Es un lunes de abril, he salido presurosa con un
libro de compañía para el trayecto porque el viaje será largo.
Abordé un vehículo y me hallé junto a una mujer joven, con una bebé
en brazos que aferraba como temiendo se la arrebataran. Mientras pregunta al
chofer si falta mucho para el Poder
Judicial. Él responde: "Señora ya le dije que es en el paradero dos".
Nosotros aún estamos
por el paradero doce. La miro, mientras pienso que se dirige al mercado de la
ley donde la justicia se compra y vende; dudo recordando que Rodrigo me dice
que me meto donde no me llaman, Janet que sólo debo ayudar cuando me lo piden,
pero puede más mí ser, así que pregunto: ¿Vas por pensión de alimentos?
Me mira con unos ojos marrones que destaca en su piel casi transparente, sus ojos brillan con ese dolor que antecede
al llanto, mientras hace un esfuerzo y me responde: "Si es por pensión de alimentos, y no sé nada".
A mi vez la miro y sonrío animándola para impedir que brote el llanto. Le digo: "¡Es bueno lo que has decidido! A quién no cumple con su obligación hay que obligarlo, no te preocupes todo va a salir bien, ahora hay más leyes que te protegen a ti y tu hija, de cuando tú o yo éramos niñas. Pero si no sabes nada, mejor baja en el siete, allí está el Centro de Emergencia Mujer, para que te asesoren, oriente y apoyen según sea tu caso. No te cobrarán nada porque es del Ministerio de la Mujer: Tampoco es una caridad, es tu derecho y de tu hija, para eso pagamos a todos(as) los funcionarios con nuestros impuestos. Siempre hay un(a) abogado(a), una trabajadora social y un psicólogo(a)".
A mi vez la miro y sonrío animándola para impedir que brote el llanto. Le digo: "¡Es bueno lo que has decidido! A quién no cumple con su obligación hay que obligarlo, no te preocupes todo va a salir bien, ahora hay más leyes que te protegen a ti y tu hija, de cuando tú o yo éramos niñas. Pero si no sabes nada, mejor baja en el siete, allí está el Centro de Emergencia Mujer, para que te asesoren, oriente y apoyen según sea tu caso. No te cobrarán nada porque es del Ministerio de la Mujer: Tampoco es una caridad, es tu derecho y de tu hija, para eso pagamos a todos(as) los funcionarios con nuestros impuestos. Siempre hay un(a) abogado(a), una trabajadora social y un psicólogo(a)".
Me mira, con esa mirada que nos conecta a las mujeres, sin
decir nada, pero significando que has hallado a alguien que responde a tu
necesidad, en el momento preciso. Estamos a la altura del paradero siete, soy yo
quien le dice al chofer: "Señor pare cruzando el siete, la señora con bebé baja
en el CEM". El chofer me mira, intenta ignorarme y pregunta, a la señora: "¿Qué ya no va al poder
judicial?". Yo le digo: "No se preocupe, en este edificio la atenderán bien".
El Chofer me mira por el espejo retrovisor, el pasajero que
está a su lado, voltea y me mira luego, vuelve la cabeza para mirar con desdén a la joven mujer que se
aleja con su bella bebé en brazos, el estudiante que está a mi lado juega con
su celular, con él no es.
Me quedo sola en medio de tres hombres que deben
pensar que soy una bruja mientras se solidarizan con el padre ausente, aquel hombre igual que muchos que no asume la responsabilidad de su prole, el verdadero machista que muchos confunden con el sexista, porque el machista es aquel que usa y cosifica a la mujer igual que el sexista, pero a diferencia de él, al machista no le importa el hijo o la hija.
Por mi lado, decido ignorarlos, en eso soy buena, recurro a mi mejor espanta hombres, como diría mi nieta Mayu, saco mi libro del bolso y me pongo a leer. ¡Claro que funciona!, ellos cambian de gesto y me ignoran, una mujer que lee es peligrosa.
Es las tres de la tarde, le robo tiempo al tiempo, he ido por seis libros para nuestro círculo de
lectura, me muero de sed así que voy por un jugo de naranjas. La expendedora
está llena de llanto, y su compañera le dice: “Tienes que denunciarlo”. Yo la
miro y pregunto: “¿Tienes problemas con tu esposo?”.
Ella responde: “Ya no es mi esposo, hace cinco años que nos
hemos separado, él se fue con otra mujer, pero no me deja en paz, es borracho,
no le da la pensión a mis hijos, siempre quiere que vaya a cobrar mi hija que
tiene quince años como si fuera su obligación, yo he abierto una cuenta para
que me deposite y nada, he hablado de buenas maneras diciéndole que cumpla como
padre, y no entiende. Cuando va a mi
casa con el pretexto de la pensión se pone a tomar con sus amigos y nunca deja
el dinero”.
Su amiga, de esas solidarias con las cuales no necesitamos enemigas, añade: “Ella siempre le habla bonito y él siempre
le miente, le estafa, le restriega en la cara con su amante. Ella pone de
pretexto que no tiene dinero para un abogado, para no hacerle juicio, solo quiere que él cumpla a las buenas. Y él quiere volver con ella a la fuerza, sólo por un
momento, para darle la pensión.”
La
mujer me ofrece el jugo, mientras desgrana todo su drama, yo escucho con
atención y preguntas para entender mejor su historia, que para mi no es nueva, sólo tiene algunos acentos, matices, dolor; pero lo suficiente para entender que estoy ante una mujer que ama demasiado.
Finalmente le digo: “Mujer lo primero que tienes que
preguntarte, es si quieres en verdad defender el derecho de tus hijos e hija o
quieres ser “buena gente” haciendo que tu ex, deje de beber, tienes que preguntarte si tú lo quieres
cambiar. Parece que no terminas de aceptar que él hace buen rato ya te cambió.
Te has preguntado ¿Por qué quiere que tu hija de 15 años le vaya a cobrar?”
Ella responde: “Por eso mismo lloraba porque coloca a mi hija en condición de
mendiga”.
Yo insisto, “Tu mayor preocupación es su alcoholismo de él, y la parte material, olvidando que tu hija mayor está en riesgo ante él o sus compañeros de
vicio, recuerda que a diario vemos y escuchamos, como un padre, abuelo, tío,
vecino, hermano, destrozan la vida a niñas y adolescentes. Para que te dé una pensión de alimentos que es su
obligación, no necesita verte ni que nadie le cobre, el juez sentencia cuál es el monto
que él debe depositar en el Banco de la Nación, y si no cumple, hoy puede ir
preso, si no tiene trabajo y no cumple, sus padres tienen la obligación de
asumir esa responsabilidad".
Ella responde: "No crea yo tengo mucho miedo de eso, no de él pero si de sus amigos, mi hija ya está grande y el borracho no la va a poder defender, y no se que hacer".
Ella responde: "No crea yo tengo mucho miedo de eso, no de él pero si de sus amigos, mi hija ya está grande y el borracho no la va a poder defender, y no se que hacer".
La miro y aun dudando le digo: "Si en verdad estás decidida a defender los derechos de tu hija e hijos, ve al Centro de Emergencia Mujer que está cerca a tu casa,
allí te pueden ayudar, orientar y quien sabe hasta hacerte fuerte”.
Ella responde: “Yo vivo en ATE, mañana mismo iré, muchas
gracias señora y por el jugo no se preocupe, ya me pagó”. Yo le digo: “¡De
ningún modo, es el ingreso para tus hijos!”.
Me mira agradecida y dice: “No señora, necesitaba una abogado
y usted ha sido mi abogada, psicóloga y ángel, un jugo de naranja es lo menos
que puedo ofrecer ante un milagro, me ha quitado el dolor de este y muchos
días. Déjeme que agradezca a Dios a mi modo”.
La miro conmovida, por esa cultura nuestra de reciprocidad,
provocándome sentimientos que me desbordan, colocándome en ese estado al que llamo felicidad. Me despido, me voy con mis libros a cuesta, recordando la magia de este día que cierra, donde fui instrumento del universo para retorné la serenidad a los rostros de angustia y dolor de dos
mujeres que se cruzaron en mi camino, tan distintas en sus historias, con los mismos pesares y necesidades,
con las mismas carencias y urgencias. Con la misma desinformación y
desconocimiento de sus derechos.Camino en medio de una tarde que se acentúa, el ruido silencia mis pasos.Vuelvo a sentir esa sensación de plenitud de los noventa cuando publicitaba por calles, plazas, mercados y dependencias sobre la necesidad de desenmascarar a una dictadura encubierta. De eso hace más de dos décadas, mientras me digo: "¡Sigo siendo bruja para unos, guerrera para otros, impertinente para los míos! ¡Allá ellos!, para mi es mi modo de vivir, funcionó, funciona y funcionará mientras esté en esta dimensión.
En ese momento me pregunté, y en este momento que escribo, te
pregunto a ti que me lees: ¿Y si nos comprometiéramos en una cruzada cotidiana
de orientación al paso, a las
mujeres en sus derechos, sistemas, servicios y medios de los que puede servirse
para protegerse y proteger a su prole?, ¿Cuántos rostros recobrarían la serenidad? ¿Cuántos niños(as) crecerían mas fuertes, con madres fuertes y decididas? ¿Cuántos confiarían en una sociedad que confía y se ocupa del otro(a) en el momento preciso?.
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