martes, 23 de noviembre de 2010

CUENTA CADA ACTO: ellas, ellos, tuyo, mío para detener la violencia

Por cada acto que impulsemos para detener hoy la violencia contra la mujer,  habremos avanzado para erradicarlo en el mediano  y largo plazo. Habremos alertado a mujeres(1) a defender la vida, empezando por la suya, reconociendo su valor en si cual bien preciado y expresión de dignidad humana.    En tanto que cada  acto,   revela la existencia de ojos vigilante, manos que se unen, brazos que protegen y voces que se elevan para impedir el incremento de nuevas víctimas. Disuade a abusadores/as, que no pasará ni  se sumará un día mas  de silencio cómplice y complaciente, que la indiferencia partió para no regresar.

Por cada mujer que asuma su condición de ser humano, sujeto de derecho y constructora de su destino, daremos un paso el conjunto de mujeres, para levantar la cervis, desprendernos de nuestro ropaje de víctima extendida hasta nuestra sombra, asumiéndonos libres y  libertarias de nuestra propia historia. Dejaremos partir sin tristeza ni  melancolía,   ese sentimiento de orfandad, temor y minusvalía que mina por siglos  nuestra  autoestima. 

Por cada mujer que diga ¡basta!, busque y obtenga ayuda, habremos salvado una vida y a través de ellas otras vidas hasta cinco generaciones libres de violencia. Por cada mujer que se levante y persevere, luego de caer siete veces siete, ante sus propios titubeos, tendremos las condiciones para que otras tanta se animen da dar el primer paso, asumir el reto de hacer uso de su libertad venciendo el pavor que le produce lo incierto, sin volver al cobijo del sometimiento y la subordinación bajo el pretexto de la protección.

Por cada mujer que asuma el reto de su propia protección y el ejercicio de sus derechos, ahuyentaremos los espectros de temor a la libertad, el ejercicio de la democracia, tolerancia y trato igualitario por paritida doble(2). Superaremos la sospecha sobre la otra por ser igual o diferente, ensancharemos los espacios antes de constreñirlos cual remedo  de conquistas de poder tras el poder, su asistencia, soporte o eco, por periférico y similar  a las migajas.

Por cada proceso colectivo que nos fortalezca como actrices, habremos dejando de lado la fragilidad donde se construyen nuestras decisiones, que suelen distraerse por desconfianzas, egoísmos, media voz, medias verdades, la herencia de modelos caudillistas, la renuncia superficial  a los apetitos de poder mal aprendido,  intereses inconfesos...  independiente de nuestros ropajes de amas de casa, ciudadanas, líderes, empresaria, profesional, educadoras de educadoras, ejecutivas,  militares,  políticas,  con expertis en derechos de las mujeres y la perspectiva de género, pero con torpeza para mirarnos hacia adentro desde adentro.

Por cada mujer que revise su propio sentimiento de impulso, actuación y posición en el entramado de las relaciones sociales y de género habremos dado un paso hacia la reinvención de prácticas transparentes, con igual oportunidad, equitativas e inclusivas. Desenmascarando nuestros apegos a la exclusividades  y selectividad heredadas y/o reconstruidas, reconociendo  que a pesar nuestros persiste el  cordón umbilical que alimentan  prácticas que niegan nuestra  condición de hermandad en la herencia génerica, hacedoras de nuestra cotidianeidad e historia.
Por cada iniciativa para reconocer en  el propio actuar y aquel otro cercano por conocido, la sutiles formas que germinan las semillas de la violencia  que reproducimos cuasi inconscientemente, como el pan nuestro de cada día,  habremos avanzado un paso más a la conciencia crítica y creadora que nos permita crecer a partir de la superación de nuestros propios retos. Siendo capaces de romper  lazos  visibles o invisibles que pueden ser de seda, oro o brillantes,  cuyo continuum es su condición de yugo que aprisiona,   inspirando actitudes y actuaciones que  alimentan y reproducen,  asidero a quienes independiente de su género, mantienen y refuerzas condiciones de violencia, recreada  y adecuada a nuestros  desempeños.

 Por cada mujer que reconozca en otra mujer a su semejante, cuya diferencia no niega sino acepta, al mismo tiempo que se abre concientemente a compartir procesos y experiencias que sumen y no reste,  advertirá que su fragilidad sólo dejará de serlo en la conjunción de fuerzas compartidas, aun cuando al principio aparezcan partidas casi desperdigadas cual rompecabezas, será en ese proceso compartido  de reconocimiento en sus  partes y reconstrucción del ser humano mujer, donde hallarán la fuente que alimente sus energías para superar las   barreras y brechas  construidas durante siglos, teniendo a las mujeres como principales aliadas y destinarías de su propia condición de sujeto de violencia.

Por cada mujer que tome en sus manos la tarea de construir  relaciones de igualdad con respeto y tolerancia, habremos dado un paso más hacia la ruptura de relaciones  perversas que entrelaza y seduce a opresor/a y oprimido/a a la fricción, tensión preludio de la  violencia, bajo el manto paternalista/ maternalista que adjudica roles sociales opuestos y binarios como  el cuidado de otros y otras, mientras los otros reinventan nuevas formas de aniquilamiento selectivo y masivo de todas/os. Cuya micro-expresión cotidiana es la misoginia, el sexismo  y su mas grave expresión el feminicidio.
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(1) Independientemente de su edad, etnia, religión, posición, grado de instrucción, profesión, desempeño privado, público político.
(2) Significando que todas y cada una, nos turnamos para jugar permanentemente el papel de víctima/ victimaria, dependiendo de los roles y posiciones que nos toca asumir en cada uno de los espacios, tiempos e interacciones. Muchas veces olvidamos este doble papel, porque nos acomoda o acostumbramos a sólo uno de ellos.

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