Subo en la estación de Cabitos, los asientos de espera están desiertos
como casi todo en la plataforma, miro el reloj marca las 22:22 horas y recuerdo aquel artículo sobre numerología donde se afirma que si vez este tipo de números,
es porque tu ángel o los ángeles quieren comunicarse contigo, intento recordar
que significa el dos[1] , para identificar en que sintonía podría producirse, al mismo tiempo que paseo la mirada por la estación y me siento.
Si mi lado de la plataforma está escasamente poblada, el
panorama del frente es cuasi desierto, diviso a una mujer solitaria vestida de casaca
roja y pantalón negro, de aproximadamente 50 años desplazándose. Mientras camina maniobra algo entre manos que me cuesta distinguir, hasta cuando se ubica donde la luz
ilumina sus manos, descubro en ellos un resorte de colores con el que
juega incesantemente, mi primera percepción es que se trata de un juguete que
sirve y divierte a toda edad, mi segundo
pensamiento es que aquella mujer ha descubierto un nuevo instrumento para des-estresarse
y mi tercer pensamiento lo vincula con los mensajes de los ángeles y me
pregunto sobre su significado.
Entre que lo pienso y vinculo, busco el celular para
registrar el hecho, justo cuando estoy a punto de capturarla, alguien se cruza y llega el tren. Logro una
pésima toma, pero suficiente para un registro. Ingreso al vagón, también cuasi
vacío a esas horas dos jóvenes me hacen espacio, me siento y miro a las cuatro
personas que tengo al frente, nadie me devuelve la mirada, todos(as) están
concentrados en sus smartphones.
Vuelvo a mi pensamiento, tratando de imaginar lo que
siente y piensa aquella mujer solitaria a esas horas en la estación mientras
juega con el resorte de plástico, aquello que ha vivido en el día que acaba, sin duda ella trata de mantenerse en control, ese tipo de resortes tiene voluntad propia y su color de arco iris me recuerda a la diversidad y su energía al libre albedrío, puesto que si dejas de poner atención y ritmo puede dispararse a cualquier lado, será eso el mensaje de los ángeles.
Sustrayéndome de mi elucubración metafísica me digo: “esto de atar numerología y mensaje esotérico me lleva a lo inimaginable, poco puedes adivinar lo que no sabes al igual que nada puedes controlar fuera de ti o no se halle entre tus manos, como el resorte en manos de aquella mujer”. Cierro así el misterio de la estación de Cabitos. Sonrío mientras vuelvo a mis recuerdos de esa tarde.
Sustrayéndome de mi elucubración metafísica me digo: “esto de atar numerología y mensaje esotérico me lleva a lo inimaginable, poco puedes adivinar lo que no sabes al igual que nada puedes controlar fuera de ti o no se halle entre tus manos, como el resorte en manos de aquella mujer”. Cierro así el misterio de la estación de Cabitos. Sonrío mientras vuelvo a mis recuerdos de esa tarde.
Recuerdo, la alegría de Adriana su abrazo y celebración
cuando finalmente llegué a su casa, la performance y gentileza de Ramón a quien
conocí hoy; la sonrisa, el brillo de los ojos de Yolanda, su abrazo y deseos al
despedirse. Nos queda pendiente nuestra conversar sobre su lectura, de aquello que
dijo estar sintiendo, imagino que ha de ser lo mismo que yo sentí, extrapolando su lectura con la mía a 1993.
Mi recuento se detiene en el perro-nieto de Adriana y
Ramón, del cual no recuerdo el nombre, quien pese al esfuerzo de ambos abuelos y mi rechazo,
terminó por invadirme, suele sucederme siempre con niños y perros, los primeros
juegan con mi cabello y los segundos no se apartan de mi lado.
Este se metía entre mis piernas hasta que osadamente se trepó sobre ellos para pedir
que le comparta mi galleta con paté, estuve a punto de hacerlo, allí es como me enteré que un perro de hoy no
come comida de humano, sino alimentación procesada industrialmente, por
supuesto que comenté sobre los riegos de que sólo coma ese tipo de alimentos[2], conté
sobre las dos gatas de mi hermana que fueron afectadas de mastitis y tuvo que
dormirlas, con gran sufrimiento de ella, la veterinaria tras reconocer que se siguió
sus recomendaciones, tuvo que aceptar
que existía la posibilidad de que haya desarrollado el neoplasia por ello.
Por eso hoy, Rufo
sólo come la misma comida que nosotros, ergo incluyendo las frutas, las pepas
de la mandarina y naranja, helados y chocolate. Y por supuesto el pasto que
crece entre mis macetas, eligiendo aquel más fino con su olfato. El mercado distorsiona
todo, cuando se torna exclusivo, se imaginan que hubiera sido de los perros de
antaño si sólo hubieran consumido comida procesada, seguro que estarían
extintos.
El tren se detiene en la estación La Cultura, por arte de
magia el vagón está lleno, dos jóvenes de mi lado se levantan para ceder asiento a una mujer embarazada y otra con bebé. Cuando creo que ya no cabe un
alfiler, estamos en la estación Gamarra, pareciera que el vagón se ensancha y
las personas se apretujan, hay una mujer con un niño grande de unos cinco años que
mira por todos lados, la mujer joven de mi lado derecho se levanta, me corro a la
derecha para que la mujer con el niño se acomode.
A diferencia de aquello que suelo ver frecuentemente en el
transporte público, donde la madre o el padre entrega el celular al niño(a) para
que se entretenga y no moleste, esta madre conversa con su hijo, recordándome aquellos largos trayectos de los ochenta con mi hija y noventa con Rodrigo. Mi hija preguntaba mucho a diferencia de él me pedía
silencio, no le gustaba llamar la
atención de pequeño, pero pronto se acostumbró y nuestros viajes eran de larga
conversa, información y formación según los trechos.
En este caso la madre intenta transmitir al niño la importancia y valor de la paciencia:
“Hijo has visto que, si tenemos paciencia, no necesitamos comportarnos como lo
han hecho las personas que se han ido en los otros trenes, vamos a casa no
tenemos apuro, igual vamos a llegar sin empujarnos y correr el riesgo de
hacernos daño”. El niño replica: “pero hemos dejado pasar no uno o dos
trenes sino cinco mamá, ¿por qué los otros no tienen paciencia?, ¿por qué mejor
no hacemos una fila?”. La madre responde: “eso sería bueno, pero no
podemos hacer que los otros se porten bien, sino nosotros portarnos bien,
entiendes eso”. El niño asiente: “Sí mamá, lo sé y entiendo, hay que
tener paciencia”.
Reglón seguido, cambia la conversación: “Mi papá me ha
dicho que mañana vendrá mi abuela y sólo se quedará diez días, ¿por qué tan
poco tiempo?, ¿por qué se tiene que ir tan pronto?”. La mamá responde: “Se tiene
que ir a ver y cuidar a tu primo”. El niño responde: “Sí, al apestoso”.
La mamá replica: “tu primo es pequeño no debes llamarlo así, él te quiere.”
El niño sonríe e insiste: “Es un apestoso, siempre se hace y encima cuando
le digo apestoso se ríe”. La mamá añade: “hijo tu primo está pequeño, no
entiende el significado de las palabras, sólo responde al sonido, pero tú sabes
que eso que le dices es un insulto, no lo vuelvas a hacer”. El niño queda
un rato en silencio, luego replica: “Por qué mi abuela se tiene que ir tan
pronto, yo la quiero, la extraño, quiero que se quede siempre conmigo…”, y rompe
en llanto.
A mí se me estruja el corazón, también soy abuela, vuelvo la
mirada hacia mi derecha para no conmoverme más y me encuentro con el rostro familiar de la mujer
sentada a mi lado, quien me comenta: “Que mal, hoy los niños nos
llaman a secas abuela, para mí eso
es una falta de respeto y cariño”.
Yo pregunto: ¿Usted tiene nietos?, ella
me responde: “Sí tengo un nieto, pero el me llama abuelita. Yo me encargo de él”. Repregunto: ¿Lo cuida al igual
que a este niño, quien ama a su abuela y llora porque no se quedará mucho
tiempo con él? Ella responde: “Él tiene 14 años, yo me encargo de él, desde
que era un bebé”.
Pregunto nuevamente: ¿Sus padres trabajan y no tienen tiempo? Ella responde: “No, yo me encargo de él porque su padre se fue y no le importa, mi hija es mala a ella tampoco le importa su hijo, mi nieto llora y sufre por ello. Mi hija no era así, desde que consiguió a su segundo marido no le importa mi nieto. Mi nieto siempre me pregunta por qué a él no lo quieren sus padres. Cuando le reclamo a mi hija ella dice: «Mamá que más quieres, él te acompaña, debieras pagarme por ello». Es desvergonzada, inconsciente. Yo le digo a mi nieto que no sufra, porque su mamá lo quiere y su papá también, solo que lo dejan conmigo porque no quieren que esté sola”.
La miro, mientras muchos pensamientos y recuerdos se agolpan
en mi mente, el problema recurrente de padres
y madres presentes pero ausentes ocupados en proveer, acumular,
perfeccionarse profesionalmente, mientras se pierden lo mejor del tiempo de construir la
relación con hijos(as), quienes crecen deseando el afecto, abrazo, consuelo y
ejemplo de sus padres que sólo se han tornado en progenitores proveedores.
Madres y padres inconscientes, que concibieron al hijo(a) tras
una noche de copas, una noche loca, al despertar decidieron que debían
tenerlo(a) conviviendo con el padre o casarse, mejor si se produce esto último, ocasión de gran celebración y muchos
invitados, son muy frecuentes y en toda las clases sociales, sólo basta mirar las bodas con vestido de blanco y maternidad notable.
Madres y padres
inmaduros, cuyas metas no habían remontado al de sus abuelas(os), madre y
padre, como era llegar al matrimonio y tener hijo(a), tener una casa, un
empleo, un carro, vivir y ser felices. Impacientes por exhibir su “éxito” a los
suyos; despertados por el baldazo de una sociedad de mercado donde por mucho
que se esfuercen eso no es posible antes de los cincuenta, menos si sólo uno
(él o ella) es proveedor(a) de ingresos al hogar tensando las relaciones y sus vidas.
En un contexto donde las mujeres tienen derechos reconocidos
y protegidos, la insuficiensa o
inestabilidad de ingresos en el hogar, las arroja a trabajar en el mercado estén preparadas para
ello o no, constatando que sus ingresos mayores o iguales a las del
marido, no sólo es insuficiente sino inequitativamente destinado al hogar, el 100% de ella y del 60 a 70% de él, quien a diferencia de ella, no ha renunciado a ser, tener una
vida que va más allá del hogar y el trabajo.
Personalmente pienso que él mantenga un espacio personal, no es el problema, sino que la mujer renuncie por su lado a su condición de ser social: sus pares, parientes y
posibilidades de seguir creciendo personal y profesionalmente. Suele suceder que este tipo de problemas, es tambien advertido
por el varón respecto a su pareja centrada en sí, revirtiéndose los papeles.
De no resolverse por negociación, consenso y
acuerdos periódicos, hasta
consolidarse como pareja y familia, se crean las condiciones para el conflicto de intereses y necesidades, que se resume legalmente en incompatibilidad de caracteres, traduciéndose en agresión y violencia; el miedo junto al
conocimiento de derechos hace que el siguiente paso, sea la denuncia y renuncia al proyecto de pareja. Si la
mujer rompe con el miedo y el hombre acepta que se acabó el respeto y amor, se
produce la separación y
desmembramiento familiar.
En todo este proceso hijo(s) e hija(s) sólo son un producto en
disputa para medir quien tiene poder, pero tras la decantación del
mismo, suelen terminar en algún lugar, siendo menor la posibilidad de integrarse a una de las dos
nuevas familias que emprenden padre y madre, cada quien por su lado. Frecuentemente
allí no hay cabida para hijo(s) y/o hija(s) del
primer matrimonio o ensayo de familia. En casos excepcionales, donde son
acogidos, se inicia un nuevo proceso de
dolor y sufrimiento de ser hijo(a) del otro(a) que los torna iguales o peores
que sus padre y madre, generándose un sinfín de conflictos, claro que hay casos
sui géneris, donde los hijos(as) del primer matrimonio o compromiso ganan
nuevos padre y madre, su mundo se amplia y son felices, pero ese no es el punto de mis pensamientos en este momento.
Y están los huérfanos,
cuando culminó el ciclo de vida de los padres que no coincidieron con el suyo.
Pero también aquellos que fueron arrebatados por la violencia social, política
y cultural: a) huérfanos(as) sobrevivientes de la violencia política en
un país que atravesó por ella durante más de dos décadas, sin que la misma haya
desaparecido hasta nuestros días. b) huérfanos(as)
por accidentes, cuyos padres mueren atropellados, volcados o chocados
durante un viaje, c) huérfanos(as) por la convivencia social insegura,
violenta, sin límites donde el otro es transformado en cosa siendo asesinado(a)
en un asalto, secuestro o bala perdida; d) huérfanos(as) de la represión, cuyos
padres salieron a protestar por el avasallamiento de sus derechos y pagaron su
osadía con la vida y e) huérfanos(as) por efecto del feminicidio que les
arrebató a la madre por manos del padre, convirtiéndolo en fugitivo o condenado
a la cárcel tras su crimen. En el Perú para noviembre del 2019 asciende a 149 casos[3] en
tanto que el histórico entre el 2004 y 2018 suman 1,803 casos[4], se
desconoce el número de huérfanos(as) que han de ser mayores a 1852 y la secuela
de los hechos en sus vidas es una incógnita.
Y está la orfandad por padre/madre ausente, es cuando, surgen las madres sustitutas[5],
mujeres que son a la vez abuelas, tías, hermana mayor[6], trabajadora del
hogar bajo la figura de trabajo a todo servicio o sólo "nanas" para el cuidado
del niño(a) y hasta la vecina de barrio o piso del edificio, se transforman en sustituta de la madre, como referente de refugio
y protección a cuyas manos van a parar hijo(s) o hija(s). Cuando deja de ser un rol rentado y permanente, se transforma en una nueva responsabilidad principalmente de mujeres con hijos(as) propios o no, renuncian a su maternidad de ese nuevo hijo(a) putativo explícita o implícitamente, puesto que la madre y/o el padre biológico están ausente por orfandad/abandono, asociado frecuentemente a que no fueron planeados, sea porque no evaluaron las implicancias de tener un hijo(a), ni tomaron medidas anticonceptivas o por efecto de la violencia y violación.
Las madres sustitutas o putativas[7] que no llegan a ser totalmente la madre,
puesto que la autoridad como la patria potestad sigue en manos de ambos progenitores ausentes, real o simbólicamente. Asume ese rol mediado por la ilegitimidad e
informalidad, movidos por el amor, el desprendimiento, el sentimiento de culpa por la conducta de su hija(o) con quién "fracasó" en educarlos como buenas personas o la resignación a
ser el referente temporal e invisible del hijo(s) o hija(s) putativo(a) porque
no queda otra, sin procesar en ese instante el costo de su invisibilidad, el
desconocimiento social, económico, cultural y político asociado a su rol.
Ninguna madre sustituta, si es trabajadora
dependiente, recibe el reconocimiento de la carga familiar, pero ello sí
sucede con el padre o madre en la misma condición, ejerza o no ese rol, conozco muchos casos así[8]. Tampoco tienen acceso a beneficios sociales de
los mismos cuando estos crecen y a su vez son trabajadores dependientes. Menos aún heredar por oficio si la madre sustituta no ha testado expresamente al respecto[9],
peor aún si la hija(o) putativa(o) fallece la madre sustituta no tiene derecho a decdir sobre sus funerales, a
heredarlo(a) ni hacerse cargo del hijo(s) hija(s) en orfandad.
Así es como la maternidad sustituta,
pese a ser largamente extendida a lo largo de nuestra historia y sociedad, es una práctica
que en el fondo nos avergüenza e interpela como sociedad, de modo que lo guardamos bajo la
alfombra, cubrimos con un velo a veces levantado por un hijo(a) putativo(a)
cuando la misma fallece, es fácil identificar cuando alguien dice o escribe "Mi abuela fue mi segunda madre, o mi abuela me crió" "Yo tengo dos mamás, mi tía y mi progenitora", "Mi hermana fue en verdad mi madre, porque ella me crió", "Mi nana me cuidó toda mi vida.
Negamos socialmente la maternidad sustituta, porque tira abajo, la sublimación de la maternidad, la solidez de la institución familiar abstraída a la condición de familia nuclear integrada y sostenida por el padre, la madre e hijos(as).
Negamos socialmente la maternidad sustituta, porque tira abajo, la sublimación de la maternidad, la solidez de la institución familiar abstraída a la condición de familia nuclear integrada y sostenida por el padre, la madre e hijos(as).
Todas estas reflexiones surcaron por mi mente como pantallazos de ideas, que he desarrollado con algo de detalle ahora que escribo
al respecto, para que se entienda mi respuesta a aquella abuela y madre sustituta:
“No le mienta a su
nieto, si en verdad lo amas, dígale siempre la verdad por muy dolorosa que esta
sea, una abuela sabe cómo envolver las palabras de modo que no duela más de lo necesario, al mismo tiempo lo forma como persona consciente, recíproco, seguro, fuerte y firme.
Evite que el dude de sí mismo, negando aquello que percibe y siente, afirme su autoestima haciendo que su verdad le permita ser libre, dueño y responsable de sus actos y su futuro.
Su nieto necesita ser
consiente, de su situación para vivir con ello, si bien no tiene a una madre y
un padre que lo proteja, tiene a una abuela que sí lo hace, hay quienes les
toca luchar solos en la vida para sobrevivir y se transforman en grandes
personas, él la tiene a usted.
Usted conduélase por
su hija, porque todo lo que se hace se paga, ahora más temprano que tarde,
perdónela y olvídese de ella para que su recuerdo no dañe la relación con su
nieto y perdónese a sí misma, por haber contribuido para que su hija sea la
persona que es hoy, cosa que ya no puede modificar porque depende de ella y no
de usted.”
Ella me mira con los ojos brillantes por el llanto y responde: “Gracias por sus palabras, siempre tengo
sufrimiento por mi nieto”. He llegado a mi estación, me despido y avanzo
en el mar de gente para abandonar el vagón.
Mientras pienso en la necesidad, que estos seres sufrientes en su condición de hijo(a) putativo y una madre sustituta, tengan
conciencia de ser diferentes a sus progenitores, se desprendan del sentimiento de culpa en su futuro rol de hijo(a), tomando distancia de su
relación parental con la madre y el padre biológico, que les permita comprenden y actuar con justicia, en la complejidad de las relaciones de pareja entre hombres y mujeres de
nuestra sociedad en general, de sus padre y madre en particular.
Sólo cuando logran descubrir y aceptar que son mucho más que hijo(a), con una
herencia o carencia de afectos percibidos como “naturales” sino en una relación
de maternidad gratuita, basada en su condición humana que lo sitúa como uno más
e igual a todos(as), con valor en sí y para sí, se habrá aceptado y asumido, pero principalmente dejarán de sufrir.
Cuando comprendan que no toda maternidad es sublime sino un aprendizaje
y opción, que no hay “naturaleza materna” ligada
a la concepción, embarazo y parto; sino a la asunción del cuidado de
otro ser por su condición humana, aquello que hace que una mujer se haga cargo
de su maternidad aprendiendo y desarrollando el cuidado, crianza, sustento y
formación del hijo(a), independiente de la presencia o ausencia del padre.
Cuando reconozca que no toda paternidad es responsable,
amorosa, constructiva y proyectista como sucede con los padres conscientes de
ello, o con el patriarca, que busca trascender su propia vida y ambiciones de
poder a través de su(s) hijo(s) para que su legado perviva y que su(s) hija(s) alcancen matrimonios sólidos sin posibilidad de divorcio en su interior,
asegurado de ese modo que su linaje se perennice en el tiempo.
Cuando él o ella se visualice en el tiempo, que en algún
momento decidirá ser padre o madre, con capacidad para reeditarse y ser lo que
él o ella esperaba de su padre y/o madre,
les permitirá tomar con ambas manos, su papel de hijo(a) putativo, y con él,
aquello que le la vida le ha dado, valorando la oportunidad de tomar lo mejor que le
ofrece, para transformarse en lo que quiere y decide ser, desprendiéndose del
dolor de aquello que no tiene, porque no existe. Tampoco puede obtener y menos resolver, porque el amor se da y
acepta, pero no se puede mendigar, pedir, exigir, demandar ni comprar.
El tren se detiene, desciendo del vagón y siento que una
mano me coge del brazo, es la abuela y madre sustituta del nieto, quien me dice:
“de tanto conversar, no me di cuenta que también me bajo en esta estación”.
La miro de pie y
descubro la razón de mi sensación de la familiaridad en su rostro, mientras le digo: “Sabe
usted se parece a mi amiga Isabel que descansa en paz y siempre me acompaña”.
Advierto que sus pasos son inseguros, cojea del pie izquierdo. La sostengo del
brazo y caminamos hacia el ascensor, mientras ella me dice: “Sabe me ha aliviado
el corazón, no suelo hablar de mí, pero esta noche en especial, estoy muy
triste. Yo soy una empresaria de Gamarra, he sacado adelante a mis hijos sola,
mi marido se fue con otra y nunca se hizo cargo de mis hijos. Crié bien a
todos, ellos no quisieron estudiar así que les di un puesto a cada uno para que
trabajen, pero hoy en especial me siento tan mal porque mi hijo varón a quién
he dado tanto me maltrata”.
Hemos bajado del ascensor, mientras escucho su confesión:
“Mi hijo me ha hecho no una sino con esta tres veces, la primera le puse un
puesto y lo dejó, porque me dijo que quería coser y producir; para eso le pagué
la mejor escuela de formación que hay en Gamarra, aprendió bien y mucho cuando
empezó a coser tenía bastante trabajo y era bien buscado. Pero él quería lo
suyo, así que le di nuevamente un capital, le compré máquinas y no sé qué hizo
y lo perdió todo nuevamente. Esta tercera vez, yo había conseguido un préstamo
para mejorar mi empresa, él me dice: «Mamá, dame a mí, yo lo voy a invertir y trabajar mejor ese capital, ya
no trabajes sola; trabaja conmigo». Yo una vez más le creí, tonta de mí, le di los
noventa mil dólares y ahora el me maltrata peor que a todos sus trabajadores”.
La miro en silencio y descubro en esta mujer de unos sesenta años, con
ojos grandes y negros, nariz aguileña, cabello profundamente negro y tristeza mayor
en el rostro, de quien no sé más que aquello que cuenta, a muchas mujeres
que aman demasiado.
Algunas se encuentran atrapadas en una relación tóxica de
pareja donde son estafadas, abusadas, maltratadas, devaluadas en su amor propio
y dignidad, sin lograr desapegarse de esa relación. Otras como ella, son mamás gallinas, que viven esa misma
experiencia en la relación con sus hijos(as) quienes las succionan, desangran,
desnudan y degradan, hasta arrebatarles el alma, sin importar lo que piensan,
sienten y sufren.
La miro, escucho y siento dolor en el alma, nos detenemos en la
explanada, ella sigue desgranando todo lo que sufre, dejo que se desahogue
puesto que sacar aquello que nos entristece, adjudicándole nombre nos descarga,
libera y permite recuperar fuerzas para no desfallecer.
Me dice finalmente: “usted creerá que soy una mala madre
y una empresaria tonta, pero en verdad no lo soy, sólo que esta noche estoy
profundamente dolida”. Respondo que no importa lo que yo piense, sino
aquello que ella misma piensa de sí. Pero si a ella le importa saber que
pienso, se lo diré:
“Al igual que muchas madres solas, usted trató de hacer y
dar lo mejor que pudo a su hijo e hija, sin embargo, no les enseñó a ser
recíprocos con usted mostrando que también era un ser humano, no expresó sus
necesidades, sentimientos y debilidades, sólo el poder y el hacer que había
aprendido en un mercado brutal como competitivo que es Gamarra. Ellos hoy
intentan ser usted y superarla, pero en menos tiempo y con mayores sacrificios
como logros de aquello que han visto, no importa si la sacrifican a usted o su
nieto, usted les ha facilitado todo para que esto suceda.
El problema lo ha identificado usted misma, no es mala
madre en el sentido que lo dice, sino en que sigue siendo madre aun en el
terreno empresarial donde le toca ser socia, si usted le hubiera dado ese monto
de dinero a un socio cualquiera, otro sería el resultado, su percepción y
estado actual.
Como dice ha sido una decisión tonta por tres veces, no
porque usted sea tonta, puesto que todo este tiempo ha salido adelante como empresaria sola, sino porque en su
decisión ha pesado su maternidad. Si hubiera realizado todo lo que ha hecho con
su hijo con otra persona, habría tomado precauciones y medidas para correr el
menor riesgo”.
Sonríe la tristeza se ido de su rostro, me coge el brazo y dice: “Es un ángel, acabo de
darme cuenta que en realidad solo estoy pensando como madre y sufriendo como
tal, cuando mi problema es de empresaria y socia. Sólo pensé en la ingratitud de mi hijo, su desprecio y maltrato y no me he puesto en mi lugar ni mis derechos, eso no se
lo he permitido nunca a nadie, me siento destruida porque no tengo como
reclamarle formalmente”.
Sonrío a mi vez, el ambiente se torna cálido, la cojo una
vez más del brazo y le digo: “Ya ve
cómo las cosas cambian si lo mira desde otra posición, usted puede resolverlo,
primero colocando en su lugar a su hijo.
Si no logra que entre en razón, puede usted volver a
empezar, aprendió la lección ya no cometerá el mismo error por una cuarta vez,
porque sabe cómo hacerlo, no pierda su dignidad, ni sufra en una relación donde
no puede cambiar las condiciones, depende de usted ser lo que decida ser”.
Me agradece nuevamente, nos abrazamos como si fuéramos las
mejores amigas de toda una vida, la veo alejarse con más seguridad en sus pasos,
no le pregunté su nombre, tampoco ella sabe el mío, es lo que menos importa, no es la primera persona con quien
tengo confesiones y confidencias tan profundas, a quién no volveré a ver.
A
veces metafísicamente pienso que soy una sacerdotisa de muchas vidas o como diría mi amiga Gloria una sanadora, en otras que el universo me permite ir cerrando pendientes en el momento, lugar y seres que menos conozco, pero mi
conciencia racional y lógica me recuerda que suelo ser una terapista ad honorem al paso.
Pueda que sea todo a la vez, mientras camino caigo en la cuenta que ciertamente esta noche los ángeles se comunicaron conmigo, más concretamente, mi ángel Isabel Inca, quién me juntó a esta mujer en el tren poco a poco, para que espantara su sufrimiento mientras me confirma el camino, las cosas y metas correctas de mi ser y hacer, hoy y mañana. Sonrío esta vez para mí, hay aún luna llena, cerré mi 30 de noviembre redondo, camino ligero y me siento feliz, como no serlo tras tanta magia de vida.
[1]
Las señales de los ángeles. Ángeles, Espiritualidad https://www.cuarzomistico.com/las-senales-de-los-angeles/
[4]
Según data de la fiscalía en su 2/ Boletín semanal del Ministerio Publico-
Fiscal de la Nación en Cielo 3/ https://www.google.com/url?sa=i&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&ved=&url=http%3A%2F%2Fwww.scielo.org.pe%2Fscielo.php%3Fscript%3Dsci_arttext%26pid%3DS0254-92122012000100009&psig=AOvVaw3olAWapirJKny-6JgzNseD&ust=1575359952378171
y Observatorio de la criminalidad del Ministerio Publico- Fiscala de la Nación https://observatorioviolencia.pe/wp-content/uploads/2018/12/grafico-0001.png
[5]
También hay escasos padres de hombres que cumplen este rol siendo principalmente
el hermano mayor o abuelo, suelen ser casos excepcionales.
[6] En
el país, el caso de hermanos(as) mayores haciéndose cargo de los menores
independiente de los padres ausentes o presentes, es muy extendida pero
escasamente estudiada pese a que en muchos casos este no se restringe al apoyo
económico sino afectiva, moral, social y espiritualmente. Por cuanto merece un
tratamiento específico que en mi caso abordaré en otro momento.
[7]
Termino que significa como propio a algo que no lo es por quien lo ostenta o
aquel que le atribuye. Por cuanto, “Putativo”
es un adjetivo que se emplea cuando las personas califican a un individuo como
algo que en realidad no es, “hermano putativo”; “tío putativo”.
La palabra putativo deriva del latín putatīvus, que indica
ʽreputadoʼ o ʽconsideradoʼ. En este sentido, cuando una persona denomina a
otra, por ejemplo, como su “padre putativo” o “abuela putativa”, le está
confiriendo una cualidad que en la realidad no tiene.”, https://www.significados.com/putativo/.
[8]
Cobran beneficios sociales a nombre del hijo(a) de quien no se hacen cargo.
[9] La
madre o el padre del hijo(a) putativo, que es hijo de la abuela o hermano(a) de
la tía tiene derecho a heredar antes que el nieto(a) o sobrino(a).
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