Hace un buen tiempo que suelo de tenerme año a año para
mirar lo vivido, reconocer al tiempo nuevo y hacer decretos. Desde que la
tecnología llegó a nuestras vidas, dialogando conmigo misma y con quienes se
detiene a leerlo en un tiempo donde abunda la información y que nos lean es
indicio de conexión. Y también, porque la transición entre años, pese a ser
sólo una abstracción hecho mito, en la práctica es nuestro modo de ingreso
al tiempo sin tiempo. Para mí en particular, es mi modo de aplicar una auto-terapia
de desprendimiento y acogimiento, que suelo recomendar en mis terapias.
En mi caso hacer un balance no sólo se remite al siglo XXI, es
una práctica que ha extendido el puente de mi vida entre dos siglos, imagino
que es igual muchas mujeres y hombres de mi generación. Sin embargo no recuerdo
donde empieza ni imagino cuando termine.
Quizás coincida con mi primera década de vida, cuando a los
ocho años decidí mis tres “S”, no ser sonsa, silente ni sometida -gracias a una
lectura anticlerical y anti oligarca, sin tener idea del significado de ambos
conceptos hasta 1996- y que muchas veces está asociado al modo como he
configurado mi ser, pensar,sentir, estar, hacer y dar.
Podría ser que fue a los catorce, cuando deseaba fervientemente que llegara pronto mi mayoría de edad –en aquel entonces era a los 21 años que en realidad es nuestra tercera etapa de vida-, para no volver a experimentar el costo de ser operaria invisible y a salto de mata con impacto desfavorable en el producto de mi trabajo.
Posible es, cuando caí en cuenta que había sumado a mi adolescencia inacabada, mi rol de madre al lado de mi hermosa bebé, que afectada por estreptococos volaba con fiebres de cuarenta y en mi ignorancia de maternidad improvisada solo atinaba a amanecerme en vela bañándola y llenándola de recetas de mi abuela Rosa mientras oraba para que no se muera. Al cerrar el año, agradecía los milagros y le pedía a Dios un trabajo lo suficientemente bueno que me permitiera cuidarla, porque creía que nada dependía de mis actos.
Pueda ser que sea mucho más adelante, consagrada a ser una
existencialista plena a lo Simone de Beauvoir, racional, lógica, siempre en control, nunca
desprevenida, amándome con convicción y decidida a tomar el mundo con mis
manos. Donde solo al cerrar cada año, dejaba fluir mi lado intuitivo, femenino
y mágico mientras compartía con mi hija, aun niña, el recojo de aquellas
plantas mágicas cuyos nombres había aprendido del lado botánico de mi padre
Felix un ser sabio y experto en todas las materias, combinado con la magia de
mi abuela Rosa y la complicidad de mi madre.
Tal vez sea en los años noventa del siglo XX, durante la década de crisis de todo que marco
muchas vidas y muerte, nuestras vidas y mi
vida de entonces cuyos efectos se
extiende hasta nuestros días interconectándose en aquello que nos hemos trasformado
como peruanas y peruanos. En aquel entonces, trenzaba la rabia, resistencia, rebeldía y magia para no morir siendo lo que me
negué a ser: sonsa, silente y sometida. A estas alturas el tiempo fundacional
ha sido absorbido por la continuidad.
Por eso una vez más en un día mágico 6 escribo para cerrar y
abrir. Cierro este primer año en mi mundo mágico conectado con el real, que en
principio me costó reconocer, hasta que he aceptado, que se ha conducido tal
como debía ser el 2017.
Un año unitario y fundacional, donde se cierra un ciclo, culmina las penurias, se saldan deudas, concretan satisfacciones, se siembra, abona y como
quien dice se limpia nuestra casa en todas sus dimensiones para abrirse a un
año dual donde hay espacio para hospedar, acoger, ofrecer, recibir, perdonarse
y perdonar.
La apertura a lo nuevo y el acogimiento con madurez
que nace del aprendizaje de habernos caído una y otra vez, hasta aprender la
lección que no es lo mismo que curar o cerrar heridas, sino amar la cicatriz
que es el recuerdo de aquello que debimos vivir, superar y aprender, para ser
quienes somos, hacer que nuestro don se exprese, fluya para llegar hacia donde
sea necesario, útil e independiente de los caminos que ha de tomar como de los
obstáculos que ha de superar.
Y como toda crisis, a las que hoy sé reconocer y distinguir,
gracias a haberlas vivido con los ojos abiertos, la mirada atenta, el oído
agudizado y la piel siempre sensible. El año uno en nuestro caso fue alterado
en su tiempo, desde dos perspectivas: a) cerrarlo antes de tiempo en su tiempo
y b) extenderlo más de su tiempo hasta incrustarlo a este año binario.
Me explico, las características del año uno, que se resume
en limpiar la casa, para abrirla y acoger el año dos, fue alterado por un
anciano que nada tiene de sabio, en cambio mucha torpeza de niño y desfachatez
de adolescente que no reconoce errores, menos está dispuesto a asumir los
costos, en cambio recurre a todas las tretas, complicidades, intereses y arte
de manipulación, para no asumir los costos de sus errores, ya no aprender
porque simplemente no le da la gana.
Tampoco le importar a quien arrastre en su caída o a que ser
perverso salve lo importantes es salvarse, es como ese juego de las escondidas
donde uno salvaba a todas y todos: “¡Ampay salvo a mis compañeros!”, y claro si
no eras lo suficientemente hábil, siempre la llevabas. Pero lo jugábamos porque
pronto aprendíamos las estrategias, tácticas y escondrijos. En este tiempo no
sólo los conocemos porque se nos ha expuesto, así que de nosotros depende el
impedir que el juego siga. Y en el plano del universo recordemos que todas las
deudas han de saldarse aquí y ahora, dependiendo de nosotras(os) que sea a
tiempo, justo y aleccionador para futuras generaciones.
En lo personal, el universo fue magnánimo porque me
facilitó embarcarme en una tarea que motivó a colocar en primera a mi lado
racional y analítico, colocando a su servicio
mis intuiciones, sensibilidad y
magia, y eso fue bueno, me evitó el dolor y la tristeza, aun cuando me
inmovilizó el golpe pese a ser esperado, haciéndome más fuerte y asertiva.
Entre amigas(os) donde persiste nuestra preferencia por la
confidencia cara a cara, a media luz y algo que partir, he expresado en voz
alta que mis constelaciones y nodos espirituales se conectaron, evitando que
las contingencias me detuvieran, desalentaran, alteraran o frustraran. He sido
capaz de dormir con agradecimiento y una sonrisa, modificando planes para el
nuevo día, por supuesto que estos llegaron a ser hasta D con apertura para su
flexibilidad según el universo marque el ritmo.
Así que 2017, año primero de la segunda década del siglo
XXI, donde se enseñoreo la era digital, te despido con agradecimiento, porque
me permitiste limpiar y disponer mi casa para abrirla al año binario 2018. En el país y el planeta nos dejaste ver de lo
que somos capaces e incapaces, nadie puede acusarte de haber impedido, recubierto
la verdad y la composición de los acontecimientos.
Todos y todas, menos los infantes, hemos perdimos la gracia
de la ignorancia, las ventajas del desconocimiento y la complicidad de la
desinformación, ya ninguna (o) podemos refugiarnos en una pompa de jabón, ni
auto consolarnos trasladando la culpa al otro o la otra, debido a que en este
tiempo la única verdad es que todo queda registrado y flota. Nada permanece
oculto, ni siquiera nuestros sentimientos, porque lo inventamos, posteamos y a
pesar nuestro nos descubrimos.
Porque ya no es posible condenar nuestros actos sólo cuando
se grafican en el acto ajeno con impunidad del nuestro, ya no sólo son palabras.
Estas cuentan si están gravada y/o escritas, así como no hay lealtad entre
ladrones, la palabra del cómplice se transforma en la primera prueba junto a
las abrumadoras evidencias de aquello que te expone, recuerda, te libera o
condena.
Porque importa cada vez más, el costo del bien preciado
que se adquiere a sabiendas que pese a su brillo no es oro, ni por su color o
textura dure sin corromperse, más cuando
lleva impreso en cada uno de sus a átomos la ambición y debilidad por el poder
como su máximo afrodisíaco o placer.
Porque ya no podemos, eludirnos de pagar el costo de
nuestras decisiones, aun cuando nuestra expectativa por la posesión y disfrute
del bien nos frustre, es nuestra fantasía aquella que nos hizo obviar que su
tiempo de garantía es sinónimo de duración en la era digital, donde todo está
programado para durar menos de lo esperado y cuasi cerca de lo prometido.
Gracias 2017, porque nos enrostraste la verdad de quien es
quién, pese a nuestra práctica circular de borrón y cuenta nueva, así como la política
de miente, miente que algo queda. Ya perdió peso, la doble moral cebada
en el discurso de representar al pueblo con dignidad, honestidad y verdad
mientras la práctica es evidencia de servicio a sus deseos inconfesos y al
poder, la dimensión y profundidad de su vileza, robo sistemático, mentira sobre
mentira y corrupción que se vende al mejor postor dejando ruborizada a la más
experimentada prostituta y frustrado al más hábil ladrón.
De cada quien depende aprender la lección, comerse sus sapos,
enmendar y reinventarse. Todas y todos nos reinventamos a lo largo de nuestras
vidas, siempre que estemos dispuestos a pagar nuestra factura, dejar atrás todo
aquello que nos ate con un pasado y trascenderlo para hallar nuestra misión en
este tiempo y dimensión. Con aquello que nos distingue de otros seres: nuestro
cuerpo, razón, sentimiento, corazón y alma.
Bienvenido año binario donde siempre estaremos acompañadas(os)
con tu alegría, espontaneidad, erotismo, magnanimidad, desprendimiento,
disposición, intercambio, reciprocidad, trueque,
cooperación, solidaridad, justicia, perdón y amor del bueno y por su puesto
cero impunidad.
A cambio te ofrezco mi mano para asir otra mano, mi hombro
para sostener a quien desfallece, mis brazos para acoger al cuerpo agotado, mis
pies para seguir creando caminos nuevos, mi regazo para cubrir y cubrirme de
inocencia, mi vientre para engendrar
esperanza, mi pensamiento para seguir descubriendo tus misterios, mi corazón
para amar y tolerar aquello que no entiendo, mi piel para sentir aquello que no
puedo tocar, mis oídos para escuchar con nitidez y respeto, mis ojos para descubrir tras las
tinieblas a la luz y amar sus colores, mi voz para hablar alto y a tiempo, mi magia para ser punto de sinergia, mis
dones para aliviar lo irresuelto, mi alma para agradecer cada milagro, acoger y facilitar el tránsito entre muchas
vidas.
Bienvenido año 2018, toma aliento y vierte tu alforja llena
de oportunidades como retos que nos lleven a desplegar lo mejor de nosotras y
nosotros. Con la luz en tus manos para mostrarnos que es nuestra elección tomar
la senda de nuestros actos y el costo de las mismas, con el plazo claro, que no
es para siempre sino sólo 360 días de los que ya me tomé seis con
agradecimiento.
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