En el Perú existen mujeres que a lo largo de nuestra
historia han marcado hitos, pueda que muchas de ellas cuando emprendieron las
acciones que las cincelaran en nuestra memoria e imaginario, jamás se
propusieron que así sería, puesto que cada quien es movilizada por determinadas
condiciones, motivaciones, posición, objetivo del tiempo y contexto en el que
se producen.
Ciertamente, toda iniciativa, empresa y apuesta es inspirada
como sostenida real o simbólicamente por un colectivo, tal como esta noche lo recordaba
Narda Henríquez Ayín respecto a la creación del primer espacio académico para
los estudios de género en el país. No es menos cierto que un acto que
trasciende la historia suele sostenerse y ser producto del compromiso, apuesta y
entrega de un gestor(a).
Si bien el hacer de Narda se inicia durante los años setenta
como docente de sociología en el terreno de los estudios demográficos y
movimientos sociales, en los ochentas, su derrotero se asomó como ella suele
decir, al umbral del feminismo y los márgenes de la Izquierda Unida, hasta
animarla a candidatear como congresista durante las elecciones de 1985.
Más no sería ni la militancia feminista o política
partidaria, aquella que se transformaría en su quehacer, sino que la síntesis
de la misma se expresaría en el proyecto académico de los estudios de género
que impulsaría junto a otras profesoras, tras un proceso de reflexión de
mujeres que constataron su ausencia en el país, la necesidad e importancia del
mismo para modificar las condición y posición de las mujeres que se vivía hasta
1990.
Narda Henríquez junto a Jeanine Anderson, Marcela Chueca,
Ana Ponce, Patricia Ruiz Bravo, Norma Fuller y otras profesoras de la Facultad
de Ciencias Sociales impulsaron desde el centro de una de las universidades donde
menos era posible imaginar -la Pontificia Universidad Católica del Perú
(PUCP)-, el primer Diploma de Estudios de Género (DEG) en el país y el Programa
de Estudios de Género (PEG), que integraría la academia con el quehacer de sus
estudiantes y docentes.
Pueda que soñaron con aportar a la perspectiva de género en
el tratamiento de las relaciones sociales, sin imaginar que instrumentalizarían
a muchas(os) profesionales del país con efecto multiplicador, para una
intervención con enfoque de género y sus implicancias en las agendas
nacionales.
Hoy remecidas con debates controversiales que inclusive ha
provocado la caída de ministros(as), atravesando tanto la política en general
como las políticas públicas en específico; las agendas de movilización popular,
principalmente de las mujeres, con acento en las relaciones de hombres y
mujeres, de mujeres entre mujeres y de hombres entre hombres. El
posicionamiento de las(os) jóvenes de hoy, en demandas de igualdad, que a
diferencia de nosotras sus ancestras, nacieron en la era digital con derechos
y acceso al conocimiento, ciencia y tecnología, facilitado por la red, para
ellas el infinito es el límite, pero la lucha más feroz y riesgosa.
El DEG se mantuvo como tal hasta pasada la primera década
del siglo XXI mostrando su fortaleza para subsistir a dos siglos, para
enfrentar sus transiciones, exigencias y retos, hasta transformarse en Maestría
de Estudios de Género (MAE), buena parte de su gestión y persistencia se debe a
la dedicación como energía y dirección de Narda Henríquez.
Al mismo tiempo los estudios de género se transformaron en
la fuente de inspiración para su laboriosidad académica, institucional y
política de Narda. Para quienes como yo fuimos estudiantes y tuvimos su
mentoría en los temas de interés compartido, nos estimuló a mirar nuestro
quehacer desde la perspectiva de género críticamente. En ese proceso,
ciertamente cambió nuestras vidas y las vidas de aquellas personas con las que
nosotras hemos reproducido y encarnado los conocimientos, el pensamiento
crítico y la creación de nuevo conocimiento compartido.
Y para quienes hemos acompañado su labor en el terreno mismo
del trabajo académico, institucional y político -que en mi caso fue por década
y media-, Narda ha sido y es, no sólo referente sino inspiración del hacer
profesional, político y humano. Implementando su concepto persistente de
interpelación y donde sustenta su laboriosidad infatigable de obrera académica
tras las huellas, la reconexión o reinvención del conocimiento que cada día es
un nuevo reto, exigencia y oportunidad.
He sido testigo y muchas veces su alter ego, ante su pericia
para mantener el equilibrio con un pie en el DEG y otro en el aporte concreto
político e institucional a la sociedad. Un ejemplo de ello fue el Informe de la
Comisión de la Verdad, donde su mirada y comprensión de la violencia política
que vivió el país durante 1980-2000, fue un aporte central desde la perspectiva
de género, para que el equipo encargado del tema incluyera los primeros
hallazgos reflexiones que hoy es referente para otros países. Otro tanto
sucedió con el reimpulso institucional del Colegio de Sociólogos del Perú y
desde allí al de Decanos de los Colegios Profesionales, tornándolos en
instituciones atractivas para otros profesionales hasta la actualidad.
Su trabajo no se ha circunscrito al nivel urbano, se ha
extendido hacia la zona rural del país, así como los estudios andinos con los
países vecinos, buscando adjudicar a los estudios de género, un realce similar
a todas las disciplinas universitarias con su sello. En su quehacer académico,
más allá de la producción de la docencia universitaria que forma parte de la
competencia profesional referida a estudiar, investigar, aportar al nuevo
conocimiento y provocar la discusión de ideas; ha sido una infatigable gestora
de nuevos proyectos, de cooperación, colaboración y el aporte
interdisciplinario.
Por su larga trayectoria y aporte significativo y con
significado social desde la academia, Narda fue reconocida en mayo del 2018 con
el Premio al Legado y la Trayectoria de la Sección Perú de LASA, en Barcelona.
Esta noche tuvimos un homenaje organizado por la Maestría de
Estudios de Género en la PUCP para decirle lo que su labor de docente hizo en
las vidas de las/os exiguos ex estudiantes y actuales estudiantes que estuvimos presentes.
También quienes trabajamos con ella, en mi caso un tiempo donde
aprendimos a ser y estar, hasta descubrirnos semejantes siendo diferentes,
tender los puentes de amistad entre dos y ser capaces de compartirlo colectivamente
en nuestro grupo X.
Una reunión cuasi íntima, donde fue posible expresar
aquellas cosas que se piensan y siente para que la otra persona sepa y no sólo
perciba aquello que sentimos por ella, esta vez con testigos, registros y
brindis, de modo que adquiere condición de hecho histórico, que comparto con
quienes no se enteraron y se perdieron una noche, pero sin duda tendremos otras
muchas.
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