domingo, 3 de octubre de 2010

MADIE NOS QUITARÁ LO BAILADO

Son las cinco de la tarde del último día de septiembre, también, último día permitido para que candidatas/os realicen el cierre de campaña política, con sus mejores actos simbólicos para seducir al electorado a fin de asegurarse su voto. Unos de esos escasos días que tenemos en nuestro poder, el poder, quienes somos ciudadanas y ciudadanos de a pie. Donde Tirios y Troyanos, unos por la imposición y otros por la seducción buscan endosemos, ese poder disperso en nuestras manos,  sumarlo, hacerlo uno, hasta agigantarse con él, al punto de embriagarse y pensar que es únicamente suyo, le pertenece, es incuestionable, inagotable e impune.

Mientras cada uno/a, de nosotras/os luego de este ritual de entrega y/o despojo -depende de cómo se produzca-, renovamos nuestra esperanza por que la una "nueva gestión" de ese poder hipotecado por cuatro años sin tasas de interés y sólo por un acto de fe, sea esta vez  a favor, responda a nuestros intereses y necesidades. En una palabra nos beneficiemos del servicio público que tiene por obligación proveernos  el Estado, en este caso el gobierno local.

Hasta las cuatro de la tarde que dejé de ver noticieros, Lourdes Flores Nano intentaba seducirnos y despojarnos de ese poder, teniendo como aderezo visual rostros juveniles en proceso de recuperación de su adicción a estupefaciente, declaraba a los medios de comunicación su rechazo a la propuesta de legalizar la venta de una droga, perdiendo la memoria de servir y servirse de  un  sindicado por narcotráfico1.

Tema estratégicamente elegida para hurgar y succionar de las heridas privadas e intimas de Susana Villarán de la Puente, asistida por un video “n” veces difundido por canal N, de un extracto de las declaraciones de Susana sobre su opinión frente a las drogas. Así  es como Lourdes eligió situarse, en una posición contraria a dar ideas que destaquen y subrayen su principales estrategias de gobierno.
 
El cierre de Lourdes, fue algo más de lo mismo, esforzándose por descender más peldaños en el modo de hacer política, a través de dos estrategias: la primera, “Dime que para oponerme”, evidencia de escasez o agotamiento de propuestas y la segunda “Lo que en tu boca es una grosería, en la mía es poesía”, hacerle creer al elector que lo que entendió de su discurso, no es lo mismo que aquello que dijo, menos aun es el significado del significante de su canción y danza.

Ambas estrategias, inspiradas en una mala imitación de la forma tradicional de hacer política. Un/a político/a omnipotente que cree saberlo todo y poser la varita para resolver todo, mientras que el ciudadano y ciudadana elector/a, es poco menos que un ser sin capacidad de distinguir y construir un pensamiento propio, cual muñeco porfiado, dispuesto a recibir y asimilar cada golpe de información y borrar el anterior, siendo válido sólo el último.

Me dirigí al punto de concentración previa de Mujeres con Susana, para asistir al mitin de cierre. Mientras el vehículo se desplazaba, observé entre España y Wilson un pequeño contingente de personas no mayor a veinte en dirección a la plaza Bolognesi, por un momento dudé de esa sensación de masividad y desborde que se había instalado en mis entrañas desde hacia seis días, queriendo auyentar mi incertidumbre, el pequeño contingente  me inspiró para animar a quienes dudaban, informar a confundidos/os, provocar reflexión en miradas parciales y titubeantes. Me pregunté cuantos de esos grupos pequeños, haría falta para ocupar casi cinco cuadras de la Av. La Peruanidad, si realmente se movilizarían espontánea y voluntariamente como se esperaba.

Mi desazón se acentuó cuando al aproximarme a la plaza de pre- concentración de Mujeres con Susana, llegaban a lo mucho a una veintena. Me despedí del colectivero, quien me animó diciendo: “Somos Susana”. Cuando me aproximé, allí estaban ellas, cuyas marcas de viejas y largas luchas habían surcado sus memorias y rostros algunos difuminados por uno que otro botox, y en las más, los surcos acentuados, por el peso de los tiempos y las historias. Lima atardecía mientras en cada rostro de eternas compañeras de similares jornadas, la sonrisa se encendía, estaban las feministas, algunas de FS y algunas tercamente solo mujeres sin mas adscripciones,  como era mi caso. 

Volvimos a encontrarnos, saludarnos a ocuparnos, cada una lo que mejor sabe hacer, unas a organizar, otras afinar, distribuir, animar, comentar, pensar, reír, recordar, planificar… A mi me tocaba dar vida a cuerpos de aire festivos, fálicos en su forma, revestidos de verde limón fosforocente para llamar la atención. Su rol en el mitin era extender nuestros brazos y mostrar su movimiento. 

Era mi primera vez, por ello evasivo a la primera, insuficiente en segunda, efímero en tercera, resistente en cuarta y casi renuncio cuando reventó uno en la quinta. Insistí en sexta… séptima… para graduarme en décima, como experta en inflar globos de palo, al animar mas de un ciento. Labor que me produjo satisfacción y placer, satisfacción por movilizar mas de una iniciativa de cooperación y sumarse al grupo de espera, risa de mi misma al descubrir que no es fácil inflar un globo y mucho menos cientos. Placer porque, su existencia afloró a la niña o niño que permanece en el fondo de cada persona, que de tanto en tanto se asoma en el brillo de sus ojos cuando consigue un globo, de sorpresa cuando se le ofrece y picardía para recrear su uso y manejo.

Pronto fuimos suficiente, desplazándonos por tres cuadras, ante la mirada atenta y algunas incorporaciones de transeúntes. Como Mujeres con Susana, arribamos a las 6:30 p.m. al Campo de Marte, la perspectiva que ofrecía el estrado me pareció tan distante y vacio, aflorando nuevamente mi incertidumbre, de mantenerse así, sería la cereza de la torta, para que medios en contra y la contendora de Susana, afirmaran gozosamente, que sólo éramos algunas/os trasnochadas/os, soñando con el cambio.

Pensamiento que fue rápidamente despejado por la sonrisa infante que me miraba con ese brillo y esperanza que solo niños/as tienen. Motivando mi entusiasmo para animar el avance del escalón de mujeres, mientras dejábamos  espacio ordenado para quienes llegaran posteriormente, posicionándonos al costado de la tribuna de la prensa. 

Estaban y se sumaban sostenidamente, todas las sangres, edades, géneros, opciones, miradas y sonrisas, allí la esperanza y alegría era solo una. Reviví veinte y siete años previos en un mitin como este, acompañada en ese entonces por mi hija pequeña, en donde ella bebió y recreó el don del argumento, el sostenimiento y la defensa de las ideas, la pasión para perseguir y alcanzar sueños, la fuerza para no sucumbir ante el desafío. Mientras a mí me permitió afirmar una opción de unidad, al creer en una izquierda unida y fuerte, que supera sus propios espantos, construyendo a partir de sus diferencias, sus debilidades y fortalezas. Marcándome la desconfianza cuando al poco tiempo  sucumbió y se esfumó por aquellos ebrios de poderes míseros. En este momento, volví a creer que el tiempo de la esperanza y la confianza retornaban, esta vez de manos de Susana.

Allí estábamos todas y todos, desbordante de calor por comunión de las energías, positivas, afirmativas y soñadoras. Era como uno de esos festivales gratuitos de algún tipo de música popular donde todos/as quieren estar, apretujándose, renunciando al espacio mínimo individual, igualándose   arriba, en medio y abajo. Los blancos, pardos y oscuros. Quienes visten sastre, seda, jean, buzo o pantalón polar. Mixturizando aromas de Chanel, Unique, ruda, agua y jabón, de tanto en tanto algo de anticucho a lo lejos…

Mi sensación de masividad dejo paso a los hechos para transformarse en una percepción que ingresa por todos los sentidos, que se agolpa y agiganta cuando el grito de “Ahora que digan que somos minoría”, se elevó en la noche y llegó al firmamento y seguro retumbó en el universo. O aquélla canción que Julio Andrade entonaba y nosotras/os coreábamos “Lo hizo bien”, “Susana Villarán”. Así como las expectativas concretas “Susana es acción contra la corrupción”, junto al firme pronóstico de: “El pueblo ya eligió Susana ya Ganó”. Mi sensación de pasividad fue reforzada con la contundencia de mi dificultad para salir en búsqueda de un servicio ineludible, era un mar de gente, hallé a mis amigas/os de antaño, los de espacios laborales ya distantes, las del barrio, las/os colegas y hasta los/as distantes.

Transcurrido varias horas, Susana llegó, aclamada, esperada desesperadamente ante mas de diez mil personas. Su discurso transmitió serenidad, reafirmó la esperanza y la apuesta por el cambio. El reconocimiento del valor de la iniciativa, presencia, aporte y la voluntad de todas/os. Rechazo a una práctica de política agresiva y destructiva, la lamentación de haber perdido la oportunidad de una competencia de propuestas evidencia de una derecha que no ha madurado ni está preparada para las exigencias de este tiempo. Su alegría por vivir este momento de gratuidad, compañía e intercambio de energía. Comprometiéndose a favor de la transparencia, la recuperación de la dignidad política y la auditoria del gobierno saliente durante los primeros cincuenta días. 

En mi caso estaba agotada, tras seis horas de pie, mi espíritu se había recargado de tanta energía que se me escapaba por los poros, al mismo tiempo que se hacia parte de mí recuerdo como el fuerte abrazo de Tito, quien tendió  el puente real entre mis evocaciones de hace veinte y siete años con el hoy, en cuya fuerza de joven abrazo se hizo presente mi hija y Piqui -hermano de Tito-, la posibilidad encarnada de la presencia de una generación que creció en medio de sueños nuestros, que hoy desde donde se ubiquen, harán realidades sus propios sueños de unidad y cambio que si tenemos fuerzas nos tocará solo asomarnos.

Nos alejamos del festejo con Diana Doroteo, diciéndonos que faltaba la última etapa, pero independiente de los resultados del día D, crecía la esperanza, confianza y la conciencia plena  de que nadie nos quitará lo bailado.

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