Hay un tiempo para cada quien,
hoy fue el mío dejando fluir a mi ser,
cavilando al rededor de días idos y por venir,
de seres que llegan a mi vida como las olas del mar,
a la par de un atardecer
brillante e inesperado,
ahuyentando otros con polución de micro seres que luchan denodadamente
para asentarse en mis sentidos.
Concebí una nueva
estrategia, cero lucha, más comprensión,
anunciándoles que
tenían libre el fin de semana y partieron raudos,
sea porque estaban tan agotados como yo en esta lucha estéril de desalojo e invasion,
o por que se
creyeron realmente su
erradicación con solidaridad de otro paciente para extinguir mi llanto alérgico por aquel ambiente.
Para mi sacerdotisa
será que hallé el punto de equilibrio en las dimensiones
de mi ser acrecentando mi darma,
alejando a todo
lo que mortifica sin aniquilarme
por esa necesidad
mutua como infame de sobrevivir
conjuntamente, sin importar que yo sea organismo complejo y ellos unicelulares.
Prefiero creer que fue
la atención a mi laxitud ya cerrando la
tarde con un banquete majestuoso de almuerzo-lonche y el deleite de combinar
sabores de tres dulce limeños que reconectaron mi
energía, sentidos, sensaciones y pensamiento,
para apreciar en detalle lo bello que es la vida.
Atrayéndome una escena en medio del mágico crepúsculo, descubrí en mi perspectiva
aquel encuentro, comunicación, intercambio y goce en la relación misteriosa y cuasi alegórica de seres felinos/humanos, conmovida pedí consentimiento para capturar ese momento de entrega terciopelada entre felinos, mujer y hombre.
discutible para
algunos/as por transgresor de espacios,censurando aquello que
muchos practican en privado pero que en público se
censura porque sabe a amenaza.
Asido de la idea de
que somos y tenemos diferente valor, donde unos son dueños
y otros advenedizos,
los primeros con derecho de uso y ningunos los segundos, en un
balance próximo a la creación de un nuevo teorema los menos en valor se
constituyen en peligro de los más
valiosos.
Más allá de estas
disquisiciones que persistirá,
hoy disfruté profundamente
de esa realidad que se impone, la combinación de bellezas
felinas libres y misteriosas, con gestos de amor a
veces esquivo de humanos/as entre sí, con combinaciones cautivantes,
reconfortantes y conmovedoras.
Como narraba a la familia mía, el gesto no distinguía edad, sexo, rol, condición, posición, pertenencia o pertinencia al espacio.
Bastaba con volver la mirada para dulcificar el rostro, sentarse al disfrute compartido sea del adulto mayor o la niña, los celos se esfumaban entre las parejas dejando espacio a otro ser.
Los seres que esta tarde me abrieron y mostraron sus sentimientos en un templo de convivencia de dos especies libres, impregnando a mi alma
de paz, felicidad y alegría que animó este escrito cuasi alegórico para
animarlos/as a visitar el parque felino/humano…
quise decir el parque
Kennedy de Miraflores.