domingo, 28 de julio de 2013

IMAGEN SIMBOLICA DE 192 ANIVERSARIO PATRIO: #TOMA LA CALLE #27J Y #28J


Tras  la mirada severa del  traumatólogo ante  el abuso de mis pasos maratónicos según sus palabras y la recomendación de mi terapista Rosa Rivero: incrementar la dosis de paciencia y reducir la indignación movilizadora, no me queda más que seguir virtualmente la cita de #Tomalacalle #27J y #28J. Dejando que la reflexión ocupe el espacio del trajinar emocionado que enerva y produce la máxima adrenalina.
 
A cerca de mi  concesión desconfiada de poder  
Desde mi perspectiva desconfiada de los orígenes verticales, dogmáticos y rígidos asociado a viejos o nuevos  liderazgos provenientes de canteras militares, eclesiales, partidos conservadores, etc. que a lo largo de los años ha cincelado una actitud  vigilante e independiente de mis proximidades o distancias  personales, permitiendo sin mayor drama, enfrentarme a mis propios desencantos anunciados, subrayado hoy por un escuálido discurso del Presidente de la República Ollanta Humala 1 ante los 192 años del aniversario patrio, contrastado y superado de lejos por el de una mujer 2 que devela el escenario del país.
A decir verdad   una vez más estamos ante lo obvio en temas políticos, puesto que  nuestra accidentada memoria y terca apuesta contradictoria,  por un mesías aparentemente menos malo  que el anterior sea el portador del  milagro democrático, nos vuelve a regalar  lo mismo bajo otro disfraz  y nombre, solo que para much@s duele más porque golpea en la misma herida.
No sé cuanto se asemeje mi percepción con el común del pensamiento del ciudadan@ de a pie, respecto a mi concesión de poder desconfiado del desconocid@, espero que no demasiado. Desconfianza que se traduce en exigencia cuando el liderazgo se corresponde con vínculos cercanos, porque a quien conozco y confío expreso en primera,  mi alta expectativa en contraste a un líder estándar, a cambio de ello ofrezco mi apoyo sin más rédito que aportar a su coherencia y consistencia de hacer la diferencia. 

No hace mucho, mi amiga Patricia A. cuestionó esta forma de concesión de poder desconfiado,  por inviable en tanto señaló que se trataba de una expectativa destinada a la frustración porque pretende sintetizar actuación política con valores de servicio de la Madre Teresa de Calcuta, asertividad de un estadista aun por descubrir y la visión e impacto de  la gestión institucional exitosa de Bill Gates y sentenció que la política era otra cosa.
Aspiraciones de Gestión Pública engarzado con mínimo costo social
Yo en realidad no aspiro a tanto, porque toda mutación y mezcla de prácticas conocidas me sabe a Frankenstein, sólo apuesto porque  despleguemos  innovaciones y fundemos en la práctica, eternas  aspiraciones  de hacer política coherente con aquello que siempre hemos reclamado en las calles sea de izquierda, centro o simplemente de descontento coyuntural  porque nos toca. 
Estoy convencida que es posible, solo hay que empezar. Sin decisiones políticas dramáticas como la estatización, que  ha demostrado su inviabilidad, es preciso el diseño políticas en función de diagnósticos efectivos y con claridad en el impacto de los costos sociales para adelantarse o ejecutarse paralelamente medidas de amortiguamiento en tanto surten efectos del cambio en el mediano y largo plazo ¿Cómo hacer una magia de esta dimensión? Sin duda  es la pregunta del millón.
En mi caso puedo ensayar un  ejemplo  del cual no soy experta, pero considero que como todo ejemplo es útil para el ejercicio de la imaginación en políticas públicas.
Si voy a construir un tren eléctrico en una zona como San Juan de Lurigancho –no previsto en el plan del gran cambio o la hoja de ruta,  pero con suficiente olfato de su validez-, requiere considerar que sólo cuenta con sólo dos arterias  de conexión a las cuatro Limas: norte, centro, sur y oeste, a donde se moviliza cotidianamente una buena proporción del millón de habitantes. Sin duda los datos de esta movilidad será el primer estudio para identificar el costo social de la obra faraónica. A ello se sumará, antes de iniciarla, medidas que reduzca el impacto en la fluidez  del tránsito cotidiano, sea recuperando o mejorando vías escasamente transitadas  o   creando nuevas   de soporte eventual o sostenido.
Si eso significa inyectar y apresurar un túnel inadecuadamente diseñado en proceso de construcción, lo perfecciono para asegurar una funcionalidad útil por lo menos paralelo a la obra central del tren eléctrico, cuyo valor agregado en la dimensión política es: a)  alianzas con un gobierno local vía concertación o buena vecindad, que reduce un frente de oposición. Y b) si mi prioridad es electoral evito acumular la insatisfacción de los mayores de 18 años  atrapados día y noche en el transito registrando en su subconsciente de rechazo a un gobierno que no atiende sus necesidades. Luego me ocuparé de cerrar la vía alterna si no tiene sostenibilidad en el largo plazo.
Estoy diciendo piedras seguramente para un(a) expert@ en vías,  sin duda es discutible mi argumento,  tampoco es terreno en el que pretendo entrar, solo intento graficar  la idea   de la necesidad  que tiene  una medida de política de largo aliento y mayor  impacto, acompañada o precedida con otra  de corto plazo e  impacto inmediato, que reduzca el costo social porque se ha priorizado el servicio antes que la ganancia empresarial. Ergo significa combinar  una gestión prospectiva con medidas preventivas, desde abajo, satisfaciendo a  quienes van a ser afectados en la vida cotidiana inmediata y el futuro.
Lamentablemente aun no se ha ensayado la gestión pública que combine más de un enfoque, abundan los  maximalistas  o populistas.  Intento transmitir con este argumento que es otra de las razones que alimenta   mi desconfianza ante nuevo  o viejos liderazgos, haciendo que en plena efervescencia de apuestas electoreras y celebraciones se expresen mis dudas  hasta subrayar que mi voto es condicional y vigilante -si no es viciado como en los noventa-, provocando el malestar a más de un entusiasta.

A estas alturas, estoy convencida que no es una percepción aislada,  se ata algun@s conocid@s y/o por conocer con quienes coincido en las   calles  cuando no queda otra.  Hasta fines del siglo XX y a lo largo del primer decenio de este siglo, sentía que probablemente esta desconfianza cuasi visceral terminaría con nostr@s.
Mi esperanza renace con #Tomalacalle
Luego de las cuatro jornadas de jóvenes indignad@s, se incrementa mi pozo  de esperanza para romper con la indiferencia o ampliar la radio de interés de esta nueva generación por el bien común. Pero mi esperanza no se obnubila, sabe que  es un proceso exigente de su propio ritmo, más cuando  los espacios de formación y conciencia social, política, cultural, no hemos hecho enlaces y/o   transiciones generacionales periódicamente para acumular e innovar.
L@s jóvenes  de #Tomalacalle, han sido paridos con indignación, su  nombre expresa la necesidad de trascender la institucionalidad torpe, sorda, miope y corrupta, reinstalando una institucionalidad democrática y el respeto  al pueblo, pueda que sea una agenda efímera. Importa que tomaron la calle, bautizándose  con el peso de la represión que no desanima, todo lo contrario llena de coraje y eso germina para la resistencia o enrumba hacia nuevas formas de organización, con mejor pronóstico si  tienen espacio para la revisión y el análisis, mi esperanza se robustece.
Para quienes estamos bordeado el  medio siglo, #Tomalacalle es una masa que crece y ha dado el primer paso en pos de la dignidad. La práctica de confrontación de poder es el registro y la fuente del hacer de una praxis que lleva a la revisión, abriendo camino para la construcción de la conciencia  personal y colectiva, la misma que no puede ni debe realizarse aisladamente, requiere que se generen procesos autónomos y colectivos. 
Cuanto asuman compromisos y se articulen, sin duda nos hallaremos ante la emergencia de una nueva generación hacedora de su destino,  constructores de esta patria que es nuestra como suya y la de sus hij@s. Asistiremos al momento simbólico donde toman la posta para adecentar la política, con sus propios aprendizajes. De ser así sentiremos que valió la pena mantenernos vigilantes y descubrir que después de todo  ese fue nuestro papel.
Quizás con cierto velo de frustración, tendremos  que reconocer que en este nuevo escenario a nuestra generación,  le va mejor en su rol de ciudadanía comprometida que hacedor/a de políticas y gestión del  Estado. La práctica nos ha enrostrado que quienes han  logrado tener éxito son más papistas que el papa, renegando de sus orígenes y trasladándose al otro extremo. Adoptando posiciones cómodas de centro o independientes –como si esto fuera posible-  o de  burócrata ortodoxo que aspira a hacer carrera pública abdicando. Renunciando  a la oportunidad de ensayar y validar una nueva forma de gobernar para y con las mayorías. Aquell@s que muestran su dificultad e incapacidad para estos menesteres nos comparten gratuitamente el cartel de ineptos a tod@s  los actuantes y por actuar.
Queda por tanto, confiar en que l@s jóvenes de esta generación formados en la era digital  en un contexto globalizado,  con manejo de las  herramientas que reducen tiempo y espacio, con competencias  para la simultaneidad  que  decodifica varias aristas sin perder el hilo  y el entretejido de su propia atención. Habrá que aportar –sólo si lo permiten y solicitan- a  procesos reflexivos, con la memoria colectiva,  los aprendizajes acumulados y confiar que lograrán aquello que no pudimos configurar ni asumir nosotr@s. Habiéndonos especializado en acciones reactivas  antes que prospectivas; demandantes antes que propositivas, inmediatistas antes que estratégicas, segmentados antes que articulados.
A pesar de habernos movido prácticamente por más de tres décadas, en la resistencia  y la denuncia y teóricamente por el cambio y la igualdad, sin ser completamente  la generación perdida de los ochenta que  bosquejo Alberto Flores Galindo en su testamento político –porque no le quedó más tiempo-. Alcanzamos a ser  la generación que  recuperó una endeble democracia y se emocionó tanto que creó estaba asegurada, sea reproduciendo viejas prácticas o retornando a lo suyo porque la sociedad camina sola, basta con ejercer nuestro voto. Los sucesos actuales,  nos recuerda que requiere ser radicalizada y robustecida día a día, sostenidamente.
Hoy que cumplimos 192 años de independencia política, que numerológicamente  es tres quiero pensar que un país nuevo es posible, que hay espacio para el diálogo, el respeto y la suficiente madurez de quienes fuimos protagónicos y quienes hoy se apropian del protagonismo para hacer lo que le toca hacer.  Para  oxigenar el espacio  permitiendo que la nueva generación procese  y asuma el rol que le corresponde construir y trascender las miserias que impiden ser una patria grande y unida.
 
Quiénes  perdimos la oportunidad de hacerlo o hicimos lo que pudimos en nuestro propio tiempo tengamos la hidalguía para no seducirlos, sustituirlos, manipularlos, viciarlos o ser peor que el éxtasis: recrear viejas prácticas de padrinazgo, madrinazgo y clientelaje, deslizando ladinamente prácticas de corrupción endilgada a otros, pero que cotidianamente reproducimos  cuando creamos privilegios, hacemos excepción en la regla o decimos y hacemos  mentiras blancas.
¡Bienvenid@s jóvenes de  #Tomalacalle...!  a la arena de la patria nueva, bienvenida a más de cuatro jornadas de indignación,  constructores de un Perú tuyo, mío, de aquel, aquella… un  Perú nuestro.

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