jueves, 7 de enero de 2016

NI SUMISA, NI DEVOTA. MARIA YSABEL CEDANO

Me hallé con María Ysabel Cedano, por esos caminos misteriosos de la vida en un evento por el  día de las mujeres en marzo de 1993. En mi caso  asentada en el sur del país  acompañando haceres políticos, gremiales, comunales y de sobrevivencia de las mujeres de Ilo. Por el suyo, apenas haciéndose abogada  e integrándose a DEMUS (Estudio Para la Defensa de los Derechos de las Mujeres)1 con el ímpetu y la pasión juvenil por los derechos de las mujeres.

Más adelante coincidiríamos en la promoción de género 1995-96 de la PUCP, cuya particularidad en composición, dinámica y devenir lo sabemos  cada quien que la conformamos en ese tiempo  y espacio. A partir de allí, para mí  es Marysabel, la brillante y apasionada abogada de hermosos ojos, sonrisa plena y fuerza inquebrantable. Primer puesto en ingreso PUCP, tercio superior de su promoción y decidida a marcar  historia en los derechos de las mujeres.

Marysabel  imagen simbólica de la joven mujer creyente, militante  y visionaria del feminismo, que desde ese entonces, retaba y ponía en cuestión ese viejo temor de las mujeres que veníamos del movimiento de la teología de la liberación, barrial y del desarrollo. Fue una de las jóvenes promesas que introducía frescor  a  un movimiento a su vez detenido por el miedo ante la muerte irracional  de una violencia política que toco a su puerta cuando  estableció como blanco de tiro,  el cuerpo de   mujeres líderes en Lima, tras arrasar otros cuerpos incontables o dejarlos como despojos, en la profundidad del país durante más de una década.

A través de Marysabel,    me asomé   a ese lado de la política desde y para las mujeres, impulsando cambios en las prácticas de la vieja guardia feminista -mientras las intermedias se lamentaban de la escasa cuota poder, ella tomó el poder por asalto posicionándose-, transformándose desde entonces  en mi referente, experta, aliada y respaldo para   diversos casos de mujeres que habían experimentado   violación en sus derechos que desbordaba mi quehacer. Y por qué no, también  el   propio cuando este ha sido necesario. Su apoyo y aporte me consta es inigualable.

A  Marysabel, me liga tanto los estudios de género cómo los espacios de organización, movilización y lucha de las mujeres en tiempos donde defender nuestros derechos era cuasi un acto heroico por lo frágil que aparecía la voz de las mujeres y la ciudadanía. En el 2003, con el informe de la CVR (Comisión de la Verdad y Reconciliación)[2], descubriríamos que también fuimos temerarias y cuasi suicidas (1996-2000), debido a que por menos de lo que nos atrevimos a realizar fueron torturadas y asesinadas 20% de mujeres peruanas (de 23,969 personas reportados muertos o desaparecidos y 69,280 estimados) ¿Porque ellas y no nosotras? Pueda que se deban a las razones sostenidas en el informe:  ser andinas, amazónicas, quechua hablantes, iletradas y estar en las entrañas del país. (ICVR: 2003, 162)[3]

Con Marysabel y un puñado de mujeres (1998 y 2000) tomamos las calles publicitando lo que todos(as) sabían y no querían aceptar. Aquello que sucedía en el Perú en   tiempos de secuestro social, político  y cultural,  gracias a una dictadura encubierta en ropaje de democracia con una constitución ad hoc.  Esforzándonos en crear opinión pública alrededor de una serie de avasallamiento de derechos de las mujeres, trabajadoras, estudiantes, viudas, madres y ciudadanas. Teniendo como telón de fondo a medios de comunicación sordos, mudos y testarudos que no sabía, no veían  ni opinaban. En cambio nos llenaban la visión cotidiana de programas donde se exhibían la miseria humana “los reality show”[4] parodiando principalmente a  sectores populares como lumpen  y miserables, deformando la realidad,  desconfigurando la pobreza y a los pobres. Hoy profundamente abyecto, atentan  derechos de niños, niñas y jóvenes[5]

A Marysabel he secundado y admirado, en la valentía que  más de uno podría llamar locura, cuando nos plantamos ante el hospital de la Policía Nacional del Perú, pidiendo cuentas sobre el estado de Leonor la Rosa[6] y más adelante depositado nuestra confianza, para que   junto a Giulia Tamayo León ingresaran  la denuncia del caso ante  la CIDH, un 8 de diciembre de 1998[7] que aun recuerdo. En tanto   que quien se atribuyó autoría para obtener réditos políticos temblaba y transpiraba frente a ellas. Evidenciando una vez más,  en el momento de los hechos son  más  los actores y hacedoras de aquellos que los patentan.

Con Marysabel, nos descubrimos en aquellas  largas reflexiones teóricas sobre género, opresión, discriminación, exclusión, negación y socavamiento de la identidad femenina a partir de la práctica de nuestras propias vidas, descubriendo  que  por encima de las diferencias, nos igualaba la condición y posición de ser mujeres en un país tercermundista, machista, marianista y androcentrista, donde nos habíamos creído como natural e inmodificable que no teníamos derecho a tener derecho.

Me consta que Marysabel, tiene la capacidad, vehemencia y fortaleza para defender y colocar los puntos sobre las i, en casos de judicialización de violación de derechos humanos de las mujeres en la época de violencia, como sucedió con mama Emérita y de las víctimas de esterilizaciones forzadas, sin retroceder un milímetro, acrecentándose en su talla gracias a su convicción, firmeza y sapiensa.

He visto a Marysabel caminar, detenerse, evolucionar, afirmarse y encarnar la lucha por los derechos de las mujeres y en su interior por uno de los grupos más vulnerables las lesbianas, con quienes se ha identificado con claridad, madurez y consecuencia. Y me he condolido de su dolor cuando este ha asomado en un breve gesto o   valiente registro público de lo experimentado en carne propia, rasgando el velo de lo encubierto en el mismo seno de las mujeres, como sucede con la violencia intragénero. En su momento resintiendo a   mi alma y entristeciendo mi espíritu, mientras mi reflexión se afirmaba que falta mucho por hacer en todos los resquicios de la sociedad y sus diversas expresiones.

Marysabel, ha ensayado y agotado todas las vías desde la sociedad civil y ciudadanía, destacando su lucha sostenida para erradicar la violencia contra la mujer, que la llevó a ser Directora de la Mujer del Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (MIMDES) [8], la defensa de las mujeres víctimas de esterilizaciones forzadas y las víctimas de negación de aborto terapéutico,  con impacto en su salud y vidas[9]. El impulso de campañas como: déjala decidir[10],   la alfombra roja[11],    un hombre no viola[12],  acoso callejero[13], entre otros. Más adelante las consultas con los jóvenes[14] y militantes del partido que abrazó hace una década.

A Marysabel, me ata  la amistad construida,  día a día. Con cada acto, gesto, discusión, desprendimiento y  magnanimidad primero mirándonos a los ojos, luego entre  las orillas de un mar humano   o la virtualidad,  sin diluir un ápice  nuestra conexión. En síntesis, no sé si ella, pero yo la quiero bien y de todo este tiempo hasta el final de cada una, por ser quien es y re-significar  el contenido,  discurso y  la acción de  ser mujer y feminista;  sobrevivir sin perderse a la experiencia  en el poder ejecutivo, la dirección privada, la militancia partidaria, la representación latinoamericana. Y la seguiré queriendo aun cuando me rompa la confianza, si opta por los senderos de otras mujeres que se desprendieron del feminismo o sólo desvistieron para abrazar al oportunismo.

La candidatura de Marysabel, para mí estuvo claro como el día,  desde mucho antes de la coyuntura electoral actual, sin mediar intercambio alguno sobre el asunto. No es necesario ser bruja, maga o adivina, sólo leer el proceso,  la vertiente hacia donde le han conducido sus pasos y quehacer. Luego de su largo batallar como sociedad civil, participar como ejecutiva en los espacios de toma de decisiones del país, moverse entre corrientes internacionales y transitar por  el terreno de la militancia partidaria, en tiempos donde los viejos cuadros abandonaban el barco sea porque el ciclo de vida culmina o por un plato de lentejas,  la visualicé   reconstruyendo ese barco y conduciéndolo.  

Marysabel, en este tiempo que te adentras en el terreno sinuoso de la práctica política dentro del poder público, militante, consecuente y comprometedora, deseo desde el fondo de mi alma que pueda sobrevivir en ese mismo  terreno donde muchas(os) no sólo han claudicado, sino retorcido y estrangulado sus propias aspiraciones tranzando la opción, ante el mejor postor a cambio de mendrugos  de poder e intentando borrar sus propias huellas, ejemplos   hay muchos, la historia será quien las  juzgue.

Decreto   Marysabel, en este momento de preludios aún por ser elegida, que lo serás, sin importar el tiempo. Y cuando esto suceda, deseo que en verdad hagas la diferencia, porque a pesar de los golpes y rasguños en la esperanza por antecedentes nefastos de congéneres que incluso competirán contigo frente a frente y seguramente a mansalva.Sin importar tu larga trayectoria que te hace elegible, que yo apenas he pincelado desde mi estrecha mirada.

Me  atrevo a afirmar  que ambas,  estamos convencidas que nadie en verdad, representa nuestros interese y necesidades. La diferencia es que tú has tenido la valentía de encaminarte hacia las entrañas de la bestia. En tanto yo mantengo mi condición de sociedad civil,  por ello te acompañaré como hago con mis amigas(os) que optan por esta vía: no tan lejos que se congele la amistad, ni tan de cerca que se auto- incinere; pero lo suficientemente próxima para recordarte este tiempo de contienda, las motivaciones que te llevan a competir.






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