html

[2] Espino Relucé, Gonzalo Esther Castañeda Vielakamen: POETA, siempre https://gonzaloespino.blogspot.com/2010/02/esther-castaneda-vielakamen-poeta.html

[3]Flora Tristán (30 de noviembre 2009) Homenaje a la escritora Esther Castañeda Vielakamen  https://limanorte.wordpress.com/2009/11/30/homenaje-a-la-escritora-esther-castaneda-vielakamen/

[4] Carrillo Mauriz, Sonia Luz (16 de diciembre 2009) Homenaje a Esther Castañeda, Poeta, Ensayista y Editora. https://hablasonialuz.wordpress.com/2009/12/16/homenaje-a-esther-castaneda-poeta-ensayista-y-editora/

[5] Escribano, Pedro (24 de febrero 2010) La Partida de Esther Castañeda. https://nidodepalabras.blogspot.com/2010/02/la-partida-de-esther-castaneda.html

[6] Valcárcel, Rossina. Collage para Esther Castañeda (2/27/2010) Publicadas por Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. https://tutaykiri.blogspot.com/2010/02/rosina-valcarcel-el-amor-la-soledad-las.html



2 comentarios:

  1. Muy bueno, no imaginaba que escribieras tan bien mis felicitacciones,saludos y agradecimiento por compartir con todos tus amigos estos bellas remembranzas.

    felicitaciones, muy bueno, abrazos,

    Betty

    ResponderEliminar
  2. Gata Artemisa, dejaste partir a la amiga y la despediste con flores, cantos, lindos recuerdos, sabiendo que todo nos lleva al renacer. Gracias por compartirte

    ResponderEliminar

Gracias por tu comentario, aliciente a continuar dialogando