En algunas religiones orientales, como el budismo, el hinduismo
y el sijismo, existe un principio central que rige el actuar de sus creyentes,
como es la ley de causa efecto, donde las acciones, palabras y
pensamientos de una persona determinan su calidad de vida actual, su muerte y
después de ella, puesto que la muerte no es un fin sino un tránsito de una vida
a otra.
El karma viene a ser la deuda, el pendiente que da
contenido a esa ley de causa y efecto, como principio universal de justicia y
equilibrio. En tanto que el Dharma, es la misión que toda persona ha de
realizar para su perfeccionamiento y crecimiento espiritual en cada una de sus
vidas, sincronizándose su actuar con el equilibrio del universo y la vida como
un todo.
De modo que las consecuencias de sus actos se asumen tanto en el plano humano
como espiritual.
En las religiones católicas, protestantes, cristianas e islámicas, para sus creyentes, existe sólo una vida y tras la muerte la vida eterna en el paraíso/infierno para unos o la
promesa de la reencarnación al fin de los tiempos, para otros. Produciéndose
una polarización entre el bien y el mal, pese a reconocer su existencia dual. Así
mismo, se separa el plano terrenal de lo divino, al punto que las malas
acciones que no son juzgados terrenalmente, enfrentarán la justicia divina (incluso
de no creyentes), de modo que en vida todas(os) son justiciables y de los muertos
“no se debe hablar por respeto” y en la práctica cultural de la desmemoria,
todo muerto cuasi se santifica porque su juzgamiento está en manos de Dios.
Para quienes creemos que esta vida ha de ser vivida (independiente
de lo que suceda después de la muerte), en coherencia y responsabilidad de
nuestras acciones en sociedad donde el derecho de uno, termina donde empieza
el derecho del otro(a). Ergo, toda acción y omisión tiene consecuencias punibles,
cuyas huellas han de registrarse para no olvidar ni reproducir sea como norma, costumbre, leyes, cuentos o leyendas del puablo a pie. Porque e la
historia oficial suele contarnos, unargumento convenientemente elaborado por quienes
tienen o sirven al poder de turno del contexto en el que fue producido.
Quiero pensar, que hoy murió el último dictador del Perú,
en términos de Godoy (2021),
sin pena ni gloria para la mayoría del país, salvo para quienes son sus aliadas(os)
políticas(os) de turno, cuyas acciones tuvieron consecuencias en su propia vida, de quienes lo secundaron y secundan, así como impactaron en la vida de quienes
no viven para contarlo y quienes sobreviviendo para contarlo, son acallados en
su demanda justicia y memoria.
Su muerte tiene muchos significados para cada
uno de ellos y sus herederos
de linaje y políticos, ellos contarán su propio cuento. Yo quiero resaltar el significado simbólico de las coincidencias,
entre dos personajes aparentemente antagónicos, pero que en los hechos se
aproximan más de lo que podrían distanciarse.
El 12 de septiembre de 1992 es detenido y cae preso Manuel
Rubén Abimael Guzmán Reynoso,
tras
una larga y secreta operación que incluyó el 11 de setiembre, gracias al trabajo de inteligencia del Grupo
Especial de Inteligencia (GEI), al punto que fue desconocido por el presidente Fujimori
quien se hallaba pescando en una reserva amazónica y su asesor Montesinos
ocupado en sus maquinaciones en un evento social, esta vez ninguno pudo impedir la captura de Guzmán, lo como si lo hizo en diciembre de 1990 [5], puesto que era el cuco a quién recurrir políticamente como cortinas de humo, cuando las aguas se movieran, si fracasaba un inventado conflicto bélico fronterizo.
Guzmán fue percibido por sus seguidores y el mismo, como la cuarta
espada del comunismo (Roncagiolo, 2007), tras 12 años de actuación
subversiva fue detenido, encarcelado y condenado a cadena perpetua, por ser responsable ideológico,
político y líder del Partido Comunista Sendero Luminoso (SL) que provocó y
dirigió el mayor conflicto armado y sangriento en el Perú a lo largo de su historia republicana.
Se autodenominó presidente Gonzalo, enarbolando la bandera
de cambio socioeconómico, político y cultural ante sus seguidores, justificando
que sólo sería conseguido, a través de la lucha armada y un río de sangre por
sacrificio, donde él, no derramó una gota, pero creó las condiciones para que ingenuos(as), desesperados(as) e inocentes que estuvieron en el lugar y hora equivocada murieran entre dos
fuegos.
Con la captura de Abimael Guzmán, se inició una leyenda
política de derrota de la violencia y pacificación del país por Fujimori y su
asesor Vladimiro Montesinos (fujimontesinismo), al mismo tiempo que concluyó la
metamorfosis de un profesor universitario mediocre, que se erguía como dictador sostenido por su asesor en la sombra.
Mientras nuestro ingreso al manchay tiempo (tiempo del miedo) como país, perduró
con fuerza por más de dos décadas e inclusive en estos tiempos resurgen de tanto en tanto sus mitos [6].
El impacto de las acciones de Guzmán a través de Sendero Luminoso, fue la adopción
simbólica de su presencia amenazante manipulado por el fujimontesinismo y los
subsiguientes gobierno de turno, que sumó el terruqueo como instrumento
de agresión, represión y condena a quién no estuvieran de acuerdo con el uso y
abuso del poder del gobierno fujimontesinista.
11 de septiembre del 2021, muere Abimael Guzmán a los 86
años. A 19 años de condena y encarcelamiento perpetuo, sin arrepentimiento, sin pedir perdón, ni pago de S/.1.00 (un sol) de reparación a huérfanos, viudas(os),
deudos y con el silencio del destino de desaparecidas(os), convencido de la validez y viabilidad de su ideología. Además del inmenso
daño económico que provocó con los actos de terrorismo al fisco, contribuyó a
la profundización de la pobreza, la discriminación y el estigmatismo a quienes
provienen de las zonas y pueblos que sometió, controló y dominó bajo su dictadura.
11 de septiembre 2024, muere alias Alberto Kenya Fujimori
Fujimori, puesto que su nombre de pila sería Kenya Inami Inamoto [7]. Coincidiendo con Guzmán, vivió 86 años, víctima de una
enfermedad terminal. A diferencia de su alter ego, en condición de libertad, con
una pensión vitalicia como ex presidente y delincuente amnistiado, torciendo
una vez más la mano al Estado, a través del poder legislativo, sumando una felonía
más de robo al fisco y bolsillo de cada contribuyente que seguramente se extenderá a sus herederos(as) quienes no tendran la descencia de renunciar a él, puesto que están hecho a imagen y semejanza del padre.
Si Guzmán murió sin claudicar de su pensamiento Gonzalo, Fujimorí lo hizo haciendo honor al refrán: "Genio y figura hasta la sepultura", con su último latrocinio a peruanas(os), ejecutado por su banda del chino, que nos dejó impávidas(os) ante el delito cometido en nuestras narices y a la luz del día, y si eso no fuera suficiente, será despedido segurmente de cuerpo presente con honores de digno mandatario de un país bananero. No importa el medio, si la meta es el poder, qué más se puede esperar de su prole, que no sólo lo explotó políticamente en su periodo de mayor padecimiento y deterioro físico, sinó que sacará ventaja de su cuerpo inerte y memoria como el más hembriento animal carroñero.
Fujimori gobernó una década, se fugó un quinquenio, a modo
de años sabático en Japón, tratando de arropar una cobardía para no asumir la
responsabilidad de sus acciones como gobernante, se declaró inocente
desvistiéndose de su imagen de estadista y estratega, para atribuir todos los
delitos a su asesor y tener la osadía de vociferar "¡Soy inocente!".
Traicionado por su ego y/o los cantos de sirena de sus cómplices, pretendió
volver al poder por Chile confiado en la vigencia de sus mito y la desmemoria de sus votanes, más la reserva de dignidad existente, logró que fuera extraditado, enjuiciado y condenado por delitos de abuso de poder, latrocinio, violencia contra la mujer, liderar una
organización criminal armada (grupo Colina), idear, planificar y ordenar ejecuciones extrajudiciales, secuestros, asesinato y exterminio de
población inocente, incluyendo poblaciones más vulnerables como mujeres, niños y ancianos, violando derechos humanos.
Fujimori compartió con Guzmán el derramamiento de sangre sin
perder una sola gota suya, decidió al igual que él, sobre la vida y muerte de otros,
correspondiéndole la responsabilidad política de su actuación en la dirección del Estado, al combate y desactivación del conflicto armado. Renunció a su condición de estadista, descendiendo al nivel de Guzmán, compitiendo en similares estrategias,
tácticas y crueldad, al que sumó impunidad, pese a poseer el poder político para cambiar las
condiciones del contexto, la inteligencia institucionalizada para una respuesta focalizada y efectiva, la fuerza de las armas para derrotar en combate abierto, disuasión con el poder de la legitimidad de la fuerza, armas, autoridad y
justicia de su lado, en favor y protección de la población directamente afectada.
Pero él hizo todo lo contrario, generando un terrorsismo de Estado. Por cuanto ambos, fueron y serán históricamente responsables del asesinato de
inocentes, cometiendo delitos de lesa humanidad que no prescriben aquí ni en el más allá.
Ambos compartieron la condena y encarcelamiento por sus
delitos, pero se diferenciaron en la dimensión y el cumplimiento del mismo. Guzmán murió tras 19 años en
la cárcel, como correspondía. En cambio Fujimori, cumplió poco más de la
mitad de su condena (14 de 25 años), ergo una vez más le sacó la vuelta a su
propia constitución, mientras segía siendo enjuciado por nevos delitos, que su cómplice de cohechos Montesinos había reconocido y declarado su cuulpabilidad, por cuanto, incrementarían años a su condena.
Fujimori, compartió con Guzmán, la falta de arrepentimiento, su negación a pedir perdón, ni asumir la reparación de sus delitos, ergo erigieron su karma. Al igual que su alter ego, no pagó S/. 1.00 de reparación que debía a los deudos y al fisco por daños, pero el sumó un monto de 57 millones por su latrocinio nacional, es decir robo a las(os) peruanas(os), muere con deudas pendientes constante y sonante. Pero
principalmente con la sangre de víctimas a consecuencia de sus decisiones como candidato mentiroso, autócrata, delincuente felón y cobarde.
Fue elegido por su promesa de no aplicar el shock que Mario
Vargas Llosa concertó [8] con las multilaterales, acompañado de un Programa Social que amortiguara el impacto del ajuste económico. Fujimori a escasos 10 días de haber asumido el poder, aplicó un shock mayor y sin un programa social, al no estar ni poseer condiciones de
negociar con las multilaterales del emergencia. Siendo responsable de soltar el primer globo de ensayo del
neoliberalismo que provocó el suicidio de personas desesperadas tras su fujishok
del 8 de agosto de 1990 y la generación de extrema pobreza en 6 millones de
peruanas(os), con muertes no registrasas por su impacto. Desde el inicio, hasta el final de sugobierno, legitimó la cultura de la mentira, mendicidad, discriminación, clientelaje,
corrupción e impunidad. Ajusticiado, preso y hasta sus últimos días, validó estas prácticas como su mayor contribución a su linaje y a la sociedad.
Con el autogolpe del 5 de abril de 1992, destruyó la
democracia, eliminó el equilibrio de poderes, violó la constitución e impuso
otra espuria a su medida. Producto de la toma delincuencial del Estado y el establecimiento de una red criminal ptodujo nuevas víctimas directas e indirectas.
Primero desmanteló el sector público, rematando los bienes de todos que fue revendido por mucho más por sus clientes. Arrazó con los dereches laborales eliminación la seguridad social, los sindicatos, la estabilidad laboral y engendró la terciarización de la mano de obra. Engendró el sub empleo, autoempleo, la informalidad y bautizó las relaciones económicas combi, la prevenda, corrupción e impunidad que reptó y se asentó en el poder político, hasta extenderse en la educación, justicia, cultura y costumbre.
Aportó al incremento del crímen organziado, haciéndose parte del tráfico de armas, desentenderse del tráfico de estupefacientes,
humano y políticas de violación de derechos humanos en el terreno militar y
civil a través de privatización de servicios sociales de salud, educación,
alimentación y vivienda.
Sus efectos se extienden hasta nuestros días desde sus acciones directas en salud como las esterilizaciones forzadas, principalmente a mujeres
pobres de zonas rurales. Hasta la actual inexistencia de condiciones y garantías de salud
pública para afrontar situaciones de emergencia como sucedió con el cólera y se reprodujo con la pandemia, del Cóvid19. Al transformar la salud en mercancía, privilegió y enriqueció al sector
privado, en servicios y medicamentos.
En la educación la el incentivo, promoción y facilitación de la educación
privada, para despojarse de la pública, y la eliminación de la investigación científica como medio de profesionalización, ha producido generaciones de profesionales discapacitados para desempeñarse en aquello que fueron formados y
una débil competencia para quienes asumen responsabilidades sensibles de
servicio a la sociedad como son los trabajadores de la salud y educación, que
en su condición de serumistas y docentes,
hoy desaprueban evaluaciones
básicas para su desempeño y quienes aprueban, califican entre 10.5 a 12.8 sobre 20, con
raras excepciones de 14 y 15. Pero sobre todo a ciudadanos(as) con escaso pensamiento crítico, síntesis, reflexión y acción.
Sin un estado regulador, que arbitrara las fallas del mercado como sucede en los países realmente liberales y capitalistas, la producción de alimentos hoy se encuentra
poder de monopolios y oligopolios que en tiempos de crisis como las que
vivimos, concertan el incremento de precios sin sanción alguna. La ausencia de
oportunidades en el interior del país, ha incrementado la migración, despoblamiento
y reducción de la producción de alimentos para autoconsumo de los más pobres y el
abastecimiento minoritario.
Para que un país, con una larga cultura de trabajo,
autosostenimiento, solidaridad, acogimiento del caminante y honradez se
transforme en inestable, violento, inseguro, desconfiado y en incertidumbre, se
requiere que se produzcan condiciones favorables por más de un quinquenio, con un
periodo de seguimiento, monitoreo e
incentivo a lo largo de unas tres décadas.
Alberto Fujimori sembró las condiciones durante un decenio,
teniendo como cajón de resonancia al APRA y hoy a APP. Dejó como responsables
del seguimiento y monitoreo a su primogénita y su engreído quienes se
encargaron de reclutar nuevos alfiles con igual o mayor sed y ambición de poder
que Montesinos, pero con menor inteligencia y perspectiva.
El universo es sabio y suele darnos mensajes si queremos
leerlo. Fujimori y Guzmán se fueron en un día simbólico, el primer número primo
cabalsitico en lo positivo y negativo, 11 por partida doble puesto que 11 de
septiembre también genera 11. Todo parece indicar que es una fecha cabalística para mostrarlnos el talón de aquiles, de aquello que parece inexpugnable e indestructible como las torres gemelas, para sobre sus ruinas, recrudecer sus medidas. Y también como se desvanecen los sueños frágiles de un modelo de sociedad diferente como sucedió con Salvador Allende.
Guzmán pasa a la historia como genocida siendo ejemplo de
cómo una lectura sesgada de la realidad peruana posicionado en una universidad
pública de la región Ayacucho (el rincón de los Muertos), concibió una propuesta
de cambio basado en la destrucción de todo lo existente, tomando el Estado a
través de la lucha armada de su Partido Comunista Sendero Luminoso (SL) y encendió
la pradera por más de un decenio.
Fujimori pasa a la historia como el último dictador delincuente
probado y condenado, siendo ejemplo de cómo el miedo y la inercia de una sociedad
rica en recurso, pero colonizada en la mente entrega el poder y permite que un
profesor de una universidad pública, poco notable, con atisbos de corrupción en
ese medio, dificultades para la comunicación, escasa visión política al postular como candidato presidencial y congresista, limitada inteligencia afirmativa y gran ego, se
fungió como el último emperador, por no asumirse dictador.
Ambos nos dejan como lección, que nuestra salvación no está en
manos de un mesías violento ni otro felón, sino de nuestra decisión de tomar en
nuestras manos nuestro destino y asumir las consecuencias de nuestras acciones.
Godoy
Mejía, José Alejandro. (2021). El último dictador, vida y
gobierno de Alberto Fujimori. Perú: Debate, 531 págs. ISBN: 9786124849701,
6124849704
Godoy Mejía, José Alejandro. (2022). Los herederos de Fujimori:
El legado de El último dictador. Perú: Penguin Random House Grupo
Editorial Perú.