miércoles, 29 de septiembre de 2010

DEVELACIONES DE UN KIOSKO

A media mañana de este 29 de septiembre, en medio de un tiempo indefinido, que por momentos abriga y otros tanto nos enfría, me detuve ante un kiosco de diarios, al lado de una docena de personas, ciudadanas y ciudadanos de a pie en el centro de Lima. De quienes carecen de tiempo para leer todo un artículo, menos aun disponen de dinero extra para invertir en un diario. Tampoco destinarán una hora en la cabina de internet y menos aun un servicio en su casa. Son peruanas/os, que se ocupan diariamente de ganarse su pan y para los suyos, quienes habiendo inspirado este escrito tampoco lo leerán.

Todos observábamos en silencio la creatividad artística del expendedor para distribuir los diarios de forma tal que asegurara la atracción y venta del cien por ciento, arte aprendido con el tiempo, sin ningún curso de marketing en una prestigiosa universidad. Fue una mujer mayor la que comentó “Es la primera vez que han sacado una foto tan fea de Susana y hoy no aparece Lourdes, pareciera casualidad”, Otro dijo: “La quieren tumbar con todo”, alguien más señaló: “Cuánto miedo tiene la derecha y los corruptos”. Una mujer afirmó: “Ahora nos quieren vender los entretelones, cuando Lourdes nos dijo en la cara que nos metiéramos la alcaldía en el Poto”.


En mi caso con esa manía por hilar y entretejer, dije: “El comercio no sólo se ha esforzado por sacar un rostro duro de Susana, sino que en su versión barata como es el Correo, intenta leerle los labios, no había visto un perfil mas distante para decir una lisura, y como se parecen los titulares de la Razón, Perú 21, Expreso, antes por lo menos guardaban las apariencias”. Un anciano se acercó y dijo: “En el fondo la derecha, la corrupción y la grosería son del mismos plato y se come con ambas manos”.


Alguien dijo: “Pero Susana debió de ponerla en su lugar”. Un Joven dijo: “Yo creo que fue mejor no descender al nivel de Lourdes, Susana es una señora, de esas que pocas veces vemos, que nos hacen sentir incómodos sólo con la mirada cuando cometemos una falta, es como mi madre que no me pasa una. Por eso votaré por ella”.
Aproveché de este comentario y pregunté ¿Cuántos de ustedes van a votar por Susana?, todos excepto uno dijeron yo, yo, yo. Al que se quedó en silencio le pregunté usted por quién va a votar: “El voto es secreto, pero sabe, no botaré por Lourdes. Ya estoy harto de que crean que somos retrasados mentales”. Luego se alejaron uno a uno. Solo una mujer mayor se quedó conmigo, pensando en voz alta: “Pensar que antes los periódicos nos ayudaban a conocer y ha decidir nuestra opinión, antes creíamos que los periodistas nos daban noticias verdaderas, hoy todos se han vendido. ¿A quien le importa si Susana tiene o no propiedades?, ¿Acaso quieren que sobrevalore sus libros como lo hizo un congresista para justificar la riqueza del robo?”.


La miré sonriendo, mientras le decía cuanta sabiduría guarda la memoria y experiencia, la importancia de contar su descubrimiento de las medias verdades que suelen vendernos, el modo como ha descubierto que el poder y la mentira suelen juntarse para desmentir a nuestra propia comprensión, para decir que lo que escuchamos no fue dicho de ese modo ni quiso decir lo que dijo. Le pedí que cuente a la gente que la rodea, que lo comente en otros quioscos, que yo haré otro tanto, y que si juntamos, su esfuerzo con el mío, habremos hecho algo por despertar el pensamiento de otros. Le dije lo mucho que me alegró que todas/os quienes leímos las carátulas de los diarios a la una en punto de este día, no habíamos sido seducidos por sus anuncios.
Mientras me alejaba, para proseguir con mis propios pendientes, volví a convencerme con cierto calor en el pecho, la importancia de la publicitación del pensamiento, de cómo podemos conocer y provocar la reflexión en un ciudadano o ciudadana, colocándonos al mismo nivel de todas/os, cuando dejamos de practicar la política entre quienes no tenemos nada mas que convencernos porque estamos de acuerdo, o bien nos enfrascamos en debates inagotables para dar vueltas y vueltas como si el mundo se hubiera detenido, y cuando no es así, lo guardamos entre cuatro paredes, o lo enrollamos en algún rincón de nuestros espacios.

Recordé la importancia de tomar las calles y plazas para provocar la discusión sobre el abuso, autoritarismo, corrupción, impunidad de Fujimori, a fines del siglo XX, mientras algunas/os nos tildaban de locas, esnobs o sofisticadas, resumido en el adjetivo de “feministas”. Y vuelve a mi recuerdo que la militancia por la libertad, la democracia, la justicia, no es un hecho coyuntural, sino una práctica cotidiana, que es preciso ejercerla. Visualicé que no está lejos el tiempo donde contemos con esos espacios públicos, amigables y seguros que no sólo discutiéramos de los sucesos, sino también nos hiciéramos cargo de tener una buena vida, celebrar nuestros aciertos y revisar los retos.

Volví a la realidad de este tiempo, para convencerme una vez más allá de las encuestas y los científicos cálculos de las tendencias de la preferencia electoral del pueblo, basta con pararnos una mañana, o un medio día como me sucedió a mí, no sólo a leer la carátula de los diarios, sino a provocar comentarios, en un ambiente donde todas/os tenemos a flor de piel la necesidad de decir algo.




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