Los
mandatos más largos en la región se mueven entre
izquierda y derecha, diferenciándose los primeros por gobiernos de facto que llegaron
al poder usando la fuerza y el poder de las armas quedándose el tiempo que les viniera
en gana y el cuerpo resistiera. Los segundos llegaban al poder a través del ejercicio
democrático del voto universal bajo un discurso de cambio y respeto a la
voluntad del pueblo, pero apenas fueron investidos del poder, terminaron
torciendo las reglas de juego al crear las condiciones para permanecer en él
indefinidamente.
Es innegable que la permanencia más larga corresponde a los gobiernos de facto, inclinados tanto a la izquierda como a la extrema derecha, es el caso de Castro en Cuba y Pinochet en Chile respectivamente.
Los gobiernos elegidos democráticamente también han mostrado posiciones autoritarias de seudo democracia y corrupción, abrazando el neoliberalismo gracias a una constitución ad hoc que inauguró Alberto Fujimori en Perú inspirando a los países vecinos, como sucedió con Carlos Menen en Argentina y el socialismo bolivariano nacionalista de Hugo Chávez en Venezuela.
Cada experiencia sufrió reveces tanto en lo social, económico y político sea por haber adoptado un modelo que hizo agua en el tiempo y/o porque la dinámica interna sobre la que se sostenía cada gobierno se tensó tanto hasta provocar su quiebre, llevándolos a una ruptura de su continuidad o la instauracion de pŕacticas autoritarias pro "construcción de países democrático" anidando el sueño de perennizarse en el poder.
Mucha agua ha corrido bajo el puente de la región en estos primeros 19 años del siglo XXI. Una rápida pincelada a la situación de nuestros países, muestra a una Argentina que retorna a la izquierda, tras el fracaso de un gobierno de derecha en turno, cuyo legado es una mayor crisis económica de aquella que halló al iniciar su mandato. Los actuales retos son muy altos, incrementándose con el peso de una ex-presidenta que retorna al poder en condición de vice-presidenta, eludiendo por el momento las acusaciones de enriquecimiento ilícito.
Brasil retorna a un escenario de justicia que recupera su independencia y desprende de su retorcimiento, sesgo y contaminación por el poder ejecutivo que representa a una derecha a ultranza que no se detiene en recurrir a maniobras poco democráticas. Esta condición de cambio muestra un panorama de recuperación del escenario político por la izquierda y el probable Retorno de Lula a la arena política con gran respaldo popular, como contrapeso a Bolsonaro.
Es innegable que la permanencia más larga corresponde a los gobiernos de facto, inclinados tanto a la izquierda como a la extrema derecha, es el caso de Castro en Cuba y Pinochet en Chile respectivamente.
Los gobiernos elegidos democráticamente también han mostrado posiciones autoritarias de seudo democracia y corrupción, abrazando el neoliberalismo gracias a una constitución ad hoc que inauguró Alberto Fujimori en Perú inspirando a los países vecinos, como sucedió con Carlos Menen en Argentina y el socialismo bolivariano nacionalista de Hugo Chávez en Venezuela.
Cada experiencia sufrió reveces tanto en lo social, económico y político sea por haber adoptado un modelo que hizo agua en el tiempo y/o porque la dinámica interna sobre la que se sostenía cada gobierno se tensó tanto hasta provocar su quiebre, llevándolos a una ruptura de su continuidad o la instauracion de pŕacticas autoritarias pro "construcción de países democrático" anidando el sueño de perennizarse en el poder.
Mucha agua ha corrido bajo el puente de la región en estos primeros 19 años del siglo XXI. Una rápida pincelada a la situación de nuestros países, muestra a una Argentina que retorna a la izquierda, tras el fracaso de un gobierno de derecha en turno, cuyo legado es una mayor crisis económica de aquella que halló al iniciar su mandato. Los actuales retos son muy altos, incrementándose con el peso de una ex-presidenta que retorna al poder en condición de vice-presidenta, eludiendo por el momento las acusaciones de enriquecimiento ilícito.
Brasil retorna a un escenario de justicia que recupera su independencia y desprende de su retorcimiento, sesgo y contaminación por el poder ejecutivo que representa a una derecha a ultranza que no se detiene en recurrir a maniobras poco democráticas. Esta condición de cambio muestra un panorama de recuperación del escenario político por la izquierda y el probable Retorno de Lula a la arena política con gran respaldo popular, como contrapeso a Bolsonaro.
En Ecuador los pueblos indígenas y movimientos populares de la zona rural organizada ha hecho retroceder las medidas de libre mercado y anti indígena del gobierno, tras fuertes movilizaciones colocaron al presidente Lenin Moreno, ante la necesidad de trasladar de la sede del país y gestión del Estado para no sucumbir. Tras el retroceso del gobierno y la conquista indígena, los segundos mostraron un civismo ejemplar y se mantienen organizados y alertas para no ser sorprendidos con nuevas medidas que afecte sus economías.
Haití y Chile los países extremos de profundo neoliberalismo y democracia en la región, han tocado fondo en el modelo, hoy envueltos en protesta y represión, que no tiene visos de detenerse, con presidentes autistas y discapacitados para escuchar y comprender el contenido de las protestas, donde su panorama apunta al cambio de modelo económico en el corto plazo, pareciera que sólo se produciría tras un alto costo social.
México se encuentra sitiado por un muro, el delito transnacional y la mafia, en medio de gobiernos acusados sucesivamente de corrupción debilitado persistentemente en su relación bilateral con EE.UU. y en abierta lucha contra la delincuencia a todo nivel.
Colombia se mueve bajo el péndulo de fragilidad entre la paz y violencia política, recurriendo a ello a prácticas extremas como el aniquilamiento de niños nacidos o asociados a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - (FARC) bajo las alas norteamericana.
A su vez EE.UU, atraviesa su peor gobierno democrático que ha colocado en el poder a la extrema derecha y hoy busca deshacer, debido a los daños producidos al país por decisiones esquizofrénicas, actitudes y posturas xenófobas, machista, racista, colonialista y de exterminio de un presidente de extrema derecha, que no ve otro modo de fortalecer y recuperar su poder que interviniendo y recuperando a América Latina bajo su poder e influencia.
El Perú experimenta su tercer periodo de crisis política del nuevo siglo -tras
la huida de Fujimori al Japón y renuncia de PPK- siendo evidencia de lo frágil que son nuestras democracias, donde los poderes del Estado son prontamente capturados por la
corrupción y la delincuencia organizada, se reproduce, crece y se diversifica a todo nivel, unido a una
gran incertidumbre por los techos de cristal del sistema económico. Bolivia se posiciona en el centro de escenario, con el mesianismo y continuismo asociado al socialismo, llega a su punto de quiebre e ingresa a una espiral de violencia de los grupos extremos, en tanto asoma y posiciona violentamente una derecha cargada de odio y represión que niega a momentos las pautas y prácticas de democracia.
Nos hallamos ante el escenario de una región encendida que trasciende a gobiernos oscilantes entre izquierda y derecha, donde la democracia representativa y su fragilidad es puesta en evidencia, así como al socialismo pétreo que requieren de gobiernos continuistas para su desarrollo, algunos recurren al marco democrático principalmente de su dimensión electoral, para el reconocimiento internacional, sin detener la manipulación y adecuación de algunos mecanismos, haciendo de ellas seudo democracias.
Lo
cierto es que cuasi todos los países de la región compartimos un hartazgo ante
la exclusión, las brechas, la corrupción, impunidad y descaro de los poderes
cada vez más expuestos y escandalosamente persistentes en sus privilegios y su
modo de gobernar al mundo, más sordo cuanto más se elevan las voces de los excluidos,
los que sobran, los que históricamente estuvieron sometidos y en silencio.
Sectores
antes invisibles, oprimidos, marginados y explotados cada día cobran más
fuerza, decisión, visibilidad y protagonismo en las luchas sociales: mujeres,
LGTB, indígenas, estudiantes de educación básica regular y universitarios toman
las calles, asociaciones de pacientes con enfermedades crónicas, artistas,
intelectuales y colegios profesionales se suman a los gremios para tomar posición. Y están los pueblos movilizados permanentemente para no desaparecer, con sus niños, mujeres y hombres por las luchas
territoriales y el hábitat.
Pueda
que nos hallemos en la antesala de nuevos modos de ser y hacer política propia
a la realidad de nuestros países y la región, dado que las recetas y coerciones externas dejaron de funcionar, es el caso de Chile mostrado como
modelo de éxito neoliberal. Sin embargo, esa transición no es ni será libre de
costos y pérdidas como ganancia.
En medio
de todo hay una experiencia esperanzadora, puesto que a diferencia del resto de
países donde se ha ensayado un socialismo con democracia electoral llena de baches
y desvíos, Uruguay ha avanzado en explorar otras pistas, inspirado e impregnado
por el ser y hacer de su ex presidente cuyo liderazgo muchos quisiéramos en nuestros países.
José Mujica un presidente de izquierda, ha sabido combinar ideología socialista, con conducta de estadista democrático que va más allá de la representatividad para asentarse en el ejercicio del poder ciudadano, la política con alternancia, rendimiento de cuentas y transparencia.
Unido a una vida personal de ética, honestidad social, compromiso ciudadano y vida
buena, sin acumulación de poder para sí -sinónimo de riqueza- sino el prestigio
de ser poder en sí que genera confianza.
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