domingo, 8 de marzo de 2015

DEL MAL AMADO AL MAL AMOR

Es la mañana de un día cualquiera, debo cruzar la ciudad de nor-este a sur-oeste implica alrededor de 20 kilómetros, que   por vía convencional: automóvil o bus me lleva más de dos horas. Perspectiva que desde fines del 2014 eludo, usando el metro que recorre 16 km. en 24 minutos. De allí, con suerte, me desplazo unos 4 Km. en otros 30 a 45 minutos hasta mi destino ¿Cómo me demoro más del doble de tiempo en la cuarta parte de la distancia recorrida por el metro? Sencillo, gracias al corredor azul que entre el cruce de las avenidas Arequipa y Angamos, marca 90 segundos a favor del primero y 15 para el segundo.


Los 24 minutos de viaje en metro, compartido con mujeres y hombres -dependiendo del horario-, me permite contemplar el modo como evoluciona e involucionan las prácticas de relaciones de convivencia en un medio de transporte donde el ensordecedor y numeroso clacson de micros, gritos de cobradores y llenadores, así como la mentada de madre de choferes entre sí, ha sido sustituido por una grabación con voz de mujer, recordándonos las buenas costumbres, estaciones y un silbato que anuncia detenimiento y partida en cada uno de  12 paraderos de los que soy observadora participante.

Sin duda el mejor horario es el tren de las 9:21, en él todos/as están acicalados, es notable el aroma a jabón, las colonias de hombres y mujeres se confunden. La mayoría se dirige a trabajos de oficina o comercio  donde  el  ingreso es alrededor de las 10:00 a.m. Hay espacio para viajar con comodidad, buen ambiente y temperatura gracias al aire acondicionado. Las escasas ocasiones que están ausentes mujeres con bebés o niños/as pequeños, puedo sentarme y abstraerme en la lectura, en el resto de tiempo contemplo la ruta que cada día tiene algo nuevo  o me detengo a observar la conducta de viajeros(as) que suelen ser una fuente inagotable de conocimiento.
El viernes 6 marzo fue uno de esos días desbordantes de madres y niños, me coloqué al lado de una pareja joven. Cuando apenas se movió el tren, al instante me atrajo el sonido de un golpe, sorprendida miré hacia el punto del ruido. La mujer joven, había propinado una sonora y “cariñosa” bofetada a su pareja, él sonreía en el límite de la ira, mientras imitaba el gesto deteniendo su propio golpe a milímetros del rostro de ella, mientras afirmaba que algún día le “estamparía la cara”,  ella sonreía retadoramente.

Pensé en ese momento "sadomasoquismo público" y hundí la mirada en la ruta. La joven volvió a golpear a su pareja por segunda vez. Me volví al tercer golpe para interferir en el acto,   pero algo en mi interior me detuvo, pueda que sea la voz de Chachi diciéndome: "No es contigo deja que fluya". Simultáneamente   mi dimensión analítica y reflexiva tomaba primera fila. Tomé conciencia que estaba ante un escenario donde se desplegaba la gestación de una relación de pareja que a lo largo del tiempo se traduciría en violencia contra la mujer o quizá contra el hombre. Estaba ante una de las escenas pretéritas de violencia entre la pareja. Era el tiempo de  cortejo, seducción, medición poder a través de la atracción entre “enamorados”, donde se apelaba al golpe tolerado, provocado y animado como instrumento de seducción y persuasión.

Contemplé detenida y abiertamente a la pareja –ellos no se inmutaron, mantuvieron el intercambio de gestos y actos como si estuvieran completamente solos-. Ambos no pasarían de los veinte años, ella tenía un hermoso rostro ovalado donde resaltaban sus ojos negros acentuados por el único maquillaje de líneas negras y firmes sobre el párpado superior, que creaban profundidad a esa fulgurante mirada colmada de deseo, control y posesión. La amplia sonrisa mostraba una perfecta y gran dentadura blanca. De nariz pequeña y pómulos armoniosos a momentos cubierto por su cabello  brillante de negro azabache que le llegaba hasta el nacimiento del busto. Tenía la piel canela, contrastante con un hermoso vestido de varias tonalidades con énfasis en el naranja, cuyo material de encaje elastificado modelaba sus hombros descubierto,   profundo escote y ceñido hasta la cintura cual segunda piel, liberándose hacia los muslos en una amplia media campana.

Llevaba una pequeña cartera blanca y sandalias del mismo color, con  taco muy alto y gran plataforma, que la elevaban algunos centímetros de su mal amado. A diferencia del rostro cuasi libre de maquillaje, eran notable sus aderezos: una medalla desgastada que revelaba su condición de cualquier metal no precioso, manos  con  anillos  varios y brazos desbordantes de pulseras, brazaletes y un reloj. Todos   tan brillantes como sucede con la fantasía.   Sus dedos castigadores terminaba en largas uñas barnizadas de color blanco iridiscente.     
Él era un contraste notable a su lado,  estaba hacia mi lado derecho, permitiéndome apreciar su perfil aguileño, una piel grisácea donde las huellas del acné habían dejado marcas de su paso y aun persistían. De ojos pequeños y huidizos, una media sonrisa   en labios tan delgados que   apenas dejaba entrever sus dientes irregulares y apretujados.  De cabello desordenado y opaco, hasta casi perder la intensidad de su  color oscuro.


Ella dice algo mientras pellizca el rostro de él y tira de su nariz, extrayendo entre sus dedos restos de grasa bajo la piel. Hace una impostura de asco exagerado: “Mira cuanta grasa”. Él velozmente coloca su índice entre los dedos de ella arrebatando  la grasa y casi simultáneamente traza una línea en los labios de ella, mientras sonríe sarcásticamente. Ella lo mira con ira, a punto de golpearlo una vez más, él la ignora mientras acaricia el  vientre de ella, ironizando con un imaginario embarazo. Despectiva ella anota: "No sea malo, porque sería terrible que se pareciera a ti”, esta vez lo golpea  en la autoestima, él se dobla hacia ella.

Repentinam,entebe adopta postura de niña engreída y pregunta “¿Irás al cumpleaños de mi madre?”. El responde: “Aun no sé”. Ella insiste: “Tienes que ir, aunque ella no sabe que estoy contigo, tienes que   llevarle un buen regalo, después de todo es tu suegra”. Él la mira indescifrablemente, en silencio. Ella arremete: “¡Y el regalo para mi mamá! debe costarte más o igual al celular que le has regalado a tu hermanito”. Mientras sus manos palmotean el rostro joven del enamorado. Él se resiste apenas y termina  aceptando la demanda.

Ha quedado un asiento libre, lo tomo y desde allí, puedo apreciar con más detenimiento la imagen de él. Tiene puesto un polo desgastado, vestido de revés, unas botas de vigilante sucio y envejecido, un buzo azul, con restos de pegamento, pintura y algo más. Advierto que la mochila inclina su hombro hacia el lado derecho por el peso que anuncia.  Imagino que está vestido de faena y dirigiéndose hacia algún punto de la ciudad para realizar alguna labor por ingresos, que le permita satisfacer las demandas de ella y también de su familia. 

Es la estación de Miguel Grau, vuelven a la realidad. Me miran, miran a todos quienes les rodean, sonríen algo nerviosos y con complicidad mientras se aproximan a la puerta, el tren se detiene y ellos bajan. Sus imágenes y actuación se sitúan en mi recuerdo tras  ser observadora a lo largo de seis estaciones ante una escena de 12 minutos.
Usualmente, en el diálogo con una mujer violentada, ella suele decirme que no siempre fue así, que él la quería, que no recuerda cuando ni por qué cambio transformando ese amor y pasión en temor, luego en rechazo y más tarde en odio. Algunas aventuran explicaciones en las influencias de la droga o el alcohol, para superar su vida triste antes de ella. Otras afirman que es por culpa de su madre, sus hermanas/os y amigos que influyen negativamente en él hasta hacer que muestre lo peor que tiene. Muchas señalan los celos, la pobreza, la pérdida de su belleza. Y contrariamente, el desmedido dinero, las infidelidades de él, esforzándose por explicaciones donde ellas carecen del poder para cambiarlo. 

Se requiere mucho tiempo -que a veces nunca llega-, para abrirse a la sinceridad consigo misma, la recuperación de la propia autoestima, y sobre todo, aceptar que ella es parte del problema. Aceptar que la violencia es experimentada por ambos a través de intercambios de roles que van de agresor-victima-agresora-victima. Reconocer  que la violencia al interior de la pareja, no se produce como la erupción inesperada de un volcán, sino que es resultado de un proceso de pequeños desaires, desplantes, devaluaciones, agresiones verbales, gestuales que se entreteje lenta, minuciosa, cuidadosa y sostenidamente, bajo el autoengaño que: "Fue por su culpa”, “Ella lo provocó". Los celos de él o ella: "Es el modo de demostrar amor". O bien que ella  “Todo lo soporta por sus hijos”, y hasta: "Sea como sea, un hombre es la sombra de la casa".

Donde el “juego de manos” es sólo un gesto y modo equivocado de amar, creyendo que se coloca sal y pimienta a la relación. De modo que el primer moretón en el brazo se sublimisa: "él se aferró nervioso a ella",  el móvil temo a perderla, ergo ella vale mucho para él.El primer ojo morado o labio partido fue: "Un accidente" donde no fue imposible distinguir el ímpetu del intercambio entre  control y sometimiento. Y que en verdad  no importa, porque ambos se aman y las peleas alimentan y coloca adrenalina a la reconciliación íntima y principalmente luego de cada agresión, él se porta totalmente sumiso se humilla, promete. Hasta que nuevamente se torna irritable y violento.

Más adelante asumirá que ella estimuló y toleró una relación agresiva,   creyendo  que podía actuar con “energía”, porque ella "lo controla" y él en realidad es débil, un pobre emocional, dependiente.  Lentamente descubrirá que se transformó en fuente y destino de agresión in crescendo  a medida que el respeto, amor y cuidado del otro se fue contrayendo hasta desaparecer, dando paso a su propia agresión,  hacia quienes se relacionaban con ella en situación de desventaja.

Reconocerá que en los tiempos fundacionales de enamoramiento,  mantuvo la relación de agresión como “instrumento”   de chantaje y manipulación, algunas veces conscientemente lo llevó al límite porque descubrió que junto al sentimiento de culpa y arrepentimiento de él,  se ampliaban las oportunidades para obtener todo aquello que fuera material y suntuario que de ningún modo obtendría en otras circunstancias.

Y cuando finalmente  salga a flote él o ella, sabrá que la única forma de sobrevivir y salir del circuito de violencia en el que está inmerso, ha de ser a través del reconocimiento de su co-dependencia y tolerancia a una relación de violencia, sometimiento, jugando un rol de víctima y victimaria/o alternadamente, que el padecimiento de la enfermedad es compartida por ambos, estando llamado cada uno a enfrentarlo personal y directamente, a veces cuando todo se ha agotado cada quien por su propia vía.

Llegué a mi estación y bajé, convencida que esas formas complejas y agresivas de intercambio entre mujeres y hombres, en tiempos donde Eros y Tanatos son los dioses y ante cuyo altar se realizan sus ofrendas de amor de enamorados, son también las vertientes desde donde fluirán lenta pero inexorablemente los elementos que al enfrentar los retos de la vida cotidiana y convivencia sostenida, se incrementarán y profundizarán en sus  prácticas e iniciará una espiral de violencia.


Hoy 8 de marzo donde se conmemora la lucha de muchas mujeres por la igualdad de derechos, por el respeto a nuestra condición humana, donde los esfuerzos para erradicar toda forma de violencia contra la mujer, es hacia afuera, me pregunto: ¿Habrá un momento para mirar hacia adentro?, hacia nuestros propios actos entroncados con una sociedad donde las prácticas de violencia se reeditan en cada instante transformándonos  en sus comparsas y cómplices  -más de lo que quisiéramos-. Hay aún mucho por caminar tanto hacia afuera como hacia adentro de cada una. Lo segundo sigue postergado y podría transformarse en nuestro talón de Aquiles.

4 comentarios:

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  2. Catalina, una buena reflexión respecto a cómo se construye la violencia entre la pareja, la misma que va a repercutir en la familia...la sociedad, esa violencia como tu dices "de adentro"...
    Estaba, luego de haber participado en la marcha del Canto a la Vida 2015, pensando algo muy parecido a lo de "dentro" y lo de "fuera", mis pensamientos eran/son respecto a esa contradicción "dentro" y "fuera", entre quienes van a la marcha sólo por "estar" allí, o porque su presencia en actos públicos les genera algún beneficio económico para su organización? pensaba entre quiénes allí son auténticamente "coherentes" entre el verbo y la práctica¡¡ De allí que tu escrito con ocasión del 8 de Marzo me ha cautivado y llevado a profundizar mi reflexión y mi práctica también. Sin embargo, creo importante precisar que en el comportamiento de esta pareja observada por ti en el tren eléctrico, está reflejada una "formación" machista y patriarcal, esa formación que moldea sus prácticas a través de sus múltiples instituciones a ese sistema contra el cuál debemos seguir luchando. Creo firmemente que no debemos bajar la guardia en construir nuevas prácticas colectivas, que cambien todas las violencias. Angélica

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  3. Angélica:
    Celebro que lo escrito se alimente con tus propias reflexiones y preocupaciones.
    En mi caso ingresé a esta etapa de mayor detenimiento, viaje hacia adentro y reflexión, por ello hechos como los narrados se transforman en detonantes de algunos temas. E intento hacerlo como parte, para no enajenarme sino asumir la tarea que nos toca a cada una con la conciencia plena de estar involucradas.
    En este punto no toco los orígenes de la conducta de ambos, porque asumo como origen el evento del que fui testigo, y porque también creo que la pareja -al igual que todos alrededor de los 21 años- ingresó al estado de su propia construcción de ser y hacer. Recuerda que si bien tenemos una herencia social- cultural-política, también tenemos esa capacidad de recrear, lo contrario nos colocaría en la imposibilidad de cambiar o creer que nuestra conducta cotidiana se modificará si cambia el sistema. Eso es un punto a considerar, pero lo cierto es que muchas hemos cambiado y nos esforzamos por seguirlo haciendo sin que el sistema haya sufrido la mínima magulladura, lo cual no significa que debamos ignorarlo, sólo recordar que podemos modificar en el corto plazo allí donde tenemos capacidad de hacerlo, mientras seguimos uniendo esfuerzos colectivos por cambiar el mundo. Si sólo colocamos el énfasis hacia un lado sucede lo que percibes en las marchas, donde descubres eso que yo llamo incoherencia.

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    1. Gracias Catalina, estaba dejando de lado la capacidad de las personas de cambiar conductas, eso es importante.
      Mi compromiso es el seguir construyendo personal y colectivamente también. Un abrazo, Angélica

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