Saludé
en el transcurso de este día del periodista a amigas/os cuya especialización me
consta sea por sus credenciales, diplomas y distinciones. O por los reconocimientos
de aquí, allá y más allá. A unas/os
he conocido como se dice de adentro para afuera.
Es decir de cómo se hacen periodistas en
el día a día, durante el intercambio de nuestras orillas profesionales bregando
ambos hacia un mismo fin y en algunos casos diametralmente opuestos, aprendiendo una del otro/a sin reducir
un ápice nuestros quereres y en muchos
casos enraizando la amistad que se afirma por sobre el tiempo y la distancia.
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Mayu con su mapa analítico de articulista |
A
otros desde afuera, he acompañado real o virtualmente, procesos de reconversión. El tiempo ni las condiciones daban espacio
u oportunidad para continuar. Como la vida no se detiene, algunos debieron continuar sea por
veredas paralelas a su quehacer o incursionando en otros inimaginables en otros
tiempos, mis aplausos y reconocimiento porque nada los ha detenido aun cuando debieron
dejar su vocación hecha tiras, hallaron entre líneas contenido y sentido en cada nueva actividad.
He
aplaudido, alimentado y me he beneficiado como suelo decir, de la buena vibra, la irradiación del brillo y el éxito que alcanzan mis amigas/os periodistas. De quienes han resistido, reinventando, recreado y vencido a
las exigencias de los nuevos tiempos, irguiéndose cual ave fénix de sus cenizas
para no renunciar al componente vital de
su existencia como es ser periodista, persistiendo unas/os aun en medios
convencionales y otros/as abriéndose espacios nuevos o transformándose en alternativas, dando como suele decirse la hora
de cada día, mi admiración está con
ellas y ellos. Otros han seguido las lecciones de sus especializaciones sin morir en el intento.
Pero aquí no se agota, mi vínculo con hombres y mujeres que han hecho del periodismo
su vida o parte de ella. Me refiero a, aquellos que incursionaron en el arte de
serlo inversamente, nacieron en otras especialidades y a medida que descubrieron
la necesidad de “incidir” –este nuevo término de influir-, crear corrientes de
opinión o solamente la necesidad de elevar su voz personal y colectiva. Hoy son
artífices de haber entroncado y puesto
al servicio de la información el derecho,
superar la práctica invasiva e insidiosa hacia el arte de la entrevista dialogante
y respetuosa proveniente de las técnicas de entrevista en Trabajo Social, Psicología,
Antropología y Sociología. Sucede otro
tanto con quienes se han especializado en los artículos de temas especializados
de la política, social, económico y conflictos. Aquí se han sumado expertas/os que
combinan sus especialidades con el arte de comunicar y educar, creando un
abanico que va de la economía, medicina,
literatura, historia, política, etc., diversificando el
sentido y contenido de hacer periodismo
y generando interrogantes al ser periodista hoy, que bien aborda Ignacio Ramonet. Mi admiración por el esfuerzo cotidiano de
moverse entre múltiples tensiones, mi
voto porque lleguen a la plenitud e integración consciente de sus múltiples
identidades profesionales.
No
puedo dejar de mencionar a mis amigas y amigos que se forjaron en el campo
mismo de la práctica, respondiendo a las exigencias del compromiso con el
otro/a, del modo de educar a través de la formación e información también un
modo de hacer periodismo escrito, grafico y radial. Apropiándose de la palabra para elevar su voz, compartir y
sentir personal como colectivo. Ellas y ellos hicieron del periodismo un
apostolado, un espacio permanente de formación a sí mismas/os y el atalaya
desde donde vislumbrar su horizonte, ir por él y tomarlo con ambas manos. En el
indagar y reconocimiento propositivo de una parte de estas experiencias me di
de bruces y tuve mi primer rasguño laboral -tras tres décadas de desempeño sin novedad en el frente- ante los límites del quehacer de quienes dicen ser
sus aliados aplaudiendo sus hazañas
cuando es ad honorem y vetándolos a ellos/as y sus coincidentes, cuando ha
de ser a nivel de coste existente en el mercado.
Experiencias
con más éxito de unos que otros en resistencia y trascendencia. Algunos/as permanecen
y se reinventan, tomando cualquier salida del despeñadero como asidero para no
sucumbir a los tiempos. Mientras otros se extinguen, no importa si resistieron
las transiciones de dos siglos. Hay quienes dicen que era una muerte anunciada detenida por el
espíritu santo, que a inicios del nuevo siglo se concentró en los problemas del
vaticano permitiendo que un lobo vestido
de oveja, animara al rebaño en rodar por el
desfiladero. Otros sentencian sencillamente,
que en tiempos donde el conocimiento y la información fluyen gratuitamente, era
imposible la sobrevivencia de experiencias autogestionarias que fueron
subsidiadas desde sus orígenes. En uno y otro caso nadie le quita lo bailado y sin duda, las/os periodistas populares
siguen allí, esperando el momento de volver a tomar el centro de la arena
cuando el tiempo y las oportunidades se presenten, hago votos porque así sea.
No
quiero en este artículo ocuparme de los plumíferos como los llama Ana Teresa
Molina, esos que se venden al mejor postor, que han transformado al periodismo
en una carrera prostituible, de cuyos signos guardamos tantos videos y primeras
planas como trofeos nacionales de una década de ignominia. Lo que no significa
que se hayan detenido y menos erradicado. También se ha reconvertido pero eso
es un tema aparte.
Tampoco
me detendré en el periodismo informativo deformativo, que ya no investiga al punto que en
programas dominicales o planas destacadas incluyen enlaces de YouTube,
informaciones online por leer. Es decir cero investigación, análisis y
especialización. O de aquellos que sin duda hoy más que ayer remueven y alimentan
el morbo, pasiones y placeres primarios
de sus consumidores. Y los que hacen reportaje de campo, sin importar si el
sujeto del reportaje tiene las viseras expuestas preguntándole ¿Cómo se
siente?, o de quien ha enmudecido desbordado por un llanto
es interrogada/o ¿Qué siente? Menos me ocuparé de quienes
concentran su atención y desvían la nuestra en los escándalos, guerras y combates distorsionando hasta lo
cómico el concepto más dramático de las relaciones humanas.
He
querido con este escrito, desde mi contacto, percepción y sentimiento, homenajear
a mis amigas y amigos periodistas por
formación, elección y opción. Recordando lo diversas/os que son, lo hermoso y
necesario que es su quehacer para nuestras vidas, lo digno e inspirador que puede ser
independiente de donde se ubiquen y en que
se especialicen, recordar que son
quienes pueden mantenernos enlazados con
la vasta realidad y nuestras pequeñas historias.
Aplaudir
su trabajo inspirador alimenta mi
deseo infantil de ser periodista. Un día como hoy es oportunidad para entrelazar las hebras
de cada cantera de donde provienen, aun desde el exterior, animando a
entretejer y anuda sus haceres con es el compromiso de la verdad, formación,
información y denuncia. Amigas y amigos, celebro que hagan del periodismo una profesión de
esperanza.
¡Feliz
Día!